España confirma que el navío del caso Odyssey es español
James Goold, abogado del Estado español en el juicio que se sigue en Tampa (Florida) por el "caso Odyssey" ha confirmado que el navío "expoliado" por la empresa estadounidense es el Nuestra Señora de las Mercedes, perteneciente a la Armada Española y hundido en octubre de 1804.
"El misterio ha acabado", ha asegurado Goold. Las monedas y demás efectos que iban en el navío Nuestra Señora de las Mercedes "pertenecen a la Armada española", y todas las pruebas apuntan a que el tesoro encontrado por Odyssey "coincide" con la documentación sobre la carga que iba a bordo de ese barco. Goold ha realizado esta afirmación en la rueda de prensa que ha tenido lugar en la sede del Ministerio de Cultura, y en la que tanto este abogado como el director general de Bellas Artes, José Jiménez, han asegurado que las actuaciones de Odyssey en todo este proceso han sido "moral y legalmente inaceptables".
Goold ha señalado que con la identificación de "Las Mercedes", el navío está protegido por el principio de la inmunidad soberana, "principio jurídico absolutamente claro" en Estados Unidos y en el resto del mundo, que se aplica a todos los navíos, estén en aguas internacionales o nacionales.
El abogado ha añadido que el lugar donde se han desarrollado "las operaciones secretas" de Odyssey es el mismo donde se hundió "Las Mercedes", si bien no precisó más datos geográficos por "razones de seguridad". Las pruebas recogidas "colocan a Odyssey directamente en la escena del crimen".
La fragata Nuestra Señora de las Mercedes se hundió en octubre de 1804, tras un combate naval que libró una escuadrilla española con la flota inglesa frente a la costa portuguesa del Algarve. Tras la explosión perecieron "más de 200 marinos y sus familias". Ese hundimiento "fue un acontecimiento en la historia mundial y en la de España", equivalente a lo que sucedió en la batalla de Pearl Harbor, ha afirmado James Goold.
Según James Goold, el pasado mes de enero el juez Mark A. Pizzo ordenó a Odyssey permitir a España "analizar las monedas y otros objetos encontrados», pero la empresa norteamericana puso «objeciones» al respecto. Posteriormente, el juez eliminó las discrepancias de Odyssey y dejó vía libre a "que siguiéramos adelante con la inspección. De modo que hemos tenido que ir dos veces al Tribunal para obtener el permiso de análisis de las monedas".
El equipo que inspeccionó las 500.000 monedas de oro y plata obtenidas por Odyssey y valoradas en 373 millones de euros, estaba compuesto por el presidente del Consejo Nacional de Patrimonio y director del Arqua, Rafael Azuar; la directora del gabinete de Numismática y Medallística del Museo Nacional de Arqueología, Carmen Alfaro y la subdirectora adjunta de la dirección general de Patrimonio, Elisa del Cabo.
Decenas de galeones españoles cargados de tesoros permanecen sumergidos ante la indiferencia general. Empresas de expoliadores aprovechan esta dejadez para lucrarse.
La empresa de cazatesoros estadounidense Odyssey Explorer ha sido capaz de hacerse con un cargamento de 500.000 monedas de oro y plata valorado en 373 millones de euros procedente de la fragata ’Nuestra Señora de las Mercedes’, hundida el 5 de octubre de 1804 tras un traicionero ataque de la Armada inglesa frente al cabo Santa María, en las costas portuguesas de Faro. Traicionero porque España e Inglaterra no estaban entonces en guerra y los navíos ingleses aprovecharon para atacar con alevosía el convoy cargado de oro que llegaba, con puntualidad oceánica, desde América.
«Sabíamos que se trataba del ’Mercedes’. Odyssey habló de 500.000 monedas acuñadas, una cifra excepcional en la historia del comercio con América. Así consta en los documentos de carga de las fragatas. Venía con quina, canela y telas de vicuña. Además, dijeron que las monedas se encontraban esparcidas en una amplia zona del fondo marino. No había dudas», explica en la sede madrileña de la Real Academia de la Historia (RAH) su presidente, Hugo O’Donnell. «Estaba claro. Al ’Mercedes’, atacado por sorpresa, le reventó la santabárbara y el buque saltó por los aires. De otro modo, las monedas se hubieran recuperado dentro de sus sólidas arcas metálicas, cerradas con candado y que sólo los claveros podían abrir», señala.
A los ojos de estos estudiosos del pasado, el expolio estaba claro. En las fotos aparecían los reales de a ocho (duros o columnarios, el dólar de aquellos siglos, ya que era una moneda aceptada en todo el mundo, desde China a Macassar) con la efigie de Carlos III. «Nos roban con absoluta impunidad después de pasarse siete meses junto a nuestras costas y sin que nadie intervenga. Esto chirría», se lamenta el también historiador Martín Almagro Gorbea. «Abrimos nuestros archivos, donde aparecen consignados todos los naufragios de nuestros barcos, y ni siquiera les pedimos un compromiso de que no usen esa información para expoliar los buques», se duele el académico de la RAH.
Fragata Nuestra Señora de las Mercedes (1786-1804)
Botada en La Habana en 1786, explotó a consecuencia del combate con los británicos el 5 de octubre de 1804, en tiempo de paz, por una escuadrilla de cuatro fragatas británicas bajo el mando del comodoro Graham Moore. Su comandante era José Manuel de Goicoa y Labart, que se vio abatido por el Amphion, con 250 hombres al mando de Samuel Sutton. Sólo sobrevivieron 41 personas, muriendo con la tripulación varias mujeres y niños que iban como pasaje. La flota española estaba compuesta por el Medea, el Fama, el Mercedes y el Santa Clara. Una armada con 148 cañones y un total de 1.089 hombres, que fueron capturadas.
La Batalla del Cabo de Santa María
Son las ocho de la mañana del día 5 de octubre de 1804. La fragata La Clara hace a esa hora señal de cuatro velas indicando al resto de la flota la aparición de fragatas inglesas en el mismo rumbo. La cosa está tranquila. Las noticias que han llegado de los bajeles que la escuadra se ha encontrado a su paso desde que saliera el 9 de agosto de Montevideo, sólo confirmaban la neutralidad de España en la guerra que mantenían Inglaterra y Francia. Pero el jefe de la escuadra, José Bustamante y Guerra, es hombre precavido. Ha pasado mucha mar como comandante de la corbeta Atrevida, compañero de Malaespina en la campaña científica y además ha sido gobernador político-militar de Montevideo. Así que prefiere estar preparado por si la cosa ha cambiado sin que él se enterase y ordena formar en línea con zafarrancho de combate.
Una hora más tarde, y a vista del cabo de Santa María, las fragatas inglesas se acercan por barlovento. La más grande de todas, la llamada Indefatigable, está comandada por el comodoro Moore, que acaba de mandar un bote con un oficial y un intérprete para decirle algo a Bustamante. Que tenemos orden de retener esta división y llevarla a Inglaterra y además nos vamos a quedar con todo lo que lleváis. A no ser que quieran ustedes derramamiento de sangre, en cuyo caso, a la vista está que les superamos en porte y cañones. Bustamante se lo pensó y lo consultó con sus oficiales, para concluir que mantendrían el honor si la Indefatigable y las otras tres se atrevían a atacar.
No se había separado el bote aún cuando se escuchó el primer cañonazo de aviso de Moore, los cuatro barcos se acercaron a corta distancia dando comienzo la batalla. A los pocos minutos de combate, La Mercedes salta por los aires llevándose al fondo los cadáveres de 249 de sus tripulantes y la fortuna acaudalada por soldados y mercaderes en las Indias. El resto son apresados sin mucha resistencia y llevados a Inglaterra.
La prensa británica de la época ya tenía el colmillo que posee la de ahora y no se arredró a criticar con dureza la decisión de atacar a los españoles. "Un gran delito acaba de cometerse", señalaba un papel de Londres. "La ley de las naciones ha padecido la violación más atroz: una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz [...] sus leales súbditos han perecido en su defensa, infestando nuestras costas sus saqueados tesoros, y, como el de un pirata, nuestro pabellón tremola sobre el débil, el infeliz y el oprimido...".
La historia continúa con el apoyo de España a la Francia de Napoleón. La afrenta de esta batalla frente a la costa portuguesa del Algarve, y que supuso el hundimiento de La Mercedes y el apresamiento del resto de la flota, acabó con la paz entre Inglaterra y España y fue un antecedente reconocido de la batalla de Trafalgar un año después.