El nuevo trono de la bella Nefertiti
Foto: La estatua, tallada en yeso hace 3.000 años por Tutmés, preside desde ayer un espacio de 1.300 metros cuadrados destinado al arte egipcio.
La Reina del Nilo se expone a partir de hoy en el Museo Antiguo de Berlín, la penúltima escala de su largo viaje, tras pasar las cuatro últimas décadas en las vitrinas del Museo Egipcio de la capital alemana.
Berlín- Nefertiti, la reina del Nilo, disfruta de nuevo de un trono digno de su hermosura. El busto de la enigmática emperatriz egipcia ha regresado a la Isla de los Museos de Berlín, que abandonó hace sesenta y cinco años huyendo de las bombas. Con su mudanza, la capital alemana marca el final de una larga posguerra. A partir de ahora el público podrá admirar en el Museo Antiguo uno de los bustos más bellos del planeta, tallado en yeso hace 3.300 años por el escultor Tutmés. Allí reside desde la madrugada del viernes, protegida por una vitrina de cristal y rodeada de su corte de sarcófagos, papiros, joyas y demás restos arqueo- lógicos. Más de un millar de objetos de gran valor artístico se exponen en los 1.300 metros cuadrados habilitados especialmente para ellos en el museo. Pero ninguno puede hacer sombra a Nefertiti.
Entre sedas. La mujer de sonrisa enigmática y cuello de cisne dispone al fin del espacio y la luz natural que se merece en una exposición que sus organizadores definen como «transparente». Atrás quedan los tiempos del Museo Egipcio, en la parte oeste de la capital, donde la mujer más guapa de Berlín vivió en la penumbra durante cuatro décadas. El traslado, que ha costado cerca de tres millones de euros, fue discreto y misterioso, tal y como le hubiera gustado a la propia Nefertiti. «Todo discurrió de forma tan poco espectacular que casi resultó decepcionante», comentó con ironía Dietrich Wildung, el director del Museo Egipcio. En realidad, se extremaron las medidas de seguridad para el trayecto de apenas cuatro kilómetros. La pieza viajó envuelta en papel de seda y espuma en un recipiente de varias capas diseñado especialmente para evitar cualquier tipo de golpe o cambio brusco de temperatura.
Una mudanza que debe haber sido un lujo para el busto de la esposa de Amenofis IV y madrastra de Tutancamon, acostumbrada a todo tipo de sobresaltos desde su descubrimiento. En 1912 el arqueólogo alemán Ludwig Borchardt halló en las excavaciones de Tell-El-Amarna la fascinante estatua policromada que ni el tiempo ni el desierto habían logrado dañar. Tenía una belleza de proporciones exactas y el científico no pudo más que enamorarse de ella. La falta del ojo izquierdo no le restaba hermosura, sino que aumentaba el halo de misterio que siempre la rodeó. Poco después la faraona viajó a Alemania por vías irregulares. Nefertiti, cuya traducción aproximada es «la bella que llega», pasó un tiempo en la vivienda privada de un mecenas antes de ser entregada a la Isla de los Museos en 1920.
Trece años después, cuando todo estaba preparado para su devolución a Egipto, Hitler se interpuso. El dictador tenía otros planes para la estatua en Germania, la capital del mundo. Sus delirios de grandeza no se hicieron realidad y comenzaron a caer las bombas de la II Guerra Mundial sobre Berlín. La emperatriz buscó refugio en sótanos y búnqueres de todo el país. Al término de la contienda fue hallada sana y salva en una antigua mina de sal de Turingia y en 1956 volvió a una capital alemana marcada por el inicio de la guerra fría. Es por ello que se le buscó una nueva residencia en la parte occidental y no en la Isla de los Museos, que había resultado muy dañada en los bombardeos y formaba parte de la zona soviética.
La caída del Muro y los millones destinados a la restauración del complejo museístico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, han hecho posible que Nefertiti vuelva. «Para nosotros este día marca el fin de la posguerra», apuntó Wildung durante la presentación. Pero su largo viaje no ha terminado. En el año 2009 Nefertiti será trasladada a un edificio vecino, el Nuevo Museo, que todavía está en obras. Su primer hogar en Berlín será también el definitivo. La reina del Nilo encontrará su merecido descanso tras tres agitados milenios.
«Por fin la tenemos de nuevo en la Isla», dijo Wildung, quien afirmó tener la conciencia «cien por cien limpia» en cuanto a que la «Reina» debe estar en Berlín y no en otra parte del mundo, por mucho que la prensa egipcia insista en su restitución. No hay reclamación oficial por parte de Egipto «y el hecho de que su embajador esté hoy en la inauguración prueba que ambos países entendemos que ésta es también una manera de contribuir al necesario diálogo entre las culturas», apuntó Wildung.
Fuente: Anxela Iglesias / La Razón Digital, 13 de agosto de 2005
Enlace: http://www.larazon.es/noticias/noti_cul70069.htm
La Reina del Nilo se expone a partir de hoy en el Museo Antiguo de Berlín, la penúltima escala de su largo viaje, tras pasar las cuatro últimas décadas en las vitrinas del Museo Egipcio de la capital alemana.
Berlín- Nefertiti, la reina del Nilo, disfruta de nuevo de un trono digno de su hermosura. El busto de la enigmática emperatriz egipcia ha regresado a la Isla de los Museos de Berlín, que abandonó hace sesenta y cinco años huyendo de las bombas. Con su mudanza, la capital alemana marca el final de una larga posguerra. A partir de ahora el público podrá admirar en el Museo Antiguo uno de los bustos más bellos del planeta, tallado en yeso hace 3.300 años por el escultor Tutmés. Allí reside desde la madrugada del viernes, protegida por una vitrina de cristal y rodeada de su corte de sarcófagos, papiros, joyas y demás restos arqueo- lógicos. Más de un millar de objetos de gran valor artístico se exponen en los 1.300 metros cuadrados habilitados especialmente para ellos en el museo. Pero ninguno puede hacer sombra a Nefertiti.
Entre sedas. La mujer de sonrisa enigmática y cuello de cisne dispone al fin del espacio y la luz natural que se merece en una exposición que sus organizadores definen como «transparente». Atrás quedan los tiempos del Museo Egipcio, en la parte oeste de la capital, donde la mujer más guapa de Berlín vivió en la penumbra durante cuatro décadas. El traslado, que ha costado cerca de tres millones de euros, fue discreto y misterioso, tal y como le hubiera gustado a la propia Nefertiti. «Todo discurrió de forma tan poco espectacular que casi resultó decepcionante», comentó con ironía Dietrich Wildung, el director del Museo Egipcio. En realidad, se extremaron las medidas de seguridad para el trayecto de apenas cuatro kilómetros. La pieza viajó envuelta en papel de seda y espuma en un recipiente de varias capas diseñado especialmente para evitar cualquier tipo de golpe o cambio brusco de temperatura.
Una mudanza que debe haber sido un lujo para el busto de la esposa de Amenofis IV y madrastra de Tutancamon, acostumbrada a todo tipo de sobresaltos desde su descubrimiento. En 1912 el arqueólogo alemán Ludwig Borchardt halló en las excavaciones de Tell-El-Amarna la fascinante estatua policromada que ni el tiempo ni el desierto habían logrado dañar. Tenía una belleza de proporciones exactas y el científico no pudo más que enamorarse de ella. La falta del ojo izquierdo no le restaba hermosura, sino que aumentaba el halo de misterio que siempre la rodeó. Poco después la faraona viajó a Alemania por vías irregulares. Nefertiti, cuya traducción aproximada es «la bella que llega», pasó un tiempo en la vivienda privada de un mecenas antes de ser entregada a la Isla de los Museos en 1920.
Trece años después, cuando todo estaba preparado para su devolución a Egipto, Hitler se interpuso. El dictador tenía otros planes para la estatua en Germania, la capital del mundo. Sus delirios de grandeza no se hicieron realidad y comenzaron a caer las bombas de la II Guerra Mundial sobre Berlín. La emperatriz buscó refugio en sótanos y búnqueres de todo el país. Al término de la contienda fue hallada sana y salva en una antigua mina de sal de Turingia y en 1956 volvió a una capital alemana marcada por el inicio de la guerra fría. Es por ello que se le buscó una nueva residencia en la parte occidental y no en la Isla de los Museos, que había resultado muy dañada en los bombardeos y formaba parte de la zona soviética.
La caída del Muro y los millones destinados a la restauración del complejo museístico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, han hecho posible que Nefertiti vuelva. «Para nosotros este día marca el fin de la posguerra», apuntó Wildung durante la presentación. Pero su largo viaje no ha terminado. En el año 2009 Nefertiti será trasladada a un edificio vecino, el Nuevo Museo, que todavía está en obras. Su primer hogar en Berlín será también el definitivo. La reina del Nilo encontrará su merecido descanso tras tres agitados milenios.
«Por fin la tenemos de nuevo en la Isla», dijo Wildung, quien afirmó tener la conciencia «cien por cien limpia» en cuanto a que la «Reina» debe estar en Berlín y no en otra parte del mundo, por mucho que la prensa egipcia insista en su restitución. No hay reclamación oficial por parte de Egipto «y el hecho de que su embajador esté hoy en la inauguración prueba que ambos países entendemos que ésta es también una manera de contribuir al necesario diálogo entre las culturas», apuntó Wildung.
Fuente: Anxela Iglesias / La Razón Digital, 13 de agosto de 2005
Enlace: http://www.larazon.es/noticias/noti_cul70069.htm
14 comentarios
miguel -
israel briones -
israel briones -
karla -
Ariadna -
Lo que los representantes de los paises de los que se han robado bienes patrimoniales de la nación es reclamar lo suyo, y aunque esto podría causar una revuelta, muchos paises se atreverian a luchar por lo suyo. Que devuelvan a Egipto a Nefertiti, y también a México el Penacho de Moctezuma.
Neferneferuaton -
carol -
carolina -
luis ibañez -
Rasimora -
El busto debe estar en su tierra donde fue creado
RAFAEL GUTIERREZ -
anonimo -
Anónimo -
Modesto -