Madrid completa el camino a Roma. El Miacum de Collado Mediano
La Comunidad descubre, en un yacimiento de Collado Mediano, la última posada perdida de uno de los «Itinerarios de Antoniano», el que comunicaba, durante el Imperio, Mérida con Zaragoza. Patrimonio prevé declararlo Bien de Interés Cultural y hacerlo visitable.
El último descubrimiento de las huellas de Roma en Madrid es una posada, la de «miacum», que unía el oeste y el este de la península. Ha aparecido en Collado Mediano y ha provocado un gran revuelo entre historiadores y arqueólogos.
La revolución es una posada. El placer son unas ruinas que cuentan, si se sabe escuchar a oscuras, bellas historias del pasado. Leyendas de soldados del Imperio que llegaban exhaustos, tras caminar cientos de millas por el macizo central, a un hogar que era su poción mágica; o de comerciantes que recorrían con sus carros y su género, ajenos al peligro por pura necesidad, partes de la senda que iba de Emerita Augusta (Mérida) a Caesar Augusta (Zaragoza). Para la mayoría, los restos arqueológicos que protagonizan este reportaje serán sólo unas cuantas piedras sin más valor que el sentimental. Para historiadores y arqueólogos, y para la dirección general de Patrimonio de la Comunidad, el hallazgo de la posada de «miacum», insistimos, es la revolución. Luz sobre el pasado, pieza que completa un puzzle antiquísimo, de veinte siglos. Noches en vela que hallan recompensa, sentido, lugar en el mundo.
Por Juancho Sánchez, La Razón, 10 de abril de 2005
Hagamos historia. Cuentan las crónicas que Antonio Caracalla, en el siglo III d. C., diseñó el mapa de las comunicaciones de Roma en la Penísula Hispánica, que se conocería como «Itinerario Antoniano». Cuentan que uno de esos caminos, exactamente el 24, señalaba la mejor forma de cruzar la piel de toro, de oeste a este, desde Mérida hasta Zaragoza, y cuáles eran los sitios en los que hacer parada y fonda entre una ciudad y otra. Cuentan también que en su tránsito por el Madrid actual el referente era Alcalá de Henares, esto es: Complutum. Y que el Itinerario databa una amplia red de posadas que dirigían sus pasos a ella.
Hasta hoy se habían rastreado y hallado todas esas posadas... Todas menos una: «miacum», empeñada en esconder su rastro, callada y silenciosa, cara oculta de la historia. Como siempre en estos casos, explica Jesús Jiménez, el arqueólogo jefe de Collado Mediano, pequeño municipio serrano que dista 60 kilómetros del oso y el madroño, historiadores y arqueólogos se habían enzarzado en debates bizantinos sobre el emplazamiento exacto de «miacum». Unos, como Menéndez Pidal, lo situaron en Las Rozas. Otros se desviaron más y hablaron de la Casa de Campo. Ya pueden dejarlo. No hay conjetura que haga frente a la evidencia. La respuesta ha aparecido: «miacum» está enCollado Mediano. A los ojos de cualquiera, se trata de quince por quince metros cuadrados de restos de muros, de estancias semidibujadas, de pequeñas piezas como ánforas, platos, cuencos o cuchillos. Pero arqueólogos como Jesús ven más allá. Y sus manos señalan con la certeza de un cirujano el lugar de las habitaciones, el de las termas de agua caliente («caldarium») y templada («tepidarium»), el de la cocina, el establo... Explica Jiménez que sabe que se trata de «miacum» «porque las distancias con Segovia, Alcalá y Toledo, si se bucea en el Itinerario Antoniano, coinciden».
Hasta el siglo V.
También sabe, por el análisis de los restos, que los más antiguos datan del siglo I d. C., y que su decadencia se produjo en el siglo V, «fecha en la que seguramente se dejó de utilizar la vía que atravesaba el monte de Fuenfría». Explica que «miacum» tuvo gran relevancia en el pasado «porque en el estudio de sus ruinas se ve perfectamente que hubo tres grandes incendios, y sin embargo las tres veces la posada o mansio fue reconstruida, señal inequívoca de que era un lugar de paso del ejército y de cientos de comerciantes».
Pero hay más. En el transcurso de las excavaciones, los arqueólogos han encontrado la calzada romana que llevaba hasta «miacum». De hecho, se han desenterrado ya unos cien metros, y su análisis es definitivo, según Jiménez: «Tiene, como todos los caminos romanos, cuatro metros de ancho. Piedras horizontales sobre las que se apoyan otras verticales en los bordes. Y, en el centro, relleno de tierra y granito de diferente calibre. Lo que se ha perdido, como en todos los sitios, es la capa de rodadura que se echaba en la superficie de los caminos para evitar que los carros se destrozaran y que los caballos, que no comenzaron a herrarse hasta la edad media, se rompieran las patas».
Por las vías del tren.
La senda, llamada de «Los barrizales» se prolonga durante cuatro kilómetros hasta Villalba, por un lado, y hasta el puerto por otro. Aunque, según explica el arqueólogo, en el segundo caso «es más difícil seguirle la pista porque la zona está urbanizada». Incluso se sospecha que los técnicos de Renfe emplearon en su día el mismo recorrido usado por los romanos para diseñar el trazado del tren. «Es lógico, siempre se buscaba la zona en la que hubiera que despalar menos». Durante años, además, el camino ha sido utilizado por motociclistas y conductores de 4x4, hasta que por fin la Comunidad ha prohibido el paso por la zona.
Los trabajos que han dado lugar al hallazgo de «miacum» comenzaron allá por la segunda década del pasado siglo. Fue un clérigo el que descubrió las ruinas y llamó la atención sobre el yacimiento. Pero la guerra enterró todos los proyectos y fue ya el Gobierno de la Comunidad de Madrid el que, cuando buscaba tumbas o enterramientos por la sierra, se topó con los restos de «miacum» sin saber de qué se trataba.
El actual alcalde de Collado Mediano, Juan Carlos Bustos, del CDS, y el director general de Patrimonio, Javier Hernández, decidieron, hace poco más de un año, comenzar la excavación, que arrancó tras el verano de 2004. El trabajo de los últimos siete meses ha sido duro e inteligente. Ahora, el primer permiso para mover tierras ha expirado y los arqueólogos han emitido su informe, al que ha tenido acceso este periódico. Explican en un documento de diez páginas su teoría de que lo que tienen entre manos es «miacum».
El director general de Patrimonio, auténtico mecenas de estas causas, ha recogido el guante y cree que «en los próximos años, cuando las excavaciones avancen más», se podría «dar la máxima protección a la zona, es decir, el título de Bien de Interés Cultural». De esta manera, entre otras cosas, se podría buscar iniciativa privada que se comprometiera en los trabajos, y se protegería el yacimiento, llamado «El beneficio», de los ladrones de arte que buscan restos de valor para hacerse de oro en el jugoso mercado negro de antigüedades que campa por sus respetos en España.
El uno por ciento cultural.
Además, la Comunidad ya piensa también en poder incluir «miacum» en su proyecto patrimonial más ambicioso: el «Plan de yacimientos visitables», que convertirá lugares que hoy sólo interesan a los arqueólogos en museos accesibles a todos los ciudadanos. Para llegar aquí hará falta mucho dinero, que podría salir, entre otros sitios, del famoso uno por ciento cultural con el que se grabarán todas las obras públicas y que Esperanza Aguirre aprobará en las próximas semanas.
El yacimiento de «Miacum», afortunadamente para los vecinos de la Comunidad, tendrá otros serios competidores para estar en la red de museos, ya que como reconocen los propios expertos, la región tiene «un legado patrimonial excelente». Otra cosa es lo que se invierte en recuperarlo.
Vasijas y cerámica «humildes»
En sólo siete meses de excavaciones han aparecido en el yacimiento de «El Beneficio» cientos de piezas de la cubertería empleada en la cocina. Explica el arqueólogo jefe que «en general, no son piezas de demasiado valor, porque se nota la humildad de los dueños de la posada». Sin embargo, también hay algunas «de mucho más empaque», presumiblemente de la «vajilla más llamativa y jugosamente decorada que tenían para las ocasiones excepcionales». Objetos metálicos casi no hay, todavía. Alguna que otra moneda suelta, algún cuchillo. Nada muy llamativo, recuerda Jesús, quien confía, sin embargo, en cambiar ese rumbo en el resto de habitaciones que se excavarán en los próximos años.
El último descubrimiento de las huellas de Roma en Madrid es una posada, la de «miacum», que unía el oeste y el este de la península. Ha aparecido en Collado Mediano y ha provocado un gran revuelo entre historiadores y arqueólogos.
La revolución es una posada. El placer son unas ruinas que cuentan, si se sabe escuchar a oscuras, bellas historias del pasado. Leyendas de soldados del Imperio que llegaban exhaustos, tras caminar cientos de millas por el macizo central, a un hogar que era su poción mágica; o de comerciantes que recorrían con sus carros y su género, ajenos al peligro por pura necesidad, partes de la senda que iba de Emerita Augusta (Mérida) a Caesar Augusta (Zaragoza). Para la mayoría, los restos arqueológicos que protagonizan este reportaje serán sólo unas cuantas piedras sin más valor que el sentimental. Para historiadores y arqueólogos, y para la dirección general de Patrimonio de la Comunidad, el hallazgo de la posada de «miacum», insistimos, es la revolución. Luz sobre el pasado, pieza que completa un puzzle antiquísimo, de veinte siglos. Noches en vela que hallan recompensa, sentido, lugar en el mundo.
Por Juancho Sánchez, La Razón, 10 de abril de 2005
Hagamos historia. Cuentan las crónicas que Antonio Caracalla, en el siglo III d. C., diseñó el mapa de las comunicaciones de Roma en la Penísula Hispánica, que se conocería como «Itinerario Antoniano». Cuentan que uno de esos caminos, exactamente el 24, señalaba la mejor forma de cruzar la piel de toro, de oeste a este, desde Mérida hasta Zaragoza, y cuáles eran los sitios en los que hacer parada y fonda entre una ciudad y otra. Cuentan también que en su tránsito por el Madrid actual el referente era Alcalá de Henares, esto es: Complutum. Y que el Itinerario databa una amplia red de posadas que dirigían sus pasos a ella.
Hasta hoy se habían rastreado y hallado todas esas posadas... Todas menos una: «miacum», empeñada en esconder su rastro, callada y silenciosa, cara oculta de la historia. Como siempre en estos casos, explica Jesús Jiménez, el arqueólogo jefe de Collado Mediano, pequeño municipio serrano que dista 60 kilómetros del oso y el madroño, historiadores y arqueólogos se habían enzarzado en debates bizantinos sobre el emplazamiento exacto de «miacum». Unos, como Menéndez Pidal, lo situaron en Las Rozas. Otros se desviaron más y hablaron de la Casa de Campo. Ya pueden dejarlo. No hay conjetura que haga frente a la evidencia. La respuesta ha aparecido: «miacum» está enCollado Mediano. A los ojos de cualquiera, se trata de quince por quince metros cuadrados de restos de muros, de estancias semidibujadas, de pequeñas piezas como ánforas, platos, cuencos o cuchillos. Pero arqueólogos como Jesús ven más allá. Y sus manos señalan con la certeza de un cirujano el lugar de las habitaciones, el de las termas de agua caliente («caldarium») y templada («tepidarium»), el de la cocina, el establo... Explica Jiménez que sabe que se trata de «miacum» «porque las distancias con Segovia, Alcalá y Toledo, si se bucea en el Itinerario Antoniano, coinciden».
Hasta el siglo V.
También sabe, por el análisis de los restos, que los más antiguos datan del siglo I d. C., y que su decadencia se produjo en el siglo V, «fecha en la que seguramente se dejó de utilizar la vía que atravesaba el monte de Fuenfría». Explica que «miacum» tuvo gran relevancia en el pasado «porque en el estudio de sus ruinas se ve perfectamente que hubo tres grandes incendios, y sin embargo las tres veces la posada o mansio fue reconstruida, señal inequívoca de que era un lugar de paso del ejército y de cientos de comerciantes».
Pero hay más. En el transcurso de las excavaciones, los arqueólogos han encontrado la calzada romana que llevaba hasta «miacum». De hecho, se han desenterrado ya unos cien metros, y su análisis es definitivo, según Jiménez: «Tiene, como todos los caminos romanos, cuatro metros de ancho. Piedras horizontales sobre las que se apoyan otras verticales en los bordes. Y, en el centro, relleno de tierra y granito de diferente calibre. Lo que se ha perdido, como en todos los sitios, es la capa de rodadura que se echaba en la superficie de los caminos para evitar que los carros se destrozaran y que los caballos, que no comenzaron a herrarse hasta la edad media, se rompieran las patas».
Por las vías del tren.
La senda, llamada de «Los barrizales» se prolonga durante cuatro kilómetros hasta Villalba, por un lado, y hasta el puerto por otro. Aunque, según explica el arqueólogo, en el segundo caso «es más difícil seguirle la pista porque la zona está urbanizada». Incluso se sospecha que los técnicos de Renfe emplearon en su día el mismo recorrido usado por los romanos para diseñar el trazado del tren. «Es lógico, siempre se buscaba la zona en la que hubiera que despalar menos». Durante años, además, el camino ha sido utilizado por motociclistas y conductores de 4x4, hasta que por fin la Comunidad ha prohibido el paso por la zona.
Los trabajos que han dado lugar al hallazgo de «miacum» comenzaron allá por la segunda década del pasado siglo. Fue un clérigo el que descubrió las ruinas y llamó la atención sobre el yacimiento. Pero la guerra enterró todos los proyectos y fue ya el Gobierno de la Comunidad de Madrid el que, cuando buscaba tumbas o enterramientos por la sierra, se topó con los restos de «miacum» sin saber de qué se trataba.
El actual alcalde de Collado Mediano, Juan Carlos Bustos, del CDS, y el director general de Patrimonio, Javier Hernández, decidieron, hace poco más de un año, comenzar la excavación, que arrancó tras el verano de 2004. El trabajo de los últimos siete meses ha sido duro e inteligente. Ahora, el primer permiso para mover tierras ha expirado y los arqueólogos han emitido su informe, al que ha tenido acceso este periódico. Explican en un documento de diez páginas su teoría de que lo que tienen entre manos es «miacum».
El director general de Patrimonio, auténtico mecenas de estas causas, ha recogido el guante y cree que «en los próximos años, cuando las excavaciones avancen más», se podría «dar la máxima protección a la zona, es decir, el título de Bien de Interés Cultural». De esta manera, entre otras cosas, se podría buscar iniciativa privada que se comprometiera en los trabajos, y se protegería el yacimiento, llamado «El beneficio», de los ladrones de arte que buscan restos de valor para hacerse de oro en el jugoso mercado negro de antigüedades que campa por sus respetos en España.
El uno por ciento cultural.
Además, la Comunidad ya piensa también en poder incluir «miacum» en su proyecto patrimonial más ambicioso: el «Plan de yacimientos visitables», que convertirá lugares que hoy sólo interesan a los arqueólogos en museos accesibles a todos los ciudadanos. Para llegar aquí hará falta mucho dinero, que podría salir, entre otros sitios, del famoso uno por ciento cultural con el que se grabarán todas las obras públicas y que Esperanza Aguirre aprobará en las próximas semanas.
El yacimiento de «Miacum», afortunadamente para los vecinos de la Comunidad, tendrá otros serios competidores para estar en la red de museos, ya que como reconocen los propios expertos, la región tiene «un legado patrimonial excelente». Otra cosa es lo que se invierte en recuperarlo.
Vasijas y cerámica «humildes»
En sólo siete meses de excavaciones han aparecido en el yacimiento de «El Beneficio» cientos de piezas de la cubertería empleada en la cocina. Explica el arqueólogo jefe que «en general, no son piezas de demasiado valor, porque se nota la humildad de los dueños de la posada». Sin embargo, también hay algunas «de mucho más empaque», presumiblemente de la «vajilla más llamativa y jugosamente decorada que tenían para las ocasiones excepcionales». Objetos metálicos casi no hay, todavía. Alguna que otra moneda suelta, algún cuchillo. Nada muy llamativo, recuerda Jesús, quien confía, sin embargo, en cambiar ese rumbo en el resto de habitaciones que se excavarán en los próximos años.
2 comentarios
ricardo fanjul -
Desgraciadamente la escasez de artículos sobre patrimonio histórico que recoge la prensa diaria contribuye que haya más periodistas especialidados en toros, fútbol o cotilleo rosa, que en cultura. Sin embargo, en Madrid, entre la capital y este yacimiento, concretamente en Torrelodones, se celebró (mayo de 2005) el Primer Seminario de Periodismo Histórico Natural para intentar paliar estas situaciones que siguen dejando la profesión periodística por los suelos.
Alicia Canto -
de Antoniano" al "Itinerario de Antonino" o "Antoniniano", al emperador
Caracalla "Antonio", o lo de que los soldados se paraban a dormir en las
posadas (que apuntamos sin duda en la cuenta del siempre bienintencionado
periodista de turno), hay que recordar la prudencia debida al atribuir el
nombre de una ciudad antigua a un yacimiento todavía proporcionalmente pequeño
y poco definido como lo parece éste de Collado Mediano.
Miaccum o Miacum, además, no debía de ser una posada, sino al menos un pueblo
de cierto tamaño. Y hasta que no aparezca un documento epigráfico que lo
confirme no se puede dar por seguro que estos restos de Collado Mediano lo
sean. Máxime con la de novios que ha tenido ya esta ciudad (Meaque en la Casa
de Campo, Meco, Monesterio cerca de El Escorial, etc.).
En todo caso, puede verse un informe largo sobre el asunto, redactado por el
arqueólogo citado, y los subsiguientes debates con otros autores que señalan
problemas y defienden otros emplazamientos, en:
http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1109.
Los dos miliarios que allí se comentan son de interés para la cuestión, sobre
todo el de Cercedilla, que marca "XVII millas". Que, en efecto, se cumplen
desde Segovia. Pero, ¿y si se cumplieran también desde Miaccum?... Raro, pero
no imposible. Por eso se debe mantener aún la prudencia.
Saludos.