Reconstruyen rostros de habitantes precolombinos de Ecuador
QUITO (AP) - En medio de la capital, rodeado de calles y del denso tráfico capitalino, un hallazgo arqueológico de osamentas permitió reconstruir por primera vez los rostros de los antepasados de los ecuatorianos. son las primeras reconstrucciones que se hacen de individuos de tanto tiempo atrás (del año 600), con estudios tan completos; podríamos decir que tenemos las caras de los antepasados de los quiteños, manifestó a la AP la médica forense a cargo del trabajo, Paola León.
Los primeros pobladores de lo que actualmente es Ecuador presentan ojos grandes, redondos, no achinados, con narices y orejas grandes y pómulos salientes. Sus restos fueron encontrados en la cámara central de una tumba que contenía más restos humanos. Según las investigaciones, los rostros reconstruidos pertenecen a un hombre y una mujer. Fue un trabajo muy complicado; los huesos estaban muy fragmentados por el paso del tiempo y la humedad. Lo que hicimos fue establecer el sexo, la edad, la estatura, el patrón racial; en este caso todos eran indígenas, afirmó la forense León.
Los cálculos indican que el hombre tenía entre 35 y 40 años, medía más o menos 1,60 de estatura y tenía lesiones en la columna vertebral, lo que hace suponer que fue un comerciante porque en esa época quienes se dedicaban a esa actividad tenían que llevar un gran peso en su espalda por largos períodos. La mujer tenía aproximadamente 17 años, medía 1,45 y las evidencias señalan que tuvo hijos aunque se desconoce el número. Sus restos y los de otros individuos fueron hallados en un terreno baldío del municipio ubicado en medio de una zona densamente poblada de la capital, ubicada al norte, en las faldas del cerro Pichincha.
Un equipo del Fondo de Salvamento (Fonsal) ha realizado, desde el 2004, excavaciones en las que se encontraron dos tumbas con restos de quienes habitaron esta zona desde hace más de 2.500 años. Los restos podrían ser de miembros del pueblo Quitus, una comunidad que habitó la zona mucho antes de la llegada de los incas al actual territorio ecuatoriano. Los estudiosos aún no tienen suficiente evidencia para confirmarlo. La historia señala que desde el actual Quito hasta el departamento de Nariño en Colombia se asentaron pueblos políticamente autónomos con estrechas relaciones culturales, de costumbres y comercio.
El sitio está ubicado al noroccidente capitalino rodeado por barrios de clase media a menos de un kilómetro del aeropuerto. La zona de excavaciones tiene unos 1.000 metros y está rodeada de casas y edificios. La arqueóloga al mando de las tareas de excavación e interpretación, María del Carmen Molestina, contó a la AP que en la primera tumba encontrada a mediados del 2004 estaban enterradas 16 personas en varias capas, cada una bajo una especie de mesa de madera, denominada tianga.
La sepultura no fue una fosa común, sino como una estructura construida en capas superpuestas en diferentes fechas pero en una misma época. Se cree que según sus costumbres, enterraban al primer muerto al final de la tumba y conforme iban muriendo se iban superponiendo los otros cuerpos, posiblemente de familiares. Esta gente creía en el más allá, la otra vida en el mundo de abajo de la tierra. Nosotros decimos que cuando alguien se muere se va al cielo, pensamos arriba; ellos al revés, ellos piensan en el mundo de abajo, señala la arqueóloga Molestina.
Los individuos habrían sido sepultados con las piernas encogidas hacia adelante y colocados dentro de sacos de algodón. Junto a los restos se hallaron grandes vasijas de cerámica que se cree contenían alimentos como el maíz y una bebida típica, chicha, elaborada con maíz fermentado. También encontraron vestigios de vestimenta confeccionada con algodón, cerámica y concha spondylus, que en esa época tenía un valor similar a un metal precioso. Hasta el momento los investigadores han podido reconstruir dos ponchos de los mismos individuos de quienes se pudieron reconstruir los rostros.
La reconstrucción de los trajes permite apreciar colores, decoraciones y un minucioso trabajo de tejido manual. Adornos como pectorales, prendedores, pendientes de cobre y oro e instrumentos de cacería también fueron hallados con los restos. Las piezas muestran el trabajo de fundido y laminado de esos metales. Se cree que los habitantes de esta zona andina comerciaban con los de la costa ofreciéndoles oro y cobre a cambio de concha spondylus. Las conchas adornaban los trajes hallados. La arqueóloga Molestina explicó que los individuos eran enterrados con estos objetos porque el muerto compartía sus propios ritos funerarios.
La persona moría, la gente que iba al entierro realizaba ceremonias con cantos, bailes, comida; compartían todo eso con el difunto y luego enterraban todo para llevar algo de su comunidad a sus dioses en el más allá, señaló. A mediados de octubre, los investigadores del Fonsal terminaron las excavaciones de otra tumba ubicada a dos metros de la primera. Si bien los estudios no han concluido, la información preliminar indica que es una tumba más moderna que la primera, construida con una mejor técnica y en ella habrían estado sepultadas aproximadamente ocho personas. Para completar la investigación, el Fondo de Salvamento espera realizar análisis de ADN y así descubrir nuevos datos para reconstruir una época que encierra todavía muchos misterios para los ecuatorianos.
Fuente: AP / Editorial Rio Negro, 10 de noviembre de 2005
Enlace: http://www.rionegro.com.ar/arch200511/10/adelantos/re.php
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(2) La necrópolis de La Florida enseña a los antiguos quiteños
Mediados del 2004. Un equipo del Fondo de Salvamento (Fonsal) realiza una excavación en las laderas del cerro Guagua Pichincha, hacia el noroccidente de Quito, a menos de un kilómetro del aeropuerto, en el sector de San Vicente.
Los cinco arqueólogos entran en la necrópolis de La Florida y a una profundidad de 14.95 metros encuentran una serie de esqueletos que podrían ser de miembros del pueblo Quitus, una comunidad que habitó la zona antes de la llegada de los Incas.
El lugar no fue una fosa común, sino una estructura construida en capas superpuestas en diferentes fechas pero en una misma época: 600 d.C.
Se cree que se enterraba al primer muerto al final de la tumba y conforme iban falleciendo se superponían los otros cuerpos, posiblemente de familiares, asegura María del Carmen Molestina, arqueóloga al mando de la excavación e interpretación.
En efecto, la sepultura está compuesta por dos niveles de enterramiento. En el primero se colocaron los cadáveres en dos hileras de seis individuos (12 total), uno sobre el otro, sujetos a una tianga o mesa pequeña.
En ese mismo espacio se colocó una columna de 15 platos con base anular y diseños cosmológicos, para continuar con doble fila de tinajas que contienen alimentos y chicha que les acompañará durante el viaje a la eternidad.
En el segundo nivel, resaltan un hombre de 40 años y una mujer de 17. La vestimenta funeraria del varón era una camisa con mullos de concha spondylus, un pectoral de cobre dorado, tres prendedores de oro que sostenía el textil que cubre la cabeza.
El cuerpo de la mujer estaba recubierto de una camisa con láminas de madre perla, sartas de cuentas de spondylus y caracoles. Junto a ellos estaban colocados el cuerpo de una criatura de cinco años y un adulto de 20.
En una segunda tumba, cuyos trabajos de excavación concluyeron en octubre, aparecieron entre ocho cuerpos. El hallazgo sorprendió a los arqueólogos y ya comenzaron a hilvanar una parte de la historia de los antiguos habitantes del Quito aborigen.
Quito fue ciudad de comerciantes
En el extremo norte de Quito se encontraba la laguna de Iñaquito (donde actualmente está el aeropuerto de la ciudad) y la necrópolis de La Florida, ubicaba en las laderas interiores del Guagua Pichincha.
La historia señala que desde el actual Quito hasta el departamento de Nariño (Colombia) se asentaron pueblos políticamente autónomos con estrechas relaciones culturales, de costumbres y, sobre todo, de comercio.
Entonces, los primeros estudios realizados comprueban que los habitantes, cuyas osamentas fueron encontradas en la sepultura de La Florida, se dedicaban al comercio, pues las líneas de inserción de los músculos en los huesos largos, demuestran individuos fornidos, cuyos trabajos se basaban en la carga de grandes pesos.
Rodrigo Erazo, uno de los arqueólogos de la interpretación de aquellos restos hallados en La Florida, lo certifica.
Dice que para intercambiar los productos que abundaban en los pueblos asentados, por ejemplo, en las laderas del Guagua Pichincha (oro, cobre, pirita...), lo mejor era guardarlos en grandes tinajas de barro y posteriormente cargarlas a la espalda, bien atadas o sujetas con cabuya.
Una vez colocada la carga, caminaban grandes distancias hasta los sitios de encuentro marcadas con unos petroglifos. Se cree que los habitantes de esa zona andina comerciaban con los de la Costa a cambio de concha spondylus.
También es importante destacar que aquella gente tenía profundos conocimientos de astronomía. Erazo agrega que se llega a esa conclusión gracias a los diseños hallados en los platos con bases anulares que fueron encontrados dentro de las sepulturas.
Visión del más allá...
La concepción del mundo de aquellos habitantes estaba relacionado con el ritual del enterramiento; es decir, se buscaba sepultar a las personas lo más profundo posible (tumbas que llegan hasta 15 metros) para tratar de acercarles al más allá.
El ritual consistía en enterrar al individuo sentado y acompañado de objetos de cerámica, tan bien dispuestos que no genere caos en su viaje. Así que la otra vida o su cielo estaba debajo de la tierra.
La gente que iba al entierro realizaba ceremonias con cantos, bailes y comida; luego sepultaban al cadáver para provocar un encuentro con los dioses.
Una cultura zurda
La tecnología utilizada para la excavación de la sepultura demuestra que aquellos habitantes eran zurdos, pues en las paredes del hoyo es posible observar las huellas que tienen una forma longitudinal de izquierda a derecha.
Lo que posiblemente demuestra que con la mano izquierda clavaban un pequeño punzón de madera que daba la orientación de las huellas y con la mano derecha utilizaron un hacha de piedra para remover la tierra.
A medida que bajaban en la excavación, construyeron a su vez escalones alternados para subir y bajar con la tierra que sacaban o los cuerpos para ser enterrados.
La caza selectiva
El ajuar funerario recuperado también ofrece señales sobre la caza. Los cadáveres eran enterrados con lanza y dardos, que contenían en los extremos de la vara un recubrimiento de oro que les permitía un mayor alcance y fuerza en el lanzamiento.
Se sabe que cazaban venados, conejos... Pero la cacería era especializada: solo mataban a las piezas maduras, jamás a las jóvenes, pues eran cuidados para la reproducción y con ello evitar la extinción de la especie. Jamás cazaron hembras, solo machos.
Además no comían carne de animales, salvo en fechas especiales o ceremoniales.
Tierra con minerales
De los análisis realizados en diferentes contenidos de las vasijas se pudo comprobar que consumían habas, chochos, mellocos, fréjol, papas, quinua, maíz...
Por otro lado, los estudios del suelo demuestran que eran orgánicamente bien alimentados y rico en minerales.
Se sabe que a la altura de la laguna Iñaquito (actualmente el aeropuerto) se extendían enormes tierras labradas, que aplicaban varias técnicas agrícolas como terrazas y camellones.
Dentro de las vasijas se encontraron huesos de venado y por la coloración se sabe que la carne fue cocinada con un locro.
Fuente: El Comercio, Quito, 25 de noviembre de 2005
Enlace: http://www.elcomercio.com/noticia_PC.asp?id=12400&seccion=64
3 comentarios
aguz -
nuestro trabajo de historia pàra mañana miercoles de los indigenas de america latina si me podrian ayudar mas dandonos alguna pag para buscar su vestimanta se lo agradeceriamos mucho y nos sacariamos 10 =)
vero topon -
Carolina Reinoso -