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Terrae Antiqvae

Sechín Bajo la estructura más antigua del Perú, construida hace 5.500 años

 

La estructura más antigua del Perú encontrada hasta el momento se halla en el complejo arqueológico de Sechín Bajo, en Áncash. La historia de nuestro país tiene hoy un nuevo capítulo.

Las veinticinco pruebas de fechado carbónico hechas en la zona no dejan espacio a la duda. Aquella plaza circular, con diez a doce metros de diámetro encontrada en el complejo arqueológico Sechín Bajo, es hasta hoy la estructura más antigua hallada en el Perú. Tiene, aproximadamente, 5.500 años de antigüedad. Sus descubridores, arqueólogos alemanes y peruanos, no pueden estar más felices.

La historia de este hallazgo comienza en 1992 cuando la estudiante alemana de arqueología Renate Patzschke llega junto con algunos compañeros a Casma desde su lejana Universidad de Berlín. Para los demás este viaje fue la excursión clásica de fin de ciclo, pero para ella fue el inicio de su encuentro con la historia.

"Yo hice mi estudio de bachillerato en este complejo y desde hace 16 años me comprometí a apoyar su investigación", señala Renate en un lenguaje particular, una mezcla entre su alemán natal y el español de esta, su nueva tierra.

Ella ha trabajado de la mano con el director del proyecto Arqueológico Sechín Bajo, Peter R. Fuchs durante mucho tiempo. Fuchs cuenta con particular entusiasmo que la plaza circular hundida fue construida con piedras y adobes rectangulares, los mismos que luego fueron complementados con otras estructuras.

El descubrimiento producido hace pocas semanas en el departamento de Áncash, detalló el especialista, permite demostrar que en el valle de Casma se desarrollaron las primeras sociedades con centros ceremoniales. Esto echaría por tierra otras teorías que señalan que estas civilizaciones se desenvolvieron inicialmente junto a la costa para posteriormente ocupar el interior de los valles.  

"Antes del hallazgo de la plaza circular hundida se sabía que las estructuras más antiguas halladas en el Perú estaban en la playa Huaynuna, al norte de la bahía de Tortugas, también en Casma. Allí los esposos Pozorski hallaron un pequeño templo que era de fines del Arcaico precerámico (entre los 4.000 y los 3.600 años de antigüedad). Sin embargo, los hallazgos realizados en Sechín Bajo, especialmente el de la plaza circular hundida, han demostrado que hay restos de hasta 5.500 años", indicó Fuchs.

LOS MOMENTOS DE SECHÍN

Si bien es cierto que la plaza circular hundida es actualmente lo que más llama la atención en Sechín Bajo, en ese complejo arqueológico existen otros dos conceptos arquitectónicos distintos, es decir, otros dos tipos de estructuras levantadas por generaciones posteriores.

Un primer momento constructivo, desarrollado cerca de los 3.500 a.C., es evidenciado por la plaza circular hundida. Según los estudiosos, este espacio servía para que las personas pudieran reunirse al aire libre y sociabilizar.

 

Con el transcurso del tiempo, en un segundo momento, que no ha sido determinado, se comenzaron a levantar edificaciones más grandes debido al crecimiento de la población. Estas se construyeron en una zona adyacente al lugar donde fue hallada la plaza circular hundida.

"Hay un tercer momento constructivo (cerca de los 1.600 a.C.), más reciente que los anteriores, en el que encontramos una estructura que mide 180 metros de largo por 120 metros de ancho. Esta tiene en su primera fase dos grandes patios alineados y rectangulares, los cuales, en su segunda fase, se subdividen en cuatro patios seguidos con esquinas curvadas y muros que poseen nichos ", detalló Fuchs.

Gran parte de la arquitectura de Sechín Bajo es de piedra canteada traída desde los cerros más cercanos, afirma el experto, lo cual evidencia una fuerza de trabajo bastante significativa por parte de quienes la construyeron. A decir de Fuchs, para esa labor se debió contar con diversos implementos y herramientas a fin de darle a las paredes esa consistencia sólida.

"Quienes edificaron Sechín Bajo tuvieron un alto conocimiento arquitectónico y constructivo. Esto se ve claramente en el manejo que se ha dado a los materiales para que los edificios sean resistentes", agregó.

A los investigadores también les sorprendió el manejo de los enlucidos (trabajo de tarrajeo), así como el hallazgo de un tipo de adobes de forma rectangular en los que se ven las huellas de las manos de sus constructores. Estos son de unos 10 centímetros de alto por 15 centímetros de ancho y están relacionados con el primer edificio construido en Sechín Bajo.

EL DEGOLLADOR

Los arqueólogos aún no habían salido del asombro que les provocó el hallazgo de la plaza circular hundida cuando en el primer patio del tercer edificio del complejo arqueológico (perteneciente al tercer momento) fue encontrado un friso que, en alto relieve, mostraba la figura del degollador, personaje mítico muy ligado a la historia antigua del Perú. Este tendría una antigüedad de 3.600 años.

Para el arqueólogo Jesús Briceño Rosario, asesor científico del proyecto, la imagen del degollador representa un descubrimiento inusual. "La arqueología peruana se encuentra, por primera vez, frente a la representación de un personaje que permanecería vigente unos 3.000 años hasta el final de la cultura moche, que es cuando desaparece como imagen representada, pero es casi seguro que se mantuvo dentro del pensamiento del poblador andino por mucho tiempo más", señaló Briceño.

Para Fuchs, el degollador reúne los elementos básicos del pensamiento religioso andino, que son el felino y la serpiente. "Este relieve nos ha sorprendido mucho porque se trata de un personaje con dientes felinos, que luego sería muy recurrente en la iconografía Chavín. En la mano derecha tiene un cuchillo ceremonial y en la izquierda una serpiente".

Fuente: Francisco Vallejos / El Comercio.com.pe, Perú. 24 de febrero de 2008

Vídeo:

Las Ruinas Sechin Bajo


 

El adobe ya se utilizaba hace 3.500 años a.C.

Si hay quienes creen que las primeras civilizaciones hicieron vida en la costa antes que en la sierra están equivocados. Hace pocas semanas en el departamento de Áncash, un grupo de arqueólogos peruanos y alemanes descubrieron una plaza circular precolombina construida hace unos 5.500 años, que ahora es considerada como la más antigua de Perú, e incluso del mundo, junto a Mesopotamia, Egipto, India, China y Mesoamérica.

La protagonista mayor del descubrimiento es la arqueología alemana Renate Patzschke, quién hace 16 años llegó al Perú como parte de sus estudios de bachillerato de la lejana Universidad de Berlín, y desde ahí no paró hasta entregar este descubrimiento que a entender del diario El Comercio, medio que publicó la investigación, gracias al descubrimiento "nuestro país tiene hoy un nuevo capítulo".

Más allá de la historia y otras explicaciones académicas que muchas veces no tienen ninguna importancia en la vida cotidiana, lo que llama la atención es la utilización del adobe. Según los investigadores, la plaza que servía para reunirse al aire libre y socializar, fue construida con piedras y adobes rectangulares. Si señores, aquel elemento imprescindible en la construcción andina de hoy ya fue utilizada en hace 3.500 años atrás.

Los arqueólogos confiesan haberse sorprendido por el hallazgo de un tipo de adobes de forma rectangular en los que incluso se ven las huellas de las manos de sus constructores. Se conoce que estos adobes miden 10 centímetros de alto por 15 centímetros de ancho; y fueron utilizados en el primer edificio de la construcción en Sechín Bajo, que data de hace 3.500 años.

A entender de los descubridores, quienes edificaron la plaza de Sechín Bajo tuvieron un alto conocimiento arquitectónico y constructivo; empero lo que realmente asombra es la utilización del adobe, elemento que subsiste en las edificaciones de hoy, del cual, los serranos debemos sentirnos orgullosos.

Fuente: Los Andes.com.pe, 27 de febrero de 2008

Civilización de Sechín Bajo es tan importante como las más antiguas del Medio Oriente

El descubrimiento de un complejo arquitectónico en Sechín Bajo, Casma, demostraría que el Perú fue uno de los centros de alta civilización en el mundo antiguo y reafirmaría los orígenes de un pasado libre de influencias externas, sostuvo hoy el arqueólogo y descubridor del Señor de Sipán, Walter Alva.     

"Con este descubrimiento realizado por el reconocido investigador Peter Fuchs, el Perú se consolida como uno de los mas importantes y antiguos centros de generación de civilización del mundo antiguo, lejos de México" señaló Alva a la agencia Andina.

Afirmó que la plaza circular hundida construida hace 5.500 años en Casma, colocaba al Perú en el mismo nivel de otras civilizaciones del Medio Oriente.

En esta zona de Ancash, el arqueólogo Fuchs anunció hace cuatro días el hallazgo de un plaza circular hundida, construida con piedras y adobes rectangulares de más de 5.500 años de antigüedad.  

Alva dijo que este modelo arquitectónico de plazas hundidas marcaría los orígenes del antiguo Perú. "Este modelo estaría vigente por mas de dos mil años en las posteriores culturas precolombinas" añadió.

"El hallazgo termina definitivamente con toda posibilidad de que el Perú haya podido recibir influencias culturales ajenas a nuestro territorio. Todo lo elaboró el antiguo peruano de acuerdo a sus creencias" señaló.

Abrió la posibilidad que en el futuro se puedan hallar templos más antiguos en algún lugar del país que terminaría por demostrar que el Perú fue "un foco de origen de alta civilización en América y el mundo".

"Existen indicios de que la agricultura en la costa del Perú se generó hace 8 mil años de antigüedad y el paso de la agricultura a la construcción de los primeros santuarios debió ser bastante rápido, es probable que en el futuro se pueda encontrar testimonios mucho mas antiguos que nos colocaría entre los grandes centros de civilización del mundo antiguo" remarcó.

Manifestó que la presencia de Sechín, respondió a una agricultura desarrollada que dio paso a una arquitectura ceremonial que marcó la pauta en el desarrollo cultural de un pueblo.

"Para construir un templo hay que tener un grupo de gente que obedezca a un liderazgo, todo arquitectura ceremonial es una obra comunal" enfatizó el arqueólogo.

Fuente: Andina.com.pe, Lima, 26 de febrero de 2008

Arqueólogos españoles descubren en Egipto antigüedades de más de 4.000 años

 

Un equipo de expertos del Museo Arqueológico Nacional de Madrid ha descubierto a unos 120 kilómetros al sur de El Cairo un conjunto de antigüedades faraónicas que datan de hace más de 4.000 años, según ha informado la prensa egipcia.

Los arqueólogos españoles encontraron tres puertas 'falsas' de tumbas y fabricadas de roca, y dos mesas de ofrendas en la localidad de Egnasia, provincia de Bani Suef, precisó el ministro egipcio de Cultura, Faruq Hosni, citado por la prensa.

El hallazgo se produjo durante excavaciones llevadas a cabo últimamente por el equipo de arqueólogos, encabezado por la reputada experta española Carmen Pérez Die, subrayó el ministro. Las piezas datan del Primer Periodo Intermedio de la Época faraónica (2040-2191 a.C.).

Asimismo, el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades (CSA), el egiptólogo Zahi Hawass, reveló que las tres puertas fueron descubiertas en una tumba que fue destruida e incendiada durante periodos consecutivos de la historia.

Las puertas ficticias, según la creencia faraónica, eran para que el alma del difunto se comunicara con la vida que continuaba en el exterior de las criptas.

También, los expertos encontraron en el lugar restos de muros de otros mausoleos que fueron construidos con adobes y bloques de piedra caliza, y fragmentos de vasijas de cerámica, que probablemente datan de a fines del Imperio Antiguo faraónico (2700- 2200 a.C.).

Por último, Pérez Die afirmó que han limpiado y restaurado las puertas, y concluyeron de hacer lo mismo con los artefactos encontrados en las anteriores temporadas de excavaciones que han realizado en la zona.

 

La arqueóloga española, que inició hace alrededor de 24 años las excavaciones en el área, ha logrado desenterrar importantes vestigios de Heracleópolis Magna, la capital de Egipto durante las dinastías IX y X.

Fuente: EFE, El Cairo / El Mundo.es, 24 de febrero de 2008

 

Historia universal bajo la República romana. Polibio

Polibio (200-118 a.C.), nació en Megalópolis, Grecia, y fue un historiador griego. Como miembro de la clase gobernante, Polibio tuvo la oportunidad de conocer de primera mano los asuntos políticos y militares de su época. Su carrera política estuvo dedicada durante largo tiempo a conservar la independencia de la Liga Aquea. Se inició como embajador, junto con Licortas (su padre) y Arato el Joven en la malograda embajada a Ptolomeo V Epífanes. Luego fue elegido hiparca de la liga para el período 169/168 a.C. Como principal representante de la política de neutralidad en la guerra entre Roma y Perseo de Macedonia, atrajo sobre sí las sospechas de los romanos, siendo uno de los 1.000 nobles aqueos transportados en el 166 a.C. a Roma como rehenes, lugar donde permaneció retenido durante diecisiete años.

Gracias a su elevado nivel cultural, Polibio fue admitido en las más distinguidas casas de Roma, particularmente en la de Emilio Paulo, vencedor de la Tercera Guerra Macedónica (171-168 a.C.), quien le encargó la educación de sus hijos: Fabio y Escipión. Mediante la intercesión de Escipión en el 150 a.C., Polibio obtuvo el permiso para regresar a su hogar, pero en lugar de ello, pasó los siguientes años en compañía de su amigo en África, donde pudo estar presente en la Tercera Guerra Púnica y en la captura de Cartago, hecho que describió en su narración histórica.

Su estancia en la península Ibérica le sirvió para estudiar la geografía, los pueblos y las costumbres de Hispania. Tras la destrucción de Corinto (146 a.C.), y gracias a su popularidad en Roma, se le encomendó establecer las bases de la futura provincia de Acaya, utilizando como base las decisiones de la comisión de decemviros. Polibio volvió a Grecia y utilizó sus conexiones con los romanos para impulsar allí una mejora de las condiciones de vida, contribuyendo a consolidar el gobierno de las oligarquías en acuerdo con Roma. Polibio encaró la difícil tarea de organizar la nueva forma de gobierno de las ciudades griegas, ganando en esta labor el mayor de los reconocimientos.

Tras finalizar este trabajo, regresó a Roma. Los años siguientes significaron un gran impulso a su obra escrita, imbuido como estuvo en su trabajo histórico, y emprendiendo ocasionalmente largos viajes por los países mediterráneos para obtener conocimientos de primera mano sobre lugares históricos. Al parecer, solía también entrevistar a los veteranos de las guerras de Roma para aclarar detalles de los hechos que describía, y consiguió acceso a los archivos para este mismo propósito.

Tras la muerte de su amigo Escipión, regresó de nuevo a Grecia, donde murió a la edad de ochenta y dos años al caer de su caballo tal como señala el Pseudo Luciano.

Se conserva la mayor parte de su obra, escrita con un método riguroso que se basa en una estricta documentación y en su presencia en el lugar de los hechos que describe. Su extensa Historia general contaba con 40 volúmenes. Otras obras citables son Tratado de táctica, "Encomio a Filopemen" y La guerra de Numancia, pero de las cuales nada nos ha quedado salvo testimonios directos del propio Polibio y otros autores de la antigüedad. Además, con Tucídides, fue uno de los primeros historiadores en excluir la acción divina entre las causas materiales y sus consecuencias.

Compuso sistemáticamente su obra para que sea siempre acorde en su relación con la historia general del mundo, y a la vez, pragmática, en su continua demostración de los principios de la causa y el efecto.

La característica principal de su pensamiento fue el cuidado y la veracidad que otorgaba a sus conclusiones. Tenía un instinto natural en encontrar la verdad: "La verdad, decía Polibio, es expuesta por la naturaleza a los hombres como algo supremo en divinidad y poder, tarde o temprano, la verdad prevalecería sobre cualquier oposición".

Las Historias de Polibio forma un conjunto de 40 volúmenes de los cuales sólo han llegado hoy en día, completos, los primeros cinco. La obra íntegra, excepto el cuadragésimo, que aparece sólo en el índice, la mayor parte de los textos que componen la obra ha llegado hasta nuestros días gracias a las bibliotecas de Bizancio. Los textos de Polibio no llegaron a Europa hasta el siglo XV.

El contenido de la obra se centra en la Historia de la época, se puede decir que Polibio empieza la narración en el año 264 a.C. hasta el año 146 a.C., no obstante la presentación de la historia se puede decir que abarca un intervalo de tiempo de cerca de 53 años. Corresponden al intervalo de tiempo de máximo auge del Imperio Romano. Este periodo de 220 a.C. hasta 167 a.C. es en el que Roma subyuga a Cartago empezando a ser una potencia marítima en el mar mediterráneo. Los libros I hasta el V son una introducción que describe el ambiente existente en las zonas de influencia de Roma, haciendo descripción de cada nación; Egipto, Grecia, Hispania y trata extensivamente la primera guerra púnica y la segunda guerra púnica. En el libro VI empieza con un tema diferente y describe la constitución de los romanos, mostrando el poder de los cónsules, el senado y el pueblo.

Llega a la conclusión de que la constitución romana es exitosa debido a que es una mezcla de reglas y normas propias de los romanos y de otros países helenísticos. El resto del libro es una narración acerca de las incursiones de los romanos contra Cartago durante los 53 años que dura la descripción del libro, narra historias de lucha entre Aníbal y Escipión. En el libro XII discute los méritos de Timeo mencionando su peculiar estilo de narrar la historia. De esta forma Polibio es notable en la descripción del crecimiento del poder de Roma durante este periodo tan crítico.

Libros para descargar en PDF. Gentileza de http://www.elaleph.com/:

Historia Universal bajo la República Romana (3 tomos)

 

Los satélites sacan a la luz varios templos mayas perdidos

 

Fotos: Templos mayas al descubierto. En esta imagen comparativa, tomadas desde el espacio por dos satélites, se ven las ruinas de Tikal, una ciudad maya ubicada en las profundidades de la selva guatemalteca. REUTERS/NASA/Handout.

Arqueólogos y científicos de la NASA, con la ayuda de satélites, han descubierto varios sitios escondidos durante siglos bajo la tupida selva de Guatemala.

Los antiguos astrólogos mayas alinearon sus templos con las estrellas y ahora los arqueólogos modernos han encontrado las ruinas de ciudades escondidas en la selva de Guatemala desde el cielo. Los arqueólogos y los científicos de la NASA se unieron hace cinco años en busca de las claves acerca del misterioso colapso de la civilización maya, que floreció en Centroamérica y el sur de México durante 1.000 años, antes de abandonar sus ciudades misteriosamente hacia el año 900 después de Cristo.

Y esa unión está dando frutos, según el arqueólogo William Saturno, quien descubrió recientemente cinco sitios extensos, con centenares de edificios, utilizando un satélite espía que puede ver a través de nubes y bosques para revelar las sutiles diferencias en la vegetación. Saturno informó que las imágenes de satélite facilitaron enormemente el hallazgo de las ruinas, cubiertas por siglos de densas enredaderas y árboles. La idea inicial del arqueólogo era buscar primero las imágenes del satélite para encontrar la fuente del agua cerca de su campamento de excavación en San Bartola, unos 53 kilómetros de la población más cercana.

La NASA le dio una foto de radiación solar reflejada sobre la gran variedad de plantas de la región y la gran sorpresa de Saturno fue ver un patrón de decoloración en la imagen que mostraba el contorno de algunos edificios que su equipo había descubierto. Utilizando un aparato de GPS, marcó en un mapa las ubicaciones de otras decoloraciones cercanas y encontró una zona de arquitectura maya que no había sido descubierta.

Foto: REUTERS/NASA/Handout.

Los mayas construían con piedra caliza y estuco. A medida que los edificios abandonados se van desintegrando, los químicos de las piedras se mezclan con el suelo, impidiendo que algunas plantas crezcan alrededor de las estructuras o afectando la química de aquellas que sí pueden crecer. Los satélites pueden detectar las diferencias y el resultado es un mapa de las estructuras enterradas por la vegetación desde una distancia de 640 kilómetros de la Tierra.

El arqueólogo dijo que la foto le facilitó la búsqueda de los edificios que estaban escondidos desde hace siglos.

"Yo estaba como pescando en un barril," dijo Saturno en una entrevista. Con la nueva tecnología, Saturno ha encontrado cinco nuevos sitios cerca de San Bartolo con cientos de edificios.

Y espera más descubrimientos como el que hizo en 2001, cuando encontró un mural que data del año 100 antes de Cristo, describiendo el mito de la creación maya y una ceremonia real, lo que él llama la Capilla Sixtina del mundo maya.

Fuente: Reuters, Guatemala / El País.com, 21 de febrero de 2008

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(2) Satellites spot lost Guatemala Mayan temples

By Brendan Kolbay

GUATEMALA CITY (Reuters) - Ancient Mayan astronomers aligned their soaring temples with the stars and now modern archeologists have found the ruins of hidden cities in the Guatemalan jungle by peering down from space.

Archeologists and NASA scientists began teaming up five years ago to search for clues about the mysterious collapse of the Mayan civilization that flourished in Central America and southern Mexico for 1,000 years.

Foto: REUTERS/NASA/Handout.

The work is paying off, says archeologist William Saturno, who recently discovered five sprawling sites with hundreds of buildings using a spy satellite that can see through clouds and forest to reveal differences in the vegetation below.

Saturno said the satellite images made it infinitely easier to find ruins covered for centuries by dense jungle vines and trees. "It was like shooting fish in a barrel," he said.

Saturno first sought out satellite images to find a source of water near his excavation camp at San Bartolo, which lies 32 miles from the nearest town on inaccessible roads deep in Guatemala's northern Peten region.

NASA gave him a snapshot of solar radiation reflected off the wide variety of plants in the region. Saturno was surprised to see a pattern of discoloration in the satellite image that outlined some of the buildings he had already uncovered.

Using a GPS device, he pinpointed on a map the location of other discolorations nearby and discovered several areas with hidden Mayan architecture.

The Maya built with limestone and lime plasters. As the abandoned buildings disintegrate, chemicals from the stones seep into the soil, keeping some plants from growing around the structures and affecting the chemistry of those that do grow.

The satellite can spot these differences and the result is a virtual road map of the buried structures from nearly 400 miles above Earth's surface.

CLUES TO COLLAPSE

Saturno said he expects more discoveries like his 2001 find of an elaborate mural from around 100 B.C. depicting the Mayan creation myth, dubbed the Sistine Chapel of the Mayan world.

His research partner at NASA, Tom Sever, hopes the satellite images could provide clues as to why the Mayan civilization collapsed around 900 A.D.

"What we are investigating is the choices the Maya made that ultimately created a catastrophic situation for them," Sever said by telephone from a NASA base in the U.S. state of Alabama.

To support a population boom the Maya felled huge swathes of jungle for agriculture. They collected water in giant reservoirs called "bajos" to farm during seasonal dry spells, but the deforestation raised temperatures and reduced rainfall, drying up water sources, Sever said.

Foto: REUTERS/NASA/Handout.

Bajos were found at around half the new sites located by the satellite, potentially boosting this theory of why the Maya had to leave their cities.

Information about the fate of the Maya could help modern societies make better choices and "avoid the sometimes disastrous mistakes of the past," said Sever. "We are in a race against time to preserve our history."

(Writing by Mica Rosenberg; Editing by Catherine Bremer and David Wiessler)

Source: Reuters, Wed Feb 20, 2008

 

Arqueólogos españoles descubren la tumba de un guerrero de alto rango en Luxor

 

Fotografías por cortesía de José Manuel Galán, Spanish National Research Council

Una tumba muy bien preservada que contiene la momia de un guerrero de alto rango que vivió durante el reinado de Hatshepsut ha sido hallada en Luxor (Egipto), junto al valle de los Reyes, por el prestigioso equipo de arqueólogos dirigido por el español José Manuel Galán, al frente del Proyecto Djehuty. La cámara data de entre 1550 y 1070 antes de Cristo. Según National Geographic, el hallazgo se produjo la semana pasada durante unas excavaciones de rutina en el antiguo cementerio Dra Abul Naga de Luxor, donde trabaja el equipo de Galán.

La tumba contiene la momia del guerrero depositada en una caja de madera algo afectada por las termitas y decorada con ricas pinturas, y la inscripción con el nombre Iqer, que significa el más excelente, en el antiguo idioma jeroglífico. En las pinturas, Iqer, de quien se desconoce si fue egipcio, nubio o libanés, presenta ofrendas a la diosa Hathor.

El guerrero, de alto rango a tenor de los objetos hallados (algo poco habitual porque las tumbas suelen ser de miembros de la realeza), sirvió a la reina Hatshepsut, de la XI dinastía, una época en que los soldados jugaron un importante papel en la sociedad cuando se produjo la reunificación de Egipto tras años de guerra civil y de los que no se tienen muchos vestigios funerarios. Junto a su tumba se hallaron cerámicas y cinco flechas, entre otros objetos, que han servido para datar el monumento funerario. Galán declaró que el hallazgo "ofrecerá una visión muy actualizada sobre un periodo muy poco documentado mediante una tumba intacta, lo que es muy poco común en la XI dinastía".

Fuente: El Periódico.com, 18 de febrero de 2008

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(2) Un equipo español halla la tumba intacta de Iqer, un guerrero de alto rango egipcio

La caja contiene el nombre del difunto, que significa 'el excelente'

En el interior han encontrado el cuerpo momificado y dos grandes arcos

El equipo dirigido por el arqueólogo del CSIC José Manuel Galán ha descubierto la tumba intacta de un arquero de alto rango de 4.000 años de antigüedad. La caja de madera contiene el nombre del difunto, Iqer, que significa 'el excelente', en escritura jeroglífica. En el interior del ataúd han encontrado el cuerpo momificado y debajo, dos grandes arcos y tres bastones largos.

El hallazgo se enmarca en la séptima campaña del 'Proyecto Djehuty', cuyos integrantes investigan las tumbas de Djehuty y de Hery, localizadas en la orilla oeste de Luxor (Egipto), en la necrópolis Dra Abu el-Naga. Djehuty y Hery fueron dos altos dignatarios de la corte de Hatshepsut, una de las pocas mujeres en la historia del antiguo Egipto que ejerció de faraón, en torno al año 1500 a.C.

Junto a la cabecera del ataúd se ha recuperado también una vasija de cerámica y cinco flechas clavadas en la tierra. La mayoría de ellas conserva las plumas en el extremo trasero, junto a la zona donde se encaja la cuerda del arco.

El director del proyecto, el investigador del CSIC José Manuel Galán, destaca la importancia del descubrimiento: "Es un hallazgo único y sorprendente porque muy pocas veces los arqueólogos tienen la fortuna de descubrir un enterramiento intacto tan antiguo. Habitualmente, las tumbas que se encuentran han sido visitadas antes, la primera vez por la familia del difunto, para recuperar las joyas y los objetos de valor, y la segunda, en el siglo XIX, por saqueadores profesionales de tumbas, que provocaban grandes daños".

"El arquero Iqer, enterrado con sus arcos y flechas, documenta estos años de conflicto y refleja una sociedad compleja, guerrera, a la vez que sofisticada, cultivada, intelectual y religiosa", señala Galán. La importancia del hallazgo radica en que la dinastía XI es un periodo de la historia de Egipto que se conoce muy poco. En ese momento había una guerra civil, que precedió a la unificación política del Alto y Bajo Egipto bajo un sólo monarca, Montuhotep.

El ataúd del guerrero contiene una banda de inscripción jeroglífica, que lo recorre de un lado a otro. "Los signos jeroglíficos están pintados de colores, con un estilo algo primitivo, incluso infantil y naif. La lechuza que representa el sonido /m/ nos pareció encantadora. Las serpientes, que tienen el valor fonético /f/, fueron dibujadas con una simpática sonrisa y, además, se la representa con el cuello cortado para que no pueda salir corriendo y hacer daño al difunto", detalla el investigador del CSIC.

El grupo de investigadores, formado por 15 personas, está integrado por egiptólogos, arqueólogos, restauradores, arquitectos, fotógrafos y dibujantes de distintas partes del mundo.

El hallazgo más destacado del egiptólogo del CSIC en anteriores campañas fue 'La tabla del aprendiz', el primer retrato frontal conocido de un faraón del antiguo Egipto. La tabla estucada con este singular dibujo está expuesta en la actualidad en una de las salas del Museo de Luxor.

Los arqueólogos también han encontrado dos cámaras funerarias ubicadas en un pozo de enterramiento, con gran parte del ajuar funerario de un noble y su mujer de más de 3.400 años de antigüedad. Asimismo, destaca un pequeño papiro con un breve texto de carácter mágico que los egipcios del año 1.000 a. C. llevaban como amuleto dentro de un estuche colgado al cuello. Asimismo, el año pasado, el equipo dirigido por el investigador del CSIC encontró 43 ramos de flores secas atados con cuerdas y formados en su mayoría por ramas de olivo y persea. Los vestigios, en buen estado de conservación, son los restos de olivo más antiguos recuperados hasta la fecha, con 3.500 años.

Fuente: CSIC / El Mundo.es, 18 de febrero de 2008

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Artículos relacionados en Terrae Antiqvae:

Los enigmas de Luxor

Arqueólogos españoles descubren un ajuar funerario de 3.400 años de edad cerca de Luxor

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(2) Rare Egyptian "Warrior" Tomb Found

Steven Stanek in Cairo, Egypt

for National Geographic News

February 15, 2008

An unusual, well-preserved burial chamber that may contain the mummy of an ancient warrior has been discovered in a necropolis in Luxor.

Scientists opened the tomb-found in Dra Abul Naga, an ancient cemetery on Luxor's west bank-on Wednesday.

Inside the burial shaft-a recess crudely carved from bedrock-experts found a closed wooden coffin inscribed with the name "Iker," which translates to "excellent one" in ancient Egyptian.

Near the coffin they also found five arrows made of reeds, three of them still feathered.

A team of Spanish archaeologists made the surprise find during routine excavations in a courtyard of the tomb of Djehuty, a high-ranking official under Queen Hatshepsut whose burial site was built on top of graves dating to the Middle Kingdom, 2055 to 1650 B.C.

Wealthy Warriors

The coffin dates to Egypt's Middle Kingdom era, though the cemetery is better known for its use during the New Kingdom, 1550 to 1070 B.C.

Based on the coffin's inscriptions and pottery found near it, experts date the burial to the early reign of the 11th dynasty, which lasted from 2125 to 1985 B.C. Soldiers played an important role in society during that time, when Egypt was reunified after years of civil war.

Some intact burials from that period had been found in the 1920s, but the leader of the new excavation, Jose Galán of the Spanish National Research Council, said the new find could offer a fresh look into the era's burial customs.

"It's fairly uncommon to find nowadays an 11th-dynasty intact burial. This is really remarkable," Galán said.

"It gives us information about the continuous use of the necropolis and ... about a period that was not so well documented."

The discovery of burials belonging to soldiers and mercenaries, who had elevated status in the wartime society, are even rarer, according to Salima Ikram, a professor of Egyptology at the American University in Cairo.

Only "a handful" have ever been unearthed, Ikram said.

"It shows that there were a lot of warriors that had been in use," she said.

"Because of their prominence in calming things down [after the civil war], they probably were wealthier and regarded with more honor than in early periods, and that is why they had nice burials."

Bows and Arrows

The wooden coffin-adorned with drawings of Iker presenting offerings to the goddess of the heavens, Hathor-was fairly well preserved, though it suffered some damage from flooding and termites, according to experts who pried it open.

Inside the coffin, the archaeologists found Iker's mummy, lying on its left side next to two bows and three staffs, which would have been used to indicate his high rank.

(Related: "Surprise Egypt Tombs Yield Ornate Coffins, Dog Mummies" [January 30, 2008].)

"Usually the important people [carried a staff] as a way to be recognized as chiefs of a tribe or family," said Galán, adding that his team had not yet analyzed the newfound artifacts.

The presence of bows and arrows means that Iker was likely a hired soldier in the service of a king, though the exact details are unclear.

"It means this person was a fighter," said Zahi Hawass, secretary general of Egypt's Supreme Council of Antiquities.

"He was fighting in the army or something like that ... there were many fighters joining the king, and this could be one of them," said Hawass, also a National Geographic Society Explorer-in-Residence. (National Geographic Society owns National Geographic News.)

Spanish archaeologist Galán and his team plan to remove the mummy from the coffin to x-ray it and determine more specifics.

"We don't know about the origin of Iker," Galán said. "We don't even know if he was Egyptian, Nubian, or Libyan."

Source: National Geographic News

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20 de febrero de 2008

«Hemos logrado ser la vanguardia en la arqueología de Egipto» José Miguel Serrano. Egiptólogo

La arqueología española se ha apuntado un nuevo tanto con el último hallazgo del Proyecto Djehuty: la tumba intacta de Iqer, un guerrero con 4.000 años de antigüedad, en la necrópolis Dra Abu el- Naga, en Luxor. Con 25 años de docencia como egiptólogo en la Universidad de Sevilla, José Miguel Serrano ha participado por séptima vez en esta expedición que, dirigida por el CSIC, sitúa a España «a la vanguardia de las investigaciones arqueológicas en Europa».

-Gracias al Proyecto Djehuty se ha hallado el primer retrato frontal de un faraón, varios ajuares funerarios, relieves con valiosa información, e incluso los restos de olivo más antiguos recuperados hasta la fecha. ¿Qué supondrá Iqer para el conocimiento de la historia antigua?

-Es un descubrimiento importante, porque se enmarca en el primer periodo intermedio de la historia del antiguo Egipto, la dinastía XI. Una etapa sobre la que se tienen muy pocos datos. La tumba de Djehuty es del Imperio Nuevo, más tardía en 400 o 500 años que el enterramiento intacto que hemos hallado y que, suponemos, aportará nueva documentación sobre este periodo histórico. Además, es algo inusual encontrar un cadáver en su posición original y con todo el ajuar intacto. Normalmente estos enterramientos fueron saqueados en la antigüedad o en el siglo XIX.

-José Manuel Galán, arqueólogo del CSIC que dirige el proyecto, ha calificado el hallazgo de Iqer como un «hito histórico»...

-En este tipo de investigaciones, España se encontraba muy atrás, siempre guiados en función de Inglaterra, Alemania o Francia. Ahora podemos decir perfectamente que nos codeamos con otras misiones de estos países y al mismo nivel. España ya está a la vanguardia en investigaciones arqueológicas en Egipto. Esto ha costado mucho trabajo, y ahora es necesario que las autoridades se enteren.

-¿Será posible ver alguna pieza de las excavaciones en Sevilla?

-El estado egipcio autoriza misiones como la nuestra, con total libertad, y nos apoyan, pero en cuestiones de traslado de piezas, la legislación es muy estricta. Hay que tener en cuenta que durante siglo y medio han sufrido el expolio de los países europeos. De todos modos podrían salir piezas importantes para exposiciones concretas y especiales. El Proyecto Djehuty tiene como objetivo, una vez culminen los trabajos de excavación, montar una buena exposición con piezas de nuestro trabajo. A mí personalmente me gustaría que además de Madrid, se pudiera visitar en Sevilla. Y para ello, es realmente importante que entidades culturales, o de la administración, así como Gobierno, ayuntamientos, administraciones autonómicas, bancos y fundaciones, apuesten por esta iniciativa y sufraguen los gastos que supondría una exposición, como estos vestigios de la historia merecen.

-¿La expedición preveía este hallazgo?

-Estamos trabajando en la necrópolis Dra Abu el- Naga desde hace siete años y en anteriores campañas hemos descubierto restos que nos hacían creer que podría existir una necrópolis más antigua que la de Djehuty. El año pasado hicimos una especie de cata en el patio de esa tumba y muy pronto apareció el ataúd de una mujer relativamente deteriorado que nos dio indicios de que en ese nivel o en otro podría existir otro tipo de enterramiento. Este año, hemos seguido excavando, y ha aparecido esto, dentro de la sorpresa, pero también de lo común.

-¿En qué ha consistido específicamente su tarea en el Proyecto Djehuty?

-Somos un equipo humano muy complejo, de unas 15 ó 16 personas.... Llevamos trabajando un mes y medio y cada uno tiene su función. La mía consiste en la excavación, valoración y registro de las piezas, pero el grupo está integrado por arqueólogos, restauradores, arquitectos, fotógrafos y dibujantes procedentes de distintos puntos de España y coordinados desde el CSIC.

Fuente: Lola Rodríguez / ABC, Sevilla, 20 de febrero de 2008

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Un Robin Hood de la antigua Tebas

El extraordinario hallazgo del ataúd de un arquero culmina la campaña de la misión española en Luxor.

"Afloja tu arco, depón tus flechas", puede leerse en las Aventuras de Sinuhé, el gran texto narrativo del Imperio Medio egipcio. La frase podría servir de epitafio de Iqer, el arquero de la misma época, hace 4.000 años, que ha encontrado, con sus arcos y sus flechas, el equipo español que excava las tumbas de Djehuty y Hery en la necrópolis de Dra Abu el Naga en la orilla oeste de Lúxor. La momia de Iqer ha aparecido en un ataúd de madera con inscripciones jeroglíficas que incluyen su nombre mientras se excavaba el patio exterior de la tumba de Djehuty.

"El enterramiento está intacto y en muy buen estado", explica por teléfono el director del equipo, el egiptólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Manuel Galán, desde su base de operaciones en el hotelito Marsam, junto al templo de Merneptah. "Las inscripciones del ataúd, en los cuatro lados y la tapa son preciosas, con invocaciones a Osiris, Anubis y Hathor, a la que se le da el poco frecuente título de Señora del Cielo. Iqer aparece sin títulos, pero junto al ataúd, a la altura de la cabeza, encontramos cinco flechas clavadas en el suelo, aún con plumas, y dentro, encima del cuerpo, dos arcos largos, con las cuerdas puestas, aunque rotas".

Aún es pronto para saber si los arcos estaban usados o se les dio "muerte ritual", si Iqer presentaba las durezas de los dedos típicas de los arqueros u otros indicios físicos de la práctica de la arquería, pero parece claro que estamos ante alguien ducho en ese arte -acaso un verdadero Robin Hood faraónico-, probablemente un militar, un guerrero de prestigio. "Así lo indica el enterramiento", señala Galán. "No podemos decir que fuera una figura de alto rango, un general, pero desde luego no era un soldado raso". Iqer, que como adjetivo significa "el excelente" -podríamos imaginar una referencia a su habilidad como saetero-, era un nombre común en este periodo, la Dinastía XI. La momia, cubierta por un sudario y una máscara de cartonnage dañada por las termitas, no ha podido ser aún estudiada.

Los arcos son longbows, como los típicos ingleses, de la estatura de un hombre. Las flechas son de un tipo habitual en el Imperio Medio, con cabezas largas de madera que se insertaban en el astil hueco, y no con puntas de metal. No se sabe si estaban recubiertas de veneno o sangre menstrual (para provocar la infertilidad del enemigo), un uso documentado en la arquería egipcia. Parece que los arqueros egipcios apuntaban especialmente al cuello, donde sus flechas podían producir más daño. Con flechas de punta de madera parecidas a las de Iqer fueron muertos los soldados de Mentuhotep II, de la misma época, hallados por Winlock en 1925 bajo el templo del rey en Deir el-Bahari -unas momias espantosas, por cierto-. Varios de estos soldados eran asimismo arqueros.

El hallazgo culmina la séptima campaña del Proyecto Djehuty, en la que se ha excavado el pozo funerario del noble. Queda para la próxima campaña excavar la cámara a la que se abre ese pozo, llena de escombros y esperanzas.

Fuente: Jacinto Antón / El País.com, 21 de febrero de 2008

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Guardián de la tumba

El egiptólogo José Manuel Galán, a las puertas de entrar en la tumba de Djehuty, en Luxor, rememora siete años de esfuerzo.

Una inscripción en un muro de un monumento funerario cegado por los cascotes fue definitiva. El arqueólogo José Manuel Galán, con la respiración entrecortada a causa del polvo y la humedad, supo que iba a seguir el rastro de Djehuty, el dignatario que sirvió a la reina Hatsepsut, según rezaba el jeroglífico. Siete años después, ha cerrado la tumba en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, en Luxor, y se ha despedido de Alí Faruk, su capataz. Hasta el próximo invierno, cuando se reanuden los trabajos que se han interrumpido justo ante la puerta de la cámara funeraria del servidor del faraón rey, según se hacía llamar Hatsepsut.

"Que mi recuerdo perdure sobre la tierra y mi ba alma pueda vivir delante del señor de la eternidad", ruega la inscripción, que describe a Djehuty como "el noble, el líder, el que dice yo soy el jefe que pone las reglas". El dignatario que vivió en torno a 1.500 años antes de Cristo fue guardián del tesoro real, controlaba a los artesanos que construían obeliscos y a los que hacían espléndidos collares y amuletos.

Galán es precisamente filólogo de formación, primero en la Universidad Complutense de Madrid, luego durante seis años en la John Hopkins de Baltimore (EEUU) y finalmente en Tubinga (Alemania). Especialista en ugarítico (lengua semítica procedente del fenicio) y en acadio, ingresó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y tiene publicados varios libros sobre jeroglíficos y literatura egipcia, ya que es experto en cuentos antiguos.

"Lo mío es leer jeroglíficos", confiesa desde Baltimore, donde disfruta en la John Hopkins de una nueva beca de investigación que ha interrumpido para excavar en Luxor durante dos meses. Cuando todo hacía suponer que sería toda una autoridad en investigaciones de biblioteca, decidió dar un giro a su currículo. "Tenía la necesidad de tener mi propio proyecto y que además sirviera a impulsar la egiptología española", explica.

Un acto de osadía

En noviembre del 2000 visitó por primera vez el monumento funerario de Djehuty y de Hery a propuesta del servicio de antigüedades egipcias. Conocida ya desde los tiempos de Champollion, la tumba jamás se había excavado. "La razón es que había agujeros por donde se colaban los escombros y otros arqueólogos se habían echado para atrás. Pero a mí me gustó el hecho de que las tumbas estuvieran decoradas con inscripciones y pensé que eran perfectas para mí. Por pura osadía no me asustaron los escombros" , afirma.

La primera campaña tuvo lugar en el 2000. El monumento funerario, que consta de varias cámaras, tuvo que apuntalarse a fondo y el equipo -que cuenta con el patrocinio de Telefónica y Caja Madrid- tuvo que contratar a un centenar de obreros para el desescombro. Y la sensación "fue impresionante". "A través de la vida de Djehuty que se sigue en sus inscripciones biográficas se puede reconstruir la vida del Imperio Nuevo", recuerda.

Tras dos años perforando bajo el suelo, el equipo ha podido excavar un pozo funerario de ocho metros que conduce a la cámara donde -en teoría- está la tumba del dignatario. Galán posee la prudencia del científico y no aventura nada. Pero si los escombros no han dañado la cámara y se termina a tiempo un buen sistema de ventilación, en el 2009 podría anunciarse el hallazgo de una tumba inviolada, la de Djehuty.

Mientras, la cosecha anual de la investigación no es en absoluto desdeñable. En el Museo de Luxor se exhibe la Tabla del Aprendiz, que apareció en el 2004, durante la tercera campaña. Galán habla con emoción de esta especie de pizarra donde un maestro enseñaba a dibujar y a escribir el Libro de Kemit, una especie de Catón para escribas, a su alumno. La tabla contiene el primer retrato hallado hasta ahora de un faraón de frente y no de perfil, datado hacia el 1450 antes de Cristo.

Hasta el momento han aparecido diversos enterramientos. El último, el del guerrero Iqer, que fue enterrado con sus flechas y que data de unos 500 años antes de que viniera al mundo Djehuty. Las tumbas en Egipto fueron profusamente reutilizadas. "Y en esta tumba lo mejor que nos puede pasar es que se haya librado de los ladrones de tumbas modernos, que se lo llevan todo", precisa Galán.

Paella con amigos

El equipo, unos 17 especialistas, se aloja en un pequeño hotel, El Marsam, tras los colosos de Memnón. La jornada de excavación se prolonga de siete de la mañana a tres de la tarde seis días a la semana. No es fácil trabajar con mascarilla o incluso con rodilleras para que las piedras no destrocen la piel. Las tardes se dedican a tareas de laboratorio o, en el caso de Galán, a escribir su diario de excavación.

Hay tiempo también para compartir una inmensa paella regada con cerveza egipcia con amigos como Alí Faruk, una institución entre las dinastías de capataces de arqueólogos en Luxor. O para asistir a la fiesta del 16° cumpleaños de Mohamed Bolbol, que ha ascendido de chico repartidor de té a extractor de escombros y que probablemente presenciará los trabajos finales de excavación y la apertura al público de la tumba del noble Djehuty, el guardián del tesoro.

Fuente: Rosario Fontova / El Periódico.com, 2 de marzo de 2008

La Venus de Willendorf sigue siendo enigma 100 años después de su descubrimiento

 

La Venus de Willendorf, una pequeña estatuilla de piedra caliza encontrada hace cien años a orillas del Danubio en Baja Austria, sigue siendo una enigma para los expertos y alimentando la investigación arqueológica en el lugar del hallazgo.

La figura, a la que se dio el nombre de Venus por sus formas muy femeninas, elaborada con instrumentos de piedra de fuego, y que hoy constituye el objeto de exposición más destacado del Museo de Historia Natural de Viena, tiene más de 25.000 años.

Durante 90 años, la mujercita desnuda, regordeta, con pechos y la barriga prominentes y pintada originalmente en rojo, descansó en una caja fuerte, hasta que en 1998 se mostró por primera vez al público en una exposición sobre arqueología en el palacio de Schonbrunn de Viena.

Su importancia, según los arqueólogos austríacos, se deduce de que su descubrimiento fue anterior al de otras figuras parecidas, halladas en los años 20 y 30 del siglo pasado en el Pirineo francés, Moravia y Rusia, por haber quedado completa y porque se podía atribuir inequívocamente a un época determinada.

Según reveló Bence Viola del Instituto de Antropología de la Universidad de Viena, coordinador de las excavaciones actuales, el hallazgo de la figurita de 11 centímetros de alto con ocasión de unas obras para una línea de ferrocarril fue 'el más espectacular pero no el más relevante desde el punto de vista científico'.

Desde que fue descubierta, en 1908, sólo se ha trabajado esporádicamente en la investigación arqueológica del lugar del hallazgo, a pesar de que ofrece perspectivas sumamente interesantes como 'archivo del clima prehistórico' y porque permite indagar la evolución durante un periodo de 35.000 años.

En 2006 se reanudaron las investigaciones multidisciplinarias en el lugar con la ayuda de biólogos, geólogos e investigadores de otras especialidades; se centran ahora en capas más antiguas del terreno.

Según el investigador, los estratos de un perfil de cinco metros de largo con sedimentos de loess que en sus capas más antiguas tienen una antigüedad de hasta 60.000 años y, las más recientes, de 24.000 años, constituyen un fenómeno único en Europa Central.

A raíz de ellas se descubrió que en la Europa de hace 40.000 años se produjeron unos cambios gigantescos, de tipo biológico, porque el hombre moderno relevó al de Neandertal, y de tipo cultural, porque surgió una tecnología nueva de elaborar herramientas que inauguró el paleolítico superior.

Por los objetos encontrados de esa época hubo que revisar las ideas sobre el hombre de Neandertal, porque se descubrieron joyas, instrumentos hechos de hueso así como vestigios de técnicas para obtener material de piedra atribuibles a esa especie que anteriormente se consideraban exclusivamente del hombre moderno.

Para responder a las preguntas suscitadas con ello, los investigadores están en busca de herramienta y, según Viola, 'sería magnífico si se encontrasen restos humanos', porque entonces se podría esclarecer con toda facilidad quién usó cuándo qué tecnología.

En el lugar de las excavaciones de Willendorf se encontraron un total de nueve capas de culturas diferentes con herramienta de piedra y restos de varios campamentos de cazadores de la Edad de Hielo que vagaban por la zona.

Según Walpurga Antl-Weiser del Museo de Historia Natural de Viena, los hombres prehistóricos cazaban el mamut, el rinoceronte lanudo, el caballo silvestre, el reno, el capricornio, el zorro y el lobo en un paisaje de estepa.

Los científicos creen que unos grupos de entre 15 y 25 hombres solían quedarse en esos campamentos durante varios meses al año, ante todo en invierno, emprendiendo desde allí unas 'expediciones' para buscar materiales, coleccionar frutos y dedicarse a la caza.

El análisis de los sedimentos ha dado indicios sobre el clima frío en el Paleolítico; además se encontraron fósiles de más de 50 caracoles diferentes, lo que indica que hubo intervalos menos fríos y muchas oscilaciones.

La ciencia no tiene tan clara la importancia de la Venus de Willendorf para la cultura de entonces y se distancia más bien de las interpretaciones frecuentes que la presentan como símbolo erótico, de fertilidad o como una diosa.

Los expertos no saben todavía dónde la Venus fue elaborada, ni de dónde procede la piedra de la que se hizo, pero los descubrimientos de estatuas parecidas en numerosos lugares de Europa hacen pensar que representaban una idea generalizada por todo el continente.

Fuente: Terra Actualidad - EFE, 17 de febrero de 2008

Alejandro Magno. El destino final de un héroe

 

¿Dónde están la tumba y la momia?

La historia de los restos del rey macedonio y el monumento destinado a contenerlos, el Soma, está envuelta en misterio. En la aventura de la búsqueda, digna de Indiana Jones, han figurado arqueólogos, locos y visionarios. Octavio Augusto le rompió accidentalmente la nariz a la momia al besarla en su tumba en Alejandría.

De Babilonia a Alejandría, pasando por Macedonia, Menfis y Siwa, Nicholas J. Saunders persigue en un libro los testimonios y las leyendas sobre el cuerpo y el sepulcro perdidos de Alejandro Magno. Viaje a uno de los grandes enigmas de la arqueología.

Dónde está Alejandro? ¿Bajo la cripta de la mezquita de Nabi Daniel en Alejandría? ¿Oculto entre las millares de momias doradas del oasis de Bahariya? ¿Desmenuzado en mil reliquias y amuletos de la tardoantigüedad? Se ignora el paradero del cuerpo y la tumba del que fuera el mayor conquistador del mundo. Desde que murió y fue embalsamado en Babilonia en el 323 antes de Cristo hasta que en 2002 un extravagante experto aeroespacial, Andrew Chugg, propuso que Alejandro yacía bajo el altar mayor de la basílica de San Marcos en Venecia (¡!), pasando por 1995, cuando la dudosa arqueóloga griega Liana Souvaltzi anunciara el hallazgo de su sepulcro en el oasis de Siwa -no era verdad: fue una de las grandes decepciones de la arqueología-, la historia de los restos del rey macedonio y el monumento destinado a contenerlos, el Soma, está envuelta en maravilla, misterio y leyenda. Incluso Hamlet especuló sobre el tema.

Ahora, un libro, Alejandro Magno. El destino final de un héroe, de Nicholas J. Saunders, profesor de antropología del University College de Londres (Zenith/Planeta), documenta por primera vez todas las teorías y búsquedas del emplazamiento de la tumba del personaje y de sus restos -los considera el verdadero "grial" de la arqueología-, componiendo un recorrido por la historia, el mito y la geografía realmente apasionante.

En la aventura de la búsqueda, digna de Indiana Jones, han figurado arqueólogos notables, incluso Schliemann, el descubridor de Troya (al que no le dieron permiso para excavar bajo la mezquita de Nabi Daniel), y Howard Carter, el que halló la tumba de Tutankamón, que presumió ante Farouk de que sabía el paradero de la del rey macedonio. Y también, en gran cantidad, impostores, visionarios y locos pintorescos ("los tontos de Alejandro"). Entre estos últimos, el camarero griego Stelios Koumatsos, que a lo largo de treinta años, desde 1950, se las apañó para excavar por toda Alejandría, a menudo clandestinamente, y dijo haber entrevisto en un pasadizo subterráneo, por un agujero, un ataúd de cristal con el nombre de Alejandro. Emulaba así a ilustres y no menos estrafalarios predecesores como Alexéi Ramonsky, funcionario de la Embajada rusa de Alejandría, que aseguró en 1898 haberse topado en las bóvedas bajo la mezquita de Nabi Daniel con un bloque de alabastro negro que aguantaba una polvorienta urna de cristal dentro de la que había una figura momificada sentada en un trono. En 1979 se registró incluso una expedición de videntes a Alejandría en busca del paradero de Alejandro.

De hecho, lo que se sabe históricamente sobre el cuerpo de Alejandro es que tras su momificación en Babilonia fue enviado en un gran carro ceremonial hacia Macedonia. En el camino el regio cargamento fue interceptado por Ptolomeo, uno de sus generales, que se había apropiado de Egipto, y llevado al país del Nilo como un valioso instrumento simbólico de legitimación. Ptolomeo, recapitula Saunders, instaló el cuerpo en Menfis mientras le preparaba una tumba a su altura en Alejandría, la gran capital que debía potenciar Alejandro con su presencia post mortem. De la morada funeraria que Alejandro tuvo en Menfis, durante unos veinte años, no se sabe absolutamente nada. Así que ahí hay un primer enigma arqueológico: es posible que estuviera en el área de Saqqara, quizá en conexión con el Serapeum. El momento exacto del traslado del cuerpo de Alejandro a Alejandría en su sarcófago de oro no está claro. Saunders especula con que pudo haber sido el hijo y sucesor de Ptolomeo, Filadelfo, quien se encargara de ello. En el 274 antes de Cristo, Alejandro ya estaba en Alejandría. Su estancia allí duraría siglos, casi toda la antigüedad, y lo más seguro es que el rey (o lo que quede de él) siga aún en la ciudad. Pero parece ser que no estuvo siempre en el mismo lugar de la metrópolis. Saunders apunta que hubo otro traslado urbano, desde una primera tumba, solitaria, a otra más monumental que estaría en conexión con las de los reyes de la dinastía ptolemaica que se enterrarían en la misma área del mausoleo de Alejandro. El historiador Estrabón, que visitó la ciudad en el 30 antes de Cristo, señala que el Soma, "que tiene un recinto donde están las tumbas de los reyes y la de Alejandro", estaba en el distrito de los Palacios reales, al norte de la ciudad. "Ésta era", apunta Saunders, "la segunda y la más famosa de las tumbas de Alejandro Magno en Alejandría".

Hoy esa zona corresponde al promontorio Silsileh, pero una parte del área antigua quedó bajo el agua con la elevación del nivel del mar y otra fue arrasada en el siglo XIX al construirse el malecón, la Corniche alejandrina. Ni de la primera tumba ni del gran mausoleo definitivo de Alejandro, que debió ser espectacular, se ha encontrado -aquí hemos de añadir un esperanzado "aún"- ningún resto. Tampoco ha quedado, y esto es muy extraño, representación alguna. Así que, aunque Saunders rastrea cómo pudo ser la tumba, la verdad es que no tenemos ni idea de su aspecto, todo son especulaciones.

La tumba de Alejandro fue uno de los lugares más célebres de la antigüedad, un punto caliente del turismo grecorromano, y, entre el 300 antes de Cristo y el 400 de nuestra era, la visitaron todos los famosos de la época. Sabemos que entre ellos se contaron Julio César y Octavio Augusto, que le colocó una corona de oro a la momia del conquistador -y le rompió la nariz accidentalmente al besarla: siempre se pone uno nervioso al besar a una momia-. El rey por lo visto ya no descansaba en su sarcófago original de oro, sustituido por Ptolomeo X por otro más baratito de alabastro o cristal de roca. Tampoco poseía sus ornamentos áureos, de los que lo había despojado Cleopatra para reclutar más tropas tras la derrota de Actium. Visitantes posteriores fueron Calígula, que le quitó la coraza a Alejandro y seguramente a Adriano. Septimio Severo hizo cerrar a inicios del siglo III la tumba, que por entonces parece que estaba en conexión con algunos rituales secretos preocupantes.

Las luchas entre paganos y cristianos que devastaron Alejandría entierran definitivamente el Soma en la oscuridad del olvido y la rumorología. Saunders ofrece la muy sugerente teoría de que la tumba de Jesucristo en Jerusalén, hallada en el siglo IV, fue un oportuno contrapeso a la de Alejandro, símbolo del paganismo.

Restos de cualquiera de las tumbas de Alejandro, incluida la más importante, el Soma, perdida en el palimsesto que es Alejandría, pueden aparecer cualquier día. No hay que hacerse muchas ilusiones acerca de su estado. La momia, más frágil, lo tiene aún peor. Puede haber sido escondida por paganos en algún lugar secreto o haber sido destruida en cualquiera de las violentas vicisitudes -humanas y geográficas- de Alejandría . Saunders propone que pudo tener un final digno del cosmopolita Alejandro: troceada y convertida en millares de amuletos desperdigados por todo el ancho mundo que una vez el joven y heroico macedonio conquistó.

Fuente: Jacinto Antón / El País.com, 16 de febrero de 2008

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Las guerras de Alejandro

Robin Lane Fox, autor del éxito El mundo clásico, ofrece en la monumental Alejandro Magno una sensacional aproximación a la figura del conquistador. Para el historiador, el rey de Macedonia es un personaje fascinante que representa el encanto de la juventud y la gloria.

Alejandro Magno: el solo nombre lo deja a uno boquiabierto, con la mirada soñadora perdida en un horizonte infinito de grandeza, pasión y misterio. "Alejandro tenía magia, la magia de la juventud, fue un hombre de ambiciones apasionadas y no creía que nada fuera imposible", afirma Robin Lane Fox (Eton, 1946), que desborda un arrebatado y contagioso entusiasmo al hablar del personaje. El autor de Alejandro Magno. Conquistador del mundo (Acantilado), un monumental ensayo de 800 páginas devenido un clásico y que se lee compulsivamente, entre el chasquido de bronce de las sarisas, el silbido de angustia de los elefantes mutilados en el Hidaspes y el "¡Alalalalai!" de la caballería macedonia en Isos, es un historiador muy poco al uso: capaz de emocionar profundamente, dotado de un enorme sentido del humor y una calidad literaria extraordinaria. "Alejandro es mi vida", confiesa. Dice Lane Fox que el gran Alejandro nunca se aburrió ni hizo jamás nada aburrido. Leyéndolo y escuchándolo a él así parece. "La historia no es verdad sólo cuando resulta aburrida", recalca.

"Era joven, vital, conquistador del mundo, podía acostarse con quien quisiera, y lo hacía. Amó a ambos sexos"

PREGUNTA. ¿Era de verdad tan valiente Alejandro, corría tantos riesgos?

RESPUESTA. Sí. Lo prueba el hecho de que sufrió muchas heridas. Esa actitud, ese valor, era crucial para sus éxitos. Alejandro siempre se pone frente al peligro. No tenía miedo.

P. Pero ¿se puede dirigir una batalla desde en medio de la misma, en pleno fragor, luchando al mismo tiempo?

R. Alejandro basaba su estrategia en movimientos rápidos, creaba un punto débil en el enemigo, un lugar de fractura y concentraba todo el ataque ahí. Empezaba con un despliegue digno del ajedrez, que mostraba y abría esa debilidad del rival. Y entonces se lanzaba liderando el ataque.

P. Entonces no podía revisar el plan...

R. No, era todo o nada. No había medias tintas. Es cierto que, recuérdelo, contaba con unas tropas enormemente profesionales y muy buenos oficiales, conducía el ejército creado, adiestrado y testado por su padre Filipo.

P. Pero él podía morir en cualquier momento.

R. Desde luego. Fue muy afortunado. Pero en la India, en el Punjab, en las murallas de Multan...

P. ¿La misma Multan Sikh del asalto británico en 1849 tras el asesinato de Agnew y Anderson y su puñado de gurkas?

R. Exacto, Alejandro, en su momento, también sitió la ciudad, una fortaleza temible. Impaciente por el lento progreso de sus hombres, tomó una de las escaleras de asalto y trepó él mismo a las almenas, seguido por uno de sus veteranos que embrazaba el supuesto escudo sagrado de Aquiles, cogido por el rey en el templo de Troya. El caso es que la escalera se rompió, dejando al heroico pero irresponsable Alejandro aislado en lo alto de la muralla y casi solo en el ataque. Repartió tajos a diestro y siniestro, pero un arquero le clavó una flecha de un metro en el pecho. Imagínese la escena. Se salvó porque finalmente sus tropas pudieron reunirse con él, pero la herida fue muy grave, posiblemente le perforó un pulmón y dejó a Alejandro casi lisiado. En fin, ése era él, energía, impulso, coraje inconsciente... Si puedes ser así, ¡qué ejemplo para tus soldados! Eso explica la devoción que despertaba, única. Sus hombres lo veneraban y lo seguían a todas partes. Es cierto que no es el hombre al que confiarías tus ahorros: ¡demasiado arriesgado!, aunque podría hacerte rico...

P. Pierre Briant, el eminente orientalista especialista en el mundo persa, me dijo en una conversación que en realidad Alejandro luchaba muy protegido, que se arriesgaba poco, vamos.

R. Bah, Briant es francés. Las heridas y la naturaleza de Alejandro dicen lo contrario. ¡Briant debería haberlo visto aquel día en las murallas de la fortaleza india! Filipo era igual. Filipo está poco valorado, pero él fue el que creó el ejército que usó Alejandro, era un gran militar. Filipo y Octavio Augusto son los dos grandes organizadores del mundo antiguo.

P. Hablando de Filipo, conoció usted al gran Manolis Andronikos, el arqueólogo que descubrió la tumba del padre de Alejandro, uno de los grandes hallazgos del siglo XX. Era un hombre extraordinario.

R. Sí, estuve en 1977 con él, en Vergina, la antigua Aigai capital del reino macedónico, el mismo año del descubrimiento. ¿Ha estado allí?

P. Sí, con Valerio Manfredi, que se puso a declamar trozos de su novela Alexandros en el preciso lugar donde asesinaron a Filipo, en el teatro.

R. Vaya. Recordará la cabecita de marfil del lecho hallado en la tumba y que representa a Alejandro. Todo el ajuar funerario es asombroso. El larnax de oro con las cenizas, la coraza, las canilleras de bronce, la aljaba.

P. Se puso en duda el hallazgo.

R. Desde Estados Unidos, sobre todo, se atacó a los arqueólogos griegos y se dijo que la tumba no era la de Filipo sino la del medio hermano retrasado de Alejandro, Arrideo, hijo de Filipo y una amante tesalia, quizá una bailarina. Siempre es sano cuestionar las cosas, pero la tumba es sin duda la de Filipo.

P. Dice la tradición que Alejandro olía bien. Eso siempre me ha fascinado.

R. Se dice que desprendía un olor dulce. Pero ha de entender que no se trata de un rasgo personal, de hábitos de higiene, era algo divino, un símbolo de divinidad. Supongo que, en realidad, en batalla debía oler fatal.

P. Parece que era muy guapo.

R. ¿Guapo? En las imágenes lo es. Podemos creerlo o no. Era bajo. Quizá tenía grandes ojos o los exageraría. Las mujeres lo amaban, y algunos hombres. Pero ¿no nos amarían igualmente a usted y a mí de ser nosotros también reyes poderosos?

P. Se le ha calificado de "el James Dean de la antigüedad", ¿qué le parece?

R. Tiene gracia, ¿y por qué no el Douglas Fairbanks? Algo de estrella tenía, se anticipó a Hollywood, pero Alejandro no era un actor, era un rey.

P. ¿Cómo cree que murió?

R. Eso es un problema. En Alejandro nada es sencillo, ni su final. Desde que cayó enfermo hasta que murió transcurrieron dos semanas. Lo que parece un claro indicio de que no fue envenenado: hubiera sido muy arriesgado darle algo que no le matara rápidamente. La hipótesis del asesinato sirvió a los que aspiraban a sucederle para acusarse unos a otros.

P. Se ha propuesto que pudo morir de malaria.

R. ¿Una sola persona de todo el ejército? Habría habido más casos. Y el patrón de la enfermedad no coincide.

P. ¿La bebida, entonces? Parece que era un gran bebedor.

P. Desde luego no cuando dirigía su ejército. Una tradición achaca la muerte de Alejandro a sus vicios. Nunca he estado de acuerdo. Mi opinión es que murió por causas naturales. Alejandro era seguramente un hombre devastado por los esfuerzos. Había sufrido nueve heridas en diferentes partes del cuerpo. La verdad es que no podemos saber a ciencia cierta qué pasó. En el libro he tratado de barajar todas las hipótesis.

P. La tumba, el cuerpo, ¿dónde cree que están?

R. Era un gran mausoleo, en el área pública de Alejandría. Fue muy visitado en la antigüedad. Pero ha desaparecido. Quizá sigue ahí, bajo la ciudad moderna o en la vieja zona de los palacios que ha cubierto el agua. ¿Y dónde está, por cierto, la tumba de Hefestión, su amante? Se la concibió como uno de los monumentos más asombrosos del mundo antiguo. El monumento más grande jamás levantado para un novio.

P. Sorprende en Alejandro el equilibrio entre vehemencia y cálculo político.

R. Alejandro es impetuoso, ésa es su naturaleza, pero es además muy inteligente. Es rápido en captar las situaciones: su forma de tratar a la familia de Darío, a los sacerdotes egipcios, su gesto de restaurar monumentos, la magnanimidad que muestra con el enemigo que se rinde... hay en todo ello generosidad, sin duda, pero también mucha inteligencia, mucho arte del poder. Lo que hizo de incorporar iranios a la Administración del imperio, su idea de crear un imperio de los mejores sin tener en cuenta su procedencia, fue muy inusual, y muy inteligente. También es un conquistador, claro, pero es un error verlo sólo como el hombre de riesgo, el aventurero.

P. Venga, hablemos de su vida sexual.

R. A algunos historiadores les gustaría que sólo hubiera amado a hombres, chicos y eunucos. Pero amó a ambos sexos. Se enamoró de Roxana y de Hefestión. Tuvo amantes apasionados, dos esposas persas más y durmió con una reina india. ¡Afortunado mortal! También se dice que se acostó con una amazona, pero dejemos eso en el terreno de la leyenda.

P. Entonces, lo de Alejandro como icono gay...

R. La realidad es más poliédrica. Era joven, vital, conquistador del mundo: podía acostarse con quien quisiera, y lo hacía. Es cierto que Hefestión fue probablemente la relación verdadera más importante de su vida.

P. ¿Se recreaba a sí mismo Alejandro, se modelaba literariamente?

R. La gente lo hace. La gente cambia su vida y la modela por la literatura. Él eligió el ideal de un héroe homérico. En Troya, Alejandro hizo esperar al ejército para rendir tributo a sus modelos. Corrió desnudo hasta el sepulcro de Aquiles. El acto de un romántico. No era sólo propaganda. El macedonio era un reino homérico, en el que todas esas historias estaban muy vivas. Macedonia no era Atenas.

P. ¿Qué plan tenía? De haber podido, ¿hasta dónde hubiera ido?

R. Lo quería todo. Quiere ir hasta los confines del mundo. Explorar y conquistar hasta las cuatro esquinas del mundo. Va al Este pensando que el fin del mundo está en la India. Su siguiente paso era, obviamente, el Oeste. Pero su geografía era muy mala. En la India pensaba que estaba cerca de Egipto, y confundió el Hindu Kush con el Cáucaso de Prometeo.

P. Conquistarlo todo, pero ¿por qué?

R. Porque era glorioso. Por eso se da el nombre a las ciudades -él a sus más de veinte Alejandrías-. Por ser inmortal.

P. Había leído mucho a Homero.

R. Lo leyó demasiado literalmente.

P. ¿Quería morir joven, había una búsqueda irracional de eso?

R. No. La gloria era más importante que la vida, pero no, no hay una pulsión de muerte en Alejandro si se refiere a eso. Tenía muchos planes. No pararía.

P. No dejó precisamente las cosas bien atadas. Eso que dicen que contestó en el lecho de muerte cuando le preguntaron a quién le dejaba el reino: "Al más fuerte"...

R. Eso son leyendas, Alejandro seguramente murió sin poder hablar. No creo que pensara mucho en su sucesión. Era muy joven. Dudo que imaginara que le fuera a pasar algo. Ése es un rasgo típico de la juventud.

P. ¿No cree que hay algo irreductible en Alejandro, algo inexplicable?

R. Es posible. Pero tuvo suerte, y tres cosas que contaban mucho: ejército, oportunidad y ambición.

P. Su colega Bosworth, en su libro Alexander and the East

(Clarendon Press, 1996), pone el acento en el horror de las campañas de Alejandro y lo describe como un verdadero genocida. Dice que tenía "una estremecedora eficiencia en la matanza".

R. A Bosworth no le gusta Alejandro. Alejandro no buscaba la masacre. No era un déspota al uso corrompido por sus grandes conquistas. Si te rendías había honor. Sólo se mostró implacable con los que se obstinaron en resistírsele, los que cuestionaban su grandeza.

P. Un guerrero, un conquistador belicista, eso juega hoy contra él.

R. No nos gusta la conquista, los muertos; pero en el mundo de Alejandro la conquista era gloria. En mi libro hago una reinterpretación de Alejandro desde el punto de vista de su propia moralidad. No desde nuestro punto de vista moderno vegetariano y pacifista. Su identidad homérica, su identificación con Aquiles, no era irrelevante. Compartía esos valores heroicos. No tiene sentido criticar a Alejandro en relación con unos valores morales que, simplemente, entonces no existían. Hay que ver el mundo con sus ojos. Durante años estuvo de moda escribir viendo a Alejandro pequeño y no grande -¡Alejandro el Mínimo: qué error, qué estafa!-, y su imperio como un reino de terror. Pero Alejandro no era Stalin ni Hitler. Los años cincuenta proyectaron en Alejandro sus propios temores. Pero, si lees esos libros de entonces, te preguntas, ¿por qué la gente seguía a Alejandro? ¿Cómo alguien se sentiría fascinado por ese tipo? Por eso escribí mi libro, para explicarlo. Alejandro era un genio, un hombre extraordinario, como sabían todos en su tiempo. Me reprocharon que mi punto de vista era el de un inglés nostálgico del Imperio Británico. Están ciegos, no ven que Alejandro no es un imperialista ni un colonialista. Las interpretaciones cambian pero la antigüedad no, y no debemos traicionarla.

P. Usted es un caso único entre los historiadores de Alejandro: ha podido luchar bajo su mando, entre sus filas. ¡Eso es empirismo!

R. Hice de asesor de la película de Oliver Stone y durante el rodaje en Marruecos, en 2004, me dejó hacer de extra como soldado de caballería macedonio en la escena de la batalla de Gaugamela. Todos, menos yo, eran expertos jinetes, la mayoría españoles -aunque en realidad Alejandro no tuvo, claro, caballería hispánica, al revés que César, al que los compatriotas de usted le dieron grandes éxitos-. Cargué como uno más, con casco y lanza en mano. Una experiencia maravillosa, impagable para un historiador que difícilmente puede experimentar sobre el terreno el movimiento de masas militares. Mi caballo, por cierto, se llamaba Gladiador.

P. ¿Y qué tal los persas, estaban a la altura?

R. Eran figurantes franceses, así que era fácil matarlos.

P. ¿Qué le pareció la película?, aparte de su escena.

R. Oliver Stone admiraba mi libro pero tenía ideas propias. Se basó sólo en parte en mi Alejandro Magno. Hay cosas muy interesantes, te permite entender cómo eran las batallas antiguas, la escala. Eran ejércitos enormes, como no se volvieron a ver hasta la edad moderna. Yo me encontré cuestionándome asuntos de logística en los que usualmente no caes: ¿cómo alimentaban a toda esa gente?

P. Alejandro ha sido carne de novela histórica. ¿Qué opina del género y de cómo lo ha tratado?

R. El pasado siempre es más sorprendente que la imaginación del novelista. Ellos están muy anclados en su propio mundo y se toman a menudo excesivas licencias: ¡que las cosas pasaran hace sesenta generaciones no significa que no haya que respetar los hechos! Hablamos demasiado de la corrección política y poco de la corrección cronológica. Se viola demasiado a menudo el pasado.

P. ¿Hay alguna otra figura comparable a Alejandro?

R. ¿En la antigüedad? Se ha sugerido que Aníbal. La comparación con Julio César es interesante, pero éste no tenía la misma fuerza sobre el ejército, no era un rey. Después de la antigüedad... No. Alejandro era tan especial, tan capaz. Tenía un ojo geométrico, estupendo para el terreno, para dilucidar la forma de moverse y luchar en él. Para mí es el mejor, ¡sin duda!

Fuente: Jacinto Antón / El País.com, 16 de febrero de 2008

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Más allá del Hindu Kush

La conquista de Afganistán por Alejandro, marcada por la brutalidad, dejó una huella que se prolongó durante siglos y cuyo símbolo es la ciudad perdida de Aï Khanum. Aún hay esperanza de que hayan sobrevivido restos de ella.

Los arqueólogos se empeñan en que su labor es una ciencia lenta, basada en el estudio, la paciencia y el polvo. Sin embargo, hay momentos únicos, instantes en los que una inscripción o un muro abatido cambian la Historia. En el norte de Afganistán, tras 40 años de búsqueda por parte de un grupo de investigadores franceses, se produjo uno de esos giros copernicanos, tal vez menos espectacular que el "veo cosas maravillosas" de Carter, pero fundamental para nuestra percepción de la antigüedad. La aparición de una inscripción griega en la ciudad perdida de Aï Khanum, situada en la frontera afgana con la URSS (con Tayikistán en la actualidad), confirmó que los colonos que se establecieron más allá del Hindu Kush tras la conquista de Alejandro Magno permanecieron allí durante siglos e impulsaron una esplendorosa civilización helenística.

"Los invasores macedonios no querían borrar a los habitantes nativos. Las campañas en Bactria y Sogdiana no pueden ser ignoradas. Hay muchas lecciones que aprender del pasado", afirma el historiador Frank L. Holt

"Cuando más lejos se deja a un hombre de su hogar, con más tenacidad se apega a todo lo que un día significó para él. En Afganistán, donde el río Kokcha fluye desde las montañas y las minas azules de Badajshán para incorporarse al curso superior del Oxo (Amu Daria en la actualidad), desde donde se avista el corredor que atraviesa los Pamires en dirección a China, la enorme ciudad griega de Aï Khanum empezó a salir a la luz en la década de los sesenta", escribe Robin Lane Fox en su biografía Alejandro Magno. Conquistador del mundo. "A unos cinco mil kilómetros de distancia del Egeo había ciudadanos griegos, macedonios y tracios que disfrutaban de los templos, los gimnasios y las palestras exactamente como si estuvieran en una ciudad de la Grecia peninsular", prosigue el historiador.

Afganistán fue la tierra en la que Alejandro Magno se casó con Roxana, una princesa bactriana, y fue el lugar en el que recibió una herida de la que nunca logró curarse totalmente. Su huella fue profunda a lo largo de los siglos, como pudieron testimoniar aquellos dos aventureros locos, Daniel Dravot y Peachy Carnehan, a los que primero Rudyard Kipling y luego John Huston enviaron en El hombre que quiso ser rey a ser monarcas de Kafiristán donde se toparon con la marca indeleble de Alejandro, Sikander (la traducción persa de su nombre) en aquellos remotos espacios. Atravesar Afganistán en su camino hacia la India, cruzando las montañas del Hindu Kush, fue una hazaña militar increíble, pero también brutal. "Fue una campaña que en algunos momentos podemos calificar de genocida, aunque no en el concepto moderno del término. Alejandro destruyó pueblos y ciudades, pero los invasores macedonios no querían borrar a los habitantes nativos", señala desde Tejas el historiador Frank L. Holt, profesor en la Universidad de Huston y autor de Into the land of bones. Alexander in Afghanistan (En la tierra de los huesos. Alejandro en Afganistán). La campaña duró dos años, entre el 329 y el 327 antes de Cristo, y se desarrolló en Bactria y Sogdiana, actualmente Afganistán y Uzbekistán.

La aventura de un ejército, el más potente del mundo, que se sumerge en Afganistán para tratar de acabar con un enemigo duro como una roca, fanático y escurridizo, no suena en estos tiempos tan remota. "Las campañas de Alejandro en Bactria y Sogdiana no pueden ser ignoradas. Hay muchas lecciones que aprender del pasado. De hecho, mi libro se estudia en la Academia Militar de Afganistán", explica Holt.

En La campaña afgana, que acaba de editar Militaria, Steven Pressfield novela aquella guerra brutal, durante la que se degollaron pueblos enteros, en un relato lleno de detalles sobre el funcionamiento de aquella fabulosa y despiadada máquina militar que alcanzó los confines del mundo. Uno de los momentos más emotivos del libro no es militar, sino cuando Pressfield describe la edificación de una de las muchas Alejandrías o Iskandariyas que el conquistador dejó esparcidas a lo largo de su gigantesco imperio. "Alejandro hace pública la llamada y no sólo para albañiles, carpinteros y carreteros, a quienes prometió trabajo por un salario insólito en estos reinos, sino también para colonos y pioneros. A estos últimos les prometió tierras y pastos, derechos de paso, garantías de exclusividad para comercio e intercambio. En cuestión de días, el sitio de la construcción queda desbordado por todos los hombres sanos de las tribus de la región y la mitad de las mujeres respetables, que sirven como cocineras, alfayates, lavanderas, enfermeras, buhoneras, costureras. El plan de nuestro rey funciona. Lo que hace unos días fuera el lugar de la espantosa masacre del valle se ha convertido en una floreciente ciudad en crecimiento", relata Pressfield, guionista de Hollywood, reconvertido en autor de novelas históricas, entre ellas una celebrada reconstrucción de la batalla de las Termópilas.

Es una descripción que seguramente pueda aplicarse a Aï Khanum, fundada en el siglo IV antes de Cristo y destruida por guerreros nómadas 200 años después. La ciudad, de 1,8 kilómetros de largo por 1,5 de ancho, estaba situada en un lugar estratégico, entre los ríos Oxo (Amu Daria) y su afluente afgano, el Kokcha, y ofrecía unas defensas naturales extraordinarias. Tenía su gimnasio, su ágora, sus templos, su teatro -comparable al de Epidauro-, sus cultos y sus divinidades. "Los dioses griegos recibieron el culto de los nuevos colonos", explica Robin Lane Fox en El mundo clásico. La epopeya de Grecia y Roma en un pasaje en el que pone como ejemplo a Aï Khanum de la potencia sin fronteras de la cultura que los ejércitos de Alejandro arrastraron desde las orillas del Mediterráneo. El tiempo borró lentamente las huellas helenísticas, aunque algunas investigaciones han descubierto poblaciones de origen griego en los confines del Hindu Kush y de los Pamires. Sin embargo, quizás la mayor desgracia que haya sufrido Aï Khanum es haber sido despertada, tras 22 siglos entre la arena, poco antes de que, con la invasión soviética de 1979, Afganistán se hundiese en una era de guerras.

Fundada en 1922, la Delegación Arqueológica Francesa en Afganistán (DAFA) escarbó en uno de los terrenos más ricos arqueológicamente del planeta, donde las civilizaciones y las culturas se fundieron a lo largo de los siglos. Pero Afganistán no era un lugar sencillo y los miembros de la DAFA evitaron trabajar cerca de las conflictivas fronteras del país. Sin embargo, todo cambió cuando el monarca Zaher Shah tropezó durante una cacería en los confines de su reino con un capitel helénico, que permitió localizar el emplazamiento perdido de Aï Khanum (la Dama de la Luna en uzbeco). "Es la ciudad griega que llevaban buscando desde que llegaron a Afganistán", escribe Françoise Olivier-Utard en su historia de la DAFA, Politique et archéologie. Histoire de la Délégation archéologique française en Afganistán. "Cuando los arqueólogos franceses llegaron en 1965, se presentaron desprovistos de toda referencia sobre el sitio que iban a excavar y las analogías para comparar cada hallazgo se encontraban a varios miles de kilómetros de distancia, en el mundo mediterráneo y en Oriente Próximo", ha escrito Paul Bernard, quien, como responsable de la DAFA, dirigió los trabajos en Aï Khanum. Con la invasión soviética, la misión francesa se cerró y la ciudad quedó a merced de algo mucho peor que el viento y el olvido.

Bernard sigue creyendo que "las ruinas de Aï Khanum esperan para ofrecer una segunda oportunidad a los investigadores". Sin embargo, sobre el terreno, la situación no invita al optimismo. En el invierno de 2001, cuando después del 11-S los guerrilleros de la Alianza del Norte lanzaron con ayuda estadounidense una ofensiva contra los talibanes que acabaría por derribar al régimen de fanáticos islamistas, Aï Khanum, por su posición estratégica, se encontraba en plena línea de frente. Los intercambios de artillería eran constantes, mientras los B52 machacaban las posiciones talibanes. Pero las bombas sobre uno de los terrenos arqueológicos más importantes de Asia eran lo de menos: durante las tres décadas de guerras que ha padecido Afganistán las ruinas griegas habían sido totalmente saqueadas y nadie sabe lo que se ha perdido para siempre.

La DAFA ha regresado y, aunque todavía no ha vuelto a excavar Aï Khanum, está entre sus planes y ya está trabajando en Balj. Todo es posible. Quitando a los señores de la guerra, los contrabandistas, los traficantes de opio y armas, los asaltadores de caminos, los campos de minas, las bombas sin explotar y los brotes ocasionales de malaria, Aï Khanum está situada en una de las zonas más tranquilas de Afganistán, apenas tocada por la insurgencia talibán. "Siempre nos queda la esperanza de que hayan sobrevivido restos importantes, sobre todo en los alrededores de la ciudad o incluso que aparezca otra urbe intacta", explica Holt. "Hay cosas, como el oro de Bactria, que se creían perdidas y reaparecieron tras la caída de los talibanes", explica Pierre Cambon, conservador jefe del Museo Guimet de París y experto en arte afgano. "No podemos olvidar que hay muchos espacios inexplorados, que la arqueología afgana sólo tiene 60 años y que está casi todo por hacer", agrega Cambon, cuyo museo ofreció el año pasado una increíble exposición de tesoros recuperados, de historia que se creía perdida.

La campaña afgana. Steven Pressfield. Militaria. Barcelona, 2008. 350 páginas. 17,90 euros.

Fuente: Guillermo Altares / El País.com, 16 de febrero de 2008

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Alejandros

Numerosos libros sobre el rey macedonio confluyen en las librerías españolas. Son retratos múltiples y muy diferentes que confirman la fascinación por un mito inagotable, lleno de lecturas y matices, que "representa la inquietud del espíritu humano".

No es fácil, a tanta distancia y tras tanto mito y rumor legendario, aceptar una única imagen de Alejandro; múltiples son los retratos y divergentes las interpretaciones. Lo eran entre los autores antiguos, lo son aún más entre los modernos. Como destaca Cartledge, late tras los fulgores de su biografía un persistente enigma: "¿Qué clase de hombre era, en la medida en que era un hombre (y no un dios o un héroe)? ¿Era el sensato Alejandro de Ulrich Wilcken?, ¿el caballeresco y visionario Alejandro de William Woodthorpe Tarn?, ¿el titánico y hitleriano Alejandro de Fritz Schachermeyr?, ¿el homérico héroe de Robin Lane Fox? ¿o el amoral y pragmático sin escrúpulos Alejandro de Ernst Badian y Brian Bosworth? ¿O no era ninguno de ellos, o algo de todos, o de algunos de estos? Faites vos jeux, mesdames et messieurs".

Las más antiguas biografías de Alejandro llegan desde tres o cuatro siglos después de su muerte. Y ya entonces se mezclaba la historia y la leyenda. Lane Fox lo presenta como el último héroe clásico, joven y homérico, émulo de Aquiles y de Heracles, ansioso por alcanzar los confines del mundo. Sin un perfil romántico y sin ningún gran ideal filantrópico, el Alejandro de Paul Cartledge es un fogoso caudillo de desenfrenada ambición.

Abundan las ficciones novelescas modernas sobre Alejandro. Ahora vuelve a novelarla con ágil prosa José Ángel Mañas en 'El secreto del oráculo'

Sería fácil, y superfluo, añadir nombres a la lista. Pero, simplificando mucho la cuestión, se pueden distinguir dos tendencias: la apologética de quienes magnifican la juvenil figura del conquistador macedonio como el inspirado y audaz creador de un nuevo mundo, un imperio universal de amplios horizontes, y otra, más rigurosa y escéptica, que destaca los terribles costes humanos de la conquista del imperio y la ambición tiránica y el talante a la postre despótico del monarca macedonio. En esa línea, estudiosos más críticos (Badian, Bosworth, A. R. Burn, Peter Green, Roger Caratini, etcétera) reconocen el genio militar de Alejandro, pero discuten su magnánimo carácter y su perspectiva política. (Y no falta algún extremista que lo trata de alcohólico belicoso o paranoico con fortuna). La biografía de Lane Fox, en cambio, se sitúa claramente en la de los admiradores sin reserva del gran conquistador como héroe romántico, impulsado por su pothos, su anhelo infinito, línea que viene del prusiano Johann G. Droysen (1833), y que se continúa con libros espléndidos como los de William Woodthorpe Tarn (1979) y Nicholas G. Hammond (1989).

El texto de Lane Fox (1973) presenta a Alejandro como el último héroe clásico, joven y homérico, émulo de Aquiles y de Heracles, un combatiente de increíble audacia siempre en primera línea y a la par un estratego genial, y un explorador ansioso por alcanzar los confines del mundo. Con vibrante estilo, la narración sigue su itinerario y describe sus gestas, comentando los textos con agudeza y describiendo con gran precisión tanto las grandes batallas como los paisajes del itinerario alejandrino. Como, por ejemplo, la marcha por el desierto libio hacia el oasis de Siwa o el paso del escarpado Hindu Kush. Tiene un cierto aire de Heródoto cuando nos habla de las nuevas plantas y los pueblos exóticos, o de los usos bélicos de los elefantes, la nueva arma de guerra en el camino a la India. Examina críticamente todos los testimonios históricos y evoca muy bien los datos geográficos, y recuerda a otros viajeros por tierras asiáticas. Por su vivaz narración y su riqueza de detalles esta biografía conserva aún, treinta años después, todo su juvenil encanto, y sugiere por qué Oliver Stone tuvo a Lane Fox como asesor en su filme de aire épico. Las precisas notas finales acreditan su sólida erudición.

Paul Cartledge se distancia del tono novelesco de Lane Fox e intenta lograr un equilibrio crítico entre las dos líneas mencionadas. Sin un perfil romántico y sin ningún gran ideal filantrópico, su Alejandro es un fogoso caudillo macedonio de desenfrenada ambición, atento a su gloria personal, amante del poder absoluto, desdeñoso de los griegos, arrogante y audaz con exceso, despiadado o generoso según sus conveniencias, y un genio indiscutible de la guerra (tanto en las grandes batallas como en los asedios más arduos), invicto por su buena fortuna. Con el pretexto de vengar a los griegos atacó a los persas, se libró pronto de quienes se oponían a sus planes y se convirtió en el heredero del trono persa con toda su pompa asiática, reclamando para sí honores divinos. Su muerte en Babilonia truncó su meteórica gloria. Luego lo envolvió la leyenda, que mitificaba su figura en un mundo que él conquistó para el helenismo a través de nuevas ciudades. Paul Cartledge, catedrático en Cambridge, ha escrito un texto perspicaz y ameno, y no sólo para lectores académicos, atento a los recientes datos arqueológicos y a los estudios últimos, con fina crítica y un estilo brillante. (Esos méritos tiene también su reciente Termópilas, Ariel, 2007).

Las crónicas cercanas y los relatos de quienes lo conocieron y siguieron se nos han perdido. Las más antiguas biografías de Alejandro llegan desde tres o cuatro siglos después de su muerte. Y ya entonces se mezclaba la historia y la leyenda. De modo que muchos autores actuales prefieren hablar también del mito de Alejandro cuando enfocan su biografía. Valgan como ejemplos el libro de Claude Mossé, Alejandro Magno. El destino de un mito (Espasa Calpe, 1994), o el de Antonio Guzmán Guerra y Francisco Javier Gómez Espelosín, Alejandro Magno, de la historia al mito (Alianza, 1997). No sorprende que una figura tan extraordinaria, un héroe que a los veinte años era rey de Macedonia y a los treinta llegó invencible hasta el Indo tras conquistar un inmenso imperio, y apenas tres años después murió de pronto en Babilonia, y tuvo tumba y templo como un dios en Alejandría, diera lugar no sólo a diversos relatos históricos, sino a un montón de fantásticas leyendas. A su ansia de gloria le faltó un Homero, pero chispas de su esplendor prendieron en el mito popular. De todo ese largo conjunto de relatos en torno a Alejandro y su saga legendaria se ocupa el reciente libro de Gómez Espelosín, que analiza la imagen y las gestas del gran macedonio desde los textos antiguos a los ecos modernos en las novelas y en el cine. Lo hace con su habitual rigor crítico y amena prosa, en diez sugerentes capítulos, seguidos de notas de bibliografía claras y actualizadas. Los libros sobre Alejandro suelen concluir con un capítulo sobre sus leyendas y su legado. Éste es, en mi opinión, el más completo en su panorámica y el que mejor recoge los últimos estudios.

El libro de Nicholas J. Saunders se titula en inglés Alexander's tomb y trata sólo de ese tema: la tumba de Alejandro. Pero lo hace con una magnífica y completa perspectiva, desde su comienzo, que evoca la muerte del gran monarca en Babilonia, las disputas por su féretro y el traslado de su cadáver a Menfis y luego a Alejandría por un audaz golpe de mano de Tolomeo, y la erección allí de su fastuosa tumba hasta la misteriosa desaparición de cuerpo y tumba seis siglos después. Nada queda del fastuoso mausoleo (Sema) que albergaba su cuerpo momificado, envuelto en purpúreo manto y ataúd de oro, que fue meta de peregrinación para sus admiradores durante siglos -allí lo visitaron César, Augusto, Adriano y Caracalla-. Muchos lo han buscado en el subsuelo y las ruinas de la ciudad en vano. Ninguno de los que lo visitaron lo describe, pero acaso dejó sus reflejos en los redondos mausoleos romanos de Augusto y de Adriano. Fue emblema de Alejandría y su más oscuro misterio. Desapareció por los mismos años en que, a sugerencias de Constantino, los cristianos encontraban el sepulcro de Cristo en Jerusalén. Extraña coincidencia. "Decidme, ¿dónde está la tumba de Alejandro?", clamaba, con júbilo, el pío Juan Crisóstomo a fines del siglo IV. ¿Quién se llevó su momia? ¿La albergó algún tiempo el sepulcro de Nectanebo II? La historia que cuenta Saunders, y cuenta muy bien, es interesantísima, y se deja leer como un estupendo texto novelesco. Relata con detalle periodístico los más recientes intentos arqueológicos de hallar el famoso sepulcro -en el oasis de Siwa o en Macedonia-, todos ellos fracasados. Un afán quimérico sigue flotando en esa búsqueda peregrina. Aún persiste el empeño, tal vez porque, escribe Saunders, "tanto muerto como vivo, Alejandro representa la inquietud del espíritu humano". En su aspecto más heroico, como lo supo el mito.

Abundan las ficciones novelescas modernas sobre Alejandro. (Las más notables pueden verse bien comentadas por Gómez Espelosín). Novelas como las de Klaus Mann, Mary Renault, Valerio Manfredi, Gisbert Haefs han recreado con sus luces y sombras, y con notable éxito, su fascinante y heroica figura. Ahora vuelve a novelarla con ágil prosa José Ángel Mañas en El secreto del oráculo (Destino, 2007).

En fin, las novelas históricas prolongan una tradición de muchos siglos. Recontar las hazañas y el destino trágico del héroe que quiso ser un último dios es una tentación de lejanos precursores. Recordemos no sólo al pintoresco Pseudo Calístenes, que cinco siglos después de su muerte escribió la primera Novela de Alejandro, de inigualable éxito, sino, como más próximo, al estupendo poeta castellano de nuestro Libro de Alexandre, redactado a comienzos del siglo XIII, por las mismas fechas en que en Persia el gran poeta Nizami componía el más extenso libro de igual título: el Iskandarname. El rastro histórico y mítico de Alejandro, probado está, aún nos fascina.

Alejandro Magno. Conquistador del mundo. Robin Lane Fox. Traducción de Maite Solana. Acantilado. Barcelona, 2007. 956 páginas. 29 euros.

Alejandro Magno. Traducción de David León Gómez

La leyenda de Alejandro. Mito, historiografía y propaganda.

Alejandro Magno. El destino final de un héroe. Traducción de Emma Fontdevila. Barcelona

Borja Antela Bernárdez. Santiago de Compostela.

Claude Mossé. Traducción de Margarita Sáenz: la búsqueda de un pasado desconocido. Paul Cartledge. Ariel. Barcelona, 2008. 397 páginas. 23,90 euros.

Francisco Javier Gómez Espelosín. Universidad de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares, 2007. 424 páginas. 25 euros.

Nicholas J. Saunders. Zenith/Planeta. 2007. 357 páginas. 19 euros.

Alexandre Magno e Atenas. Universidad de Santiago. 2005. 349 páginas. 20 euros.

Alejandro Magno. El destino de un mito. Espasa Calpe. Madrid, 2004. 284 páginas. 26,25 euros.

El secreto del oráculo. José Ángel Mañas. Destino. Barcelona, 2007. 619 páginas. 22 euros.

Fuente: Carlos García Gual / El País.com, 16 de febrero de 2008

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Allianoi en Turquía desaparecerá en unas semanas bajo las aguas

 

La antigua ciudad termal de Allianoi, en el oeste de Turquía, a menudo comparada con Pompeya por su extraordinario estado de conservación, será pronto engullida por las aguas de una presa.

Una fuente de agua caliente, que alimenta un estanque todavía protegido por los muros de casi cinco metros de altura, una sala decorada con columnas monolitas intactas y mosaicos, pasillos cubiertos, vestigios de avenidas y de viviendas, fuentes y cerca de 11.000 objetos, componen este tesoro arqueológico.

Hicieron falta casi nueve años al doctor Ahmed Yaras y a su equipo de arqueólogos para catalogar estos vestigios conservados gracias a un providencial caudal de barro y que sólo representan una pequeña parte de las joyas de Allianoi.

Únicamente el 20% de la superficie de la antigua ciudad termal egea, que conoció su hora de gloria en el siglo II, ha sido explorado.

Sin embargo, los investigadores no tendrán tiempo de descubrir el resto: tras un controvertido debate, una comisión científica se decantó en octubre de 2007 por dejar que Allianoi fuera engullida.

El pleno de agua de la presa de Yortanli, destinada a la irrigación de unas 8.000 hectáreas de tierras agrícolas y cuya construcción fue finalizada el año pasado, ya es sólo cuestión de semanas.

"Lo que me duele en tanto que científico, es que estos vestigios nos sean arrebatados para siempre sin haber podido conocer antes todas sus riquezas", declara Yaras, quien visitó Allianoi hace unos días para rendir un último homenaje al lugar.

Lo que este 20% explorado "nos ha permitido comprender, es que Allianoi posee la mayor fuente termal antigua y la mejor conservada en el mundo. Sólo por esto debería protegerse este sitio", se indigna el investigador.

"Hemos hallado unos 400 instrumentos médicos de metal, más que en ninguna otra ciudad antigua del mundo", agrega.

Muchos científicos interrogados por la AFP comparten la desesperación de su colega y deploran la desaparición de un lugar "excepcional".

"La administración turca ha dado muestras de una muy mala voluntad", asegura Pierre Chuvin, especialista francés de la Grecia Antigua.

Para el arqueólogo Aksel Tibed, la desaparición programada de Allianoi es doblemente absurda porque la duración de vida de la presa será una de las más reducidas.

"Esta presa sólo podrá ser utilizada durante unos 50 años, a causa de los depósitos de aluviones", dice.

En cambio, si se hubiese conservado Allianoi, "podría haberse convertido en una segunda Pompeya. Sin fecha de caducidad", deplora Chuvin. 

Fuente: Cadena Global/AFP, 15 de febrero de 2008