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Fenicios

El Ministerio confirma que el barco fenicio se queda en la playa de La Isla

El Ministerio confirma que el barco fenicio se queda en la playa de La Isla UNA JOYA ÚNICA. El barco fenicio, sumergido en las aguas de la playa de La Isla. El pecio se cubrirá con una cúpula de cristal para permitir la visita de turistas.

Tras años de lucha y esfuerzo, el Ministerio de Cultura ha escuchado las voces del Ayuntamiento y de la Consejería de Cultura y ha decidido que el barco fenicio Mazarrón 2 se quede en la playa de La Isla. El Museo Nacional de Arqueología Marítima de Cartagena albergará una réplica del pecio. Así lo dieron a conocer ayer el director general de Cultura, José Miguel Noguera, el alcalde Francisco Blaya y la edil de Cultura.

El proyecto en torno al barco fenicio consiste en hacerlo visitable in situ en La Isla, lugar donde se encuentra y donde se pretende crear una cúpula de cristal con un entorno adecuado para su observación y disfrute. Dicho proyecto depende ahora del recién creado consorcio turístico.

Por Alfonso Pérez, La Verdad Digital – Murcia, 16 de febrero de 2005

El barco fenicio Mazarrón 2 está casi completo. Y nadie podía asegurar que el pecio se desintegrase si se realizaba su extracción, «por lo que la mejor opción era hacerlo visitable en la playa de La Isla», según el alcalde.

Tiene más de 2.600 años

El barco, bautizado en términos científicos como Mazarrón 2, se trata de una nave fenicia construida hace más de 2.600 años. Está casi completa desde la proa hasta la popa. Tiene una eslora de 8,10 metros, una manga de 2,25 y un puntal aproximado de 1,10. En su interior conserva todas la cuadernas de higuera menos una, cosidas con fibra vegetal. Las tracas de pino que forman el casco están unidas por un sistema de espigas y se empleó una fibra vegetal para calafatear las juntas.

Una de las particularidades es que todos los elementos se conservan en posición y curvatura originales, a diferencia de los restos de otro barco fenicio de la misma época aparecido incompleto en 1993, también frente a las playas de Mazarrón y que ya se conserva en el Museo Nacional de Arqueología Marítima.

Los técnicos han recuperado ya toda su carga, compuesta fundamentalmente por lingotes de plomo con un peso total de 2.120 kilos. También transportaba un ánfora de cerámica, una espuerta de fibra vegetal con asa de madera, un molino de mano y varios fragmentos de huesos de animales.

Las minas, BIC

Además, ayer se dieron a conocer otras actuaciones culturales como la inauguración del almacén que alberga restos arqueológicos y que, junto a la factoría romana de salazones, formarán el futuro museo arqueológico.

El alcalde también anunció la construcción de un auditorio al aire libre en el castillo, para el próximo verano, así como la restauración del Consistorio, con una inversión de 1,2 millones, antes de que termine la legislatura.

En cuanto a las minas, el expediente de bien de interés cultural (BIC) «se publicará en breve» en el boletín oficial, según indicó el jefe de Patrimonio Histórico, Ángel Iniesta. «Todavía falta por concretar la delimitación definitiva del paraje», dijo. Francisco Blaya también confirmó que la Casa de la Cultura se destinará a biblioteca y que el almacén de la Cresta del Gallo, en la avenida de la Constitución, se convertirá en un centro cultural. Blaya dijo que se contará con la ayuda económica de Cajamurcia.

Museo Nacional de Arqueología Marítima de Cartagena
Dirección: Dique de Navidad, s/n. 30280 - Cartagena.
Teléfono: 968 121 166 - 968 508 415
Director: Iván Negueruela Martínez.

La navegación y el comercio fenicios

En la Sala 2 se muestran los primeros resultados de las excavaciones que el Museo-Centro ha llevado a cabo en la Playa de la Isla, de Mazarrón, sobre dos barcos fenicios del siglo VII a. C., conocidos como Mazarrón-1 y Mazarrón-2. Las campañas de prospección y excavación se han desarrollado desde 1993 a 2001, y además de la prospección microespacial exhaustiva de la bahía se han excavado los dos barcos con metodología arqueológica y técnicas innovadoras en el proceso de excavación, protección y dibujo subacuático. La más importante es una Caja Fuerte inventada y diseñada por el Museo, que se puede abrir por módulos a voluntad y permite el trabajo en el área del barco que se necesite. Además, esta misma Caja Fuerte protege el barco tras la excavación.

Mazarrón-1 ha sido extraído y se encuentra en tratamiento en los laboratorios del Museo. La metodología de la extracción ha sido desarrollada también por el Museo, y se ha realizado ‘envolviendo’ los restos en moldes de silicona apta para el trabajo subacuático, como protección en las tareas de extracción del agua y traslado al Museo. A su vez; todo ello se envolvió con resina de poliéster. Los restos recuperados son: la quilla, restos de 9 tracas adosadas a uno de los lados de la quilla y restos de 4 cuadernas adosadas al casco descrito. La quilla es de sección aproximadamente cuadrangular y presenta en planta un leve ensanchamiento en su centro que le da un aspecto fusiforme. En uno de sus extremos conserva perfectamente el sistema de unión con el codaste.

Mazarrón-2, ha sido excavado entre 1999 y 2001. El barco está prácticamente completo y con su curvatura original. En su interior apareció el cargamento de factura fenicio. El barco estaba cubierto de resina por su interior y conservaba el abarrote. Además, junto a la proa del barco apareció el ancla con su estacha. A diferencia de las demás anclas coetáneas de piedra, ésta de Mazarrón-2 es, actualmente, la más antigua de madera conocida que adopta ya el tipo tradicional que pervivirá a lo largo de los siglos.

Las diferentes campañas de excavación y prospección que se han llevado a cabo desde 1993 han permitido recuperar una amplia representación de las vajillas de mesa, cocina y almacenamiento usadas en época fenicia: platos, cuencos, ánforas, ollas, así como una punta de lanza de bronce 27, un escarabeo de plata y esteatita.

También se exponen en la misma sala las defensas de elefante africano, procedentes del Bajo de la Campana, de época fenicia (s.VI a. C.). El marfil era un material de uso suntuario para elaboración de imágenes o taracea de muebles y otros objetos. Algunos de los colmillos llevan inscripciones con un texto inciso en el que se remite la mercancía, como si de una carta comercial se tratara, con frases como: "de bd strt, atentamente", o " de r mlk, humildemente".

EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS SUBACUÁTICAS REALIZADAS POR EL CENTRO NACIONAL DE INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS UBMARINAS EN EL YACIMIENTO DE LA PLAYA DE LA ISLA (MAZARRÓN). MEMORIA DE LA CAMPAÑA DE 1995. Iván Negueruela Martínez

http://www.carm.es/educacion/arqueomurcia/publicaciones/memo10/10MAZARRON.PDF

La Fonteta. La colonia fenicia de la desembocadura del río Segura

La Fonteta. La colonia fenicia de la desembocadura del río Segura Por A. González Prats, Sapanu. Publicaciones en Internet III y IV (1999-2000) [http://www.labherm.filol.csic.es]

Introducción

El día 9 de septiembre de 1996 se iniciaban las excavaciones del Proyecto de Investigación Arqueológica que con la misma denominación del topónimo existente en el lugar -en donde se sitúa también el yacimiento medieval de la Rábita Califal (BIC)- venía siendo solicitado desde 1989 a la Generalitat Valenciana con núm. de Expte. 73/89.

El Proyecto de La Fonteta está inmerso en la línea de investigación Colonización fenicia e interacción cultural con las comunidades indígenas del Sudeste de la Península ibérica del Área de Prehistoria de la Universidad de Alicante, donde en la década de los ochenta se incardinó el Proyecto de La Peña Negra. Para su desarrollo se ha establecido una oportuna colaboración con el Museo Arqueológico y Etnológico de Guardamar del Segura.

Los fondos económicos para la realización de los trabajos de campo provienen del M. I. Ayuntamiento de Guardamar y de la Dirección General de Patrimonio Artístico de la Generalitat Valenciana. Queremos agradecer a dichos organismos el apoyo que nos están prestando para la consecución de los objetivos planteados en el Proyecto, como al Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Alicante por canalizar y facilitar los fondos procedentes de la Generalitat Valenciana.

No es menor nuestro agradecimiento al esfuerzo realizado por los numerosos alumnos y licenciados de la especialidad de Historia de las Universidades de Alicante, Valencia, Murcia, Granada, Sevilla, Pompeu Fabra de Barcelona, Castilla-La Mancha, Complutense, Uned de Madrid, Navarra y Santiago, gracias al cual se debe, en gran medida, el disponer del registro extensivo que hoy podemos contemplar.

La Fonteta, topónimo alusivo a un manantial de agua dulce que ha dado nombre al paraje, está ubicada en la orilla derecha del río Segura, muy próxima a su desembocadura, reproduciendo un patrón de asentamiento muy familiar en los centros fenicios del Mediterráneo.

A falta de estudios paleogeográficos no sabemos ciertamente si el lugar era antiguamente un islote o un promontorio, pero sí está claro que el curso fluvial del Segura tropezó siempre con ese accidente natural, generando su característico meandro antes de salir al mar. Precisamente en esta ensenada previa a la desembocadura, protegida del régimen de vientos predominantes, es posible que se situara el muelle portuario del yacimiento fenicio.

De todos modos, si hubiera que inferir una imagen de la paleogeografía en la época en que nos movemos (siglos XI-VI AC) puede que sirviera la que muestra el gráfico de la figura 2. Para su confección se ha tenido en cuenta la flexión actualmente perceptible del terreno desde el Cabo de Santa Pola hasta el piedemonte de las Sierrras de Crevillente, Callosa, Orihuela y los Estaños. La reconstrucción, pues de la antigua línea de costa podría situarse siguiendo la propia línea de la actual isohipsa de 20/30 m., generando un gran golfo, presidido en su entrada por un gran islote (El molar-La Marina), cuya orilla discurriría cerca de Orihuela, donde posiblemente desembocara entonces el río Segura. Esta gran golfo se correspondería con lo que después se conoce como "Sinus illicitanus".

Sabemos que dos de los factores económicos esenciales que condicionaron la elección de determinados puntos para situar los centros fenicios fueron la facilidad de abastecimiento de materias primas, preferentemente metales, y la posibilidad de comercio con las gentes del territorio circundante.

Ambos factores se dan cita en el Bajo Segura. Al menos desde el siglo IX AC, potentes talleres metalúrgicos ubicados en el poblado indígena de La Peña Negra están elaborando a gran escala numerosos útiles, adornos y armas tipológicamente vinculadas al ámbito del Bronce Final Atlántico que no se quedan en el lugar. Pero, además, las excavaciones realizadas en La Fonteta han puesto de manifiesto la dedicación de los fenicios a la metalurgia del cobre, del hierro y de la plata, materias primas que debieron captar del inmediato territorio alicantino y murciano.

No debieron pasar inadvertidas tampoco las posibilidades que ofrecían estas zonas de marjales del Bajo Segura para la explotación de un bien de primera necesidad como es la sal, no tanto para el consumo directo como para la conservación de alimentos (carne, pescado, aceitunas) y para la fabricación de salazones, industria en la que destacaron los fenicios y de la que tenemos amplias referencias escritas y buena documen-tación arqueológica en época púnica.

Minerales metálicos para transformar, útiles y armas ya elaborados por talleres indígenas,...y sal. A su lado, un ecosistema rico y diverso en recursos que proporcionaba una dieta variada y muy completa a través del consumo de animales terrestres, lacustres y marinos. Del ciervo a la vaca, del atún a la sepia, de la cañadilla a los cangrejos, amenizado con un importantísimo volumen de caracoles terrestres, los habitantes de la ciudad fenicia de la desembocadura del río Segura disponían de una gustosa alimentación.

La ciudad portuaria instalada al abrigo de los vientos de levante, se encontraba en un punto estratégico no sólo para la explotación primaria de los recursos económicos sino, y a ello se debió tal elección, en un lugar óptimo de un cauce fluvial que comunicaba el Sudeste con la Alta Andalucía, un eje comercial de especial importancia en la protohistoria de ambas regiones. En un radio inmediato, el poblamiento indígena se mostraría especialmente receptor: San Antonio, Los Saladares, Caramoro II, o la propia Peña Negra, que llegó a albergar en su seno una factoría de artesanos destacados desde el emporio de Guardamar.

La articulación del territorio "colonial" en el Bajo Segura se realizó siguiendo un esquema que vertebraba la ciudad portuaria de la desembocadura con la fortificación del Cabezo Pequeño del Estaño -que podría incluso haber resguardado el posible gran puerto de La Rinconada-. Este modelo de implantación incluía la existencia de un santuario dedicado a Astarté probablemente, en el propio Castillo de Guardamar, y debía de ser el contrapunto al templo de La Fonteta, documentado a través de restos arquitectónicos, posiblemente erigido a Melkart. Un modelo que recuerda, en última instancia, lo que las fuentes escritas y la arqueología nos ilustran sobre Cádiz, la gran metrópoli fenicia de Occidente.

Con el descubrimiento de La Fonteta, anunciado ya en la década de los setenta por los intentos de localización de Schubart y Arteaga, el territorio del Sudeste de la península ibérica ha cobrado un protagonismo de primer orden tanto en lo referente a la propia dinámica de la colonización fenicia en el Mediterráneo occidental como al papel que desempeñó en los procesos de comercio, interacción y aculturación con las poblaciones indígenas del Bronce Final. Lo que facilita la comprensión de un período orientalizante en las comarcas meridionales alicantinas y su transformación desde mediados del siglo VI AC en una floreciente etapa ibérica antigua, algunos de cuyos yacimientos representativos (horizontes El Molar-El Oral) parecen recoger fielmente la tradición cultural de lo fenicio y lo orientalizante, germen de lo ibérico.

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en estos años empiezan a ofrecernos algunos aspectos de lo que fue una colonia fenicia occidental en el Sudeste de la península ibérica, cuyos rasgos arquitectónicos, religiosos, funerarios, económicos y de cultura material nos emplazan ante uno de los centros paradigmáticos de la presencia fenicia en ultramar, en un punto geográfico crucial para entender las relaciones con la Ibiza arcaica y la estrategia territorial que conlleva la colonización fenicia del Mediterráneo occidental.

La periodización del asentamiento de La Fonteta que hemos realizado en 1997 se basa en el registro obtenido a lo largo de estas tres campañas iniciales en el sector sudoriental del yacimiento. Pero somos conscientes de que su aplicación a la totalidad del mismo puede resultar precipitada, comprobado el funcionamiento irregular de los depósitos estratigráficos, que presentan variaciones sustanciales incluso entre lugares próximos. A pesar de ello, se ha comprobado su utilidad, incluso didáctica, en la campaña de 1998, permitiendo vertebrar coherentemente toda la documentación recuperada.

La existencia de un impresionante sistema defensivo (en su día confundido y publicado como islámico por el equipo de medievalistas de R. Azuar, y más recientemente, encabezando ahora un equipo de iberistas franco-español, considerado como orientalizante e ibérico antiguo) ha servido de horizonte para diferenciar una Fonteta arcaica (fases I, II y III) y una Fonteta reciente (fases IV, V, VI, VII y VIII). Fonteta IX señalaría el momento de arruinamiento y desmoronamiento de las murallas, que marca el final del yacimiento, tras lo que se produce una gran invasión dunar.

Resulta prematuro deducir la extensión del yacimiento fenicio debido tanto a la ausencia de una prospección física completa como al hecho de que los perímetros de las dos grandes fases no coinciden. En el área excavada, los restos de Fonteta arcaica sobrepasan el perímetro defensivo de la Fonteta reciente, mientras los restos arquitectónicos de ésta se ciñen únicamente al interior del recinto amurallado. Pero esta constatación ¿permite suponer que la ciudad arcaica fue más extensa que la que encierra después el recinto amurallado que vemos hoy?. O lo que es igual: ¿Fonteta reciente significa un repliegue topográfico?. Mientras no conozcamos la evolución de la geografía de la desembocadura del río Segura entre los siglos VIII y VI AC estas cuestiones resultan enteramente gratuitas. Y mientras no se realicen una serie extensa de sondeos profundos para delimitar la zona de asentamiento, lo que planteemos no pasará de conjetura. De todas formas, una estimación objetiva aproximada podría mostrarnos un complejo urbano y portuario no inferior a 6 Ha. para la fase arcaica.

Campañas

Las tres campañas de excavaciones ordinarias realizadas hasta el presente han acometido diversos objetivos. En 1996 la actuación se centró en el afloramiento del ángulo SE del perímetro defensivo, cubierto por toneladas de arena. La espesa cubierta dunar fue retirada de ambos lados del cuerpo de muralla con el fin de facilitar el inicio de las excavaciones estratigráficas a partir del primer estrato de formación antrópica, lo que se traduciría con la apertura, en el interior del recinto, del Corte 7, que deparó una de las primeras secuencias del yacimiento. También se inició, junto al paramento oriental, el Corte 6.

En una zona más alejada, hacia el Sur, se abrió el Corte 25, que proporcionaría uno de los registros tanto arquitectónicos como ceramológicos más ilustrativos.

La planimetría obtenida con la primera campaña nos condujo a plantear, conocido el sentido en que se orientaban las diversas estructuras arquitectónicas, la distribución actual de las áreas de excavación. Vista la envergadura de aquéllas, optamos por establecer un módulo de 10 m. de lado para los Cortes, a excepción de los que afectan al lienzo defensivo, cuya anchura se incrementa hasta 14 m. De este modo, los nuevos Cortes de 1997 se ajustaron ya a dicho sistema.

En la segunda campaña se regularizó el Corte 7 ampliándolo al módulo correspondiente y, junto a él, se abrió el Corte 8. Al otro lado de la muralla se iniciaría el Corte 14. El Corte 8 fue generosamente pródigo en el registro de la fase Fonteta VI, ya que debido a la utilización de su espacio como vertedero, el volumen de restos arqueológicos y faunísticos resulta como mínimo impresionante. Un importante lote de bronces, entre los que destacan diversos tipos de fíbulas, acompañaba a un copioso repertorio cerámico entre el que sobresale uno de los conjuntos de cerámica griega arcaica más importantes de la Península ibérica: ánforas quiotas y samias al lado de copas y vasos (dinos) de diversos centros de la Grecia oriental. El descenso en los estratos inferiores quedó pospuesto para 1998, habida cuenta de lo laborioso que resultó el cribado sistemático en malla fina de algo más de 28 m3 de cenizales.

La información que proporcionaron los Cortes 7 y 14 se tradujo, principalmente, en la detección de la fase Fonteta III a través de diversas dependencias cuya finalidad metalúrgica quedaba marcada a través de la enorme cantidad de toberas, crisoles, fragmentos de moldes de arenisca, tortas de metal y escorias, elementos que nos indicaban el trabajo sobre cobre y sobre hierro preferentemente.

En el Corte 14 se pudo, además, registrar el foso que precedía a la línea defensiva meridional, cuya ejecución cortó los restos arquitectónicos de las viviendas metalúrgicas precedentes. Este Corte se encuentra en vías de excavación, no habiéndose llegado al final del foso.

Los objetivos de la tercera campaña se cifraban en la continuación del descenso en los Cortes 8 y 14 y en la apertura hacia el Este del Corte 5 y hacia el Norte de los Cortes 9 y 10. La retirada con pala mecánica no sólo de las terreras del año anterior sino de nuevo de varias toneladas de arena dunar para emplazar los nuevos cortes, ha condicionado que éstos solo hayan podido insinuarse para su excavación en los años próximos.

Los esfuerzos de 1998 se han centrado, por tanto, en los Cortes 5 y 8. En este último, se ha descendido en los depósitos inferiores a la muralla, documentando nuevas dependencias del complejo metalúrgico de Fonteta III que ha deparado restos de nuevos moldes e incluso una maza de minero.

El gran horno circular de paredes de adobes, de 2,40 m. de diámetro, pendiente de excavación tras detectarse en 1997, ha sido aflorado por debajo de la fase Fonteta VI y tal vez pertenezca a la casa pluricelular de Fonteta V. En el actual estado de su investigación no existe el menor indicio sobre una dedicación metalúrgica, sirviendo seguramente como una gran tahona.

En el Corte 5 parece que disponemos de uno de los primeros habitáculos de Fonteta VI. Hasta ahora, todo el registro de dicha fase venía traducido en un vasto depósito de vertidos que rellena incluso los espacios habitables de las viviendas precedentes de Fonteta V, por tanto amortizadas. La estructura en cuestión presenta una factura de peor calidad y debió instalarse cuando ya el lugar estaba siendo utilizado como basurero, pues sus zócalos de piedra pisan el tramo inferior del mismo. Pero, al contrario que ocurre en las cuidadas casas de Fonteta V, el vertedero no llegó a invadir el interior de esta estructura que aparece arrumbada junto al interior del codo SE de la muralla.

Los nuevos registros obtenidos con los recientes trabajos nos ofrecen, por otro lado, aportaciones esenciales que completan los datos extraidos en años anteriores.

La primera de ellas afecta al contenido del tramo estratigráfico Ib8-Ib9-Ib10 que existe inmediatamente debajo de la muralla y que sirve de apoyo a su basamento. El estrato Ib9 que se había manifestado hasta ahora con un mínimo espesor y con muy escaso material arqueológico asociado, nos ha deparado un depósito de grosor creciente de Sur a Norte que ha proporcionado un notable conjunto de materiales. Con esta documentación resulta más fácil precisar la cronología de la fase inmediatamente anterior a la construcción del sistema defensivo de Fonteta IV, lo que hasta ahora debía de conjugarse con los ricos conjuntos cerámicos de Fonteta IIIB1. Sospechamos, además, que el estrato Ib9 gris de los Cortes 7, 8 y 5 no se corresponde con el estrato Ib9a gris del Corte 14, por lo que podemos estar ahora en mejores condiciones de caracterizar la fase Fonteta IIIB2, de cuyas viviendas han salido las grandes piedras que conforman la base del refuerzo exterior de la muralla.

Otra aportación la constituye la detección de una serie estratigráfica perteneciente a la fase Fonteta II que hasta ahora sólo se había detectado en el Corte 25. El registro se ha producido en el Corte 5, debajo indistintamente de los restos de Fonteta III y de Fonteta V. El espesor de la serie varía de 0,20 a 1,75 m. y se trata de un depósito con numerosos estratos y capas en donde se han documentado numerosos rastros de actividad metalúrgica. Nuevos hallazgos de cerámica griega protocorintia y ánforas SOS confirman el registro del edificio de tapial del Corte 25.

Por último, se ha manifestado igualmente restos de la fase Fonteta I, traducidos en tres hornos y una serie de fosas y canales excavados en la base geológica que de nuevo hemos de relacionar con actividades metalúrgicas. El relleno de arena que colmata tales estructuras y que proporciona material arqueológico significativo induce a proponer una fase Fonteta IB o Fonteta I/II.

La estratificación de los diversos depósitos correspondientes a las fases que han podido ser establecidas, obliga a una correlación -actualmente en curso- entre las diversas series estratigráficas obtenidas debido a la falta de homogeneidad de aquéllos.

Arquitectura y técnicas de construcción.

A través de la secuencia de las fases de habitación que han podido ser establecidas se observa una primera aproximación a la arquitectura de este emporio fenicio del Sudeste de la península ibérica, cuyos modelos van a influir substancialmente en el concepto arquitectónico de las comunidades indígenas del territorio, adoptándolos en muchos casos fielmente, desde el uso de la albañilería de adobes hasta el empleo de bancos y el modo de construir los hogares, como se puede observar en La Peña Negra y en El Oral, dos yacimientos indígenas -orientalizante uno e ibérico antiguo el otro- que sirven de contrapunto o recogen la evolución de lo que ocurría en La Fonteta.

Arquitectura doméstica

A la espera de una mayor definición, con la ampliación del registro de campo en los próximos años, de los posibles restos constructivos que bajo la forma de hoyos [de postes], fosas y líneas [vallas] de material perecedero registrados en Fonteta IA, la primera construcción definida que conocemos pertenece a Fonteta II y viene traducida por el edificio con paredes de tapial, cuya completa delimitación aún está pendiente, aparecido en el Corte 25. El edificio articula varias dependencias ortogonales con paredes de diverso grosor que diferencian los muros maestros de los meros tabiques. La disección de algunos de estos últimos mostró perfiles estratigráficos muy ilustrativos sobre su construcción a la par que registraba nítidamente la existencia de, al menos, dos momentos de construcción, con una refacción posterior del plano original que afectaba a las dimensiones de las dependencias internas. En algunos puntos, un suelo de adobes señalaba la clausura de la primera fase de construcción.

La utilización de un zócalo de mampostería en la construcción de los muros de las casas está documentada desde la fase Fonteta III. Un conjunto de habitaciones pertenecientes a otro complejo arquitectónico se está definiendo a través del registro de los Cortes 5, 7, 8 y 14. El carácter metalúrgico de algunas de estas dependencias ha quedado manifestado por abundantes hallazgos relacionados con dicha actividad.

Un pavimento de barro que descansa sobre lecho de cantos de playa señala la diferente función de una habitación, situada junto a otra donde un suelo empedrado y dos pesados machacadores parecen indicar un lugar destinado a triturar mineral, a su vez adyacente a un taller metalúrgico que debemos interpretar como una herrería.

En otra dependencia situada más a oriente se documenta un hogar con tres áreas circulares. Dos de ellas muestran una cuidadosa técnica de construcción destinada a conservar mejor el calor de los fuegos: debajo de la capa de terracota, se ha dispuesto un lecho de fragmentos cerámicos y a su vez encima de un lecho de base con pequeños cantos. La tercera no dispone del lecho de cerámicas.

Este tipo de hogar en donde debajo de la plancha de cocción se sitúa un lecho de cerámicas troceadas se encuentra desde Fonteta II, ya que en uno de los habitáculos del edificio de tapial fue detectado uno de estos hogares. En 1984 se localizó en La Peña Negra un hogar similar correspondiente a la fase orientalizante, y aparecen más tarde también en el poblado ibérico antiguo de El Oral.

La siguiente fase donde nos aparece una arquitectura característica y definida, con un inmejorable estado de conservación en algunos puntos, es Fonteta V. Disponemos de dos estructuras adosadas ambas al paramento interno de la muralla erigida en Fonteta IV. La casa del Corte 7 se ha edificado sacrificando el refuerzo del lado interno de la muralla y uno de los tirantes-contrafuertes de la misma. Esta casa presenta un plano, todavía incompleto, de una vivienda pluricelular que consta de cinco estancias como mínimo. Las paredes mejor conservadas muestran robustos zócalos de mampostería -ligeramente más anchos que los de las casas de Fonteta III- de 1,10 m. sobre los que se levanta la obra de adobes, en algunos puntos conservada con igual altura que los zócalos.

En relación con esta casa podemos situar el gran horno de adobes que se instala a medio metro escaso de su pared oriental.

Por su parte, la estructura excavada en el Corte 5N nos ofrece muros de una robustez extrema ya que triplica casi, disponiendo tres hileras de adobes en lugar de una, el espesor de los de la casa del Corte 7. De nuevo, el excelente estado de conservación posibilitó recuperar un alzado de adobes de un metro de altura sobre el correspondiente zócalo de mam-postería, de menor altura que los zócalos contemporáneos del Corte 7. La robustez de las paredes sorprende por el pequeño espacio útil que encierran, por lo que hemos de sospechar que debieron ser una sólida sustentación de una superestructura que pudo elevar más de dos pisos. Las huellas de una posible escalera interna construida con peldaños de adobes dispuestos verticalmente, vendría a confirmarlo. En este caso, el depósito hallado sobre el suelo original de la planta baja parece haberse formado ante el derrumbe súbito de una planta superior, en donde se rescataron in situ un ánfora completa fracturada, un plato de engobe rojo, un asador de hierro hincado y restos de tejido posiblemente teñido de rojo.

Esta estrecha construcción, conviniendo en una considerable elevación, podría estar vinculada al sistema defensivo de la muralla. Se encuentra adyacente al bastión SE y no nos extrañaría hallarnos ante una posible torre interna.

No hemos de olvidar que, en relación con el espacio total existente, estas construcciones de Fonteta V están ubicadas en el área marginal de lo que desde Fonteta IV debió de ser el núcleo urbano. Y ese carácter marginal parece confirmarse con lo que podemos deducir de los momentos inmediatamente siguientes.

A pesar de la alteración producida por depósitos posteriores en estas estructuras de Fonteta V, se han conservado sendos hogares del tipo descrito en las fases arcaicas.

Los adobes que se utilizan en la albañilería se fabrican con barro anaranjado o marrón pardusco y la masa se traba con paja de cereal o con algas marinas (posidonias) que han dejado sus huellas e impresiones o se conservan putrefactas. El mortero que se utiliza para unir unos con otros es el mismo barro pero con tonos siempre sensiblemente diferentes, lo que permite distinguir con relativa facilidad estas paredes. Obedecen a un módulo que conforma piezas subrectangulares de 36x47x11 cm., es decir unas proporciones aproximadamente acordes con el sistema sexagesimal, de tan honda tradición en Oriente Próximo.

A partir de este momento de la secuencia, en el registro que poseemos, las escasas estructuras detectadas muestran una construcción menos cuidada. En plena fase de Fonteta VI, en que la mayor parte del espacio excavado en el interior del recinto tiene un claro carácter de vertedero, se instala junto al paramento del bastión, adosado y alterando parte de la robusta construcción anterior, lo que no pasa de ser un mero cobertizo con zócalos irregulares de mampostería que se alejan por su técnica más desmañada de los zócalos de las casas anteriores.

Inmediatamente sobre el vertedero, que colmata el espacio interno de las casas de Fonteta V, se instala otro pequeño cobertizo, de peor factura incluso que el anterior, con hogar central cuya placa de terracota no cubre ningún lecho cerámico. Esta auténtica chabola -correspondiente a Fonteta VII- se construye sobre más de un metro de escombros y vertidos, al abrigo de las ruinas de la vieja casa de Fonteta V. Pero su aspecto lastimoso puede no traducir la realidad de lo que puede estar sucediendo en el área nuclear de la ciudad, y tener explicación por ser el cobertizo de quien se encarga del horno metalúrgico al que está adosado.

Con posterioridad, antes del derrumbe de las murallas, apreciamos la instalación de alguna pequeña tahona de barro (Corte 7) representativa de Fonteta VIII.
Volvemos a indicar que estas pautas arquitectónicas adjetivan una evolución puntual de un mínimo espacio que además, desde Fonteta IV, puede no coincidir con lo que se está produciendo en áreas más dinámicas de la ciudad portuaria. Futuras excavaciones en zonas más cercanas al propio manantial de La Fonteta y al norte del lugar que ocupa La Rábita califal, habrán de contrastar y completar la información que podemos ofrecer hoy, que no deja de ser preliminar.

Arquitectura defensiva

El perímetro defensivo va íntimamente ligado al concepto de ciudad y tiene profunda raigambre en Oriente, con numerosos ejemplos en el mundo cananeo prefenicio de la Edad del Bronce. Recordemos la significación de la propia ciudad de Gadir: "la amurallada".

Por ello, uno de los rasgos más llamativos del yacimiento fenicio de Guardamar es la muralla. Aflorada en dos tramos en 1987 y 1991 por el equipo de excavaciones de La Rábita califal, fue interpretada como la muralla que rodeaba el monasterio medieval.

Dada la reutilización de diversos materiales anteriores en la muralla de Fonteta IV, cabe la posibilidad de la existencia en algún otro punto de un encintado arcaico, cuyo perímetro no coincide con el que encierra después la Fonteta reciente.

El aspecto que presentan los actuales restos de las murallas en el ángulo SE de la ciudad permite contemplar un cuerpo central de 4,5 a 5 m. de ancho con paramentos verticales construidos con piedras de diverso tamaño. Algunas alineaciones transversales al sentido longitudinal del encintando parecen indicar un sistema de construcción que finaliza tramos de la misma mostrando careos, sin que debamos interpretar necesariamente los espacios entre unos y otros ni como puertas ni como casamatas.

Ese cuerpo central de flancos verticales está ceñido, en los puntos mejor conservados, por dos cuerpos en talud de una anchura en torno a 1 m. en su base, lo que conferiría a ésta una anchura total cercana a los 7 metros.

Evaluada la incidencia de los constructores de la Rábita, edificada a expensas de la piedra del yacimiento fenicio, en particular de las murallas, así como la posición y espesor de los depósitos formados con el derrumbe de las mismas, podemos concluir en proponer una altura total que debió de alcanzar, si no sobrepasar, los 10 metros. El zócalo de piedras y barro debió de elevarse hasta 4-5 m., sobre el que se levantaría la obra de tapial y/o adobes, posiblemente rematada con almenas, según los modelos que traducen las diversas iconografías de las ciudades fenicias. Toda la obra estaba enlucida con una espesa capa de barro de color anaranjado claro, homogeneizando su aspecto final.

Fiel a la arquitectura defensiva cananea y fenicia, el flanco exterior de la fortaleza presentaba a 4 m. de distancia un impedimento complementario contra posibles asaltos: un foso en V de 2,5 m. de ancho. Es seguro incluso, a juzgar por los restos observados en algunos puntos, la existencia de un glacis de barro entre el forro en talud externo y el borde del foso, lo que impedía aún más el acceso y el minado de las murallas, a la vez que protegía de las fuertes lluvias la estructura defensiva.

Si existieron o no casamatas, al estilo de la cercana fortificación del Cabezo del Estaño, no parece que pueda comprobarse ya que se debieron ubicar en La Fonteta precisamente en el tramo superior de barro.

Justamente en el codo sudoriental del perímetro se articuló un bastión de planta cuadrangular en curso de excavación.

Si obviamos la extensa cobertura dunar actual y contemplamos la restitución indicada de las murallas, debía de ser realmente impresionante la visión de esta ciudadela desde Fonteta IV, emergiendo de los esteros del Segura.

Las construcciones de Fonteta V que se adosan al interior de la muralla nos han permitido analizar la existencia de unos muretes transversales más antiguos que parecen originarse en los paramentos verticales del cuerpo central de la muralla e incluso se introducen en él. Han quedado reflejados en los Cortes 7 y 8 en el interior del recinto, así como en el Corte 14, por el exterior.

Por lo que conocemos, no creemos que se trate de muros de viviendas, por más que pudiera utilizarse el espacio comprendido entre ellos para refugiarse a su amparo (de hecho, esta posibilidad ha generado que establezcamos una fase IVc). Este extremo, por desgracia, no puede comprobarse en el espacio actualmente excavado que aquí presentamos, ya que la fase V arrasó ambos muretes, como también eliminó dos tramos del forro interno de la muralla para dotar de mayor espacio a las viviendas que contra ella se adosaron.

Manejando las características geotectónicas del Sudeste español, que es una de las zonas de constante riesgo sísmico - y que obligó en el siglo pasado a trasladar la población de Guardamar del Castillo a su actual emplazamiento-, hemos tomado en consideración la posibilidad de que se trate de unos elementos cuya finalidad residiría en dotar de elasticidad y firmeza al lienzo defensivo, evitando un derrumbe en cadena del mismo.

No faltan precedentes para este proceder en la arquitectura tanto defensiva como civil en el ámbito oriental, que van desde huecos y travesaños de madera en la muralla del Bronce Antiguo de Jericó hasta espacios de adobes entre sillares en el palacio del Bronce Tardío de Ugarit.

Ello confirmaría el alto grado de pericia técnica y el inmejorable conocimiento de las condiciones geofísicas del territorio por parte de los arquitectos que diseñaron el sistema defensivo de la Fonteta reciente.

Arquitectura religiosa

Aunque se trata de una documentación "secundaria", no pierde el incuestionable valor que posee el hallazgo entre las piedras del derrumbe de la muralla o reutilizados en una plataforma de un horno metalúrgico, de varios fragmentos de moldura acabada en gola labrada sobre sillares.

Estos fragmentos arquitectónicos, junto a otros que hay incluidos todavía en la muralla y aquéllos que se pueden apreciar recuperados o reutilizados en las excavaciones del yacimiento de la Rábita califal, son un claro exponente de la existencia en la fase arcaica de La Fonteta de un templo, dedicado a una de las divinidades del panteón fenicio, complementaria tal vez de la Astarté que se veneraba en el Castillo de Guardamar y cuya advocación sabemos continuaba en época ibérica.

El hallazgo de estas molduras, reaprovechadas en la muralla de Fonteta IV o en construcciones posteriores, al margen de su valor arqueológico, traduce de inmediato la misma cuestión que afecta a las estelas y betilos recuperadas de la misma forma, es decir, reutilizadas como material de construcción posterior: ¿Se debe a simple material amortizado o tal vez obedece a razones de más profundo calado?

La actividad metalúrgica

La búsqueda y el comercio de los metales se encuentran en la base de la presencia fenicia en Occidente. El abastecimiento de estaño, el monopolio de la explotación de la plata y la introducción del hierro pasan por ser tres facetas de una misma estrategia que posibilitó la interacción entre fenicios e indígenas, tartessios sobre todo, y que adjetiva los desarrollos socioeconómicos de la Protohistoria de España.

Los indicios de actividad metalúrgica han sido hallados a lo largo de toda la secuencia del yacimiento fenicio, si bien poseemos una notable documentación de la Fonteta arcaica. Baste señalar los diversos hallazgos de escoria y restos de metal fundido (plomo, plata, cobre y hierro) en Fonteta VI, una de las últimas fases de la ciudad.

Los recientes registros de 1998 permiten asegurar que desde el inicio del asentamiento, en un momento indeterminado del siglo VIII AC, el beneficio del metal fue inherente a los fenicios que fundan La Fonteta.

Sobre la base de limos rojizos, en el Corte 8 se excavan tres pequeños hornos cuya elevada temperatura alcanzada alteró la coloración de esta base geológica reciente sobre la que se asienta la ocupación fenicia. Dos son circulares y el tercero alargado, habiéndose hallado abundantes cenizas en todos ellos y restos de escoria en uno de los circulares.

El hallazgo de una escombrera de fundición correspondiente a Fonteta II en el Corte 5N ha deparado un abundantísimo material de carácter metalúrgico: cientos de fragmentos de toberas cilíndricas que muestran el extremo introducido en el horno con restos de vitrificación, diversos ejemplares de crisoles sencillos o con peana en los que se conservan adherencias metálicas, numerosos nódulos de escorias y metal e incluso un pequeño horno habilitado en la propia escombrera, con la parte superior de un ánfora A1 invertida y sellada su boca para utilizarla como recipiente de agua. Un fragmento de molde de arenisca parece delatar el objeto fundido: hachas de apéndices laterales. Un platillo de cerámica a mano con punciones externas que no llegan a atravesar la pared es del mismo tipo que los hallados por Schubart en el Morro de Mezquitilla y que también se conoce en Malaka.

Con todo, el mejor registro procede de Fonteta III. En los Cortes 7, 8 y 14 disponemos del mayor número de objetos relacionados con las actividades metalúrgicas de los habitantes de la Guardamar fenicia. En la fase IIIA, un taller de herrero contenía numerosos pocillos-crisoles con tortas de metal adheridas y uno central con un relleno de virutas de metal (hierro acerado). En el mismo recinto, restos de tres ánforas a torno y un píthos a mano quieren indicar un importante volumen de agua necesaria para el enfriado de los objetos que se forjan.

En la dependencia contigua septentrional, un área de triturado de mineral. Y en lo que parece ser un patio o espacio abierto situado al sur, restos de toberas, en su mayor parte crudas. Y ya en otra dependencia, un mazo de minero con ranuras transversales y varios moldes de arenisca.

Fonteta IIIB1 ha proporcionado una nueva escombrera de fundición en donde los crisoles, las tortas de metal, las escorias, las toberas cilíndricas y prismáticas, así como los moldes para fabricar hachas de apéndices laterales, incluso con doble cama, se mezclaban en una amalgama con un notable conjunto de vajilla de barniz rojo, una de cuyas lucernas de dos picos ostenta un grafito alusivo al nombre teóforo de su propietario: MLQRT YSP ("Melqart lo añadió") según ha podido desentrañar la Dra. Elayi.

Tras los vestigios ya mencionados de Fonteta VI, en la fase VII se ha registrado en el Corte 8 una estructura alargada de combustión - un horno metalúrgico con seguridad - en cuya plataforma inferior había un nódulo de litargirio, es decir, el monóxido de plomo altamente tóxico que resulta de la copelación de la galena argentífera.

Con los datos actualmente disponibles, da la sensación de que tanto Fonteta arcaica como Fonteta reciente ofrecen una caracterización metalúrgica similar, ilustrándonos sobre una de las principales actividades económicas de este centro fenicio de Occidente.

En relación con la metalurgia de las comunidades indígenas precedentes (taller de Peña Negra I), los elementos que ha proporcionado La Fonteta se inscriben en la nueva dinámica instaurada por la presencia fenicia en Occidente: sobre todo el hierro y la plata (metal con que pagan sus tributos a Asiria las metrópolis fenicias), al lado del tipo de toberas tanto cilíndricas como prismáticas, tan conocidas en otros centros fenicios del Mediterráneo central y occidental.

Pero la metalurgia básica de la factoría de la desembocadura del Segura sigue siendo de base cobre. No en vano, el tipo de hacha que se está fabricando en el siglo VII AC en los talleres fenicios de Fonteta II y III es el mismo que desde doscientos años antes venía elaborándose en los talleres de Peña Negra I. Su presencia, incluso monótona, en un centro fenicio puede tener mucho que ver tanto con labores complementarias mineras -deforestación- como con su utilidad segura como escoplo de cantero y tallista. No olvidemos que en esta fase arcaica es donde deben situarse el templo y el tofet cuyas molduras y estelas, talladas con esmero, han sido reutilizadas en la construcción de la muralla de Fonteta IV.

La cultura material

El asentamiento fenicio de la desembocadura del río Segura no sólo nos ha deparado un inmejorable estado de conservación de la arquitectura, sino que también ha proporcionado una masa de materiales arqueológicos que resulta, a todas luces, desbordante y que no hace sino traducir la importancia de las transacciones económicas, el elevado índice demográfico existente y la riqueza de sus gentes.

Tanto a través de la cerámica como de los bronces o los amuletos se aprecia en toda la secuencia de vida de La Fonteta la diversidad del origen de los productos hallados en las excavaciones: Cádiz, Málaga, Cartago y otros centros del Mediterráneo central, y Oriente, para los elementos propiamente fenicios. Las importaciones griegas aparecen desde Fonteta II con cerámicas protocorintias y ánforas SOS, alcanzando un máximo en Fonteta VI con las producciones de la Grecia del Este (Samos, Quíos, Jonia), en la misma línea que lo señalado para Huelva y Málaga. De la fase más arcaica mínimamente documentada (Fonteta IB) procede un skyphos fenicio con engobe rojo y pintura negra que imita los modelos euboicos, similar a ejemplares hallados en Toscanos, Cartago, Mozia y San Antioco.

La Fonteta arcaica depara unos conjuntos materiales acordes con los propios de los restantes centros fenicios del mediodía peninsular y de Sa Caleta. El repertorio más completo procede de Fonteta II y Fonteta III, en cuya diferenciación han vuelto a prestar un buen servicio algunos indicadores cronológicos como es el caso de los platos de barniz rojo (red slip ware, céramique à enduit rouge, rote ware).

El porcentaje de cerámicas a mano es reducido, sin superar valores del 20%. Se pueden establecer tres grupos: el primero de procedencia alóctona, del sur peninsular; otro con pastas ricas en calcita y el tercero, posiblementer local, idéntico a la producción manufacturada de los centros indígenas (Peña Negra I).

Las cerámicas a torno ofrecen igualmente varios puntos de origen, destacando nítidamente por sus características peculiares y por su entidad estadística aquellos productos elaborados en las factorías malagueñas y los importados de Cartago: ánforas, cerámica gris, cerámica sin tratamiento, cerámica de engobe y barniz rojo y cerámica con decoración pintada, esencialmente bicroma.

Las especies más abundantes son las ánforas y la vajilla de barniz rojo. Los platos y las lucernas de uno o dos picos, con o sin tratamiento de barniz rojo, resultan uno de los tipos más comunes, seguidos por los jarros de boca de seta o de boca trilobulada.

La cerámica gris no alcalza en absoluto los valores que después observaremos en Fonteta reciente y su origen hay que buscarlo en los centros de la costa andaluza.

Para la cerámica con decoración pintada hay que subrayar la tendencia hacia una representación especial de las formas E11 (vasos tipo Cruz del Negro) y E13, las tinajas anforoides de cuatro asas geminadas, un contenedor (¿salazones?) tan abundante como las ánforas de vino, mostrando diversas sintaxis decorativas (aspas, circunferencias concéntricas) sobre la conocida temática de base de bandas rojas y filetes negros.

El conjunto cerámico de La Fonteta reciente muestra sensibles diferencias en relación con el comportamiento precedente. Este fenómeno debe relacionarse con los cambios que se producen en casi todos los centros fenicios a partir del último tercio del siglo VII AC, reflejo a su vez del inicio de la crisis de las metrópolis orientales, sobre todo de Tiro.

La construcción del sistema defensivo de Fonteta IV y la reestructuración urbana del asentamiento fenicio encuentran su eco en los cambios sensibles en el comportamiento de los repertorios cerámicos en particular. Para su análisis disponemos de un amplísimo registro propiciado por el carácter de vertedero de los depósitos denominados Ia3, exponentes de la fase Fonteta VI.

El carácter de basurero del depósito ha ocasionado el fenómeno de que en determinados puntos los valores de la cerámica a mano se sitúen en torno al 49%, valor que hemos de considerar, por tanto, anómalo ya que la tendencia en el resto del registro sigue aquella observada desde Fonteta arcaica.

Pero resulta atractiva la hipótesis de entrever en estas fases recientes del yacimiento fenicio una mayor presencia de gentes que desde hace tiempo, al menos desde principios del siglo VII AC, están conviviendo con grupos orientales, según se desprende de la instalación de una factoría fenicia en la ciudad indígena de Peña Negra II.

¿Acaso se produce un repliegue de la población oriental en Fonteta, junto con grupos indígenas fuertemente mestizados? Una clave para semejante cuestión puede darla la cronología de la fortificación, río Segura arriba, del Cabezo Pequeño del Estaño, cuya publicación resulta imperativa. ¿Es el Estaño una forti-ficación anterior a Fonteta IV y se abandona, trasladándose el sistema defensivo a la ciudad portuaria de la desembocadura? ¿O surge el Estaño precisamente cuando se define dicho sistema?.

La nueva orientación que puede estar tomando la ciudad portuaria de La Fonteta reciente se refleja muy bien en la cultura material: los productos de los centros de la costa malagueña ya no son predominantes, a la par que escasean más aquellos fabricados en Cartago. Como contrapartida, nuevos talleres inundan con sus productos la vida cotidiana de los últimos fenicios, más o menos puros, de Fonteta VI-VIII, antes de desaparecer o ser asimilados por lo ibérico.

Las cerámicas de los alfares fenicios locales de Peña Negra II, particularmente la vajilla gris, alcanzan una representación notoria. A su lado, numerosas producciones cuya identificación, a través de análisis intensivos y extensivos de caracterización, resulta apremiante.

El espectro ceramológico de Fonteta VI puede conducir al establecimiento de una facies propia que matice y explique la transformación de lo orientalizante (Peña Negra II) en lo ibérico antiguo (El Molar), llenando ese salto en la génesis del foco ibérico del Bajo Segura. ¿Podría representar el mundo de Fonteta VI el eslabón que explica directamente el surgimiento de la cultura ibérica a partir de la segunda mitad del siglo VI AC?

Los objetos suntuarios que acompañan a este momento del yacimiento fenicio, con una amplia representación de diversos tipos de fíbulas entre los que falta por hoy la anular hispánica, con vasos de alabastro y escarabeos de fayenza y azurita, nos confirman estas sospechas de hallarnos ante un horizonte inmediatamente previo al representado por la necrópolis del Molar, perteneciente sin lugar a dudas al poblado ibérico situado en la orilla izquierda de la desembocadura del río Segura.

Los vasos de huevo de avestruz

A lo largo de la secuencia de las ocho fases de La Fonteta se ha manifestado la extrema abundancia de vasos realizados sobre huevos de avestruz.

Disponemos de más de 150 fragmentos de dichos vasos, que presentan casi todos restos de ocre rojo por el interior y algunos han conservado la decoración externa pintada o la huella mate de ésta tras la desaparición de la pintura.

Estos hallazgos, junto con los realizados en otros centros fenicios, como es el caso del Cerro del Villar, en la desembocadura del Guadalhorce, ponen de manifiesto el carácter no exclusivamente funerario de esta peculiar producción que perdura en época púnica y cuyo sentido simbólico parece haber cuajado en algunos ambientes funerarios ibéricos.

Objetos de metal, amuletos y joyería.

Acompañando a los desechos cerámicos y a los restos metalúrgicos hallados en las diversas fases, La Fonteta ha prodigado numerosos objetos de metal, básicamente de cobre y bronce, al lado de un no menos importante volumen de objetos de hierro.

Un considerable lote de anzuelos, junto a pesos de plomo de redes, no hace mas que confirmar lo que indica la existencia de vértebras, espinas, dientes y escamas de diversas especies de ictiofauna, de las que destacan los escómbridos, que fueron pescadas por los habitantes de la ciudad portuaria de la desembocadura del Segura.

Un conjunto de placas de chapa de cobre o bronce, en ocasiones con roblones de hierro, conforman lo que ha quedado de guarniciones sobre materias perecederas (tejido, cuero, madera).

Del cobertizo de Fonteta VI-VII hallado en el Corte 5 proceden los restos de la guarnición de un cinturón, a base de doble cinta recubierta de hemiesferas de bronce, que debió de ser del mismo tipo hallado en Peña Negra II o en la necrópolis de La Joya, lo que viene corroborado por el hallazgo en el Corte 7 de un broche de cinturón del mismo tipo.

Con los actuales registros, el mayor número de fíbulas y broches de cinturón, éstos del tipo sencillo tartéssico, proviene del vertedero de Fonteta VI. Las fíbulas predominantes son las de doble resorte y las de pie acodado rematado en pequeño botón (tipo "Golfo de León"), junto a otros tipos menos comunes y que sirven de cotejo para el establecimiento de la cronología de dicha fase.

En plomo, aparte de los restos de goterones informes, disponemos de una pesa cuadrada con marca central similar a las aparecidas en otros centros fenicios de Occidente (Guadalhorce) y de Oriente.

De hierro han aparecido numerosos fragmentos de piezas diversas, generalmente de vástago circular, y algunas casi completas (un asador en Fonteta V), junto a varios cuchillos afalcatados.

En el apartado de amuletos y colgantes disponemos de una plaquita calada de esteatita con representación del Uadjet y de la vaca Hathor, una mascara silénica de fayenza, una figura de Bes, también de fayenza, como dos de los cuatro escarabeos recuperados. Los otros dos son de bronce y azurita. De marfil se conservan algunas piezas de muebles, un fragmento de peine y un colgante cilíndrico.

Un entalle basculante engarzado en plata perteneciente a un anillo muestra una esmerada labra con el motivo de Set sedente encima de la línea de la tierra y junto a una flor de loto, todo ello debajo del signo pet, el cielo.

Una muestra de la orfebrería en oro lo ofrece un colgante del tipo de cestita con pirámide de glóbulos que obedece a un tipo muy conocido en el repertorio de la joyería fenicia y que, fabricado en oro o plata, se reparte desde Fenicia y Palestina hasta Cádiz.

Bibliografía Fonteta

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González Prats, A. (1999): La Fonteta, 1996-1998. El emporio fenicio de la desembocadura del río Segura. Guía de la Exposición Monográfica con motivo del II Seminario Internacional sobre Temas Fenicios. Alicante

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Elayi, J.- González Prats, A.- Ruiz Segura, E. (1999): "Une lampe avec inscription phénicienne de La Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante)". Rivista di Studi Fenici, Julio-Diciembre 1998. Roma.

González Prats, A. (1998 e.p.): "Fenicios e indígenas en el Levante peninsular". II Encuentros de primavera de la Universidad de Cádiz en El Puerto de Santa María. (Abril 1998). Universidad de Cádiz.

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González Prats, A. (1999 e.p.): "El asentamiento fenicio de La Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante, España): nueva luz sobre la colonización fenicia en el Occidente mediterráneo". Os Fenicios no Ocidente: estado da cuestion. Almada (Octubre de 1999).


Enlaces a las Memorias preliminares:

http://www.labherm.filol.csic.es/Sapanu2000/ALICANTE/c_otros/primmem.htm

http://www.labherm.filol.csic.es/Sapanu2000/ALICANTE/c_otros/mem97.htm

http://www.labherm.filol.csic.es/Sapanu2000/ALICANTE/c_otros/Memoria.htm

http://www.labherm.filol.csic.es/Sapanu2000/ALICANTE/c_otros/mem2000.htm

http://www.labherm.filol.csic.es/Sapanu2000/ALICANTE/c_otros/mem2001.htm

http://www.labherm.filol.csic.es/Sapanu2000/ALICANTE/c_otros/result.htm

La escultura del Gigante de Ronda es un dios fenicio del siglo VIII a.C.

La escultura del Gigante de Ronda es un dios fenicio del siglo VIII a.C. Estatua: Busto en piedra del siglo VIII antes de Cristo. RÉPLICA. Una copia preside ahora la Casa del Gigante. / ECIJARA

El busto en piedra, que da nombre a un palacio nazarí del siglo XIV, es el único que se conserva de esa época y había permanecido oculto como relieve Un grupo de arqueólogos de la Universidad de Granada analiza el hallazgo

Por ALMUDENA SALCEDO/RONDA, Diario Sur, 18 de enero de 2005

CASA DEL GIGANTE

Vivienda: Palacio nazarí del siglo XIV.

Estatua: Busto en piedra del siglo VIII antes de Cristo.

Visitas: Está abierta de lunes a viernes de 10.00 a 18.00 horas, y sábados, domingos y festivos de 10.00 a 15.00 horas. La entrada es gratuita para los rondeños, los discapacitados y los menores de 14 años. Cuesta dos euros la entrada individual y uno, la de grupo.
El busto en piedra que da nombre a la Casa del Gigante de Ronda, un palacio nazarí del siglo XIV, representa a un dios hitita del siglo VIII antes de Cristo, lo que lo convierte «en una escultura especial porque es un elemento de la cultura fenicia sin parangón en otros territorios», explicó ayer Bartolomé Nieto, director del Museo Arqueológico de la ciudad.

La existencia de esta escultura se conoce desde siempre, aunque hasta el momento se pensaba que se trataba de un relieve en piedra incrustado en la fachada del inmueble y que, por tanto, era, como él, de época nazarí. Sin embargo, los últimos trabajos de restauración realizados en el palacio dieron a los arqueólogos la posibilidad de averiguar lo que realmente escondían esas antiguas paredes: una escultura de bulto redondo que podría convertirse ahora en la única existente de su época.

Huellas fenicias

Los responsables de este gran descubrimiento han sido un grupo de arqueólogos de la Universidad de Granada encabezados por el doctor Blázquez. Así, mientras ellos trabajan sobre el busto de piedra original, una réplica continua presidiendo la denominada Casa del Gigante.

Pero este hallazgo no ha extrañado a Bartolomé Nieto, quien asegura que «en los siglos VII y VIII antes de Cristo existían en la zona de Ronda núcleos indígenas con estrechos contactos comerciales, sociales, culturales y económicos con las factorías fenicias que se implantaron en el litoral mediterráneo andaluz». De este modo, los orígenes de esta estatua no harían más que confirmar una vieja teoría que está refrendada ya por el hallazgo de numerosos elementos cerámicos de época fenicia en el yacimiento arqueológico de Acinipo y en distintas excavaciones realizadas en el casco urbano rondeño desde hace años.

Asimismo, el director del museo destacó la «gran importancia arqueológica e histórica que tiene este descubrimiento a nivel nacional e internacional, ya que sus características son únicas, como ocurre con las de la afamada Dama de Elche».

Y es que este busto en piedra comparte con la vivienda a la que da nombre su singularidad histórica, ya que la Casa del Gigante es la única vivienda nazarí descubierta en Andalucía -a excepción de la Alhambra de Granada- que tiene un patio de doble altura. Así, los jardines que hay situados a ambos lados de las albercas están cavados en el suelo, quedando a la altura de la solería la copa de los árboles en vez de sus raíces. Ahora este espacio compartirá protagonismo con el Gigante, que pronto volverá a presidir la entrada del palacio.

La presencia cartaginesa, a través de sus restos

La presencia cartaginesa, a través de sus restos Foto: Niveles cartagineses de la factoría de salazones de la Avenida de Andalucía esquina Ciudad de Santander.

Los vestigios dejados por la ocupación bárcida no sólo están relacionados con la necrópolis; también hay restos cerámicos que informan del monopolio ejercido sobre el comercio de las salazones.

Por AIDA R. AGRASO, Diario de Cádiz, 11 de enero de 2005

Cádiz. La historia de Cádiz es la suma del legado de diversas culturas. Entre ellas, quizás las más conocidas son la fenicia y la romana. Pero entre ambas se sitúa el episodio dedicado a la presencia cartaginesa, bajo la cual la ciudad vivió una época de prosperidad. Pocos son los vestigios arqueológicos que nos hablan de esa presencia, pero haberlos haylos. Y aunque no existe ningún indicio material claro que informe de las áreas que ocupó Gadir por estos años -el último tercio del siglo III a.C.- los investigadores no ponen en duda la existencia de un recinto urbano en la actual Cádiz para estas fechas del periodo tardopúnico.

Vestigios, de cualquier manera, quedaron en la época bárcida -llamada así por la familia a la que pertenecían Amílcar Barca o Asdrúbal- sobre la tierra gaditana. Así, el arqueólogo Ángel Muñoz explica que en la isla pequeña o Erytheia "conocemos algunos contextos arqueológicos no estructurales donde se documentan materiales arqueológicos del último tercio del siglo III a.C. con presencia de ánforas importadas de la zona de Túnez".

Restos cerámicos se hallaron en una de las capas de la arena dunar aparecida en el yacimiento del solar de la calle Ancha, e informan, indica Muñoz, de la presencia de contingentes cartagineses durante los últimos 30 años del siglo III a.C. en esta parte de Cádiz.

En un nuevo nivel dunar, esta vez en el solar de la cercana calle Marqués del Real Tesoro, se acumularon en su día otros materiales cartagineses. Y en el resto de la bahía de Cádiz, la presencia cartaginesa de época bárcida está atestiguada en el poblado portuense de Doña Blanca con fragmentos de bordes de ánforas y una completa de un tipo fabricado en el área de Túnez. También se localizaron fragmentos anfóricos en el poblado de la Sierra de San Cristóbal, también en El Puerto.

La necrópolis, sin embargo, está ampliamente documentada en Cádiz. "Ya en 1925 Pelayo Quintero documentó un enterramiento cubierto por un ánfora cartaginesa en la playa de Santa María del Mar", explica Ángel Muñoz, añadiendo que esta tumba formaría parte de un conjunto de enterramientos circunscrito a un territorio relativamente pequeño, integrado por fosas de inhumación, excavadas en el terreno natural, que estarían cubiertas con lajas de piedra o simplemente con un pequeño túmulo de tierra. "Entre ellas destaca la presencia de un enterramiento singular, caracterizado por presentar en su cubierta un grupo de ánforas de tipología cartaginesa", comenta el arqueólogo.

Este sistema de enterramientos debe responder a esquemas étnicos, de distinción social de un grupo concreto, "en este caso de contingentes norteafricanos, que se entierran separados del resto de los habitantes de Gadir". En este sentido, ejemplos claros de necrópolis se encontraron en el grupo de tumbas de la calle Campos Elíseos, descubierto en 1987, o en el de la plaza de San Severiano, excavado en 1986. "En ambos casos, un enterramiento en fosa simple se cubría con ánforas de procedencia cartaginesa, elaboradas en su zona de origen en el último tercio del siglo III a.C.". Además, en las excavaciones de una parcela de los cuarteles de Varela se localizó en 1996 una tumba de idénticas características.

La presencia bárcida se refleja también en las factorías de salazones gaditanas, en las que se documentan materiales de importación cartaginesa, como ánforas o vasos menores. Igual sucede en las factorías de la costa portuense, aunque en menor proporción que en las factorías gaditanas.

Un camino localizado en 1997 en la calle San Juan Bautista atestigua igualmente una presencia cartaginesa que está muy documentada en el alfar de Torre Alta, en San Fernando, donde se imitaba un ánfora cartaginesa característica de las empresas de los bárcidas en la península, y donde se marcaban las ánforas con estampillas con un repertorio iconográfico con emblemas característicos del estado cartaginés, que mostrarían probablemente el monopolio que los bárcidas ejercieron sobre el comercio de salazones, "cosa que no es de extrañar si tenemos en cuenta que estos productos se convirtieron en un elemento de capital importancia para el avituallamiento de las tropas". El itinerario de los ejércitos púnicos en su proceso de conquista por el sur y el este peninsular puede ser seguido, a grosso modo, a través de la dispersión de los envases anfóricos destinados a contener las salazones gaditanas. Como un camino de guijarros en un bosque.

Encuentran pileta donde Jesús curó a ciego en Israel

Encuentran pileta donde Jesús curó a ciego en Israel Foto: Una ilustración en el sitio del hallazgo.

Ramit Plushnick Masti, Associated Press, sábado 25 de diciembre de 2004

La historia cuenta que Jesús puso arcilla en los ojos de un hombre y le dijo que los lavara en las aguas puras de la pileta, lo que le devolvió la vista.

Arqueólogos en Jerusalén han encontrado los restos de la pileta de Siloam, donde la Biblia asegura que Jesús restauró la vista de un ciego, lo cual señala los lazos entre las acciones de Cristo y los antiguos rituales judíos.

Bajo lo que ahora es el barrio árabe de Silwan, los arqueólogos han empezado a sacar de la tierra los restos de la pileta, donde todavía corre agua en la canaleta que la trae de una cercana fuente natural.

La pileta fue usada por los judíos para actos rituales durante unos 120 años hasta finales del año 70, cuando los romanos destruyeron el templo judío.

Muchos de los actos de Jesús están relacionados directamente con los rituales judíos y el curar al ciego es un ejemplo de ello.

Jesús puso arcilla en los ojos del hombre y le dijo que los lavara en las aguas puras de la pileta, lo cual restauró su vista, según consta en el Evangelio de San Juan, capítulo nueve, versículos del primero al séptimo.

Durante los últimos cuatro meses, los arqueólogos han develado el área de 50 metros de largo de la pileta y un canal que llevó agua hacia ella desde la fuente de Silwan. En el curso de la semana pasada, un camino de piedra que llevaba desde ella al templo fue encontrado.

"Desde el momento en que encontramos esto hace cuatro meses estábamos ciento por ciento seguros de que era la pileta de Siloam'', dijo el arqueólogo Eli Shukron.

Stephen Pfann, estudioso de la Biblia, dice que las aguas de la pileta eran consideradas tan puras que podrían curar incluso a un leproso.

Pfann indicó que Jesús con seguridad eligió curar al ciego con el agua más pura disponible, debido a que la gente con discapacidades tenía prohibido ingresar al templo."

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¿Aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos —Mateo, Marcos, Lucas y Juan—, el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús.

A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes —cristianas y heréticas— resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas.

Las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano y porque —de manera un tanto injustificada— son ocasionalmente las únicas conocidas incluso por personas que se presentan como especialistas en la Historia del cristianismo primitivo.

La primera de esas referencias la hallamos en Tácito. Nacido hacia el 56-57 d. de C., Tácito desempeñó los cargos de pretor (88 d. de C.) y cónsul (97 d. de C.) aunque su importancia radica fundamentalmente en haber sido el autor de dos de las grandes obras históricas de la Antigüedad clásica: los Anales y las Historias. Fallecido posiblemente durante el reinado de Adriano (117-138 d. de C.), sus referencias históricas son muy cercanas cronológicamente en buen número de casos. Tácito menciona de manera concreta el cristianismo en Anales XV, 44, una obra escrita hacia el 115-7. El texto señala que los cristianos eran originarios de Judea, que su fundador había sido un tal Cristo —resulta más dudoso saber si Tácito consideró la mencionada palabra como título o como nombre propio— ejecutado por Pilato y que durante el principado de Nerón sus seguidores ya estaban afincados en Roma donde no eran precisamente populares.

La segunda mención a Jesús en las fuentes clásicas la encontramos en Suetonio. Aún joven durante el reinado de Domiciano (81-96 d. de C.), Suetonio ejerció la función de tribuno durante el de Trajano (98-117 d. de C.) y la de secretario ab epistulis en el de Adriano (117-138), cargo del que fue privado por su mala conducta. En su Vida de los Doce Césares (Claudio XXV), Suetonio menciona una medida del emperador Claudio encaminada a expulsar de Roma a unos judíos que causaban tumultos a causa de un tal “Cresto”. Los datos coinciden con lo consignado en algunas fuentes cristianas que se refieren a una temprana presencia de cristianos en Roma y al hecho de que en un porcentaje muy elevado eran judíos en aquellos primeros años. Por añadidura, el pasaje parece concordar con lo relatado en Hechos 18, 2 y podría referirse a una expulsión que, según Orosio (VII, 6, 15) tuvo lugar en el noveno año del reinado de Claudio (49 d. de C.). En cualquier caso no pudo ser posterior al año 52.

Una tercera referencia en la Historia clásica la hallamos en Plinio el Joven (61-114 d. de C.). Gobernador de Bitinia bajo Trajano, Plinio menciona en el décimo libro de sus cartas a los cristianos (X, 96, 97). Por sus referencias sabemos que consideraban Dios a Cristo y que se dirigían a él con himnos y oraciones. Gente pacífica, pese a los maltratos recibidos en ocasiones por parte de las autoridades romanas, no dejaron de contar con abandonos en sus filas.

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío nos encontramos con la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.) y perteneciente a una distinguida familia sacerdotal cuyos antepasados —según la información que nos suministra Josefo— se remontaban hasta el periodo de Juan Hircano, este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras encontramos referencias relacionadas con Jesús. La primera se halla en Ant, XVIII 63, 64 y su texto en la versión griega es como sigue:

“Vivió por esa época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre. Porque fue hacedor de hechos portentosos, maestro de hombres que aceptan con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Era el Mesías. Cuando Pilato, tras escuchar la acusación que contra él formularon los principales de entre nosotros lo condenó a ser crucificado, aquellos que lo habían amado al principio no dejaron de hacerlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas estas y otras maravillas acerca de él. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos” (Ant XVIII, 63-64).

El segundo texto en Antigüedades XX, 200-3 afirma:

“El joven Anano... pertenecía a la escuela de los saduceos que son, como ya he explicado, ciertamente los más desprovistos de piedad de entre los judíos a la hora de aplicar justicia. Poseído de un carácter así, Anano consideró que tenía una oportunidad favorable porque Festo había muerto y Albino se encontraba aún de camino. De manera que convenció a los jueces del Sanhedrín y condujo ante ellos a uno llamado Santiago, hermano de Jesús el llamado Mesías y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la Ley y ordenó que fueran lapidados. Los habitantes de la ciudad que eran considerados de mayor moderación y que eran estrictos en la observancia de la Ley se ofendieron por aquello. Por lo tanto enviaron un mensaje secreto al rey Agripa, dado que Anano no se había comportado correctamente en su primera actuación, instándole a que le ordenara desistir de similares acciones ulteriores. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, que venía de Alejandría, y le informaron de que Anano no tenía autoridad para convocar el Sanhedrín sin su consentimiento. Convencido por estas palabras, Albino, lleno de ira, escribió a Anano amenazándolo con vengarse de él. El rey Agripa, a causa de la acción de Anano, lo depuso del Sumo sacerdocio que había ostentado durante tres meses y lo reemplazó por Jesús, el hijo de Damneo”.

Ninguno de los dos pasajes de las Antigüedades relativos al objeto de nuestro estudio es aceptado de manera generalizada como auténtico, aunque es muy común aceptar la autenticidad del segundo texto y rechazar la del primero en todo o en parte. El hecho de que Josefo hablara en Ant XX de Santiago como “hermano de Jesús llamado Mesías” —una referencia tan magra y neutral que no podría haber surgido de un interpolador cristiano— hace pensar que había hecho referencia a Jesús previamente. Esa referencia anterior acerca de Jesús sería la de Ant XVIII 3, 3. La autenticidad de este pasaje no fue cuestionada prácticamente hasta el siglo XIX ya que, sin excepción, todos los manuscritos que nos han llegado lo contienen. Tanto la limitación de Jesús a una mera condición humana como la ausencia de otros apelativos hace prácticamente imposible que su origen sea el de un interpolador cristiano. Además, la expresión tiene paralelos en el mismo Josefo (Ant XVIII 2, 7; X 11, 2). Seguramente también es auténtico el relato de la muerte de Jesús, en el que se menciona la responsabilidad de los saduceos en la misma y se descarga la culpa sobre Pilato, algo que ningún evangelista (no digamos cristianos posteriores) estaría dispuesto a afirmar de forma tan tajante, pero que sería lógico en un fariseo como Josefo y más si no simpatizaba con los cristianos y se sentía inclinado a presentarlos bajo una luz desfavorable ante un público romano.

Otros aspectos del texto apuntan asimismo a un origen josefino: la referencia a los saduceos como “los primeros entre nosotros”; la descripción de los cristianos como “tribu” (algo no necesariamente peyorativo) (Comp. con Guerra III, 8, 3; VII, 8, 6); etc. Resulta, por lo tanto, muy posible que Josefo incluyera en las Antigüedades una referencia a Jesús como un “hombre sabio”, cuya muerte, instada por los saduceos, fue ejecutada por Pilato, y cuyos seguidores seguían existiendo hasta la fecha en que Josefo escribía. Más dudosa resulta la clara afirmación de que Jesús “era el Mesías” (Cristo); las palabras “si es que puede llamársele hombre”; la referencia como “maestro de gentes que aceptan la verdad con placer” posiblemente sea también auténtica en su origen si bien en la misma podría haberse deslizado un error textual al confundir (intencionadamente o no) el copista la palabra TAAEZE con TÁLESE; y la mención de la resurrección de Jesús. En resumen, podemos señalar que el retrato acerca de Jesús que Josefo reflejó originalmente pudo ser muy similar al que señalamos a continuación: Jesús era un hombre sabio, que atrajo en pos de si a mucha gente, si bien la misma estaba guiada más por un gusto hacia lo novedoso (o espectacular) que por una disposición profunda hacia la verdad. Se decía que era el Mesías y, presumiblemente por ello, los miembros de la clase sacerdotal decidieron acabar con él entregándolo con esta finalidad a Pilato que lo crucificó. Pese a todo, sus seguidores, llamados cristianos a causa de las pretensiones mesiánicas de su maestro, DIJERON que se les había aparecido. En el año 62, un hermano de Jesús, llamado Santiago, fue ejecutado además por Anano si bien, en esta ocasión, la muerte no contó con el apoyo de los ocupantes sino que tuvo lugar aprovechando un vacío de poder romano en la región. Tampoco esta muerte había conseguido acabar con el movimiento.

Aparte de los textos mencionados, tenemos que hacer referencia a la existencia del Josefo eslavo y de la versión árabe del mismo. Esta última, recogida por un tal Agapio en el s. X, coincide en buena medida con la lectura que de Josefo hemos realizado anteriormente, sin embargo, su autenticidad resulta problemática. Su traducción al castellano dice así:

“En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas”.

En cuanto a la versión eslava, se trata de un conjunto de interpolaciones no sólo relativas a Jesús sino también a los primeros cristianos.

Posiblemente, la colección más interesante de textos relacionados con Jesús se halle en las fuentes rabínicas. Este conjunto reviste un enorme interés porque procede de los adversarios espirituales de Jesús y del cristianismo.

Además, las citas resultan especialmente negativas en su actitud hacia el personaje y, de manera muy sugestiva, porque estas fuentes vienen a confirmar buen número de los datos suministrados acerca de él por los autores cristianos. Así, en el Talmud se afirma que Jesús realizó milagros. Ciertamente, insiste en que eran fruto de la hechicería (Sanh. 107; Sota 47b; J. Hag. II, 2) pero no los niega ni los relativiza. De la misma manera, se reconoce la respuesta que tuvo en ciertos sectores del pueblo judío —un dato proporcionado también por Josefo— al señalar que sedujo a Israel (Sanh 43 a). Este último es de enorme relevancia porque se relaciona con la razón de la muerte de Jesús.

En las últimas décadas, por razones históricas fáciles de explicar, ha existido una tendencia muy acusada a distanciar a los judíos de la muerte de Jesús. Si con ello se pretende decir que no todos los judíos de su época tuvieron responsabilidad en su ejecución y que los actuales no deben cargar con la culpa, semejante corriente historiográfica es correcta. Si, por el contrario, lo que se pretende señalar es que la condena y muerte de Jesús fue un asunto meramente romano, entonces se falta a la verdad histórica. Los Evangelios señalan que en el inicio del proceso que culminaría con la crucifixión de Jesús hubo una acción de las autoridades judías que le consideraban un extraviador. El dato es efectivamente repetido por el Talmud, que incluso atribuye toda la responsabilidad de la ejecución en exclusiva a esas autoridades y que señala que lo colgaron —una referencia a la cruz— la víspera de Pascua (Sanh 43 a).

Aún de mayor interés son los datos que nos proporcionan las fuentes rabínicas sobre la enseñanza y las pretensiones de Jesús. En armonía con distintos pasajes de los Evangelios, el Talmud nos dice que Jesús se proclamó Dios e incluso se señala que anunció que volvería por segunda vez (Yalkut Shimeoni 725). Ambas doctrinas —la de la conciencia de divinidad de Cristo y la de su Parusía— han sido atacadas desde el siglo XIX como creaciones de los primeros cristianos desprovistas de conexión con la predicación original de Jesús. Curiosamente, son los mismos adversarios rabínicos de Jesús los que confirman en estos textos las afirmaciones de los Evangelios en contra de la denominada Alta crítica.

De enorme interés son también las referencias a la interpretación de la Torah que sustentaba Jesús. En las últimas décadas, en un intento por salvar la distancia entre el judaísmo y Jesús, se ha insistido en que la relativización de la Torah no se debía a Jesús sino a Pablo y a los primeros cristianos. De nuevo, la suposición es desmentida por los textos rabínicos. De hecho, se le acusa específicamente de relativizar el valor de la Ley, lo que le habría convertido en un falso maestro y en acreedor a la última pena. Este enfrentamiento entre la interpretación de la Torah propia de Jesús y la de los fariseos explica, por ejemplo, que algún pasaje del Talmud llegue incluso a representarlo en el otro mundo condenado a estar entre excrementos en ebullición (Guit. 56b-57a). Con todo, debe señalarse que este juicio denigratorio no es unánime y así, por ejemplo, se cita con aprecio alguna de las enseñanzas de Jesús (Av. Zar. 16b-17a; T. Julin II, 24).

El Toledot Ieshu, una obra judía anti-cristiana, cuya datación general es medieval pero que podría ser de origen anterior, insiste en todos estos mismos aspectos denigratorios de la figura de Jesús, aunque no se niegan los rasgos esenciales presentados en los Evangelios sino que se interpretan bajo una luz distinta. Esta visión fue común al judaísmo hasta el s. XIX y así, en las últimas décadas se ha ido asistiendo junto a un mantenimiento de la opinión tradicional a una reinterpretación de Jesús como hijo legítimo del judaísmo aunque negando su mesianidad (J. Klausner), su divinidad (H. Schonfield) o aligerando los aspectos más difíciles de conciliar con el judaísmo clásico (D. Flusser). De la misma manera, los últimos tiempos han sido testigos de la aparición de multitud de movimientos que, compuestos por judíos, han optado por reconocer a Jesús como Mesías y Dios sin renunciar por ello a las prácticas habituales del judaísmo (Jews for Jesus, Messianic Jews, etc.).

Resumiendo pues, puede señalarse que efectivamente contamos con fuentes históricas distintas de las cristianas para conocer la vida y la enseñanza de Jesús. Todas ellas eran hostiles —a lo sumo, indiferentes— pero, de manera muy interesante, corroboran la mayoría de los datos que conocemos por el Nuevo Testamento. Su judaísmo, su pertenencia a la estirpe de David, su autoconciencia de mesianidad y divinidad, la realización de milagros, su influencia sobre cierto sector del pueblo judío, su afirmación de que vendría por segunda vez, su ejecución a instancias de algunas autoridades judías pero a mano del gobernador romano Pilato, la afirmación de que había resucitado y la supervivencia de sus discípulos hasta el punto de alcanzar muy pronto la capital del imperio son tan sólo algunos de los datos que nos proporcionan —no con agrado, todo hay que decirlo— las diferentes fuentes no-cristianas. Es mucho más de lo que sabemos por fuentes alternativas en el caso de la mayoría de los personajes de la Antigüedad.