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Terrae Antiqvae

La diosa azteca Coyolxauhqui, la Luna

 

Coatlicue era la Tierra, madre de Coyolxauhqui, la Luna y de los "Cuatrocientos del sur" Centzon Huiznahua, las Estrellas. Un día, cuando barría su templo en lo alto del cerro de Coatepec, la Tierra quedó embarazada milagrosamente gracias a una bolita de plumas que provenía del cielo y que ella guardó en su pecho. La Luna consideró el embarazo de su madre como una afrenta e instigó a sus hermanos las Estrellas a matarla. Huitzilopochtli, el Sol, desde el vientre de la Tierra, advirtió el peligro y decidió defender su vida y la de su madre. Cuando la Luna y las Estrellas estaban a punto de asesinarla, nació el Sol Huitzilopochtli, ataviado para la guerra y armado con una serpiente de fuego, llamada Xiuhcóatl, con la que la decapitó para, después, arrojarla desde lo alto del cerro Coatepec. En su caída, la diosa se fue desmembrando en cada giro. Así muere la Luna cada mes derrotada por el Sol, a pedazos. Coyolxauhqui y su desmembramiento son la explicación a un fenómeno celeste, en cual la luna muere y nace por fases, y así fue encontrada al pie de la escalinata de Huitzilopochtli en el Templo Mayor. 

El relieve muestra a la diosa decapitada y mutilada de brazos y piernas, con gotas de sangre que manan de las extremidades y que dejan expuestas las coyunturas óseas. Está adornada con un cinturón de serpiente bicéfala rematado con un cráneo en su espalda. La serpiente de dos cabezas se repite en los atados de muslos y brazos. Las articulaciones y los talones de sus pies están adornados con mascarones compuestos por un rostro de perfil provisto de colmillos, cuyo significado todavía se presta a las más variadas conjeturas. Lleva sus sandalias, sus muñequeras y tobilleras.

Su tronco, con los pechos flácidos, está de frente, mientras que sus caderas dan un inusitado giro mostrándose de perfil y obligando a las extremidades a colocarse de igual forma. Su cabeza porta un gran penacho de plumas y su pelo está adornado con círculos. Sus orejeras, compuestas por tres figuras geométricas, enmarcan su rostro, cuyo ornamento principal, los cascabeles en la mejilla, da nombre a la diosa Luna, de la que parece salir el último aliento de vida a través de su boca entreabierta.

La escultura tiene 3.25 metros de diámetro en promedio, 8 toneladas de peso y está hecha en piedra volcánica. Fue encontrada fortuitamente por unos trabajadores de la Compañia de Luz y Fuerza del Centro, que instalaban cables subterráneos en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, el 21 de febrero de 1978. Este importante hallazgo dio por resultado las excavaciones arqueológicas del Proyecto Templo Mayor, hasta la fecha bajo la dirección del Arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma. 

 

La diosa Coyolxauhqui celebra el 30 aniversario de su vuelta a la luz en México La Diosa azteca Coyolxauhqui cumple este mes 30 años de volver a la luz, tras permanecer siglos enterrada y olvidada bajo el suelo de Ciudad de México hasta que el arqueólogo Raúl Arana la descubrió en 1978 en unas obras que adelantaba una compañía de energía. Arana, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recordó hoy en una entrevista con Efe que su descubrimiento comenzó el 23 de febrero de 1978, con la denuncia de un posible hallazgo arqueológico por parte de un grupo de electricistas que hacía excavaciones en el Zócalo capitalino. 

El Centro Histórico de México está construido sobre los restos del Templo Mayor de la ciudad de Tenochtitlán, que fue capital de los aztecas, el mayor imperio prehispánico desde principios del siglo XIV hasta la llegada de los españoles y cuyos habitantes adoraban a Coyolxauhqui, entre otras deidades. A medianoche, el único arqueólogo disponible aquel día fue Arana, que se encontraba por la zona supervisando las obras del metro para controlar eventuales daños patrimoniales. "La diosa me escogió, por eso estaba yo ahí", aseguró el funcionario, quien al verla se sintió "trasladado al tiempo en que se depositaba esta pieza, cuando era venerada". 

El ingeniero que lo acompañó le preguntó si la pieza era valiosa o si podía continuar la obra. "Automáticamente le dije: 'Usted no volverá jamás a tocar en su vida esta piedra'", rememoró. "Todavía no sabíamos exactamente de qué se trataba, pero sí de que iba ser una revolución cultural, histórica y de todo tipo para el Centro Histórico, para la Ciudad de México y para nuestro país", aseguró. El equipo de Arana tardó cinco días en desenterrar el monolito, que tiene 3,25 metros de diámetro por 30 centímetros de espesor. Finalmente, en la madrugada del 28 febrero de 1978 el arqueólogo identificó la figura como la diosa azteca Coyolxauhqui, que significa "la que tiene pintura facial con cascabeles". 

El mito azteca dice que cuando Coyolxauhqui supo que su madre Coatlicue, diosa de la Tierra, iba a dar a luz, conspiró con sus hermanos para matarla porque su nuevo hermano había sido engendrado por la pluma de un colibrí. Sin embargo, Huitzilopochtli, Dios de la guerra y del Sol, nació como adulto y armado para defender a su madre, decapitó a Coyolxauhqui y la arrojó montaña abajo, con lo que su cuerpo quedó desmembrado, así como aparece en el monolito. Coyolxauhqui se convirtió en la Luna y los demás guerreros vencidos en las estrellas. La escultura fue encontrada en su ubicación original, a los pies de la pirámide Huitzilopochtli, y, según Arana, fue sepultada por los propios aztecas. Para este arqueólogo, Coyolxauhqui ayudó a demostrar que los aztecas sí realizaban sacrificios humanos, algunas veces imitando ese mito, pero con prisioneros de guerra. A los cautivos les arrancaban el corazón y los lanzaban pirámide abajo, donde les cortaban las extremidades y las repartían. 

El hallazgo también facilitó que se expropiaran más de 40.000 metros cuadrados para realizar excavaciones en el Centro Histórico, e incluso que la UNESCO considerara esta zona Patrimonio de la Humanidad. "Coyolxauhqui es sólo la puntita del iceberg", aseguró Arana, quien recordó que Ciudad de México está construida sobre un lago y, por tanto, "hay gran cantidad de monumentos y restos arqueológicos esperando hundidos en el fango". Uno de los últimos descubrimientos valiosos realizados en esta zona es una lápida que representa a la Diosa de los Muertos, Tlaltecuhtli, donde sospechan que podrían estar los restos de Ahuitozl, gobernante de los aztecas cuando Cristóbal Colón desembarcó en el Nuevo Mundo. De ser así, sería la primera tumba de un gobernante azteca descubierta. 

Para conmemorar los 30 años del descubrimiento de Coyolxauhqui el Templo Mayor organiza durante todo febrero conferencias al respecto los sábados, el 23 una fiesta y en abril una exposición especial. Este santuario prehispánico es uno de los mayores atractivos de Ciudad de México y el año pasado recibió 602.543 visitas, según sus responsables. 

Fuente: EFE, México/Yahoo, 1 de febrero de 2008 

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La ubicación de la Coyolxauhqui en el Templo Mayor, clave para entenderla 

Hay que reconstruir virtualmente el recorrido del Sol por el Templo Mayor: Felipe Solís. 

Por la noche reinaba la deidad lunar Coyolxauhqui, pero conforme salía el Sol por el este, a espaldas del doble edificio del Templo Mayor, la pirámide correspondiente a la deidad solar de Huitzilopochtli se iba iluminando. Y mientras su sombra se achicaba, la frontera de luz y oscuridad “cercenaba” poco a poco el disco de piedra que representaba a la diosa desmembrada y que había sido colocado por los mexicas al pie de la escalinata. La piedra circular de ocho toneladas de la Coyolxauhqui estuvo ahí desde finales del siglo XV, cuando los sacerdotes de la Gran Tenochtitlán ordenaron su ubicación, hasta hace 30 años, en 1978, cuando fue puesta al descubierto por trabajadores de la Compañía de Luz, e identificada y removida después por un equipo de arqueólogos mexicanos a cargo de Raúl Arana. 

La mitología azteca cuenta que la diosa Coatlicue se embarazó de manera por demás fantástica con un plumón blanco (el esperma de la creación), que sus hijos, encabezados por Coyolxauhqui, la iban a matar para lavar la afrenta, pero que el nuevo hijo sería nada menos que Huitzilopochtli. Antes de también ser asesinado junto con su madre Coatlicue, Huitzilopochtli nació fuerte, adulto y dotado de armas. Entonces decapitó y desmembró a su media hermana, Coyolxauhqui, al arrojarla desde el cerro de Coatepec. Una batalla y un triunfo de uno sobre otra que se representaba todos los días en el cielo que cobijaba a la gran Tenochtitlán, con la salida del Sol, con el repliegue de la Luna. Y que era representado y alimentado con los sacrificios humanos, cuyos cuerpos de las víctimas eran arrojados desde lo alto de la pirámide. Las luces sobre ese mito y la gran Tenochtitlán se han ampliado con las reflexiones del arqueólogo Felipe Solís en torno al simbolismo de la Coyolxauhqui, de las cuales compartió algunos adelantos, como parte del ciclo de conferencias por los 30 años del descubrimiento de esa deidad lunar y del inicio del proyecto del Templo Mayor. 

Mito y astronomía 

Felipe Solís, también director del Museo Nacional de Antropología, habló este sábado en el auditorio Eduardo Matos Moctezuma del Museo del Templo Mayor y recordó que suman tres o cuatro los trabajos de interpretación iconográfica de la Coyolxauhqui. Pero ante eso, Solís destacó que la interpretación tiene que hacerse en relación con la ubicación in situ de la pieza circular de la Coyolxauhqui. Y la pieza del disco, dijo, está en relación con la pirámide, que es la materialización de Coatepec, y con la imagen de Huitzilopochtli, que se sabe que estaba en el Templo Mayor con su madre Coatlicue. “Es decir, los protagonistas: Coyolxauhqui, Huitzilopochtli y Coatlicue, estaban vinculados. Y el disco de la primera tiene que ver precisamente con que el Sol lo iluminaba cotidianamente al transcurrir del este al oeste y al alejar gradualmente las sombras, porque va subiendo por encima del Templo Mayor y va cortando por pedazos a Coyolxauhqui. “Va reproduciendo el mito (de la decapitación y desmembramiento que hizo Huitzilopochtli de Coyolxauhqui), pero también está explicando que la Luna, por acción del movimiento del Sol, y no sabemos si esto lo sabían los mexicas, tiene sus menguantes y sus crecientes. Y esto también lo está reflejando el disco.” Solís recordó que Coyolxauhqui y su mito son conocidos ya de manera suficiente. Ahora, propuso, se tiene que avanzar a partir del manejo de bases de datos y de reconstrucciones virtuales en computadora. Estos programas, agregó, permitirían recrear el movimiento del Sol sobre el Templo Mayor para poder verlo como sí es posible observarlo en la realidad, en Chichén Itzá. “Y si pudiéramos hacerlo, podríamos saber un poco más acerca de estos fenómenos astrales vinculados con el relieve del disco de la Coyolxauhqui.

A lo mejor aquí se podían marcar efectivamente los momentos en que los mexicas se iban a la guerra.” También propuso hacer una publicación más amplia de todas las piezas e imágenes de la Coyolxauhqui que se conocen. Por lo pronto, recordó que Eduardo Matos Moctezuma ha reconocido seis, y que el propio Solís ha identificado una séptima en un pequeño colgante de oro. “Y si mi teoría es correcta, también el decapitado (labrado) de las escalinatas del Templo Mayor sería el octavo”. 

Fuente: Arturo Jiménez La Jornada, México, 10 de febrero de 2008 

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Monolito de la Coyolxauhqui, recipiente de sacrificados: arqueólogo Solís    

De acuerdo con información del INAH, Felipe Solís Olguín refirió además que el uso de la piedra labrada se daba durante los rituales que recreaban el mito sobre el nacimiento de Huitzilopochtli, deidad central de los mexicas. 

México, DF.- El monolito azteca de la Coyolxauhqui, descubierto hace 30 años, fue utilizado como el lugar donde caían los cuerpos de los hombres sacrificados en honor al Sol, aseguró aquí el arqueólogo Felipe Solís Olguín, al participar en un ciclo de charlas con las que se conmemora el hallazgo de la escultura. De acuerdo con información del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Solís refirió además que el uso de la piedra labrada se daba durante los rituales que recreaban el mito sobre el nacimiento de Huitzilopochtli, deidad central de los mexicas. 

Por ello, explicó, el monolito había sido ubicado al pie del adoratorio del dios mexica, localizado en la parte sur del Templo Mayor de Tenochtitlán, desde cuya cima eran arrojados los cuerpos de los prisioneros sacrificados para que cayeran sobre el monolito de la deidad femenina relacionada con la Luna y los vencidos. El arqueólogo, quien participó en la identificación de la diosa en 1978, explicó que a diferencia de otros monolitos, como el Calendario Azteca, que fue removido en la Epoca Colonial (1521-1821), éste se encontró en el mismo lugar que ocupó en la antigua Tenochtitlan. Solís habló en el marco de las actividades académicas celebradas con motivo del 30 aniversario del hallazgo del monolito de la Coyolxauhqui, ocurrido el 21 de febrero de 1978. El hallazgo arqueológico del relieve, detalló, se dio en el mismo lugar que ocupaba en la época prehispánica, en el arranque de la escalinata de acceso al adoratorio de Huitzilopochtli, que se encuentra en la cima del Templo Mayor. “De esta manera los mexicas representaron el mito del nacimiento de Huitzilopochtli, en el que se relata que Coatlicue, su madre, estaba barriendo y se encontró una bola de plumas que guardó en su vientre y quedó embarazada. 

Al saber esto, su hija, Coyolxauhqui, y sus hermanos, las 400 estrellas, intentan matarla y se inicia un combate. “Huitzilopochtli nace armado en el cerro Coatepec y mata a su hermana, la cual cae desde la cima y queda desmembrada en el suelo”, explicó. Este episodio solía representarse durante los rituales que se hacían en la festividad del Panquetzaliztli, en la que se efectuaba el sacrificio de guerreros capturados en combate y que eran ofrendados en honor a Huitzilopochtli, dios de la guerra y el Sol, abundó. “Al igual que fue arrojada Coyolxauhqui desde la cima del cerro Coatepec, una vez inmolados los cuerpos de los cautivos de guerra eran lanzados desde lo alto del Templo Mayor y rodaban por la escalinata, hasta caer sobre el disco de Coyolxauhqui, el cual servía como recipiente sagrado”, apuntó. “Primero eran decapitados, al igual que la Coyolxauhqui, para posteriormente ser despeñados desde lo alto del adoratorio a Huitzilopochtli. Los cuerpos caían sobre el monolito, una especie de recipiente”, dijo. De acuerdo con los fechamientos, el monolito fue creado entre los años 1469 y 1881 de nuestra era, durante el reinado de Axayácatl y formaba parte de la etapa constructiva IVb del Templo Mayor de Tenochtitlan. 

Fuente: Notimex/Milenio.com, 9 de febrero de 2008

32 comentarios

Miguel Santiesteban -

Realmente me siento muy orgulloso de ser mexicano, pero mas por mis raices y no se mucho del tema, pero me inspira mucho todo lo relacionado con coyolxauhqui. y por favor como se pronuncia, si como se escribe o no. gracias

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Instituto Nacional de Antropología e Historia
A través del Museo del Templo Mayor, te invita que participes en las festividades del hallazgo de la Coyolxauhqui. Conoce el:
Mito de la Coyolxauhqui
El mito narra que la diosa Coatlicue se encontraba barriendo en la cima del cerro
Coatepec, levantó una bola de pluma, la guardó junto a su vientre. Cuando trató de
buscarla se dio cuenta de que estaba embarazada.
Al saberlo su hija, la diosa Coyolxauhqui, decidió junto con sus hermanas las
estrellas terminar con la vida de su madre. Al enterarse Huitzilopochtli, el hijo que
aún se encontraba en el vientre de Coatlicue, le dijo a su madre que no se
preocupara, que el la defendería.
Huitzilopochtli, nació siendo adulto y armado con una serpiente de fuego, decapitó
a Coyolxauhqui, cuyo cuerpo cayó a las faldas del cerro.
En el Templo Mayor al igual que en el mito, un victorioso Huitzilopochtli se
encontraba en la cima del edificio, mientras que Coyolxauhqui que es representada
por un monolito de piedra, yacía desmembrada al pie del mismo templo.
Fuente: Cédula de la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
El mito del nacimiento de Huitzilopochtli
(Códice Florentino, Lib. III, Cap. I Traducción
directa del náhuatl hecha por el Dr. Miguel León-
Portilla)
Mucho honraban los Mexicas a Huitzilopochtli; sabían ellos que su origen, su
principio fue de esa manera:
En Coatépec, por el rumbo de Tula,
había estado viviendo,
allí habitaban una mujer
de nombre Coatlicue.
Era madre de los 400 Surianos
y de una hermana de éstos
de nombre Coyolxauhqui.

Y esta Coatlicue allí hacía penitencia,
barría, tenía a su cargo el barrer,
así hacía penitencia,
en Coatépec, la Montaña de la Serpiente,
y una vez,
cuando barría Coatlicue,
sobre ella bajó un plumaje,
como una bola de plumas finas.
En seguida lo recogió Coatlicue,
lo colocó en su seno.
Cuando terminó de barrer,
buscó la pluma, que había colocado en su seno.
pero nada vio allí.
En ese momento Coatlicue quedó encinta.
A ver los 400 Surianos que su madre estaba encinta,
mucho se enojaron, dijeron:
- “¿Quién le ha hecho esto?
¿Quién la dejó encinta?
Nos afrenta, nos deshonra”.
Y su hermana Coyolxauhqui les dijo:
-“Hermanos, ella nos ha deshonrado,
hemos de matar a nuestra madre,
la perversa que se encuentra ya encinta.
¿Quién le hizo lo que lleva en el seno?”
Cuando supo esto Coatlicue,
mucho se espantó,
mucho se entristeció.
Pero su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno,
le confortaba, le decía:

-“No temas,
yo sé lo que tengo que hacer”.
Habiendo oído Coatlicue
las palabras de su hijo,
mucho se consoló,
se calmó su corazón,
se sintió tranquila.
Y entre tanto, los 400 Surianos
se juntaron para tomar acuerdo,
y determinaron a una
dar muerte a su madre,
porque ella los había infamado.
Estaban muy enojados,
estaban muy irritados,
como si su corazón se les fuera a salir.
Coyolxauhqui mucho los incitaba,
avivaba la ira de sus hermanos,
para que mataran a su madre.
Y los 400 Surianos
se aprestaron,
se ataviaron para la guerra.
Y estos 400 Surianos
eran como capitanes,
torcían y enredaban sus cabellos,
como guerreros arreglaban su cabellera.
Pero uno llamado Cuahuitlíac

era falso en sus palabras.
Lo que decían los 400 Surianos,
en seguida iba a decírselo,
iba a comunicárselo a Huitzilopochtli.
Y Huitzilopochtli le respondía:
-“Ten cuidado, está vigilante,
tío mío, bien sé lo que tengo que hacer”.
Y cuando finalmente estuvieron de acuerdo,
estuvieron resueltos los 400 Surianos
a matar, a acabar con su madre,
luego se pusieron en movimiento,
los guiaba Coyolxauhqui.
Iban bien robustecidos, ataviados,
guarnecidos para la guerra,
se distribuyeron entre sí sus vestidos de papel,
su anecúyotl, sus brazaletes,
sus colgajos de papel pintado,
se ataron campanillas en sus pantorrillas,
las campanas llamadas oyohualli.
Sus flechas tenían puntas barbadas.
Luego se pusieron en movimiento,
iban en orden, en fila,
en ordenado escuadrón,
los guiaba Coyolxauhqui.
Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña,
para hablar desde allí a Huitzilopochtli,

le dijo:
-“Ya vienen.”
Huitzilopochtli le respondió:
- “Mira bien por dónde vienen.”
Dijo entonces Cuahuitlícac:
-“Vienen ya por Tzompantitlan.”
Y una vez más le dijo Huitzilopochtli:
-“¿Por dónde vienen ya?”
Cuahuitlícac le respondió:
-“Vienen ya por Coaxalpan.”
Y de nuevo Huitzilopochtli preguntó a Cuahuitlícac:
-“Mira bien por dónde vienen.”
En seguida le contestó Cuahuitlícac:
-“Vienen ya por la cuesta de la montaña.”
Y todavía una vez más le dijo Huitzilopochtli:
-“Mira bien por dónde vienen.”
Entonces le dijo Cuahuitlícac:
-“Ya están en la cumbre, ya llegan,
los viene guiando Coyolxauhqui.”
En ese momento nació Huitzilopochtli,
se vistió sus atavíos,
su escudo de plumas de águila,
sus dardos, su lanzadardos azul,
el llamado lanzadardos de turquesa.
Se pintó su rostro
con franjas diagonales,
con el color llamado “pintura de niño”
Sobre su cabeza colocó plumas finas,

se puso sus orejeras.
Y uno de sus pies, el izquierdo, era enjuto,
llevaba una sandalia cubierta de plumas,
y sus dos piernas y sus dos brazos
los llevaba pintados de azul.
Y el llamado Tochancalqui
puso fuego a la serpiente hecha de teas llamadas Xiuhcóatl,
que obedecía a Huitzilopochtli.
Luego con ella hirió a Coyolxauhqui,
le cortó la cabeza,
la cual vino a quedar abandonada
en la ladera de Coatépetl,
montaña de la serpiente.
El cuerpo de Coyolxauhqui
fue rodando hacia abajo,
cayó hecho pedazos,
por diversas partes cayeron sus manos,
sus piernas, su cuerpo.
Entonces Huitzilopochtli se irguió,
persiguió a los 400 Surianos,
los fue acosando, los hizo dispersarse
desde la cumbre del Coatépetl, la montaña de la culebra.
Y cuando los había seguido
hasta el pie de la montaña,
los persiguió, los acosó cual conejos,
en torno de la montaña.

Cuatro veces los hizo dar vueltas.
En vano trataban de hacer algo en contra de él,
en vano se revolvían contra él
al son de los cascabeles
y hacían golpear sus escudos.
Nada pudieron hacer,
nada pudieron lograr,
con nada pudieron defenderse.
Huitzilopochtli los acosó, los ahuyentó,
los destrozó, los aniquiló, los anonadó.
Y ni entonces los dejó,
Continuaba persiguiéndolos.
Pero ellos mucho le rogaban, le decían:
-“¡Basta ya!”
Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto,
con fuerza se ensañaba contra ellos.
Los perseguía.
Sólo unos cuantos pudieron escapar de su presencia,
pudieron librarse de sus manos.
Se dirigieron hacia el sur,
porque se dirigieron hacia el sur
se llaman 400 Surianos,
los pocos que escaparon
de las manos de Huitzilopochtli.
Y cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte,

cuando hubo dado salida a su ira,
les quitó sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl,
se los puso, se los apropió
los incorporó a su destino,
hizo de ellos sus propias insignias.
Y este Huitzilopochtli, según se decía,
era un portento,
porque con sólo una pluma fina,
que cayó en el vientre de su madre Coatlicue,
fue concebido.
Nadie apareció jamás como su padre.
A él lo veneraban los mexicas,
le hacían sacrificios,
lo honraban y servían.
Y Huitzilopochtli recompensaba
a quien así obraba.
Y su culto fue tomado de allí,
de Coatépec, la montaña de la serpiente,
como se practicaba desde los tiempos antiguos.
Fuente: Tomado de Justino Fernández, “Una aproximación a Coyolxauhqui”, Estudios de Cultura Náhuatl
(México: UNAM, 1963), Vol. IV, pp. 37-53

ray -


“Coyolxauhqui: la época de la noche de las estrellas”



I


Lo que sabemos de la diosa Coyolxauhqui se lo debemos principalmente a los estudios o descubrimientos realizados por parte de la Antropología, Arqueología, e Historia prehispánica. Sin embargo, nuestra principal fuente de inspiración ha sido lo que el Emérito Miguel León-Portilla ha llamado: Antigua palabra, es decir, el sentido originario de un pueblo histórico que ha alcanzado la grandeza histórica.


Nos hemos sumado a la tarea de “desenterrar” el único tesoro que el Huey Tlatoani Moctezuma ha heredado al mundo: el canto. Para nosotros, decir: “El tesoro de Moctezuma”, es lo mismo que decir: “El Proyecto del Templo Mayor”. Porque “el proyecto” es, en su esencia, el futuro mismo y porque el futuro mismo es lo único que importa en tanto que se remite al primer inicio y en tanto se remite a la penuria por excelencia. El proyecto es la existencia misma que está lanzada en un tiempo hacia lo ya no más y hacia lo todavía no. Partimos de un “en camino” que se abre ahí donde se busca comprender, o tan sólo prestar atención a las señas que muestran el sentido de oscuridad que guarda la diosa Coyolxauhqui, sentido que, de alguna forma, la preserva...


Los distintos modos de ocultamiento traspasan los mitos que se descubren en la poesía azteca, se habla de oscuridad desde diversos sentidos. Aunque, lo muestra de un modo significativo Coyolxauhqui que, al contraponerse al sentido del dios Huitzilopochtli, guarda el sentido de oscuridad, de muerte, de arrebato, de pavor. Coyolxauhqui y sus cuatrocientos hermanos son comprendidos desde lo que los aztecas llamaban los cuatro destinos.


El poema de El nacimiento de Huitzilopochtli se delimita como un pensar trágico, pero, sólo en tanto que atiende al ámbito al que pertenecen los cuatro destinos como presunta determinación de la existencia: el saber, la muerte, la casa de las mujeres y las espinas. La diosa muestra en el mundo azteca el sentido de muerte, de oscuridad, de arrebato, de pavor, desde el que se puede relacionar, además del arribo de los “enviados de los dioses” a México-Tenochtitlan, la situación de nuestra época: la penuria. Siguiendo esta perspectiva, retomamos el sentido de oscuridad o de penuria que se ha venido pensando desde los filósofos Nietzsche y Heidegger. Es sumamente importante señalar que el pretendido diálogo que queremos tener con la poesía azteca se halla sostenido y guiado, en cierta forma, por el lenguaje de estos filósofos.


Asumiendo la filosofía propiamente occidental, encontramos en Nietzsche y en Heidegger la perspectiva en la que se mira al hombre en su relación con el ser, al hombre sobre la tierra y bajo el cielo, sosteniendo la pregunta por el fundamento propio en que reposa la existencia del hombre. Ambos autores nos muestran a su manera el camino del ser. Nietzsche desde la perspectiva trágica, atiende a esta situación del hombre desde el sentido de la tierra; Heidegger desde la poesía, señala el inicio del pensar occidental a partir del acontecimiento de la más profunda de la preguntas: la pregunta por el ser (metafísica). El preguntarse por el ser del ente se convirtió en lo más digno de ser pensado. Sin embargo, según ellos, la historia como historia de occidente se despliega, para Nietzsche, como nihilismo y, para Heidegger, como olvido del ser, ya que el ser, al retraerse en el desvelamiento del ente, ha permanecido subsumido en un olvido para el pensar occidental (incluido el mundo accidentalizado), de ahí que pueda decirse que, desde Platón el ser se ocultó y el hombre erró: se asesinó la tragedia, se olvidó al ser. El hombre yerra en tanto que se precipita a dar algo por verdadero; el hombre se precipita al denominar al ser, preservando, con ello, las concepciones originarias en un ocultamiento que propiamente darían cuenta de su esencia finita. Al perseguir ese error, los hombres se extravían de su propia esencia, del tiempo, de la tierra, de lo sagrado. A su manera, estos filósofos sostienen que occidente se halla en una época de oscuridad, en la que este error se auto-consuma al aproximarse su propia realización, sin embargo, a penas si nos distinguimos como hombres que pueden percibir el errar. El error que sostiene la historia de occidente, como historia de la metafísica, culmina cuando como despertando de un sueño vemos nuestras propias manos ensangrentadas, culmina al caer en la cuenta que nosotros mismos hemos matado a Dios.


(Esta referencia a la muerte de los dioses o la muerte de Dios está tomada del famoso parágrafo 125 de la Gaya Ciencia de Federico Nietzsche. Creemos que la frase remite, por un lado, a la ‘muerte del fundamento’: el mundo de las ideas de Platón, el más allá del cristianismo, la objetividad del sujeto, etc. Y, por otro lado, también remite a la muerte de los dioses, es decir, a la muerte de lo sagrado o la muerte de la tragedia griega. En ello está implícito el develamiento de lo originario, pero, mostrándose desde su modo propio de oscuridad. El más grande de los acontecimientos es la “muerte de Dios” porque se descubre a la vez la muerte de los dioses y el futuro: el primer inicio y el futuro son lo mismo en tanto el que hombre “llega a ser lo que es”. Sin embargo, queremos apuntar la semejanza (todavía no discutida desde la filosofía) que guarda ésta frase de Nietzsche con Los diálogos de 1524 en el que los tlamatinime proclaman la ‘muerte de los dioses’. Aunque ya León-Portilla la ha puesto sobre la mesa en su obra: Filosofía náhuatl).



Esta culminación, nos dicen a su manera estos filósofos, da comienzo a un nuevo inicio. Aunque sigamos suspendidos en ese error, el inicio ha comenzado. Este inicio tiene que ver con las huellas casi borradas del sentido originario que, imperecederamente, se muestra poéticamente y que, por tanto, tiene su determinación en el futuro, en lo que siempre está por realizarse. Lo originario se delimita desde el proyecto de la existencia que siempre tiende a llegar a ser lo que ya es.


Si bien, con los aztecas no se refiere expresamente a lo que implica un pensar el ser o una poesía trágica, entendidos desde la tradición filosófica de la academia, sí se hace expresa alusión en la antigua palabra, a la verdad, entendida en su apertura de ocultamiento-desocultamiento, al destino, a la existencia finita del hombre, a su ser pavor, y al hombre, que en su querer saber, yerra; podemos referirnos a los griegos o a los aztecas, pero, evitando, en lo posible, los lineamientos que pudieran cercar en localidades una comprensión que más bien busca acceder a una perspectiva poética pensante que, al abrir, da un paso por adelantado hacia lo originario.


Todavía en nuestro tiempo se guarda el rumor, en nuestro país y en otras partes del mundo, de que está oculto un tesoro, le llaman: “El tesoro de Moctezuma”. Y, en cierto sentido está todavía oculto, pero, más que tratarse de piedras preciosas y plumas de quétzal, se trata de aquello que los aztecas mismos indicaron que prevalecería perennemente: el canto. Así, pues, el único tesoro que está de alguna manera todavía oculto, en su modo esencial, es el canto. Las piedras preciosas y las plumas de quetzal tienen sentido sólo en tanto que son comprendidas desde el canto. Si suponemos que el canto mismo es lo esencial, entonces, por el canto mismo es posible el desvelamiento del sentido de la diosa de la noche.




II



Cuando los aztecas festejaban y renovaban el nacimiento del sol en el Templo Mayor, a cada quién le ofrecían lo suyo, es decir, lo que de suyo les pertenecía: al sol le ofrecían la vida, la sangre, el corazón; y a la luna, cuerpos de hombres decapitados, desmembrados, sin corazón. Era la fiesta sagrada del nacimiento del sol, es decir, del imperar del sol sobre la luna. Visto esto desde el sentido de los cuatro destinos de los aztecas, el sol guarda el sentido del saber y la luna guarda el sentido de la muerte. El ritual al sol, entonces, es una manera de interpretar cómo el saber surge y se impone sobre la muerte; cómo el saber brilla victorioso, junto con la casa de las mujeres, sobre las espinas y la muerte. Siendo lo mismo, el saber, el amor, dolor y la muerte. Una cuaternidad, una implica a la otra. Y, si se nos permite decir que el “destino de la casa de las mujeres” guarda el sentido del amor,


(El “destino de la casa de las mujeres” guarda el sentido no sólo del hogar o del amor al hijo o al esposo, sino también del ala, del monte, de la ciudad, mismas que implican un arraigo en la tierra. Es decir, de aquello que es cuidado, protegido, querido, sostenido, glorificado, por aquello que se muestra: el sol, el sabio, el guerrero. Y, por su parte, el “destino de las espinas” guarda el sentido del dolor, en cierto sentido, lo muestra el mito del nacimiento de Huitzilopochtli cuando, los hermanos, no sabiendo de qué se trataba, gritaban compasión a Huitzilopochtli, decían: ¡Basta ya, basta ya! En cierto sentido, es el ‘hombre conejo’ que, arrebatado, cae en la trampa, víctima de su propio error)


entonces, podríamos decir, que amor y saber son lo mismo: el sol. La casa de las mujeres, el amor, guarda el sentido de las mujeres que mueren en parto, y el saber, guarda el sentido del guerrero que muere en lucha. El amor y el saber, siendo lo mismo, brillan por sí mismos en tanto que, pariendo, se aman las espinas, el dolor, y en tanto que, luchando, se quiere la muerte. En cierto sentido, es el morir de la muerte en tanto que es el sol el que surge. Los destinos del amor y del saber tienen que ver necesariamente con los destinos de la muerte y las espinas, de la diosa Coyolxauhqui y sus cuatrocientos hermanos.
El asunto a tratar es el sentido que guarda la diosa Coyolxauhqui con relación a su oscuridad, pero, parece ser que la diosa, como mujer, guarda diversos y volubles rostros, podríamos decir que el tema va circundado por diversos sentidos: el sentido de luna, de noche, de muerte, de insensatez, de apariencia, de profundidad, de femineidad, de desmembramiento, de debilidad, de cobardía, de incitación, de extravío, de saber, de misterio, de venganza, de error, de nada, de dolor, de ruina, de divinidad, de duda, de tiempo, de miedo, de tierra, de pavor, de éxtasis, de vanidad.


Visto de forma radical, los aztecas contraponían al sol frente a la luna, a la luz frente a la oscuridad. Siendo lo mismo, la luz se impone sobre la oscuridad, el saber se impone sobre la muerte, el amor se impone sobre las espinas. Es decir, se sabe la muerte, se sabe el dolor; se ama el dolor, se ama la muerte. Si decimos que el hombre azteca, escuchando los cuatro destinos de su existencia, se encuentra en el ámbito propio de ésta, entonces, decíamos, el guerrero ama morir en guerra, la madre ama morir dando a luz.


Ahora, si el sentido que guarda la diosa Coyolxauhqui es el de “la noche”, entonces, podríamos preguntarnos qué significa el decir del poeta azteca refiriéndose a su propia ruina: “¡El humo se está levantando; la niebla se está extendiendo!” Este humo, esta niebla, esta noche, se podría interpretar como el humo, la niebla, la noche, que arribó de Occidente a México-Tenochtitlan.


(Sostener que Occidente significa la noche que cayó en México-Tenochtitlan, no refiere, por ejemplo, un enemigo específico, sino un destino. Un destino que tiene que ver con lo que el dios Tezcatlipoca anunciaba a los mexicanos refiriéndose al imperio de Moctezuma: “Ha cometido errores: ha llevado allá lejos a sus vasallos, ha destruido a las personas”. A lo que Moctezuma respondía: “Ya se nos dio el merecido”. Es decir, no sólo tiene que ver con la llegada de los “enviados de los dioses” a México, sino con el odio mismo que sembró Tenochtitlan frente a sus vasallos. Aunque, lo más importante de esto es comprender cómo los aztecas lograron lo Imposible: resguardar el Saber por encima de todo. Por esto, no está demás decir que el destino de los aztecas es haber logrado la grandeza histórica).


De donde surgía el saber, ahora surge la muerte, la niebla, la nada. Si asumimos que Occidente es la noche que arribó a Tenochtitlan, también podríamos decir, en cierto sentido, que nosotros somos efecto de esa noche. En este sentido somos herederos de occidente y de su decadencia y, a la vez, somos herederos de los aztecas y de su decadencia. La noche que se precipitó en Grecia y en Tenochtitlan (la huída de los dioses) es, poéticamente hablando, la misma noche en la que estamos suspendidos como época. Y, si asumimos que fuimos caídos en la noche, ¿qué sentido tendría la diosa Coyolxauhqui para nosotros, hombres de esta época sin dioses, sin rostro y corazón? ¿No guardaría el sentido de la más terrible de las diosas, al comprendernos como hombres que no están destinados al saber, al amor, a la muerte, y al dolor? ¿No guardaría el sentido de la insensatez? ¿Acaso nuestro único destino es la Calzada de los muertos? El sentido de la diosa se nos escapa, nos confunde, nos engaña, nos precipita, nos oscurece. Nuestra época de oscuridad parece residir en hacer caso omiso del sentido de oscuridad que guarda la diosa. Pregunta: ¿Será la diosa tan lejana, tan extraña, para nosotros hombres modernos, como una pieza de museo, como un monolito, como una escultura, como monumento arqueológico, como restos de una cultura, de un pasado? ¿Y, desde ello, acaso como algo magno, acaso con cierta solemnidad?


¿Podría haberse descubierto como una obra que surge de la tierra, de su ocultez, pero, decimos, sólo para ocultarse de nuevo? ¿No surge la diosa de entre la tierra en tiempos de oscuridad? ¿No es ella, en cierto sentido, la misma oscuridad a la que los aztecas contraponían al sol? ¿Podríamos decir, si se nos permite, que cuando se descubre la diosa Coyolxauhqui en el Templo Mayor, se descubre entre ruinas, es decir, en lo que le es propio, en su oscuridad? ¿Acaso no nos muestra a los hombres de esta época su oscuridad más oscura al no comprenderla como oscuridad? ¿Será posible ver en ella las últimas huellas de lo sagrado, en tanto que la diosa da muestras de su plena oscuridad, en tanto que oculta su sentido divino, su sentido trágico? Pero, ¿cómo se muestran los destinos del dolor y de la muerte en un mundo donde, asumiendo la oscuridad, el saber y el amor no predominan? ¿Sin saber y sin amor, será posible que el hombre pueda dar muestras de dolor, será posible que el hombre pueda dar muestra de su caída en el error?


Si un mensajero, que no tenía orejas ni dedos en los pies, y que además venía de Mictlancuauhtla, fue el que le anunció al emperador Moctezuma la llegada de “los enviados de los dioses”, entonces, ¿qué enigma guardaría el hecho de que se haya descubierto en nuestra época una diosa muerta, tal vez, doblemente muerta? ¿Qué enigma o qué sentido oculto está en el hecho de que se nos haya descubierto una diosa descuartizada, una diosa que ya no es diosa? ¿Al desenterrar a la diosa de las profundidades de la tierra, no más bien se nos descubre nuestro propio “destino”, no más bien la diosa se aparece frente a nosotros como la oscuridad más terrible? ¿Acaso como una noche a la que hemos estado abrazados desde hace ya mucho tiempo? Quizá nos suceda todavía como aquellos hombres que desenterraron a la luna en el Templo Mayor: “no sabían quién era”.


El sentido de oscuridad que guarda el mito El nacimiento de Huitzilopochtli, donde la diosa surge, hace su aparición, se nos descubre aún en señas, es por eso que nos es que es necesario entrever otros textos de la poesía azteca para, desde diversos sentidos, acercarnos a su rostro más terrible y más profundo. Para comprender el tema de la oscuridad es necesario profundizar hasta el fondo el canto de los poetas, la invocación a Tezcatlipoca, la creación del quinto sol en Teotihuacan, el viaje de Quetzalcóatl, y los Huehuehtlahtolli. Es necesario interpretar el sentido de la oscuridad desde aquello que los aztecas llamaban cuatro destinos: el sol como el oriente, la casa de las mujeres como el poniente, la luna como el norte, y las espinas como el sur. No sabemos de qué modo sea necesario dar por supuesto los cuatro destinos o el mito del nacimiento de Huitzilopochtli, por lo pronto, sólo sabemos que el sentido que guarda la diosa misma es el de oscuridad. Es posible imaginarse que a partir de la noche que cayó en México-Tenochtitlan, con la llegada de los “enviados de los dioses”, hemos estado inmersos en una espantosa oscuridad, oscuridad que ni siquiera da muestras de ser oscuridad y, mucho menos, espantosa.




III



Es cierto que el hombre moderno se comprende a sí mismo como un ser biológico, como un animal más entre otros, que crece, se reproduce, y muere, pero, al comprenderse él mismo desde su corta existencia, decimos que el hombre moderno se halla extraviado, visto desde la poesía, del lugar original, de la encrucijada donde el hombre atiende a la voz de su destino: la muerte, lugar donde de algún modo se existe. Al extraviarse el hombre moderno en la posesión misma de lo que él quiere, él mismo asesina a los dioses con sus propias manos, él mismo, voluntarioso, se precipita sobre la tierra como un hijo avivado de ira sobre su madre (Coyolxauhqui sobre Coatlicue). Nos parece que el hombre moderno se encuentra en penuria, pero, decimos, no por su condición esencial de mortal en la tierra, como lo nombran los poetas aztecas, sino por no dar cuenta de esa oscuridad, de esa doble oscuridad en la que de alguna forma se halla destinado el mundo. Nos parece que a través del sentido que guarda la diosa Coyolxauhqui es posible comprender esta doble penuria, esta época de la noche de las estrellas que aparentemente nos embarga. Desde el sentido de oscuridad de la diosa, intentaremos preguntarnos por qué los hombres de esta época no tenemos destino. Hasta ahora, sólo sabemos que la penuria del hombre moderno es la penuria de la penuria. Que lo más indigente de lo indigente, como decíamos, es que el hombre moderno se halle sordo ante las cuatro voces del destino, es decir, fuera del ámbito esencial de su existencia: el saber, el amor, la muerte, y el dolor. Nos parece que las voces del destino permanecen para nosotros veladas, calladas. Lo más cercano y lo más próximo: Tloque Nahuaque, aparece ante nosotros como lo más lejano y como lo más extraño.


En el poema del nacimiento de Huitzilopochtli se desvela el evento trágico de la existencia misma. El evento muestra el modo originario del ser del hombre, el modo violento como surge la existencia misma: la luz y la oscuridad, el saber y el arrebato. Cuando el hombre mismo no atiende a lo oculto, pareciera que él mismo no quisiera saber, pareciera como si él mismo quisiera tropezarse, es decir, caer en un querer dar por verdadero, en un decir lo que es el ser como presuntamente lo hizo occidente en toda su historia. Cuando el hombre persiste en no querer comprender el misterio como misterio, lo único seguro que encuentra, visto desde la poesía pensante de los aztecas, es la muerte, el desmembramiento, las espinas. Lo oculto que encierra el sentido de la diosa Coyolxauhqui nos dirige lejanamente a lo oculto que encierra el sentido del dios Huitzilopochtli. Ésta es la principal razón por la que queremos dialogar con la poesía pensante de los aztecas. Nuestro modo propio de ser es la luz y la oscuridad, lo masculino y lo femenino. Sentido que desemboca, a la vez, en la cima y en la sima de Ometéotl: la suprema divinidad.

¿Si el hombre moderno está embargado por el arrebato mismo de la ciencia, de la técnica, de su voluntad de dominio, entonces, cómo podría comprender lo más propio de él mismo, de su existencia, de su ser? ¿Si no nos comprendemos a nosotros mismos, como decían los poetas aztecas, con un rostro y un corazón, entonces, qué tan capaces seríamos, nosotros, humanos demasiado humanos, de sobrellevar ese arrebato del imperar técnico sobre el mundo? Si lo más terrible ha pasado ya, como dice Heidegger; si ya, como parece, todos los dioses están muertos, como dice Nietzsche; si ya, como parece, el esplendor de lo divino se ha apagado, como dice el poeta de los poetas: Hölderlin, ¿cómo entonces damos cuenta de nuestra existencia? ¿Cómo podríamos ‘construir’ nuestro habitar, cómo podría delimitarse el habitar del hombre en la tierra desde un sentido esencial? ¿Cómo podríamos hablar de un arraigo en esta época mundial del hombre?

Esta penuria de la penuria, sin embargo, creemos que puede comprenderse desde el sentido que guarda la diosa Coyolxauhqui, donde el hombre moderno está llamado, más que al saber, a la insensatez. Porque, al parecer, desde la perspectiva radical de la poesía azteca, o se sabe, o se es un insensato.

lourdes -

raimundo me dejas impresionada con tus escritos me encantaste te felicito eres muy romantico wow/tenes un vocabulario increibla.

raymundo rosales villegas -



bibliografía n-e-c-e-s-a-r-i-a:

GRIEGOS

Sófocles:

"El destino del hombre es morir" (Electra.


Esquilo:


"Pero el saber es más débil que la necesidad" (Prometeo encadenado).


Heráclito:

"No me escuches a mí escucha al logos"

"Los perros ladran al que no conocen"


Parménides:


"Lo que es es".





raymundo rosales villegas -


Bibliografía ‘necesaria’:





Griegos:
Heráclito
Parménides


Alemanes:
Hölderlin
Nietzsche
Heidegger


Mexicanos:


El príncipe Nezahualcóyotl
Y 14 poetas aztecas más…



He sido muy repetitivo, pero sólo charlo conmigo mismo.

raymundo rosales villegas -

Por qué no podemos dejar que nuestros príncipes poetas nos gobiernen. En primera, porque aún no ha llegado ese tiempo, es demasiado pronto para comprender que ya la necesidad está actuando aquí. La palabra originaria, como dice Coé con relación a la diosa, habla por sí misma, por eso siempre tendríamos que estar atentos a las señales que resguardan lo sagrado, pero, ese es un trabajo para el poeta. En segunda, porque no estamos a la altura ni para comprender, ni para obedecer. No tenemos, todavía, el derecho a tener un príncipe. Tenemos que conquistarlo, pero, la inercia de la diosa Coyolxauhqui nos lleva hacia nuestros deberes más in-esenciales.


Uno de los inconvenientes más importantes que podrían ponerse sobre la mesa es que no queremos escuchar. Partimos de que creemos que sabemos, e inmediatamente nos cubrimos los oídos. Es más, creemos que lo que hacemos está haciendo historia, como si la historia fuera hacer un libro, dar una conferencia, un seminario, descubrir un monolito, etc., todo ello está amontonado en esa montaña de conocimientos que cada día parecen extenderse más y más, como una pirámide de información. Estos conocimientos todavía poseen el rasgo de lo in-esencial. Pero, “La noche de los quinientos años”, escuché por ahí, ha terminado. Indígenas, mestizos, criollos, y demás híbridos todavía guardamos el mismo carácter torcido que el de “los enviados de los dioses”, nosotros también como monos nos ponemos cuando vemos el oro, nuestro destino es ser la inercia de esa noche. Occidente desplegó su noche por el mundo entero. Los enviados de los dioses fueron enviados por los dioses de la noche, de la niebla. Hombres jadeantes de oro, jadeantes como la mujer luna. Y nosotros somos los descendientes de esa noche, los descendientes de esos como humanos jadeantes, de los enviados de los dioses.

En pleno esplendor, los dioses nos abandonan. Este abandono es necesario, esta oscuridad es tan necesaria como el esplendor. Cuando los enviados de los dioses arriban a América, ya traían la noche consigo. Pero, cuando decimos que la noche de los 500 años ha terminado, decimos que la noche ha culminado. Ahora es posible ver el pasado y por eso el futuro o ver el futuro y por eso el pasado.


Culminan los aztecas al mismo tiempo que occidente se proyecta desplegar o completar su noche por la tierra entera. Ahora es posible verlo. Antes, torcidos como cristianos o modernos era imposible. El mundo poético de hace 2500 años de los griegos o el mundo poético de hace apenas 500 años se nos ha descubierto como una tarea, como dice, el filósofo Nietzsche, que está ‘inacabada’.


Estamos comentando. Y en esto hay algo que quisiera resaltar. Hay un antropólogo que dijo algo así como que ya ‘el mito de Coyolxauhqui está bien sabido’ --que es el mismo que el de Coatlicoe, o el de Huitzilopochtli. Quizá tenga razón de la manera como se dice:

La hija y los hermanos quieren matar a ‘su propia madre que está preñada por lo divino’; pero, para la hija y sus hermanos el feto es un bastardo; de repente, ‘el bastardo divino’ nace siendo un guerrero y se enfrenta con ellos; le corta la cabeza a su propia hermana, y sin compasión, mata y arrastra a sus cuatrocientos hermanos hasta el sur.
Suena simple, pero, nos son proposiciones historizantes, ni mucho menos proposiciones científicas. Es poesía. Y como tal las palabras esconden la verdad de lo que quieren decir. Para comprenderlo se necesita no ser ni creyente ni ateo. Ni cristiano ni moderno. Nos falta mucho por recorrer, pero hemos comenzado ya.

La visión trágica del mundo es una visión originaria del mundo que apenas si la estamos recordando, es difícil de comprender porque, como hemos insistido, somos todavía esa inercia del cristianismo, esa inercia de la modernidad. No sabemos cuánto durará esto ni qué nos espera. La humanidad entera está en peligro de desaparecer por completo, pero, como decíamos, es mejor jugarle a eso que seguir siendo cristianos o modernos.

Un amigo, Beto, me dijo un día que México es la Matriz del Mundo. Lo único que puedo imaginarme en esta larga noche es que los poemas de los 15 poetas aztecas y demás, salgan a la luz al mundo como algo verdaderamente grande.

Cortés y su rey son unos conquistadores en la historia de España porque la perspectiva regionalista de la mayoría así lo entiende, pero, para los que ven más allá del ver, estos hombres, precisamente por su sed de oro, o por su religión de Cristo, etc., son hombres sin grandeza. Y, si se han vuelto inmortales no ha sido por ellos, sino porque están a lado de algo que todavía alcanza a brillar, de algo que no es oro, que no es Dios…

Cortés y los españoles son como los tlaxcaltecas... sólo fueron testigos de algo grande. Y algo grande por ejemplo es Napoleón.

raymundo rosales villegas -


Hay muchos hombres que hablan de cómo la obra del artista nace como nace una flor, de cómo el ‘diálogo’ nace como un fruto. Cada charla cosecha un fruto de lo oculto. Lo oculto se queda intocable, lo oculto es esencial en la verdad. Lo oculto sale a la luz permaneciendo oculto. El artista es descubridor de enigmas, es como la madre-padre de las palabras, enseñan a mentir a las cosas. De la misma forma, el ‘lenguaje originario’ nace con la misma necesidad con la que una mujer va a parir un hijo. El lenguaje originario es necesario, n-e-c-e-s-a-r-i-o. La necesidad que sobrepasa a la voluntad humana, que sobrepasa cualquier conocimiento del hombre sobre el mundo. La necesidad que hace ver al hombre como un ser efímero. Es la necesidad misteriosa y oculta que echa por tierra todo proyecto humano. Frente a este ímpetu originario el hombre no es nada. La muerte, por ejemplo, es un evento necesario que nos sobrepasa. Nuestro príncipe ya lo dice: “La amargura predice el destino”.

La modernidad, en cambio, se caracteriza por su lenguaje entendido como un lenguaje emitido por un cerebro; que el cerebro se estudie a sí mismo significa una tautología que está destinada al desuso. Está destinada al desuso porque obedece a la voluntad humana que todo lo quiere controlar, que todo lo quiere dominar. El hombre que no obedece a la necesidad comprendida como naturaleza está destinado a perecer por su propia mano, a perderse entre sus heces, entre sus orines.

El hombre moderno busca satisfacer los deseos particulares, voluntariosos, siendo así cree haber cumplido una tarea humana, humanista. Posee el poder para ser el señor de la tierra. El hombre cristiano o moderno busca seguridad porque tiene ‘miedo’. El miedo lo lleva a buscar dicha, felicidad, armamento, conocimiento, pero, según la enseñanza del padre-madre náhuatl a su hija, ‘en la tierra no hay felicidad, en la tierra hay angustia, es un lugar de mucho dolor’. Intenta violentar una realidad ficticia, no puede resolverse en el hecho de que todo lo que ocurre está destinado al fracaso, esto es todo. No estamos pre-parados aún. Pero, somos capaces de señalar lo esencial, somos parte de ello en el sentido de somos como humanos, como humanos que no somos dueños de un rostro ni de un corazón (palabras tan recurrentes en nuestro amigo León-Portilla).

A raíz de la oscuridad, el hombre no es capaz de comprender el dolor. Tenemos miedo a la muerte sin comprender nada de ello, tenemos miedo de algo que no sabemos qué es pero que es mejor no pensar porque causa miedo. El miedo a algo. Miedo a…


La gloria del mexica era no tener miedo a la muerte, la muerte, esa parte oscura del hombre, esa raíz del hombre que llega hasta la Región de los muertos, esa parte oscura de la luna que interpela su pavor, esa parte oscura de la tierra que interpela su mortalidad., polvo del polvo.

Todo en la tierra está proyectado al fracaso, esa es una verdad difícil de comprender, es una verdad necesaria que no tiene que ver ni con el pesimismo ni con el optimismo.

Es una verdad divina.

raymundo rosales villegas -


Como una plantita, como una hierbita...

raymundo rosales villegas -

La diosa Coyolxauhqui nos ha descubierto, ella ha sido la que nos ha descubierto a nosotros mismos. Pero, qué nos parece decir la diosa al descubrirnos:

“Qué no saben quién soy… busquen, indaguen, vayan, en los códices, en los montículos,… porque estoy en todas ‘partes’.”

Vamos a ver si podemos ir paso a paso. Si partimos de que la existencia es un solo evento podríamos quizá, comprender que ‘es’ lo mismo.

Calurositos estábamos adorando a Dios, ese Dios de origen judío que occidente sembró por todo el mundo, como pulgas.

Después de los griegos, después de la gran Roma de César, occidente adoptó al Dios judío; siendo así, la historia, la metafísica, la filosofía, occidente, siguió esa la senda. El Dios de los judíos llámese como se llame, pasó a ser fundamento, causa, origen, etc. para todos los pensadores que determinaron su estructura, su forma y contenido. Es decir, como ahora nos llega: testigos de Jehová, católicos, mormones, evangelistas, cristianos, la casa del séptimo día, etc., etc., etc., que nosotros a la vez lo adoptamos por tradición. Aún los que se dicen ateos tienen maneras de ser que no son ajenas a los que supuestamente sí profesan, aunque no quieran o crean son parte de la tradición cristiana. Desde la filosofía, todas esas sectas occidentales, incluido el catolicismo, tienen el mismo origen. Un fundamentalista, en cambio, tal vez sí nos parezca un poco distante.

Ahora, ese Dios no sólo es el ‘más allᒠde la religión occidentalizada judía o cristiana, sino también es el ‘más allᒠde la ciencia; la palabra Dios fue, desde la filosofía, el fundamento de la justicia, el fundamento de la realidad, el fundamento de las categorías y de la razón. Por ejemplo: la objetividad. Se pone al hombre y al mundo como algo distinto, se pone al hombre y al mundo como algo que se junta, etc. esta versión de “Dios”, a propósito, tiene gran éxito en los llamados países Inglaterra y Estados Unidos o, como les gusta llamarse, América.




1. “Primero” (todo es parte de lo mismo) el mundo griego, la filosofía y la poesía conjuntas: Heráclito y Parménides. Sófocles y Esquilo.

2. Pero, todavía en el mundo griego, la filosofía y la poesía pasa a ser asunto de dialéctica y comedia. Siendo así, el asunto de la verdad, del hombre, del ser, toma la senda de la Razón, lo que el fantasma de Sócrates llama dialéctica, lógica; lo que Platón llama idea; lo que Aristóteles llama animal racional. Con esto se patentiza un “Dios”, o al menos así se comprendió, no sabemos si se debió al tipo de hombre que venía. Seguramente que sí.


3. Entonces, como unos verdaderos sofistas, los romanos adoptan a los griegos, se inspiran en los griegos, ‘usan’ el lenguaje y como todo un imperio moderno crean instituciones, derecho civil, carreteras, etc. (aunque no todos).

4. Llega Jesús de Nazaret y aplasta a Roma. Su doctrina de la ternura seduce como un sofista a los romanos y a sus problemas. Pero, la historia de occidente adquiere el mismo matiz que se venía dando con los Sofistas, con el fantasma de Sócrates, con Platón y con Aristóteles. Es decir, persiste el mismo “Dios”.

5. Dios, la edad media, Agustín y Tomás, razón y fe, seudociencia.

6. El hombre, ciencia, modernidad, Descartes, Kant, Hegel, seudocristianismo. Pero, aquí pasa algo extraordinario: “la muerte de Dios”. Lo que existe, si existe guarda el sello de la muerte. El “Dios” que se había patentizado con el fantasma de Sócrates, Platón, Aristóteles, increíblemente ha muerto. Un filósofo que quedó loco fue el ave mensajera de tan terrible noticia: Nietzsche. Pero, cómo, así nada más y de repente?

7. La época del nihilismo: el más allá que nos consolaba, el progreso que nos aseguraba, la ciencia que todo curaba, todo ello se desmorona. Ahora, cada quién tiene un dios particular, pero ya nadie desea mover montañas. La ciencia y tecnología sirve para lo que sea, todo es un negocio, todo se disecciona: se le levanta la falda a la naturaleza sin miramientos para estudiarla con un bisturí y una lupa, con una maquinita. Y, el calentamiento mundial no es capaz todavía de detener a la maquinita.

8. Cuando el loco de Nietzsche anuncia la muerte de Dios, dice: ‘Dios ha muerto y lo hemos matado nosotros’. Esto quiere decir: por un lado que nosotros hemos ‘utilizado’ el lenguaje para crear mundo, utilizarlo como una herramienta para expresar algo como si fuera el ‘yo’ o el sujeto algo ajeno al mismo lenguaje. Como si por un lado un sujeto y por otro un objeto: el lenguaje.

9. Por otro lado, quiere decir que, esto de ‘utilizar’ al lenguaje para crear mundo ha acabado ya. Ya no más. Lo que comenzó con Platón HA CULMINADO. Lo que Nietzsche y Heidegger han descubierto es que la verdad es algo que está oculto y que el hombre no puede crear arbitrariamente un mundo. Parece ser que esto ha llegado a su culminación, es decir, ha acabado, todo lo que resta de ello es mera inercia.

10. Necesariamente se vuelve hacia atrás, al quedarnos con nada, con la mentira del paraíso, con la mentira del progreso, todavía en la ‘en la inercia’, volvemos nuestros ojos a la última llama de lo originario. Por eso podemos decir que los hombres de la época somos la inercia de lo que ya no es y, por otro lado, somos eso que comienza pero que ‘todavía no es’.


11. Con la muerte de Dios nos comprendemos como la inercia de lo que ya no es y, por otro lado, el inicio de lo que ‘todavía no es’. Este comienzo es la ‘fórmula’ del señor Heidegger que dice, parafraseándola: ¡dejad que las cosas vengan a nosotros! Y pongámoslas en consideración. Esta ‘formula’ está dicha en aquel sentido que ya hemos estado insistiendo: el acontecimiento. Habiendo roto con el idealismo de Platón o con la fórmula o la estructura moderna sujeto-objeto de Descartes, hemos roto también con la comprensión típica de la verdad como correspondencia que hasta en el mundo cotidiano estaba expresa.
12. Cuando los poetas, como nuestro ‘príncipe Nezahualcóyotl’, poetizan, son llamados por el sol, o como Quetzalcóatl antes de transfigurarse en la estrella de la aurora. El rey, ‘serpiente emplumada’ no sabe porqué, sólo es llamado. El semidiós tiene que ir a adquirir saber a la Tierra del color Rojo. ¡Debo ir!, dice al mago, ¡soy llamado! De la misma forma el lenguaje originario, no sabemos porqué nacen las palabras como desde nuestro interior, pero ese interior sólo es una manera de hablar, como el interior del cielo, porque no es que si se encuentre ante los ojos. También por ahí apelamos al poema del príncipe chichimeca: ‘Percibo lo secreto, lo oculto’, este percibir refiere a aquello oculto que no se nos descubre tan fácilmente: la muerte, el dolor, y el amor, son determinaciones del ser del hombre que ni el cristianismo, ni la ciencia, han podido hablar de él originariamente. Esa parte oculta de la verdad se ha olvidado, dice el filósofo más grande del siglo XX, Heidegger. Esa parte oculta de la verdad está puesta sobre la mesa para reflexionar-poetizando sobre el ser del hombre en la tierra. Parafraseando a un poeta azteca: ‘Como si sólo entre las flores te buscáramos’, aquello oculto es aquello que llama, aquello a lo que pertenecemos: la Región del misterio. Lo oculto del lenguaje es sustancial y ya llegará quien dedique su vida en ello.





13. Hemos referido la historia de los griegos, pero pudimos haber comenzado desde los Aztecas. A ellos son a quienes los dioses abandonaron, con la ‘Malinche’ comienza la hora de la oscuridad y el olvido del poetizar, ese lenguaje cotidiano. Recordemos que nuestro lenguaje está atravesado por la existencia griega. Sólo desde él podemos acercarnos a los aztecas. Pero recordemos otra vez que sus poemas hablan como a través de nosotros.




14. La época de la oscuridad, la época de Coyolxauhqui…

raymundo rosales villegas -

Con agua riego las flores,
sólo prolongo mi dolor,
sólo prolongo mi muerte,
¡Se secan las flores en la tierra!

raymundo rosales villegas -

En época de oscuridad, donde la diosa Coyolxauhqui y sus 400 hermanos han abrazado a la tierra entera, los hombres no son dueños de un rostro y un corazón. El hombre se ‘sacrifica’ él mismo a la diosa de la noche; sin dioses y abandonado a su querer humano demasiado humano él mismo se precipita al recipiente lunar: un espejo que refleja su propia desgracia. Un espejo ‘humeante’, una imagen de un hombre ‘incompleta’, desmembrada, como Quetzalcóatl en su momento: un hombre feo, borracho, viejo. Un hombre-conejo que no se deja atrapar por las huellas de lo sagrado, que corre voluntarioso a los brazos de la noche. Y según una viejita sabia: el ser ‘conejo’ es el destino del ser del hombre.

Pero el hombre no es capaz de mirar su propia oscuridad. La oscuridad de la estrella de la aurora, la oscuridad de la luna, la oscuridad de la tierra. El hombre mismo se decapita y se arroja desmembrado hacia el suelo, ‘vencido’ por su propio destino. Es él mismo prisionero, cautivo, vencido, y sacrificado.

Sólo hasta nuestro tiempo se nos ha develado la diosa luna, “la de los cascabeles en las mejillas”, su desocultamiento no es una coincidencia no es un azar. Pero este acontecimiento no es ajeno de aquel acontecimiento que hizo posible el surgimiento de El pueblo del sol. El imperio azteca no es como cualquier otro imperio, la poesía fundante de su pueblo permanecerá mientras el mundo sea mundo, no es sólo una cultura ‘más’ entre otras descrita por la antropología tradicional que no hace más que encontrar datos, información, etc., misma que termina en un cúmulo de proposiciones ‘historizantes’. La historia es más que lo que hoy llamamos lamamos logos , la historia es aquello que se apropia, y que hace comprender el sentido esencial del ser del hombre. Que la diosa se nos haya develado en su esencia significa por un lado comprendernos como aquel hombre sacrificado que no tenía sangre ni corazón. Por otro lado, los hombres sin dioses nos hemos dado cuenta que hay algo que falta, eso que falta es aquello sagrado que oculta la diosa Coyolxauhqui con relación al corazón del hombre. De la diosa sabemos cómo, furiosa, quería matar a su propia madre y cómo, con una serpiente de fuego, fue impedida y decapitada por su propio hermano. Es un evento, sin embargo, que ‘justifica’ todo dolor, santifica la existencia. La diosa luna es terrible, pero, como todos los dioses, divina. Por tanto, un evento de esta magnificencia es un evento trágico. Es un evento que para verlo se tendría que no ser cristiano, es decir, ni a misa, ni al rosario, ni a la boda, ni a los quince años, ni al bautizo, ni de broma, ni por sociabilidad, ni por compromiso, ni por nada. Significaría resolverse en la existencia misma, es decir, con la muerte, con el dolor, con el corazón, en una palabra, con la verdad.


Mientras no nos apropiemos la historia misma, los aztecas, principalmente, sólo serán vestigios antiguos de lo que un día fue, sólo será una cultura más que suena muy interesante, pasada. Sólo será un lejano recuerdo del que los mexicanos se sienten muy, pero muy orgullosos. Cuando la historia se apropia se va del futuro al pasado, del pasado al futuro. Pues, cómo es posible enarbolar a los antiguos aztecas nosotros hombres desperdigados por el piso, nosotros hombres sin dioses que no están prestos a lo sagrado.

El único tesoro que nos heredó el último emperador azteca Moctezuma fueron las flores y el canto, para desenterrarlo tenemos que leer desde el futuro lo que ha pasado, es decir, comprender lo que un día nació, emergió, como una flor: la grandeza de un pueblo histórico, por tanto lo que un día fue está delante de nosotros dentro de lo posible. Los hombres actuales no conocen nada sobre el dolor, ni la muerte ni el corazón.

La poesía azteca va más allá de lo que muchos podrían pensar, no se trata de retornar a adorar el sol sacrificando hombres, se trata de comprender lo que significa destino.

raymundo rosales villegas -

Qué pasa.
ay, una mujer,
Se le mira la pierna,
ay, la otra pierna
Se le muestran sus pechos
Su espalda,
un brazo,
ay, otro brazo,
ay, sus ojos,
ay, sus labios…
su aroma…


Qué pasa.
muchos atavíos,
quiero acariciarla,
quiero tocarla,
¡ay! sangre,
Aquí,
allá, atrás,
¡ay, la muerte!,
la desgracia.
Una mujer,
son dos cabezas de serpiente,
entre ellas se muerden,
confunden,
Una mujer,
se maquilla,
es una sonaja para el hombre.


Coyolxauhqui es una mujer desnuda, su aliento nos seduce, nos muerde, nos engulle, parte por parte... Acaso hay alguien que no haya escuchado jadear a una mujer. La diosa luna respira agitadamente por su boca. Pero todas sus caricias, cuando a ellas estamos ‘vencidos’, abandonados, nos prometen desgracias. Detrás de de la diosa, se nos asoma la muerte… anda, ¡acércate!


raymundo rosales villegas -

La luna es un espejo. El hombre un reflejo. El reflejo es un ‘conejo’. En época de oscuridad, es decir, en la época en la que los dioses han huido, los hombres se reflejan desmembrados: el hombre no atiende el derecho sagrado de los dioses. Eso es todo.

Sólo se alcanza a vislumbrar acaso un poco el hombre azteca cuando hemos roto de una manera determinante con el cristianismo y el cientificismo moderno. Decimos determinante porque en nuestra época mundialmente las religiones y las ciencias se relacionan para darse un sentido, están ávidas de ello.

Por un lado el cristianismo dirige su mirada al ‘más allᒠy por otro lado el cientificismo marca la ‘objetividad’. Los dos aspectos marcan algo insólito: el ‘más allá’. La objetividad lo marca en el sentido de que separa el mundo del hombre. Tiene la creencia ‘inmadura’, o ‘infantil’ de que el mundo puede existir aunque no existan seres humanos, es decir: la ciencia sostiene que el mundo tiene o puede tener existencia independientemente de los seres humanos.

Con base a experimentos, pruebas, resultados, investigaciones, métodos, conclusiones, etc., la ciencia especula el origen del mundo o de la vida. No se da cuenta que puede referir a esos experimentos, resultados, etc., sólo gracias a que ‘ahora’ ya existe el pensamiento científico, pero que para que existiera el pensamiento científico tuvo que haber ocurrido ya que el conocimiento científico haya surgido en la existencia. Es decir, por miles de años el hombre de distintos lugares de la tierra ha hecho experimentos que ahora es posible llamarlos ‘científicos’. Los chinos, los mayas, los egipcios, etc., decimos que hicieron grandes logros o que ya conocían ciertas cosas que los hacen ver como civilizaciones avanzadas. Sin embargo, ninguno de ellos impuso lo que hoy un científico podría decir que es la ciencia. Los únicos a los que se les develó la necesidad que oculta el mundo han sido a los griegos. Grecia es la cuna de la mundialización, de la occidentalización del mundo, es decir, del mundo de la técnica.

Pues bien, si existe lo que hoy llamamos ciencia es gracias a que en algún momento ocurrió. No es ninguna casualidad que todos los países del mundo hayan establecido en ellos mismos la estructura occidental: sus instituciones, sus métodos, sus enseñanzas, etc. El camino de la ciencia no debe comprenderse como evolución, sino como acontecimiento. Es posible que se diga que el hombre actual es más evolucionado que Pitágoras o Platón sólo porque el hombre actual ha inventado el celular, las naves espaciales, o las bombas de nitrógeno, pero eso es un error esencial: en los griegos se develó el pensamiento gracias al cual nosotros nos comprendemos (el logos) ―no se piense que tenemos una estructura científica o unas categorías en nuestro mundo o en nuestra cabeza. Por primera vez surgió en Grecia un pensamiento que violentó a los años futuros a los que nosotros llegamos. No fue, como se suele decir, ‘poco a poco’ que hemos avanzado en el conocimiento hasta nuestra época. Sino que de momento surgió, y sólo así puede surgir la historia. Pensar así es pensar.

Los griegos inauguraron el pensar tal como hoy día se ‘percibe’ en el mundo (sólo que de distinta manera). Cuando nosotros llegamos al mundo ya lo había inaugurado Grecia. No fueron los chinos, no fueron, los árabes, no fueron los egipcios, no fueron los mayas, etc., a pesar de que podríamos decir, visto desde la evolución, que ellos eran avanzados en algunas cosas. Gracias a lo que ocurrió en Grecia es posible en la actualidad especular sobre el origen de la vida o demostrar que las aves guardan su origen los dinosaurios. La ciencia en nuestros días es la misma que los griegos inauguraron, sólo que de distinta manera. Los griegos violentaron a la necesidad misma que los sometía y violentaron la necesidad miles de años al futuro, y nosotros somos ese futuro…

Es bastante difícil hacer comprender esta ‘postura’ ya que, si algo nos impide comprenderla, es nuestra tradición católico moderna del mundo (aunque no seamos católicos parece que sólo por tradición, traición, o estupidez lo somos). Para comprender a los griegos primeramente se tiene que querer ‘comprender’, no neciamente aferrarse a lo que ya se sabe. Porque lo que ya se sabe es lo que determina nuestro comprender, y si no se quiere romper de raíz es inútil todo diálogo profundo. Tenemos que querer y, ya queriendo, esperar para ver si podemos dar a luz…

Lo que sucede con los griegos es que éstos impusieron cierto ‘debate’ sobre el conocimiento que nadie en el mundo pudo hacer, es por eso que si la historia tiene un comienzo sólo lo puede tener en Grecia. Si, por ejemplo, en la actualidad los chinos toman el lugar o el poder de los Estados Unidos y sigue con el capitalismo, no habrá diferencia entre occidente y oriente. El mundo tomó el carácter griego y no lo pudo evitar porque está escrito con la tinta de la necesidad. Para que se entienda: la necesidad es un poder que está por encima de lo que los humanos podrían llamar necesidad, ley, objetividad, etc. Aunque ya se sabía, T. Kuhn ha referido que la ciencia obedece sólo a paradigmas y sólo obedecen a su propia lógica, holismo.

Lo único que nos diferencia a los hombres de la época con los antiguos griegos es que nosotros amamos la seguridad, el deleite, el poder, la estupidez, lo pequeño, etc. De ‘esto’ es de donde nos inspiramos para nuestro hacer con el mundo. Por su parte, en Grecia el pensar mismo nació de una indigencia y ala vez de una superabundancia ‘extrema’. Los griegos antiguos tocaron a la necesidad misma que violentó a la misma historia, la violentó al grado que la pudo llamar historia, no es una casualidad que nosotros usemos la palabra historia. El pueblo de Grecia, dice Nietzsche, un día lo conquistó. Es por esto que cuando se remite a los griegos como ‘fundadores’ de la historia de occidente, no nos estamos refiriendo a una postura más, por ejemplo diferente de los chinos o los árabes, sino que nos estamos refiriendo a lo que “es”.

Ahora bien, la existencia griega atraviesa al mundo entero. Determina, por ejemplo, nuestra manera de acercarnos a los aztecas, nuestro cristianismo y modernidad nos impiden a la vez acercarnos no sólo a los griegos (del cual dependen estos), sino a los aztecas mismos. Los griegos y los aztecas han salido a luz como pueblos históricos que han alcanzado por primera vez la verdadera grandeza. Fue necesario, es necesario, y será necesario el nihilismo, porque sólo por el nihilismo es posible o ha sido posible alcanzar un inicio.

Ese inicio, para México y para el mundo, se llama: poesía azteca. Nuestro futuro depende de ello, ya que nuestro futuro mismo se delimita con base a lo originario y lo originario que es la poesía azteca. Lo originario es la base, pero esa base a la vez tiene otra ‘base’: la nada, el mundo de los descarnados, la mortalidad, la menesterosidad, la niebla. La existencia tiene dos rostros: el de la carne y el descarnado. Si comprendemos eso, es porque comprendemos que el evento de la muerte nos sobrepasa, por tanto la existencia es aquello a lo que estamos destinados y, siendo así, la existencia es la propia muerte, por eso nuestro destino es existir o morir que es lo mismo. La muerte se vive, la existencia se muere.

Lo que abre, abrió, abrirá, la llave del nihilismo es, no sólo una desvalorización de valores tal como la refiere el pensador Nietzsche, sino a un comprender que esa desvalorización es de nada, al comprender que era nada, entonces el absurdo se torna con color porque nos hace remitirnos a lo auténtico, que no tienen que ver con la religiones o a la ciencia o a algo parecido. Lo auténtico o lo originario es como nosotros: existimos paradójicamente para morir. Somos, pero ya traemos con nosotros la nada. Somos y no somos a la vez. Nuestra raíz de la existencia alcanza hasta lo más profundo: la Mansión de los muertos.

Al comprender que el cristianismo y la modernidad son puros malentendidos y que no hay porqué sentirse angustiados ya que ni hay paraíso ni hay progreso, respectivamente, entonces no hay más que remitirnos ‘necesariamente’ a la poesía porque sólo la poesía marca nuestros límites como seres que habitan en la tierra. La poesía es el lenguaje originario donde el hombre se llamó por primera vez hombre, donde los dioses se llamaron por primera vez dioses. El canto guarda la raíz esencial del hombre con los dioses, del hombre consigo mismo, del hombre con el hombre, del hombre con el mundo. Si lo no tomamos en consideración, es porque por nuestra propia cuenta nos sumergimos en el chile.

Tal vez sea una exageración, esto de exaltar o de corresponder la existencia griega con la azteca, y remitirlas al sentido trágico de la existencia, pero, así está dispuesto. Decir que, la historia de Grecia es la historia del mundo, sólo es referir a la existencia que se descubrió o surgió por primera vez en la poesía y la filosofía. Es sólo referirse el existir mismo. Es por eso que la poesía azteca o la poesía griega, de algún modo y desde ellas mismas, tienen en cuenta no un país o una región sino al hombre sobre la tierra y bajo el cielo. La poesía de los aztecas es una poesía originaria y, sólo por eso, es una poesía necesaria. Es decir: está llena de futuro.

Que nuestros proyectos se midan considerando la Región de los descarnados y la Región de los divinos, porque sólo así el hombre hace justicia con su ser en la tierra. Si consideramos nuestros proyectos sólo en el tiempo ínfimo en el que posiblemente vivimos (que son como 100 años exagerando), no cosecharemos más que lo que se ha cosechado desde la huida de los dioses, con los griegos desde los presocráticos o los poetas trágicos Esquilo y Sófocles, o con Moctezuma y los poetas aztecas: sólo amargura, indiferencia a lo divino, culto a la nada, a la niebla.

Nos proyectamos desde nuestro futuro, y lo que vemos es a un hombre siendo hombre y lo sagrado guarecido por su secreto siendo sagrado.

raymundo rosales villegas -

Es absurdo que se hable de la grandeza del pueblo azteca y no existan seminarios especiales: I, II, II, IV, V, VI, VII Y VIII, de poesía azteca en filosofía, en tronco común, en antropología, en danza, en teatro, etc. Enarbolamos a los ‘antepasados’ y no somos capaces de comprenderlos ni siquiera un poco. En prepa o bachilleres, que las calaveritas sean mejor poemas recitados.

El hombre ‘se vuelve’ de nuevo a la tierra, donde sólo una vez se vive, o se sueña que se vive. Hemos dicho que es una degradación de los poemas aztecas las ‘calaveritas’ famosas, sin embargo ahí están, como los danzantes… Estos van a las iglesias, conceden fiestas religiosas cristianas, por qué, no sabemos. Es inútil tratar de enseñar lo que los poemas intentan decir. Cuando comprendemos lo esencial del lenguaje poético lo que menos tenemos que intentar o desear es querer cambiar el mundo. Cuando se tiene este deseo revolucionario (latinoamericano, marxista, humanista, católico, socialista, existencialista, idealógico, científico) se echa todo a perder. Porque precisamente lo que nos muestra la poesía es un lenguaje originario, es decir, un lenguaje que por primera vez determina la situación del hombre en la tierra, no un lenguaje autoimpuesto, como nuestra gramática moderna que calcula, disecciona, objetiva, especula; y que está a punto de devastar la tierra, aunque de esto todos hagan caso omiso. Cómo es posible que la ciencia y la tecnología no descansen en su tarea de destruir el mundo. Ni los hombres mismos podrán evitarlo porque, decimos, están determinados por la tradición, por el espíritu de salvación, de investigación: no hay ningún problema que el hombre crea o no crea en un Dios, por, ejemplo, mientras se dedique a lo científico. El ‘hombre’ no importa, todo lo que es un hombre se olvida cuando las investigaciones, el método, los resultados, las publicaciones, los enlaces, etc., etc., se llevan a cabo.

El lenguaje se mueve; si hay por ejemplo una o muchas contradicciones en lo que hemos dicho, lo importante es no intentar debatir para refutar, sino intentar comprender de lo que se trata. Si decimos, por ejemplo, que los científicos meramente ven lo “material”, lo que se puede medir, calcular, apoyar, etc., no nos estamos refiriendo a esa vieja oposición entre lo material y lo espiritual, esta dicotomía ha pasado a ser “superada”, en el sentido de que uno ya no se comprende ni en la objetividad científica ni el ‘más allᒠcristiano. Si usamos las palabras materialmente, materia, etc., sólo es para darse a entender, es decir, que el lector no se pierda y sí se imagine tan siquiera un poco de lo que se trata. Nosotros lo estamos intentando. Aunque seamos modernos, somos católicos, no podemos evitarlo, sin enbargo…

Hablando de contradicciones, el lenguaje poético lo único que nos enseña es a escuchar, a hablar, ha dialogar, a diferenciar. Realmente nos pone en nuestro lugar porque es un canto prestado, del todo nos vamos. Sólo los cantos permanecen. Nosotros morimos.

El lenguaje poético nace como nace una flor, brota como brota un fruto, inspirado por una necesidad que determina todo saber o conocimiento humano. El lenguaje poético comprende a la verdad como acontecimiento, no como conocimiento.

Coyolxauhqui nos descubre en su noche, sin embargo, Coyolxauhqui es una diosa, terrible, como la tierra, pero una diosa al fin. Es por ello que la noche en la que estamos sumergidos nos marca el residuo divino de la existencia. Por tanto, la noche de Coyolxauhqui, es la noche sagrada de los dioses huidos. Esta noche sagrada es nuestra.

raymundo rosales villegas -

Hay algo que es importante decir. Tenemos que tener muy en cuenta cómo se percibe la palabra dios, oro, puercos, mundo, tierra, cielo, etc. ¡Solo hemos venido a vivir una vez! No es cierto, no es cierto, que vinimos a vivir en la tierra. En la tierra no hay felicidad, sólo hay pavor, y lo más pavoroso de lo pavoroso es el hombre. El hombre no es nada o más bien ‘es’ nada, desde la nada comprende su ser como ser mortal: el pasado, el presente, el futuro, son inciertos. La única verdad que se muestra a nuestro ser es que vamos a morir, pero de nuestra muerte nada sabemos, es decir, no podemos morir y después hablar de ella… Nos sobrepasa.

La ‘verdad’ no es un hecho, una explicación, o una correspondencia, la verdad es un acontecimiento, como lo que ya habíamos dicho sobre cómo, desde que se nace, se está presto para morir. Todo lo que acontece supone una decisión de culminación. Desde que nacemos, nacemos con la muerte. Morir tiene que ver con nuestro inicio. Si nacemos mortales, lo único que hacemos al morir es culminar lo que desde su inicio comenzó. Igualmente la historia, la historia surge, decíamos, como una planta, como un hijo del vientre de la madre, etc. El acontecimiento es venir a la existencia desde la nada. Es decir, lo que sucedió ya sucedió, según la necesidad. Es muy fácil perderse por estas vías del pensamiento, erramos, erramos, y lo que queremos es sembrar, dar a luz, o hacer dar a luz, cosechar.

Decíamos que la ‘verdad’ no es un hecho, o correspondencia, o enunciado, sino un acontecimiento. Y como acontecimiento la comprenden los poetas aztecas: “dicen que lo que es verdad no es verdad”. Es decir, la verdad siempre es un evento que se oculta y a la vez se desoculta. Lo divino se esconde, sólo se muestra en las flores pero buscando entre flores nada hay. El sentido trágico de la existencia implica la dualidad de la verdad. Por ejemplo, hemos referido la tesis de que Coyolxauhqui impera sobre la voluntad humana. Tenemos que hacer un esfuerzo para no comprender a los dioses desde nuestros prejuicios bien y mal del cristianismo. Es difícil porque no sabemos cómo o qué.

La diosa es, como los dioses, arbitraria. No está de parte del típico hombre bueno, aquí no estamos hablando del cristianismo. Sino de poesía. Es por eso que, cuando decimos que el mundo se llena de oscuridad no tiene nada que ver con el ‘diablo’, sino con la determinación del hombre en la tierra. Y, sobre ello, los poetas lo dicen ‘necesariamente’.

Van a tardar siglos antes que la poesía determine los acontecimientos de la historia. Nuestro trabajo, por tanto, es un proyecto que nunca acaba, el proyecto es llegar a ser, qué importa si es de aquí a 1000 años, nuestro futuro podemos verlo ahora: des-ocultándose la noche. Por un lado la diosa se nos descubre, por otro lado la diosa se nos oculta. La luna es como la verdad, una mujer. Se nos descubre como un monolito, una escultura, una pieza arqueológica que revolucionará la historia, etc., y se nos oculta de la manera en cómo los aztecas la adoraban o cuál era su rito, etc., pero parece ser que estas apreciaciones tienen que ver con nuestra formación moderna. Sinceramente con ellas nos acercamos muy poco.

Cuando vemos a los aztecas con nuestro ojo moderno echamos todo a perder. Nuestra gramática no puede ver más allá del ver, oír más allá del oír. Cuando abordamos el problema desde nuestra perspectiva moderna, lo único que decimos es que la cultura azteca es una cultura más entre otras y que tenía valores universales y maravillosos. De ahí, se intenta reconstruir lo que creemos que pasó siendo lo más objetivos que podamos.

Pero, ¡como decíamos! el asunto es el hombre sobre la tierra y bajo del cielo, es la existencia, es la verdad, es lo divino, es la muerte, es el dolor, es la amistad, es el diálogo, es el sol, es la noche, es el viento.

Cuando la diosa de la noche se nos descubre, sucede como con la mujer, como con la verdad. ¿Cómo se nos desnuda una mujer? Podríamos decir que de muchas maneras, pero la originaria es ‘el canto y la flor’. En nuestros días el hombre no sabe conquistar, sólo sabe hacer simples negocios con su vida. Igual la mujer, no quiere ser conquistada quiere ser comprada. La mujer, en nuestra época, es “voluntariosa”, es decir, quiere el mando, quiere determinar, quiere decidir. Por su parte, el hombre cae en el cansancio y en la vorágine de sus “neurosis”, de su ciencia, de su diversión. La neurosis es una enfermedad moderna de berrinches mujeriles, el hombre es algo parecido a una “gatita gruñona” y a veces vengativa. El hombre tiene carácter femenino se comporte como se comporte. Y mientras lo femenino determine los asuntos del mundo, el hombre se hallará en la oscuridad.

¿Cómo se mueve la diosa luna, cómo se mueve la noche, al viento? En época de peste, como la nuestra, con cantos, con flores. Para que la luna ‘hable’ tendríamos que descubrir el canto. La poesía es lo más común pero la hemos olvidado. La poesía es nuestra lengua primitiva, creció como una flor, involuntaria, sólo bajo las resoluciones de la necesidad. La necesidad obra cuando tiene que ser, no cuando actuamos voluntariosos queriendo mostrarnos como fuertes, determinantes, de mucho carácter, como nuestros padres, etc., siendo esto, somos un hombre moderno, el hombre moderno es aquel que ‘tiene el su mano al universo’, el que, manipulando la materia, ‘crea’ vida, el big bang, etc. Altanero fue, pero el tiempo lo pone en su sitio, según la necesidad ―esto último lo aprendimos de los griegos y de los aztecas.

La necesidad mueve hasta los dioses mismos, y el canto nace con la misma necesidad con la que nace una flor, imperceptible, lento, como el caminar de la paloma, invisible, como el viento, impalpable, como la noche.

Sin embargo, para que eso suceda tendrán tal vez que pasar muchos siglos, que en el tiempo son días, instantes. El hombre de la época está aturdido.

Lo originario: la poesía, el evento. El errar: un destino, los españoles, el cristianismo, lo abominable. La necesidad: la ciencia, un ateo, un voluntarioso. Si más o menos entiendo, la época moderna toma el lugar del Dios cristiano. El hombre moderno hace gala de su poder y conquista la tierra. Conquistar es un término muy delicado, por eso mejor destruye o devasta la tierra.

Al caerse el cristianismo en esta época de la técnica, surge el moderno imperando con sus máquinas, esas máquinas relativizan los rostros, los corazones. Es cristianismo los homogenizaba, absolutizaba. Pues bien, la moral cristiana era una catástrofe para la existencia. Si de por sí, la tierra es un lugar de mucho dolor, y luego todavía como cristianos inventamos un infierno…

A lo que voy es a que el hombre moderno ha sido necesario para acabar contra el cristianismo y así pensar en la chance de un proyecto poético pensante, como el de nuestro príncipe trágico Nezahualcóyotl y su ‘dios desconocido’. Pero, comprender a la modernidad como un evento necesario para sustraerse de la doctrina judía o platónica, es un movimiento, vale decir, en el que puede estar en riesgo la humanidad entera. El hombre moderno se arroja a la conquista de la tierra o del universo entero, pero en esa conquista también es posible una devastación mundial, que es lo más lógico.

Como católicos modernos, hemos matado al catolicismo. Creíamos en un dios del ‘más allá’, sin sufrimiento, sin muerte, etc., pero, ahora eso ha pasado. Ya no tenemos ningún Dios y sólo ‘tenemos tiempo’ para la central técnica o económica que nos manda. Al caerse ese Dios cristiano, como modernos estamos resueltos a conquistar el cielo y la tierra. Pero, cuando decimos cielo nada tiene que ver con lo divino, el cielo para el hombre moderno sólo es un lugar para sacarle provecho o para sentirse bien, o para objeto de estudio. Pues bien, este hombre sin Dios ha sido necesario para librarnos por fin del cristianismo, un cristianismo que no daba señales de caducidad. Este hombre es al que nos referimos cuando decimos que anda torcido haciendo de la vida un negocio, o sea, todo lo que hacemos nosotros diariamente. Este hombre ha roto con el cristianismo y en eso tiene su bendición, pero, la tarea que nos proyecta lo poético es grande. A lo mucho que podemos aspirar habiendo matado el cristianismo, es a ser, como decíamos, unos PITZOME, es decir, ‘unos puercos de la tierra’. Es decir, es mejor, en todo caso, ser unos puercos de la tierra que unos seres artificiosos que nada tienen que ver con la existencia. El cristiano refiere todo “lo contrario” a la poesía pensante de los aztecas o los griegos. El católico o cristiano está proyectado hacia un paraíso, la vida eterna y la paz. Por su parte el hombre moderno está inserto en el poder que extiende sobre la tierra, su querer es ‘voluntarioso’, pero ya no refiere un mundo más allá, su ciencia también nació de los griegos pero desde el error. Así, pues: ¡que importa -dice Zaratustra- adelante! Si el precio que se tiene que pagar es ser un puerco de la tierra el hombre moderno lo está haciendo al pie de la letra: se revuelca en el lodo pensando que son riquezas. Dice el pensador Nietzsche: Jugamos con la carta de la verdad, la humanidad puede estar en juego, pues, ¡adelante!

nota bene: la verdad es como la raiz de de un árbol, el árbol es sostenido por algo que no está ante los ojos.

raymundo rosales villegas -

¿Qué quiere decir: ¡Coyolxauhqui me eligió a mí!?

Sin duda podemos decir bastante, pero una de las cosas que podemos referir es preguntarse quién es Coyolxauhqui en esta época de penuria, ¡…porque somos menesterosos! dicen los poetas.

Recordando, lo más o menos cercano. Uno es recordando a Moctezuma cuando le dice a los enviados de los dioses algo así: “Hace días pensaba en la Región de los muertos, pero ahora tú has llegado de entre la niebla, de entre la noche”.

La luna, en una de sus infinitas fases, le arranca el rostro, le arranca el corazón al hombre en la tierra. Este hombre está entregado a los apetitos de la noche.

Yo soy un destino, en el caso de que Coyolxauhqui me haya elegido a mí, porque soy un poseído, como un hombre “conejo” que va por donde él quiere. Como un hombre que se evade él mismo de lo divino. Si quiere jadear, jadea; si quiere estudiar, estudia; si quiere contestar el teléfono y trabajar horas extras.

Otra es aquel hombre que da la noticia y que viene del la costa: sin orejas, sin dedos de los pies…

Como un incompleto, como un destazado…

¡Cuidado con lo que decimos!


Aunque ya en lo que hemos escrito hemos referido algo muy distinto de esto…

Mtro. en Filosofía: raymundo rosales villegas -

En verdad que la diosa luna: “La de los cascabeles en las mejillas”, no la descubrió ningún hombre, ella misma nos descubrió en su noche, en la-noche-del-mundo-de-las estrellas.

¡No hay nadie, no hay nadie! –grita alegre el dios Tezcatlipoca en la encrucijada,
es decir, en la “calzada de los muertos”, donde está destinado el pasar y el estar del hombre. La calzada de los muertos es la calzada de los vivos, siendo lo mismo: el encuentro de la luz del sol y la noche de la luna. Con su luz, el sol la toma; con la luz del sol, la luna se embellece, y cuando se embellece. ¡Nos hipnotizan sus cascabeles!

La luna se da
sólo cuando el sol la toma:
y esto es el amor.




que yo sea
que tú seas
que él sea
que ella sea
que nosotros seamos
que ustedes sean
que ellas sean
que ellos sean

Amen. Amén.

raymundo rosales villegas -

Nuestro destino: ser el residuo del residuo; el superviviente del superviviente. ¿Por qué aún no estamos muertos? porque lo más terrible ha pasado ya.

¿Se me comprende?

raymundo rosales villegas -

Ser unos PITZOME, unos puercos de la tierra. A ello estamos destinados. Sin embargo este es un paso dual: al mismo tiempo, damos un paso hacia atrás y otro hacia delante. Uno hacia delante y otro hacia atrás.Ahí estamos, pareciera que no nos movemos siendo parte de todo ello.Cuando los españoles arriban a México-Tenochtitlan, el oráculo ya había hablado de ello a Moctezuma. Por un lado, la grandeza del imperio azteca estaba destinada a sucumbir, pues, desde su inicio guardaba ya en sí una decisión de culminación. El surgir de la historia misma de Tenochtitlan estaba destinada a la grandeza, pero también hacia aquello desde lo cual ella está sostenida, ‘fundamentada’: la nada. La grandeza y la ruina, el esplendor y la decadencia, la vida y la muerte, son lo mismo. Yo vivo para morir, qué absurdo. Pero, hacia la muerte nos dirigimos, la muerte es mi determinación, hacia ella corro siempre. Entonces, ¿Qué me promete el futuro? Culminar, concluir, morir. La grandeza de un pueblo histórico, el surgimiento de un pueblo histórico, está destinado a su destrucción. Pero, ¿acaso alguien no lo sabía? …nos dice el poeta trágico Nezahualcóyotl.

Por otro lado, la destrucción o culminación del imperio azteca está llamada a la oscuridad. Después de la huida de los dioses comenzó a expandirse la oscuridad por toda la tierra,… esa oscuridad tiene un nombre: Coyolxauhqui, la diosa Luna que envuelve a la tierra en la niebla. Pero, ¿cómo sabemos que estamos en decadencia, cómo sabemos que somos meramente un residuo, un simple sobreviviente de aquello (Moctezuma) que pudo emerger y que pudo alcanzar por primera vez grandeza histórica? ¿Cómo ese evento nos determina (no como mexicanos ni como de otro lugar, sino) como simples hombres en el mundo, habitantes de la tierra, hombres históricos)?

La existencia azteca, es decir, el mundo poético pensante de los hombres floreció y se secó. Lo divino se ocultó. El cofre de lo sagrado se cerró. Ya después, con la venida de los españoles se instituyó el cristianismo y la ciencia, se intentó mantener ‘lo divino’, pero ahora con un Dios que promete felicidad en ‘otro mundo’ que no es la existencia misma. Dónde la existencia de la poesía azteca, dónde la existencia de Cielo y Tierra, dónde la divina existencia. Todo se metió al cristianismo, todo se oscureció, todo se torció,…

Por 500 años nos habíamos engañado, desvalorábamos este mundo y venerábamos otro que está ‘mas allᒠde la muerte. Pero, la mentira ha caído por su propio peso. La mentira estaba llamada a descubrirse. Y la verdad se nos descubre con toda su furia porque nos comprendemos en la penuria: como seres mortales huérfanos de dioses. Como si por un momento nos comprendiéramos en la oscuridad de los tiempos y nos comprendiéramos ajenos a lo sagrado, ajenos a nuestra propia mortalidad. En la negación del paraíso cristiano y la negación del progreso moderno. Nos descubrimos en una época de oscuridad como seres mortales abandonados en la tierra, sin dioses. Preferimos el lodo, el “oro” que el maíz, dádiva y sacrificio de los dioses. Pero, ¿acaso podríamos elegir otra cosa? Lo que se decía sagrado, el Dios cristiano, no lo era, y ahora se ha venido abajo, se ha descubierto como una nada. Hasta ahora comprendemos que el cristianismo y la modernidad han culminado con la “muerte de Dios”. Sin embargo todavía andamos ‘como tontos’, dirigidos todavía como ‘almas individuales’ en las que como puercos de la tierra se tragan todo. Como puercos de la tierra (pitzome), así nos miramos.

Eso que se presentaba como sagrado (cristianismo) ahora se nos descubre como una nada, y esa nada nos arroja violentamente hacia lo que podríamos llamar: el olvido de los dioses, este olvido nos acomoda en una oscuridad, como la más espesa oscuridad del tiempo. Gracias a esta oscuridad, se presenta delante de nosotros un futuro que nos dirige la mirada, que sale a nuestro encuentro. No sé, parece que ese futuro interpela la llama del pasado. Nos dirigimos hacia allá. A ese diálogo de ‘llegar a ser’.

(como se ve, Heidegger y Nietzsche están más que invitados)

raymundo rosales villegas -

“El proyecto del templo mayor”.


Estamos llamados a escuchar lo originario que quiere surgir en nosotros. No se trata, como con Descartes (el hombre moderno que inevitablemente somos), o el cristianismo (el miedo, la hipocresía, la mentira, la sumisión), de hacer del hombre un aparato reproductivo, una máquina. Mente-cuerpo y alma-cuerpo, respectivamente. Ni interior ni exterior sino ‘lo mismo’: hombre-mundo, hombre-historia, tierra-hombre-cielo. Esta última idea se nos muestra más fácilmente si pensamos en lo que quiere decir: Dueño de la cercanía y la lejanía. Nosotros los hombres estamos determinados por una necesidad que está por encima de nuestras vanas voluntades. Como decíamos, “Solamente él, el dueño del cerca y del junto. Vana sabiduría tenía yo, ¿acaso alguien no lo sabía? En este poema tenemos que tener muy en cuenta que no se trata de un dios cristiano, es decir, de aquello que se nos ha enseñado: que “Dios todo lo sabe”, “Los misterios del Señor son entrañables”, etc. lo que sucede es que el dios cristiano sólo llama a una 'más allá' que no refiere a la existencia misma, a nuestra muerte de una vez por todas. Nos hace mentir, nos hace débiles, nos anula lo divino que es la tierra, el mundo, el cielo. Lo único divino que hay sólo puede ser en la existencia, así, podríamos decir: sólo una vez hemos venido a la tierra, y sólo esa vez tenemos oportunidad para tener contento con el dios en un mundo donde no hay felicidad.

El dios dueño de aquello que está cerca, dueño de aquello que está junto, pareciera que para él fuéramos una nadas. A nosotros “nada” nos pertenece. Nos pertenece nada, eso es lo único que tendríamos que tener en cuenta para comprender lo divino de la existencia. Tomando en cuenta ello, o sea, (como dice nuestro príncipe chichimeca Nezahualcóyotl), que “Los tesoros huma son”, es posible entonces que podamos darnos cuenta de lo que nos muestra los rastros de lo sagrado. Pero hoy en nuestra época es todo lo contrario.

El imperar de Coyolxauhqui determina la voluntad del hombre que desea y quiere muchas cosas. Sin el sol, la diosa Luna hace gala de su “esplendor vano”. El “recipiente” (como decía un antropólogo), acoge a los hombres que no están llamados a lo sagrado sino a mirar tantas cosas con diferentes rostros, a determinar tantas cosas con diferentes corazones. Estamos llamados a la técnica, a las habladurías, es decir, a lo que el “príncipe” percibía como humo. Podríamos decir: “somos humo y adoramos el humo”.

Si recordamos un poco, desde lo originario, o sea, eso que no es español, se veneraba a la vida con flores: una flor es el corazón del hombre que está llamado a surgir, a florecer, como su cuerpo; se veneraba al maíz: las hojas de la caña son plumas de quetzal, tiernas, frágiles, era el alimento divino. En el viaje de Quetzalcóatl, por ejemplo, se muestra de modo evidente cómo el maíz es una dádiva de los dioses. El maíz como un tesoro tiene un sentido divino, mientras que el oro, las plumas de quetzal, el jade, ―materialmente― humo son, son meramente tierra si no se comprenden desde lo divino o desde aquello que lo sostiene: la nada. Ahora, comprenderlos así, no quiere decir tampoco que no las queramos o que las despreciemos, como el “desinteresado” Jesucristo; nuestro príncipe o nuestro antiguo imperio azteca tenía tantas cosas y sin embargo a la vez no tenía nada. Todo acaba… nos vamos a morir, sin embargo si su poesía pensante es auténtica sobrevivirá solamente porque es una voz, un aliento, que tiene que ver con lo divino aquí en la tierra. La poesía azteca es inmortal porque es una palabra que nace desde el centro cielo, dicen los poetas. Hombres que viven entre el cielo y la tierra, o sea, entre lo divino y lo mortal: debajo del cielo y sobre la tierra. Es decir, todo lo que no nace como nace una flor está condenado a caer, como una mentira que alimentamos y que terminamos creyéndola como el cristianismo. El cristianismo es nocivamente mortal para el corazón, por eso mismo está en aprietos, ya no sabe qué hacer con un dios que era una nada y que pensábamos que era algo. Era una mentira que nos asfixiaba, que teníamos que andar cargando como una cruz hecha de mentiras y de moho.

Lo que hemos aprendido de aquello originario que nació con los aztecas es que lo sagrado está por encima de cualquier dios. Creo que “El dios desconocido”, herencia de los toltecas, todavía está por nacer, recordemos que era un proyecto del mismo poeta Nezahualcóyotl. Tenía un altar sin ningún dios, ¡pero que sin embargo era un dios! Y a esto, señores, es a lo que está llamado cualquier proyecto, uno de ello es el Proyecto del Templo Mayor. Si las universidades no lo saben pues sépanlo. El hombre está proyectado hacia el cielo, pero nuestra manera de ansiar las cosas nos determina solamente como seres que se placen de su corta existencia. Placerse de su corta existencia es atender a algo que no es nuestra esencia: la radio, la tele, el conocimiento, el dinero, la camioneta, la luz, la salud de la mamá, el entierro del tío, el cheque, en una palabra, lo que los antiguos españoles llamaban: “oro”, oro es cualquier cosa para los aztecas pues ya dijimos como el canto y la flor eran su verdadero tesoro: ¡canto que cesa!, ¡flor que se ceca! Yo os invoco… (Por favor, no está demás decir que intentemos no ver con rencor a los españoles diciendo que por su culpa fue lo que fue. Desde el sentido trágico de la existencia azteca, la culpa cristiana simplemente ‘es’ pero no existe. Entre más rencor tengamos con aquellos que también nuestros antepasados, los españoles, más cristianos somos y menos comprensibles será el sentido divino de la existencia aztecas. Los españoles no son los españoles, es decir, el poema azteca va mucho más allá: se trata nada menos que del hombre, del hombre mismo que, voluntarioso está presto a lo vano pero que no se da cuenta de ello, cree que su “oro” lo hace ser).

“Nada de lo valioso fue preciado”, cuando los españoles arribaron a México, pero no nos asustemos, en nuestra época, como modernos cristianos, somos muy parecidos. Ya dijimos que el “oro” puede ser cualquier cosa, cualquier entretenimiento que deforma nuestro rostro, que enferma nuestro corazón. Ahora que nos hemos dado cuenta que el “Tesoro de Moctezuma” no es “oro” sino oro, plumas de quetzal, maíz, puede ser que desde nuestro futuro lo descubramos. Decir que “lo descubramos” tiene a la vez su otro rostro que es lo oculto. Es decir, que tal vez nosotros no lo descubramos sino que tal vez el Tesoro de Moctezuma nos descubra a nosotros. Quien se atreva a querer encontrar éste tesoro, difícilmente lo va a encontrar, difícilmente, porque “Difícilmente da flores, plumas, a la gente, el dueño del cerca y del junto”. La palabra de los poetas estaba escrita con oro.

Lo originario a eso llama. Sin embargo el mismo hombre tuerce todo. Qué importa quienes sean, si lo españoles, si los árabes, si los italianos, si los americanos, etc., lo hombres están tentados a servir a su propia voluntad, a su propio conocimiento, a su propia necedad. Esta voluntad o conocimiento no considera nada mas que su yo terrenal, es decir, como un hombre que quiere ‘adueñarse’ de todo, ‘juntarse’ con todo. Un hombre que sólo ve las estrellas, tantas de ellas, pero que no puede ver al sol, está lleno de noche. ¡Moctezuma mirando por el espejo del ave mensajera del destino! Por eso decíamos que nuestra época es una época en la que el sol ha determinado esconderse, y que de ello hace gala la diosa luna y las estrellas. Cuando el hombre no pone su rostro ni su corazón en una dirección sino en muchas, es porque está destazado, torcido, está en la niebla, en la oscuridad. La oscuridad y la luz son lo mismo, lo que nos junta el pavor, el espanto. Estamos hechos de luz de luna y luz de sol, sin embargo: ¡Qué difícil es que el hombre sea “llamado por el sol”! En esta época mundial somos la misma cosa que los antiguos españoles oliendo el “oro”: hombres que sólo viven sobre la tierra, hombres que con su mano creen tener a voluntad el universo, que atienden a lo insignificante pero que no se dan cuenta, en una palabra, somos el hombre de la época que ha impuesto su dominio por toda la tierra y que no atiende a lo esencial. La Luna nos posee. Por esta razón, retomando la traducción de una palabra del intérprete León-Portilla, somos unos PITZOME, es decir, unos “puercos de la tierra”. (UNAM, PÁG. 53)

La poesía mexica habla en cambio de ‘rostro y corazón’, ¡Qué hombres tan divinos! Por experiencia conozco los jades, las ajorcas preciosas, dice “nuestro príncipe”. Por ello, es casi imposible comprender un diálogo de los mexicas. Nuestra época determina nuestro querer, ella nos descubre y nos alimenta de una tradición que no nos arroja a más allá del oír, a más allá del ver.

Cuando los españoles arribaron a estas tierras, ya venían agitándose, el ansia del “oro” determinaba lo que ellos son. Es decir, un objeto que por él mismo no tiene historia. Si bien los mexicas tenían un imperio lleno de plumas de quetzal, jade, oro, etc. esto era más bien considerando desde aquello de lo ellas estaban ‘fundamentadas’: la nada. Cuando la riqueza es auténtica riqueza es porque se es capaz de percibir lo oculto: lo que hace ser las ‘cosas’ es precisamente lo que no se muestra. “Nuestra muerte”, la muerte de nuestros hijos, de nuestra madre, de nuestro esposo, etc. es lo que nos determina: como seres mortales estamos llamados a existir. ‘Gracias” a la muerte somos lo que somos, gracias a la muerte es posible todo aquello que somos. Esto quiere decir: que, desde la muerte nos proyectamos, este proyectar no sólo tiene que ver con el futuro, el proyectar está resguardado sin embargo por el presente-pasado-futuro que son la misma cosa, el mismo ‘instante’. No hay un pasado, no hay un presente, no hay un futuro que no sea incierto. La historia de igual manera, no es un simple pasado al que se va a él y sólo se acumula conocimiento.

El comentario es ser tan esencial como lo 'histórico'.
No sigamos ninguna doctrina ni a la frígida ciencia y mejor pongamos atención, oído.
La academia nos ensordece, y sin embargo, queremos gozar de sus privilegios...

¡Perdonad mi insolencia!

nota bene: es importante la ortografía, sin embargo lo más importante es la 'cosa misma'. Dejar que las cosas hablen, por ejemplo, una forma es la traducción tan bella como la de León Portilla, que deja hablar a las fuentes. La traducción de los poemas siempre estará puliéndose cada vez más, en todos los sentidos.

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LA NOCHE DE MOCTEZUMA.

Ya habíamos dicho que sucumbir era el destino de la Gran Tenochtitlan. La sabiduría del hombre es vana frente al dios que hace llover preciosa existencia: “Solamente él”. Frente a la necesidad que abriga al dios dador de la vida, la sabiduría del hombre mortal es vana, parece decir “nuestro príncipe Nezahualcóyot”. “Dejad que las cosas sean”. Cuando el pensamiento es inauténtico, se desea con ansia, para lo que sea menos para pensar. El pensamiento nace poéticamente cuando surge haciendo a la vez historia. Comprender la historia como una secuencia de eventos yuxtapuestos, sólo nos hace perdernos por los caminos oscuros del hombre en la tierra, por los caminos torcidos de la noche. Nuestra ansia de las flores las afea, dice otro poeta. Por tanto, la historia nace inesperadamente, así nada más, como si nos despertáramos de un sueño, dice otro poeta. La historia nace como nace la poesía, de repente surge sin que nosotros la ansiemos, pero la misma necesidad es la que obra aquí, el poeta entonces tiene endiosado el corazón. La historia es por tanto un evento violento que nace a la manera de un manantial. La palabra divina de los huehuehtlahtolli nos hace prever lo originario, lo histórico, la verdad acontecida, lo más violento: el existir del hombre en la tierra. La historia nació de la misma manera que nosotros: con dolor y sangre. Dejar que las cosas mismas sean, también quiere decir que la historia no es un pasado. Nos dicen los huehuehtlahtolli:

“Pero, ahora, mi muchachita, escucha bien, mira con calma: he aquí a tu madre, tu señora, de su vientre, de su seno te desprendiste, brotaste. Como si fueras una yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como si hubieras estado dormida y hubieras despertado”.

Pues bien, la historia nace de la misma manera, brota de la misma manera, todo lo demás es pura especulación. La historia es un evento que de repente surge, brota. Ese brotar, sin embargo, no es un pasado, ese brotar está aquí, frente a nosotros. Lo único que tenemos que tener en cuenta es dejar que el agua fluya, que la planta surja, que la hoja florezca, que la yerbita crezca, y todo esto señores no es voluntario. He aquí la cuestión. Para comprenderlo siquiera un poco tenemos que estar pre-dispuestos a “escuchar bien”, a “mirar con calma”, como dicen los viejos sabios. El pensamiento poético o la poesía pensante nacen con la misma necesidad con la que nos desprendemos del seno de nuestra madre, con la que brotamos del vientre de nuestra madre. La madre y la hija son distintas pero son parte de lo mismo. El nacimiento como tal no es voluntario: “Sólo fuimos avisados”, dicen los poetas. De repente los dioses nos dejaron aquí en la tierra, de repente nos dejaron de la mano, de repente, vinimos a soñar...

La comprensión dual del sentido trágico de los aztecas es difícil de comprender porque estamos tan acostumbrados a ver solo un rostro de las cosas, a vivir y, al mismo, tiempo, a temer a la muerte y al dolor siendo que la muerte y la vida son lo mismo, el dolor y la vida son lo mismo. Esto es precisamente lo que “nuestro príncipe” descubre en su poema “Somos mortales”: “Percibo lo secreto, lo oculto”. La muerte es un evento del que no podemos dar cuenta, sin embargo, nos determina como seres mortales, como habitantes de la tierra. Se existe de algún modo, se muere de algún modo. Muriendo de una vez ya no sabemos qué pasa porque es un evento que nos sobre pasa, por tanto, lo único que sabemos de la muerte es nuestra vida, la muerte es un evento que se nos muestra oculto, secreto. Vivir significa al mismo tiempo morir, vivo muriendo muero viviendo. Esto quiere decir: existir es nuestro destino ó morir es nuestro destino.

“El príncipe de Tezcoco” deja que ocurra, ‘deja’ que la verdad se descubra, y que “alegremente le punce el corazón”. La verdad, la raíz, está oculta, sólo miramos el árbol pero no lo que lo sostiene. Es decir, lo mismo. De esta manera es como la historia se nos descubre: oculta, secreta. Ya hemos dicho lo que supone. El florecimiento de un pueblo está llamado a aquello que lo sostiene. Las diosas de la luna y de la tierra, por tanto no fue un descubrimiento del pasado, es la misma historia, secreta, oculta, que nos sostiene aquí delante de nosotros. Este sostener, sin embargo, son nuestros pies en la tierra.

“¡Poneos de pie!”, dice el poeta. Y “Poneos de pie” es lo mismo que asistir, surgir, brotar, venir a la existencia. Lo que se descubre, por tanto, delante de nosotros es lo originario, la historia misma. Lo que nos sostiene, la historia, guarda sin embargo el carácter de lo mortal, de la caída, del desfallecimiento.

Aquí es donde las cosas se ponen peores.

“La trágica noche de moctezuma” es un evento que aparece con dolor, porque se nos descubre de la manera más despiadada. La amargura de Moctezuma pre-decía ya el destino de la Gran Tenochtitlan. La amargura o la angustia en la que fue embargado Moctezuma era ¡la angustia de la nada!

Como ya lo habíamos mencionado, lo originario surge de repente, surge de la nada y a la nada está destinado (la dualidad ser y nada son lo mismo). El pueblo del sol estaba llamado a ser. Y para ser, paradójicamente, tenía que sucumbir. Ser (en tanto que estar) y sucumbir es lo mismo, porque lo que ‘es’ está siempre llamado al fracaso, la muerte es garantía de ello: Los mismos españoles confiaron en no haber visto antes algo tan extraordinario, sin embargo, “todo eso que es precioso, en ‘nada’ fue estimado”. El humo se levanta, la niebla se extiende…

Un pueblo es histórico cuando se delimita el hombre por primera vez en la tierra, en la tierra donde sólo una vez se vive, donde se está llamado a ser. Y decir que se está llamado a la existencia de un pueblo histórico es lo mismo que decir que se está llamado a la verdadera grandeza histórica, nos dice el divino Cuauhtlequetzqui: “Esta será nuestra fama: en tanto que dure el mundo, así durará el renombre, la gloria, de México-Tenochtitlan”. Por tanto, la historia como la muerte la tenemos ahí delante, paradójicamente, la fama Tenochtitlan durará mientras dure el mundo, pero sólo hay mundo porque hay historia. Sólo el hombre ‘tiene’ historia, sólo el hombre muere, sólo el hombre sufre.

Regresando al asunto del soberano Moctezuma, habíamos dicho que él mismo había “dejado que las cosas fueran”. “La angustia predecía su destino”, “Muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche, andaba dando grandes gritos: “―¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía: ―Hijitos míos, ¿adónde os llevaré?”.

El momento había llegado, ahí delante estaba su destino y el de la Gran Tenochtitlan. Alguna vez tenía que ser y había llegado la hora. Se acercan los enviados de los dioses, ya vienen a la gran ciudad, nada los detiene: “Cuando el Sol había llegado a su apogeo, al medio día”, Moctezuma pre-vió en un espejo a los enviados por los dioses: ¡Unas como personas que están en pie y agitándose! Vienen de prisa; bien estiradas; dando empellones; haciéndose la guerra unos a otros. Un ave, como grulla, salida del agua le llevó el presagio.

Ya no había momento de huir, lo más terrible había sucedido ya: los dioses lo habían abandonado, Moctezuma entregó el mando. Desde ese momento, el huey tlahtoani ya no era nadie, los dioses lo habían abandonado junto con su pueblo. Ya no era: “El que habla”, sino El angustiado. Al ser embargado por el ser, el huey tlahtoani espera la nada, al esperar la nada ni la muerte tiene sentido, aunque ella fuera su salvación. La única esperanza para Moctezuma era ya no tener ninguna esperanza.

Cuando los dioses se van, sucumbe Tenochtitlan. Desde ese momento, prevalece la noche en la ciudad. Todo se viene abajo, Moctezuma asumió ese destino: así lo quiso, así lo quiere, y así lo querrá. La muerte, aunque pareciera su salvación, no tiene sentido.

Pese a eso, Moctezuma es devorado por su propio pueblo, por su propia ala, si es que todavía se puede llamar pueblo, ala. ¡Moctezuma ha muerto, y lo hemos matado nosotros, su propio pueblo, su propia ala! “Bajó la noche a México”. Cuando un pueblo le rompe la cabeza a su rey, es porque la “niebla se ha difundido”.

Cuando moctezuma muere…

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La tradición de las "calaveritas" es "bonita", pero, propongo que en lugar de calaveritas se comience a educar a los mexicanos en los poemas de los aztecas, que de ellos mismos nos inspiremos. Las calaveritas son una degradación de la poesía azteca. Son curiosas, jocosas, chistosas, como los mexicanos...

raymundo rosales villegas -

Del canto mismo nace un proyecto: “somos mortales”. La cuestión es preparar la tierra. Sembrar el maíz. Surgir el maíz, desyerbar, escardar, amontonar,… el proyecto nace muy lento, un proyecto poético pensante (Heidegger) podría proyectarse para miles de años. Nuestro futuro a 500 años para nuestra era, por ejemplo. Tenemos que aprender a medir más allá de nuestra muerte como lo enseñan los aztecas. La poesía cotidiana nace del canto, pero el canto no es escuchado por todos:

Difícilmente da flores,
plumas a la gente, el Dueño del cerca y del Junto

raymundo rosales villegas -

Las palabras siempre tienen posibilidad de comprenderse distinto. La historia mexica está atravesada por la existencia griega, y no sólo ella. La historia de Grecia es la historia del mundo. Los griegos inauguraron, abrieron una necesidad que se está desplegando quién sabe cuántos siglos al futuro. Ellos no lo sabían. La ciencia nació con Parménides: la lógica donde A es igual a A se fue desplegando hasta nuestros días. No es una evolución ni mucho menos un tiempo ajeno al nuestro. Lo que sucede es que se habla de lo mismo pero de modo distinto. ¡Es que hay alguien que pueda decir algo que no tenga que ver con los griegos? El mundo tecnificado es la lógica de ello. Tan sólo la palabra historia, antropología, ∞.

Ahora bien, si intentáramos hacer una breve referencia al aspecto esencial de la existencia trágica de los aztecas, veríamos que mantiene un rasgo esencialmente dual. Tan sólo el lenguaje, qué quiere decir el dialogar de los cantos? No es extraño que los griegos contemporáneos estén mudos frente a los antiguos griegos, no es extraño que mejor los alemanes o los franceses se remitan a ellos con más profundidad. ¿Se me comprende? Los poemas aztecas cantan a quien escucha. De otros lugares (lo que llamamos hoy países) serán quizá los que desentierren, en su esencia, a los cantos, y con ello al hombre aquí en la tierra.

No sabemos de qué se trata. Pero sí sabemos que no se trata de hacer dioses, no se trata de arrancar corazones. Se trata sólo de aprender a hablar,…

He escrito de una manera apresurada, con saltos, con chispas, con caos. ¡Por favor, perdonadme!

raymundo rosales villegas -

El sol, confortando a su madre, decía: “No temas, yo sé lo que tengo qué hacer”. Lo mismo decía a su hermano Cuahuitlícac, hermano que le prevenía de la diosa luna y sus demás hermanos: “Bien sé lo que tengo que hacer”. Estas palabras del dios sol son determinantes. Está llamado a lo que tiene que hacer: la guerra. De alguna manera, las palabras del dios sol tienen que ver con lo que en algún lugar dijimos: “dejar que las cosas sean”.
En cambio, desde nuestras cavilaciones, este “dejar que las cosas sean” quiere decir: no autoimponer definiciones, no crear o inventar conceptos, sino dejar que la cosa misma hable. En el caso del dios sol, lo que habla es su determinación. Pero también hay otra forma de comprenderlo.
Lo ocurrido con el huey tlahtoani Moctezuma. No podemos afirmar todavía que Moctezuma era un incapacitado, cobarde, débil, o neurótico. Religioso era, pero, como todo el imperio. Pero, tampoco podríamos hablar como se habla hoy, por ejemplo: lo religioso, lo ético, lo político, lo social, lo antropológico, lo económico, lo poético, etc., etc., etc. Si queremos hablar de lo esencial tendríamos que dirigirnos a sus cantares, a sus códices, a lo que ellos llamaban color rojo, color negro. No para analizarlos, sino tan sólo para escucharlos.
Pensando que eran dioses o enviados de los dioses, Moctezuma cede el poder por determinación del mandato divino. Entre el transcurso del encuentro de dos mundos, había momentos en los que se le veía angustiado. Tal vez quería, pero ya no era ni había el momento de huir. Moctezuma estaba angustiado porque el momento había llegado. Sin embargo, como noble, quiso morir él y su pueblo por sus propias manos, por su propia voluntad. Voluntad y destino, a la vez, quiere decir libertad. Muriendo, Moctezuma y todo el imperio, fueron libres. No cabía ya en el corazón de Moctezuma una salida a ningún lado y él era el mando. Fenecerán los mexicas, dijeron los dioses. Y los aztecas terminaron en el caos. Como dice Paz, los dioses los traicionaron, los abandonaron.

Si hay algo que es tan cercano a los mexicas era, lo que según León-Portilla llama, tonalli, o sea, destino. Como hombres fugaces saben cuánto puede mantenerse la vida o la ciudad sobre la tierra y bajo el cielo, bajo la determinación de la ley divina. Para el hombre azteca, su destino era sucumbir. Nada hay de extraño si llegan hombres de aspecto inaudito, de otro mundo, y hunde la ciudad. Ser enterrada, ese era el destino de Tenochtitlan.

Moctezuma, por tanto, “dejó que las cosas fueran”. Así, nosotros, hombres mundiales, estamos llamados a dejar que la peste nos acoja, estamos llamados a vivir en el pleno ‘esplendor de la noche’. No es un pesimismo, los aztecas le llamarían: “alegría que punza, alegría penosa”. Esto es: el sentido trágico de la existencia, lo que nosotros, educados como católicos modernos (ateos o no), no oímos, ni vemos. Y si esto se pone en duda, escuchemos por un instante el pensamiento divino de los Huehuehtlaholli que valen para todos los tiempos, o sea, que marcan lo que es, la verdad:
“Ahora que ya miras por ti misma, date cuenta. Aquí es de este modo: no hay alegría, no hay felicidad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Por aquí surge, crece el sufrimiento, la preocupación.
Aquí en la tierra es lugar de mucho llanto, lugar donde se rinde el aliento, donde es bien conocida la amargura y el abatimiento.
Un viento como de obsidianas sopla y se desliza sobre nosotros.
Dicen que en verdad nos molesta el ardor del sol y del viento. Es éste lugar donde casi perece un de sed y de hambre. Así es aquí en la tierra.
Oye bien, hijita mía, niñita mía: no es lugar de bienestar en la tierra, no hay alegría, no hay felicidad. Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza”.

“Alegría que punza”

raymundo rosales villegas -

La Tierra da a luz al sol (al Sol que es luz). La Tierra da a luz la luz. La tierra recibe su calor, pero también, como madre, devora al sol del atardecer. La tierra ama al sol, lo quiere, es su hijo. Al parecer el sol no tiene padre, al menos que sea el cielo mismo, al menos que del cielo sea la pluma que fecundó por el pezón a la tierra Todo esto parece indescifrable. El sol mismo deviene de una sola vez. Es verdad que nació adulto, pero, ello indica algo completamente distinto a la diosa Coyolxauhqui. La diosa se atavía para la guerra. La diosa tiene que ataviarse para ser. El sol no. El sol, de suyo, está listo. Él es él. Brilla por sí mismo. Parece que dentro y fuera del vientre de su madre es él mismo. El sol es el que es. ¿Qué quiere decir ser el que es? Tenemos tantas preguntas, y tan sólo un momento para preguntarnos. Los libros suelen ser como nuestros mejores amigos, se puede dialogar con ellos. Pero, el diálogo auténtico nos es tan extraño. Cómo dejar hablar a los poetas, cómo dialogar con los poetas, si nosotros mismos nos tapamos los oídos y los ojos con la cera de la gramática. Pero, no os preocupéis, es un destino.

1.Propongo que se abran seminarios en las universidades sobre poesía azteca, principalmente en la facultad de filosofía, de antropología, de historia, de literatura, etc. de UNAM, que no sean a manera de diplomados, cursitos, etc. Si hay alguien que pueda en la historia estar a la altura de los griegos, sabemos que son “nuestros príncipes amigos”. Si de algo valen, por ejemplo, los reconocimientos al intérprete León –Portilla, entonces, que se le reconozca no con aplausos, etc., sino abriendo un seminario especial para preguntar a los poetas, para dialogar con los poetas, aquello a lo que estamos llamados como hombres mortales. Porque nos sucede algo semejante que a la diosa de la luna… tenemos que hacer algo para poder llegar a ser lo que somos: hombres,… míseros hombres. El sol no tiene que hacer nada, él es el que es; hasta cuando se oculta, ama el ocultarse, nadie lo cuestiona, nadie lo toca. Cuando dice el sol a su único hermano-estrella que estaba de su parte: “Sé lo que tengo qué hacer”, el sol refiere a su destino: la sangre de su hermana y de sus hermanos para salvar a su madre. El sol ya es un guerrero y sólo tiene que llegar a ser un guerrero: imponer su esplendor sobre la noche. Esto quiere decir “Sé lo que tengo que hacer, o, el “Querer llegar a ser lo que se es”: estamos llamados al proyecto mismo de la existencia. Mientras el hombre no esté interpelado por este pro-yecto, el hombre no será hombre; como hoy, que no somos mas que “miembros, pedazos, trozos”, de hombre. Está en nosotros llegar a ser hombres, pero, nada tiene que ver con el discurso científico y, sin embargo, este discurso científico halla sus raíces en aquello que sí tiene que ver.
2.Propongo que se haga lo más pronto posible una página en Internet semejante a la que el señor Potel hizo sobre Heidegger (Heideggeriana. com) y Nietzsche (Nietzsche en castellano o nietzscheana.com). Es decir, con todos los poemas de los poetas aztecas. Con apartados, por ejemplo, sobre la historia del tohuenyo, el viaje de Quetzalcóatl, etc. Una página donde se incluyan lo más relevante sobre lo que se ha escrito de los poemas. Sinceramente esto relevante requiere una selección muy rigurosa. LeónPortilla ha intentado hacer una recopilación de estos escritos, pero, con todo respeto, creo que no ha funcionado porque aún no surge ese poeta interpelado por el arte, el ser, la poesía, le futuro, el dios huido. A nivel mundo, pondríamos poner, por ejemplo, en uno de esos apartados, a un francés que habla sobre la muerte del sacrificio y refiere a cuando los dioses se reúnen en Teotihuacan para sacrificarse y crear el Quinto sol. Muchos franceses tienen un gusto distinguido por la historia de los aztecas.
3.Propongo que hombres que tengan cierto ‘encanto’, como: León Portilla, Matos Moctezuma, etc., inciten, agiuijoneen, para que el genio mismo de a luz un poeta y este, el poeta hable sobre el proyecto mismo del hombre en la tierra. De la manera que sea, por ejemplo,
4.que alguno de ellos, antes de morir, mande el poema llamado “Canto de privación” al artista-mago José Luis cuevas o el poema de invocación a Tezcatlipoca para que el artista se inspire, si es llamado o no, en aquellas huellas de lo sagrado, en aquellos poetas que aún tienen el “corazón endiosado”... Sabemos que la UNAM o la ciudad de México, el D.F., tiene ese poder.


5.Estamos en el comienzo de una historia que se avista desde el futuro, desde el futuro vemos nuestro pasado: somos los que seremos, somos los que fuimos, somos los que somos. Aunque, un tlamatinime dijo hace apenas hace 500 años: ¡Que no muramos, aunque nuestros dioses hayan muerto!

raymundo rosales villegas -

Una hija cuestiona a su madre haberse preñado, considera el embarazo como una afrenta porque no se sabe quién es el padre (¡como si un hombre del pueblo cuestionara al tlatoani¡). La hija se vuelve contra su propia madre y decide matarla, para ello, seduce, convence a sus propios hermanos de asesinarla. Los hermanos asienten, menos uno.

La magia con la que diosa Luna convence a sus hermanos las Estrellas, al parecer, reside en su feminidad. La Luna, como mujer, seduce, y, seduciendo, promete placer. Sus pechos que muestra la diosa no están flácidos, al contrario, se muestran sumamente exquisitos y apetitosos. Entonces, podríamos decir que las armas más despiadadas de la diosa Luna para con los hombres son sus encantos. Cuando una mujer atavía su cuerpo, su rostro, impone su encanto sobre la voluntad del hombre, lo somete. Cuando una mujer se embellece, parece que se está preparando para la guerra: sus piernas, sus pechos, su cadera, sus uñas, su ombligo, su boca, sus mejillas, sus orejas, su espalda, sus ojos, su olor, ¡toda ella es una locura¡ Nos enferma, nos seduce, quiere conquistar, en este caso, como una mujer “voluntariosa”. La luna nos hace aullar, un puro ardor insaciable nos hace jadear como bestias, como perros. Nos convierte en lobos y no sabemos ya nada de nosotros.

Así, pues, como una mujer que intenta ser “voluntariosa”, decide “encabezar” la contienda contra su madre. Por lo mientras, comenzamos a ver que, desde su inicio, la hija y la madre, los hermanos entre sí…

raymundo rosales villegas -

Es bien cierto que, querámoslo o no, somos hijos de españoles y aztecas. Somos un híbrido. Nuestros antepasados españoles levantaron una ciudad sobre la ciudad de nuestros antepasados aztecas. Por un lado, nuestros antepasados españoles arruinaron a nuestros antepasados aztecas. Pero, a pesar de todo, nuestros antepasados españoles, a través del cristianismo, nos trajeron algo extraordinario: los griegos. Gracias a los griegos sabemos medir nuestro futuro. Entonces,¡Qué importan los españoles si tenemos a los griegos! La medida griega nos dice que hemos olvidado la grandeza de nuestro pasado. Siendo completamente algo distinto, los griegos y los aztecas refieren lo mismo: el sentido trágico de la existencia. Es por eso que los griegos, en su sentido originario, sólo lo marcan los filósofos preplatónicos y los poetas Esquilo y Sófocles.

Desde la medida griega, por ejemplo, no podríamos ver al señor Hernán C. y a su rey como conquistadores. Es por eso que los españoles nos son un poco… el ansia del oro, el mundo del más allá, y el alcohol es lo único que para ellos era preciado, los hace vulgares. Nunca han sabido lo que es un rey. Hoy, los reyes de España, de Inglaterra, de Bélgica, etc.,no son más de lo que siempre han sido:una estafa. El gachupín y el juandieguito que llevamos dentro es nuestro destino como mexicas. Nadie está llamado al sol, no hay esperanza. Sólo el futuro es una promesa

Sea como sea el destino de los aztecas era sucumbir. Que Tlacaélel, que el árbol de la noche triste, que la firmeza de Moctezuma,… Todo ello es mirar hacia otro lado. El asunto es el hombre en la tierra, (no una región, un país, una cultura, etc.) y si queremos avistar un poco sobre él tenemos que estar atentos a lo que los príncipes dicen, hablan.

¡Oh, dioses huidos, que los príncipes sean la tea que alumbre nuestro futuro!

raymundo rosales villegas -

{Fe de erratas para los que tienen fobia a los errores: rebaza, lo correcto es rebasa; habandonaron, debería decir: aabaaandonaaron; herrantes, debería decir, erraantes; horfandad, lo correcto es: orfaandaaaaad}
Los griegos contemporáneos nada o poco tienen que ver con los antiguos griegos. Los griegos contemporáneos están, como todo el mundo, educados en el cristianismo, en una de sus múltiples disformas. Igual los mexicanos, enarbolamos a los aztecas desde nuestros prejuicios cristianos, guadalupanos, académicos, gnósticos, etc., sin atender al asunto mismo. Nada hay más decadente que la figura del llamado “Juandieguito”. Por tanto, no puede haber nueva palabra porque de esencial nada tiene, al contrario, es nociva para el corazón.
Sí, nuestra época está en oscuridad porque el hombre está dirigido a algo ajeno a él mismo: lo que sea, celular, un puesto en el INAH, el nombre de un auditorio, dejar algo para la historia, mi nombre escrito de un descubrimiento, aplausos, la academia, estímulos, venta de libros, herencia, erudición, etc., todo ello está llamado en el futuro a su desaparición. Es como cantar la “mañanitas” al descubrimiento de la diosa Tlaltecuhtli, o, es como decir que “La diosa coyolxauhqui me eligió a mí”; lo digo en serio, este patetismo sucede porque parece que todos los mexicanos llevamos un juandieguito y un gachupín en nuestro corazón; por eso nuestro corazón está torcido, pero, al no darnos cuenta de que lo tenemos torcido, perdemos todo sentido y dirección. Es por eso que tenemos que poner atención en los que los príncipes poetas anuncian. Pero, parece que en la academia es imposible escuchar ―escuchar hasta donde podamos. Sólo una cosa es cierta: sin dioses, ¡estamos perdidos!
El príncipe chichimeca Nezahualcóyotl es nuestro primer heraldo, nuestro consejo, nuestra inspiración, en esta época donde los tesoros son codiciados por la voluntad moderna: la ciencia la tecnología, es decir, la cibernética planetaria; desquiciada, desatada por todo el mundo. ¡“Los tesoros humo son” y nada vemos! Atención, esto, nada tiene que ver con el desinterés moral o el sentimiento cristiano.
Sólo puede haber nueva palabra, cuando la palabra es originaria. Es decir, volvemos a aquello que es originario, donde por primera vez se determinaron las cosas, pero, desde nuestro futuro, que es lo único que importa. El futuro es lo posible, y si el hombre es hombre, es decir, hombre de de ala, águila o tigre, entonces nuestro destino está en llegar a ser lo que somos: tan sólo hombres, hombres de un día…

raymundo rosales villegas -

El descubrimiento de la diosa Tlaltecuhtli es un acontecimiento, en sentido estricto, que nada tiene que ver con su descubridor. El acontecimiento rebaza la nacionalidad mexicana: en una época en la que los hombres se bañan en su mierda, en sus orines, la diosa tierra se ha descubierto sin vientre. La madre tierra no tiene vientre ni para devorar hombres ni para dar a luz hombres ni dioses. El hombre, como Quetzalcóatl, prefiere, literalmente, el oro, las plumas preciosas, que el maíz. El mismo hombre ha buscado la ruina, se ha encontrado con el palo, con la piedra. Nuestros dioses nos habandonaron, y el único que pre-vió esta oscuridad primero que nadie, fue Moctezuma. Cuando los dioses se van dejándonos de la mano en el mundo, huérfanos, no tiene sentido la existencia. El asunto no es regresar a aquellas culturas para pretender ser como ellas, no es tampoco imitarlas, ni mucho menos adoptar a sus dioses. El asunto es que su palabra es auténtica, como dice León-Portilla, es originaria. ¿Cómo entonces es la palabra originaria? ¿Qué nos dice la palabra originaria en una época en donde la historia es rebajada a compararse groseramente con la ciencia? En época de oscuridad, vivimos herrantes en en el vientre vacío de la diosa Tlaltecutli. La época donde la cibernética se autoimpone, como la voluntad del hombre, el mundo se pre-para para su derrumbamiento.

Es una necesidad que los poetas sean escuchados porque son los únicos que que no tienen un lenguaje autoimpuesto, sino originario. Originario quiere decir que es un lenguaje que surge como "una plantita, como una florecita". El lenguaje originario nos remite a nuestra muerte, a nuestra horfandad, al sentido de la existencia que es canto y flor.

raymundo rosales villegas -

Están surgiendo diosas en los antiguos templos de México-Tenochtitlan. Las diosas han querido salir a la luz. Las diosas se han dejado ver, Coatlicoe, coyolxauhqui, tlaltecuhtli. Sin embargo, todavía es demasiado pronto para que el hombre contemporáneo comprenda tan extraordinario evento.
La diosa coyolxauhqui anuncia ocultamente un mensaje: la victoria, el imperar de la oscuridad sobre el mundo.
Como los griegos, los aztecas pasarán a ser inspiración poetica del mundo. Y tal vez no sean los mexicanos contemporáneos quienes descubran la divina palabra de los poetas...

El hombre mismo está desmembrado, está torcido. EL HOMBRE, en esta época donde Coyoxauqui y sus cuatrocientos hermanos han derrotado a Huitzilopochtli, ESTÁ DESTINADO A NO TENER ROSTRO NI CORAZÓN.

En plena oscuridad los hombres no se dan cuenta de ella.


INB Campus Querétaro UNAM.