Oiasso, el puerto de Roma en Irún
El hallazgo del muelle romano en 1992 ha dado un vuelco al tópico de la escasa colonización latina del País Vasco, una revolución que culmina en un libro y este verano, en un nuevo museo.
Un día de 1992, y ante el anuncio de que se iba a levantar la calle Santiago de Irún para instalar un colector, un grupo de arqueólogos fue al ayuntamiento con una petición: que les dejaran buscar restos romanos. «Las carcajadas se oyeron en todo el pueblo», cuentan Mercedes Urteaga y María José Noain, del centro de investigación Arkeolan. También recuerdan que cuando empezaron a excavar y le dijeron lo que buscaban a un señor que pasaba por allí les respondió con perplejidad: «¿Pero no sabéis que aquí nunca ha habido romanos?». Lo cierto es que, a la primera, apareció un puerto del siglo I y sacaron 14.000 piezas, más material romano que todo el encontrado hasta entonces en Guipúzcoa.
La importancia del hallazgo aumentó cuando siguieron tirando del hilo, esta vez en las mejores bibliotecas de Roma, y descubrieron que, en realidad, el primitivo puerto romano de Irún era el segundo descubierto en el mundo, después del de Londres. «Había mucho escrito, pero de restos, nada», señalan las investigadoras. Esta pequeña revolución cristalizó tras una década de trabajo en un congreso celebrado en 2003 en Pisa, que acogió la presentación internacional de los descubrimientos de Irún, y ha culminado esta semana con la presentación del libro que recoge aquellas ponencias en la Escuela Española de Arqueología de Roma. Este centro del CSIC y la Diputación foral de Guipúzcoa han apoyado el proyecto desde el principio.
El volumen cuenta con aportaciones de 17 expertos, entre ellos españoles como Emilio Rodríguez Almeida, Javier Arce, Juan Santos Yaguas o José Manuel Iglesias, y por primera vez da forma concreta a una idea: además del Mare Nostrum, el Mediterráneo, el imperio romano tenía otra cara más desconocida pero con una identidad propia en el Mar Externum, el Mar Exterior. Y la antigua Irún, Oiasso, era uno de sus puntos de referencia. El puerto, donde ha aparecido la estructura de madera del muelle y el varadero, es sólo la primera prueba. Además de una necrópolis ya conocida han aparecido unas termas y otras prospecciones dibujan un núcleo urbano de unas 12 hectáreas, con una planta reticular, almacenes, tiendas y talleres. Esta nueva realidad, que ha cambiado la percepción histórica de la ciudad, tendrá su traducción en el nuevo Museo Romano de Irún, algo impensable hasta hace poco. Será inaugurado este verano.
Oiasso era una verdadera civitas vascona situada en un enclave que ya entonces constituía una frontera, entre Aquitania e Iberia. Según cuentan Estrabón y Plinio el Viejo, hasta allí llegaba la calzada que partía de Tarraco (Tarragona), a través de Ilerda (Lérida) y Osce (Huesca). Más o menos, unos 307.000 pasos, según Plinio. Se ha encontrado la base de un puente sobre el río Bidasoa y las dos arqueólogas están convencidas de que, tarde o temprano, aparecerá el portorium, la aduana, donde se cobraba una tasa del 2% a los productos que se exportaban. Era un poco más barata que la tasa impuesta en la Galia, un 2,5%.
El primer melocotón
Junto a miles de pedazos de cerámica las excavaciones han encontrado calzado, instrumentos y sobre todo muchísimos restos orgánicos, que han dado información muy valiosa sobre lo que se comía entonces. Como explican Leonor Peña-Chocarro y Lydia Zapata en un artículo específico del libro, además de las nueces, avellanas y otros frutos del bosque, aquellos ciudadanos que habitaban en los confines del imperio estaban abastecidos de todos los productos del mundo romano. Las aceitunas se importaban, pero otras especias introducidas quizá ya eran cultivadas en el lugar, como ciruelas, cerezas, higos... Los huesos de melocotón hallados en Irún tienen el honor de ser el primer testimonio de esta fruta en la Península. Oiasso era la base comercial de las rutas marítimas desde la que partía la distribución de mercancías en el interior, al valle del Ebro y a la gran autopista XXXIV, la Astorga-Burdeos (Asturica Augusta-Burdigala). En las grandes distancias, las frutas viajaban conservadas en líquidos o secas.
¿Habrá bajo las calles de Irún, por ejemplo, un anfiteatro? «Pues sí, por qué no, y un foro, un templo... ya saldrán si hay oportunidad de excavar con alguna obra», explica Urteaga. La prioridad en este momento es otro aspecto que añade un dato más a la personalidad de Oiasso: era una ciudad minera. En las peñas de Aia, la característica cresta de tres puntas que domina la comarca, han localizado tres kilómetros de galerías romanas junto a las explotaciones modernas. «Son minas de plata que no han sido tocadas, con sedimentos vírgenes, y han constituido otra sorpresa», dicen las arqueólogas. El hallazgo de galerías de drenaje, notable ejemplo de ingeniería hidráulica romana, indica que había detrás toda una estructura administrativa.
Ideas preconcebidas
La conclusión de esta aventura que comenzó en 1992 es una profunda revisión de conceptos erróneos en una cuestión contaminada de prejuicios ideológicos. Al igual que Urteaga recuerda cómo un alcalde franquista de Irún estaba encantado con la idea de encontrar rastros de los romanos, ha sido laborioso cambiar cierta mentalidad nacionalista que quería creer que nunca estuvieron. Por otro lado, el propio Claudio Sánchez Albornoz se refería a los vascos como «los españoles sin romanizar».
Con tales tesis preconcebidas, a nadie se le ocurría buscar restos arqueológicos. «Era totalmente lógico encontrarlos, lo ilógico era pensar que no había romanidad en el Atlántico, si Irún está en el mismo eje del Golfo de Vizcaya», dijo Urteaga en la presentación de Roma. «Una historiografía que, de una u otra forma, ha vinculado la presencia romana con la expresión identitaria actual de los vascos ha condicionado las investigaciones», afirma en el libro. «Cuando damos alguna conferencia, el tema de la identidad vasca siempre sale en las preguntas», confirma Noain. El nuevo museo de Irún da por fin una buena respuesta.
La identidad atlántica del imperio romano en el temido Mar Exterior
La gran aportación del libro de varios autores Mar Exterior. El Occidente Atlántico en época romana, editado por Mercedes Urteaga y María José Noain con la Escuela Española de Arqueología de Roma y la Diputación foral de Guipúzcoa, es marcar un hito en lo que se sabe de la presencia latina en la fachada oceánica europea. Naturalmente, había publicaciones hasta la saciedad sobre el Meditérraneo, pero pocas acerca del otro mar del imperio, que ha resultado ser tan romano como el Mare Nostrum. «El ámbito Atlántico tiene una entidad marcada, una comunidad cultural que era un alter ego del Mediterráneo», explica Urteaga.
Tras el descubrimiento del puerto de Irún en 1992, técnicos del museo de Londres cedieron generosamente al equipo de arqueólogos su método de clasificación de piezas. «De las 14.000 que teníamos, sólo con dos necesitamos crear códigos nuevos, las demás encajaban en los esquemas que nos pasaron», recuerda Urteaga. Esto quiere decir que Londres y Oiasso, la antigua Irún, formaban parte de un mismo mundo cultural y mercantil. Las ánforas halladas demuestran que incluso al final del imperio, el aceite y el vino de Bizancio llegaba regularmente a los puertos atlánticos. Es decir, un viajero podía atravesar Europa manteniendo la dieta mediterránea. La colonización romana se impuso en las poblaciones indígenas que se asomaban al oceáno, una presencia humana denominada de forma general facing the Atlantic (cara al Atlántico).
Morogi y Vesperies
Navegando siempre a vista de tierra, por el respeto que infundía el inmenso océano, las naves doblaban la Torre de Hércules de Brigantium (La Coruña) y podían ir haciendo escalas a lo largo de una cadena de puertos estable. Tras abandonar Flaviobriga (Castro Urdiales), en el actual País Vasco estaba Oiasso y luego Lapurdum (Bayona) hasta Burdigala (Burdeos).
Hay textos que hablan de otra localidad llamada Menosca, que puede ser Getaria (del latín cetaria, donde se dedicaban a la salazón de pescado), y Plinio cita dos misteriosos puertos que todavía no han sido localizados con exactitud: Morogi, quizá en Orio o San Sebastián, y Vesperies, que podría hallarse en la ría de Gernika. Como se ve, aún queda espacio para más sorpresas arqueológicas.
¿Era latino el rey Arturo?
Una de las tesis más fascinantes del volumen Mar Exterior es la que expone el británico Richard Hodges. Viene a decir que el legendario rey Arturo, el de la Tabla Redonda, se puede interpretar históricamente como un aristócrata local de las colonias romanizadas que se enfrentó a las invasiones sajonas y aglutinó a las poblaciones indígenas. En el sur de las islas británicas había una comunidad plenamente integrada en el mundo cultural romano, que pese al declive del imperio mantenía su identidad. Las excavaciones de Cadbury Camelot y Tintagel, donde ha aparecido una inscripción latina del siglo VI que habla de un tal Artognov, indican la presencia de una nobleza que seguía abastecida por las rutas comerciales. Allí se han encontrado vasos de Cádiz.
Curiosamente, esta hipótesis coincide con la base de la última película sobre el rey Arturo, King Arthur, dirigida por Antoine Fuqua. «Si no hubiera leído antes a Hodges, habría pensado que se les había ido la olla», confiesa la arqueóloga María José Noain.
Fuente: ÍÑIGO DOMÍNGUEZ / El Correo Digital, 5 de marzo de 2006
Enlace: http://www.elcorreodigital.com/alava/pg060305/prensa/
noticias/Cultura_VIZ/200603/05/VIZ-CUL-005.html
-------------------------------------
(2) El Museo Romano Oiasso de Irún abrirá sus puertas en el mes de mayo
Mostrará la interrelación de los indígenas con los colonizadores latinos y el grado de asentamiento que llegaron a alcanzar éstos en el Bidasoa. Es el primer paso hacia un ambicioso proyecto de espacio romano.
El Museo Oiasso de Irún, dedicado mostrar la profunda huella que los romanos dejaron en el este guipuzcoano, apura sus últimas etapas antes de la inauguración que se espera se produzca en el mes de mayo.
El interior de la nueva instalación cultural cuenta ya con gran parte del mobiliario y de los soportes en los que se colocarán las piezas históricas que a lo largo de los años se han ido descubriendo en la comarca de Bidasoa, casi todos de la mano de la empresa Arkeolan. También se están ultimando los elementos audiovisuales y los mapas y paneles que completarán la información que se le presentará al visitante.
El Gobierno Vasco es, por ley, propietario del patrimonio histórico de la Comunidad Autónoma Vasca y es a la consejería de Cultura a quien se le ha solicitado la cesión de todo lo que está previsto instalar en Irún. El trámite es algo complejo porque no todas las piezas las tiene en custodia el Ejecutivo vasco. Algunas, como las maderas del puerto romano que se encontraron cerca de la desembocadura del Bidasoa, las guarda la Diputación Foral; otras, como la estela funeraria de Andrearriaga, las tiene el Ayuntamiento de San Sebastián. «Tenemos vías de comunicación abiertas con esas y con otras instituciones que también tienen algunos de los fondos que se exhibirán en el museo», aseguraba el concejal de Cultura de Irún, Fernando San Martín.
El museo irunés presentará por un lado la tribu indígena de Oiasso y las que ocupaban zonas limítrofes, así como el encuentro de éstas con los romanos. Además de las maderas del puerto, la colección de restos tendrá otros centros de interés que mostrarán la importancia del asentamiento latino. Entre todos ellos, destaca el taller de un maestro herrero que apareció muy cerca del propio museo.
El edil irunés, que desde su área ha seguido todo el proceso del proyecto desde su gestación, explicaba que el proyecto se asienta sobre cuatro bases. «En primer lugar está el Museo Oiasso en sí mismo, que aportará una visión global y completa del pasado romano de la ciudad. Esto es lo que se inaugurará en mayo». Hasta ahora, esa función la venía cumpliendo, con mucha más modestia y muchos menos medios, el museo-ermita de Santa Elena. «Con la apertura de Oiasso, cambiará su condición», explicaba San Martín. «Estamos estudiando las posibilidades que ofrece. Podría destinarse a cuestiones más antropológicas y espirituales, no sólo de la civilización romana, sino de las anteriores también. Contamos con sacarlo adelante, en ese sentido o en otro, en un plazo breve, de un año aproximadamente». Esa sería la segunda piedra sobre la que se apoyaría el gran proyecto de la ciudad en torno al mundo romano.
Las termas romanas, que se encontraron en la trasera del propio museo y en las que aún trabaja Arkeolan, forman el tercero de los cimientos. «Hay que seguir trabajando en la excavación», anunciaba San Martín. «Cuando sepamos exactamente todo lo que hay, habrá que pensar de qué manera se integra en el conjunto del museo. En este caso, podemos hablar de 2 ó 3 años, en función de lo que se prolonguen los trabajos arqueológicos».
La cuarta pata del proyecto es la que menos desarrollada está en este momento. «Nuestra idea es hacer visitable una galería minera en Arditurri», con la que se completaría un recorrido turístico-cultural sobre la presencia romana en la comarca.
Aún podría sumarse un quinto escenario. Varios expertos guardan la esperanza de que bajo la plaza de San Juan, en pleno centro de Irun, puedan encontrarse restos del foro o de alguna otra construcción romana. La buena noticia para los arqueólogos es que la reforma de ese ámbito ya está en marcha y los primeros movimientos de tierra podrían darse en el plazo de dos o tres años.
«El Museo Oiasso tiene el valor histórico de dar a conocer las aportaciones que los romanos hicieron a los indígenas, así como un indiscutible valor educativo. También posee ese atractivo turístico-económico propio de una singularidad como es ésta en todo el arco cantábrico», aducía el alcalde de la ciudad fronteriza, José Antonio Santano. Entiende que Oiasso debe ser el impulso para que ese conjunto de espacios romanos de Irún atraiga a la ciudad la tipología de turista que programa sus desplazamientos en función de los atractivos culturales. «Queremos que la gente piense que, estando a 300 ó 400 kilómetros, merece la pena venir aquí para conocer cómo fue la presencia de los romanos en el Cantábrico».
Ahora que Oiasso está a punto de echar a andar, parece muy lejana la soledad que asistió a su gestación. En un principio el Ayuntamiento pareció quedarse prácticamente solo en su idea de montar un museo que plasmara la romanización de la costa guipuzcoana. Al final, la construcción del museo, el proyecto museográfico y el Plan de Comunicación (en total suman 4 millones de euros), se han financiado con la ayuda de otras instituciones. El Gobierno central, a través de los ministerios de Cultura y Fomento, aportó 1.420.000 euros, Obra Social Kutxa casi otro medio millón y los fondos europeos Interreg 260.000. Del Gobierno Vasco llegaron 7.500 euros como ayuda al proyecto museográfico y de la Diputación 15.000 para la promoción. El resto, lo ha costeado el propio Ayuntamiento irundarra.
Para la apertura del Museo Oiasso se ha hablado continuamente de plazos que no han llegado a cumplirse. Cuando finalizó la obra de rehabilitación del edificio de las antiguas escuelas, en 2003, se anunció el museo para el otoño de 2004. A primeros de ese mismo año, se barajaba como fecha de apertura la primavera de 2005.
Pronto se vio que tampoco se alcanzaría el final del proceso para entonces y se amplió el plazo en otro año. «No me gusta hablar de plazos», señalaba Santano, «menos en equipamientos como éste, que no son esenciales en la vida diaria de los ciudadanos. En estos casos, con la perspectiva del tiempo te das cuenta de que tardar unos meses más o unos meses menos no es relevante y sí lo es que esos meses sirvan para que el resultado final sea mejor».
Esta vez, todo apunta a que Irún tendrá su museo romano antes de que llegue el próximo verano. Fernando San Martín explicaba que se están ultimando cuestiones como la tarifación, la explotación hostelera que habrá en el interior del edificio y el reglamento interno del museo. «Todo esto hay que aprobarlo en el Pleno de la Corporación», aseguraba, y los plazos corren ya en contra, aunque el delegado de Cultura no tiene duda ninguna de que se cumplirá lo previsto. «Realizaremos todos los trámites internos, se montarán los paneles y los mapas, llegarán las piezas arqueológicas y el museo podrá inaugurarse antes del verano».
Fuente: Vocento VMT / Noticias Ya.com, 27 de febrero de 2006
Enlace: http://noticias.ya.com/cultura/27/02/2006/roma-irun-museo.html
*** Enlace relacionado: ARKEOLAN
http://www.arkeolan.com
--------------------------------
RECONSTRUCCIÓN DEL PAISAJE ROMANO DE GIPUZKOA: ARQUEOLOGÍA E HISTORIA.
Por Mercedes Arteaga. Directora de Arkeolan
El trasfondo histórico y las hipótesis arqueológicas
¿Cómo explicar la eclosión social vasca de la Baja Edad Media, siglos XIII y XIV especialmente, desde la ausencia de precedentes históricos? ¿de dónde surge el capital humano que permite fundar dos docenas de burgos en Gipuzkoa, de asentamientos habitados mayormente por artesanos y comerciantes, en el plazo de doscientos años? Tal densidad de poblaciones aforadas, con su carta puebla, en un territorio de 2.000 kilómetros cuadrados (los mismos que ocupa en la actualidad la aglomeración de Londres), no tiene comparación en la península, a no ser en las vecinas Alava y Bizkaia. La misma superficie en la Tierra de Campos castellana apenas dio lugar a unas cuantas villas de realengo: Villalón, Medina de Rioseco, Sahagún, Villafrechós...
Estas interrogantes formuladas hace casi veinte años, desde los postulados de la entonces novedosa disciplina de la arqueología medieval, tienen hoy planteamientos novedosos que arrancan en el período inmediatamente anterior a las influencias romanas y conectan con los momentos más característicos del medievo, cuando la sociedad vasca se encuentra ya plenamente organizada y definida. Los descubrimientos de asentamientos de la Edad del Hierro, de testimonios inequívocos de sociedades romanas y de evidencias tardo antiguas de los últimos diez años han contribuido a establecer puentes que van llenando el vacío histórico y explicando la identidad propia desde nuevas perspectivas, muchas de ellas totalmente insospechadas. De hecho, el mundo romano se ha convertido en la referencia clave para reconocer tanto las constantes de las sociedades precedentes como el desarrollo histórico posterior, enlazando sucesos que han discurrido a lo largo de un milenio, entre los primitivos várdulos y la formalización de Gipuzkoa, por poner un ejemplo cercano y representativo. Los romanos han pasado de ser una excepción en nuestra Historia a plasmar, a través de las diferentes fuentes conservadas, las imágenes que estaban vedadas en ese pasado; mientras que los pobladores autóctonos han perdido su aureola rústica, rebelde e impermeable para manifestarse con expresiones incluso refinadas y, por supuesto, comunes al contexto geográfico en el que se incluyen, muy marcado por las influencias del Atlántico.
La arqueología romana en Gipuzkoa se ha desarrollado contracorriente, al margen de los sentimientos dominantes, poco proclives a la aceptación de una dominación externa que se entendía en claves de sometimiento y perdida de personalidad; pero con los resultados obtenidos ha abierto una nueva vía de investigación, en la que fuentes históricas y testimonios materiales armonizan de forma coherente, ofreciendo una imagen convincente, todavía a falta de retoques y de definición de detalle.
Historia de la arqueología romana en Gipuzkoa
No hay duda de que para los vecinos de Irún que se pusieron en contacto a mediados del siglo XVI con el rey castellano por una cuestión de límites territoriales en el Bidasoa, la fundación de su ciudad se había realizado durante la Antiguedad, dicen que fue fundada hacía más de mil años, y no hay duda tampoco, como se demuestra por los extractos de las Juntas Generales, que los miembros de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, reconocían en Strabon, Plinio o Ptolomeo a los primeros geógrafos que mencionaron el territorio, aceptando el pasado romano de la historia vasca como algo natural. y en esta línea siguió el doctor Camino, el primer autor que cita descubrimientos arqueológicos romanos en Gipuzkoa; concretamante "cerca de los prados de Beraun", en lrún. La noticia está fechada en el año 1790 y se refiere a varios trozos de piedras y ladrillos de extraordinario valor, y entre otros fragmentos tres medallas de oro, además de otra de cobre, todas romanas. Las posturas contrarias a la influencia romana como medio de resaltar la identidad vasca se prodigan más tarde y tienen un trasfondo que se puede considerar tanto nacionalista como antinacionalista. Hay está la explicación dada por Sanchez Albornoz sobre la falta de romanización de los vascos y su barbarismo o la mitificación de la resistencia vasca en la batalla de Hernio, frente a las tropas romanas.
El caso es que, desde aproximaciones científicas nada sospechosas de complicidad, como las de Koldo Mitxelena que en su memoria de licenciatura publicada en 1956 hacía un repaso sobre los testimonios latinos de Gipuzkoa, citando la estela de Andrearriaga o las etimologías de los términos de Escoriaza o Lapice como claras evidencias de la influencia romana, o como las investigaciones de Ignacio Barandiarán resumidas en un libro de amplia difusión ("Guipuzcoa en la Edad Antigua" ) que ha conocido múltiples reediciones desde la primera publicación de 1974, se iban demostrando reconstrucciones históricas más acordes con las descripciones clásicas; aquellas que citan Oiasso, la polis de los vascones, el saltus vasconum, el promontorio Oiasso, la calzada que desde Tarraco llegaba a sus costas, o los asentamientos de Menosca y Tritium Tuboricum. Todos ello en Gipuzkoa. Sin embargo, en el intervalo fueron asentándose otras concepciones que sólo la investigación constante y la aparición de evidencias sobresalientes han conseguido modificar. Como ejemplo hay que citar la valoración historiográfica sobre la minería romana de Arditurri que pasó de ser de las principales según su descubridor a finales del siglo XVIII, un alemán contratado por la familia Sein de Oiartzun para organizar la reexplotación de estas minas, sólo superadas por las de Cartagena, Rio Tinto y las Médulas, a dudarse de su existencia. Y eso que existían descripciones de principios del siglo XX, como la realizada por el ingeniero Gascue de la Compañía Asturiana de Minas, que cifraban en varios kilometros los trabajos mineros antiguos de Arditurri, evaluando en cientos de obreros los necesarios para unas explotaciones del tamaño de las reconocidas en tiempos del ingeniero mencionado. A pesar de ello hubo quien desmontó, en el año 1971, el binomio Thalacker-Arditurri pretendiendo que el alemán, en realidad, había visitado otra zona distinta a la del coto minero de Arditurri. Ha sido la inercia historiográfica, en suma, la que ha arrastrado con sus presupuestos las tendencias de investigación hasta que los hechos incontestables rescatados por la arqueología han hecho saltar en mil pedazos aquellas previsiones, mostrando una realidad equilibrada con el contexto general de la sociedad romana.
Un recorrido por los descubrimientos arqueológicos más recientes
Oiasso y el estuario del Bidasoa
En este itinerario resulta obligado partir de los trabajos realizados en el Bidasoa en torno a lrún, por parte de Jaime Rodríguez Salís, siguiendo la tradición familiar marcada por las realizaciones de su padre, Luis de Uranzu. Sus investigaciones comienzan en el Cabo de Higer a finales de los años sesenta, continúan en el caso histórico de lrún y dan paso al primer descubrimiento de relieve, la necrópolis de Santa Elena, también en lrún. El ciclo se cierra con la posterior excavación del yacimiento, 1973, y la determinación de un horizonte romano para la ciudad fronteriza que venía a enlazar con Pompaelo (Pamplona) y Veleia (Trespuentes- Alava) por la consideración urbana que los tres asentamientos han tenido en lengua vasca: lrún-lruña: la ciudad.
La segunda etapa del recorrido se centra en el estudio de la minería romana, entre los años 1983 y 1987, con la catalogación de un conjunto característico de testimonios entre los que destaca la galería de Altamira III. Esta galería de mina es la más representativa de un grupo en el que se incluyen casi una decena de testimonios; todos ellos reexplotados en época moderna por la existencia de depósitos marginales que quedaron sin recoger por las condiciones de la tecnología minera del momento, limitada por cuestiones de seguridad. La mina de Altamira III, con más de 150 metros de recorrido, presenta soluciones de explotación características, con galerías de prospección y de extracción, así como varios niveles de explotación que perforan el filón en varios puntos garantizando la estabilidad de los trabajos. Es, por lo que se ha podido saber tras reconocer los cotos mineros de Cartagena, Rio Tinto o las Médulas, una de las evidencias mineras de tiempos romanos más completa de la península.
La tercera etapa arranca en 1992 con el descubrimiento del puerto romano de la calle Santiago de lrún, acontecimiento que ha permitido ampliar hasta la actualidad las intervenciones arqueológicas en este espacio, con los resultados que se pasa a comentar.
El hallazgo del muelle de la calle Santiago y de las estructuras portuarias asociadas viene precedida de una serie de estudios que permitieron intuir la concepción básica del asentamiento. De igual forma que en Londres la presencia del puerto romano fue detectada tras plantearse, por parte de los historiadores, funciones de tipo comercial que ampliaban la visión exclusivamente militar imperante hasta entonces, en Irún -gracias a la existencia de intercambios con investigadores especializados en el dominio arqueológico- se elaboraron hipótesis de trabajo en las que el estuario del Bidasoa pasó a detentar una función importante en la configuración del modelo de asentamiento. Es decir, hubo primero un desarrollo teórico a través del estudio de la topografía de la zona y de análisis comparados con realidades similares, que permitió concebir la existencia de un núcleo urbano situado en la colina de Beraun al que se otorgaron, entre otras funciones, vinculaciones comerciales que debían de ser de tipo marítimo. Se llegó, incluso, a determinar las zonas desecadas del estuario que presentaban mayor potencial, lo que permitió llegado el momento programar una intervención arqueológica cuando se supo de la realización de importantes movimientos de tierras en una de las áreas previamente seleccionadas. Efectivamente, la construcción de un colector emplazado en el eje del vial de la calle Santiago, con unas cotas de cimentación por debajo de los niveles de relleno de finales del siglo XIX, fue una acción que los arqueólogos consideraron podía tener repercusiones negativas sobre un subsuelo rico en testimonios que sólo ellos habían podido valorar por medio de la aplicación de técnicas de análisis propias. Gracias a la minuciosidad de los datos disponibles fue posible plantear una serie de sondeos previos a las obras que, sorprendentemente, confirmaron las expectativas formuladas. A pesar de los inconvenientes, se pudo programar un plan de actuación equilibrado con las previsiones de obra que finalmente permitió el reconocimiento de las instalaciones portuarias sin apenas repercusiones en los plazos previstos de ejecución del proyecto. El éxito de las operaciones arqueológicas tuvo repercusiones inmediatas en la valoración y planificación de las investigaciones posteriores. Por un lado se había reconocido un horizonte arqueológico de gran categoría que había conservado elementos, objetos e informaciones que habitualmente no han podido superar las circunstancias de la degradación temporal, caso de semillas y demás testimonios orgánicos, maderas, cueros, vegetales en general, etc.; y por otro lado, el volumen de testimonios tenía magnitud suficiente para iniciar la creación de bancos de datos tipológicos contrastados. Esta última lectura tiene especial trascendencia pues implica la dotación de medios de trabajo de aplicación futura con destino a la interpretación histórica que es el fin y objetivo de las operaciones e investigaciones arqueológicas. De hecho, el estudio de los 14.000 fragmentos de cerámica recuperados en esa excavación han servido para establecer las redes comerciales del puerto, el nivel urbano de la población e incluso los gustos gastronómicos de sus habitantes, sin olvidar el carácter de fósiles guías de los materiales encontrados. A partir de ese estudio ya se conocen como eran las pastas, las formas y las decoraciones de un conjunto significativo de cerámica de Oiasso ya partir de esas series se pueden ampliar las aplicaciones sobre otros hallazgos, tanto en Irún como en ámbitos geográficos del entorno.
El caso es que al confirmarse el carácter portuario del asentamiento de Oiasso y determinarse el valor de los restos conservados se plantean nuevas actuaciones en el marco de las obras con movimientos de tierra en las inmediaciones del descubrimiento de la calle Santiago. Se realizan sondeos en el solar Santifer con motivo de la construcción de la comisaría de la Ertzaintza en ese emplazamiento; en otros solares de la calle Santiago, en la calle Tadeo Murgia, ampliándose los niveles de conocimiento y reiterándose lo observado en las acciones iniciales. El puerto de lrún tenía un ámbito geográfico de influencia que venía a coincidir con el Golfo de Bizkaia, sirviendo de punto de intercambio y de salida de mercancías a un entorno que abarca el valle del Ebro, parte de Aquitania y del espacio cantábrico y los testimonios conservados, al margen de la consideración del volumen de los conjuntos de objetos, presentan características monumentales, por la arquitectura de los muelles, las soluciones de carpintería de ribera observadas y el buen estado de conservación de las estructuras de madera reconocidas.
Tras el reconocimiento del interés arqueológico del asentamiento se programaron intervenciones en el área urbana que sirvieran de complemento a las estaciones portuarias; se descubren, con este motivo, evidencias que se relacionan con los baños públicos o termas, se identifica la presencia de un herrero en la calle Beraketa y se acotan los límites del asentamiento urbano al que se otorga una extensión de unas 15-20 hectáreas, trazándose los ejes longitudinal, cardus, y transversal, decumanus. Se situaría en una zona explanada que se extendería entre la plaza del ayuntamiento y el extremo de Beraun, con unos 600 metros de longitud y unos 300-400 de anchura. Igualmente se completan los trabajos de campo en las minas con prospecciones sistemáticas que permiten certificar las identificaciones previas y obtener ajuares significativos, caso de lucernas o lámparas de iluminación de cerámica que con aceite servían a los mineros en el interior de las galerías.
Al final del recorrido se sitúa el proyecto del museo Oiasso, al que se intitula el museo de la romanización del Golfo de Bizkaia, y la intervención arqueológica destinada a la recuperación de un muelle portuario reconocido en sondeos realizados en 1996 y que se consideró como pieza protagonista de las exposiciones, al tratarse de un elemento que en si mismo justifica un programa de musealización debido a su carácter excepcional entre los testimonios arqueológicos romanos.
La excavación del puerto de Tadeo Murgia, clave con la que se identifica el muelle mencionado, ha supuesto la intervención de mayor complejidad de cuantas se han llevado a cabo en el marco arqueológico guipuzcoano, superando con creces, incluso, ese marco espacial. Pero las dificultades (debidas a la cota de aparición de los sedimentos arqueológicos, por debajo de los niveles de influencia de marea) han tenido recompensa a través de los resultados obtenidos. No sólo en lo que respecta a los restos de estructuras de madera con los que se construyó un muelle organizado en varias gradas, sino por los miles, decenas de miles, de objetos arqueológicos recogidos, señalándose la presencia de elementos de calzado, cordaje, colecciones de anzuelos, de agujas, de vajillas, vidrios, restos de melocotón, cereza o aceituna, de joyería e incluso piezas, en bronce fundido, de una bomba aspirante-expelente (bomba Ctesibio) de la que se conoce otro ejemplar en la península, rescatado en las minas de Sotiel-Coronada (Huelva). En definitiva un conjunto material extraordinario que denota unos niveles de vida plenamente urbanos y plenamente romanos, al menos para el período comprendido entre los años 50 y 200 de nuestra era.
La visión de la polis de Oiasso, polis de los vascones según los historiadores romanos, se completa con los datos del fondeadero de Higer, las monedas de Santa Elena en Hendaia, las de Behobia, San Enrique y San Marcial, y los descubrimientos de la calle Pampinot, en el casco histórico de Hondarribia o la lápida de Andrearriaga conocida desde tiempo inmemorial.
El territorio guipuzcoano
Desde hacía varias décadas se sabía de hallazgos puntuales en la zona de Ataun, en Idiazabal, o en Zarautz. Se trataba de piezas aisladas, monedas en su mayoría, sin un contexto arqueológico claro que no permitían mayores precisiones. Pero la dinámica de las investigaciones arqueológicas de los últimos años también ha modificado este panorama. En 1982 se descubren restos romanos en el casco de Eskoriatza, lo que confirma la interpretación toponímica de Michelena. Sin embargo, los muestreos no son lo suficientemente contundentes al aparecer los materiales romanos mezclados con otros más modernos e incluso contemporáneos. Más tarde se localiza -y se excava- en un pequeño abrigo de los montes de Iruaitz, sobre el embalse de Urkulu en las estribaciones de los montes de Aizkorri, un conjunto de materiales datados en el siglo V que todavía siguen sorprendiendo por lo sofisticado de sus componentes, mayormente vajillas, y por el entorno pastoril que se le supone. Siguen hallazgos de minería romana en Arditurri y otras áreas de Oiartzun, además de en Hernani o Arrasate, una nueva inscripción, de tipo funerario, en la ermita de San Pedro de Zegama, y hallazgos también bajoimperiales, siglos IV-V, en las instalaciones salinas de Salinas de Leniz. Los descubrimientos se amplían hasta zonas de alta montaña, caso de las praderas de Urbia, a más de mil metros de altura, al pie de la cima de Aizkorri, y se extienden por lugares costeros como Donostia y Getaria. En este último emplazamiento se plantea un contexto asociado a factorías de salazón, de donde vendría el nombre de la villa actual (Cetaria=industria de salazón).
Como se puede comprobar, los testimonios romanos se reparten por la costa y por las estribaciones montañosas del interior, por los valles y la confluencia de ríos; en definitiva, van jalonando los diferentes espacios geográficos del territorio. y en esta distribución acompañan los castros de la Edad del Hierro, recién reconocidos en lugares estratégicos y de alturas dominantes. En Burontza (Andoain), en Basagain (Anoeta), en Intxur (Tolosa-Albiztur), en Muro (Aretxabaleta) en Moro (Elgoibar), en Munoaundi (Azkoitia-Azpeitia), sin olvidar los conjuntos funerarios pre-romanos tipo cromlech cuya localización es complementaria a la anterior. Hasta el Leizaran aproximadamente y como prolongación del ámbito de extensión pirenaica se reconocen los cromlechs o círculos de piedras funerarios. Rodeando el área de los cromlechs aparecen los castros, como si fueran realidades antagónicas, o al menos diferentes.
El trasfondo histórico y las hipótesis arqueológicas
Aparentemente, el habitante de la polis de Oiasso hacia el año 100 de nuestra era, vestiría, comería y viviría, en definitiva, en condiciones parecidas a los vecinos de Pompaelo, Dax, la antigua Aquae Tarbellicae, o Burdigala, Burdeos. Su nivel de vida sería comparable, gastando vinos de Narbona o de la zona de la desembocadura del Garona, aceite del valle del Ebro e incluso circunstancialmente traído desde la Bética. En sus comidas usaría de las salsas de pescado, el garum, y es muy probable que los menús se confeccionaran a la manera que describe Caius Apicius, uno de los gastrónomos romanos a los que debemos un recetario de cocina, de los pocos conservados. De hecho, a juzgar por las vajillas y los artículos de cocina, los hábitos culinarios se repetirían en un ámbito extenso, desde Colonia a Finisterre, al menos. Festejaría en las jornadas del calendario en las que lo harían el resto de la sociedad romana, compartiendo creencias, panteón de divinidades y ritos funerarios. Transitaría por calles ordenadas siguiendo patrones urbanos estandarizados, con servicios también homologados y socialmente participaría de una jerarquía en la que el trabajo manual recaería mayoritariamente en el grupo de los esclavos, encargados del servicio doméstico, las faenas agropecuarias, la producción en general y las actividades fisicas ligadas al comercio. Las clases dominantes, por su lado, disfrutarían de los derechos ciudadanos, haciéndose cargo de los rendimientos económicos, el culto o las funciones políticas. Los cambios hasta llegar a esta situación se habrían producido paulatinamente. Desde las primeras influencias, poco antes del cambio de era (años 25 a 10 antes de Cristo ), llegadas, por lo que parece, desde el otro lado del Pirineo, hasta la implantación del modelo romano pasarían varias decenas de años. Oiasso, según las fuentes, era un asentamiento de cierto orden en tiempos pre-romanos, cuyo primer interés pudo deberse a los yacimientos de plata de sus inmediaciones. Siguiendo este hilo hipotético, al igual que debió ocurrir con los depósitos auríferos de la zona de Itsasu, en la cuenca del Errobi, las explotaciones mineras serían el motivo de las primeras colonizaciones, encaminadas a la obtención de metales preciosos y, por pura lógica de organización, habrían corrido por cuenta del ejército. Se encuadrarían en el período inmediatamente posterior a la conquista de las Galias y durante las Guerras Cántabras y sus prolegómenos, dependiendo de la órbita septentrional ya comentada cuyas influencias se constatan hasta el año 70 de nuestra era aproximadamente. Con posterioridad se asiste a la implantación de influencias meridionales, del valle del Ebro concretamente, marcadas por la actividad comercial. Oiasso pasaría de ser un enclave para la explotación minera a un centro comercial desde el que se drenarían los flujos de intercambio entre el ámbito geográfico mencionado, Aquitania y la región cantábrica. El cambio coincide con grandes modificaciones en la ordenación del área atlántica y en los ritmos políticos de la capital imperial. Si a Claudio se debe la conquista de Britania y la ampliación del imperio por su borde Nor-occidental, a la dinastía flavia (Vespasiano, Tito y Domiciano) es debida la organización del ámbito comercial atlántico con Londres a la cabeza. La personalidad del núcleo de Oiasso quedaría ligada a las actividades de su puerto, en detrimento del sector minero, que sería ampliado y dotado de acuerdo con las nuevas necesidades. La dinámica comercial se mantiene hasta el siglo III por lo menos, comenzando a partir de ese momento un período de declive del que todavía se dispone de poca información. La piscina de las termas se ocupa para usos ganaderos, hay intervenciones en la necrópolis de Santa Elena; en los muelles del puerto la actividad bajoimperial desciende hasta mínimos insignificantes, etc. De momento, no se conocen apenas testimonios posteriores al siglo V, lo que parece indicar una decadencia total e incluso el abandono del asentamiento.
En el resto de Gipuzkoa las informaciones no son tan expresivas, aunque podrían repetirse los ritmos reconocidos en Oiasso; es decir, máxima dinámica en tomo a los años 50-200 y reestructuración posterior debido a los cambios generales que se dan en el resto del imperio. La sociedad bajoimperial guipuzcoana perdería nivel de vida, con decadencia de la producción a favor de las actividades agropecuarias, evolucionando hacia el auto abastecimiento y la insignificancia de los intercambios de gran distancia, rompiéndose, si es que algo quedaba de ella, la red tardoromana con la conquista árabe que llega hasta Pamplona.
En esta reconstrucción hay aspectos que merecen un tratamiento de detalle como son la cuestión tribal y el proceso de cristianización del territorio, al menos por los debates historiográficos a los que ambos están sujetos. Con respecto al primero, de la lectura de las descripciones geográficas y administrativas de los autores romanos se desprende que el ámbito vasco actual estaba organizado en dominios culturales diferentes: aquitanos, vascones y celtíberos (entre estos últimos se distinguen los várdulos, los caristios y los autrigones). Por cuestiones lingüísticas se deduce que aquitanos y vascones cuentan con intensas relaciones de parentesco, mientras que los celtíberos se inscriben en una realidad diferenciada, indoeuropea. Los primeros, los aquitanos, se organizan en la denominada novempompulania (los nueve pueblos); Los vascones se extienden por el Pirineo y forman parte del territorio administrativo, el conventus, de Caesar Augusta, Zaragoza. Los celtíberos, por su parte, se integran en el conventus de Clunia, en Coruña del Conde (Norte de Burgos), junto con los pueblos de la meseta Norte. Tal hipótesis de distribución supone que en Gipuzkoa existen dos comuniades que comparten el territorio. Los vascones, a los que sería posible identificar con los constructores de cromlechs y que se extenderían hasta el río Leizaran, aproximadamente (ahí están los ejemplos de Jaizkibel, Oianleku, Egiar, Adarra-Mandoegi que continúan hacia Oriente por Ibardin hasta alcanzar el Pirineo central) y los celtíberos, ocupando el resto del territorio con los castros fortificados, algunos de ellos formando una línea fronteriza con respecto al dominio de los cromlechs. El espacio celtíbero se subdivide a su vez en varias entidades. Los várdulos cubrirían el territorio por el Sur, incluida la Llanada alavesa, llegando hasta el río Deba, dando paso en ese punto a los caristios cuyo dominio se prolonga por Bizkaia. A este respecto, es preciso señalar la finalización de una tesis doctoral, hace pocas semanas, cuyos resultados se consideran claves para conocer la configuración de este territorio en época pre-romana. Ha sido realizada por Javier Peñalber, a quien debemos las informaciones relativas a cromlechs y castros, destacando las noticias sobre ajuares de tipo celtíberico en los asentamientos fortificados.
El tema de la cristianización, por su parte, podría resumirse en si ocurrió en tiempos tempranos o por el contrario se dio avanzada ya la Edad Media. Si se supone un territorio romanizado, se puede aplicar lo ocurrido en el resto del imperio, que en tiempos de Constantino a comienzos del siglo IV asumió esta doctrina como religión oficial. En estas condiciones las estructuras imperiales acogerían el culto incorporándolo en sus redes y la reorganización de Diocleciano, furibundo enemigo de los cristianos, con sus diócesis servirían de sedes a la nueva organización. De hecho Gipuzkoa se repartirá en tres diócesis, Calahorra, Bayona y Pamplona, y las tres coinciden con centros romanos importantes. Pero los datos arqueológicos disponibles muestran una realidad más compleja. Mientras que en Navarra, Alava y Bizkaia se han reconocido necrópolis de inhumación de los siglos VI-VII, con elementos de ajuar germánico ( de tipo merovingio, concretamente) en Gipuzkoa el único yacimiento de ese contexto, el aparecido en la ermita de San Martín de Iraurgi en Azpeitia, muestra pervivencias paganas, en torno al siglo VIII, puesto que se mantiene el rito de la incineración. Tal y como conocemos por legislación de Carlomagno, este monarca se preocupó por terminar con este tipo de costumbres, prohibiendo expresamente la incineración, en el caso de los sajones, condenando a muerte a sus practicantes.
En definitiva, el horizonte romano del ámbito vasco y especialmente guipuzcoano, reconocido por la arqueología, resuelve una serie de incógnitas pero plantea otras de gran calado, tanto en los momentos previos a la colonización como en los episodios finales. No sólo queda por resolver la cuestión vascona y celtibérica sino la problemática del culto cristiano y su implantación, y, más allá de estos aspectos, la propia pervivencia del hecho diferencial marcado por el euskera. ¿Cómo explicar, a la vista de los nuevos datos, la visión plenamente romana del alto imperio y la identidad cultural vasca que supera ese estadio cultural e incluso se expande por ámbitos geográficos más extensos que los previamente adjudicados por las diversas fuentes? Parece claro que la arqueología de ese período que se extiende entre la pre-romanidad y la tardoantigüedad dispone de claves estratégicas que pueden contribuir a desentrañar uno de los grandes misterios de la historia europea: el origen de los vascos y la formación de su personalidad.
Hondarribia, 12 de noviembre de 1999.
Fuente: http://www.gipuzkoakultura.net/ediciones/antiqua/urteag.htm#hasiera
----------------------------
*** Comentario de Alicia Canto en Celtiberia.net (05-03-06)
Antes se colocaba la ciudad vascona de Oiassó sólo en Oyarzun/Oiartzun, en el interior, y desde 1994 se tendió a ponerla sólo en la costa, en Irún, justamente a raíz de las excavaciones de 1992. Veo, según esta noticia y libro, que esto es lo que prevalece. Sin embargo, en Irún-Kosta, si hacemos caso de Plinio y Ptolomeo sobre todo, debe estar más bien "el puerto de Oiassó". Me permito transcribir lo que publiqué sobre esto en un largo artículo en Archivo Español de Arqueología de 1997, que está también en la red:
"II.1 Oiassó, Oiarso = Oyarzun e Irún
Con la segunda grafía, la pliniana (III, 4, 29 y IV, 34, 110), viene ubicándose en Oyarzun (Guipúzcoa) por el parecido toponímico. Éste es evidente y no discutible (Tovar, 1989: C?505: Peréx, 1986: 180), pero creo que no tiene que limitarse a él. Porque, en efecto, Estrabón dice (III, 4, 10) que «está alzada en el borde del océano», pero Plinio, respectivamente (ibid.), habla del litus Oiarsonis, «la costa» de la ciudad, y de su ubicación sobre el Océano, y ello se corresponde bien con las dos mediciones diversas que da Ptolomeo (II, 6, 10): Por un lado la ciudad de Oiassó y, por otro, «el promontorio de Oiassó del Pirineo». Como prosigue en su parágrafo 11, desde este promontorio comienzan los Pirineos. Parece, puesto que la ciudad y el valle de Oyarzun actualmente quedan demasiado al interior, que «la costa de Oyarzun» debe considerarse la zona de Irún-Kosta (45), y el promontorio mismo el relevante cabo Higuer, con un Veneris iugum según Avieno (Schulten, 1958: 35) (46). Se abriría así, más que un punto, un abanico costero para los vascones. Importa el detalle también a la hora de considerar una alternativa al Summus Pyrenaeus vascón mencionado por el Itinerario de Antonino en la vía XXXIV, como veremos más abajo.
Se han agrupado recientemente los testimonios arqueológicos de la zona, apostando por la ubicación de la antigua Oiassó sólo en el cerro de Beraun, de Irún, al fondo de la bahía de Fuenterrabía (Fernández Ochoa?Morillo Cerdán, 1994: 147 ss.), con al menos dos muelles a su pie y una cronología de comienzo fluctuante entre el último cuarto del siglo I a.C. y el cambio de era o poco después (ibid.: 151, ahora Unzueta, 1996: 166). Sin embargo, Peréx Agorreta (1986: 183) ya anotaba la existencia de indicios de población dispersa entre Oyarzun y Fuenterrabía e Irún. Y es de recordar también una menos citada frase del Ravenate (318, 1-3): Item iuxta superius nominatam civitatem Ossaron, quae ponitur non longe ab Oceano..., que insiste en la idea del doble núcleo, ciudad y puerto. Por tanto, la potenciación del puerto de Irún por los romanos, al menos a partir de la construcción de la calzada desde Tarraco, en la última década del siglo I a.C. (para el movimiento del mineral extraído en la región inmediata de Arditurri o para relaciones comerciales genéricas), debió a la vez de mantener el núcleo urbano interior vascón (47), que seguiría desarrollándose en el área de Oyarzun y el río Bidasoa, más próximo a las explotaciones mineras, una actividad sí específica de la época anterior. Creo, pues, que es muy factible defender la posibilidad del doble núcleo urbano para Oiassó (Caro Baroja, 1996: 468).
(45) Otros autores que diferencian los dos núcleos han preferido ver en la zona de Pasajes la litoral y en el monte Jaizkibel el promontorio (Peréx Agorreta, 1986: 182 con las referencias).
(46) La referencia a este templum Veneris del Pirineo atlántico, aunque se ha discutido, ignorado, o atribuido al templo de Venus de Port Vendres, en el Pirineo mediterráneo, puede ser cierta, ya que tiene lógica que en ambos extremos de la cordillera hubiera un templo a la misma diosa y, además, el-Ildrisi (1974: 74) incluye las ciudades de Çoly, Tudela, Huesca, Jaca y Calahorra en lo que llama «País del Templo», y me parece muy lejos para que su referente sea el del Mediterráneo (pace E. Saavedra, ibid.: 151, a pesar de que Idrisi está describiendo aquí sólo el norte de España). Fernández Ochoa y Morillo (1994: 145) citan el hallazgo reciente de un lote de bronces romanos, incluso de tipo religioso (apliques con Marte, Minerva, Sol y Luna) hallados en el mismo fondeadero de Cabo Higuer, pero no los relacionan con Avieno, ni se refieren al templo.
(47) O várdulo, según P. Mela, III. 1, 15. No es verosímil pensar que el puerto se creara en época prerromana en función de una navegación de gran calado. (Fuente: http://es.geocities.com/los_vascones/vascones_oiasso.htm)
3 comentarios
Richard -
Alessandra -
miguel angel virgil baeza -