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Hispania prerromana

Hallan restos arqueológicos que confirman el pasado vetón de la ciudad de Ávila

Hallan restos arqueológicos que confirman el pasado vetón de la ciudad de Ávila Foto: Parte de los hallazgos encontrados en la rehabilitación del convento de los Padres Paúles, en Ávila. / JÓNATHAN MARTÍN

Los descubrimientos han salido a la luz en las obras de remodelación de dos edificios de la Administración regional En Santa Ana han sido encontradas 34 lápidas de los siglos XVII al XIX

Por Sonia Andrino, El Norte de Castilla, 6 de abril de 2005

RESTOS MÁS IMPORTANTES

Convento de los Paúles

Han aparecido una secuencia estratigráfica de 2, 5 metros, bolos graníticos, muros de un edificio imperial, un horno de vidrio romano, pizarras visigodas, materiales de la Edad Media y restos del XVI como la documentación de un aljibe.

Monasterio de Santa Ana

34 lápidas de los siglos XVII al XIX, entre ellas la de una de las criadas de la reina Isabel la Católica.

Las obras que se están realizando en dos edificios dependientes de la Administración regional en Ávila -el antiguo monasterio de Santa Ana y el convento de los Padres Paúles, ambos en la capital- han dejado al descubierto un importante hallazgo arqueológico que ayuda a comprender la historia de la ciudad.

En el convento de los Padres Paúles, donde la Junta ha invertido casi seis millones de euros para acondicionarlo y trasladar hasta allí a 120 funcionarios, se ha llevado a cabo una actuación de cuatro meses. La obra ha consistido en la excavación de más de seiscientos metros cuadrados entre los tres patios del solar, que después serán ocupados por los nuevos edificios.

Según la arqueóloga Soledad Estremera, que ha examinado los restos, lo más significativo es que se ha documentado una secuencia estratigráfica de casi 2,5 metros de potencia que abarca prácticamente toda la historia de la ciudad de Ávila, desde la época indígena, es decir vetona. Este hecho se explica en el descubrimiento de estructuras subterráneas utilizadas como silos, incluso algunos restos de muros y una cantidad «bastante significativa de material» que fija la presencia vetona en la capital entre el año 70 antes de Cristo y el siglo I después de Cristo.

Aunque esta hipótesis de que los pobladores de los castros celtas de Las Cogotas y Ulaca se desplazaran a la ciudad buscando la llanura del Adaja ya se barajó con los hallazgos arqueológicos ubicados en la Plaza del Mercado Grande, estos nuevos yacimientos confirman la presencia vetona en la capital durante la segunda mitad del siglo I antes de Cristo, según informa Europa Press.

De época vetona también han sido encontradas estructuras subterráneas empleadas como silos, posibles hoyos de poste de cabañas, restos de muros y material que revela la presencia indígena en esta zona de la ciudad, muy próxima a la Muralla.

Horno de vidrio romano

Respecto a las obras del convento de los Paúles, han aparecido del periodo romano estructuras bastante dilatadas: bolos graníticos aprovechados como cantera en esa época, muros de un edificio de alto corte imperial o un horno de vidrio que también está datado en los siglos I y II después de Cristo. También han aparecido estructuras más tardías o niveles de corte visigodo como las pizarras con numerales, característica de esa época. También estructuras de la plena y baja Edad Media y una cantidad enorme de material para conocer las cocinas, almacenes de la época, y también otros restos más modernos, del XVI, que corresponden a lo que queda del antiguo palacio de los Águila-Bracamonte, que después fue reaprovechado por el convento de los Paúles. En este periodo la arqueóloga destacó la documentación de un aljibe, probablemente del palacio, colmatado con materiales del siglo XVII que habla del elevado nivel de vida de la familia que habitó el palacio en esa etapa.

Por otra parte, en el monasterio de Santa Ana, las obras están consistiendo en la rehabilitación de una de las capillas para convertirla en auditorio y sala de exposiciones, para lo que se cuenta con un presupuesto de 250.000 euros.

Durante el transcurso de las mismas han sido halladas 34 lápidas de los siglos XVII al XIX que, según el arquitecto responsable, Óscar Alonso, han permitido realizar una «lectura interesante» de la historia del monasterio y la ciudad, porque han tenido mucha relación. Las tumbas presentan un importante estado de desgaste y por ello solo se ha podido leer la mitad. Fruto de ese trabajo se ha descubierto que en ese monasterio está enterrada una de las criadas de la reina Isabel la Católica, o una haya de la Princesa Juana, hija de Isabel de Portugal. El resto pertenecen a las abadesas del monasterio, entre ellas una de las beatas, María Vela, beatificada pocos años después de la canonización de Santa Teresa de Jesús, y algunos aristócratas del XVI o XVII.

La consejera de Hacienda, Pilar del Olmo, que visitó ayer las obras, dijo que algunos de estos restos se mantendrán en el lugar en el que aparecieron, pero otros se donarán al Museo de Ávila.

Alicante. La Vila reconstruye una vasija griega del siglo V antes de Cristo

Alicante. La Vila reconstruye una vasija griega del siglo V antes de Cristo Foto: Esta pieza inusual en Iberia, era característica del Mar Negro

POBLE NOU. EL DESCUBRIMIENTO FUE ENCONTRADO EN LA NECROPOLIS EN 2004

La sección municipal de arqueología, etnografía y museos del ayuntamiento de la Vila Joiosa ha restaurado una «singular» vasija griega que data del siglo V antes de Cristo. El director del instituto de investigación «Maison René Gnouvés», del Centre National de la Récherche Scientifique (CNRS), Pierre Rouillard, remarcó la excepcionalidad de la pieza en el contexto de la Península Ibérica puesto que las cráteras decoradas con amazonas se solían vender en las costas del Mar Negro; ya que en ese entorno se ubicaba este pueblo de mujeres guerreras, sobre las que cuenta la leyenda que para tener descendencia hacían llegar hombres y que, después sacrificaban a sus hijos varones.

Por Mónica Torrente, la Vila Joiosa, Levante. 3 de abril de 2005

Asimismo, su ocupación era la caza y la guerra, siendo admirables jinetes. La historia cuenta que se solían amputar un pecho para que no les estorbara al disparar; sus armas consistían en el arco, la flecha, el hacha, la maza y su escudo que tenía forma de media luna. Las amazonas participaron en la Guerra de Troya ayudando a esta ciudad, el guerrero griego Ulises mató en combate a la reina de este pueblo, Pentesilea.«La escena que protagonizan las amazonas es poco frecuente puesto que aparecen en posición de descanso, como charlando y no como suelen representarse que es luchando», destacó el investigador francés y añadió que esta zona en las piezas se solía pintar al dios griego del vino, Dionisios.

Las cráteras son distintos tipos: ésta es «de columnas», por la forma de las asas. Tal como indicó Rouillard, «este modelo es muy escaso en España». Estas vasijas servían para mezclar vino y agua, ya que los griegos creían que beber vino sólo era costumbre de bárbaros. Roudillard, uno de los mayores expertos mundiales en cerámica griega, también codirige en el municipio una excavación dentro del proyecto franco-español «Villajoyosa Ibérica»La pieza permanecerá expuesta en la sala de arqueología de la Vila Joiosa durante abril, mayo y junio, contando con el apoyo audiovisual en cinco idiomas (castellano, valenciano, inglés, francés y alemán). «Cada tres meses se selecciona una pieza de las que hemos encontrado y restaurado en nuestro municipio para que el público pueda admirarla. Hemos tenido que hacerlo así para poder mostrar todos los descubrimientos que poseemos debido a las dimensiones escasas del lugar», aseveró la concejala de Cultura, Loli Such y añadió la necesidad de la Vila Joiosa de disponer de un museo arqueológico, «estamos estudiando el proyecto porque es muy importante para nosotros. Hemos aumentado el personal de este departamento con un arqueólogo y una restauradora más y tenemos problemas de espacio».

Recomposición de 80 trozos

«La restauración ha sido muy compleja puesto que se han tenido que recomponer más de 80 fragmentos», según explicó la restauradora del Consistorio Vilero, María José Velázquez. La vasija fue encontrada en las excavaciones del cementerio ibérico de Poble Nou en el año 2004, lugar donde se han encontrado restos mortales con una antigüedad de hasta 2.600 años. Para reintegrar alguna parte que falta ha habido que realizar una labor de investigación en bibliotecas especializadas y realizar un desplazamiento al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, que tiene la mejor colección de cerámica griega de España.

Sevilla. Dos estelas tartésicas, halladas en el campo

Sevilla. Dos estelas tartésicas, halladas en el campo

Foto: Una de las dos estelas tartésicas aparecidas en la Sierra Norte de Sevilla.

Hallazgo casual. La Guardia Civil encontró las dos piedras, de una antigüedad entre 3.100 y 3.200 años, en una ronda rutinaria en la Sierra Norte de Sevilla.

La Guardia Civil de Sevilla, en una actuación conjunta efectuada con arqueólogos y profesores de la Universidad de Sevilla, ha localizado dos estelas tartésicas de gran valor y en bastante buen estado de conservación en un punto de la Sierra Norte de Sevilla no determinado por razones de seguridad, puesto que próximamente se espera peinar la zona por si quedasen más vestigios como los hallados, que se calcula que tienen una antigüedad de entre 3.200 y 3.100 años.

Según ha informado la Benemérita, el hallazgo, que ha sido fortuito, se ha producido gracias a la actuación de los integrantes de una Patrulla Rural de la Guardia Civil de Sevilla, quienes durante su vigilancia rutinaria se percataron de la existencia, en medio del campo, de una piedra de generosas proporciones, las mismas que coincidían con la fisonomía de una estela tartésica.

Por Felipe Villegas, EFE/Europa Sur, 19 de marzo de 2005

Ante la sospecha -dada su instrucción y sensibilización en el campo patrimonial- de que se trataba de un vestigio arqueológico y no de un simple pedrusco, el instituto armado solicitó la colaboración de varios profesores de la Universidad de Sevilla, cuya presencia en el lugar permitió localizar otra estela más.

Las dos piezas ya han sido puestas a buen recaudo en las dependencias de la Guardia Civil y se está a la espera de que la delegación provincial de Cultura, cuyos técnicos han seguido de cerca la operación, se haga cargo de las mismas y de su traslado hasta su lugar natural, el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla.

El hallazgo ha sorprendido porque si bien en el valle del bajo Guadalquivir, ámbito donde se desarrolló la llamada cultura tartésica, aparecieron con anterioridad algunas estelas -de hecho, a éstas se las conoce también como estelas del suroeste o estelas del Bronce final-, no deja de sorprender que en pleno siglo XXI sigan manteniéndose prácticamente in situ este tipo de manifestaciones culturales tan ancestrales.

Y que presenten, además, tan buen estado de conservación y tanta rareza tipológica en una de ellas. Las estelas en cuestión, que pueden medir casi dos metros, no son excesivamente monumentales en esta ocasión; antes bien, las dimensiones de la que más ha llamado la atención de los investigadores tiene 80 centímetros de largo por 60 de ancho y 25 de fondo. Su peso alcanza los 120 kilos.

Se trata de una piedra sedimentaria que tiene dos figuras antropomórficas que representan a un hombre y a una mujer, según se interpreta, así como dos espadas y un escudo. Todas las figuras han sido talladas en la roca y su estilo es sumamente esquemático, el característico de esta era.

Estas estelas vienen a sumarse a las ya atesoradas en el Museo Arqueológico, descubiertas en localidades como Burguillos, El Coronil, Setefilla, Carmona y Écija.

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Nota: Inserto aquí, por su interés, un comentario de Alicia Mª Canto, de julio de 2008, que debería aparecer al final, detrás del de Angel García Morán, ya que el sistema no permite añadirlo de forma manual donde debería ir.

Sr. García Morán: Aunque tarde, al tropezarme casualmente hoy con estos viejos comentarios, y leer el suyo, no quiero dejar de darle las gracias. En efecto, las mías fueron impresiones para José Luis, sobre la marcha y por sólo sobre una pobre foto, aunque ya dejaba como conclusión el necesario margen para la prudencia ("en fin, habrá que esperar más datos y mejores fotos…"), todo lo cual creo que no justificaba la excesivamente agria, y diría que maleducada, reacción del Sr. García Sanjuán, que se califica por sí sola, sobre todo porque el mundo de las estelas de guerrero no es un arcano, un "misterio" vedado para todo el que no sea prehistoriador de título.

 

Véase la diferencia de estilo con el Dr. Sebastián Celestino, quien, como buen profesional, se ciñó a argumentar científicamente su opinión contraria (lo que es bastante más convincente). Y al que, por cierto, le consta mi interés especial por estas estelas, que data de cuando calculo que el futuro Dr. Gª Sanjuán debía de estar todavía en el cole, y aunque sólo fuera porque un familiar cercano trabajaba en ellas hacía tiempo y todo el día rodaban por casa.

 

Pero, a modo de curiosa y complementaria postdata/verificación, acabo de ver que las dos estelas (ésta es la nº 2), ahora se sabe que aparecidas en Almadén de la Plata (cuyas canteras romanas de mármol, por cierto, tuve el placer de descubrir hacia 1976, y publicar en AEspA 1977-178 - http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=650393-, junto con vados, puentes y restos de la calzada romana), HAN SIDO PUBLICADAS EN 2006 POR EL DR. GARCÍA SANJUÁN ET AL. (http://www.grupo.us.es/atlas/documentos/articulos/lgarciayotros_tp63-2.pdf). Lógicamente, con tan buenas fotos mi opinión hubiera sido distinta.

 

Pero lo más simpático es que en este artículo, ya plenamente científico, el propio Dr. García Sanjuán creo que viene a demostrar que la estela que arriba comenté daba muy buenos motivos para, como superficialmente lo hice, ser vista como una “rareza” dentro de las estelas conocidas, y que además unía dos elementos que, en efecto, hasta entonces se presentaban por separado y con distintas fechas. Copio lo más llamativo de lo que él mismo finalmente dice en su estudio de 2006 (uso mayúsculas por la inexistencia aquí de enriquecimiento de textos):

 

«…la composición de la Estela 2, con dos antropomorfos representados con idéntico tamaño y posición equilibrada (y dominante), es bastante EXCEPCIONAL. En principio, las estelas con más de un personaje son bastante ESCASAS (totalizan 14) […] Ahora bien, EN NINGUNO DE ESTOS CASOS SE DA, SIN EMBARGO, LA COMBINACIÓN QUE MUESTRA LA ESTELA 2 DE ALMADÉN DE LA PLATA… en este sentido, la estela 2 de Almadén de la Plata es ÚNICA DENTRO DEL REGISTRO ACTUALMENTE CONOCIDO… ESTA ESTELA RESULTA EXCEPCIONAL puesto que, de hecho, ROMPE LA DICOTOMÍA tradicionalmente establecida entre “estelas de guerrero” y “estelas diademadas”, presentándose, por así decir, como LA PRIMERA “ESTELA CON PERSONAJE GUERRERO Y PERSONAJE DIADEMADO”, LO CUAL DEMUESTRA LA COETANEIDAD o coexistencia temporal […] Estela 2. Esta estela presenta una combinación de motivos EXCEPCIONAL, que incluye dos antropomorfos de idéntico rango jerárquico (en cuanto a tamaño y posición), de los cuales uno está armado y el otro “diademado”…»

 

Por último, en cuanto a la datación de las estelas, parece que el Sr. García Sanjuán viene a confirmar también lo que yo pensaba acerca de la fecha que se le daba a la estela en la noticia, que era demasiado antigua (arriba: «...una antigüedad de 3.100-3.200 años" nos lleva al 1.200-1100 a.C., ¿no parece demasiado? Sobre todo para además llamarlas "TARTÉSICAS"...»). Ahora él dictamina, en 2006, pág. 147: “...que se fecha en c. siglo IX ANE (García Sanjuán 2005a; 2005b), lo cual está dentro del arco cronológico que se viene considerando como aceptable para las estelas de guerrero”.

 

Dicho sea ya de paso, como última curiosidad, el adjetivo “tartésica/s” no se utiliza ni una vez en el artículo de 2006… pero sí aparecía en la noticia de 2005 para clasificar la estela, y nada menos que cuatro veces. No creo que tal atribución cultural fuera cosa de la Guardia Civil, ni del periodista... ;-), digo yo que sería de los “arqueólogos y profesores de la Universidad de Sevilla”. Pero bien dicen que “rectificar es de sabios”, y me alegro por él.

 

En fin, que, para no ser prehistoriadora, creo que mi valoración, aunque rápida, coloquial, de lejos y con sólo una mala foto, no era después de todo tan “inexperta”, “atrevida”, “temeraria” y “alocada”… En todo caso, Sr. García

Morán, esperando que algún día también se las tropiece también, aquí le dejo, con mis saludos, las gracias para Ud. Por saber ser objetivo y, sobre todo, un caballero."

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El reino mítico de Tartessos

Introducción

La existencia del imperio tartessio ha sido discutida durante mucho tiempo. Hoy en día es una certeza histórica, ha dejado de ser un mito. Realmente, el nombre de Tartessos representa un enigma que las investigaciones arqueológicas e historiográficas han ido cubriendo de veracidad desde que el historiador alemán Adolf Schulten iniciase la búsqueda de la mítica ciudad a la que los griegos veneraban como la más fértil y rica de toda Europa, identificándola con alguna de las existentes en el valle del Guadalquivir. Tartessos fue un país en el que existía un Estado regido por una monarquía.

Tartessos fue el primer estado organizado que se formó en la Península Ibérica, hacia finales del segundo milenio antes de Cristo, y que adquirió una extraordinaria personalidad política y cultural.

Las primeras noticias de Tartessos nos llegan a través de la Biblia, en cuyo Antiguo Testamento se habla de los reyes de Tarsis, ricos en plata, hierro, estaño y plomo, que comerciaban mediante naves con Fenicia y Palestina.

Los griegos sitúan en este reino al mítico rey Gerión, gigante con tres cabezas al que Hércules debió enfrentarse para robarle sus bueyes por encargo de los dioses.

Pero, sobretodo, la fuente más precisa la constituye el historiador griego Heródoto, que nos narra cómo unos navegantes griegos de Samos fueron arrastrados más allá del estrecho de Gibraltar (las columnas de Hércules) por el viento de levante, y trabaron amistad con el rey Argantonio, que les dió gran cantidad de plata para
construir una muralla que protegiese su ciudad de los ataques de los medos.

Aunque han fracasado hasta hoy todos los intentos de encontrar los restos de su capital, existe hoy día abundante material arqueológico de la cultura tartésica obtenido en lo que fueron otros asentamientos de menor importancia (El Carambolo, La Joya, Cancho, Roano, etc).

La incierta localización de Tartessos

Según Schulten el nacimiento de Tartessos tiene su origen en la llegada de pueblos procedentes de Asia Menor, más avanzados culturalmente como la mayoría de los deesta zona, y que tras arribar a las costas andaluzas se convirtieron en la clase dominadora, ejerciendo su poder desde el Algarve portugués hasta el levante español. Este pueblo era originario de Lidia, los Tirsenos, y empujados por otros pueblos desplazados de Europa, iniciaron un éxodo hacia occidente, que les llevó a fundar civilizaciones como Tartessos o Etruria, un pueblo ubicado en la península itálica y que también se reviste de algunos caracteres casi mágicos. Esta emigración se produjo en torno al 1.200 a. C.

Antiguos historiadores griegos y romanos nos hablan de que Tartessos fue el nombre que en un pasado remoto recibió el río Betis (Guadalquivir) y describen a la capital tartesia como situada en una isla, en la desembocadura del río, aunque otros dicen que Tartessos era el antiguo nombre de Gadir (Cádiz).

Sabemos que sus dominios se extendían por todo el sur peninsular, hasta las proximidades de Cartagena, donde fundaron la ciudad de Mastia y en las proximidades de Malaka (Málaga) poseían una isla consagrada a Noctiluca.

El problema reside en que estos escritores de la antigüedad dan dos localizaciones para la ciudad, que para unos estaba en la desembocadura del Guadalete y para otros en la del Guadalquivir. Todo se complica si consideramos que, en aquella época, lo que hoy son marismas formaban un gran golfo oceánico, el Lago Ligustinus, y el Guadalquivir podría haber desembocado al mar en un lugar diferente al actual.

La mayoría de los expertos se inclina, a pesar de todo, por situar a Tartessos en la barra que separa actualmente el océano de las marismas, entre los brazos que formaba en su desembocadura el Guadalquivir y próxima al lago, y así la hemos señalado en el mapa.

La gran cantidad de aluviones depositados por el río, que ha colmatado con ellos el antiguo lago, explica por sí misma la dificultad que entraña la localización de la ciudad, que quizás se encuentre enterrada bajo una espesa capa de sedimentos. Su hallazgo y excavación es, quizás, el mayor reto de la arqueología andaluza.

Los reyes tartesios.

Gerión


El décimo de los doce trabajos que Euristeo impuso a Hércules, según la mitología fue el robo de los bueyes de Gerión, rey de Tartessos. Se trata de un ser fantástico dotado de tres cuerpos o, en algunas versiones, de tres cabezas, con el que el héroe griego se enfrentó victoriosamente. No tenemos noticias históricas de este personaje.

Norax

Rey mítico de Tartessos, nieto de Gerión, que conquistó Cerdeña y fundó la primera ciudad que hubo en esta isla, de nombre Nora.

Gárgoris

Rey mítico de Tartessos, descubrió el uso de la miel, según Trogo Pompeyo, historiador romano del siglo I a. de C. Según el mito, reinaba en los bosques, mientras que Gerión gobernaba en las islas.

Habis

Hijo de Gárgoris fue abandonado en el bosque y alimentado por las fieras. Después fue arrojado al mar, que lo devolvió y fue criado por una cierva. Capturado por unos cazadores fue reconocido por su padre y proclamado rey. Es el prototipo de rey sabio, que dio las primeras leyes a su pueblo y le enseñó a domesticar los bueyes y a uncirlos al arado. Sus sucesores reinaron durante varios siglos. Se trata, también, de una leyenda transmitida por griegos y romanos.

Argantonio

Rey histórico de Tartessos que vivió en la segunda mitad del siglo VII a. de C. y en la primera mitad del siglo VI a. de C., cuyo nombre (argentum es plata en latín) parece hacer referencia a la riqueza minera de su reino.

REFERENCIAS HISTORICAS.

A continuación una selección de textos históricos que hacen referencia a Tartessos. Bajo cada texto y según el caso, la obra y autor; los números hacen referencia a capítulos, párrafos, etc.; también se da información sobre el autor y las fechas en que vivió.

Tarsis en la Biblia

"Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán sus dones..." Libro segundo de los Salmos 72,10

"Los de Tarsis traficaban contigo en gran abundancia de productos de toda suerte; en plata, hierro, estaño y plomo te pagaban tus mercancías." Libro de Ezequiel 27,12

Tartessos según los griegos

"Parece ser que en tiempos anteriores llamose al Betis Tartessos y a Gades y a sus islas vecinas Eriteia. Así se explica que Etesícoro, hablando del pastor Gerión dijese que había nacido enfrente de la ilustre Eritrea, junto a las fuentes inmensas de Tartessos, de raíces argénteas, en un escondrijo de la peña." Estrabón 3,2,11 (geógrafo e historiador griego, -63 a 21)

"Y como el río tiene dos desembocaduras, dícese también que la ciudad de Tartessos, homónima del río, estuvo edificada antiguamente en la tierra colocada entre ambas, siendo llamada esta región Tartéside." Estrabón 3,2

"Acto seguido los samios partieron de la isla y se hicieron a la mar ansiosos de llegar a Egipto, pero se vieron desviados de su ruta por causa del viento de Levante. Y como el aire no amainó, cruzaron las Columnas de Hércules y, bajo el amparo divino, llegaron a Tartessos. Por aquel entonces ese emporio comercial estaba sin explotar, de manera que a su regreso a la patria, los samios con el producto de su flete, obtuvieron, que nosotros sepamos con certeza muchos más beneficios que cualquier otro griego..." Heródoto 4,152 (historiador griego, -484 a -420)

"Los habitantes de Focea fueron los primeros griegos que realizaron largos viajes por mar y son ellos quienes descubrieron el Adriático, Tirrenia, Iberia y Tartessos. No navegaban en naves mercantes sino en pentecónteras. Y al llegar a Tartessos hicieron gran amistad con el rey de los tartesios, cuyo nombre era Argantonio que (como un tirano) gobernó Tartessos durante ochenta años y vivió un total de ciento veinte. Pues bien, los focenses se hicieron tan amigos de este hombre que, primero los animó a abandonar Jonia y a establecerse en la zona de sus dominios que prefiriesen, y, luego al no poder persuadirles sobre el caso, cuando se enteró por ellos de cómo progresaba el medo, les dio dinero para rodear su ciudad con un muro. Y se lo dio en abundancia, pues el perímetro de la muralla mide, en efecto, no pocos estadios y toda ella es de bloques de piedra grandes y bien ensamblados. Heródoto 1,163

Tartessos según los romanos

"Aquí se extienden con amplitud las costas del golfo tartesio...aquí está la ciudad de Gadir... Fue llamada, antes, Tartessos, ciudad grande y opulenta en tiempos antiguos... El río Tartessos, deslizándose por campos abiertos desde el Lago Ligustino, ciñe la isla por ambos lados con su corriente. Y no corre por un solo lecho...sino que proyecta tres brazos sobre los campos; con dos desembocaduras, baña también las zonas meridionales de la ciudad." Avieno, "Ora marítima" (poeta romano, siglo IV)

Testimonios asirios.

Inscripción asiria publicada por O. Schröder, Kleinschrifttexte aus Assur, Leipzig, 1920 "Anaku-ki, Kaptara-ki, las tierras más allá del mar superior (del Mediterráneo), Dilmun, Magan, las tierras más allá del mar inferior (el Golfo Pérsico) y los países desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, que Sargon, el rey del mundo, conquistó tres veces".

Inscripción de época de Asaradon publicada por Messerschmidt, Kleinschrifttexte aus Azur historischen Inhaltes, 1911. "Los reyes del medio del mar, todos ellos del país de Iadnan (Chipre), del país Iaman (Iavan) hasta el país de Tarsisi, se inclinan bajo mis pies".

ECONOMÍA Y SOCIEDAD

Los tartessios practicaban una agricultura evolucionada, eran buenos navegantes y pescadores, trabajaban los metales y conocían la escritura. La explotación minera (cobre, plata, oro) y el tráfico del estaño les llevó a un activo intercambio comercial.

Era fértil en toda clase de frutos, riquísimo en oro, plata, estaño y hierro, y abundante en ganados.

Hay que destacar un dato indiscutible: la enorme importancia que Tartessos, gracias a su privilegiada situación minera, tuvo en las economías griega y fenicia. El resto de Europa no tenía minas de importancia (o no se habían descubierto todavía); por contra, la costa andaluza era rica en todo tipo de metales, especialmente el estaño (fundamental para formar la aleación del bronce) y la plata. Tal riqueza ya había estimulado la formación de grandes culturas en la zona desde el tercer milenio antes de nuestra era, como la cultura de Almería o Los
Millares.

Ello explica que los fenicios, abandonando la isla Cerdeña, fundaran Cádiz aproximadamente en el año 1100 a. C. Los metales de la zona, tanto la plata como el bronce, eran suficiente atracción como para fundar una colonia donde los mercaderes abastecieran de metal a la metrópoli. Con todo, Tartessos no fue un simple emporio de metales, sino un verdadero pueblo de trabajadores metalúrgicos. Este hecho está avalado por la gran cantidad de objetos manufacturados encontrados en las diferentes excavaciones, especialmente los yunques y herramientas típicas del trabajo del metal, así como el descubrimiento de vetas de mineral agotadas en el siglo VI a. C. A cambio, Tartessos recibía telas, ámbar, cerámica y objetos de adorno procedentes de las más diversas zonas de Oriente, con lo que su cultura y sus tipos decorativos se orientalizaron. Más aún, parece que la entrada en la península ibérica de materias alimenticias tan fundamentales como el vino y el aceite se debe, precisamente, a los intercambios comerciales entre Tartessos y los fenicios.

Según escritores antiguos los tartessios eran expertos metalúrgicos, el país era rico en oro, plata, y especialmente en cobre. Tenían una agricultura próspera con canales de riego, y el olivo y la vid proporcionaban grandes cosechas. También la ganadería era importante con ganado vacuno, caprino, ovino y porcino. La obtención de sal era también pieza fundamental de la riqueza tartessia; la pesca y especialmente los moluscos eran también objeto de consumo. Viajeros atrevidos, los redondos barcos tartesios llegaron a las islas Británicas llevando calderos de bronce y escudos y después al noroeste de Francia obteniendo estaño y plomo a cambio.

La civilización tartésica tuvo una economía próspera y una cultura superior a las que en el primer milenio a.C. se daban en occidente, más parecida a las del oriente. Fueron un pueblo que basó su economía en la minería, el comercio marítimo y la agricultura. Aprovecharon la riqueza minera de la región y gozaron de una avanzada industria metalúrgica. Además, fueron grandes navegantes.

Aunque no existen datos sobre las naves que utilizaron, el hecho de que trajesen estaño desde el norte, hace suponer que sus naves eran sólidas y rápidas. Probablemente también disponían de otras naves que surcaban el Guadalquivir para llevar a la costa la materia prima con la que después comerciaban. El río fue el centro de esta civilización y en su entorno crecieron las ciudades más importantes. En el campo agrícola y ganadero, los toros, la oveja, que producía una lana rojiza, el trigo o la miel fueron sus principales productos. El olivo lo introdujeron en la península los fenicios.

La sociedad tartéssica, tan rica y especializada, estuvo, sin duda, fuertemente jerarquizada. Existió una élite aristocrática dominante que, mitológica e históricamente, queda representada por la milenaria monarquía de Tartessos. Por si ello fuese poco, la demanda de metales fue tan grande que, a partir del siglo VIII a. C., existe la casi total certeza de un comercio entre Tartessos y las costas atlánticas (Galicia, la Armórica y las Islas Británicas), que abastecerían de estaño, plata y plomo (indispensable para la fundición) a la sobrepujada economía del sur peninsular. Pesca y ganadería tuvieron que completar el panorama económico de El Dorado de la Antigüedad, especialmente esta última.

ARTE Y CULTURA

Con respecto al arte, los tipos orientalizantes, especialmente influidos por el arte fenicio, son los que dominaron el gusto artesanal de Tartessos. Así, se observa en los diferentes objetos extraídos de excavaciones arqueológicas, como ánforas y vasos (de cerámica y de vidrio), que muestran una riquísima decoración polícroma. Mención aparte merece el formidable tesoro encontrado en el poblado de El Carambolo (Sevilla) en 1958 (21 piezas de oro guardadas en un lebrillo); las hipótesis sobre su uso apuntan bien hacia una interpretación como aderezo masculino o bien como adornos para una estatua, tal vez de un toro. Los estudios de Juan de Mata Carriazo sobre los materiales encontrados revelan que los habitantes de Tartessos, dedicaron gran parte de su riqueza a la compra o elaboración de diferentes objetos de oro y plata, en especial brazaletes, diademas, gargantillas, cotas pectorales, collares, pulseras, cinturones, anillos y pendientes. La decoración geométrica y las pinturas diversas forman parte tanto de la cultura fenicia orientalizante como de la primitiva decoración griega, las dos mayores influencias del arte tartéssico.

Con respecto al bagaje cultural de los tartéssicos, la principal fuente es Estrabón. Habla de los turdetanos (sucesores del pueblo tartessio) como el más culto pueblo de la península. Así pues, Estrabón habla de los anales y leyes conservadas por escrito desde los tiempos del rey Argantonio, lo que hace suponer que la tradición de letras venía desde antiguo. Para corroborar tal dato, las excavaciones arqueológicas han descubierto gran cantidad de lápidas o estelas funerarias con caracteres alfabéticos en su exterior. El sistema de escritura tartéssico o turdetano es consonántico y fue usado desde el 700 (?) al 200 a. C. El sentido de la lectura es de derecha a izquierda.

Otro escritor griego, Éforo, cita varias leyes (aunque sería mejor utilizar el término "costumbres") tartésicas, como la prohibición a los jóvenes para testificar contra los ancianos (rasgo de jerarquización social). Con respecto a los cultos, se cita todo un elenco de santuarios en la zona dedicados a la adoración de diferentes divinidades, especialmente al sol, a la luna y a varias fuerzas semidiabólicas. Se dice que en una isla cerca de Málaga había un santuario donde adoraban a la Luna y otro, cerca de las costas del Algarbe, donde adoraban a los vientos.

Sus dioses eran las estrellas, adoraban al Sol y a la Luna; respetaban mucho a los ancianos y eran hospitalarios y de gran liberalidad. Amaban artes como la danza o la música.

Compendio de la Ora Marítima sobre Tartessos

"Tartesos está en una isla del golfo de su nombre, en el cual desemboca el río Tartesos, que baña sus murallas después de pasar por el lago Ligustino. El río forma en su desembocadura varias bocas, de las cuales tres corren al Oriente y cuatro al Mediodía, las cuales bañan la ciudad. Arrastra en sus aguas partículas de pesado estaño, y lleva rico metal a la ciudad de Tartesos. Cerca se halla el "Monte de los tartesios", lleno de bosques, y el "Monte argentario", sito sobre la laguna Ligustina, en cuyas laderas brilla el estaño. La ciudad de Tartesos está unida por un camino de cuatro días con la región del Tajo o el Sado, y por otro de cinco días con Mainake, donde los ricos tartesios poseían una isla consagrada por sus habitantes a Noctiluca. El límite oriental del dominio de los tartesios estuvo en tiempos en la región de Murcia y el occidental en la zona de Huelva".

DIRECCIONES DE INTERNET Y BIBLIOGRAFÍA.

En las siguientes direcciones y libros podemos ampliar información acerca de Tartessos. De algunas de ellas hemos tomado textos y referencias para la sección "introducción histórica" de esta web. Quede constancia y vaya por delante nuestro agradecimiento. No obstante si alguien se siente plagiado en algún texto sólo tiene
que hacérnoslo saber y se suprimirá.

- "Tartessos, tres mil años de enigma". Jorge Alonso. Editorial Genil, Granada, 1983

- "Desciframiento de la lengua iberico-tartessica".Fundación Tartesos S.L. Barcelona, 1996.

- "El templo de Melkart", Gonzalo Millán del Pozo Imagine Ediciones. Madrid, 2001.

-"Cuadernos Historia 16, nº 40". Blanco, Antonio y Blázquez José María, Tartessos Ed. Información y Revistas S.A., Madrid 1985.

-"Historia de España Ilustrada" .Regla, Juan.. Ed. Ramón Sopena S.A., Barcelona 1968

-"Ideología Y poder en tartessos y el mundo ibérico". Almagro Gorbea, M. Madrid, 1996.

-"Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente" Blázquez, J. M. Salamanca, 1975.

-"Tartessos. La ciudad sin historia" Maluquer, J. Barcelona, 1970.

- "Sociedad y mundo funerario en tartessos " Torres Ortiz, M. Madrid, 1999.

-"Reflexiones sobre los escudos de las estelas tartésicas",Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, 23 Bendala Galán, M. 1987, pp. 11-17.

-" Historia de España Ilustrada", Regla, J. 1968, Barcelona, Ed. Ramón Sopena.

- "Notas sobre las estelas decoradas del Suroeste y los orígenes de tartessos", Bendala Galán, M. 1977, en Habis 8, pp. 321-330.

- "Tartessos", Bendala Galán, M. 1985 en Historia General de España y América, Madrid, Rialp, pp. 595-642.

- "Los enigmas de tartessos "Alvar, J. y Blázquez, J. M. Eds. 1993, Madrid, Cátedra.

- "Tartessos y El Carambolo " Carriazo, J. de M.1973, Madrid.

- "Tartessos" Maluquer de Motes, J. 1979, Barcelona, Destinolibro.

- "Tiro y las colonias fenicias de Occidente "Aubet, Mª E. 1994:. Crítica. Barcelona.

- "Ideología y poder en Tartessos y el mundo ibérico "Almagro, M.,
Madrid. 1996

- "El hombre de la plata". Arsenal, León. Valdemar 2000

Enlaces en Internet recomendados:

http://www.contestania.com/Escrituraiberica.htm
http://www.arrakis.es/~jmra/historia.htm
http://argantonio.elsendero.es/riqueza/076a.html
http://perso.wanadoo.es/emilio10/tartessos.htm
http://www.arrakis.es/~pepeluis/schulten.htm
http://ctv.es/tarso/HistoriaH.html
http://utopiaverde.org/historia/historia-antigua/tartessos/home.html
http://www.isocanda.org/adn/0597doc.htm
http://www.proel.org/alfabetos/tartesio.html

La liga astur de La Carisa

La liga astur de La Carisa Foto: El general Ramos Oliver, en el centro, junto a otros miembros de la investigación, en el campamento de La Carisa.

Un informe de Defensa abona la teoría de una alianza organizada de tribus astures contra Roma, «con mando único, gran coordinación y alto nivel de mentalización colectiva y social»

Las tribus astures del siglo I antes de Cristo dejaron a un lado sus trifulcas domésticas para elaborar un plan conjunto con el objetivo de evitar la invasión de sus territorios por las legiones romanas. Aunque con las lógicas reservas a la espera del avance de las investigaciones, ésta es una de las principales conclusiones que se extraen del informe sobre los restos arqueológicos del entorno de la vía Carisa, redactado, a requerimiento del Ministerio de Defensa, por el general Francisco Ramos Oliver. El experto en estrategia militar añade que esa especie de liga que formaron los pobladores de lo que hoy es Asturias «exigiría un mando único, una gran coordinación, un alto nivel de mentalización colectiva y una clara conciencia de pertenencia social».

Por José A. ORDÓÑEZ, La Nueva España, 13 de marzo de 2005

Es más, Ramos Oliver considera «probable» que tanto el campamento romano del monte Curriechos como la fortificación defensiva indígena del pico Homón de Faro, las dos construcciones que definen el enclave, estuvieran «integradas en un sistema ofensivo-defensivo más amplio», en el que podrían incluirse los restos de una antigua construcción localizada en el puerto de La Mesa, que, según la opinión de los expertos, corresponde también a una muralla astur.

Un aspecto fundamental de las investigaciones que están llevando a cabo en el enclave arqueológico radica en saber si, realmente, la caída de la gran muralla de 400 metros de longitud que los indígenas instalaron en el pico Homón de Faro para frenar el avance de las tropas imperiales se produjo tras una gran batalla. El informe del delegado del Ministerio de Defensa concluye que, por los restos localizados hasta la fecha, «cabría deducir, con todas las cautelas, que no». El general Oliver Ramos considera que «no sería extraño que la fortificación astur pudiera haber sido abandonada, o desactivada, sin pelea, como consecuencia de los resultados desfavorables de las luchas que se libraban en la Meseta, por haber sido desbordada como consecuencia de la ruptura del frente en otra vía de comunicación, o a partir de tratados o negociaciones entre ambos ejércitos».

Lo que no le ofrece dudas al general Ramos Oliver es que el trazado y la estructura de la fortificación del pico Homón de Faro «superan lo que se consideraría normal en un obstáculo organizado por unas fuerzas que sólo emplearan procedimientos de guerra irregular». Además, el militar asegura que «el emplazamiento de la barrera demuestra un gran conocimiento del terreno y de los procedimientos tácticos, tanto de los defensivos como de los que regían la actuación del Ejército romano».

El sistema defensivo del pico Homón de Faro fue construido por los habitantes del territorio que hoy ocupa Asturias en torno al 25 antes de Cristo, después de que Publio Carisio, al frente de sus tres legiones -la VI «Victrix», la X «Gemina» y la V «Alaudae»-, derrotara a los astures en la Meseta.

El general Ramos avala la hipótesis de una gran muralla en la Cordillera

A partir de esas victorias, las tropas imperiales se marcarían como objetivo principal llegar al mar Cantábrico, además de mantener y asegurar las comunicaciones entre la Meseta y la costa. Así, de acuerdo a la teoría del general Ramos Oliver, «la misión de los legionarios tendría, primero, un carácter ofensivo, para, una vez conseguido vencer las defensas indígenas, pasar a ser defensiva y de control de la cornisa cantábrica».

El general Ramos Oliver apunta que, una vez decidido el asalto de la Asturias transmontana, y ante la posibilidad de que los pasos principales de la cordilleras estuvieran férreamente defendidos, lo más probable es que los romanos «decidieran mejorar y utilizar rutas secundarias», entre las que estaría la Carisa. Con esta estrategia, según el informe de Defensa, las tropas imperiales «tratarían de evitar emboscadas, asegurar las comunicaciones y cubrir los flancos de los caminos más importantes». Además, en el avance, «las guarniciones de observación les servirían de apoyo para los trabajos de adecuación de las calzadas y para el paso de los legionarios».

Salvar la Cordillera sería una labor que, según consta en el informe del Ministerio de Defensa, «precisaría de la participación de numerosas fuerzas del Ejército romano, dada la vasta extensión geográfica en que se ve obligada a actuar, la necesidad de reducir la resistencia astur, la reposición de las bajas y el flujo logístico».

Enfrente, las tribus astures, que, según el general Ramos, eran «perfectas conocedoras del terreno y contaban con tropas formadas en su mayor parte por infantes ligeros». Los indígenas utilizaban procedimientos propios de la guerra de guerrillas y su objetivo principal era tratar de impedir el paso de los romanos hacia los valles interiores de la región. Para ello, además de emboscadas y hostigamientos continuos, sería también necesario, de acuerdo a lo expresado en el informe, «desgastar y detener al enemigo lo más en vanguardia posible, ocupando los puntos dominantes desde los que lanzar sus acciones y cerrando de forma coordinada entre sí los lugares de paso mediante obstáculos que no puedan ser rebasados ni bordeados». Uno de ellos fue la muralla defensiva del Homón de Faro.

El general Oliver pone en relación a la vía Carisa, en el cordal de Carracedo, con los puertos de montaña de Tarna, San Isidro o Pajares, accesos naturales al corazón de la Asturias central y a los principales puertos de la región. A su juicio, fue en esos pasos en los que «debieron de centrarse los esfuerzos de ambos contendientes». Y es que «su dominio es fundamental para asegurar el dominio sobre la zona que definen los valles de Pola de Lena, Mieres, La Felguera y Pola de Lena, y, por tanto, de los accesos a los puertos de Villaviciosa, Avilés y, sobre todo, Gijón».

Sea como fuere, el informe del Ministerio de Defensa coincide con la mayor parte de las hipótesis de trabajo planteadas por los arqueólogos Yolanda Viniegra, Jorge Camino y Rogelio Estrada, encargados de la investigación del enclave. Es probable que la zona no haya sido escenario de una gran batalla -pese a que conforma un claro escenario bélico- o que los indígenas decidieran abandonar la muralla del pico Homón de Faro ante la clara superioridad de las legiones imperiales. Sin embargo, cada vez parece más claro que los antiguos pobladores de lo que hoy es Asturias decidieron dejar a un lado sus rencillas tribales y hacer frente común por la defensa de un territorio que ya sentían como propio.

El enclave arqueológico de la Carisa, del siglo I antes de Cristo, está formado por dos emplazamientos militares al paso de la vía Carisa por el límite entre los concejos de Lena y de Aller. A un lado, en lo alto del monte Curriechos, el campamento romano situado a mayor altura (1.728 metros) de cuantos se han encontrado en Europa. Enfrente, a un kilómetro de distancia en línea recta, el pico Homón de Faro, donde las tribus astures construyeron la defensa de los valles interiores del territorio que hoy ocupa Asturias y, por lo tanto, el paso hacia sus principales puertos. Se trataba de un muro de 450 metros de longitud, por cuatro o cinco de alto y seis de ancho. Por entre ambas fortificaciones discurre la vía Carisa, el camino que construyeron los legionarios romanos para conquistar la Asturias transmontana.

Los arqueólogos Jorge Camino, Rogelio Estrada y Yolanda Viniegra llevan dos años estudiando el enclave. El resultado de estas campañas ha resultado clave para conocer mejor el período de la romanización de Asturias. Sin embargo, la Carisa tiene mucho más que decir. Y lo hará a partir del próximo verano, cuando los arqueólogos inicien la tercera temporada de excavaciones e investigaciones en la zona. La Consejería de Cultura y Cajastur ya han comprometido su apoyo a la iniciativa.

Los Pueblos ibéricos en la Alta Andalucía

Los Pueblos ibéricos en la Alta Andalucía De las fuentes históricas escritas y desde la arqueología, parece deducirse, para un momento anterior al siglo VI a.n.e. la existencia de un marco espacial de relaciones culturales durante el Bronce Final, que incluye puntos tan distantes como Huelva, es decir la zona nuclear tartéssica, y el levante peninsular. Las referencias a Mastia de Tarsis y la paridad de la cultura material documentada en el Valle del Guadalquivir, pero también en asentamientos como Penya Negra de Crevillente o Los Saladares de Orihuela, así podrían indicarlo.

Por Arturo RUÍZ RODRÍGUEZ y Manuel MOLINOS MOLINOS
del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén

Parece difícil definir la existencia de un proyecto político tartéssico vinculado a una región tan extensa: los valles del Guadalquivir y Segura, tal y como podría interpretarse a partir de la lectura del periplo masaliota de Rufo Festo Avieno, pero si hubiera sido así se habría expresado culturalmente en la construcción de una etnia, aspecto este que avalaría la arqueología del bronce final para toda el área. También las mismas fuentes dibujan un panorama donde se perfilan diferentes entidades étnicas, unas aparentemente de mayor entidad territorial, como los propios tartessios o los mastienos, y otras que parecian tener un ámbito espacial mucho más limitado como, de Oeste a Este, cinetes, elbisinos, elbestios, etmaneos o ileates, entre otros.

La interpretación de las fuentes es compleja pero no es una cuestión baladí porque de su lectura podría realizarse una doble interpretación en base a la aparente contradicción del problema étnico planteado por los autores antiguos. Podría considerarse la existencia de una fragmentación étnica primaria y un intento de creación de nuevas unidades étnicas de orden superior territorialmente hablando, entre las que podríamos situar a tartessios y mastienos o incluso en un plano superior a la propia homogeneización de toda el área como tartéssica. Pero también cabría la posibilidad de que lo que Avieno recoge como ámbito tartéssico fuera en realidad la expresión de una etnia de antiguos orígenes, la tartéssica, que precisamente a partir del siglo VII a.n.e. o incluso algo antes, comenzara a fraccionarse dando lugar a otros grupos.

La arqueología ha constatado para el siglo VIII y fundamentalmente para el VII a.n.e. cambios en los sistemas de hábitat y de ocupación del territorio que evidencian una transformación en las estructuras del sistema social del final de la Edad del Bronce. De todos los cambios, el fenómeno de la nuclearización como consecuencia de un proceso múltiple de aglomeración aldeana es posiblemente el más importante y el que mejor puede leerse desde la arqueología. Efectivamente, durante esos siglos, con algunos antecedentes en las fases previas, comienza a producirse un fenómeno de aglomeración de la población aldeana en sitios, diversos en su tipología pero que en todos los casos se plantea con un denominador común: concentración en sitios dotados de buenas posibilidades estratégicas y económicas y donde o no había ocupación anterior o si la había, salvo algunas excepciones, era muy limitada respecto a la nueva situación.

Pero si la concentración aldeana era ya un factor de transformación del paisaje de primer orden, el siguiente paso, la construcción de grandes fortificaciones y el diseño en su interior de un auténtico plan de urbanización, fue aun más sintomático de los cambios que se estaban produciendo. El espacio fortificado se convirtió en el límite que a la postre acabaría definiendo las primeras ciudades de la antigua área tartéssica (?), creando también un nuevo modelo de asentamiento: el oppidum. Este, en sí mismo, en su estructura espacial y simbólica es el nuevo marco de las relaciones que desde el siglo VI a.n.e. definen a la sociedad aristocrática ibérica. Al convertirse en la única unidad de residencia y de control del territorio, en un proceso que comenzado en la fechas indicadas no culmina hasta inicios del siglo V a.n.e. es el ámbito espacial donde se dirimieron los conflictos que aristócratas y los clientes de estos sin duda plantearon en una sociedad de marcada desigualdad con la mayoría de la población sometida al régimen de la servidumbre clientelar.

Sin embargo el proceso no fue ni simultáneo en el tiempo ni con los mismos desarrollos: los diferentes planteamientos territoriales que se observan en la Alta Andalucía pueden vincularse con las diferencias en cuanto a la organización social y desarrollo socioeconómico que se presentaban entre las antiguas étnias preibéricas. Estas pudieron haber reaccionado de manera distinta al inicio del nuevo orden que se estaba configurando. Y así, aunque no estamos en condiciones de fijar nítidamente los límites entre las distintas unidades, la arqueología nos permite una aproximación al problema a partir de la lectura de los sistemas de ocupación del territorio en el área. De hecho, en la actual Provincia de Jaén se han documentado claramente dos modelos que comenzaron a configurarse en los momentos finales del s. VII a.n.e. y que se expresaron en todo su desarrollo a lo largo del s. VI a.n.e. Las claras diferencias entre uno y otro incluso han permitido establecer la hipótesis de la existencia de una frontera que pudo ser política pero más convincentemente étnica.

El estudio de la tipología del hábitat en la actual provincia de Jaén y en la vecina de Córdoba presenta, para los momentos finales del siglo VII e inicios del VI a.n.e. cuatro formas diferentes de asentamiento:

1. Oppida: poblados dotados de potentes y complejas fortificaciones y desarrollados sistemas de urbanización, con diferente tipología y tamaño como Torrejón (en torno a 2 has), Plaza de Armas de Puente Tablas (6 has) o Cerro Villargordo (16 has) o Torreparedones (10 has), corresponderían a esta categoría.
2. Torres: asentamientos de claro carácter estratégico, fortificados y con amplia visibilidad, pensados para controlar el territorio de forma articulada con los oppida, lo que conlleva su definición como torres. Entre estas pueden citarse el Cerro de la Coronilla de Cazalilla (Ruiz et alii 1983) o la Atalaya de La Higuera.
3. Asentamientos en llano: de reducidas dimensiones, apenas 1000 metros cuadrados en algunos casos, La excavación de uno de estos sitios, las Calañas de Marmolejo (Molinos et alii 1994), ha permitido fijar la tipología de los mismos: en llano, vinculados a las mejores tierras de la Campiña y Vega del Guadalquivir y sus afluentes desde el Sur, no presentan fortificación alguna y tienen una clara vinculación al sector agrícola que se deduce de su propia ubicación y de la tecnología asociada a su cultura material, lo que impide su especialización en otras actividades productivas, como en el caso de las Calañas en la fabricación de vajillas de cerámica gris a torno.
4. Aldeas: se documentan algunos asentamientos, de pequeño tamaño pero superiores a los asentamientos en llano, en torno a 0.5 has. En general no tienen un importante control territorial aunque en algunos casos pudieron haber estado dotadas de algún sistema de defensas o incluso de fortificación.

Esta tipología se modifica sustancialmente si en el análisis introducimos factores cronológicos y espaciales más precisos que los indicados:
1. En la mitad del siglo VII a.n.e. tanto en la Campiña de Jaén, como en la de Córdoba y en el área de la Vega del Guadalquivir el poblamiento fijó un único tipo de asentamiento que puede ya definirse como oppidum en algunos casos aunque en otros, como en Torreparedones, aun no había comenzado la construcción de la fortificación: fue el momento final de la aglomeración aldeana iniciada en fases anteriores.
2. A finales del siglo VII a.n.e., coincidiendo con la formación de los oppida, se produjo en torno a este asentamiento (Murillo 1994; Molinos et alii 1994) y a otros del área occidental, la aparición de un importante número de asentamientos en llano. Este tipo de hábitat se convierte en el elemento, junto con los oppida, que más claramente caracteriza la ocupación del territorio. En la zona oriental el único tipo de asentamiento siguió siendo en exclusiva de tipo oppidum.
3. En los momentos iniciales del siglo VI o quizás en los años finales del VII a.n.e. en la zona oriental, se documenta un tipo de asentamiento que hasta este momento no había hecho su aparición en toda el área: las torres. Estas, junto con los oppida y las aldeas se distribuyeron desde el Salado de Porcuna en dirección a la Campiña jiennense, dibujando una red de relaciones visuales que permiten asegurar el carácter articulado de su distribución. En toda el área no se ha documentado ningún tipo de asentamiento agrario en llano de pequeñas dimensiones.
4. A mitad del siglo VI a.n.e. o incluso algo antes, en la zona occidental desaparecieron por completo los asentamientos en llano y se produjo una reestructuración de algunos de los grandes oppida, mientras que otros, de pequeño tamaño durante la fase anterior, lo aumentaron. No se advierten cambios en la Campiña de Jaén.
5. Durante la primera mitad del s. V a.n.e. las torres fueron abandonadas y con ellas el sistema articulado de control del territorio. El único tipo de asentamiento que pervivió fue el oppidum. Incluso algunas de las pequeñas aldeas que podrían identificarse para los momentos finales del s. VI a.C. desaparecieron.

Esta tan diferenciada definición del poblamiento a ambos lados del Arroyo Salado de Porcuna plantea varias posibilidades de interpretación. En lo que se refiere a los asentamientos en llano cabrían varias alternativas entre estas que se hubiera tratado de una colonización planteada desde oppida como Torreparedones o Montoro o incluso desde instancias políticas de orden superior, pero también cabe la posibilidad de que fuese una reacción de la familia celular ante los nuevos planteamientos de corte estamental que en la dirección de construcción del poder aristocrático se estaban produciendo en torno a las aglomeraciones aldeanas que comenzaban a perfilarse como oppida. Que el fenómeno no se produjera en la zona oriental podría relacionarse con la situación inmediatamente anterior a la construcción de los nuevos centros que sucedieron a la aglomeración aldeana y se vincularía en consecuencia una diferenciación étnica. Esta podría explicar la reacción de los oppida de la zona oriental, reacción que no tuvo que ser necesariamente consecuencia de un proyecto político sino más posiblemente una cuestión de solidaridad étnica ante el avance de los pequeños asentamientos hacia su territorio. Ello explicaría que pasado el aparente peligro y transcurridos ya algunos años, las torres fueran desmanteladas.

El paso del siglo VI al V a.n.e. supuso que, del mismo modo que en el tratamiento de la imagen había cambiado la estética de los reyes - dioses por la de los héroes, tal y como se advierte en el conjunto escultórico de Porcuna (Negueruela 1991; Ruiz 1998), en el espacio de los asentamientos, al integrar los restos de hábitat disperso -los hábitat agrarios de tipo aldeas que todavía quedaban en el territorio- en el interior de las fortificaciones, se configuró una forma de ocupación del territorio en el que la unidad de hábitat fue el oppidum. Este hecho fue indicador de una política por la que los aristócratas mostraban su poder por el numero de clientes que les rodeaban y le reconocían como reyes. Este proceso llevó a la ampliación del espacio urbanizado de los oppida, de hecho antiguas áreas abiertas del oppidum de Puente Tablas en el siglo VI a.n.e. pasaron a ser ocupadas con casas.

El urbanismo del "oppidum" de Puente Tablas deja ver tres zonas distintas en el espacio interior del sitio. En el centro de la meseta existió una trama urbana con las casas dispuestas en manzanas a lo largo de calles paralelas que corrían en dirección a la parte mas larga de la meseta, es decir de este a oeste; al este, entre la trama urbana y la muralla, se definió un espacio de carácter comunal, donde se rompía la dirección del conjunto de calles paralelas y pudieron existir estructuras como aljibes; por último al oeste, también entre el caserío y la zona que caía en pendiente sobre el río hubo una zona de carácter singular, que atribuimos al espacio de residencia aristocrático. La zona se separó además del resto de las residencias del poblado por una calle transversal a las que discurrían en dirección este - oeste, que en su proyección se dirigía a la puerta del poblado (Ruiz 1995; Ruiz y Molinos 1992).

No sabemos si el modelo que deja entrever el oppidum de Puente Tablas es generalizable a todo el territorio que hoy ocupa el Alto Guadalquivir o por el contrario este fue una excepción. Con todo, la forma amesetada del sitio giennense fue la más común en la Campiña Occidental desde el río Guadalbullón hasta el río Salado de Porcuna aunque los tamaños fueron muy distintos como demuestra la gran diferencia existente entre las dieciocho has. del cerro de Villargordo o la Ha. del Torrejón.

A diferencia del modelo de la Campiña de Jaén, al este del río Guadalbullón el patrón de asentamiento siguió un modelo de distribución longitudinal, marcado por el deambular del río Guadalquivir: Iliturgi o Cerro Maquiz en el encuentro de los ríos Guadalimar, Guadalbullón y Mengibar, Gil de Olid en Puente del Obispo, Úbeda la Vieja que se sitúa frente a la desembocadura del río Jandulilla en el Guadalquivir, Toya localizada en un punto rico en aguas entre el río Toya y el Guadiana Menor inmediatamente antes de desembocar en el Guadalquivir y Los Castellones de Mogón. En el río Guadalimar, cerca de Linares se localiza también Cástulo. A este grupo de oppida hay que sumar Cerro Alcalá en la Cabecera del río Torres.

Con la integración del hábitat disperso en los oppida durante el siglo V a.n.e. la zona oriental de Jaén tendió a un nuevo modelo de ocupación del territorio en el que lo característico fue reproducir con nuevas fundaciones de oppida el modelo del río Torres en el que existía un oppidum en la desembocadura sobre el Guadalquivir y otro en el tramo interior del río, cuanto mas próximo a la cabecera mejor, siempre que existieran condiciones aceptables para el desarrollo de la agricultura. De este modo en el río Jandulilla se fundó el oppidum" de la Loma del Perro, en el Guadiana Menor Castellones de Ceal y en el Guadalimar Giribaile.

Este proceso no fue tan simple tal y como lo muestra la fundación del santuario del cerro del Pajarillo (Molinos et alii 1998), que se situó en la cabecera misma del río Jandulilla, es decir en el lugar en el que varios subafluentes daban lugar al río. El sitio debió ser en épocas antiguas una zona lacustre y de hecho en el siglo IV a.n.e.. se documentan restos evidentes de aguas estancadas que alcanzaban hasta la misma base del cerro. Precisamente desde este punto y por la ladera de una pequeña colina se levantaba lo que hoy sin duda podemos catalogar como un espacio de culto. El área de culto se había separado del resto del espacio abierto con la construcción de un monumento, un falso frente fortificado, visualmente presidido por una torre a la que coronaba un conjunto escultórico en cuya escena principal un héroe luchaba contra un lobo ante grifos y leones que le protegían.

El monumento de El Pajarillo respondía a una cuestión política, ya que su clara definición de puerta, de control económico de una ruta que movía productos indicadores de poder y de coincidencia con un momento en que se transformó el poblamiento del valle, no son sino la suma de circunstancias que definieron el camino que las aristocracias de la zona oriental de Jaén emprendieron. De hecho a diferencia de los atomizados modelos de la Campiña en esta segunda área los programas de expansión política en el territorio fueron evidentes aun a pesar del escaso tiempo de funcionamiento del monumento de El Pajarillo.

Otros ejemplos nos lo confirman con mas detalle. Seguramente a fines del siglo V a.n.e. ya se habría iniciado un culto religioso en Despeñaperros (Prados 1994). El Collado de los Jardines que así es conocido en la actualidad es un abrigo que culmina la ladera de un cerro que se levanta sobre el mismo paso de Despeñaperros. El lugar debió de estar asociado a una fuente de agua natural. Las mismas características se repiten también, aunque parece que con una cronología algo mas tardía, mediados del siglo IV a.n.e. en el santuario de Castellar, también en el norte de la provincia de Jaén, en el Condado cerca del río Guadalimar. Los Altos del Sotillo es también un abrigo asociado a una fuente de agua natural y un punto de control de un puerto que abriría el Guadalimar hacia las vías agropecuarias que se dirigen al norte. Este papel de apertura de vías de paso entre el Valle del Guadalquivir y la Mancha, justificaría la definición romana de "Saltus Castulonense" y no de "Silva" que se dio a Sierra Morena, destacando su imagen de espacio salvaje controlable que fue aspiración desde Cicerón a Carlos III.

La cueva de la Lobera del Santuario de Castellar o de los Altos el Sotillo (Nicolini et alii 1987), al menos en el siglo III a.n.e. fue el núcleo del centro de culto y en su interior debieron depositarse o echarse los cientos de exvotos de bronce recogidos desde inicios de siglo. A la cueva se accedía por una rampa construida por grandes piedras. Se formaba así una terraza inmediatamente delante del abrigo que era la primera de otras tres que desde ella descendían hasta el llano. El urbanismo del santuario en la tercera de las terrazas no seguía un esquema de casas adosadas en manzanas o articuladas en calles, al modo que lo hemos valorado en los oppida; en realidad cada casa estaba aislada y separada de la casa dispuesta a su izquierda o a su derecha por un paso que ascendía seguramente con escalones hacia la rampa de la ultima terraza y se separaba de la casa que se situaba por encima o por debajo por su disposición en la terraza que le correspondía.

Desde el siglo III a.n.e. (Ruiz 1998) se vuelve a tener noticias de los nombres con que lo romanos conocieron a los iberos de la zona. Gracias a ello sabemos que los oretanos cubrieron el área norte de la provincia de Jaén, e incluso que, según Strabon (IV, 3, 2), Cástulo era un centro esencial. También Ptolomeo habla de los oretanos y en su lista de ciudades cita con localización segura en la provincia de Jaén los casos de Salaria en Ubeda la Vieja y Tugia en Toya, cerca de Peal de Becerro, los dos centros al sur del Valle del Guadalquivir y al este de la actual provincia. Si llegó a existir un territorio oretano parece evidente que este se dispuso al sur y al norte de Sierra Morena y por lo tanto que los santuarios se configuraron en el centro del territorio de esta etnia, posiblemente como centros de culto étnicos.

Una segunda opción se perfila si se vincula la existencia de estos centros de culto a la capacidad política del oppidum de Cástulo y no necesariamente a la existencia de un poder político territorial oretano. La etnia es una construcción histórica, por ello los oretanos pudieron haber existido con posterioridad al siglo III a.n.e.. o ser ya en ese siglo solo un residuo cultural de la etapa anterior. Este ultimo caso parece difícil de justificar por cuanto hubiera quedado reflejado el nombre en algunas de las fuentes históricas que informan sobre la configuración del panorama de los pueblos de la Península Ibérica entre los siglos VI-V a.n.e. En cambio la existencia de los oretanos o de Cástulo con anterioridad al siglo III a.n.e. no deja lugar a dudas. Los oretanos son citados en los primeros enfrentamientos entre los cartagineses y los indígenas porque un rey oretano, Orisson, fue el que programó la celada que llevó a la muerte al general cartaginés, Amilcar Barca, padre de Aníbal.

Coincide la puesta en marcha de los santuarios de Sierra Morena con un proceso que recuerda bastante la situación creada en el valle del río Jandulilla, porque precisamente en esos momentos se fundó un nuevo oppidum al noreste de Cástulo. Se trata de Giribaile un asentamiento situado en la confluencia de los ríos Guadalimar y Guadalen, en el término de Vilches (Gutiérrez 1996). La fundación del sitio coincidió con el momento en que se definió el territorio de Cástulo del mismo modo que al sur lo hizo Úbeda la Vieja con la fundación del oppidum de la Loma del Perro en el río Jandulilla o Tugia en el Guadiana Menor con la fundación de Castellones de Ceal (Chapa et alii, 1993). Es posible que estos primeros momentos partieron de un modelo territorial en cuyo límite se situaron centros de culto a héroes locales. Sin embargo mientras el modelo territorial entró en crisis en el valle del río Jandulilla, el valle del río Guadalimar, es decir el territorio de Cástulo, continuó su caracterización en el siglo III a.n.e. tal y como lo confirma el éxito de los santuarios que en ese momento alcanzaban su fase de mayor desarrollo. Es posible que el modelo fuera proyectado en su origen desde Cástulo para afirmar el control sobre su territorio, pero si paralelamente las relaciones políticas con los oretanos del norte de Sierra Morena se estrecharon, el hecho pudo llegar a reconvertir aquellos centros del gran oppidum en referente cultural de toda una etnia.

En consecuencia lo que comenzó en la parte oriental de la provincia de Jaén, por ser la proyección del modelo aristocrático sobre territorios superiores a los de los oppida, terminó en el caso al menos de Cástulo con la apertura de un proceso que pudo haber llegado a configurar territorios políticos muy amplios, identificables a nuevas etnias. La red política debió tener su base en causas religiosas, matrimoniales, militares o políticas que ampliaron la clientela, es decir la pirámide de dependencias e hicieron que los aristócratas de algunos oppida pasaran a ser clientes del aristócrata del oppidum dominante.

El resto de la zona no ha sido pródiga en información para el siglo III a.n.e. a pesar de ser escenario de la Segunda Guerra Púnica. En la Campiña de Jaén, entre el Salado de Porcuna y el río Guadalbullón, debió de continuar existiendo la amplia trama de oppida del siglo IV a.n.e. De hecho no se constatan experiencias de creación de territorios políticos superiores al oppidum y ello se deja notar porque en la zona se habla de bastetanos, que fueron los herederos directos de los mastienos que existieron en la época tartéssica y que hoy no parece posible identificarlos como un grupo con el mismo carácter étnico-político que tenían los oretanos, en suma si existieron unos bastetanos con capitalidad en Basti (Baza, Granada), como en muchas ocasiones se ha escrito, estos fueron una sección étnica.

Un grupo diferente de oppida conformado por Iliturgi, Córdoba o Ipolca y con ciertas dudas Tucci (Martos), que como Urgao (Arjona) pudo ser bastetano, formarían parte de los túrdulos. Se trataba de la zona que a fines del siglo VII a.n.e. constituyó un lado de la frontera, aquel que se situaba en parte de la provincia de Córdoba y en la Vega de río Guadalquivir y que pudo haber sobrevivido culturalmente, mientras los oppida continuaron con el sistema nuclear.
Un caso tambien complejo lo ofrece el Sur del río Guadalquivir entre las desembocaduras de los afluentes Guadiana Menor y Guadalbullón, es decir el cuadrante Suroriental de la actual provincia de Jaén. Tradicionalmente se ha indicado que centros como Tugia o Salaria eran oretanos y casos como Auringis (Puente Tablas?) Ossigi (Cerro Alcalá? entre Jimena y Mancha Real) o Mentesa Bastia (La Guardia) eran en cambio bastetanos. Sin embargo existe una referencia de Plinio sobre unos mentesanos (Plinio, III, 19) entre los oretanos y los bastetanos que no conviene olvidar. En primer lugar porque existen dos oppida llamados Mentesa Bastia, ya citado en la Guardia de Jaén y Mentesa Oretana en Villanueva de la Fuente en Ciudad Real, que si bien podían indicar por el segundo nombre su pertenencia a estos grupos étnicos sin embargo también podrían interpretarse como los centros que se nominaban por las dos etnias que les rodeaban. De hecho las tradiciones funerarias eran muy diferentes entre Cástulo y Tugia o Mentesa (Ruiz et 1992) pues el primero en el siglo IV a.n.e. contaba con monumentos sobre empedrados tumulares como en Estacar de Robarinas y el segundo grupo se caracterizaba por las tumbas de cámara o pozo como las de Toya o Castellones de Ceal. Por último hay referencias en la fuentes a un régulo ibérico, un príncipe aristócrata llamado Culchas (Livio, 28, 13; Polibio 11, 20), que gobernaba durante la segunda Guerra Púnica sobre veintiocho oppida y que participó en la guerra del lado romano sumándose con su ejercito de clientes en un punto no muy lejano a Cástulo (Ruiz 1998). La realidad es que con el desarrollo del sistema nuclear entre los siglos IV y II a. n. e. pudieron existir distintas experiencias en la gestación de las etnias, en unos casos con éxito y en otros sin desarrollo posterior.

El origen y la domesticación del maíz. Memoria y resistencia

El origen y la domesticación del maíz. Memoria y resistencia Por ATILANO A. CEBALLOS LOEZA, 31 de diciembre de 2004

Uno de los momentos más importantes en la vida de las antiguas comunidades mayas fue, sin duda alguna, la domesticación del grano del maíz. Haber logrado dar el enorme salto de ser una planta silvestre hasta convertirse en base de la alimentación de los mayas de ayer y de hoy requirió, con toda seguridad, un gran número de años y siglos. ¿A dónde se remonta el origen del maíz? ¿Qué pruebas existen de su domesticación y uso intensivo? El presente apartado intenta dar respuesta a éstas y otras interrogantes.

Quizá sea de todos conocida la idea de que el hombre y la mujeres que vivieron originalmente las tierras de lo que hoy llamamos América provengan de África. En su paso incansable, las personas han caminado a lo largo de los siglos; de ese modo fueron surcando las praderas y el borde de los ríos, empinándose por las altas cordilleras y rodeándolas; de ese modo, caminando y caminando, llegaron a lo que hoy se conoce como el Estrecho de Bering, que para ese entonces, debido a los cambios climáticos, se encontraba unido por bloques de hielo a través de los cuales los hombres y mujeres de aquel entonces se introdujeron a nuestro territorio americano. Sin detenerse más que lo necesario, las personas vivían de la caza y la recolección de frutos y raíces para alimentarse, cazaban animales salvajes y pescaban en ríos y lagunas. Los arqueólogos han encontrado evidencias de huesos humanos que demuestran que ya estaban viviendo hace 30 mil años al norte de América, 25 mil en lo que hoy es México, 20 mil en el Perú, 15 mil en Chile y 10 mil en Patagonia.

Sin embargo, se tienen datos de un cambio de vida en las comunidades originarias de estas tierras desde aproximadamente ocho mil años antes de Cristo. En este lento y paulatino cambio, descubrieron una planta que ahora conocemos y apreciamos: el maíz. Era una planta que sólo crecía en estado silvestre y su fruto no era más grande que el dedo pequeño de la mano. El origen de esta planta se remonta al Valle de Tehuacán, Puebla: el descubrimiento en el año de 1961, de una pequeña mazorca de maíz, que, después de estudiarla, se ha fechado siete mil años antes de Cristo, aproximadamente. Algunos grupos indígenas la dominan “madre del maíz”. “Fue encontrada en una capa de tierra que cubría el piso de una cueva que la gente utilizaba como refugio. Los habitantes de esa caverna deben haber comido aquellos primeros elotitos junto con otras hierbas y plantas, algunas frutas, caracoles de río y carne de pescado y animal silvestre. En tierras mayas, el descubrimiento más temprano de restos de maíz comestible se hizo en la orilla del lago de Petenxil, en Guatemala. Por eso sabemos que nuestros antepasados lo cultivaban seguramente a partir de 3,000 años antes de Cristo” (1).

Pero, ¿cuál es el origen de esta planta? ¿Cómo llegó hasta esta tierra? Las únicas respuestas se remontan a los mitos cosmogónicos o de la creación entre los mayas. Ellos recrean y explican lo que no tiene explicación, o aquello que no se sabe cómo explicarlo; en los mitos indígenas y, por consiguiente, entre los mitos mayas, se entremezclan diversos personajes. Dioses y animales, ya sea cuadrúpedos o aves, se unen para sacar adelante la empresa de la creación del cosmos y de todo cuanto existe sobre la faz de la tierra, por debajo de ella y lo que hay en ella. Tal es el caso del maíz, este cereal que logró, de alguna manera, la formación de grandes reinos de la antigüedad.

En el área maya existen varias fuentes que nos informan sobre el origen del maíz (2). Aunque cada región conserva sus mitos cosmogónicos en los que hay similitud; los mayas yucatecos también conservan el suyo que está registrado en los libros del Chilam Balam de Chumayel. Dice que “el espíritu o divinidad del maíz quedó solo dentro de la gracia —término ritual adoptado por los mayas para llamar al maíz— cuando no había ni cielo ni tierra. Después fue pulverizado al final del katún porque no podía haber nacido en el primer katún. Tenía los largos bucles —es de suponer, como apunta R. Roys, que se tratara de los cabellos o barbas de elote, que suelen verse en las mejillas del dios maíz—. Su divinidad le llegó al irse. Estaba oculta dentro de la piedra. En un oscuro pasaje se menciona que el guacamayo hacía algo detrás del actún, la columna de piedra. La piedra bajo la cual estaba el maíz se llama chac ye tun, 'gran piedra de punta', ocontún 'pilar de piedra', zuhuy tun 'piedra virgen, no contaminada'. En el juego de palabras, al maíz se le llama 'tun', que significa no sólo piedra en general, sino específicamente jade, a su vez símbolo de precioso” (3).

Thompson describe un relato similar recogido entre los mayas mopanes de Belice, en el que cuentan que el maíz estaba oculto bajo una enorme roca o gran peña, y sólo las hormigas podían llegar a ellas y alimentarse del grano, por una pequeña grieta de la piedra. La zorra comió de los granos que no podían cargar las hormigas, y siguió a las hormigas hasta encontrar el lugar exacto donde se encontraba dicha semilla, pero no pudo entrar por ser muy pequeña la grieta. De vuelta con los otros animales, la zorra se echó una flatulencia y sus vientos olían tan bien, que sus compañeros quisieron saber qué había comido.

Le siguieron y conocieron su secreto; les pidieron a las hormiguitas sacar más granos, pero éstas sólo podían sacar para su sustento. Pidieron ayuda a la hormiga roja y a la rata, pero tampoco pudieron. Finalmente le comunicaron al hombre el secreto de aquel maravilloso alimento. El hombre pidió ayuda a los dioses, éstos a los pájaros carpinteros para ubicar la parte más blanda de la roca y después de 12 intentos los dioses envían a un último rayo que pulveriza la piedra y libera el grano. Al principio los granos eran blancos, pero el rayo abrasó algunos granos que se volvieron rojos, ahumó a otros que se volvieron amarillos y carbonizó a otros que se volvieron negros. Los hombres más jóvenes se llevaron el maíz.

Entre los mayas quichés existe un relato muy hermoso: “Los dioses hicieron de barro a los primeros mayas-quichés. Poco duraron. Eran blandos, sin fuerza; se desmoronaron antes de caminar. Luego probaron con la madera. Los muñecos de palo hablaron y anduvieron, pero eran secos; no tenían sangre ni sustancia, memoria ni rumbo. No sabían hablar con los dioses o no encontraban nada que decirles. Entonces los dioses hicieron de maíz a las madres y a los padres. Con maíz amarillo y maíz blanco amasaron su carne. Las mujeres y los hombres de maíz veían como los dioses, su mirada se extendía sobre el mundo entero. Los dioses echaron un vaho y les dejaron los ojos nublados para siempre, porque no querían que las personas vieran más allá del horizonte” (4). Así lo cuenta el libro sagrado del Popol Vuh. Existen otros muchos relatos mayas sobre el origen del grano (5), la mayor parte de ellos menciona a las hormigas y la piedra debajo de la cual se halla dicho grano.

Los antiguos mayas no sólo quisieron explicarse el origen y la domesticación de esta planta, sino el origen mismo del cosmos y de todo cuanto existe; más aún, buscaron explicar su propio origen, la eterna e inquietante pregunta: ¿quiénes somos y de dónde venimos? Para esto último, los mayas y todos los pueblos mesoamericanos encontraron en el maíz su origen y su esencia. “La identificación del origen del maíz con el origen del cosmos, el nacimiento de los seres humanos y el comienzo de la vida civilizada expresan la importancia que estos pueblos le atribuyeron a la domesticación de esta planta” (6).— Maní Yucatán.

————— 1) DE VOS J., “Nuestra raíz”, Editorial Clío. México 2001 2) Thompson J. Eric, “Historia y Religión de los Mayas”. Siglo XXI. México 1970 3) Idem 4) Gaelano Eduardo, “Memorias de Fuego” I. Siglo XXI. México 2002 5) Florescano, Enrique, “Memoria Indígena”, Editorial Taurus. México 1999 6) Idem

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Un canto al maiz, el Popol Vuh

El Popol Vuh, libro común de los quichés, se adelantó en identificar ante los ojos del mundo el valor del Zea Mays, o maíz, al narrar que en su reconocimiento mismo el hombre señaló a esta planta como parte primordial de su organismo.

Tiempo después la especie humana descifró el enigma de su composición anatómica y supo ubicar en su justo lugar a este grano de unos siete mil años de antigüedad, que ha llegado a convertirse en la dieta básica de muchos pueblos, básicamente en el continente americano.

El maíz es la planta más domesticada y evolucionada del reino vegetal, con valores nutritivos que van desde las proteínas, hasta el agua, almidón, carbohidratos, grasas, sustancias minerales y vitaminas.

Su productividad y adaptabilidad le ha posibilitado extenderse rápidamente a lo largo de todo el planeta luego de que los españoles y europeos exportaran la planta desde América durante los siglos XVI y XVII y se ha convertido en la tercera cosecha en importancia, después del trigo y el arroz.

Hoy se siembra en la mayoría de los países del mundo, fundamentalmente en Estados Unidos, China y Brasil, sumando el 73 por ciento de la producción anual global, de unos 456 millones de toneladas.

Pero no sólo su irrefutable valor nutritivo ha ubicado en el trono a esta planta de la familia de las gramíneas, sino también sus más de tres mil 500 usos y aplicaciones, derivados de su compleja composición química, que lo mismo le permite ser un cosmético que un explosivo.

De acuerdo con investigaciones, alrededor de un 10 por ciento de esta planta contiene sustancias nitrogenadas, entre el 60 y el 70 por ciento de almidón y azúcares, y del cuatro al ocho por ciento materias grasas, mientras el resto está formado por agua, celulosa y sustancias minerales.

Entre las materias nitrogenadas del maíz se encuentra la zeína, la edestina (una globulina), la maisina (en tres formas: a, b, g) y de las 60 partes de fécula, el maíz dulce sólo contiene 20, otras 20 se hallan convertidas en dextrina y la porción restante, en glucosa y sacarosa casi a partes iguales.

Se afirma que el grano reducido a harina o desengrasado, y convertido en maicena, es de fácil digestión y muy nutritivo, aunque los especialistas llaman la atención a la hora de suministrarlos a los niños.

Las vellosidades, barbas o cabellera del maíz reportan beneficios diuréticos eficaces han sido bien colectadas y se indican a un paciente cuando es necesario activar la secreción urinaria.

Su consumo en infusiones de estilos de la planta se recomienda para combatir estados febriles, inflamaciones de la vejiga, enfermedades cardíacas, albuminuria, la llamada gota, entre otras, pero nunca en el caso de afectaciones a la próstata, ya que, dicen, multiplicaría los padecimientos del enfermo.

Además de las variadas recetas que se pueden confeccionar en la cocina, muchos de los jabones, geles, cosméticos y en lociones para el rasurado incluyen derivados del maíz en su formulación.

Varios de los cereales que en el mundo se consumen están compuestos de maíz, almidón de maíz, almíbar de maíz, harina de maíz y un edulcorante extraído del maíz.

El pan de molde puede tener almidón, almíbar y dextrosa como ingredientes, mientras el té o café instantáneos también suelen incluir en su composición un subproducto del maíz: la maltodextrina.

Este granito tiene incontables variedades, entre éstas, el dentado, considerado el de mayor importancia comercial, el Flint, el duro, el Flour, el reventador y el dulce.

La carne y los huevos que consumen los seres humanos suelen proceder de ganado alimentado con piensos que incluyen maíz en un elevado porcentaje, principalmente su gluten.

Cerca de 85 tipos diferentes de antibióticos utilizan maíz en sus fórmulas, como la capa fina que recubre las aspirinas y otros analgésicos, además de los sueros intravenosos y otros fármacos.

Muchos envases de plástico y papel son elaborados con fibras de maíz en su composición, que resultan más ecológicos que otros plásticos industriales.

El maíz se ha tomado como un cultivo muy estudiado para investigaciones científicas y su condición de planta monoica, que aporta gran información al poseer una parte femenina y otra masculina, permite crear varias recombinaciones (cruces) y nuevos híbridos para el mercado, encaminados a obtener altos rendimientos en la producción.