Écija. La nueva Roma sureña
Foto: La Amazona de Écija. Encontrada en las excavaciones de El Salón, la Amazona de Écija es una escultura que destaca por su excepcional calidad técnica y artística. Alcanza los 2,11 metros de altura, pesa mas de media tonelada y fue trabajada en mármol blanco de importación, en una sola pieza, y sin pulimentar.
La Amazona se expone actualmente en el Museo de Écija junto a otros materiales diversos, muchos de ellos también de gran valor, entre los que sobresalen el torso de un atleta, las piernas de un hombre, una cabeza con casco y diversos vestigios de restos arquitectónicos y epigráficos. La escultura que representa a la amazona apareció, según ya antes apuntábamos, en la natatio de las termas, al pie de las escalinatas por las que los bañistas se introducían en la piscina. La persona que tiene oportunidad de observar esta excepcional pieza queda inmediatamente sorprendida al comprobar su magnifico estado de conservación, inusual en una escultura que ha aflorado en el curso de una excavación arqueológica. Cuando se encontró solamente existían roturas en sus tobillos y en una de sus muñecas, lo que se debe a que la pieza no había sido derribada y tirada a la piscina sino que se había depositado allí cuidadosamente por personas que por algún motivo deseaban ocultarla, habiendo sido luego cubierta con restos de cornisas y sillares en un claro animo de ocultación y protección. Ese deseo de evitar su destrucción puede estar relacionado, posiblemente, con la llegada de los cristianos al poder. Para la nueva religión oficial del Imperio las termas estaban consideradas como los templos del paganismo. Los filósofos cristianos no dudaron en lanzar críticas feroces contra los edificios de baños públicos, en los que se acumulaba, según ellos, el placer y la lujuria. En un contexto de odio oficial de los nuevos poderes contra las termas es posible que un grupo de personas desearan ocultar esta bella imagen clásica, para evitar así su destrucción. A fin de cuentas no hemos de olvidar que Astigi fue pronto sede episcopal y que algunos siglos después, ya en el siglo VII, Santa Flora, hermana del Obispo San Fulgencio, decidiría crear en estas tierras el primer monasterio de vírgenes que habría de existir en España. La representación de la Amazona astigitana se inspira claramente en los modelos de la escultura griega clásica, idealizada, en bronce, de los siglos V y IV a.C. En esos tiempos imágenes de dioses, héroes y atletas fueron esculpidos por los genios griegos y posteriormente esas obras habrían de ser reproducidas en mármol por los artistas romanos. La Amazona se esculpió en los momentos del Alto Imperio, en el siglo I d.C. y es seguro que no se trata de una pieza de producción local sino que fue importada de otro lugar, quizás de la propia Roma. La pieza representa a una mujer de fuerte estampa, sobre todo en sus hombros, cuyo brazo izquierdo se apoya en un pequeño pilar moldurado, en tanto que el derecho se está alzando, colocando su mano tras la nuca, lo que deja ver una herida en su costado. Ya hemos comentado antes el excepcional estado de conservación, en el que destaca además que se conservan diversos restos de un cromatismo de tono rojizo que todavía se pueden contemplar en el pilar en el que se apoya, así como en cabellos, ojos, ribetes del chitón corto que viste, cinturón, sandalias, etc. (ANTIQVA)
Balance de una 'explotación' a cielo abierto que ha durado ocho años.
Como si de una Roma a escala se tratara. No es hipérbole. Así es la Écija que ha venido aflorando en la Plaza del Salón desde finales de 1997 a propósito del proyecto de construcción de un aparcamiento subterráneo. Y claro, a poco que se escarbe, reverdece el pasado, que nos revisita para pavonearse cuando puede, como es el caso, en el que la Astigi romana alcanza un periodo de brillantez, riqueza y boato comparables al de la metrópoli.
3.600 metros cuadrados dan mucho juego. La bicoca del arqueólogo, atenazado a diario entre las apreturas de sondeos minúsculos y las habituales presiones de los constructores privados. Imagine el lector una gran plaza rectangular rebanada al método científico. No hay que profundizar demasiado para que broten datos de episodios pretéritos. Entre metro y medio y dos metros de profundidad hay condensados 20 siglos. ¿Alguien da más?
El Salón, nombre con que el vulgo denomina la plaza, es una mina que durante ocho años (con parones burocráticos por medio) se ha excavado a cielo abierto. No había oro ni plata ni azogue, sino arqueología en estado puro, información clave para reconstruir uno de los momentos dorados de la cronología ecijana, el romano. No cabe otra interpretación cuando se visitan los almacenes del Museo Histórico Municipal, atestados con unos 4.000 fragmentos romanos de mármol, por otros 10.000 de cerámica, amén de cuatro mosaicos completos.
Tamaña cantidad de piezas escolta a esas otras que han sido y son las perlas con nombre propio de tantos años de excavaciones: es el caso de la imponente escultura de la Amazona herida, que apareció intacta y con, cosa rarísima, restos de la policromía que lució en origen; una cabeza de atleta de excelente factura hallada recientemente, un torso también de atleta, una cabeza de Marte, la lápida de una tumba visigoda en la que se ofrece el DNI del finado... Piezas todas cuyo eco ha excedido con mucho los límites de la provincia para motivar la curiosidad y el interés de no pocos especialistas, asombrados por la cantidad y calidad de lo ganado a la tierra, que tampoco ha sido poco en lo referente a Istiyya, la Écija islámica.
La excavación está prácticamente finiquitada. El que se acerque hasta El Salón ya no verá más que grúas y demás maquinaria, lo que indica que el proyecto ha pasado a una nueva fase. Es tiempo de ajustar el proyecto ganador del concurso de ideas convocado, que reservará un espacio in situ para la arqueología, escaso a tenor de los hallazgos pero en cualquier modo imprescindible. Se trata de conservar la piscina, eje vertebrador de un pequeño centro de interpretación que remitirá forzosamente al museo de Écija, lugar donde por fortuna se exhibirá lo mucho aparecido (otras localidades no pueden decir lo mismo, pese a las reiteradas solicitudes elevadas ante los responsables de la Consejería de Cultura).
¿Y qué es lo aparecido? Historia en estado puro, la que va desde el primer expediente constructivo de la plaza, que data del siglo XV, y se pierde en época romana. Esos cinco siglos durante los que el solar ha permanecido como plaza pública y, por tanto, escasamente urbanizado, casi virgen han permitido obtener un nivel de conservación óptimo en los restos de etapas anteriores.
A sólo medio metro de profundidad afloraban los límites de una maqbara o cementerio islámico cuyas proporciones sorprendieron a propios y extraños, con más de 4.000 cuerpos repartidos a lo largo y ancho de un área que se sospecha ocuparía no menos de 7.000 metros cuadrados. "La Écija islámica se conoce muy mal", explica Sergio García-Dils, arqueólogo municipal de la ciudad y director de la tercera y última fase de las excavaciones en El Salón. Ahora se sabe más de aquella Istiyya, lo que no oculta que los antropólogos se hayan visto desbordados ante tanta tumba y tantos huesos. "No se olvide que Écija fue la primera gran ciudad romana que invadieron los musulmanes a partir del año 711", recuerda el arqueólogo, lo que explicaría su densidad humana apreciable.
El expediente romano se ha constatado justo por debajo, entre 1,5 y 2,5 metros de profundidad, cota exigua si se la compara con las más profundas en las que suele documentarse la huella de Hispalis en Sevilla, a menudo con acceso dificultado por el nivel freático.
No así en Écija, cuya Astigi ha emergido dibujando dos espacios bien diferenciados: por un lado, el de las domus romanas, sus tabernas y comercios; por otro, el delimitado por un contrafuerte de sillares, en cuyo interior se alzó un recinto de culto imperial (temenos) del que sólo se ha hallado la piscina, teniéndose la sospecha de que el templo sobre podio sirvió de asiento para la aledaña Iglesia de Santa Bárbara.
El paralelo de la Mérida romana (Emerita Augusta) ha sido crucial para desterrar la hipótesis original en torno a esta zona de culto, que la asociaba a unas termas. "El esquema de Mérida y el de Écija ofrecen planos arquitectónicos calcados e igual orientación, con ligera diferencia del de Écija, algo mayor", revela García-Dils. La tecnología permite hacer la prueba y, en efecto, los trazos casan a la perfección.
"Ambas ciudades fueron fundaciones militares de Augusto", aclara. La valía de los hallazgos es tal que incluso los expertos han podido documentar empíricamente lo que cuentan las crónicas: que Astigi fue una deductio, es decir, un área colonizada por tres legiones de veteranos con sus correspondientes familias. Una Roma sureña a escala.
Romanos que se comportan como tales y construyen sus casas a base de piedra caliza, como en la metrópoli, sólo que en Astigi deben traerla de lejanas canteras porque por estos pagos sólo existe la calcarenita, más blanda, reservada en un primer momento para las edificaciones de uso imperial.
De todas estas técnicas constructivas dan fe los hallazgos, que han arrojado columnas y capiteles hechos con calcarenita durante ese primer expediente constructivo de Astigi. Al igual que han aparecido otros, éstos ya de mármol, que manifiestan el apogeo hacia el que evolucionó la deductio a mediados del siglo I. "Es el gran momento de la ciudad, que crece como la espuma al calor del comercio con su bien más preciado, el aceite de oliva. Y como símbolo de ese orto, se copian las modas de Roma, las construcciones en mármol y granito, se demuelen los templos hechos con la tosca piedra local y surge la Astigi esplendorosa. Llega la marmorización", describe García-Dils.
Es el momento, en consecuencia, de los ricos comerciantes del aceite "el petróleo de la Antigüedad", suministrado al todopoderoso ejército romano en exclusiva desde Astigi. Y también la época dorada de los alfareros, que crean al calor de la demanda un polo industrial que se extendía desde Écija a Palma del Río, 20 kilómetros de hornos donde no se paraba de hacer vasijas en las que depositar tan preciado elemento en el Testaccio se han localizado entre 75 y 80 millones de ánforas con el sello astigitano, ahí es nada.
Pujanza romana que poco a poco iría menguando con el correr de las centurias, como también se ha documentado. De hecho, las viviendas mantienen básicamente sus núcleos principales desde el siglo I hasta, como poco, el VII, con las lógicas transformaciones y ampliaciones (sin ir más lejos, se ha hallado una basílica visigoda con 26 tumbas). Fue en estos momentos de ocaso cuando la zona de culto imperial debió degradarse, quedando la piscina (se estima que hacia el siglo V) como escombrera de excepción en cuyo interior dormitaban a buen recaudo algunas de las piezas más lucidas de la excavación, caso de la Amazona herida, santo y seña de la antigua Astigi y de la Écija contemporánea.
Fuente: FELIPE VILLEGAS, Diario de Sevilla, 28 de mayo de 2005
Enlace: http://www.diariodesevilla.com/diariodesevilla/articulo.asp?idart=1360975&idcat=1182
Enlaces de interés:
Museo Histórico Municipal de Écija:
http://museo.ecija.org/
ARQUEOLOGÍA EN ÉCIJA:
http://perso.wanadoo.es/historiaweb/antiqva/amazona/arqueologia_en_ecija.htm
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ASTIGI ROMANA
Écija, población sevillana emplazada a la orilla del Genil, posee un bello casco urbano que está declarado Conjunto Histórico Artístico desde 1966, siendo conocida como la ciudad de las torres en la medida en que el viajero que se acerca a ella puede pronto distinguir como once atalayas surgen de sus iglesias para elevarse a los cielos, sobresaliendo como saetas sobre el caserío. Al anochecer, cuando la ciudad y sus torres son iluminadas el espectáculo que se ofrece llega a sobrecoger por su gran belleza.
Existen abundantes vestigios que nos hablan de la ocupación tartésica y turdetana de la antigua Écija, sobre todo en la zona del Cerro de San Gil. Habría de ser, sin embargo, en los tiempos del genio de Roma cuando Écija se convertiría en una ciudad con rango de colonia enclavada en las inmediaciones del lugar por el que la Vía Augusta cruzaba el río Genil.
Esta ciudad romana, que sería conocida como Colonia Augusta Firma Astigi, revistió en esos momentos una gran relevancia llegando a ser cabeza de un convento jurídico, circunscripción administrativa que aglutinaba a un total de 49 ciudades que se distribuían por un territorio muy extenso que comprendía parte de las actuales provincias de Sevilla, Málaga, Granada, Jaén y Córdoba. Algunas de las ciudades que pertenecían al convento astigitano eran, a modo de ejemplo: Osuna (Urso), Jaén (Aurgi), Granada (Iliberri) o Antequera (Anticaria).
Esa relevancia de Astigi dentro de la provincia Bética romana estaba vinculada a dos circunstancias; de un lado, destaca su excelente ubicación, en el lugar por donde la Vía Augusta (que unía Tarraco con Hispalis y Gades) atravesaba las aguas del Genil, río por el que se podía navegar hasta su cercana desembocadura en el Guadalquivir (en las inmediaciones de la actual población cordobesa de Palma del Río, a unos 30 kms. de Écija) y desde allí hasta el mar. De otro lado, sobresale la importancia que la ciudad tuvo como eje de una comarca dedicada a la producción y comercio de aceite de oliva. Los grandes terratenientes de la zona acumularon inmensos recursos gracias a los beneficios que el tráfico de aceite les producía. La abundancia de vestigios de fábricas de ánforas en las que se envasaba el aceite para su envió a Roma y otras zonas del Imperio nos habla de la gran riqueza que se acumuló en estas tierras entre los siglos I y III d.C. Eran unos tiempos en que Astigi debía ofrecer una imagen de opulencia que, como luego veremos, coincide con los vestigios arqueológicos que se han identificado en recientes excavaciones y con otros anteriores que ya se venían exponiendo en el Museo local y en otros diversos edificios astigitanos (Ayuntamiento, iglesias, etc.).
EXCAVACIONES EN EL SALÓN
En las excavaciones que se vienen realizando en el solar de la Plaza de España de la ciudad, también conocida como El Salón, en pleno corazón de Écija, con la finalidad de construir unos aparcamientos subterráneos, han venido aflorando unos interesantes vestigios del pasado romano y musulmán de la población, entre los que sobresalen los restos de las termas romanas de Astigi, destacando una natatio o piscina de 23,80 metros de longitud y la palestra o zona no techada destinada a la practica de ejercicios de atletismo. La Amazona herida, objeto de este estudio, apareció el día 7 de febrero de 2002, precisamente en esa natatio, como luego tendremos ocasión de profundizar.
También se ha identificado en estas recientes excavaciones en El Salón los restos de una enorme necrópolis musulmana (mackbara) en la que han aflorado los restos de mas de 4.000 personas, que están siendo objeto de diversos estudios antropológicos que permitirán profundizar en aspectos como la edad de los fallecidos, causas de su muerte, alimentación, etc. En estos momentos se cree que este cementerio andalusí es el mayor que se ha excavado hasta ahora en nuestro país.
EL MITO DE LAS AMAZONAS
Los autores clásicos nos han transmitido noticias antiguas acerca de una raza mítica de mujeres que habría habitado en las tierras del Cáucaso y de Asia Menor, alejadas de las hombres, y dedicadas sobre todo a la caza y a la guerra. Las amazonas, de las que se dice que mataban a sus hijos varones y que solamente de manera ocasional cohabitaban con los hombres, constituían para los griegos un pueblo bárbaro cuyas costumbres eran ajenas a las de la cultura helena. De estas mujeres se dice en los viejos mitos que para poder manejar el arco con facilidad no dudaban, incluso, en hacerse amputar su seno derecho.
Sostiene la leyenda que Teseo, rey legendario de Atenas, se enamoró de Antíope, reina de las amazonas, a la que raptó llegando a tener con ella un hijo, al que llamarían Hipólito. Las amazonas, en venganza por el secuestro de Antíope, iniciaron la guerra con Atenas, llegando a invadir el Ática y poniendo en asedio la ciudad.
En el curso del enfrentamiento con los atenienses, las amazonas, a las que se consideraba especialmente devotas de la diosa Artemisa de Éfeso, con la que compartían tanto el amor por la caza como el desinterés por los hombres, habrían de ser brutalmente derrotadas por las gentes de Teseo. Ese es el motivo de que desde esos alejados tiempos los artistas han venido representando, una y otra vez, a las amazonas como bellas y aguerridas mujeres que a pesar de luchar con heroísmo habrían terminado siendo siempre vencidas por los hombres.
Es así frecuente encontrar imágenes de amazonas guerreras que son reproducidas como mujeres vencidas, heridas o incluso muertas, como en el caso de la Amazona muerta que se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. En tiempos más próximos, Rubens sería autor de un lienzo en el que inmersa en un gran sentido de movimiento se ofrece la imagen de estas mujeres cuando están siendo derrotadas por los griegos.
Por la Historia Natural de Plinio tenemos noticias de que cuando corría el año 440 a.C., se convocó un concurso de artistas a los que se pidió que creasen la imagen de una amazona que habría de acompañar a la diosa Artemisa en su santuario de Éfeso. Se dice que fueron llamados los grandes escultores del momento, entre ellos Fidias, Policleto y Crésilas, resultando vencedor tras ardua votación la imagen creada por Policleto.
En nuestros tiempos se piensa que existen tres representaciones escultóricas de amazonas que podrían responder al modelo que creó Policleto. Del primero, existe una copia en el Museo Vaticano; del segundo, existe otra en los Museos Capitolinos, y del tercero, finalmente, conocido como Amazona Sciarra se habrían conservado cuatro ejemplares, entre ellos la imagen encontrada en las excavaciones de Écija, encontrándose los otros tres en la Gliptoteca de Copenhague, el Museo de Berlín y el Museo Metropolitano de Nueva York. En suma, la Amazona de Écija sería una de las seis representaciones, todas ellas excepcionales, que podrían responder en todo el mundo al canon del modelo que Policleto creó.
RESTAURACION DE LA AMAZONA DE ÉCIJA
Tras su aparición en la piscina de las termas, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico se hizo cargo de los trabajos de restauración que la escultura astigitana precisaba. Ana Bouzas fue la responsable de esos trabajos de restauración y conservación que se iniciaron colocando la pieza en una burbuja a la que se aplicó durante 30 días un proceso de secado controlado para conseguir eliminar las humedades que presentaba. Posteriormente se iniciaron las tareas de limpieza mecánica del mármol, para lo que los expertos utilizaron palillos de madera, brochas y otros útiles que no resultasen abrasivos. De ese modo se pudo aflorar totalmente el mármol que antes había estado recubierto de arena y humedad durante más de 1.500 años.
La restauración habría de proseguir luego con los trabajos de consolidación de los abundantes restos de policromía que se han conservado en la escultura, que ya comentamos que destacan sobre todo en los ribetes del chitón y en el pilar en el que la amazona reposa su mano izquierda.
Dado que algunos elementos de la imagen (los pies, un brazo y parte del pilar) se encontraron rotos y separados de la pieza se hacía necesario ensamblar el conjunto; para ello, los restauradores decidieron utilizar varillas de acero inoxidable, aplicando luego como refuerzo resina epoxídica bicomponente de elevada resistencia.
Finalmente, buscando dotar de mayor estabilidad a la pieza se decidió colocar debajo de ella, como base de sujeción, una peana de metracrilato de color blanquecino, en línea con el color del mármol original. De no haberse colocado esa base, la dimensión reducida de la peana original no habría permitido asegurar la necesaria estabilidad al conjunto.
Fuente: ANTIQVA, Ildefonso Robledo Casanova
http://perso.wanadoo.es/historiaweb/contenidos.htm
Enlace al artículo: http://perso.wanadoo.es/historiaweb/antiqva/amazona/index_amazona.htm
La Amazona se expone actualmente en el Museo de Écija junto a otros materiales diversos, muchos de ellos también de gran valor, entre los que sobresalen el torso de un atleta, las piernas de un hombre, una cabeza con casco y diversos vestigios de restos arquitectónicos y epigráficos. La escultura que representa a la amazona apareció, según ya antes apuntábamos, en la natatio de las termas, al pie de las escalinatas por las que los bañistas se introducían en la piscina. La persona que tiene oportunidad de observar esta excepcional pieza queda inmediatamente sorprendida al comprobar su magnifico estado de conservación, inusual en una escultura que ha aflorado en el curso de una excavación arqueológica. Cuando se encontró solamente existían roturas en sus tobillos y en una de sus muñecas, lo que se debe a que la pieza no había sido derribada y tirada a la piscina sino que se había depositado allí cuidadosamente por personas que por algún motivo deseaban ocultarla, habiendo sido luego cubierta con restos de cornisas y sillares en un claro animo de ocultación y protección. Ese deseo de evitar su destrucción puede estar relacionado, posiblemente, con la llegada de los cristianos al poder. Para la nueva religión oficial del Imperio las termas estaban consideradas como los templos del paganismo. Los filósofos cristianos no dudaron en lanzar críticas feroces contra los edificios de baños públicos, en los que se acumulaba, según ellos, el placer y la lujuria. En un contexto de odio oficial de los nuevos poderes contra las termas es posible que un grupo de personas desearan ocultar esta bella imagen clásica, para evitar así su destrucción. A fin de cuentas no hemos de olvidar que Astigi fue pronto sede episcopal y que algunos siglos después, ya en el siglo VII, Santa Flora, hermana del Obispo San Fulgencio, decidiría crear en estas tierras el primer monasterio de vírgenes que habría de existir en España. La representación de la Amazona astigitana se inspira claramente en los modelos de la escultura griega clásica, idealizada, en bronce, de los siglos V y IV a.C. En esos tiempos imágenes de dioses, héroes y atletas fueron esculpidos por los genios griegos y posteriormente esas obras habrían de ser reproducidas en mármol por los artistas romanos. La Amazona se esculpió en los momentos del Alto Imperio, en el siglo I d.C. y es seguro que no se trata de una pieza de producción local sino que fue importada de otro lugar, quizás de la propia Roma. La pieza representa a una mujer de fuerte estampa, sobre todo en sus hombros, cuyo brazo izquierdo se apoya en un pequeño pilar moldurado, en tanto que el derecho se está alzando, colocando su mano tras la nuca, lo que deja ver una herida en su costado. Ya hemos comentado antes el excepcional estado de conservación, en el que destaca además que se conservan diversos restos de un cromatismo de tono rojizo que todavía se pueden contemplar en el pilar en el que se apoya, así como en cabellos, ojos, ribetes del chitón corto que viste, cinturón, sandalias, etc. (ANTIQVA)
Balance de una 'explotación' a cielo abierto que ha durado ocho años.
Como si de una Roma a escala se tratara. No es hipérbole. Así es la Écija que ha venido aflorando en la Plaza del Salón desde finales de 1997 a propósito del proyecto de construcción de un aparcamiento subterráneo. Y claro, a poco que se escarbe, reverdece el pasado, que nos revisita para pavonearse cuando puede, como es el caso, en el que la Astigi romana alcanza un periodo de brillantez, riqueza y boato comparables al de la metrópoli.
3.600 metros cuadrados dan mucho juego. La bicoca del arqueólogo, atenazado a diario entre las apreturas de sondeos minúsculos y las habituales presiones de los constructores privados. Imagine el lector una gran plaza rectangular rebanada al método científico. No hay que profundizar demasiado para que broten datos de episodios pretéritos. Entre metro y medio y dos metros de profundidad hay condensados 20 siglos. ¿Alguien da más?
El Salón, nombre con que el vulgo denomina la plaza, es una mina que durante ocho años (con parones burocráticos por medio) se ha excavado a cielo abierto. No había oro ni plata ni azogue, sino arqueología en estado puro, información clave para reconstruir uno de los momentos dorados de la cronología ecijana, el romano. No cabe otra interpretación cuando se visitan los almacenes del Museo Histórico Municipal, atestados con unos 4.000 fragmentos romanos de mármol, por otros 10.000 de cerámica, amén de cuatro mosaicos completos.
Tamaña cantidad de piezas escolta a esas otras que han sido y son las perlas con nombre propio de tantos años de excavaciones: es el caso de la imponente escultura de la Amazona herida, que apareció intacta y con, cosa rarísima, restos de la policromía que lució en origen; una cabeza de atleta de excelente factura hallada recientemente, un torso también de atleta, una cabeza de Marte, la lápida de una tumba visigoda en la que se ofrece el DNI del finado... Piezas todas cuyo eco ha excedido con mucho los límites de la provincia para motivar la curiosidad y el interés de no pocos especialistas, asombrados por la cantidad y calidad de lo ganado a la tierra, que tampoco ha sido poco en lo referente a Istiyya, la Écija islámica.
La excavación está prácticamente finiquitada. El que se acerque hasta El Salón ya no verá más que grúas y demás maquinaria, lo que indica que el proyecto ha pasado a una nueva fase. Es tiempo de ajustar el proyecto ganador del concurso de ideas convocado, que reservará un espacio in situ para la arqueología, escaso a tenor de los hallazgos pero en cualquier modo imprescindible. Se trata de conservar la piscina, eje vertebrador de un pequeño centro de interpretación que remitirá forzosamente al museo de Écija, lugar donde por fortuna se exhibirá lo mucho aparecido (otras localidades no pueden decir lo mismo, pese a las reiteradas solicitudes elevadas ante los responsables de la Consejería de Cultura).
¿Y qué es lo aparecido? Historia en estado puro, la que va desde el primer expediente constructivo de la plaza, que data del siglo XV, y se pierde en época romana. Esos cinco siglos durante los que el solar ha permanecido como plaza pública y, por tanto, escasamente urbanizado, casi virgen han permitido obtener un nivel de conservación óptimo en los restos de etapas anteriores.
A sólo medio metro de profundidad afloraban los límites de una maqbara o cementerio islámico cuyas proporciones sorprendieron a propios y extraños, con más de 4.000 cuerpos repartidos a lo largo y ancho de un área que se sospecha ocuparía no menos de 7.000 metros cuadrados. "La Écija islámica se conoce muy mal", explica Sergio García-Dils, arqueólogo municipal de la ciudad y director de la tercera y última fase de las excavaciones en El Salón. Ahora se sabe más de aquella Istiyya, lo que no oculta que los antropólogos se hayan visto desbordados ante tanta tumba y tantos huesos. "No se olvide que Écija fue la primera gran ciudad romana que invadieron los musulmanes a partir del año 711", recuerda el arqueólogo, lo que explicaría su densidad humana apreciable.
El expediente romano se ha constatado justo por debajo, entre 1,5 y 2,5 metros de profundidad, cota exigua si se la compara con las más profundas en las que suele documentarse la huella de Hispalis en Sevilla, a menudo con acceso dificultado por el nivel freático.
No así en Écija, cuya Astigi ha emergido dibujando dos espacios bien diferenciados: por un lado, el de las domus romanas, sus tabernas y comercios; por otro, el delimitado por un contrafuerte de sillares, en cuyo interior se alzó un recinto de culto imperial (temenos) del que sólo se ha hallado la piscina, teniéndose la sospecha de que el templo sobre podio sirvió de asiento para la aledaña Iglesia de Santa Bárbara.
El paralelo de la Mérida romana (Emerita Augusta) ha sido crucial para desterrar la hipótesis original en torno a esta zona de culto, que la asociaba a unas termas. "El esquema de Mérida y el de Écija ofrecen planos arquitectónicos calcados e igual orientación, con ligera diferencia del de Écija, algo mayor", revela García-Dils. La tecnología permite hacer la prueba y, en efecto, los trazos casan a la perfección.
"Ambas ciudades fueron fundaciones militares de Augusto", aclara. La valía de los hallazgos es tal que incluso los expertos han podido documentar empíricamente lo que cuentan las crónicas: que Astigi fue una deductio, es decir, un área colonizada por tres legiones de veteranos con sus correspondientes familias. Una Roma sureña a escala.
Romanos que se comportan como tales y construyen sus casas a base de piedra caliza, como en la metrópoli, sólo que en Astigi deben traerla de lejanas canteras porque por estos pagos sólo existe la calcarenita, más blanda, reservada en un primer momento para las edificaciones de uso imperial.
De todas estas técnicas constructivas dan fe los hallazgos, que han arrojado columnas y capiteles hechos con calcarenita durante ese primer expediente constructivo de Astigi. Al igual que han aparecido otros, éstos ya de mármol, que manifiestan el apogeo hacia el que evolucionó la deductio a mediados del siglo I. "Es el gran momento de la ciudad, que crece como la espuma al calor del comercio con su bien más preciado, el aceite de oliva. Y como símbolo de ese orto, se copian las modas de Roma, las construcciones en mármol y granito, se demuelen los templos hechos con la tosca piedra local y surge la Astigi esplendorosa. Llega la marmorización", describe García-Dils.
Es el momento, en consecuencia, de los ricos comerciantes del aceite "el petróleo de la Antigüedad", suministrado al todopoderoso ejército romano en exclusiva desde Astigi. Y también la época dorada de los alfareros, que crean al calor de la demanda un polo industrial que se extendía desde Écija a Palma del Río, 20 kilómetros de hornos donde no se paraba de hacer vasijas en las que depositar tan preciado elemento en el Testaccio se han localizado entre 75 y 80 millones de ánforas con el sello astigitano, ahí es nada.
Pujanza romana que poco a poco iría menguando con el correr de las centurias, como también se ha documentado. De hecho, las viviendas mantienen básicamente sus núcleos principales desde el siglo I hasta, como poco, el VII, con las lógicas transformaciones y ampliaciones (sin ir más lejos, se ha hallado una basílica visigoda con 26 tumbas). Fue en estos momentos de ocaso cuando la zona de culto imperial debió degradarse, quedando la piscina (se estima que hacia el siglo V) como escombrera de excepción en cuyo interior dormitaban a buen recaudo algunas de las piezas más lucidas de la excavación, caso de la Amazona herida, santo y seña de la antigua Astigi y de la Écija contemporánea.
Fuente: FELIPE VILLEGAS, Diario de Sevilla, 28 de mayo de 2005
Enlace: http://www.diariodesevilla.com/diariodesevilla/articulo.asp?idart=1360975&idcat=1182
Enlaces de interés:
Museo Histórico Municipal de Écija:
http://museo.ecija.org/
ARQUEOLOGÍA EN ÉCIJA:
http://perso.wanadoo.es/historiaweb/antiqva/amazona/arqueologia_en_ecija.htm
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ASTIGI ROMANA
Écija, población sevillana emplazada a la orilla del Genil, posee un bello casco urbano que está declarado Conjunto Histórico Artístico desde 1966, siendo conocida como la ciudad de las torres en la medida en que el viajero que se acerca a ella puede pronto distinguir como once atalayas surgen de sus iglesias para elevarse a los cielos, sobresaliendo como saetas sobre el caserío. Al anochecer, cuando la ciudad y sus torres son iluminadas el espectáculo que se ofrece llega a sobrecoger por su gran belleza.
Existen abundantes vestigios que nos hablan de la ocupación tartésica y turdetana de la antigua Écija, sobre todo en la zona del Cerro de San Gil. Habría de ser, sin embargo, en los tiempos del genio de Roma cuando Écija se convertiría en una ciudad con rango de colonia enclavada en las inmediaciones del lugar por el que la Vía Augusta cruzaba el río Genil.
Esta ciudad romana, que sería conocida como Colonia Augusta Firma Astigi, revistió en esos momentos una gran relevancia llegando a ser cabeza de un convento jurídico, circunscripción administrativa que aglutinaba a un total de 49 ciudades que se distribuían por un territorio muy extenso que comprendía parte de las actuales provincias de Sevilla, Málaga, Granada, Jaén y Córdoba. Algunas de las ciudades que pertenecían al convento astigitano eran, a modo de ejemplo: Osuna (Urso), Jaén (Aurgi), Granada (Iliberri) o Antequera (Anticaria).
Esa relevancia de Astigi dentro de la provincia Bética romana estaba vinculada a dos circunstancias; de un lado, destaca su excelente ubicación, en el lugar por donde la Vía Augusta (que unía Tarraco con Hispalis y Gades) atravesaba las aguas del Genil, río por el que se podía navegar hasta su cercana desembocadura en el Guadalquivir (en las inmediaciones de la actual población cordobesa de Palma del Río, a unos 30 kms. de Écija) y desde allí hasta el mar. De otro lado, sobresale la importancia que la ciudad tuvo como eje de una comarca dedicada a la producción y comercio de aceite de oliva. Los grandes terratenientes de la zona acumularon inmensos recursos gracias a los beneficios que el tráfico de aceite les producía. La abundancia de vestigios de fábricas de ánforas en las que se envasaba el aceite para su envió a Roma y otras zonas del Imperio nos habla de la gran riqueza que se acumuló en estas tierras entre los siglos I y III d.C. Eran unos tiempos en que Astigi debía ofrecer una imagen de opulencia que, como luego veremos, coincide con los vestigios arqueológicos que se han identificado en recientes excavaciones y con otros anteriores que ya se venían exponiendo en el Museo local y en otros diversos edificios astigitanos (Ayuntamiento, iglesias, etc.).
EXCAVACIONES EN EL SALÓN
En las excavaciones que se vienen realizando en el solar de la Plaza de España de la ciudad, también conocida como El Salón, en pleno corazón de Écija, con la finalidad de construir unos aparcamientos subterráneos, han venido aflorando unos interesantes vestigios del pasado romano y musulmán de la población, entre los que sobresalen los restos de las termas romanas de Astigi, destacando una natatio o piscina de 23,80 metros de longitud y la palestra o zona no techada destinada a la practica de ejercicios de atletismo. La Amazona herida, objeto de este estudio, apareció el día 7 de febrero de 2002, precisamente en esa natatio, como luego tendremos ocasión de profundizar.
También se ha identificado en estas recientes excavaciones en El Salón los restos de una enorme necrópolis musulmana (mackbara) en la que han aflorado los restos de mas de 4.000 personas, que están siendo objeto de diversos estudios antropológicos que permitirán profundizar en aspectos como la edad de los fallecidos, causas de su muerte, alimentación, etc. En estos momentos se cree que este cementerio andalusí es el mayor que se ha excavado hasta ahora en nuestro país.
EL MITO DE LAS AMAZONAS
Los autores clásicos nos han transmitido noticias antiguas acerca de una raza mítica de mujeres que habría habitado en las tierras del Cáucaso y de Asia Menor, alejadas de las hombres, y dedicadas sobre todo a la caza y a la guerra. Las amazonas, de las que se dice que mataban a sus hijos varones y que solamente de manera ocasional cohabitaban con los hombres, constituían para los griegos un pueblo bárbaro cuyas costumbres eran ajenas a las de la cultura helena. De estas mujeres se dice en los viejos mitos que para poder manejar el arco con facilidad no dudaban, incluso, en hacerse amputar su seno derecho.
Sostiene la leyenda que Teseo, rey legendario de Atenas, se enamoró de Antíope, reina de las amazonas, a la que raptó llegando a tener con ella un hijo, al que llamarían Hipólito. Las amazonas, en venganza por el secuestro de Antíope, iniciaron la guerra con Atenas, llegando a invadir el Ática y poniendo en asedio la ciudad.
En el curso del enfrentamiento con los atenienses, las amazonas, a las que se consideraba especialmente devotas de la diosa Artemisa de Éfeso, con la que compartían tanto el amor por la caza como el desinterés por los hombres, habrían de ser brutalmente derrotadas por las gentes de Teseo. Ese es el motivo de que desde esos alejados tiempos los artistas han venido representando, una y otra vez, a las amazonas como bellas y aguerridas mujeres que a pesar de luchar con heroísmo habrían terminado siendo siempre vencidas por los hombres.
Es así frecuente encontrar imágenes de amazonas guerreras que son reproducidas como mujeres vencidas, heridas o incluso muertas, como en el caso de la Amazona muerta que se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. En tiempos más próximos, Rubens sería autor de un lienzo en el que inmersa en un gran sentido de movimiento se ofrece la imagen de estas mujeres cuando están siendo derrotadas por los griegos.
Por la Historia Natural de Plinio tenemos noticias de que cuando corría el año 440 a.C., se convocó un concurso de artistas a los que se pidió que creasen la imagen de una amazona que habría de acompañar a la diosa Artemisa en su santuario de Éfeso. Se dice que fueron llamados los grandes escultores del momento, entre ellos Fidias, Policleto y Crésilas, resultando vencedor tras ardua votación la imagen creada por Policleto.
En nuestros tiempos se piensa que existen tres representaciones escultóricas de amazonas que podrían responder al modelo que creó Policleto. Del primero, existe una copia en el Museo Vaticano; del segundo, existe otra en los Museos Capitolinos, y del tercero, finalmente, conocido como Amazona Sciarra se habrían conservado cuatro ejemplares, entre ellos la imagen encontrada en las excavaciones de Écija, encontrándose los otros tres en la Gliptoteca de Copenhague, el Museo de Berlín y el Museo Metropolitano de Nueva York. En suma, la Amazona de Écija sería una de las seis representaciones, todas ellas excepcionales, que podrían responder en todo el mundo al canon del modelo que Policleto creó.
RESTAURACION DE LA AMAZONA DE ÉCIJA
Tras su aparición en la piscina de las termas, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico se hizo cargo de los trabajos de restauración que la escultura astigitana precisaba. Ana Bouzas fue la responsable de esos trabajos de restauración y conservación que se iniciaron colocando la pieza en una burbuja a la que se aplicó durante 30 días un proceso de secado controlado para conseguir eliminar las humedades que presentaba. Posteriormente se iniciaron las tareas de limpieza mecánica del mármol, para lo que los expertos utilizaron palillos de madera, brochas y otros útiles que no resultasen abrasivos. De ese modo se pudo aflorar totalmente el mármol que antes había estado recubierto de arena y humedad durante más de 1.500 años.
La restauración habría de proseguir luego con los trabajos de consolidación de los abundantes restos de policromía que se han conservado en la escultura, que ya comentamos que destacan sobre todo en los ribetes del chitón y en el pilar en el que la amazona reposa su mano izquierda.
Dado que algunos elementos de la imagen (los pies, un brazo y parte del pilar) se encontraron rotos y separados de la pieza se hacía necesario ensamblar el conjunto; para ello, los restauradores decidieron utilizar varillas de acero inoxidable, aplicando luego como refuerzo resina epoxídica bicomponente de elevada resistencia.
Finalmente, buscando dotar de mayor estabilidad a la pieza se decidió colocar debajo de ella, como base de sujeción, una peana de metracrilato de color blanquecino, en línea con el color del mármol original. De no haberse colocado esa base, la dimensión reducida de la peana original no habría permitido asegurar la necesaria estabilidad al conjunto.
Fuente: ANTIQVA, Ildefonso Robledo Casanova
http://perso.wanadoo.es/historiaweb/contenidos.htm
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7 comentarios
josep zalez zalez -
Un cordial saludo.
LUIS -
luis -
pedro maceda rasmussen -
Pedro C. García Fernández -
Si el emperador Augusto levantara la cabeza y viera la birria de estatua que le han dedicado los astigitanos a quien fuera el fundador de su ciudad..... es de veras una pena.
Miguel A. Virgil Baeza -
juan manuel muñoz gambero -