Los faraones egipcios disfrutaron del vino tinto
Foto: Vendimia y pisado de uvas. Tumba de Nakht, Dinastía XVIII
Se resolvió el misterio. El vino que bebía el faraón Tutankamon era tinto, según ha revelado un nuevo estudio de científicos españoles. Por lo que se conocía hasta el momento, los científicos discrepaban sobre si los fósiles de vino descubiertos en las tumbas de los faraones eran de uvas rojas o blancas. El estudio demuestra ahora que el vino tinto era el favorito hace unos 3300 años.
Egypt State Information Service / afrol News, 6 de abril de 2005
Ya se conocía que la producción de vino era extensa en el Antiguo Egipto. La primera evidencia científica de uvas es de unos fósiles de vides de 60 millones de años, aunque el primer documento escrito sobre la vinificación es una fuente mucho más reciente: la Biblia.
Los científicos han detectado restos de vino en una jarra datada en torno al año 5400 a. de C., encontrada en Hajji Firuz Tepe en las montañas Zagros, actual Irán. Pero el primer conocimiento sobre el cultivo del vino proviene del Antiguo Egipto, donde el proceso de la vinificación fue representado en paredes de edificios funerarios del 2600 a. de C.
"El vino en el Antiguo Egipto era una bebida de gran importancia, consumida por las clases altas y los reyes", explica Maria Rosa Guasch-Jané, egiptóloga en la Universidad de Barcelona. Junto con Rosa Lamuela-Raventós, profesora de nutrición y ciencia alimentaria, ha analizado las muestras de las antiguas jarras egipcias de la tumba de Tutankamon, propiedad en la actualidad del Museo Egipcio en El Cairo y el Museo Británico en Londres.
Según Guasch-Jané, las jarras de vino eran colocadas en tumbas como alimentos funerarios. "Las jarras de vino del Nuevo Imperio eran etiquetadas con el producto, el año, la fuente e incluso el nombre del cultivador de la vid, pero no mencionaban el color de los vinos que contenían", explica la investigadora. Científicos y enófilos han discutido desde hace mucho tiempo sobre el tipo de uva que los antiguos egipcios utilizaron en sus vinos.
Los científicos españoles desarrollaron así la primera técnica que puede determinar el color del vino utilizado en jarras antiguas. La técnica se centra en analizar el principal componente glucoso que da el color rojo a los vinos tintos jóvenes. Ningún otro jugo usado el antiguo Próximo Oriente y región mediterránea lo contiene.
A medida que el vino envejece, este componente reacciona con otro, dando lugar a la formación de estructuras más complejas. Los investigadores dirigieron sus esfuerzos a desarrollar una herramienta para analizar estas estructuras con el fin de determinar el color del vino fósil. Este método nunca se ha utilizado antes para identificar ácidos o cualquier muestra arqueológica, según los científicos.
El informe científico con esta nueva técnica apareció en la última edición de la publicación científica estadounidense 'Analytical Chemistry'. Lamuela-Raventós y Guasch-Jané han anunciado que planean utilizar la nueva técnica en estudios más amplios de residuos de vino de otras muestras arqueológicas. La Fundación para la cultura del vino y el grupo Codorniu - ambos españoles - han financiado la investigación.
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Cultura vitivinícola. El vino de los antiguos faraones
Un equipo de investigadoras de la Universidad de Barcelona identifican rastros de vino tinto en una ánfora perteneciente al faraón egipcio Tutankhamon
Por Jordi Montaner, Consumer.es, 13 de abril de 2004
Los historiadores concedían hasta hoy el origen de la cerveza al antiguo Egipto y el del vino a la Grecia clásica. Sin embargo, el reciente hallazgo de una ánfora en la tumba de Tutankhamon con restos de vino tinto refuerza el peso de la cultura vitivinícola en las civilizaciones del bajo Nilo. El hallazgo, publicado en la revista de la Sociedad Química Americana, ofrece nuevas pistas sobre el uso ancestral del vino y plantea de nuevo la hipótesis egipcia sobre su origen.
El origen de la uva destinada a la elaboración de vino tinto podría corresponder al Antiguo Egipto, como revelan las ánforas funerarias de Tutankhamon.
El origen del vino como producto y de la viticultura como práctica agrícola causan todavía cierta polémica entre arqueólogos e historiadores. Aunque existen múltiples referencias al antiguo Egipto que sitúan el inicio de la vitivinicultura como una actividad asociada a las clases más nobles, hay quien se inclina todavía a pensar que ni fue en esta cultura ni en este área geográfica donde el cultivo de la vid empezó a extenderse.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona acaba de aportar recientemente nuevos datos que reforzarían la hipótesis egipcia. El estudio, publicado en la revista Analytical Chemistry, órgano de la Sociedad Química Americana, describe el hallazgo de rastros de vino tinto en una ánfora funeraria perteneciente Tutankhamon. La evidencia, obtenida mediante técnicas de cromatografía líquida y espectrometría de masas, es una de las más palmarias de cuantas corroboran el consumo de este tipo de vinos en el antiguo Egipto.
Conflicto histórico
Se sabía que en el antiguo Egipto se cultivaba la vid, y que sus caldos eran privilegio casi exclusivo para nobles y reyes en fiestas, ceremonias religiosas y rituales funerarios. Era conocido también que las mejores cosechas provenían del delta del Nilo y de los oasis más occidentales del país. El aprecio de los egipcios por las cualidades del vino, entre las que se atribuían ciertas «propiedades mágicas», se piensa que obedecía al hecho de que el Nilo toma un color vinoso durante el ciclo anual de las inundaciones.
Desde el Reino Antiguo (2575 aC) hasta el Nuevo (1070 aC), las tumbas de los nobles se decoraban con imágenes ocasionales de viticultura e incluso de elaboración del vino, aspectos que reflejan el culto que sentían las clases altas egipcias por el derivado de la vid. Para más señas, un antiguo proverbio egipcio reza: «En el agua puedes ver reflejada tu cara, pero en el vino siempre aparece tu mejor cualidad».
La investigación revela el uso más antiguo conocido del cultivo de uva destinada a la elaboración de vino tinto en Egipto.
A pesar de que entre los grandes clásicos se destaca el origen egipcio de los primeros vinos, no hay pruebas fehacientes que lo demuestren rotundamente. De hecho, algunos historiadores sitúan aún el origen del vino al sur del Cáucaso y en la parte más meridional del Mar Caspio, enfatizando que la uva empleada por los egipcios no era Vitis vinifera clásica.
La consideración de los historiadores contrasta con con el análisis de los escritos de la Grecia y la Roma antiguas. Plutarco, sin ir más lejos, afirma en uno de sus textos que fue el mismo Osiris quien probó el vino por primera vez en la historia, y luego enseñó a los mortales las técnicas de su elaboración. Pese a la atribución divina del origen del vino, el texto no deja de ser lo que parece un tributo al Egipto de los grandes faraones.
En otros tratados se refiere la existencia de la vid en el antiguo Egipto, pero se relaciona con un uso meramente ornamental en los jardines y huertas. Llama la atención el censo que Ramsés III ordenó de 513 viñedos propiedad del templo de Amón Ra, así como el nombramiento de un «maestro viticultor» encargado de su conservación y mantenimiento. Un dato aún más sofisticado es que a los trabajadores empleados en la construcción de las pirámides de Giza se les permitía apagar su sed con cuatro clases de vino y cinco de cerveza.
Los vinos egipcios
Valioso dato antropológico constituye, sin duda, el jeroglífico común identificado en estas tres palabras: jardín, vino y vid. Lo cierto es que las uvas, tal y como aparece en dibujos funerarios, se cosechaban, se almacenaban, se pisaban con los pies y su zumo era guardado en tinajas (ánforas) hasta la adecuada fermentación.
Un segundo prensado separaba pieles y pepitas y permitía que el vino ya fermentado se conservara en recipientes sellados con barro y con pequeñas aberturas por donde dejar salir el dióxido de carbono. Cuando se consideraba que la «crianza» se había completado (fijada en un máximo de 21 años), las aberturas terminaban sellándose y el vino quedaba totalmente aislado del exterior hasta su consumo.
Otro dato que apoya el origen egipcio del vino es el hecho de que en la antigua Roma se importaban vinos de Egipto, y no precisamente porque los romanos anduvieran escasos en su provisión. Crónicas romanas cantan las alabanzas de los vinos claros y fragantes de Mareotis, Sebennytus (delta del Nilo), Menzalah, Sile y Tanis.
Con respecto al tipo de vino consumido por los antiguos egipcios, todo apunta a que los secos era los preferidos. Sólo uno de cada seis vinos «etiquetados» a mano por los maestros encargados tenía inscrita la palabra «dulce». Los vinos de más de 5 años de crianza acaparaban una tercera parte de los inventarios.
Proliferan las descripciones de vinos blancos, pero nunca hasta ahora se había analizado químicamente qué tipo de vino que bebían exactamente los egipcios. El artículo firmado por los investigadores españoles en Analytical Chemistry, ha dado por fin con rastros de vino tinto en una ánfora funeraria perteneciente a Tutankhamon.
VINO EN LA RIBERA DEL NILO
Los dátiles, los higos, las granadas y las uvas eran las frutas preferidas para la obtención de vino en el antiguo Egipto. En la imagen, detalle de vendimia y pisado de uvas representados en la Tumba de Nakht (Dinastía XVIII).
El equipo de la Universidad de Barcelona que ha logrado identificar los restos de vino tinto en las ánforas faraónicas está integrado por las investigadoras Maria Rosa Guasch-Jané, Maite Ibern-Gómez, Cristina Andrés-Lacueva y Rosa María Lamuela-Raventós. Las científicas se propusieron en su día investigar el tipo de uva con que los antiguos egipcios elaboraban sus vinos. «Las ánforas halladas en los túmulos funerarios contienen datos del producto, crianza y hasta el nombre del viticultor, pero nunca hacen referencia al color del vino que contenían», explica Guasch-Jané, «así que decidimos indagar sobre qué tipo de vine se ofrecía a los faraones para su viaje del más allá».
Las investigadoras identificaron rastros de vino negro en una ánfora de la tumba de Tutankhamon, faraón de la Dinastía XVIII (~1333-1323 aC), que se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo. Dicha ánfora está firmada por el maestro viticultor Khaa.
En su interior, el equipo de la Universidad de Barcelona ha identificado ácido siríngico, derivado de la malvidina e indicador del vino tinto. «La malvidina es la antocianidina más importante del vino tinto y la responsable de su color», señala la experta. Aplicando una fusión alcalina a los residuos del ánfora estudiada obtuvieron el ácido siríngico (a partir de la malvidina polimerizada), lo cual les permitió identificar el vino como tinto.
Desde un punto de vista técnico, la identificación no fue tan sencilla, puesto que se tuvo que emplear un nuevo protocolo de gran sensibilidad para identificar vino en residuos arqueológicos, basado en la cromatografía líquida y la espectrometría de masas en tándem.
En el protocolo de esta investigación, financiada por el grupo Codorníu y la Fundación para la Cultura del Vino, se ha empleado ácido tartárico como indicador químico de la presencia de vino. «El ácido tartárico en sí no informa del tipo de uva con la que se elaboró el vino, por lo que ha sido preciso recurrir al siríngico». La metodología empleada, añade el equipo de investigadoras, está específicamente pensada para identificar la presencia de vino en restos arqueológicos a partir de sus características. La aportación principal de su trabajo, precisan, ha sido precisamente «definir el método» para la detección de trazas indicativas de vino tinto.
Cuando la tumba de Tutankamon, muerto en el año 1352 a.J.C. fue abierta por Howard Carter en 1922, se encontró dentro del mobiliario funerario que rodeaba al momia cubierta de oro, jarros de vino.
Veintiséis de estas ánforas estaban etiquetadas, siete con el sello personal del rey y seis con el de la casa real de Aten, todos situados sobre el lado occidental del río? esto quiere decir sobre el brazo del delta del Nilo donde se estima que es de donde han provenido los mejores vinos de Egipto.
Veintitrés de estos vinos contados pertenecen a tres añadas, año 4, año 5, y año 9. Que se hiciese mención a estos años del reinado, donde ellos indican simplemente el año del vino, ellos prueban que el vino de calidad era un vino de guarda. Una de las ánforas llevaba la añada de año 31 y en este caso, no se puede esgrimir que es una referencia a una año del reinado que fue mucho más corto. El nombre del chef vinificador (jefe de la vinificación) es colocado en casi todas las ánforas. Uno de los jefes vinificadores, llamado Kha´y, elaboró cinco de estos vinos del dominio personal de Tutankamon, pero también un vino de la casa de Aten; por lo que se puede deducir, que la misma persona generó los dos vinos, sea que Kha´y era un vinificador de tal talento que él era el enólogo consejero que atendía varios dominios.
Dos vinos fueron etiquetados Sdh, que parece significar nuevo, fresco y que lleva la mención de muy buena calidad. Los otros no tienen descripción más que si son dulces, que es el caso de cuatro de los veintiséis de estos vinos encontrados en la tumba de Tutankamon. Gracias a este inventario, se puede constatar que la reseña que se plasma en cada etiqueta, hormis la añada, es el nombre del vinificador. ¿Puede esto ser así? NADA MÁS IMPOTANTE QUE QUIEN ELABORA EL VINO.
Se resolvió el misterio. El vino que bebía el faraón Tutankamon era tinto, según ha revelado un nuevo estudio de científicos españoles. Por lo que se conocía hasta el momento, los científicos discrepaban sobre si los fósiles de vino descubiertos en las tumbas de los faraones eran de uvas rojas o blancas. El estudio demuestra ahora que el vino tinto era el favorito hace unos 3300 años.
Egypt State Information Service / afrol News, 6 de abril de 2005
Ya se conocía que la producción de vino era extensa en el Antiguo Egipto. La primera evidencia científica de uvas es de unos fósiles de vides de 60 millones de años, aunque el primer documento escrito sobre la vinificación es una fuente mucho más reciente: la Biblia.
Los científicos han detectado restos de vino en una jarra datada en torno al año 5400 a. de C., encontrada en Hajji Firuz Tepe en las montañas Zagros, actual Irán. Pero el primer conocimiento sobre el cultivo del vino proviene del Antiguo Egipto, donde el proceso de la vinificación fue representado en paredes de edificios funerarios del 2600 a. de C.
"El vino en el Antiguo Egipto era una bebida de gran importancia, consumida por las clases altas y los reyes", explica Maria Rosa Guasch-Jané, egiptóloga en la Universidad de Barcelona. Junto con Rosa Lamuela-Raventós, profesora de nutrición y ciencia alimentaria, ha analizado las muestras de las antiguas jarras egipcias de la tumba de Tutankamon, propiedad en la actualidad del Museo Egipcio en El Cairo y el Museo Británico en Londres.
Según Guasch-Jané, las jarras de vino eran colocadas en tumbas como alimentos funerarios. "Las jarras de vino del Nuevo Imperio eran etiquetadas con el producto, el año, la fuente e incluso el nombre del cultivador de la vid, pero no mencionaban el color de los vinos que contenían", explica la investigadora. Científicos y enófilos han discutido desde hace mucho tiempo sobre el tipo de uva que los antiguos egipcios utilizaron en sus vinos.
Los científicos españoles desarrollaron así la primera técnica que puede determinar el color del vino utilizado en jarras antiguas. La técnica se centra en analizar el principal componente glucoso que da el color rojo a los vinos tintos jóvenes. Ningún otro jugo usado el antiguo Próximo Oriente y región mediterránea lo contiene.
A medida que el vino envejece, este componente reacciona con otro, dando lugar a la formación de estructuras más complejas. Los investigadores dirigieron sus esfuerzos a desarrollar una herramienta para analizar estas estructuras con el fin de determinar el color del vino fósil. Este método nunca se ha utilizado antes para identificar ácidos o cualquier muestra arqueológica, según los científicos.
El informe científico con esta nueva técnica apareció en la última edición de la publicación científica estadounidense 'Analytical Chemistry'. Lamuela-Raventós y Guasch-Jané han anunciado que planean utilizar la nueva técnica en estudios más amplios de residuos de vino de otras muestras arqueológicas. La Fundación para la cultura del vino y el grupo Codorniu - ambos españoles - han financiado la investigación.
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Cultura vitivinícola. El vino de los antiguos faraones
Un equipo de investigadoras de la Universidad de Barcelona identifican rastros de vino tinto en una ánfora perteneciente al faraón egipcio Tutankhamon
Por Jordi Montaner, Consumer.es, 13 de abril de 2004
Los historiadores concedían hasta hoy el origen de la cerveza al antiguo Egipto y el del vino a la Grecia clásica. Sin embargo, el reciente hallazgo de una ánfora en la tumba de Tutankhamon con restos de vino tinto refuerza el peso de la cultura vitivinícola en las civilizaciones del bajo Nilo. El hallazgo, publicado en la revista de la Sociedad Química Americana, ofrece nuevas pistas sobre el uso ancestral del vino y plantea de nuevo la hipótesis egipcia sobre su origen.
El origen de la uva destinada a la elaboración de vino tinto podría corresponder al Antiguo Egipto, como revelan las ánforas funerarias de Tutankhamon.
El origen del vino como producto y de la viticultura como práctica agrícola causan todavía cierta polémica entre arqueólogos e historiadores. Aunque existen múltiples referencias al antiguo Egipto que sitúan el inicio de la vitivinicultura como una actividad asociada a las clases más nobles, hay quien se inclina todavía a pensar que ni fue en esta cultura ni en este área geográfica donde el cultivo de la vid empezó a extenderse.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona acaba de aportar recientemente nuevos datos que reforzarían la hipótesis egipcia. El estudio, publicado en la revista Analytical Chemistry, órgano de la Sociedad Química Americana, describe el hallazgo de rastros de vino tinto en una ánfora funeraria perteneciente Tutankhamon. La evidencia, obtenida mediante técnicas de cromatografía líquida y espectrometría de masas, es una de las más palmarias de cuantas corroboran el consumo de este tipo de vinos en el antiguo Egipto.
Conflicto histórico
Se sabía que en el antiguo Egipto se cultivaba la vid, y que sus caldos eran privilegio casi exclusivo para nobles y reyes en fiestas, ceremonias religiosas y rituales funerarios. Era conocido también que las mejores cosechas provenían del delta del Nilo y de los oasis más occidentales del país. El aprecio de los egipcios por las cualidades del vino, entre las que se atribuían ciertas «propiedades mágicas», se piensa que obedecía al hecho de que el Nilo toma un color vinoso durante el ciclo anual de las inundaciones.
Desde el Reino Antiguo (2575 aC) hasta el Nuevo (1070 aC), las tumbas de los nobles se decoraban con imágenes ocasionales de viticultura e incluso de elaboración del vino, aspectos que reflejan el culto que sentían las clases altas egipcias por el derivado de la vid. Para más señas, un antiguo proverbio egipcio reza: «En el agua puedes ver reflejada tu cara, pero en el vino siempre aparece tu mejor cualidad».
La investigación revela el uso más antiguo conocido del cultivo de uva destinada a la elaboración de vino tinto en Egipto.
A pesar de que entre los grandes clásicos se destaca el origen egipcio de los primeros vinos, no hay pruebas fehacientes que lo demuestren rotundamente. De hecho, algunos historiadores sitúan aún el origen del vino al sur del Cáucaso y en la parte más meridional del Mar Caspio, enfatizando que la uva empleada por los egipcios no era Vitis vinifera clásica.
La consideración de los historiadores contrasta con con el análisis de los escritos de la Grecia y la Roma antiguas. Plutarco, sin ir más lejos, afirma en uno de sus textos que fue el mismo Osiris quien probó el vino por primera vez en la historia, y luego enseñó a los mortales las técnicas de su elaboración. Pese a la atribución divina del origen del vino, el texto no deja de ser lo que parece un tributo al Egipto de los grandes faraones.
En otros tratados se refiere la existencia de la vid en el antiguo Egipto, pero se relaciona con un uso meramente ornamental en los jardines y huertas. Llama la atención el censo que Ramsés III ordenó de 513 viñedos propiedad del templo de Amón Ra, así como el nombramiento de un «maestro viticultor» encargado de su conservación y mantenimiento. Un dato aún más sofisticado es que a los trabajadores empleados en la construcción de las pirámides de Giza se les permitía apagar su sed con cuatro clases de vino y cinco de cerveza.
Los vinos egipcios
Valioso dato antropológico constituye, sin duda, el jeroglífico común identificado en estas tres palabras: jardín, vino y vid. Lo cierto es que las uvas, tal y como aparece en dibujos funerarios, se cosechaban, se almacenaban, se pisaban con los pies y su zumo era guardado en tinajas (ánforas) hasta la adecuada fermentación.
Un segundo prensado separaba pieles y pepitas y permitía que el vino ya fermentado se conservara en recipientes sellados con barro y con pequeñas aberturas por donde dejar salir el dióxido de carbono. Cuando se consideraba que la «crianza» se había completado (fijada en un máximo de 21 años), las aberturas terminaban sellándose y el vino quedaba totalmente aislado del exterior hasta su consumo.
Otro dato que apoya el origen egipcio del vino es el hecho de que en la antigua Roma se importaban vinos de Egipto, y no precisamente porque los romanos anduvieran escasos en su provisión. Crónicas romanas cantan las alabanzas de los vinos claros y fragantes de Mareotis, Sebennytus (delta del Nilo), Menzalah, Sile y Tanis.
Con respecto al tipo de vino consumido por los antiguos egipcios, todo apunta a que los secos era los preferidos. Sólo uno de cada seis vinos «etiquetados» a mano por los maestros encargados tenía inscrita la palabra «dulce». Los vinos de más de 5 años de crianza acaparaban una tercera parte de los inventarios.
Proliferan las descripciones de vinos blancos, pero nunca hasta ahora se había analizado químicamente qué tipo de vino que bebían exactamente los egipcios. El artículo firmado por los investigadores españoles en Analytical Chemistry, ha dado por fin con rastros de vino tinto en una ánfora funeraria perteneciente a Tutankhamon.
VINO EN LA RIBERA DEL NILO
Los dátiles, los higos, las granadas y las uvas eran las frutas preferidas para la obtención de vino en el antiguo Egipto. En la imagen, detalle de vendimia y pisado de uvas representados en la Tumba de Nakht (Dinastía XVIII).
El equipo de la Universidad de Barcelona que ha logrado identificar los restos de vino tinto en las ánforas faraónicas está integrado por las investigadoras Maria Rosa Guasch-Jané, Maite Ibern-Gómez, Cristina Andrés-Lacueva y Rosa María Lamuela-Raventós. Las científicas se propusieron en su día investigar el tipo de uva con que los antiguos egipcios elaboraban sus vinos. «Las ánforas halladas en los túmulos funerarios contienen datos del producto, crianza y hasta el nombre del viticultor, pero nunca hacen referencia al color del vino que contenían», explica Guasch-Jané, «así que decidimos indagar sobre qué tipo de vine se ofrecía a los faraones para su viaje del más allá».
Las investigadoras identificaron rastros de vino negro en una ánfora de la tumba de Tutankhamon, faraón de la Dinastía XVIII (~1333-1323 aC), que se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo. Dicha ánfora está firmada por el maestro viticultor Khaa.
En su interior, el equipo de la Universidad de Barcelona ha identificado ácido siríngico, derivado de la malvidina e indicador del vino tinto. «La malvidina es la antocianidina más importante del vino tinto y la responsable de su color», señala la experta. Aplicando una fusión alcalina a los residuos del ánfora estudiada obtuvieron el ácido siríngico (a partir de la malvidina polimerizada), lo cual les permitió identificar el vino como tinto.
Desde un punto de vista técnico, la identificación no fue tan sencilla, puesto que se tuvo que emplear un nuevo protocolo de gran sensibilidad para identificar vino en residuos arqueológicos, basado en la cromatografía líquida y la espectrometría de masas en tándem.
En el protocolo de esta investigación, financiada por el grupo Codorníu y la Fundación para la Cultura del Vino, se ha empleado ácido tartárico como indicador químico de la presencia de vino. «El ácido tartárico en sí no informa del tipo de uva con la que se elaboró el vino, por lo que ha sido preciso recurrir al siríngico». La metodología empleada, añade el equipo de investigadoras, está específicamente pensada para identificar la presencia de vino en restos arqueológicos a partir de sus características. La aportación principal de su trabajo, precisan, ha sido precisamente «definir el método» para la detección de trazas indicativas de vino tinto.
Cuando la tumba de Tutankamon, muerto en el año 1352 a.J.C. fue abierta por Howard Carter en 1922, se encontró dentro del mobiliario funerario que rodeaba al momia cubierta de oro, jarros de vino.
Veintiséis de estas ánforas estaban etiquetadas, siete con el sello personal del rey y seis con el de la casa real de Aten, todos situados sobre el lado occidental del río? esto quiere decir sobre el brazo del delta del Nilo donde se estima que es de donde han provenido los mejores vinos de Egipto.
Veintitrés de estos vinos contados pertenecen a tres añadas, año 4, año 5, y año 9. Que se hiciese mención a estos años del reinado, donde ellos indican simplemente el año del vino, ellos prueban que el vino de calidad era un vino de guarda. Una de las ánforas llevaba la añada de año 31 y en este caso, no se puede esgrimir que es una referencia a una año del reinado que fue mucho más corto. El nombre del chef vinificador (jefe de la vinificación) es colocado en casi todas las ánforas. Uno de los jefes vinificadores, llamado Kha´y, elaboró cinco de estos vinos del dominio personal de Tutankamon, pero también un vino de la casa de Aten; por lo que se puede deducir, que la misma persona generó los dos vinos, sea que Kha´y era un vinificador de tal talento que él era el enólogo consejero que atendía varios dominios.
Dos vinos fueron etiquetados Sdh, que parece significar nuevo, fresco y que lleva la mención de muy buena calidad. Los otros no tienen descripción más que si son dulces, que es el caso de cuatro de los veintiséis de estos vinos encontrados en la tumba de Tutankamon. Gracias a este inventario, se puede constatar que la reseña que se plasma en cada etiqueta, hormis la añada, es el nombre del vinificador. ¿Puede esto ser así? NADA MÁS IMPOTANTE QUE QUIEN ELABORA EL VINO.
6 comentarios
el egipcio -
gracias
Carlos y Jorge -
antonio vildoso cahuana -
Adriana de la Rosa. -
gracias.
Luiz Antonio Rolim -
Me gustaria saber mas sobre lo tema.
jesus muñoz crespo -