La presencia cartaginesa, a través de sus restos
Foto: Niveles cartagineses de la factoría de salazones de la Avenida de Andalucía esquina Ciudad de Santander.
Los vestigios dejados por la ocupación bárcida no sólo están relacionados con la necrópolis; también hay restos cerámicos que informan del monopolio ejercido sobre el comercio de las salazones.
Por AIDA R. AGRASO, Diario de Cádiz, 11 de enero de 2005
Cádiz. La historia de Cádiz es la suma del legado de diversas culturas. Entre ellas, quizás las más conocidas son la fenicia y la romana. Pero entre ambas se sitúa el episodio dedicado a la presencia cartaginesa, bajo la cual la ciudad vivió una época de prosperidad. Pocos son los vestigios arqueológicos que nos hablan de esa presencia, pero haberlos haylos. Y aunque no existe ningún indicio material claro que informe de las áreas que ocupó Gadir por estos años -el último tercio del siglo III a.C.- los investigadores no ponen en duda la existencia de un recinto urbano en la actual Cádiz para estas fechas del periodo tardopúnico.
Vestigios, de cualquier manera, quedaron en la época bárcida -llamada así por la familia a la que pertenecían Amílcar Barca o Asdrúbal- sobre la tierra gaditana. Así, el arqueólogo Ángel Muñoz explica que en la isla pequeña o Erytheia "conocemos algunos contextos arqueológicos no estructurales donde se documentan materiales arqueológicos del último tercio del siglo III a.C. con presencia de ánforas importadas de la zona de Túnez".
Restos cerámicos se hallaron en una de las capas de la arena dunar aparecida en el yacimiento del solar de la calle Ancha, e informan, indica Muñoz, de la presencia de contingentes cartagineses durante los últimos 30 años del siglo III a.C. en esta parte de Cádiz.
En un nuevo nivel dunar, esta vez en el solar de la cercana calle Marqués del Real Tesoro, se acumularon en su día otros materiales cartagineses. Y en el resto de la bahía de Cádiz, la presencia cartaginesa de época bárcida está atestiguada en el poblado portuense de Doña Blanca con fragmentos de bordes de ánforas y una completa de un tipo fabricado en el área de Túnez. También se localizaron fragmentos anfóricos en el poblado de la Sierra de San Cristóbal, también en El Puerto.
La necrópolis, sin embargo, está ampliamente documentada en Cádiz. "Ya en 1925 Pelayo Quintero documentó un enterramiento cubierto por un ánfora cartaginesa en la playa de Santa María del Mar", explica Ángel Muñoz, añadiendo que esta tumba formaría parte de un conjunto de enterramientos circunscrito a un territorio relativamente pequeño, integrado por fosas de inhumación, excavadas en el terreno natural, que estarían cubiertas con lajas de piedra o simplemente con un pequeño túmulo de tierra. "Entre ellas destaca la presencia de un enterramiento singular, caracterizado por presentar en su cubierta un grupo de ánforas de tipología cartaginesa", comenta el arqueólogo.
Este sistema de enterramientos debe responder a esquemas étnicos, de distinción social de un grupo concreto, "en este caso de contingentes norteafricanos, que se entierran separados del resto de los habitantes de Gadir". En este sentido, ejemplos claros de necrópolis se encontraron en el grupo de tumbas de la calle Campos Elíseos, descubierto en 1987, o en el de la plaza de San Severiano, excavado en 1986. "En ambos casos, un enterramiento en fosa simple se cubría con ánforas de procedencia cartaginesa, elaboradas en su zona de origen en el último tercio del siglo III a.C.". Además, en las excavaciones de una parcela de los cuarteles de Varela se localizó en 1996 una tumba de idénticas características.
La presencia bárcida se refleja también en las factorías de salazones gaditanas, en las que se documentan materiales de importación cartaginesa, como ánforas o vasos menores. Igual sucede en las factorías de la costa portuense, aunque en menor proporción que en las factorías gaditanas.
Un camino localizado en 1997 en la calle San Juan Bautista atestigua igualmente una presencia cartaginesa que está muy documentada en el alfar de Torre Alta, en San Fernando, donde se imitaba un ánfora cartaginesa característica de las empresas de los bárcidas en la península, y donde se marcaban las ánforas con estampillas con un repertorio iconográfico con emblemas característicos del estado cartaginés, que mostrarían probablemente el monopolio que los bárcidas ejercieron sobre el comercio de salazones, "cosa que no es de extrañar si tenemos en cuenta que estos productos se convirtieron en un elemento de capital importancia para el avituallamiento de las tropas". El itinerario de los ejércitos púnicos en su proceso de conquista por el sur y el este peninsular puede ser seguido, a grosso modo, a través de la dispersión de los envases anfóricos destinados a contener las salazones gaditanas. Como un camino de guijarros en un bosque.
Los vestigios dejados por la ocupación bárcida no sólo están relacionados con la necrópolis; también hay restos cerámicos que informan del monopolio ejercido sobre el comercio de las salazones.
Por AIDA R. AGRASO, Diario de Cádiz, 11 de enero de 2005
Cádiz. La historia de Cádiz es la suma del legado de diversas culturas. Entre ellas, quizás las más conocidas son la fenicia y la romana. Pero entre ambas se sitúa el episodio dedicado a la presencia cartaginesa, bajo la cual la ciudad vivió una época de prosperidad. Pocos son los vestigios arqueológicos que nos hablan de esa presencia, pero haberlos haylos. Y aunque no existe ningún indicio material claro que informe de las áreas que ocupó Gadir por estos años -el último tercio del siglo III a.C.- los investigadores no ponen en duda la existencia de un recinto urbano en la actual Cádiz para estas fechas del periodo tardopúnico.
Vestigios, de cualquier manera, quedaron en la época bárcida -llamada así por la familia a la que pertenecían Amílcar Barca o Asdrúbal- sobre la tierra gaditana. Así, el arqueólogo Ángel Muñoz explica que en la isla pequeña o Erytheia "conocemos algunos contextos arqueológicos no estructurales donde se documentan materiales arqueológicos del último tercio del siglo III a.C. con presencia de ánforas importadas de la zona de Túnez".
Restos cerámicos se hallaron en una de las capas de la arena dunar aparecida en el yacimiento del solar de la calle Ancha, e informan, indica Muñoz, de la presencia de contingentes cartagineses durante los últimos 30 años del siglo III a.C. en esta parte de Cádiz.
En un nuevo nivel dunar, esta vez en el solar de la cercana calle Marqués del Real Tesoro, se acumularon en su día otros materiales cartagineses. Y en el resto de la bahía de Cádiz, la presencia cartaginesa de época bárcida está atestiguada en el poblado portuense de Doña Blanca con fragmentos de bordes de ánforas y una completa de un tipo fabricado en el área de Túnez. También se localizaron fragmentos anfóricos en el poblado de la Sierra de San Cristóbal, también en El Puerto.
La necrópolis, sin embargo, está ampliamente documentada en Cádiz. "Ya en 1925 Pelayo Quintero documentó un enterramiento cubierto por un ánfora cartaginesa en la playa de Santa María del Mar", explica Ángel Muñoz, añadiendo que esta tumba formaría parte de un conjunto de enterramientos circunscrito a un territorio relativamente pequeño, integrado por fosas de inhumación, excavadas en el terreno natural, que estarían cubiertas con lajas de piedra o simplemente con un pequeño túmulo de tierra. "Entre ellas destaca la presencia de un enterramiento singular, caracterizado por presentar en su cubierta un grupo de ánforas de tipología cartaginesa", comenta el arqueólogo.
Este sistema de enterramientos debe responder a esquemas étnicos, de distinción social de un grupo concreto, "en este caso de contingentes norteafricanos, que se entierran separados del resto de los habitantes de Gadir". En este sentido, ejemplos claros de necrópolis se encontraron en el grupo de tumbas de la calle Campos Elíseos, descubierto en 1987, o en el de la plaza de San Severiano, excavado en 1986. "En ambos casos, un enterramiento en fosa simple se cubría con ánforas de procedencia cartaginesa, elaboradas en su zona de origen en el último tercio del siglo III a.C.". Además, en las excavaciones de una parcela de los cuarteles de Varela se localizó en 1996 una tumba de idénticas características.
La presencia bárcida se refleja también en las factorías de salazones gaditanas, en las que se documentan materiales de importación cartaginesa, como ánforas o vasos menores. Igual sucede en las factorías de la costa portuense, aunque en menor proporción que en las factorías gaditanas.
Un camino localizado en 1997 en la calle San Juan Bautista atestigua igualmente una presencia cartaginesa que está muy documentada en el alfar de Torre Alta, en San Fernando, donde se imitaba un ánfora cartaginesa característica de las empresas de los bárcidas en la península, y donde se marcaban las ánforas con estampillas con un repertorio iconográfico con emblemas característicos del estado cartaginés, que mostrarían probablemente el monopolio que los bárcidas ejercieron sobre el comercio de salazones, "cosa que no es de extrañar si tenemos en cuenta que estos productos se convirtieron en un elemento de capital importancia para el avituallamiento de las tropas". El itinerario de los ejércitos púnicos en su proceso de conquista por el sur y el este peninsular puede ser seguido, a grosso modo, a través de la dispersión de los envases anfóricos destinados a contener las salazones gaditanas. Como un camino de guijarros en un bosque.
3 comentarios
jorge -
Editor -
213.176.161.201
queda registrada como SPAM y se comunica al proveedor
tio Antonio -