El Santuario de Cancho Roano
EL SANTUARIO DE CANCHO ROANO
ESTRUCTURA
El complejo arquitectónico oreintado al sol naciente, se levantó en una pequeña vaguada junto al arroyo Cagancha, en el término municipal de Zalamea de la Serena (Badajoz). Su origen se remota a los inicios del período orientalizante, cuando sobre una cabaña ovalada se erigió el primer edificio. Sobre este primer monumento se construyó un segundo, del que conocemos su planta, en la que se han documentado hasta tres altares de adobe, dos de ellos en forma de piel de bóvido. Por último, a mediados del siglo V a.C., se decidió clausurar este segundo santuario para edificar el ahora visible.
Se construyó con un sólido basamento de piedras y alzados de adobe, y fue enlucido por el exterior con arcilla roja, como los suelos de las habitaciones, mientras que el interior fue totalmente encalado. Para realzar aún más el cuerpo principal del santuario, se construyó una terraza de piedra de gran tamaño, también encalada, que lo rodea por completo. Al cuerpo principal se accede por un patio cuadrado, con un pozo en el centro ,que aún hoy mantiene su nivel de agua. La entrada al edificio se realiza mediante una escalera de piedra construida en la esquina septentrional del patio, que conduce a una estancia que, a su vez, comunica con un gran ambiente transversal, que cruza todo el edificio y sirve de distribuidor a los espacios del fondo. Se disponen en tres cuerpos independientes en la zona meridional, almacenes en los que se hallaron ánforas y orzas que contuvieron cereales, aceite, vino, miel y otros productos alimenticios, así como una cantidad de objetos de bronce -calderos, recipientes rituales, jarros, arreos de caballo, etcétera-; la septentrional consta de una habitación alargada, en cuyo fondo había un telar, a la que se abren tres pequeñas estancias en las que se halló gran parte de los materiales de importación que caracterizan al yacimiento: alabastrones, copas griegas, cuentas de pasta vítrea púnica, escarabeos egipcios, marfiles, sellos de lidita, cuentas de ámbar y cornalina y buena parte de las joyas de oro del santuario. En el eje central del edificio se erigió la habitación principal, verdadero lugar sacro del complejo, en cuyo centro se levantó un gran pilar rectangular que haría las veces de altar. Tal vez lo más sobresaliente de este espacio principal es que el pilar se alza sobre los respectivos altares de los dos edificios anteriores. Por último, el monumento está rematado, a modo de torres, por dos habitaciones: la de la entrada, donde se construyó una escalera para acceder a la terraza y la planta superior hoy perdida, y la suroriental, tal vez lugar de residencia.
Rodea el edificio una serie de estancia perimetrales, seis por cada lado, donde se depositaron ajuares a modo de ofrendas. Todo el complejo monumental está rodeado por un foso excavado en la roca, que en algunos puntos busca los niveles freáticos para mantener siempre una lámina de agua que ensalce la construcción. En la zona oriental, por donde se llega al santuario, se construyó una pequeña muralla con dos torres poligonales en el centro que flanquean la única entrada posible a la construcción.
El edificio fue intencionadamente incendiado, destruido y posteriormente sellado con tierra antes de ser abandonado, echándose en falta tan sólo los elementos sacros, seguramente recuperados par mantener el culto en otro lugar. El continuo cruce del agua de arroyo Cagancha, aún en épocas de fuerte sequía, así como la construcción de pozos en el interior avalan el papel primordial que debió jugar el agua tanto par la construcción como para el culto en el lugar.
HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES.
Con motivo del Festival Internacional de Teatro de Mérida de 1978, la Subdirección General de Arqueología, dirigida por el profesor Maluquer, recibió el encargo de organizar una exposición sobre la Prehistoria y la Protohistoria de Extremadura. En el transcurso de estos acontecimientos se informó de la destrucción a la que estaba siendo sometido el yacimiento. En octubre el profesor Maluquer, acompañado por varios técnicos de la subdirección General de Arqueología visitaron el yacimiento y decidieron inmediatamente la excavación, responsabilizándose de los estudios el Instituto de Arqueología y Prehistoria de la Universidad de Barcelona.
Sin embargo, la historia del yacimiento comienza veinte años atrás, cuando se parcela la finca de Cancho Roano, y se vende entre los vecinos. Una de las divisiones pasaba por un montículo denominado la Turruca, coronado por grandes encinas. El deseo de uno de los dueños D. Jeromo Bueno de convertir esa tierra en una fértil huerta, le hizo actuar con una pala excavadora, donde quedaron al descubierto grandes restos arqueológicos. La noticia de los descubrimientos no paso desapercibida, y a mediados de los setenta D. Pedro Dávila, gran valedor del yacimiento, puso en conocimiento de D. José Antonio Hidalgo, maestro de Quintana de la Serena los hallazgos, pueblo donde se expusieron las primeras piezas.
El primer objetivo de la intervención arqueológica era conocer el significado de la construcción de adobe, en primer lugar se consideró una gran pira funeraria, pero la altura de las paredes y la falta de huesos y ajuares fúnebres desechaba esa idea, por lo que se empezó a cavar una gran trinchera de 24 metros con una anchura de dos metros para su investigación.
Una vez excavada la trinchera se pudieron llegar a varias conclusiones:
La primera que se trataba de un gran edificio compuestos por paredes de adobe y piedra.
La segunda que la altura del edificio era casi de cuatro metros, y que además bajo el nivel constructivo aparecían restos más antiguos de otro edificio.
En tercer lugar que los muros dividían habitaciones, con lo que se podían realizar excavaciones de habitaciones individualizadas.
En último lugar que el edificio había sufrido un gran incendio, atestiguado por los restos de cenizas y ramas.
A partir de los 80 las excavaciones se centraron en cada una de las habitaciones individualizadas, que se habían detectado en el sector septentrional, el mejor conservado.
El año 1988 marcó un punto de inflexión en el Cancho Roano. La campaña había comenzado con escasos recursos económicos y la ausencia del profesor Maluquer, sin embargo la apertura de nuevas zonas de excavación dieron resultados espectaculares, con nuevas construcciones y ricos materiales. Atraído por las noticias de la prensa se interesó por el yacimiento un empresario badajocense, Bartolomé Gil Santacruz, que una vez visitado el expediente proporcionó los medios económicos necesarios para seguir las investigaciones. Lo más importante de esta aportación económica que provocó la reacción de la administración que aportó los fondos necesarios para los trabajos de excavación.
La última fase de los hallazgos comenzó en 1995, único año en el que no se intervino en Cancho Roano, pero en el que se decidió desde la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, un plan de intervención, este plan fue aprobado en 1996, siendo el documento base sobre el que se han llevado las negociaciones con otras administraciones
PRINCIPALES RESTOS ARQUEOLÓGICOS ENCONTRADOS EN CANCHO ROANO
Los objetos hallados se distribuyeron en un plano del edificio para visualizar la funcionalidad de cada zona del edificio, pues los objetos hallados tendían a agruparse, por sus características, en determinadas zonas, cuyas funciones quedaban, en consecuencia, documentadas:
A) Zona de habitación: compartimentos H-4 a 6, situados en el ángulo NW del edificio. En ellos apareció la gran mayoría de objetos de tocador y joyas y de restos de muebles suntuarios (a,b,c) y, también, de los elementos de banquete (d), especialmente en la cámara 5, donde se concentraban los hallazgos de vasos griegos, kylikes y Cástulo-cups, así como 3 ánforas, tal vez interpretables como de vino para acompañar los banquetes. Igualmente en las cámaras H-4 y 5 apareció un conjunto significativo de elementos de control económico (f), como ponderales y un platillo de balanza. Por último, cabe destacar en este compartimento 5 la existencia de un telar (h) evidenciado por un conjunto de 30 pesas situado junto a la puerta más externa. La habitación 3, que constituye el acceso a las anteriores, ofrecía escasos hallazgos, destacando otro telar (h).
B) Zona de almacenes: compartimentos H-8 a 10, que ocupan la zona suroccidental del edificio. El H-8 ofrecía vasos y asadores metálicos (d), el mayor conjunto de piezas de atalaje (e) y cuatro ponderales (f), pero es significativa la ausencia de elementos suntuarios, que caracterizaban las habitaciones de la zona NW, así como de instrumentos y ánforas, que aparecen en los departamentos contiguos H-9 y 10.
Los departamentos H-9 y 10 se caracterizan por la presencia de numerosas ánforas (g). En el departamento H-9 aparecieron un mínimo de 16, cuyo contenido se ignora, aunque Maluquer supuso que fueran de vino, tal vez por no aparecer restos de elementos sólidos. Otras 6 anforas, con habas y trigo, estaban depositadas en el 10. En éste también se recogió un crisol (h), algún resto de vasos metálicos y de cerámica en pequeño número, pero no apareció ningún otro tipo de ajuar.
C) Zona de santuario: el compartimento H-7, situado en el centro del edificio, apareció totalmente vacío de hallazgos, lo parece extraño, pero pudiera explicarse bien por las circunstancias de abandono final del edificio o por haberse colmatado en su fase final.
D) Zonas de función imprecisa: El departamento H-11, en el ala SE del edificio, estaba enlosado. En él apareció un conjunto de cuentas de collar de piedras semipreciosas, un sello y también algún resto de muebles suntuarios; la riqueza de estos materiales y el enlosado del suelo permitiría pensar en una función especial, tal vez como tesaurus o depósito de objetos preciosos del edificio, aunque no se pueda excluir que la aparición de tales hallazgos se deba a circunstancias fortuitas o a que pudieran haber caido del piso superior. Pero, además, su ubicación frente a la zona de almacenes tampoco excluye un posible uso como tablinum o archivo, por lo que la interpretación funcional de este ambiente queda, por ello, más incierta.
El departamento H-2 servía de distribuidor del edificio. Aunque los hallazgos eran escasos y poco significativos, apareció un hogar en la mitad norte y, junto a él, un ánfora con restos de trigo y bajo ella un atizador y un asador metálicos, por lo que esa zona debió utilizarse como hogar y cocina, mientras que un interesante conjunto de piezas estaba situado junto al muro Norte, formado por cerámica local y dos Cástulo-cups. En este departamento también aparecieron parte de los 32 molinos de mano recogidos en el edificio, lo que se debe relacionar con los almacenes de alimentos en la zona SW del edificio y con el ánfora con trigo hallada junto al hogar, indicando funciones de cocina o preparación de la comida para los habitantes del edificio, sin excluir que los molinos indiquen la posibilidad de control de las tareas de molienda.
Por otra parte, en el vano entre el departamento H-2 y el H-1 apareció una panoplia completa de guerrero, formada por un puñal con su vaina, un cuchillo, dos puntas de lanza con sus regatones, un pilum y elementos de un escudo. Su proximidad al acceso principal permitiría suponer que se tratase del armamento de la guardia del edificio, pero parece más lógico que estas armas constituyeran la panoplia del señor del mismo, depositadas en lugar visible a la entrada como elemento simbólico y de representación del estatus guerrero de su propietario.
El departamento H-1, situado en el ala NE., que constituía el vestíbulo de acceso, con la escalera para subir a la planta superior, ofreció materiales revueltos, como piezas suntuarias, como cuentas de oro, un sello, etc., y un tesorillo constituido por un cuenco de plata y 2 arracadas amorcilladas de oro ocultas dentro de una vasija de cerámica local bajo el suelo entre la escalera y la puerta de acceso a la habitación 2. Pero también aparecieron seis ánforas conteniendo restos de piñones y almendras que, verosímilmente, se encontraban en ese lugar antes de ser introducidas en los almacenes del edificio, bien en la zona SW o bien en la planta alta, cuyo uso y estructura es prácticamente desconocida, aunque quizás fuera utilizada, en parte, como "cámara" o almacén, lo que deja abierta la posibilidad de que estas ánforas procedieran, realmente, del piso superior donde estarían almacenadas y desde donde habrían caído al derrumbarse la parte alta.
Por último, en el patio oriental H-12, en la zona próxima a la habitación 1, aparecen más materiales similares y con la misma distribución dispersa: elementos suntuarios, como tres sellos, cuentas de oro y fragmentos de un aryballos y elementos de banquete y de control económico, junto con 16 ánforas, alguna de las cuales contenían piñones y almendras. Estos objetos pudieran haberse perdido en un abandono precipitado o en un saqueo del edificio, pero parece más lógico que estuvieran en el piso superior y que hubieran caído al patio al derrumbarse la planta alta, idea avalada por haber aparecido a más de 150 cm. de altura sobre el suelo. También en el banco corrido situado al Norte de dicho patio se recogieron varios molinos de mano y, en el lado Sur, apareció otra concentración de objetos: 3 asadores, 1 pilum, 2 lanzas, 1 cuchillo, 1 sierra, 2 hoces, 3 cinceles, 3 argollas y 1 platillo de balanza. Además de las argollas señaladas, otras dos aparecieron clavadas en la pared, una en la zona norte, otra en el rincón suroeste. Finalmente, carecen de localización precisa otros objetos de bronce, como un pié de un mueble, un asa de brasero y algunos ponderales, tal vez por haber caído desde la planta superior, así como más de 1000 fusayolas cuyo lugar de hallazgo no recoge Maluquer.
Restos hallados:
ÁNFORAS
En el grupo de las cerámicas, cabe destacar las ánforas, son de las que se han encontrado más restos, se han podido encontrar más de un centenar de ejemplares. Pertenecen a un resto de ánforas púnicas del siglo VI a.n.e. presentes en todo el sur Peninsular, seguramente se elaboraron en esta zona, copiadas de las foráneas, de ahí sus ligeras modificaciones.
CERÁMICA GRIEGA O ÁTICA
Esta cerámica ha sido fundamental por ser el elemento más característico para datar el yacimiento, hoy claramente situado hacia el 425 a.n.e. Buena parte de esta cerámica ha aparecido fragmentada. No obstante se han podido recuperar más de 200 restos
El modelo de vaso más común se corresponde con las copas normalmente denominadas con el término griego de kilyx, no obstante hoy se conocen con el término latino de cálices
BRONCES
Son los elementos metálicos más numerosos, aportando una valiosa información sobre los rituales y funciones del santuario. Aunque se hallaron también dispersos por todos los espacios del yacimiento, hay que destacar la concentración en el edificio principal. Tal vez los elementos más importantes son las camas laterales de los bocados, representadas por dos tipos de placas, en el primero las cabezas son planas rematadas por cabezas de caballo, en el segundo son mucho más elaboradas
El bronce más conocido es esta representación de caballo hallado en la habitación 0-1. De 22 cm. de altura está fundido en dos piezas y ricamente enjaezado. En origen hoy descansaría sobre una placa hoy perdida, ya que se aprecian remaches tanto en la grupa como en los laterales para fijar al supuesto jinete
OBJETOS DE PRESTIGIO Y ADORNO PERSONAL
Son numerosas las piezas, las cuentas de collar de diferentes piedras preciosas: cornalina, pasta vítrea, coral, ámbar, etc , y además hay colgantes de pizarra y lidita. También los objetos de pasta vitrea están bien representados en el yacimiento, sobre todo las cuentas de material con decoración de ojos y una agallonada halladas dispersas por el santuario.
También encontramos pendientes , ya desde antiguo habían aparecido, realizados en oro se han recuperado cinco pendientes de oro huecos depositados en una vasija en el interior del piso de H-1, como ofrenda de fundación del edificio.
** Por Universidad de Valencia
En Internet:
http://www.uv.es/~alabau/canchoroano.htm.htm
BIBLIOGRAFÍA
- Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michal Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart 2001.Protohistoria de la Península Ibérica. Editorial Ariel (2001)
-. Revista La aventura de la historia. Número 17. Marzo 2000. Dossier Enigna de los Tartesso
Roldán Hervás, José Manuel. Historia Antigua de España I: Iberia prerromana, Hispania Republicana y alto imperial. Editorial UNED. Madrid (2001)
Celestino Pérez, Sebastián. Estelas de guerrero y estelas Diademadas. La precolonización y formación del mundo tartéssico. Editorial Bellaterra. Barcelona (2001)
Jaime Alvar, José María Blázquez. Los enigmas de Tarteso. Editorial Cátedra. Madrid (1993)
- Actas del congreso de Próximo Oriente 1997
Enlace recomendado:
http://www.canchoroano.com
ESTRUCTURA
El complejo arquitectónico oreintado al sol naciente, se levantó en una pequeña vaguada junto al arroyo Cagancha, en el término municipal de Zalamea de la Serena (Badajoz). Su origen se remota a los inicios del período orientalizante, cuando sobre una cabaña ovalada se erigió el primer edificio. Sobre este primer monumento se construyó un segundo, del que conocemos su planta, en la que se han documentado hasta tres altares de adobe, dos de ellos en forma de piel de bóvido. Por último, a mediados del siglo V a.C., se decidió clausurar este segundo santuario para edificar el ahora visible.
Se construyó con un sólido basamento de piedras y alzados de adobe, y fue enlucido por el exterior con arcilla roja, como los suelos de las habitaciones, mientras que el interior fue totalmente encalado. Para realzar aún más el cuerpo principal del santuario, se construyó una terraza de piedra de gran tamaño, también encalada, que lo rodea por completo. Al cuerpo principal se accede por un patio cuadrado, con un pozo en el centro ,que aún hoy mantiene su nivel de agua. La entrada al edificio se realiza mediante una escalera de piedra construida en la esquina septentrional del patio, que conduce a una estancia que, a su vez, comunica con un gran ambiente transversal, que cruza todo el edificio y sirve de distribuidor a los espacios del fondo. Se disponen en tres cuerpos independientes en la zona meridional, almacenes en los que se hallaron ánforas y orzas que contuvieron cereales, aceite, vino, miel y otros productos alimenticios, así como una cantidad de objetos de bronce -calderos, recipientes rituales, jarros, arreos de caballo, etcétera-; la septentrional consta de una habitación alargada, en cuyo fondo había un telar, a la que se abren tres pequeñas estancias en las que se halló gran parte de los materiales de importación que caracterizan al yacimiento: alabastrones, copas griegas, cuentas de pasta vítrea púnica, escarabeos egipcios, marfiles, sellos de lidita, cuentas de ámbar y cornalina y buena parte de las joyas de oro del santuario. En el eje central del edificio se erigió la habitación principal, verdadero lugar sacro del complejo, en cuyo centro se levantó un gran pilar rectangular que haría las veces de altar. Tal vez lo más sobresaliente de este espacio principal es que el pilar se alza sobre los respectivos altares de los dos edificios anteriores. Por último, el monumento está rematado, a modo de torres, por dos habitaciones: la de la entrada, donde se construyó una escalera para acceder a la terraza y la planta superior hoy perdida, y la suroriental, tal vez lugar de residencia.
Rodea el edificio una serie de estancia perimetrales, seis por cada lado, donde se depositaron ajuares a modo de ofrendas. Todo el complejo monumental está rodeado por un foso excavado en la roca, que en algunos puntos busca los niveles freáticos para mantener siempre una lámina de agua que ensalce la construcción. En la zona oriental, por donde se llega al santuario, se construyó una pequeña muralla con dos torres poligonales en el centro que flanquean la única entrada posible a la construcción.
El edificio fue intencionadamente incendiado, destruido y posteriormente sellado con tierra antes de ser abandonado, echándose en falta tan sólo los elementos sacros, seguramente recuperados par mantener el culto en otro lugar. El continuo cruce del agua de arroyo Cagancha, aún en épocas de fuerte sequía, así como la construcción de pozos en el interior avalan el papel primordial que debió jugar el agua tanto par la construcción como para el culto en el lugar.
HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES.
Con motivo del Festival Internacional de Teatro de Mérida de 1978, la Subdirección General de Arqueología, dirigida por el profesor Maluquer, recibió el encargo de organizar una exposición sobre la Prehistoria y la Protohistoria de Extremadura. En el transcurso de estos acontecimientos se informó de la destrucción a la que estaba siendo sometido el yacimiento. En octubre el profesor Maluquer, acompañado por varios técnicos de la subdirección General de Arqueología visitaron el yacimiento y decidieron inmediatamente la excavación, responsabilizándose de los estudios el Instituto de Arqueología y Prehistoria de la Universidad de Barcelona.
Sin embargo, la historia del yacimiento comienza veinte años atrás, cuando se parcela la finca de Cancho Roano, y se vende entre los vecinos. Una de las divisiones pasaba por un montículo denominado la Turruca, coronado por grandes encinas. El deseo de uno de los dueños D. Jeromo Bueno de convertir esa tierra en una fértil huerta, le hizo actuar con una pala excavadora, donde quedaron al descubierto grandes restos arqueológicos. La noticia de los descubrimientos no paso desapercibida, y a mediados de los setenta D. Pedro Dávila, gran valedor del yacimiento, puso en conocimiento de D. José Antonio Hidalgo, maestro de Quintana de la Serena los hallazgos, pueblo donde se expusieron las primeras piezas.
El primer objetivo de la intervención arqueológica era conocer el significado de la construcción de adobe, en primer lugar se consideró una gran pira funeraria, pero la altura de las paredes y la falta de huesos y ajuares fúnebres desechaba esa idea, por lo que se empezó a cavar una gran trinchera de 24 metros con una anchura de dos metros para su investigación.
Una vez excavada la trinchera se pudieron llegar a varias conclusiones:
La primera que se trataba de un gran edificio compuestos por paredes de adobe y piedra.
La segunda que la altura del edificio era casi de cuatro metros, y que además bajo el nivel constructivo aparecían restos más antiguos de otro edificio.
En tercer lugar que los muros dividían habitaciones, con lo que se podían realizar excavaciones de habitaciones individualizadas.
En último lugar que el edificio había sufrido un gran incendio, atestiguado por los restos de cenizas y ramas.
A partir de los 80 las excavaciones se centraron en cada una de las habitaciones individualizadas, que se habían detectado en el sector septentrional, el mejor conservado.
El año 1988 marcó un punto de inflexión en el Cancho Roano. La campaña había comenzado con escasos recursos económicos y la ausencia del profesor Maluquer, sin embargo la apertura de nuevas zonas de excavación dieron resultados espectaculares, con nuevas construcciones y ricos materiales. Atraído por las noticias de la prensa se interesó por el yacimiento un empresario badajocense, Bartolomé Gil Santacruz, que una vez visitado el expediente proporcionó los medios económicos necesarios para seguir las investigaciones. Lo más importante de esta aportación económica que provocó la reacción de la administración que aportó los fondos necesarios para los trabajos de excavación.
La última fase de los hallazgos comenzó en 1995, único año en el que no se intervino en Cancho Roano, pero en el que se decidió desde la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, un plan de intervención, este plan fue aprobado en 1996, siendo el documento base sobre el que se han llevado las negociaciones con otras administraciones
PRINCIPALES RESTOS ARQUEOLÓGICOS ENCONTRADOS EN CANCHO ROANO
Los objetos hallados se distribuyeron en un plano del edificio para visualizar la funcionalidad de cada zona del edificio, pues los objetos hallados tendían a agruparse, por sus características, en determinadas zonas, cuyas funciones quedaban, en consecuencia, documentadas:
A) Zona de habitación: compartimentos H-4 a 6, situados en el ángulo NW del edificio. En ellos apareció la gran mayoría de objetos de tocador y joyas y de restos de muebles suntuarios (a,b,c) y, también, de los elementos de banquete (d), especialmente en la cámara 5, donde se concentraban los hallazgos de vasos griegos, kylikes y Cástulo-cups, así como 3 ánforas, tal vez interpretables como de vino para acompañar los banquetes. Igualmente en las cámaras H-4 y 5 apareció un conjunto significativo de elementos de control económico (f), como ponderales y un platillo de balanza. Por último, cabe destacar en este compartimento 5 la existencia de un telar (h) evidenciado por un conjunto de 30 pesas situado junto a la puerta más externa. La habitación 3, que constituye el acceso a las anteriores, ofrecía escasos hallazgos, destacando otro telar (h).
B) Zona de almacenes: compartimentos H-8 a 10, que ocupan la zona suroccidental del edificio. El H-8 ofrecía vasos y asadores metálicos (d), el mayor conjunto de piezas de atalaje (e) y cuatro ponderales (f), pero es significativa la ausencia de elementos suntuarios, que caracterizaban las habitaciones de la zona NW, así como de instrumentos y ánforas, que aparecen en los departamentos contiguos H-9 y 10.
Los departamentos H-9 y 10 se caracterizan por la presencia de numerosas ánforas (g). En el departamento H-9 aparecieron un mínimo de 16, cuyo contenido se ignora, aunque Maluquer supuso que fueran de vino, tal vez por no aparecer restos de elementos sólidos. Otras 6 anforas, con habas y trigo, estaban depositadas en el 10. En éste también se recogió un crisol (h), algún resto de vasos metálicos y de cerámica en pequeño número, pero no apareció ningún otro tipo de ajuar.
C) Zona de santuario: el compartimento H-7, situado en el centro del edificio, apareció totalmente vacío de hallazgos, lo parece extraño, pero pudiera explicarse bien por las circunstancias de abandono final del edificio o por haberse colmatado en su fase final.
D) Zonas de función imprecisa: El departamento H-11, en el ala SE del edificio, estaba enlosado. En él apareció un conjunto de cuentas de collar de piedras semipreciosas, un sello y también algún resto de muebles suntuarios; la riqueza de estos materiales y el enlosado del suelo permitiría pensar en una función especial, tal vez como tesaurus o depósito de objetos preciosos del edificio, aunque no se pueda excluir que la aparición de tales hallazgos se deba a circunstancias fortuitas o a que pudieran haber caido del piso superior. Pero, además, su ubicación frente a la zona de almacenes tampoco excluye un posible uso como tablinum o archivo, por lo que la interpretación funcional de este ambiente queda, por ello, más incierta.
El departamento H-2 servía de distribuidor del edificio. Aunque los hallazgos eran escasos y poco significativos, apareció un hogar en la mitad norte y, junto a él, un ánfora con restos de trigo y bajo ella un atizador y un asador metálicos, por lo que esa zona debió utilizarse como hogar y cocina, mientras que un interesante conjunto de piezas estaba situado junto al muro Norte, formado por cerámica local y dos Cástulo-cups. En este departamento también aparecieron parte de los 32 molinos de mano recogidos en el edificio, lo que se debe relacionar con los almacenes de alimentos en la zona SW del edificio y con el ánfora con trigo hallada junto al hogar, indicando funciones de cocina o preparación de la comida para los habitantes del edificio, sin excluir que los molinos indiquen la posibilidad de control de las tareas de molienda.
Por otra parte, en el vano entre el departamento H-2 y el H-1 apareció una panoplia completa de guerrero, formada por un puñal con su vaina, un cuchillo, dos puntas de lanza con sus regatones, un pilum y elementos de un escudo. Su proximidad al acceso principal permitiría suponer que se tratase del armamento de la guardia del edificio, pero parece más lógico que estas armas constituyeran la panoplia del señor del mismo, depositadas en lugar visible a la entrada como elemento simbólico y de representación del estatus guerrero de su propietario.
El departamento H-1, situado en el ala NE., que constituía el vestíbulo de acceso, con la escalera para subir a la planta superior, ofreció materiales revueltos, como piezas suntuarias, como cuentas de oro, un sello, etc., y un tesorillo constituido por un cuenco de plata y 2 arracadas amorcilladas de oro ocultas dentro de una vasija de cerámica local bajo el suelo entre la escalera y la puerta de acceso a la habitación 2. Pero también aparecieron seis ánforas conteniendo restos de piñones y almendras que, verosímilmente, se encontraban en ese lugar antes de ser introducidas en los almacenes del edificio, bien en la zona SW o bien en la planta alta, cuyo uso y estructura es prácticamente desconocida, aunque quizás fuera utilizada, en parte, como "cámara" o almacén, lo que deja abierta la posibilidad de que estas ánforas procedieran, realmente, del piso superior donde estarían almacenadas y desde donde habrían caído al derrumbarse la parte alta.
Por último, en el patio oriental H-12, en la zona próxima a la habitación 1, aparecen más materiales similares y con la misma distribución dispersa: elementos suntuarios, como tres sellos, cuentas de oro y fragmentos de un aryballos y elementos de banquete y de control económico, junto con 16 ánforas, alguna de las cuales contenían piñones y almendras. Estos objetos pudieran haberse perdido en un abandono precipitado o en un saqueo del edificio, pero parece más lógico que estuvieran en el piso superior y que hubieran caído al patio al derrumbarse la planta alta, idea avalada por haber aparecido a más de 150 cm. de altura sobre el suelo. También en el banco corrido situado al Norte de dicho patio se recogieron varios molinos de mano y, en el lado Sur, apareció otra concentración de objetos: 3 asadores, 1 pilum, 2 lanzas, 1 cuchillo, 1 sierra, 2 hoces, 3 cinceles, 3 argollas y 1 platillo de balanza. Además de las argollas señaladas, otras dos aparecieron clavadas en la pared, una en la zona norte, otra en el rincón suroeste. Finalmente, carecen de localización precisa otros objetos de bronce, como un pié de un mueble, un asa de brasero y algunos ponderales, tal vez por haber caído desde la planta superior, así como más de 1000 fusayolas cuyo lugar de hallazgo no recoge Maluquer.
Restos hallados:
ÁNFORAS
En el grupo de las cerámicas, cabe destacar las ánforas, son de las que se han encontrado más restos, se han podido encontrar más de un centenar de ejemplares. Pertenecen a un resto de ánforas púnicas del siglo VI a.n.e. presentes en todo el sur Peninsular, seguramente se elaboraron en esta zona, copiadas de las foráneas, de ahí sus ligeras modificaciones.
CERÁMICA GRIEGA O ÁTICA
Esta cerámica ha sido fundamental por ser el elemento más característico para datar el yacimiento, hoy claramente situado hacia el 425 a.n.e. Buena parte de esta cerámica ha aparecido fragmentada. No obstante se han podido recuperar más de 200 restos
El modelo de vaso más común se corresponde con las copas normalmente denominadas con el término griego de kilyx, no obstante hoy se conocen con el término latino de cálices
BRONCES
Son los elementos metálicos más numerosos, aportando una valiosa información sobre los rituales y funciones del santuario. Aunque se hallaron también dispersos por todos los espacios del yacimiento, hay que destacar la concentración en el edificio principal. Tal vez los elementos más importantes son las camas laterales de los bocados, representadas por dos tipos de placas, en el primero las cabezas son planas rematadas por cabezas de caballo, en el segundo son mucho más elaboradas
El bronce más conocido es esta representación de caballo hallado en la habitación 0-1. De 22 cm. de altura está fundido en dos piezas y ricamente enjaezado. En origen hoy descansaría sobre una placa hoy perdida, ya que se aprecian remaches tanto en la grupa como en los laterales para fijar al supuesto jinete
OBJETOS DE PRESTIGIO Y ADORNO PERSONAL
Son numerosas las piezas, las cuentas de collar de diferentes piedras preciosas: cornalina, pasta vítrea, coral, ámbar, etc , y además hay colgantes de pizarra y lidita. También los objetos de pasta vitrea están bien representados en el yacimiento, sobre todo las cuentas de material con decoración de ojos y una agallonada halladas dispersas por el santuario.
También encontramos pendientes , ya desde antiguo habían aparecido, realizados en oro se han recuperado cinco pendientes de oro huecos depositados en una vasija en el interior del piso de H-1, como ofrenda de fundación del edificio.
** Por Universidad de Valencia
En Internet:
http://www.uv.es/~alabau/canchoroano.htm.htm
BIBLIOGRAFÍA
- Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michal Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart 2001.Protohistoria de la Península Ibérica. Editorial Ariel (2001)
-. Revista La aventura de la historia. Número 17. Marzo 2000. Dossier Enigna de los Tartesso
Roldán Hervás, José Manuel. Historia Antigua de España I: Iberia prerromana, Hispania Republicana y alto imperial. Editorial UNED. Madrid (2001)
Celestino Pérez, Sebastián. Estelas de guerrero y estelas Diademadas. La precolonización y formación del mundo tartéssico. Editorial Bellaterra. Barcelona (2001)
Jaime Alvar, José María Blázquez. Los enigmas de Tarteso. Editorial Cátedra. Madrid (1993)
- Actas del congreso de Próximo Oriente 1997
Enlace recomendado:
http://www.canchoroano.com
1 comentario
J. Luis López de Guereñu Polán -