'Los orígenes de la Humanidad'
Pasado fósil
Los estudiosos de la Prehistoria plasman su saber en atractivos ensayos que permiten comprender la compleja historia del linaje humano desde sus orígenes africanos
Por LUIS ALFONSO GÁMEZ, Hoy Digital, domingo 12 de diciembre de 2004
El 'fenómeno Atapuerca'
La escritura es un invento reciente. Nació hace poco más de 5.000 años en Mesopotamia, la tierra entre los ríos. La época anterior se conoce como Prehistoria y abarca casi toda nuestra evolución. Si comprimiéramos la aventura humana en el equivalente a un año y situáramos la aparición de nuestra especie -el 'Homo sapiens'- el 1 de enero, los primeros textos datarían del 20 de diciembre. Claro que, si tomáramos como punto de arranque la entrada en escena de los homínidos -hace entre 6 y 7 millones de años-, la escritura sólo existiría durante las últimas siete horas del año.
La mayor parte de nuestro pasado es territorio fósil, campo de trabajo para científicos que saben leer en huesos y herramientas. Paleontólogos y prehistoriadores escriben cada vez más libros dirigidos a un gran público atraído por unas disciplinas que intentan dar respuesta a una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿De dónde venimos? Se trata de investigadores como los que han participado en 'Los orígenes de la Humanidad' (Espasa, 2004), una obra colectiva dirigida por Yves Coppens y Pascal Picq, dos reconocidos paleoantropólogos franceses. Repleta de gráficos, fotografías, dibujos y recuadros explicativos, «ilustra sobre los últimos 50 millones de años de la historia de los primates para contar mejor los 10 millones de años de la historia de los homínidos, pero lo hace -y así debe ser- en el marco de la historia del Universo, de la Tierra, de la vida, de los vertebrados y de los mamíferos», explica Coppens. El proyecto se plasma en dos libros imprescindibles para tener una visión general de por dónde van los tiros en el estudio de nuestro pasado más remoto y en la reconstrucción de nuestra historia como especie.
'Los orígenes de la Humanidad' conjuga erudición y claridad hasta el punto de que incluye cuatro desplegables dedicados al linaje homínido, la evolución de las culturas prehistóricas, la bipedación y el cerebro. Son fichas y gráficos independientes de los libros, que de un vistazo permiten percibir el esquema de nuestro arbusto familiar y de las herramientas con las que empezamos a modificar el entorno hace poco más de 2 millones de años, los toscos útiles de piedra que supusieron el paso tecnológico clave hacia los ordenadores y las naves espaciales. El primer volumen se centra en la evolución y cuenta con autores como Michel Brunet y Brigitte Senut, descubridores de dos homínidos de más de 6 millones de años de antigüedad que estarían entre los más antiguos; el segundo está dedicado a 'lo propio del hombre', sobro lo que reflexionan primatólogos, etnólogos, psicólogos, sociólogos, ecologistas y filósofos.
Los fósiles descubiertos por Brunet y Senut son todavía objeto de debate en la comunidad científica, donde no se admite unánimemente la idea de que sean homínidos. Las discrepancias son habituales entre los paleoantropólogos, un colectivo en el que la crítica o el rechazo de los huesos de un colega puede derivar en duros enfrentamientos personales, tal como narra Lee Berger en 'Tras las huellas de Eva' (Ediciones B, 2001), libro que no sólo habla de nuestros orígenes, sino que además explica cómo funcionan las cosas en la trastienda, donde los expertos se enzarzan con frecuencia en intensos debates que dan lugar a alianzas, amistades y enemistades.
Un largo camino a pie
Desde que se puso en pie en algún lugar de África un chimpancé -eso parecerían los primeros homínidos- hasta nosotros, se ha sucedido «una cifra increíble de antepasados extinguidos y envueltos por la neblina del tiempo», dice el paleontólogo y prehistoriador francés Jean Chaline en 'Un millón de generaciones' (Península, 2002). También cuenta esa historia 'La especie elegida' (Temas de Hoy, 1998), de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, científicos que excavan en Atapuerca, y un gran éxito de la divulgación española. Con enfoques diferentes, pero con el objetivo común de acercar la ciencia al gran público, las obras de Chaline, Arsuaga y Martínez son un alternativa recomendable para explorar un pasado que, como dice el francés, se torna más neblinoso cuanto más nos aproximamos a los orígenes.
No hay, sin embargo, que remontarse en el tiempo millones de años para sentirse cautivado por la Prehistoria y sus enigmas. A sólo 28.000 años de nosotros, está el misterio de los neandertales, una Humanidad que evolucionó en Europa a partir de antepasados africanos y que desapareció poco después de nuestra llegada al viejo continente. Las causas de la extinción de esta especie son un auténtico enigma científico, como en su día lo fue la desaparición de los dinosaurios. Sinónimo de 'hombre bestia' en la cultura popular, el neandertal es reivindicado desde hace décadas por paleontólogos y prehistoriadores como un primo hermano, un humano distinto. Christopher Stringer y Clive Gamble recuerdan, en 'En busca de los neandertales', que fue el hallazgo de parte de un esqueleto de un individuo de esta especie en el valle alemán de Neander en 1856 el que marcó el inicio de la paleoantropología como ciencia.
Stringer y Gamble dibujan en su libro el mundo en el que se desarrollaron los neandertales, una Europa helada en la que irrumpieron nuestros antepasados hace unos 40.000 años. ¿Qué sintieron los representantes de las dos especies que se encontraron por primera vez cara a cara? Nadie lo sabe, ni lo sabrá. Pero 'La danza del tigre' (Plot, 2001), una novela prehistórica del paleontólogo finlandés Bjön Kurtén, recrea ese descubrimiento del otro en medio de un relato de una acción trepidante en el que el autor, a pesar de ser un experto en la materia, no cae en el error de dar lecciones de su erudición y consigue que el lector se sienta más próximo a los neandertales que a sus antepasados directos.
Una única familia
El estudio de nuestro pasado tiene un marco general bien establecido: sabemos, gracias a la biología molecular, que homínidos y chimpancés se separaron hace unos 6 millones de años, tenemos pruebas de que desde entonces se han sucedido numerosas especies en el tupido árbol familiar y que la nuestra -'Homo sapiens'- apareció en África hace unos 160.000 años, para después emprender la conquista del planeta. Stephen Oppenheimer, experto en la aplicación de los análisis de ADN a la arqueología, acaba de publicar en España 'Los senderos del Edén' (Crítica, 2004), libro en el que hace una síntesis de la historia de nuestra especie, el por ahora último capítulo de la evolución humana.
El ADN, la molécula de la herencia, está en todas y cada una de nuestras células. Su estudio comparativo es una potente herramienta con la que los biólogos han podido determinar que, en última instancia, todos los humanos vivos descendemos de una mujer que caminó por África hace unos 150.000 años. Se la conoce como la Eva mitocondrial, en alusión al ADN mitocondrial, que sólo se transmite a través de las hembras y varía únicamente por mutaciones. En la línea de Bryan Sykes, genetista de la Universidad de Oxford autor de 'Las siete hijas de Eva' (Debate, 2001), Oppenheimer se sirve del análisis del ADN para dibujar la expansión del 'Homo sapiens' por el mundo, un mapa que encaja cronológicamente con los registros arqueológicos y que sitúa el éxodo de África hace 80.000 años, momento a partir del cual nuestra especie se extiende por Asia, Oceanía, Europa y América. «Es una historia que afecta a todos y cada uno de nosotros», advierte el científico. Es una historia que llevamos encima, que nos trajo hasta la Europa de los neandertales y nos llevó hasta la isla de Flores, poblada hasta hace 18.000 años por la última sorpresa de la paleoantropología, un homínido de apenas un metro.
Nuestros antepasados eran negros cuando abandonaron África y fueron perdiendo el color oscuro de la piel con el paso de los milenios, según el hábitat en el que se asentaron, explica Jean Clottes en un libro delicioso: 'La Prehistoria explicada a mis nietos'. Planteado en forma de pregunta-respuesta a partir de interrogantes de sus siete nietos, da las claves que cualquiera debería conocer sobre nuestros orígenes, una historia de la que aún no se ha escrito la última palabra.
El 'fenómeno Atapuerca'
El último millón de años de nuestra historia está en Atapuerca. Los yacimientos de la sierra burgalesa nos han proporcionado restos de los primeros homínidos que llegaron de África a Europa, atesoran los depósitos de preneandertales más ricos del mundo y contienen pruebas de la presencia de nuestra especie hasta nuestros días. No hay nada igual. 'El mundo de Atapuerca' (Plaza &Janés, 2004), última obra de Arsuaga, está dedicado a esa sierra declarada Patrimonio de la Humanidad en 2000.
Para entender la trascendencia de estos yacimientos y del trabajo que allí se hace, lo mejor es leer 'Atapuerca. Un millón de años' (Plot, 1998). Arsuaga, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell y José Cervera cuentan en ese libro numerosas anécdotas del proyecto científico que impulsó el paleoantropólogo Emiliano Aguirre en 1978, hace casi treinta años. El hallazgo en 1994 del primer europeo, un niño que fue devorado en un banquete caníbal hace más de 800.000 años, convirtió a Atapuerca en noticia mundial. El individuo pertenecía a una nueva especie, 'Homo antecesor' ('humano explorador').
Una reconstrucción del desafortunado niño de Atapuerca protagoniza la portada de 'El chico de la Gran Dolina' (Crítica, 2003), en el que Bermúdez de Castro reconstruye el rompecabezas de la historia de los homínidos a partir de las piezas dispersas por el mundo. Arsuaga, el más prolífico de los tres codirectores de las excavaciones, hizo algo parecido en 'La especie elegida' y dedicó su segunda obra, 'El collar del neandertal' (Temas de Hoy, 1999), a nuestros primos europeos, 'los primeros pensadores'.
Los Libros:
'Los orígenes de la Humanidad'Autor: Y. Coppens y P. Picq Editorial: Espasa Calpe. Precio: 79,90 E.
'Los senderos del Edén' Autor: S. Oppenheimer Editorial: Crítica. Precio: 27,90 E.
'El mundo de Atapuerca' Autor: J. L. Arsuaga Editorial: Plaza&Janés. Precio:19 E.
'En busca de los neandertales' Autores: C. Stringer y C. Gamble Editorial: Crítica. Precio: 7 E.
'La Prehistoria explicada a mis nietos' autor: Jean Clottes Editorial: De Bolsillo. Precio: 4,99 E.
--------------
José María Bermúdez de Castro
Aún existen agujeros negros en la evolución
Por Javier LÓPEZ REJAS El Mundo.es. La Crónica
Empieza una nueva campaña en Atapuerca. José María Bermúdez de Castro y su equipo desentierran estos días su instrumental de trabajo para continuar con sus estudios en la cueva de la Gran Dolina y la Sima de los Huesos. También tendrán como objetivo los yacimientos de la Cueva del Mirador y la Sima del Elefante, cuyos frutos podrían dilatarse unos años. Bermúdez de Castro, profesor del CSIC en el departamento de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, publica Hijos de un tiempo perdido (Ares y Mares), una mirada hacia los orígenes del hombre.
El origen de la locomoción bípeda, los caníbales de la Gran Dolina, el poblamiento de Europa y los cambios climáticos son algunos de los temas que Bermúdez de Castro aborda en su nuevo libro, que firma junto a Belén Márquez, Ana Mateos, María Martinón-Torres y Susana Sarmiento.
¿Puede la Ciencia explicarse de una forma didáctica?
Cualquier ámbito de la Ciencia se puede explicar de manera didáctica. Exige un esfuerzo extra para el científico, pero merece la pena. Resulta muy gratificante explicar tu trabajo a la gente y comprobar cómo tu profesión tiene una trascendencia e influye en la sociedad. Es cierto que conocer nuestros orígenes interesa a la mayoría. Todavía recuerdo las aglomeraciones que se formaron para ver la primera exposición sobre evolución humana que se presentó en España, allá por los primeros ochenta del siglo XX, en el Museo Arqueológico Nacional. Y el interés no ha decaído, sino todo lo contrario; cada vez hay más personas que visitan las exposiciones y leen libros sobre evolución humana.
Darwin y la tolerancia
Hablando de evolución. Si debe afirmarse que somos primates, ¿qué les diría a los que niegan o se resisten a enseñar a Darwin?
Somos primates, por definición, y nos clasificamos dentro de la familia de los homínidos, junto a chimpancés y gorilas. Cada persona debe elegir cómo debe ser su vida y sus creencias. Pero esa misma tolerancia se les debe pedir a los que niegan de manera sistemática la teoría de la evolución de Darwin o cualquier otro aspecto de la Ciencia.
¿Cree que el chimpancé debe ser considerado un ser humano?
El término humano es un calificativo que hemos acuñado para nosotros mismos y así diferenciarnos de otros animales. El término tiene unas connotaciones, no sólo de racionalidad, sino sobre todo de bondad, ecuanimidad, tolerancia, etc. Por ejemplo, solemos hablar de la gran humanidad de tal o cual persona o decimos que algo es inhumano cuando no cumple una serie de condiciones, es cruel, perverso, malo, etc. Nuestro comportamiento como especie no siempre merece el adjetivo de humano: guerras, injusticias, crueldad...; tal vez, como explica Eudald Carbonell, aún no hemos terminado nuestro proceso de humanización.
»En definitiva, podemos elegir entre otorgarle ese calificativo a las especies que nos han precedido y tal vez a nuestros parientes los chimpancés (con quienes compartimos un ancestro común que vivió en África hace unos seis millones de años) o considerar que, como especie, aún estamos lejos de alcanzar el grado de humanización que todos desearíamos. Por mi parte, estoy de acuerdo con Eudald Carbonell en que realmente aún no somos humanos, en el sentido que todos entendemos. Y quizás más de uno se rasgue las vestiduras al leer esta sentencia. Sin embargo, pienso que debemos reflexionar sobre ella y hacer un esfuerzo por eliminar determinados comportamientos aberrantes, como las guerras, el terrorismo, la crueldad y todo tipo de violencia para con nosotros mismos y los demás seres que comparten con nosotros este planeta.
¿Cuál es en estos momentos el conocimiento perdido entre lo que somos ahora y nuestros antepasados?
Nos queda todavía mucho por conocer de nosotros mismos y de nuestros orígenes. Apenas llevamos algo más de un siglo excavando yacimientos y estudiando el registro fósil y arqueológico de las épocas más remotas de nuestro linaje evolutivo. Se ha trabajado mucho primero en Europa Occidental y luego en ciertos países del este de África; también se conocen ya muchos yacimientos en China y Próximo Oriente. Sin embargo, estamos aún lejos de poder conseguir información sobre lo que sucedió con los homínidos en amplios territorios que en la actualidad corresponden a países de África y Eurasia, donde es muy difícil realizar exploraciones, localizar yacimientos, llevar a cabo excavaciones e investigar. Un buen ejemplo es la República de Georgia, uno de los países de la antigua Unión Soviética. En Dmanisi, una pequeña aldea de este país del Cáucaso se descubrió a finales de los años ochenta del siglo XX uno de los yacimientos más importantes de la actualidad, que ha permitido conocer un nueva especie, el Homo georgicus, y averiguar que los homínidos dejamos África mucho antes de lo que creíamos. Pero trabajar en este yacimiento no está exento de un cierto peligro, porque las condiciones políticas de Georgia son todavía muy complejas. Existen muchos agujeros negros que aún tardarán en llenarse con la luz de hallazgos que no dejarán de sorprendernos. El estudio de la evolución humana, como el del universo, continuará siempre.
¿El nuevo cambio climático nos llevará hacia un nuevo proceso de evolución-adaptación?
Es muy probable que así sea. Desde hace varios millones de años se producen en nuestro planeta alternancias climáticas, que se han ido acentuando con el tiempo. Ahora estamos en una fase interglacial y nuestra influencia puede acelerar el cambio climático que, de todos modos, ha de suceder más tarde o más temprano. Sin duda, cuando las condiciones sean más extremas muchas especies se extinguirán y otras se adaptarán. Luego, surgirán especies nuevas y así sucesivamente. Todas las especies acaban antes o después por extinguirse y la nuestra no será una excepción. La esperanza es precisamente que nuestra especie se transforme en otra especie, por adaptación (que incluso nosotros podremos controlar en el futuro) a una Tierra muy diferente o quizás a otros planetas.
Una adaptación exclusiva
¿Qué relación existe entre la alimentación/dieta del hombre contemporáneo y su futura evolución como especie?
Somos omnívoros y eso en principio nos permitirá sobrevivir en cualquier ecosistema; pero aprenderemos cada vez a comer mejor y tendremos por ello una mejor calidad de vida.
¿Y la tecnología?
Por supuesto, la tecnología ya ha sido muy importante en nuestra evolución y llegará a ser determinante. La tecnología se puede definir como una adaptación exo-somática, exclusiva de nuestra especie, que tiene un origen biológico, puesto que nace de las ideas producidas en el neocórtex de nuestro cerebro. Nuestra inteligencia, con la ayuda de la tecnología, nos ha permitido conocer las claves del genoma humano; ahora sólo nos resta aprender a controlarlo y será la primera vez que una especie tendrá capacidad para dirigir su propia evolución. Tal vez esto pueda sonar a ciencia ficción, pero es sólo cuestión de tiempo.
Comienza ya una nueva campaña en Atapuerca. ¿Hacia dónde caminan los nuevos descubrimientos? ¿Cree que queda mucho por desvelar?
La Sierra de Atapuerca encierra probablemente cientos de yacimientos en sus entrañas y cada uno de ellos contiene miles de fósiles y de herramientas de piedra. Además, empezamos ahora a conocer los alrededores de la Sierra, donde también se localizan centenares de sitios potencialmente interesantes para el estudio de la evolución humana. Se puede afirmar por ello que las investigaciones en Atapuerca apenas han comenzado. Podemos hablar así de nuestros objetivos a muy corto plazo, que se dirigen, entre otras cosas, a conocer mejor todo lo relativos a las especies Homo antecessor y Homo heidelbergensis. Para ello, debemos concentrar esfuerzos en terminar las excavaciones de los yacimientos que rellenan la cueva de la Gran Dolina y la Sima de los Huesos. También planteamos objetivos a más largo plazo, preparando las excavaciones sistemáticas de yacimientos como la Cueva del Mirador y la Sima del Elefante, que darán sus mejores frutos dentro de 30 ó 40 años. Después... quién sabe.
Hijos de un tiempo perdido... ¿Hemos abandonado definitivamente nuestras raíces?
No, todo lo contrario, somos hijos de ese tiempo perdido. Pero tenemos que aprender a conocer nuestras raíces para saber mucho más de nosotros mismos, para aprender a respetarnos, a querernos, a tener conciencia de lo que somos, a tener conciencia de especie. Existen aspectos de nuestras raíces que deberíamos eliminar y otros que deberíamos mantener. Añadamos después unas buenas dosis de tolerancia, justicia y solidaridad y tendremos al verdadero ser humano, que ha dejado atrás parte de su herencia y ha soltado amarras para dar origen a un nuevo linaje evolutivo.
--------------
La conducta moral de primates humanos y no humanos
Al igual que los humanos, los orangutanes desarrollan herramientas y comportamientos que se comunican por imitación, y que varían en culturas regionales, según un estudio científico divulgado por la revista 'Science' y recogido por El Mundo.
Por Prof. F. J. Rubia Vila Madri+d 24/06/04
La moralidad humana puede considerarse como el resultado de adaptaciones específicas a la vida social humana. Darwin especuló sobre cómo dividir los orígenes de la moralidad entre la selección natural, la cultura y el aprendizaje, pero sospechaba que en los últimos estadios de la evolución de la moralidad la cultura y el aprendizaje, tanto a nivel individual como colectivo, jugarían un papel preponderante.
Noam Chomsky dice: "parece ciertamente razonable especular que los sistemas morales y éticos adquiridos por el niño se deben mucho a alguna facultad humana innata", y "está anclada en nuestra naturaleza".
Mucho menos probable es que la moralidad sea el producto de sólo uno o de pocos módulos mentales que están informativamente encapsulados, como el lenguaje. Las consideraciones morales son accesibles a la consciencia y a la deliberación, mientras que los productos intermedios del procesamiento sintáctico y fonológico no lo están.
Mientras que el lenguaje parece depender de sistemas cerebrales discretos que son vulnerables a lesiones locales que dejan otras funciones intactas, las lesiones cerebrales que producen trastornos en la moralidad parecen dañar las conexiones cognitivo-afectivas.
Todo esto parece sugerir que la moralidad es el resultado de interacciones entre varios sistemas que sustentan y regulan el aprendizaje y la respuesta social y afectiva.
Charles Darwin en "The descent of man" (1871) decía: "Cualquier animal, dotado con instintos sociales bien marcados, incluidos aquí los afectos paternales y filiales, adquirirán inevitablemente un sentido o consciencia moral, tan pronto como sus poderes intelectuales se hayan desarrollado tan bien o casi tan bien como lo están en el hombre" .
Thomas Huxley (1894) en su famosa clase "Evolution and Ethics" creía que la naturaleza humana era esencialmente mala. La moralidad, argumentaba, es una invención humana diseñada expresamente para controlar y combatir las tendencias egoístas y competitivas generadas por el proceso evolutivo.
La dualidad entre naturaleza y moralidad expresada por Huxley también es asumida por el biólogo evolutivo Richard Dawkins, quien en 1976 escribía: "Tenga cuidado, si quiere, como yo lo hago, en construir una sociedad en la que los individuos cooperan de forma generosa y altruista por el bien general, podrá esperar bien poco de la naturaleza biológica. Intentemos enseñar generosidad y altruismo porque hemos nacido egoístas".
Otro biólogo evolutivo, George C. Williams (1988), también reafirma, con pequeñas variaciones, la postura de Huxley, diciendo: "Pienso que la moralidad es una capacidad accidental producida, en una estupidez sin límites, por un proceso biológico que normalmente se opone a la expresión de esa capacidad".
Y el filósofo Daniel Dennett (1995), aun admitiendo que quizás los grandes simios, las ballenas y los delfines posean algo de la cognición social requerida para que exista la moralidad escribía: "Mi corazonada pesimista es que la razón principal por la que no hemos excluido a los delfines y a las ballenas como moralistas de las profundidades, es que son muy difíciles de estudiar en la naturaleza libremente. La mayoría de la evidencia conseguida sobre los chimpancés mucha de ella ha sido autocensurada por los propios investigadores - es que son verdaderos ciudadanos del estado de la naturaleza de Hobbes, mucho más desagradables y brutos que lo que cualquiera pueda creer".
Silberbauer (1991) sugiere que los sistemas morales, contrariamente a las creencias de Huxley, tienen un origen biológico y son parte integral de la naturaleza humana.
Si esto es así, habría que esperar tener un mínimo de elementos de estos sistemas en otras especies sociales.
Para Flack y de Waal de la Universidad Emory de Atlanta en EE.UU. la serie de reglas que gobiernan la conducta de animales no humanos en sus grupos sociales, aportan las claves de cómo surgió la moralidad durante el curso de la evolución.
El orden creado por esta serie de reglas es vital para el mantenimiento de los sistemas sociales y, probablemente, sea la razón por la que la moralidad humana no fue eliminada por la selección natural.
Para expresar hasta qué punto la biología ha influenciado y conformado el desarrollo de los sistemas morales, una posibilidad es analizar la conducta de otras especies que sean análogas y quizás homólogas a la nuestra.
Quisiera en este punto decir que estoy completamente de acuerdo con la postura de Konrad Lorenz, el célebre etólogo, premio Nobel en 1973 con Niko Tinbergen y Karl von Frisch, que decía que de acuerdo con la evolución, las facultades mentales que tienen los humanos, entre ellas la moralidad, tendría que tener precursores en los animales que nos han precedido; él las llamaba estructuras ratiomorfas. Pues bien, a la búsqueda de estas estructuras se han dedicado muchos etólogos y primatólogos y, en las últimas décadas, se han conocido muchos resultados obtenidos por la observación en la naturaleza del comportamiento de estos animales.
Muchos primates no humanos parecen tener métodos similares a los humanos para resolver, gestionar y prevenir conflictos de intereses en los grupos. Estos métodos incluyen la reciprocidad, el compartimiento de alimentos, la reconciliación, la consolación, la intervención en conflictos y la mediación, que son los componentes básicos de los sistemas morales.
Los primates no humanos no serán seres morales, pero muestran indicios de un sentido de regularidad social que es análogo a las reglas y regulaciones de la conducta moral. Aparte de la resolución de conflictos se pueden reconocer en los animales sociales otros componentes clave o "prerrequisitos" de moralidad, como la reciprocidad, la empatía, la simpatía y la preocupación por la comunidad. Habría que añadir un sentido de la justicia y una internalización de las normas sociales.
Ha habido muchos filósofos y biólogos que eran escépticos de que la evolución haya podido producir componentes de sistemas morales, como la capacidad para la simpatía y la empatía, o incluso la capacidad de cooperación entre no parientes, lo que requiere la supresión de intereses independientes a corto plazo.
Pero también existe una tradición que se remonta al anarquista Piotr Kropotkin (1902) y, más recientemente, Robert Trivers (1971) que sostiene que los animales se ayudan unos a otros porque así consiguen beneficios colectivos a largo plazo. Kropotkin, por ejemplo, era de la opinión que los organismos no luchan necesariamente unos contra otros, sino colectivamente contra su entorno.
Unos 70 años más tarde, Trivers refinó los conceptos de Kropotkin diciendo que el "altruismo recíproco", como él le llamaba, implicaba actos de intercambio que, aunque beneficiosos para los que los reciben, eran costosos para los que los daban.
Es conocido que los chimpancés comparten alimentos, así como los bonobos, también conocidos como chimpancés pigmeos, los siamangs, que son gibones que habitan en el Sudeste asiático, y los monos capuchinos. Es un método alternativo de dominancia social por el que los miembros adultos de un grupo social distribuyen recursos entre sí.
El compartimiento de alimentos requiere una comunicación bien sintonizada sobre intenciones y deseos del otro para facilitar la transferencia interindividual de alimentos. La transferencia de alimentos suele ser pasiva, es decir que implica la renuncia a plantas y alimentos animales, más que su entrega.
Se han planteado tres hipótesis para explicar las razones por las que un individuo permitiría a otro coger sus alimentos.
La primera hipótesis fue planteada por Wrangham (1975) y decía que los poseedores de alimentos los comparten con otros miembros del grupo para eliminar el acoso y reducir la posibilidad de ser receptores de agresiones. Esta hipótesis ha sido denominada "compartir bajo presión". Es parecida a la hipótesis de Blurton-Jones (1987) llamada la hipótesis del "ladrón tolerado", según la cual es más común para los poseedores dejar que otros cojan los alimentos que donarlos de forma activa. Según Blurton-Jones estos ladrones son tolerados para evitar luchas potenciales y arriesgadas.
La hipótesis denominada "compartir para elevar el status", ha sido postulada por Kortlandt (1972) y Moore (1984). Un ejemplo ilustrativo de esta estrategia lo tenemos en Nishida y colaboradores (1992) quienes describieron a un chimpancé adulto alfa que mantenía su posición gracias a "sobornos", es decir, distribución selectiva de alimentos a potenciales aliados; también de Waal (1982) nos habla de un contendiente para una posición alfa en una colonia de un zoológico que parecía ganar popularidad adquiriendo y distribuyendo alimentos.
Una hipótesis similar fue desarrollada para la distribución de alimentos por Kristen Hawkes (1990), antropólogo que planteó que los humanos que aportaban alimentos a muchos otros individuos presumían de ello. Esta presunción señalizaría el valor en la caza y la generosidad, dos características que podían ser atractivas para potenciales compañeros sexuales y aliados políticos.
La tercera hipótesis es la hipótesis de la reciprocidad y propone que el compartimiento es una parte de un sistema de obligaciones mutuas que puede implicar intercambio material, de favores sociales, como acicalamiento y apoyo mutuo.
Todos estos argumentos olvidan que en el comportamiento moral de los humanos puede que existan otras motivaciones menos altruistas que las que se aducen como causa de esos comportamientos.
Los experimentos realizados con distintas especies de primates no humanos indican que existe en los sistemas sociales de estos animales una forma de reciprocidad calculada, lo que se ha interpretado como un precursor del sentido humano de justicia y también una internalización de normas sociales. De estos experimentos se puede concluir que los monos antropoides y los simios son capaces de mantener en su mente los servicios recibidos por otros congéneres y pagar a esos individuos esos favores. Lo contrario también es cierto: existe la revancha y la agresión cuando las reglas que mantienen el grupo social son violadas.
Otro de los aspectos estudiados en estas colonias de monos es la resolución de conflictos. Una de las vías más simples para solucionar estos problemas es el establecimiento de unas claras relaciones de dominancia. Los monos rhesus, por ejemplo, que son subordinados muestran los dientes y presentan sus cuartos traseros cuando se aproxima un mono dominante, como mostrando su reconocimiento de la dominancia del otro.
Una de las conductas típicas tras un conflicto es la reconciliación que permite contrarrestar las consecuencias negativas de una agresión y reducir la tensión surgida. Otra forma como los primates no humanos resuelven los conflictos es la intervención en ellos, generalmente suelen ser los miembros más importantes en el rango del grupo los que intervienen cuando existen agresiones entre los jóvenes.
Otro método para resolver conflictos es lo que se ha llamado mediación. Por ejemplo, en un conflicto serio entre dos monos machos adultos puede ocurrir que una hembra adulta intervenga acercándose a uno de los machos, lo bese o lo toque y luego se dirija al segundo de los machos con la intención de mediar en el conflicto.
Los sentimientos morales humanos como la simpatía, la empatía y la preocupación por la comunidad pueden también observarse en los grupos sociales de primates no humanos. Estos sentimientos no tienen, sin duda, la complejidad que tienen los sentimientos humanos, pero son, al parecer, precursores de los nuestros.
Queda por saber si estos atisbos de moralidad son innatos o adquiridos. Existen varios ejemplos de hábitos adquiridos; los más populares ejemplos son los monos japoneses que aprendieron a lavar las patatas en el mar, hábito que luego se extendió por varias islas, o los chimpancés de África Occidental que aprendieron y legaron a su descendencia el hábito de cascar las nueces con piedras.
Todos estos argumentos a favor de una moralidad en animales no humanos han sido muy contestados, lo cual no nos llama la atención teniendo en cuenta que la moral ha sido tradicionalmente considerada como una conducta típicamente humana. Algunos autores argumentan que la moralidad no se define por conductas, sino por intenciones, argumento que es un tanto falaz pues nunca podremos saber las intenciones de animales que no poseen lenguaje. También se ha dicho que los conceptos altruismo, venganza, agresión moral etc., son antropocéntricos. Otros argumentos son que la emoción de culpa, que es central en la moralidad humana no puede tener lugar en los primates no humanos porque requiere que el individuo conozca que un acto voluntario ha dañado a otro y que esa conducta podría haber sido inhibida.
En cualquier caso, parece evidente que en primates no humanos y cercanos evolutivamente al hombre aparecen conductas que pueden interpretarse como precursoras de la moralidad humana, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que de algunos de estos animales no nos separa más que el 1,6% del genoma.
Quedaría por saber dónde se localizan estas facultades o, al menos, aquella parte que fuese innata, suponiendo que muchos otros aspectos fueran fruto de la cultura y del aprendizaje.
En el ser humano, estas facultades, que consisten no sólo en el altruismo, la mediación, la consolación y todos los demás aspectos que hemos visto en los primates no humanos, parecen estar localizadas en la corteza prefrontal, la región más moderna del cerebro, especialmente en una parte de la corteza prefrontal llamada órbitofrontal por estar situada justo por encima de las órbitas oculares. La lesión de esta región en humanos, sea debida a accidentes o tumores, produce una transformación de la personalidad que nos recuerda la conocida novela de Robert Louis Stevenson "El Dr. Jekyll y Mister Hyde". El conocido neurólogo portugués, pero afincado en Estados Unidos, Antonio Damasio refiere estos casos en su libro "El error de Descartes". Estos pacientes, aparte de un aplanamiento afectivo, se vuelven inmorales, egoístas y desconsiderados con el prójimo y también, curiosamente, son incapaces de tomar decisiones, lo que fundamenta la opinión de que nuestros afectos y emociones son importantes para las funciones cognitivas.
Es de suponer que estas facultades morales tienen su origen en los animales que nos han precedido, como he tratado de mostrar, pero que han sufrido una evolución desde ellos hasta el Homo sapiens. Desde entonces acá, que yo sepa, es decir desde hace unos 150.000 años, no ha tenido lugar ninguna mutación que haya modificado nuestra capacidad cerebral. Tendremos, pues, la predisposición innata a una moral que ya tenía el Hombre de Cro-Magnon, mas la que la cultura y el aprendizaje hayan añadido desde entonces.
Los estudiosos de la Prehistoria plasman su saber en atractivos ensayos que permiten comprender la compleja historia del linaje humano desde sus orígenes africanos
Por LUIS ALFONSO GÁMEZ, Hoy Digital, domingo 12 de diciembre de 2004
El 'fenómeno Atapuerca'
La escritura es un invento reciente. Nació hace poco más de 5.000 años en Mesopotamia, la tierra entre los ríos. La época anterior se conoce como Prehistoria y abarca casi toda nuestra evolución. Si comprimiéramos la aventura humana en el equivalente a un año y situáramos la aparición de nuestra especie -el 'Homo sapiens'- el 1 de enero, los primeros textos datarían del 20 de diciembre. Claro que, si tomáramos como punto de arranque la entrada en escena de los homínidos -hace entre 6 y 7 millones de años-, la escritura sólo existiría durante las últimas siete horas del año.
La mayor parte de nuestro pasado es territorio fósil, campo de trabajo para científicos que saben leer en huesos y herramientas. Paleontólogos y prehistoriadores escriben cada vez más libros dirigidos a un gran público atraído por unas disciplinas que intentan dar respuesta a una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿De dónde venimos? Se trata de investigadores como los que han participado en 'Los orígenes de la Humanidad' (Espasa, 2004), una obra colectiva dirigida por Yves Coppens y Pascal Picq, dos reconocidos paleoantropólogos franceses. Repleta de gráficos, fotografías, dibujos y recuadros explicativos, «ilustra sobre los últimos 50 millones de años de la historia de los primates para contar mejor los 10 millones de años de la historia de los homínidos, pero lo hace -y así debe ser- en el marco de la historia del Universo, de la Tierra, de la vida, de los vertebrados y de los mamíferos», explica Coppens. El proyecto se plasma en dos libros imprescindibles para tener una visión general de por dónde van los tiros en el estudio de nuestro pasado más remoto y en la reconstrucción de nuestra historia como especie.
'Los orígenes de la Humanidad' conjuga erudición y claridad hasta el punto de que incluye cuatro desplegables dedicados al linaje homínido, la evolución de las culturas prehistóricas, la bipedación y el cerebro. Son fichas y gráficos independientes de los libros, que de un vistazo permiten percibir el esquema de nuestro arbusto familiar y de las herramientas con las que empezamos a modificar el entorno hace poco más de 2 millones de años, los toscos útiles de piedra que supusieron el paso tecnológico clave hacia los ordenadores y las naves espaciales. El primer volumen se centra en la evolución y cuenta con autores como Michel Brunet y Brigitte Senut, descubridores de dos homínidos de más de 6 millones de años de antigüedad que estarían entre los más antiguos; el segundo está dedicado a 'lo propio del hombre', sobro lo que reflexionan primatólogos, etnólogos, psicólogos, sociólogos, ecologistas y filósofos.
Los fósiles descubiertos por Brunet y Senut son todavía objeto de debate en la comunidad científica, donde no se admite unánimemente la idea de que sean homínidos. Las discrepancias son habituales entre los paleoantropólogos, un colectivo en el que la crítica o el rechazo de los huesos de un colega puede derivar en duros enfrentamientos personales, tal como narra Lee Berger en 'Tras las huellas de Eva' (Ediciones B, 2001), libro que no sólo habla de nuestros orígenes, sino que además explica cómo funcionan las cosas en la trastienda, donde los expertos se enzarzan con frecuencia en intensos debates que dan lugar a alianzas, amistades y enemistades.
Un largo camino a pie
Desde que se puso en pie en algún lugar de África un chimpancé -eso parecerían los primeros homínidos- hasta nosotros, se ha sucedido «una cifra increíble de antepasados extinguidos y envueltos por la neblina del tiempo», dice el paleontólogo y prehistoriador francés Jean Chaline en 'Un millón de generaciones' (Península, 2002). También cuenta esa historia 'La especie elegida' (Temas de Hoy, 1998), de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, científicos que excavan en Atapuerca, y un gran éxito de la divulgación española. Con enfoques diferentes, pero con el objetivo común de acercar la ciencia al gran público, las obras de Chaline, Arsuaga y Martínez son un alternativa recomendable para explorar un pasado que, como dice el francés, se torna más neblinoso cuanto más nos aproximamos a los orígenes.
No hay, sin embargo, que remontarse en el tiempo millones de años para sentirse cautivado por la Prehistoria y sus enigmas. A sólo 28.000 años de nosotros, está el misterio de los neandertales, una Humanidad que evolucionó en Europa a partir de antepasados africanos y que desapareció poco después de nuestra llegada al viejo continente. Las causas de la extinción de esta especie son un auténtico enigma científico, como en su día lo fue la desaparición de los dinosaurios. Sinónimo de 'hombre bestia' en la cultura popular, el neandertal es reivindicado desde hace décadas por paleontólogos y prehistoriadores como un primo hermano, un humano distinto. Christopher Stringer y Clive Gamble recuerdan, en 'En busca de los neandertales', que fue el hallazgo de parte de un esqueleto de un individuo de esta especie en el valle alemán de Neander en 1856 el que marcó el inicio de la paleoantropología como ciencia.
Stringer y Gamble dibujan en su libro el mundo en el que se desarrollaron los neandertales, una Europa helada en la que irrumpieron nuestros antepasados hace unos 40.000 años. ¿Qué sintieron los representantes de las dos especies que se encontraron por primera vez cara a cara? Nadie lo sabe, ni lo sabrá. Pero 'La danza del tigre' (Plot, 2001), una novela prehistórica del paleontólogo finlandés Bjön Kurtén, recrea ese descubrimiento del otro en medio de un relato de una acción trepidante en el que el autor, a pesar de ser un experto en la materia, no cae en el error de dar lecciones de su erudición y consigue que el lector se sienta más próximo a los neandertales que a sus antepasados directos.
Una única familia
El estudio de nuestro pasado tiene un marco general bien establecido: sabemos, gracias a la biología molecular, que homínidos y chimpancés se separaron hace unos 6 millones de años, tenemos pruebas de que desde entonces se han sucedido numerosas especies en el tupido árbol familiar y que la nuestra -'Homo sapiens'- apareció en África hace unos 160.000 años, para después emprender la conquista del planeta. Stephen Oppenheimer, experto en la aplicación de los análisis de ADN a la arqueología, acaba de publicar en España 'Los senderos del Edén' (Crítica, 2004), libro en el que hace una síntesis de la historia de nuestra especie, el por ahora último capítulo de la evolución humana.
El ADN, la molécula de la herencia, está en todas y cada una de nuestras células. Su estudio comparativo es una potente herramienta con la que los biólogos han podido determinar que, en última instancia, todos los humanos vivos descendemos de una mujer que caminó por África hace unos 150.000 años. Se la conoce como la Eva mitocondrial, en alusión al ADN mitocondrial, que sólo se transmite a través de las hembras y varía únicamente por mutaciones. En la línea de Bryan Sykes, genetista de la Universidad de Oxford autor de 'Las siete hijas de Eva' (Debate, 2001), Oppenheimer se sirve del análisis del ADN para dibujar la expansión del 'Homo sapiens' por el mundo, un mapa que encaja cronológicamente con los registros arqueológicos y que sitúa el éxodo de África hace 80.000 años, momento a partir del cual nuestra especie se extiende por Asia, Oceanía, Europa y América. «Es una historia que afecta a todos y cada uno de nosotros», advierte el científico. Es una historia que llevamos encima, que nos trajo hasta la Europa de los neandertales y nos llevó hasta la isla de Flores, poblada hasta hace 18.000 años por la última sorpresa de la paleoantropología, un homínido de apenas un metro.
Nuestros antepasados eran negros cuando abandonaron África y fueron perdiendo el color oscuro de la piel con el paso de los milenios, según el hábitat en el que se asentaron, explica Jean Clottes en un libro delicioso: 'La Prehistoria explicada a mis nietos'. Planteado en forma de pregunta-respuesta a partir de interrogantes de sus siete nietos, da las claves que cualquiera debería conocer sobre nuestros orígenes, una historia de la que aún no se ha escrito la última palabra.
El 'fenómeno Atapuerca'
El último millón de años de nuestra historia está en Atapuerca. Los yacimientos de la sierra burgalesa nos han proporcionado restos de los primeros homínidos que llegaron de África a Europa, atesoran los depósitos de preneandertales más ricos del mundo y contienen pruebas de la presencia de nuestra especie hasta nuestros días. No hay nada igual. 'El mundo de Atapuerca' (Plaza &Janés, 2004), última obra de Arsuaga, está dedicado a esa sierra declarada Patrimonio de la Humanidad en 2000.
Para entender la trascendencia de estos yacimientos y del trabajo que allí se hace, lo mejor es leer 'Atapuerca. Un millón de años' (Plot, 1998). Arsuaga, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell y José Cervera cuentan en ese libro numerosas anécdotas del proyecto científico que impulsó el paleoantropólogo Emiliano Aguirre en 1978, hace casi treinta años. El hallazgo en 1994 del primer europeo, un niño que fue devorado en un banquete caníbal hace más de 800.000 años, convirtió a Atapuerca en noticia mundial. El individuo pertenecía a una nueva especie, 'Homo antecesor' ('humano explorador').
Una reconstrucción del desafortunado niño de Atapuerca protagoniza la portada de 'El chico de la Gran Dolina' (Crítica, 2003), en el que Bermúdez de Castro reconstruye el rompecabezas de la historia de los homínidos a partir de las piezas dispersas por el mundo. Arsuaga, el más prolífico de los tres codirectores de las excavaciones, hizo algo parecido en 'La especie elegida' y dedicó su segunda obra, 'El collar del neandertal' (Temas de Hoy, 1999), a nuestros primos europeos, 'los primeros pensadores'.
Los Libros:
'Los orígenes de la Humanidad'Autor: Y. Coppens y P. Picq Editorial: Espasa Calpe. Precio: 79,90 E.
'Los senderos del Edén' Autor: S. Oppenheimer Editorial: Crítica. Precio: 27,90 E.
'El mundo de Atapuerca' Autor: J. L. Arsuaga Editorial: Plaza&Janés. Precio:19 E.
'En busca de los neandertales' Autores: C. Stringer y C. Gamble Editorial: Crítica. Precio: 7 E.
'La Prehistoria explicada a mis nietos' autor: Jean Clottes Editorial: De Bolsillo. Precio: 4,99 E.
--------------
José María Bermúdez de Castro
Aún existen agujeros negros en la evolución
Por Javier LÓPEZ REJAS El Mundo.es. La Crónica
Empieza una nueva campaña en Atapuerca. José María Bermúdez de Castro y su equipo desentierran estos días su instrumental de trabajo para continuar con sus estudios en la cueva de la Gran Dolina y la Sima de los Huesos. También tendrán como objetivo los yacimientos de la Cueva del Mirador y la Sima del Elefante, cuyos frutos podrían dilatarse unos años. Bermúdez de Castro, profesor del CSIC en el departamento de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, publica Hijos de un tiempo perdido (Ares y Mares), una mirada hacia los orígenes del hombre.
El origen de la locomoción bípeda, los caníbales de la Gran Dolina, el poblamiento de Europa y los cambios climáticos son algunos de los temas que Bermúdez de Castro aborda en su nuevo libro, que firma junto a Belén Márquez, Ana Mateos, María Martinón-Torres y Susana Sarmiento.
¿Puede la Ciencia explicarse de una forma didáctica?
Cualquier ámbito de la Ciencia se puede explicar de manera didáctica. Exige un esfuerzo extra para el científico, pero merece la pena. Resulta muy gratificante explicar tu trabajo a la gente y comprobar cómo tu profesión tiene una trascendencia e influye en la sociedad. Es cierto que conocer nuestros orígenes interesa a la mayoría. Todavía recuerdo las aglomeraciones que se formaron para ver la primera exposición sobre evolución humana que se presentó en España, allá por los primeros ochenta del siglo XX, en el Museo Arqueológico Nacional. Y el interés no ha decaído, sino todo lo contrario; cada vez hay más personas que visitan las exposiciones y leen libros sobre evolución humana.
Darwin y la tolerancia
Hablando de evolución. Si debe afirmarse que somos primates, ¿qué les diría a los que niegan o se resisten a enseñar a Darwin?
Somos primates, por definición, y nos clasificamos dentro de la familia de los homínidos, junto a chimpancés y gorilas. Cada persona debe elegir cómo debe ser su vida y sus creencias. Pero esa misma tolerancia se les debe pedir a los que niegan de manera sistemática la teoría de la evolución de Darwin o cualquier otro aspecto de la Ciencia.
¿Cree que el chimpancé debe ser considerado un ser humano?
El término humano es un calificativo que hemos acuñado para nosotros mismos y así diferenciarnos de otros animales. El término tiene unas connotaciones, no sólo de racionalidad, sino sobre todo de bondad, ecuanimidad, tolerancia, etc. Por ejemplo, solemos hablar de la gran humanidad de tal o cual persona o decimos que algo es inhumano cuando no cumple una serie de condiciones, es cruel, perverso, malo, etc. Nuestro comportamiento como especie no siempre merece el adjetivo de humano: guerras, injusticias, crueldad...; tal vez, como explica Eudald Carbonell, aún no hemos terminado nuestro proceso de humanización.
»En definitiva, podemos elegir entre otorgarle ese calificativo a las especies que nos han precedido y tal vez a nuestros parientes los chimpancés (con quienes compartimos un ancestro común que vivió en África hace unos seis millones de años) o considerar que, como especie, aún estamos lejos de alcanzar el grado de humanización que todos desearíamos. Por mi parte, estoy de acuerdo con Eudald Carbonell en que realmente aún no somos humanos, en el sentido que todos entendemos. Y quizás más de uno se rasgue las vestiduras al leer esta sentencia. Sin embargo, pienso que debemos reflexionar sobre ella y hacer un esfuerzo por eliminar determinados comportamientos aberrantes, como las guerras, el terrorismo, la crueldad y todo tipo de violencia para con nosotros mismos y los demás seres que comparten con nosotros este planeta.
¿Cuál es en estos momentos el conocimiento perdido entre lo que somos ahora y nuestros antepasados?
Nos queda todavía mucho por conocer de nosotros mismos y de nuestros orígenes. Apenas llevamos algo más de un siglo excavando yacimientos y estudiando el registro fósil y arqueológico de las épocas más remotas de nuestro linaje evolutivo. Se ha trabajado mucho primero en Europa Occidental y luego en ciertos países del este de África; también se conocen ya muchos yacimientos en China y Próximo Oriente. Sin embargo, estamos aún lejos de poder conseguir información sobre lo que sucedió con los homínidos en amplios territorios que en la actualidad corresponden a países de África y Eurasia, donde es muy difícil realizar exploraciones, localizar yacimientos, llevar a cabo excavaciones e investigar. Un buen ejemplo es la República de Georgia, uno de los países de la antigua Unión Soviética. En Dmanisi, una pequeña aldea de este país del Cáucaso se descubrió a finales de los años ochenta del siglo XX uno de los yacimientos más importantes de la actualidad, que ha permitido conocer un nueva especie, el Homo georgicus, y averiguar que los homínidos dejamos África mucho antes de lo que creíamos. Pero trabajar en este yacimiento no está exento de un cierto peligro, porque las condiciones políticas de Georgia son todavía muy complejas. Existen muchos agujeros negros que aún tardarán en llenarse con la luz de hallazgos que no dejarán de sorprendernos. El estudio de la evolución humana, como el del universo, continuará siempre.
¿El nuevo cambio climático nos llevará hacia un nuevo proceso de evolución-adaptación?
Es muy probable que así sea. Desde hace varios millones de años se producen en nuestro planeta alternancias climáticas, que se han ido acentuando con el tiempo. Ahora estamos en una fase interglacial y nuestra influencia puede acelerar el cambio climático que, de todos modos, ha de suceder más tarde o más temprano. Sin duda, cuando las condiciones sean más extremas muchas especies se extinguirán y otras se adaptarán. Luego, surgirán especies nuevas y así sucesivamente. Todas las especies acaban antes o después por extinguirse y la nuestra no será una excepción. La esperanza es precisamente que nuestra especie se transforme en otra especie, por adaptación (que incluso nosotros podremos controlar en el futuro) a una Tierra muy diferente o quizás a otros planetas.
Una adaptación exclusiva
¿Qué relación existe entre la alimentación/dieta del hombre contemporáneo y su futura evolución como especie?
Somos omnívoros y eso en principio nos permitirá sobrevivir en cualquier ecosistema; pero aprenderemos cada vez a comer mejor y tendremos por ello una mejor calidad de vida.
¿Y la tecnología?
Por supuesto, la tecnología ya ha sido muy importante en nuestra evolución y llegará a ser determinante. La tecnología se puede definir como una adaptación exo-somática, exclusiva de nuestra especie, que tiene un origen biológico, puesto que nace de las ideas producidas en el neocórtex de nuestro cerebro. Nuestra inteligencia, con la ayuda de la tecnología, nos ha permitido conocer las claves del genoma humano; ahora sólo nos resta aprender a controlarlo y será la primera vez que una especie tendrá capacidad para dirigir su propia evolución. Tal vez esto pueda sonar a ciencia ficción, pero es sólo cuestión de tiempo.
Comienza ya una nueva campaña en Atapuerca. ¿Hacia dónde caminan los nuevos descubrimientos? ¿Cree que queda mucho por desvelar?
La Sierra de Atapuerca encierra probablemente cientos de yacimientos en sus entrañas y cada uno de ellos contiene miles de fósiles y de herramientas de piedra. Además, empezamos ahora a conocer los alrededores de la Sierra, donde también se localizan centenares de sitios potencialmente interesantes para el estudio de la evolución humana. Se puede afirmar por ello que las investigaciones en Atapuerca apenas han comenzado. Podemos hablar así de nuestros objetivos a muy corto plazo, que se dirigen, entre otras cosas, a conocer mejor todo lo relativos a las especies Homo antecessor y Homo heidelbergensis. Para ello, debemos concentrar esfuerzos en terminar las excavaciones de los yacimientos que rellenan la cueva de la Gran Dolina y la Sima de los Huesos. También planteamos objetivos a más largo plazo, preparando las excavaciones sistemáticas de yacimientos como la Cueva del Mirador y la Sima del Elefante, que darán sus mejores frutos dentro de 30 ó 40 años. Después... quién sabe.
Hijos de un tiempo perdido... ¿Hemos abandonado definitivamente nuestras raíces?
No, todo lo contrario, somos hijos de ese tiempo perdido. Pero tenemos que aprender a conocer nuestras raíces para saber mucho más de nosotros mismos, para aprender a respetarnos, a querernos, a tener conciencia de lo que somos, a tener conciencia de especie. Existen aspectos de nuestras raíces que deberíamos eliminar y otros que deberíamos mantener. Añadamos después unas buenas dosis de tolerancia, justicia y solidaridad y tendremos al verdadero ser humano, que ha dejado atrás parte de su herencia y ha soltado amarras para dar origen a un nuevo linaje evolutivo.
--------------
La conducta moral de primates humanos y no humanos
Al igual que los humanos, los orangutanes desarrollan herramientas y comportamientos que se comunican por imitación, y que varían en culturas regionales, según un estudio científico divulgado por la revista 'Science' y recogido por El Mundo.
Por Prof. F. J. Rubia Vila Madri+d 24/06/04
La moralidad humana puede considerarse como el resultado de adaptaciones específicas a la vida social humana. Darwin especuló sobre cómo dividir los orígenes de la moralidad entre la selección natural, la cultura y el aprendizaje, pero sospechaba que en los últimos estadios de la evolución de la moralidad la cultura y el aprendizaje, tanto a nivel individual como colectivo, jugarían un papel preponderante.
Noam Chomsky dice: "parece ciertamente razonable especular que los sistemas morales y éticos adquiridos por el niño se deben mucho a alguna facultad humana innata", y "está anclada en nuestra naturaleza".
Mucho menos probable es que la moralidad sea el producto de sólo uno o de pocos módulos mentales que están informativamente encapsulados, como el lenguaje. Las consideraciones morales son accesibles a la consciencia y a la deliberación, mientras que los productos intermedios del procesamiento sintáctico y fonológico no lo están.
Mientras que el lenguaje parece depender de sistemas cerebrales discretos que son vulnerables a lesiones locales que dejan otras funciones intactas, las lesiones cerebrales que producen trastornos en la moralidad parecen dañar las conexiones cognitivo-afectivas.
Todo esto parece sugerir que la moralidad es el resultado de interacciones entre varios sistemas que sustentan y regulan el aprendizaje y la respuesta social y afectiva.
Charles Darwin en "The descent of man" (1871) decía: "Cualquier animal, dotado con instintos sociales bien marcados, incluidos aquí los afectos paternales y filiales, adquirirán inevitablemente un sentido o consciencia moral, tan pronto como sus poderes intelectuales se hayan desarrollado tan bien o casi tan bien como lo están en el hombre" .
Thomas Huxley (1894) en su famosa clase "Evolution and Ethics" creía que la naturaleza humana era esencialmente mala. La moralidad, argumentaba, es una invención humana diseñada expresamente para controlar y combatir las tendencias egoístas y competitivas generadas por el proceso evolutivo.
La dualidad entre naturaleza y moralidad expresada por Huxley también es asumida por el biólogo evolutivo Richard Dawkins, quien en 1976 escribía: "Tenga cuidado, si quiere, como yo lo hago, en construir una sociedad en la que los individuos cooperan de forma generosa y altruista por el bien general, podrá esperar bien poco de la naturaleza biológica. Intentemos enseñar generosidad y altruismo porque hemos nacido egoístas".
Otro biólogo evolutivo, George C. Williams (1988), también reafirma, con pequeñas variaciones, la postura de Huxley, diciendo: "Pienso que la moralidad es una capacidad accidental producida, en una estupidez sin límites, por un proceso biológico que normalmente se opone a la expresión de esa capacidad".
Y el filósofo Daniel Dennett (1995), aun admitiendo que quizás los grandes simios, las ballenas y los delfines posean algo de la cognición social requerida para que exista la moralidad escribía: "Mi corazonada pesimista es que la razón principal por la que no hemos excluido a los delfines y a las ballenas como moralistas de las profundidades, es que son muy difíciles de estudiar en la naturaleza libremente. La mayoría de la evidencia conseguida sobre los chimpancés mucha de ella ha sido autocensurada por los propios investigadores - es que son verdaderos ciudadanos del estado de la naturaleza de Hobbes, mucho más desagradables y brutos que lo que cualquiera pueda creer".
Silberbauer (1991) sugiere que los sistemas morales, contrariamente a las creencias de Huxley, tienen un origen biológico y son parte integral de la naturaleza humana.
Si esto es así, habría que esperar tener un mínimo de elementos de estos sistemas en otras especies sociales.
Para Flack y de Waal de la Universidad Emory de Atlanta en EE.UU. la serie de reglas que gobiernan la conducta de animales no humanos en sus grupos sociales, aportan las claves de cómo surgió la moralidad durante el curso de la evolución.
El orden creado por esta serie de reglas es vital para el mantenimiento de los sistemas sociales y, probablemente, sea la razón por la que la moralidad humana no fue eliminada por la selección natural.
Para expresar hasta qué punto la biología ha influenciado y conformado el desarrollo de los sistemas morales, una posibilidad es analizar la conducta de otras especies que sean análogas y quizás homólogas a la nuestra.
Quisiera en este punto decir que estoy completamente de acuerdo con la postura de Konrad Lorenz, el célebre etólogo, premio Nobel en 1973 con Niko Tinbergen y Karl von Frisch, que decía que de acuerdo con la evolución, las facultades mentales que tienen los humanos, entre ellas la moralidad, tendría que tener precursores en los animales que nos han precedido; él las llamaba estructuras ratiomorfas. Pues bien, a la búsqueda de estas estructuras se han dedicado muchos etólogos y primatólogos y, en las últimas décadas, se han conocido muchos resultados obtenidos por la observación en la naturaleza del comportamiento de estos animales.
Muchos primates no humanos parecen tener métodos similares a los humanos para resolver, gestionar y prevenir conflictos de intereses en los grupos. Estos métodos incluyen la reciprocidad, el compartimiento de alimentos, la reconciliación, la consolación, la intervención en conflictos y la mediación, que son los componentes básicos de los sistemas morales.
Los primates no humanos no serán seres morales, pero muestran indicios de un sentido de regularidad social que es análogo a las reglas y regulaciones de la conducta moral. Aparte de la resolución de conflictos se pueden reconocer en los animales sociales otros componentes clave o "prerrequisitos" de moralidad, como la reciprocidad, la empatía, la simpatía y la preocupación por la comunidad. Habría que añadir un sentido de la justicia y una internalización de las normas sociales.
Ha habido muchos filósofos y biólogos que eran escépticos de que la evolución haya podido producir componentes de sistemas morales, como la capacidad para la simpatía y la empatía, o incluso la capacidad de cooperación entre no parientes, lo que requiere la supresión de intereses independientes a corto plazo.
Pero también existe una tradición que se remonta al anarquista Piotr Kropotkin (1902) y, más recientemente, Robert Trivers (1971) que sostiene que los animales se ayudan unos a otros porque así consiguen beneficios colectivos a largo plazo. Kropotkin, por ejemplo, era de la opinión que los organismos no luchan necesariamente unos contra otros, sino colectivamente contra su entorno.
Unos 70 años más tarde, Trivers refinó los conceptos de Kropotkin diciendo que el "altruismo recíproco", como él le llamaba, implicaba actos de intercambio que, aunque beneficiosos para los que los reciben, eran costosos para los que los daban.
Es conocido que los chimpancés comparten alimentos, así como los bonobos, también conocidos como chimpancés pigmeos, los siamangs, que son gibones que habitan en el Sudeste asiático, y los monos capuchinos. Es un método alternativo de dominancia social por el que los miembros adultos de un grupo social distribuyen recursos entre sí.
El compartimiento de alimentos requiere una comunicación bien sintonizada sobre intenciones y deseos del otro para facilitar la transferencia interindividual de alimentos. La transferencia de alimentos suele ser pasiva, es decir que implica la renuncia a plantas y alimentos animales, más que su entrega.
Se han planteado tres hipótesis para explicar las razones por las que un individuo permitiría a otro coger sus alimentos.
La primera hipótesis fue planteada por Wrangham (1975) y decía que los poseedores de alimentos los comparten con otros miembros del grupo para eliminar el acoso y reducir la posibilidad de ser receptores de agresiones. Esta hipótesis ha sido denominada "compartir bajo presión". Es parecida a la hipótesis de Blurton-Jones (1987) llamada la hipótesis del "ladrón tolerado", según la cual es más común para los poseedores dejar que otros cojan los alimentos que donarlos de forma activa. Según Blurton-Jones estos ladrones son tolerados para evitar luchas potenciales y arriesgadas.
La hipótesis denominada "compartir para elevar el status", ha sido postulada por Kortlandt (1972) y Moore (1984). Un ejemplo ilustrativo de esta estrategia lo tenemos en Nishida y colaboradores (1992) quienes describieron a un chimpancé adulto alfa que mantenía su posición gracias a "sobornos", es decir, distribución selectiva de alimentos a potenciales aliados; también de Waal (1982) nos habla de un contendiente para una posición alfa en una colonia de un zoológico que parecía ganar popularidad adquiriendo y distribuyendo alimentos.
Una hipótesis similar fue desarrollada para la distribución de alimentos por Kristen Hawkes (1990), antropólogo que planteó que los humanos que aportaban alimentos a muchos otros individuos presumían de ello. Esta presunción señalizaría el valor en la caza y la generosidad, dos características que podían ser atractivas para potenciales compañeros sexuales y aliados políticos.
La tercera hipótesis es la hipótesis de la reciprocidad y propone que el compartimiento es una parte de un sistema de obligaciones mutuas que puede implicar intercambio material, de favores sociales, como acicalamiento y apoyo mutuo.
Todos estos argumentos olvidan que en el comportamiento moral de los humanos puede que existan otras motivaciones menos altruistas que las que se aducen como causa de esos comportamientos.
Los experimentos realizados con distintas especies de primates no humanos indican que existe en los sistemas sociales de estos animales una forma de reciprocidad calculada, lo que se ha interpretado como un precursor del sentido humano de justicia y también una internalización de normas sociales. De estos experimentos se puede concluir que los monos antropoides y los simios son capaces de mantener en su mente los servicios recibidos por otros congéneres y pagar a esos individuos esos favores. Lo contrario también es cierto: existe la revancha y la agresión cuando las reglas que mantienen el grupo social son violadas.
Otro de los aspectos estudiados en estas colonias de monos es la resolución de conflictos. Una de las vías más simples para solucionar estos problemas es el establecimiento de unas claras relaciones de dominancia. Los monos rhesus, por ejemplo, que son subordinados muestran los dientes y presentan sus cuartos traseros cuando se aproxima un mono dominante, como mostrando su reconocimiento de la dominancia del otro.
Una de las conductas típicas tras un conflicto es la reconciliación que permite contrarrestar las consecuencias negativas de una agresión y reducir la tensión surgida. Otra forma como los primates no humanos resuelven los conflictos es la intervención en ellos, generalmente suelen ser los miembros más importantes en el rango del grupo los que intervienen cuando existen agresiones entre los jóvenes.
Otro método para resolver conflictos es lo que se ha llamado mediación. Por ejemplo, en un conflicto serio entre dos monos machos adultos puede ocurrir que una hembra adulta intervenga acercándose a uno de los machos, lo bese o lo toque y luego se dirija al segundo de los machos con la intención de mediar en el conflicto.
Los sentimientos morales humanos como la simpatía, la empatía y la preocupación por la comunidad pueden también observarse en los grupos sociales de primates no humanos. Estos sentimientos no tienen, sin duda, la complejidad que tienen los sentimientos humanos, pero son, al parecer, precursores de los nuestros.
Queda por saber si estos atisbos de moralidad son innatos o adquiridos. Existen varios ejemplos de hábitos adquiridos; los más populares ejemplos son los monos japoneses que aprendieron a lavar las patatas en el mar, hábito que luego se extendió por varias islas, o los chimpancés de África Occidental que aprendieron y legaron a su descendencia el hábito de cascar las nueces con piedras.
Todos estos argumentos a favor de una moralidad en animales no humanos han sido muy contestados, lo cual no nos llama la atención teniendo en cuenta que la moral ha sido tradicionalmente considerada como una conducta típicamente humana. Algunos autores argumentan que la moralidad no se define por conductas, sino por intenciones, argumento que es un tanto falaz pues nunca podremos saber las intenciones de animales que no poseen lenguaje. También se ha dicho que los conceptos altruismo, venganza, agresión moral etc., son antropocéntricos. Otros argumentos son que la emoción de culpa, que es central en la moralidad humana no puede tener lugar en los primates no humanos porque requiere que el individuo conozca que un acto voluntario ha dañado a otro y que esa conducta podría haber sido inhibida.
En cualquier caso, parece evidente que en primates no humanos y cercanos evolutivamente al hombre aparecen conductas que pueden interpretarse como precursoras de la moralidad humana, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que de algunos de estos animales no nos separa más que el 1,6% del genoma.
Quedaría por saber dónde se localizan estas facultades o, al menos, aquella parte que fuese innata, suponiendo que muchos otros aspectos fueran fruto de la cultura y del aprendizaje.
En el ser humano, estas facultades, que consisten no sólo en el altruismo, la mediación, la consolación y todos los demás aspectos que hemos visto en los primates no humanos, parecen estar localizadas en la corteza prefrontal, la región más moderna del cerebro, especialmente en una parte de la corteza prefrontal llamada órbitofrontal por estar situada justo por encima de las órbitas oculares. La lesión de esta región en humanos, sea debida a accidentes o tumores, produce una transformación de la personalidad que nos recuerda la conocida novela de Robert Louis Stevenson "El Dr. Jekyll y Mister Hyde". El conocido neurólogo portugués, pero afincado en Estados Unidos, Antonio Damasio refiere estos casos en su libro "El error de Descartes". Estos pacientes, aparte de un aplanamiento afectivo, se vuelven inmorales, egoístas y desconsiderados con el prójimo y también, curiosamente, son incapaces de tomar decisiones, lo que fundamenta la opinión de que nuestros afectos y emociones son importantes para las funciones cognitivas.
Es de suponer que estas facultades morales tienen su origen en los animales que nos han precedido, como he tratado de mostrar, pero que han sufrido una evolución desde ellos hasta el Homo sapiens. Desde entonces acá, que yo sepa, es decir desde hace unos 150.000 años, no ha tenido lugar ninguna mutación que haya modificado nuestra capacidad cerebral. Tendremos, pues, la predisposición innata a una moral que ya tenía el Hombre de Cro-Magnon, mas la que la cultura y el aprendizaje hayan añadido desde entonces.
6 comentarios
leidy -
jose luis navazo -
un saludo. Gracias
javiera ordenes -
vgtr -
José Israel Ventura -
karen -