Miles de piezas del yacimiento de Arrúbal arrojan luz sobre la protohistoria en La Rioja
Fotos: (1) Zanja. La primera cabaña se descubrió gracias a una mancha -a la izquierda- que delataba restos de un incendio. (2) Riqueza.La mayoría eran piezas de vajillas de mesa o recipientes para almacenar alimentos. (3) Reconstrucción que entregará el Ayuntamiento. (4) Cerámica. Hay miles de fragmentos. / FOTOS: EL CORREO
Los restos, del siglo VII antes de Cristo, se hallaron durante las obras de la central térmica.
La desgracia de unos es la suerte de otros. Aunque haya varios siglos de por medio. Hoy en día en el polígono de El Sequero se erige como un gigante la central de ciclo combinado de Gas Natural. Es una parte más del paisaje. Además de convertir a La Rioja en una importante fuente de producción de energía, las obras de construcción ayudaron a recuperar una parte del pasado que los siglos y los sedimentos habían ocultado.
Todo comenzó cuando la empresa anunció su intención de construir la planta en la citada ubicación. Existía un condicionante arqueológico: en el entorno había constancia de la posible existencia de restos de la época romana, según recuerda el arqueólogo Luis Ruiz Zubillaga, que se encargó de las labores que se realizaron en la zona. «Como era un proyecto de bastante envergadura, la Comisión de Patrimonio se aseguró que se controlaba todo lo que se hacía antes de empezar a construir. Según publicaciones antiguas, había un horno en el término de Miralbuena, pero no se sabía la ubicación», relata.
Cual fue su sorpresa, cuando en la primera visita que realizó a la zona, apenas una semana después del comienzo de las obras, vio restos de un posible incendio que revelaba que se encontraban ante un descubrimiento importante. «Se había cavado una zanja para drenaje del agua y en una de las paredes había una mancha de carbón. Estaba claro que era algo de cierta relevancia. Tuvimos la suerte de que estábamos en la zona perimetral de la central; es decir, en ese terreno no estaba previsto construir nada. Eso nos permitió trabajar con más calma»», explica el arqueólogo al tiempo que resalta la estrecha colaboración entre la Dirección General de Cultura, que autorizó los trabajos, y Gas Natural, que se hizo cargo de la financiación.
Las labores de campo en este nuevo yacimiento protohistórico se desarrollaron entre febrero y julio de 2003. Se abrió una zona amplia, de unos cuatrocientos metros cuadrados, alrededor de la mancha, en buscas de posibles estructuras. Y efectivamente, allí estaban. Se trataba de dos fondos de cabaña -un lugar que antaño estuvo habitado y que se caracteriza porque la base está semi-excavada en el suelo-.
La primera de las estructuras sufrió un incendio que ha facilitado la conservación de las piezas encontradas -hay miles de fragmentos de piezas de cerámica y huesos de animales-. Su sorprendente parecido con los restos encontrados hasta la fecha en El Redal permite situarlos en el contexto cronológico-cultural del Bronce Final/Hierro I.
El análisis con el carbono-14 ha permitido incluso situarlos en el siglo VII antes de Cristo. Tras extraerlos fueron trasladados al Museo de La Rioja donde permanecen a la espera de poder arrojar nuevos datos sobre los modos de vida y las prácticas de los habitantes durante aquella época.
Un incendio providencial para el hallazgo
El incendio que afectó a la primera de las estructuras no sólo sirvió de pista para el hallazgo. También ha permitido que se conserven intactos los elementos con los que se desenvolvían sus antiguos moradores, que se vieron obligados a abandonar sus pertenencias.
«Eran cabañas de madera, adobe y paja. Lo más probable es que el techo se hundiera y posteriormente se derrumbaran las paredes. Para nosotros es una maravilla porque nos proporciona un fresco o una instantánea que nos permite reconstruir la forma de vida de aquellas gentes de forma muy nítida», explica Luis Ruiz Zubillaga.
Además, se ha dado otra circunstancia providencial: al estar a los pies de un cerro, los sedimentos (había hasta dos metros de arena) lo han cubierto y protegido lo largo de los siglos.
Una población agrícola, ganadera y muy limpia
El trabajo no termina al extraer las piezas. Al contrario. Un primer análisis de los restos encontrados permite elaborar las primeras hipótesis sobre los antiguos moradores de la zona. Es la magia de la arqueología basada en el rigor científico. Así, de las piezas encontradas se desprende que las dos cabañas eran asentamientos estacionales y atípicos porque están en una zona de fuertes caudales.
Su economía era eminentemente agrícola, no sólo recolectora sino productiva -de ahí los restos de molinos de mano para moler el trigo-. En cuanto a los huesos estudiados, pertenecen a ovejas, cabras, cerdos, vacas, jabalíes y almejas de río que antiguamente se extraían del Ebro. Además, llama la atención que estamos ante una población «muy limpia y con mucho cuidado por la higiene». Así se desprende de los restos de la segunda cabaña.
«Lo que no podemos saber es a qué se dedicaban o por qué estaban aquí. Quizás era una zona de abastecimiento de materia prima o un asentamiento de control o aviso... La funcionalidad se nos escapa».
Entre ambas parece que existía una ordenación espacial -apenas estaban separadas por una distancia de 8 ó 10 metros-. Pero de momento la ausencia de nuevas estructuras impide establecer el patrón de urbanismo. Todo apunta a que pueden existir nuevas construcciones en la zona perimetral.
Pero Luis Ruiz Zubillaga se muestra contundente: «No tiene sentido empezar a levantar toda la zona para buscar nuevos restos. Sería como dar palos de ciego... Lo importante ahora es terminar el trabajo que se empezó. Hay muchos datos que extraer y analizar de los restos que están fuera. En cuanto a otros posibles yacimientos -si es que existen- es mejor que estén ocultos y protegidos. Ya habrá tiempo en un futuro de sacarlos a la luz en buenas condiciones».
Fragmentos de cerámica únicos y la hipótesis del taller de huesos
Los fragmentos hallados en el yacimiento de Arrúbal se cuentan a miles. Pero no es la cantidad lo que despierta el interés. Luis Ruiz Zubillaga lo tiene claro: «Es espectacular. Los materiales son de manual de arqueología, piezas originales y únicas», explica con un entusiasmo contenido. Lo más significativo -por su volumen y relevancia- es la cerámica.
Hay más de dos mil fragmentos que pertenecen a vajillas de mesa, cuencos y recipientes que se utilizaban en general para almacenar alimentos. Entre todas ellas destacan las piezas excisas -con relieves minuciosos y originales- que revelan el buen gusto y el sentido artístico de sus artífices. De hecho, el Ayuntamiento de Arrúbal tiene previsto entregar una reconstrucción basada en una bandeja -de la que se han encontrado dos fragmentos originales- como regalo institucional del municipio.
Lo que más ha llamado la atención es que este tipo de piezas son muy similares a otras encontradas en el yacimiento de Partelapeña, en El Redal (a ocho kilómetros de distancia). «Sobre todo coinciden las piezas excisas. De hecho la semejanza, es tal que nos lleva a pensar que han sido realizadas por las mismas manos. Eso nos ha permitido situar en el tiempo a sus propietarios», dice.
Restos de fauna
Para contextualizar la importancia y la riqueza de este último yacimiento, el arqueólogo añade que en los seis meses que duraron los trabajos en el fondo de cabaña incendiado se recuperaron más piezas que en las excavaciones que se realizaron en Partelapeña durante más de siete décadas.
También destacan por su volumen los restos óseos de fauna. Durante el proceso de excavación sospecharon de la posible existencia de un taller de trabajo de hueso porque algunos de ellos parecían recortados. El estudio desveló que, salvo una aguja de hueso, el resto de marcas correspondían a huellas de descarnado -separar la carne del hueso-.
Fuente: CONCHI AQUESOLO, Logroño / El Correo Digital, 21 de mayo de 2006
Enlace: http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/pg060521/
prensa/noticias/Rioja/200605/21/VIZ-SUBARTICLE-115.html
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