Perú. La Ciudad Sagrada de Caral. Orígenes de la Civilización Andina
En el valle de Supe floreció la ciudad más antigua de América. Tiene cinco mil años y siete grandes volúmenes piramidales.
Es el descubrimiento arqueológico más notable de los últimos tiempos. La antigüedad de Caral se detectó a través de 18 fechados radio carbónicos realizados en USA. Su hallazgo cambia los esquemas que hasta ahora se tenían sobre el desarrollo de la civilización en el Perú. Hasta hace poco se consideraba a Chavín de Huántar como el foco cultural de más vieja data en el país. Ya no es así. Como centro urbano, Caral también trastoca el orden de antigüedad de las ciudades en el mundo. Los trabajos están a cargo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que, conmemorando sus 450 años de fundación lanza al mundo este sensacional hallazgo.
Por Domingo Tamariz L.
A la altura del kilómetro 158 de la Panamericana Norte, doblando a la derecha, se abre una vía polvorienta -en algunos tramos afirmada- que conduce, tras 23 kilómetros, a la ciudad sagrada de Caral, el centro urbano más antiguo del continente.
Llegar a Caral -cuyo nombre comienza ya a sonar en el mundo científico- no es fácil. Temerosos de perdernos y de volar una llanta, enfilamos para allá en una excursión que más parecía una aventura. Caminos que se cruzan o bifurcan en medio de una soledad espantosa ponen a prueba nuestro sentido de orientación. Uno que otro asentamiento humano, riachuelos, algunas granjas de nombres japoneses y, de pronto, el perfil de un vecino a la vera del camino, que a medida que se acerca abordamos para indagar por Caral sin hallar una respuesta convincente Por momentos, nos asalta la duda. Una veintena de kilómetros, que deben cubrirse en 45 minutos, se convierte así en un viaje interminable. Revoloteando y empapados de sudor, llegamos finalmente a Caral, la tierra donde hace 5.000 años floreció una ciudad que albergó a alrededor de 3.000 habitantes.
Al percatarse de nuestra presencia se acerca un joven con un sombrero de ala ancha. Es Marco Machacuay, uno de los siete arqueólogos sanmarquinos que, desde hace dos años, residen en la zona para arrancarle sus secretos a esta tierra seca, desértica, que en un tiempo fue un canto a la vida.
Hasta hace cinco años nadie imaginó que en el Perú había existido un centro urbano con arquitectura monumental. Se sabía, desde la década del 40, por fotografías aéreas, que había restos monumentales en el valle de Supe, pero como no se habían hecho excavaciones nadie imaginó que Caral era precerámico, es decir, del período que comprende los 3000 años y 1600 antes de Cristo. Nadie pensaba que en el precerámico podían haberse construido centros urbanos con arquitectura monumental. Lo que se conocía en el resto del Perú eran asentamientos máxime de 10 a 3 hectáreas. Caral tiene 65 hectáreas, es un poco más pequeño que Pachacámac, pero igualmente impresionante. El día que el Perú invierta en ponerlo en valor, el país va a tener, igual que Egipto, pirámides que atraerán cientos de miles de turistas.
Bajo un sol achicharrante empezamos a recorrer la ciudad cuyos primeros vestigios ya saltan a la vista: un coliseo circular que acaso albergó 300 personas; viviendas que se recortan con sus paredes de más de un metro de alto; grandes templos y nichos en los que enterraban a sus muertos sacándoles previamente la cabellera. Tumbas en las que se han hallado cadáveres dispersos delatan que la zona fue antes saqueada, aunque no tanto debido a que cuando los huaqueros comenzaron a trabajar se dieron cuenta que no encontraban sino arquitectura.
El arqueólogo que nos acompañó, nos sugiere ascender a la pirámide más grande, que ha sido en parte ya desenterrada. A su entrada había dos grandes monolitos, que ahora yacen a un costado. Son tan enormes que para levantar una de ellas se necesitaría el concurso de 12 hombres. Subimos sus gradas de piedra: uno, dos, tres, cuatro, cinco, sorteando montículos de tierra, hasta llegar a su máxima altura, 18 metros, desde la que divisamos la explanada donde se asentó la vieja ciudad y sus seis colinas que guardan otras tantas pirámides.
De regreso a Lima fuimos a ver a la doctora Ruth Shady, directora del Museo de Antropología y Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y principal impulsora de los trabajos que, desde hace seis años, se vienen haciendo en Caral. En su oficina de la vieja casona del Parque Universitario, haciendo un alto en los preparativos de la exposición que mostrará la cultura de Caral, próximamente, en el Museo de la Nación, nos dice:
-Nosotros hemos estado trabajando de manera silenciosa, porque cuando informamos a nuestros colegas peruanos, recibieron la noticia con mucho escepticismo, dado que cambia todos los esquemas que hasta ahora se tenían del desarrollo de la civilización. Entonces estaban muy reacios a aceptar que Caral pudiese ser precerámico.
Cuando los arqueólogos de UNMSM llegaron a Caral, ya la zona había sido saqueada. Pero no tanto, porque como Caral no tiene cerámica, sino arquitectura, sólo depredaron las tumbas. Ahí encontraron dos cadáveres; de un niño que había sido ofrendado antes de una construcción, y de un adulto que había sido saqueado. "Le habían dado vuelta -dice la doctora Shady- para encontrar objetos asociados al individuo".
-Lo más interesante de Caral, creo yo -agrega la doctora- es podernos explicar y comparar con otros lugares del mundo, cuáles han sido las motivaciones que llevaron a la formación de un estado prístino, porque es el primer estado que se forma en el Perú. Me parece interesante explicar qué mecanismos, qué factores intervinieron para que esta ciudad se hiciera compleja y surgiera un gobierno central; cómo un grupo de personas dejan de hacer tareas cotidianas como los demás y empiezan a realizar actividades de gobierno y de administración.
La ciudad de Caral es, por lo menos, 1500 años más antigua que Chavín de Huántar, que es considerado el foco cultural de más vieja data del Perú. Por las excavaciones se sabe que Chavín empieza tardíamente, cuando ya en varios valles costeños había habido desarrollos civilizatorios previos. Pero Caral-Supe hace ver que ha sido mucho más antiguo el origen de la civilización en la costa. "Pero eso no quiere decir que no haya habido poblaciones en la sierra y en la selva en la época de Caral -señala la arqueóloga. Lo que ocurre es que su desarrollo ha sido menos complejo".
Los fechados radio carbónicos (18) indican que Caral comenzó a ser ocupada hacia los 3000 años antes de Cristo y dio fe de vida hasta cerca de los 800 ó 1000 años.
-¿Por qué la llaman ciudad sagrada?
-Porque es una época en que por primera vez las sociedades están teniendo un gobierno central, como le decía, se establece el estado y utiliza la religión como medio de afirmación. Todo lo que cavamos en la ciudad está impregnado de religiosidad. Hay muchos fogones construidos para ofrendas. Hay rituales en cada parte. No solamente en los lugares públicos o en los templos sino que hasta en las casas. Nosotros pensamos que Caral ha tenido un halo de religiosidad.
Entre las cosas que se han hallado en Caral, aparte de su sorprendente arquitectura, hay artefactos de diversos materiales: de hueso, madera, piedra, boleadoras y quenas -hechas con huesos de pelícano y cóndor-; adornos para la gente importante o para los dioses que adoraban.
En América, las principales pirámides son las de Yucatán, que se elevan a 20 ó 30 metros de altura. Pero fueron hechas en la época de Chavín de Huántar, unos 3000 años atrás, es decir, en el período formativo. En cambio las de Egipto son de la época de Caral, o sea de hace 5000 años.
-Cuando en Egipto se estaban construyendo las pirámides de Keops, en Caral se erigían las pirámides que usted ha visto dice, finalmente, con inocultable orgullo, la doctora Ruth Shady, quien todos los fines de semana viaja a Caral para continuar un trabajo que pone al Perú, una vez más, entre los países de mayor riqueza arqueológica en el mundo.
Enlaces recomendados:
http://www.caralperu.gob.pe/principal.htm
http://www.geocities.com/proyectonasca/
http://museoarqueologiasanmarcos.perucultural.org.pe/index.htm
Bibliografía y Hemerografía sobre la Ciudad Sagrada de Caral Supe
Bibliografía:
SHADY SOLIS, Ruth
1997 La Ciudad Sagrada de Caral-Supe en los albores de la civilización en el Perú. Lima: UNMSM
SHADY SOLIS, Ruth
2001 "Caral-Supe y la Costa Norcentral del Perú: La Cuna de la Civilización y Formación del Estado prístino". En Historia de la Cultura Peruana, Tomo I, pp 45-87. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001
SHADY SOLIS, Ruth
2001 La Ciudad Sagrada de Caral y los Orígenes de la Civilización Andina. Folleto. Lima: Museo de Arqueología, UNMSM
Hemerografía:
SHADY SOLÍS, Ruth y Sonia LÓPEZ
"Ritual de Enterramiento de un Recinto en el Sector Residencial A en Caral- Supe". En Boletín de Arqueología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Nº 3, Lima, 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth, Camilo DOLORIER, Fanny MONTESINOS y Lyda CASAS "Los Orígenes de la Civilización en el Perú: el Área Norcentral y el Valle de Supe durante el Arcaico Tardío". En Arqueología y Sociedad Nº 13 (2000), Revista del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, pp. 13-48.
SHADY SOLÍS, Ruth
"Sustento Socioeconómico del Estado Prístino de Supe-Perú: Las Evidencias de Caral-Supe". En Arqueología y Sociedad Nº 13 (2000), Revista del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, pp. 49-66.
BÉAREZ, Phillipe y Luis MIRANDA MUÑOZ
"Análisis Arqueo-Ictiológico del Sector Residencial del Sitio Arqueológico de Caral-Supe, Costa Central del Perú." En Arqueología y Sociedad Nº 13 (2000), Revista del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, pp. 67-78
CHU, Alejandro
"El Período Formativo en Caral-Supe. Alcances Preliminares". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 1, Nº 6, junio 1998.
SHADY SOLÍS, Ruth
"La Religión como una Forma de Cohesión Social y Manejo Político en los Albores de la Civilización en el Perú". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 9, setiembre 1999 .
GÁLVEZ, Isabel
"Evidencias Quechuas en el Léxico de "Cultivo" de Caral-Supe". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos año 2, Nº 9, setiembre 1999 .
SHADY SOLÍS, Ruth
"Flautas de Caral: el conjunto musical más antiguo de América". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 10, octubre 1999.
LEYVA ARROYO, Carlos
"Apreciaciones Musicológicas Preliminares de las Flautas de Caral". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 10, octubre 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth
"El Sustento Económico del Surgimiento de la Civilización en el Perú". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 11, noviembre 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth
"Los orígenes de la civilización y la formación del Estado en el Perú: las evidencias arqueológicas de Caral- Supe" (Primera parte). En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 12, diciembre 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth, Marco MACHACUAY y Rocío ARAMBURÚ
"Un Geoglifo de Estilo Sechín en el Valle de Supe". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 3, Nº 1, enero 2000.
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La ciudad sagrada de Caral-Supe. En los árboles de la civilización en el Perú.
Por Dr. Oswaldo Salaverry García
CAPÍTULO I
CONTEXTO GEOGRÁFICO E HISTÓRICO
LA UBICACIÓN DE CARAL
La primigenia ciudad de Caral se encuentra en la margen izquierda del río Supe, en la costa norcentral del Perú, cerca del poblado actual de Caral.
Desde la ciudad de Lima, se llega al sitio siguiendo la carretera Panamericana hasta el kilómetro 182, donde se encuentra el desvío que conduce al pueblo de Ambar.
CONDICIONES NATURALES DEL VALLE DE SUPE
La actual falta de agua en el río Supe durante la mayor parte del año y las escasas tierras de cultivo sugieren interesantes preguntas sobre el sustento de los 17 grandes centros cívicos ceremoniales, de Desde allí se continúa por una carretera afirmada, unos 22 km. hacia el interior
del valle.
La ciudad se halla a unos 350 msnm, sobre una terraza aluvial, por encima del valle que, en este sector medio, es estrecho, abrigado y de clima caluroso, muy favorable para la vida humana.
CONDICIONES NATURALES DEL VALLE DE SUPE
La falta de agua en río de Supe durante la mayor parte del año y las escasas tierras de cultivo sugieren interesantes preguntas sobre el sustento de 17 grandes centros cívicos ceremoniales temprana datación, identificados en el lugar.
Se hace evidente que las condiciones geográficas, aparentemente desfavorables en la actualidad no lo habrían sido entonces, en los albores de la civilización. Al ser Supe un valle pequeño, sin mucha gradiente, se puede aprovecharlas aguas del río mediante pequeños canales de riego, que no requieren de conocimientos técnicos sofisticados ni de numerosa inversión en mano de obra. Además, la mapa freática está muy cerca de la superficie, y aún hoy, se forman lagunas y charcos en algunas depresiones, cubiertos de vegetación. En la temporada de sequía, los cultivos se riegan mediante canales alimentados por los pozos de captación de esta fuente hídrica del subsuelo.
Los recursos naturales son muy ricos v variados:
El valle da vida a una densa vegetación natural, todavía persistente en algunos relictos, es denominada «monte ribereño», que constituye un verdadero bosque enmarañado de plantas arbóreas y herbáceas, como huarango (Prosopis juliflora), pájaro bobo, caña brava, achiote, guayabo (Psidium guajava), pacay (Inga feuiller), etc. Flora típicamente costeña, la cual albergaba a una variedad de aves, vizcachas y venados, que cubría al valle en grandes extensiones hasta hace unos pocos años.
Por otro lado, los cerros de la cadena andina, que limitan ambas márgenes del valle, se convierten en lomas durante la temporada de invierno y aún son aprovechadas por los pobladores que incursionan en busca de venados y vizcachas. Es posible que en el pasado cubriesen una mayor extensión y proporcionaran recursos vegetales y animales, al igual que los extensos pantanos, aún vigentes.
Hacia el litoral, el mar de la costa central ha sido fuente inagotable de peces, algas y moluscos, utilizados intensamente en la alimentación de la población y como bienes de comercialización con los agricultores cercanos y distantes.
El río mismo, en la época de verano nutre peces y crustáceos, que son consumidos por los pobladores.
Aparte de los recursos naturales propios, el sector medio del valle posee las mejores rutas de comunicación con otros valles vecinos y alejados. Caral, en particular, se conecta con el valle sureño de Huaura, cuya población habría estado bajo el control ideológico de los templos y el sacerdocio de esta ciudad. Otras vías lo vinculan a los valles costeños de Pativilca y Fortaleza. Las rutas más distantes conectan al valle de Sur De con el Callejón de Huaylas, el Callejón de Conchucos y la cuenca del Marañon.
Los GRUPOS QUE ANTECEDIERON A LOS HABITANTES DE CARAL
Para comprender la temprana aparición de la civilización en los Andes Centrales del Perú, se debe conocer el proceso de neolitización y las características que éste presentó. El Neolítico se inició, como en otras partes del mundo, con el Holoceno y la extinción o reducción de los recursos de cazacolecta, que caracterizaban el ambiente del paleoindio: desaparición de la megafauna, en los que basaban su subsistencia los hombres.
Esta etapa del desarrollo, denominada Arcaico, casi coincide con el poblamiento del territorio en algunas partes de los Andes Centrales, alrededor de los 8000 años antes de Cristo, e implicó el cambio de un modo de vida basado en la apropiación de los recursos naturales, hacia uno que tomaba ventajas de las condiciones locales y había incorporado el manejo de la reproducción de algunas especies donde ya se daba un cierto grado de nucleación y sedentarismo,
El cambio no fue súbito, porque se produjo en forma simultánea en todos los lugares, ni tuvo las mismas manifestaciones culturales, abarcó un largo período, por lo menos unos seis milenios, a través de los cuales los grupos humanos se distribuyeron por las diferentes regiones y zonas ecológicas e iniciaron una relación de culturo-ambiental, expresada en diversos procesos adaptativos o de neolitización, No hubo un solo foco o centro de distribución de un patrón de vida neolítico; porque cada centro se desarrolló de acuerdo con las características del habitat y la tradición cultural de los grupos allí asentados. Estos procesos se desenvolvieron en cierto aislamiento durante el Arcaico Temprano (8000-6000 a.C.), y en menor grado en el Medio (6000-3000 a.C.), ya sea en los valles de la costa, separados por extensos desiertos, en la sierra, por su topografía accidentada y ríos torrentosos, o en la más distante montaña y la llanura amazónica, igualmente con peculiares características.
Pero, no obstante que las sociedades siguieron portrayectorías diferentes, con estrategias de subsistencia distintas, algunas de ellas ubicadas en el área norcentral, tanto en la costa, con una economía orientada a la explotación de los recursos marinos y de lomas, como en los valles interandinos de la sierra adyacente y de las vertientes orientales, dirigidas al aprovechamiento de los recursos de varios pisos ecológicos y de cultivo, simultáneamente se tendieron redes de contactos interregionales y desarrollaron organizaciones complejas hacia los 3000-2500 a.C. La mayor productividad económica de estos grupos y la necesidad de coordinación de actividades de subsistencia diversas, en un contexto de alto riesgo, permitieron la aparición de «gestores» y de una creciente desigualdad social (Shady, 1995). En la costa norcentral del Perú, el período Arcaico comienza con los primeros asentamientos aglutinados de organizaciones sociales igualitarias y concluye, en el Arcaico Tardío o Precerámico, con el establecimiento de sociedades complejas, que erigieron construcciones monumentales, y la aparición de la civilización y la formación del estado. Caral se ubica en este período (Bonavía, 1982; Engel, 1963; Feldman, 1980, 1985; Pozorski y Pozorski, 1979; Quilter, 1985, 1989, 1991).
OTROS ESTABLECIMIENTOS CONTEMPORÁNEOS A CARAL
El avance de las investigaciones en los últimos años dio a conocer importantes sitios arqueológicos pertenecientes al Arcaico Tardío, ubicados en el área norcentral del Perú, como: Áspero, en el litoral del valle de Supe (Feldman 1980, 1985); La Galgada, en la cuenca del Chuquicara, un tributario del río Santa (Grieder y Bueno 11981-, 1985), Piruro, en Tantamayo, Huánuco (Bonnier 1987, Bonnier y Rozenberg 1988), Kotosh, en Huánuco (lzumi y Terada 1972); Huaricoto, en el Callejón de Huaylas (Burger y Salazar 1985); y el Paraíso, en el valle bajo del río Chillón (Quilter 1985; Quilter, Wing
y Ojeda 1991). Cabe destacar que estos sitios se encuentran en diferentes regiones: costa, sierra y selva alta, zonas ecológicas distintivas con recursos singulares, pero todos se hallan en el área norcentral del Perú. Área en que se habría desenvuelto una intensa interacción cultural durante el Arcaico Tardío, que impulsó el desarrollado social.
Estos sitios revelaron una complejidad arquitectónica mucho mayor que la inicialmente supuesta para el período
Arcaico Tardío. En la actualidad, se está evaluando la hipótesis referente a extender un milenio atrás la etapa Formativa para incluir las manifestaciones del Arcaico Tardío, dando as¡ una nueva interpretación al proceso cultural peruano.
Caral forma parte de ese conjunto, siendo uno de los más destacados por su extensión y monumentalidad.
EL DESCUBRIMIENTO DE CARAL
Desde hace varias décadas algunos investigadores habían llamado la atención sobre la existencia, en el valle de Supe, de una serie de complejos arquitectónicos monumentales (a cuatro de ellos se les denominó Chupacigarro) pero ninguno llegó a emprender excavaciones arqueológicas sistemáticas o dío a conocer sus resultados (1).
Atraídos por esta información, que hacía alusión a los imponentes sitios monumentales del valle, en contraste con nuestra experiencia sobre las condiciones geográficas de éste, y el conocimiento existente sobre la problemática del área, decidimos iniciar investigaciones arqueológicas. Para esto fue de gran utilidad el catastro de sitios arqueológicos del valle de Supe, efectuado por Carios Williams y Manuel Merino (1979), así como los valiosos estudios de Williams sobre la arquitectura temprana, entre los que se mencionaba a Caral.
En 1996, después de haber efectuado una detallada prospección arqueológica en el valle de Supe, con un equipo de 5 arqueólogos empezamos a trabajar en Caral uno de los cuatro establecimientos conocidos como «Chupacigarro». Este sitio fue elegido por el buen estado de conservación y porque reunía los rasgos culturales representativos del conjunto.
Para los pobladores actuales, mayormente inmigrantes de la sierra vecina, Caral ya no tenía ninguna significación; era un sitio eriazo por donde pasaba, en la época de las haciendas, la antigua carretera a Huacho, hoy cerrada por una duna. Consideraban a los volúmenes piramidales como cerros rocosos naturales. Los varios milenios y vicisitudes transcurridos habían pasado al olvido desterrando la historia y la noción de la sacralidad e importancia que tuvo la ciudad
(1). Sin embargo, en diferentes sectores de la Ciudad de Caral, hemos encontrado evidencias de intensivas excavaciones con restos de alimentos modernos. Muchas de éstas fueron hechas sin ningún rigor arqueológico y han destruido importantes estructuras arquitectónicas. Los campesinos del lugar recuerdan que hace algunas décadas llegaron unos extranjeros en dos Jeeps y excavaron en varios complejos monumentales del valle, entre ellos en Caral. De nuestra parte, tenemos información que Engel (1987) efectuó excavaciones en éste y en los otros tres sitios conocidos entonces como Chupacigarro.
El mismo nombre de Caral, tomado por nosotros del poblado más cercano al sitio arqueológico, carece de algún significado para sus habitantes. Posiblemente debió corresponder a una lengua regional desaparecida, pues los morfemas se repiten en la toponimia del área.
CAPITULO II
LA CIUDAD SAGRADA DE CARAL
«La Ciudad de las Pirámides», como también la han denominado algunos visitantes, por los 6 grandes volúmenes piramidales que se observan desde el fondo del valle, se encuentra sobre una terraza aluvial, en un paisaje grisáseo y árido, rodeada por las vistosas cumbres rocosas de las estribaciones costeñas de la cordillera de los Andes, Es un medio desértico, con dunas que contrastan con el colorido verdoso del valle, del cual se separa por una serie de terrazas aluviales, formadas sucesivamente a través de tiempos geológicos,
El ambiente natural del área contribuyó a darle a Caral el carácter sagrado que tuvo; así la ciudad quedó aislada, elevada sobre el valle y alejada de la vida de éste, en una planicie, entre el cielo y los cerros.
La ciudad sagrada, que cubre un área aproximada de 50 ha., está conformada por más de 32 conjuntos arquitectónicos de diversa magnitud y función, de los cuales, hasta el presente, se han podido identificar seis edificaciones piramidales y una serie de construcciones medianas y pequeñas, entre templos, sectores residenciales, plazas públicas, anfiteatro, almacenes, altares, calles, etc. La mayoría se halla todavía cubierta con los escombros de las paredes, derribadas por el paso de] tiempo, y los materiales de¡ enterramiento ritual de las edificaciones, que hacían periódicamente los habitantes de la ciudad de Caral.
Las estructuras arquitectónicas fueron erigidas siguiendo un ordenamiento espacial, en torno a grandes plazas o a espacios abiertos. En el centro de uno de éstos se yergue un gran bloque de piedra parada o «huanca», de 2.15 m. de alto por 80 cm. de ancho, en armonioso diseño con unos volúmenes piramidales, entre los que destacan dos, por su forma cuadrangular. Es frecuente el hallazgo de Ros de taila tosca, de diferente tamaño, hincados verticalmente en algunos de los ambientes de la ciudad.
EL TRABAJO DE CAMPO
Las investigaciones en Cara¡ fueron iniciadas en julio de 1996; conducidas por la suscrita, con la asistencia del Dr. Arturo Ruiz Estrada, la participación del arqueólogo Manuel Aguírre Morales y los estudiantes de arqueología de la Universidad de San Marcos, Pedro Espinoza y Cristian Mesía, y con el financiamiento de la «National Geographic Society».
Posteriormente, las Municipalidades de Supe y Barranca decidieron apoyar económicamente el mantenimiento de algunos trabajos y la gestión para obtener el financiamiento adecuado, que hicieran posible la puesta en valor de Caral Así, Pedro Espinoza pudo continuar excavando hasta diciembre en el sector administrativo, adyacente a la pirámide I. Gracias a ese apoyo municipal, a partir de enero dé este año, Martín García Godos y Elizabeth Enriquez se unieron a los trabajos en la zona, siempre apoyados por los campesinos Julián Solís y Gaudencio Sánchez.
Desde agosto de este año, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos tomó la decisión de contribuir activamente con el programa de investigaciones en la ciudad de Caral. Asimismo, el Instituto de Investigaciones Lingüísticas (INVEL) asumió, con gran interés, investigaciones para la recuperación de lenguas antiguas en el valle de Supe.
A la fecha se han realizado excavaciones en área en cinco complejos arquitectónicas. de los 32 identificados, seleccionados a partir del levantamiento planimétrico, efectuado en base a fotos aéreas.
«EL TEMPLO DEL ANFITEATRO»
Es un conjunto arquitectónico de 150 m. por 90 m, en el que destaca una gran plaza circular hundida, «anfiteatro», asociada a una estructura alargada y escalonada, que se eleva sucesivamente, a modo de un ziggurat. Los varios componentes del conjunto están alineados en el mismo eje, aunque a diferentes alturas. El complejo se halla separado del resto de la ciudad por una muralla perimetral. Las construcciones levantadas en el interior de este cerco han cumplido diversas funciones y recibieron un tratamiento especial.
La fachada principal, orientada al NE, como toda la estructura, se halla precedida por una plataforma (1), que contiene en el lado oeste una serie de depósitos alineados, uno al lado del otro, ubicados en dirección horizontal y también vertical. Casi la mitad de este componente fue destruido por un aluvión, causado por inusitadas lluvias, como efecto de algún meganiño, fenómeno ocurrido después del abandono
de la ciudad.
Desde la plataforma (1) se ingresa por medio de una amplia escalinata a la plaza circular hundida (2), presentada como un gran anfiteatro, de 29 m. de diámetro en el interior. Esta tiene tres niveles de graderías en la mitad superior, ubicada al sur, donde además se adicionó una plataforma semicircular (3), a modo de una imponente banqueta. El exterior de este anfiteatro muestra tres terrazas escalonadas con sus respectivos muros de piedra. Las paredes y pisos tuvieron revoque de arcilla y pintura blanca o amarilla. Hay indicios de por lo menos dos remodelaciones en la construcción del anfiteatro.
Del anfiteatro se asciende por otra escalinata, ubicada en el lado opuesto a la de ingreso, hacia la parte superior de la plataforma semícircular (3), que a su vez da ingreso al templo. Este se halla protegido por una muralla, que en el frontis se quiebra en ángulos rectos, formando dos grecas o salientes, una a cada lado. El templo tiene, a su vez, una banqueta adosada al exterior del frontis.
El vano de acceso al templo sigue el mismo eje de las escaleras de la plaza circular. Por éste se ingresa a un recinto central de forma rectangular-horizontal (4), separado por paredes de otros dos recintos laterales. Estos no han sido todavía excavados.
Del recinto (4), siguiendo el eje central, se pasa a un ambiente muy importante (7), porque estuvo resguardado, como se observa en la entrada, por tres paredes anchas, adosadas sucesivamente. La última tiene una saliente en forma de greca. En el contorno de¡ interior de esta habitación hay tres terrazas laterales a modo de graderías y, en el centro, un fogón ceremonial, cerca de¡ cual se hallaba una piedra o «Huanca» que posiblemente estuvo hincada. Al excavar el fogón recuperamos ofrendas carbonizadas. Éste, de forma redondeada, mide 46 cm. por 45 cm. y 41 cm. de profundidad, presenta las paredes enlucidas con sucesivas capas de arcilla, resultantes de las remodelaciones. En una antigua excavación, ya limpiada, pudimos notar que el diseño de este ambiente fue modificado por lo menos 5 veces a través del tiempo. Estos antiguos ambientes yacen debajo de la superficie actual y fueron enterrados sucesivamente. Algunas paredes muestran enlucidos negros.
Desde el recinto 7 se accede por una escalinata, ubicada en el mismo eje central, a otra plataforma elevada con dos habitaciones rectangulares, una a cada lado (8 y 9), excavadas en parte, y donde se aprecia una antigua pared enterrada, muy maltratada que llevaba decoración en relieve. Por el centro continúa una escalera pintada hacia la cima de la terraza, cuyos recintos tampoco han sido definidos (10). En este nivel, por su ubicación más alta, destacada y de limitado acceso, debió estar la divinidad principal del templo y allí se habrían realizado las actividades ceremoniales más relevantes del grupo social que tuvo bajo su control este templo en la urbe.
En la parte posterior del templo se desciende del espacio (10) hacia un recinto cuadrangular (12), pintado de amarillo y rojo. De allí baja a otras dos plataformas hasta llegar al patio (15), que está encerrado por la muralla que circunda a toda la estructura.
El conjunto descrito fue construido con piedras cortadas, unidas con una mezcla de arcilla, y delimitado por la muralla que encierra un amplio espacio rectangular, donde, en otro lado del templo, se construyeron otras unidades arquitectónicas menores, como las estructuras 13 y 14, dedicadas alas actividades auxiliares de los que manejaron el anfiteatro y el templo central. Las estructuras más antiguas subyacen debajo de enormes capas de piedra y muestran variaciones en la tecnología constructiva.
Las paredes externas de este conjunto arquitectónico tuvieron un grueso revoque de arcilla pintado de blanco-crema, color que debió reluciren el paisaje desértico grisáceo. Los ambientes del interior llevaron pintura amarilla, roja y negra.
La excavación de una de las construcciones arquitectónicas auxiliares, ubicada al Este del templo (14), dentro del perímetro amurallado, permitió conocer el funcionamiento de la estructura que estamos denominando: «El Altar del Fuego Sagrado» (14)
EL ALTAR DEL FUEGO SAGRADO
En un espacio rectangular y cercado, de piedra cortada, está encerrado un edificio circular pequeño. El ingreso no es directo, sino a un costado del muro norte (1), ubicado en forma discreta; se pasa por un vano semicerrado y se continúa rodeando al edificio circular por el lado sur hasta encontrar el ingreso en el lado oeste. Se sube por un peldaño trapezoidal (2) a un vano estrecho, el cual conduce a un fogón ceremonial central (3), que es todo lo que contiene esta construcción circular. El fogón es muy especial, de forma oval (22 por 29 cm.); tiene doble nivel y dos ductos subterráneos de ventilación, que cruzan el edificio, ubicados en la dirección de los vientos norte-sur (4 y 5). El ducto norte sale por un orificio desde la pared hacia una canaleta de 18 cm. de ancho por 1.40 de largo.
Las paredes y pisos llevaron revoque y pintura crema, amarilla y ploma, según las sucesivas refácciones realizadas.
El interior del recinto circular (6) muestra, además del fogón, una capa roja y calcinada entre las varias que cubrieron las paredes y el piso, como si hubiera ocurrido, en algún momento, un fuerte incendio. Hemos observado la siguiente sucesión de capas: una de barro marrón sobre la pared de piedra, seguida por una amarilla, una blanca y el rojo calcinado, además de otras 21 capas de mayor o menor espesor.
Por los rasgos que presenta, esta unidad puede ser ubicada dentro de la denominada «tradición religiosa Kotosh», caracterizada por la construcción de pequeños recintos ceremoniales con fogones centrales para la incineración de ofrendas. Tradición que estuvo distribuida en el área norcentral del Perú durante el Arcaico Tardío y el Formativo. Esta edificación de Cara¡ muestra, sin embargo, una modalidad netamente costeña, que fue reproducida en los valles de Casma y Jequetepeque, al parecer, durante el Formativo Temprano (Pozorski y Pozorski 1996: 349)? entre los 1500-1000 años antes de cristo.
Por las evidencias disponibles, se puede interpretar que durante el Arcaico Tardío la sociedad del valle de Supe habría alcanzado un gran prestigio en el área norcentral, el cual le permitió ejercer influencia ideológica en las poblaciones de los valles costeños vecinos como Huaura, Pativilca, Fortaleza, Huarmey y Casma. Del mismo modo, habría establecido comunicación con las del Callejón de Huaylas, donde se encuentran los complejos La Galgada y Huaricoto; y las del Huallaga y Marañón, asientos de Kotosh y Piruiro respectivamente.
Se ha planteado la hipótesis que los exponentes arquitectónicos de la sierra, pertenecientes a la tradición Kotosh, serían más tempranos que los costeños y que este tipo de estructuras se habría originado en la sierra, para desde allí difundirse hacia la costa (Pozorski y Pozorski, ob. cit.: 350). Si la datación radiocarbónica confirmase el contexto estratigráfico, que ubica a Caral en el Arcaico Tardío, estaríamos ante una manifestación cultural común a la arquitectura ceremonial de sociedades serranas y costeñas. La edificación circular, en cambio, habría sido una expresión singular de la arquitectura costeña hasta ahora, al parecer con la evidencia más temprana de Caral, en base a la cronología relativa. Cabe recordar, al respecto, que fueron distintivos y peculiares los procesos adaptativos en otros aspectos de la vida social en las diferentes regiones y áreas (Shady 1993 y 1995: 55-58). Sin embargo, es cierto también, que las sociedades del área norcentral compartieron una serie de rasgos debido a la interacción y al intercambio de bienes.
EL PEQUEÑO TEMPLO DE LA BANQUETA
Es otra estructura arquitectónica, de menor tamaño, ubicada a unos 150 m. al oeste del «Templo del Anfiteatro».
Presenta una terraza central elevada entre un patio anterior y otro posterior. El paramento de esta terraza (1) muestra las diferentes fases de remodelación a las que fue sometida la construcción, las que se confirman con los análisis de la tecnología empleada, las varias capas de pintura y la estratigrafía. Hemos determinado la superposición de, por lo menos, cinco estructuras cuadrangulares, con su respectivo fogón central. Cada una de ellas fue objeto de un enterramiento ritual, con la acostumbrada incineración de ofrendas, antes de la construcción de la siguiente estructura.
Las construcciones de períodos sucesivos muestran diferencias leves en cuanto a las orientaciones de las paredes, y creemos que el alineamiento de éstas varió en relación con determinadas mediciones astronómicas, efectuadas periódicamente. El conocimiento astronómico, necesario para la elaboración de los calendarios agrícolas, debió ser una de las actividades importantes a cargo de los sacerdotes de la ciudad.
El edificio cuadrangular mejor conservado consiste en un espacio encerrado por muros de piedra y una banqueta (3) de 42 cm de altura por 83 cm. de ancho, adosada al paramento de la terraza y a la parte media superior de los lados. Se ingresa a este ambiente por un vano ubicado al NE, de 1.50 m. (4). En el espacio central destaca un fogón ceremonial (5), donde se realizaron quemas rituales.
El paramento de la terraza principal (1) muestra cuatro de las cinco sucesivas remodelaciones, que hemos identificado, con accesos que fueron tapiados. El más antiguo tuvo un ingreso amplio, con un peldaño sin banqueta, que luego fue reducido dos veces hasta quedar definitivamente sellado cuando se construyó la banqueta. Finalmente, ésta fue enterrada; se levantó un nuevo paramento, paralelo al anterior, que dejó más pequeño el ambiente interno, al que se le hizo un fogón acorde con las nuevas dimensiones.
Los pisos presentan una serie de hoyos de los postes de madera que soportaron el techo, compuesto de material orgánico, enlucido con barro.
En las sucesivas remodelaciones se cambió, igualmente, el color de las paredes, que conservan capas superpuestas de pigmentos: blanco crema, amarillo, gris, anaranjado y azul.
Por sus rasgos arquitectónicos, estaedificación puede ser comparada con otras construidas en la sierra, pertenecientes a la tradición religiosa Kotosh, y es una buena exponente de la interacción entre las sociedades que habitaron las
diferentes regiones del área norcentral.
En el lado este del «Pequeño Templo», fue éxcavado un edificio lateral que debió estar vinculado con aquél. El edificio contiene un re cinto de un sólo componente estratigráfico, destinado a actividades domésticas, dada la abundancia de res tos de alimentos recuperados, predominantemente de origen marino.
SECTORES RESIDENCIALES
Hemos identificado tres sectores residenciales, relacionados con las otras estructuras: uno frente al Pequeño Templo; otro mayor, relacionado con el Templo del Anfíteatro; y uno al pie de la pirámide C. Se caracterizan por no mostrar sobre la superficie una volumetría elevada, sino mas bien una serie de depresiones que, al inicio de las excavaciones, interpretamos como hoyos de tumbas, y porque las edificaciones, con excepción de aquellas de las últimas fases, a diferencia de los otros sectores excavados, tienen distinto diseño, y fueron construidas de material orgánico.
No descartamos que puedan haber en la ciudad otros sectores disimulados por el enterramiento ritual que hicieron sus ocupantes antes de abandonarla.
Excavamos en alguna extensión en el sector residencial A ubicado en la explanada, encima de la terraza aluvial derecha de la quebrada por donde pasó el aluvión, al este del Templo del Anfiteatro. A su vez, este sector tiene al frente el espacio abierto más extenso de la ciudad, en cuyo contorno se erigieron las enormes estructuras piramidales.
Ocupa un área de forma rectangular, con terrazas y muros de contención, levantados con bloques de piedra, En el interior se distinguen plazas y subdivisiones, aun no excavadas.
En este conjunto de recintos hemos identificado varios componentes arquitectónicos que muestran estilos y técnicas diferentes, todos pertenecientes a períodos distintos. Al igual que los otros complejos de la ciudad, éste fue también objeto de un enterramiento ritual progresivo y de la incineración de ofrendas. Hemos identificado hasta 10 capas estratigráficas, las cuales sugieren una larga ocupación en este espacio de la ciudad.
Los ambientes aterrazados con paredes de piedra, ubicados frente al gran espacio abierto y presididas por una pequeña estructura escalonada, adherida en la parte central del muro frontal, corresponden a una de las últimas fases constructivas. Esta estructura recuerda al «usnu» incaico.
Otra fase constructiva más antigua presenta paredes con armazón de palos de huarango cruzados por carricillos. Esta fue seguida por otra con estructuras de «quincha», compuestas de un armazón principalmente de carricillos.
Algunos ambientes, no bien ubicados cronológicamente, tienen paredes de piedra cortada y de cantos rodados. Asimismo, se recuperó pequeños adobes en los rellenos, quizás pertenecientes a un edificio muy antiguo.
A la fecha se ha excavado un conjunto de recintos con paredes de huarango y fino revoque, pintadas de crema, amarillo o anaranjado, con pisos igualmente enlucidos y pintados, de alisado uniforme.
En este sector, como en otras partes de la ciudad, las edificaciones muestran sucesivos enterramientos y remodelaciones. Al parecer, una de las actividades más importantes de los habitantes estuvo centrada en el cambio permanente del diseño arquitectónico; tapaban unos ambientes en tanto usaban otros y remodelaban los antiguos. Una de las últimas acciones en este lugar consistió en destruir, como era costumbre, una parte de las construcciones y enterrar completamente todos los recintos con grandes acumulaciones de piedras. Estos enterramientos fueron efectuados en medio de rituales, con grandes incineraciones de alimentos, esparciendo el carbón y la ceniza, depositando ofrendas en hoyos o al lado de las paredes. En la fase tardía, estas ofrendas incluyeron canastas, fabricadas con fibra vegetal, «shicras», llenas con bloques de piedras cortadas y cantos rodados, junto con alimentos quemados, vegetales, moluscos y pescados.
En el centro de los recintos del sector se han encontrado los fogones rituales donde se quemaron alimentos en un acto previo a la nueva remodelación; con ellos se cubrió toda el área antes de hacer el nuevo piso, patrón que ha sido observado también en las otras unidades arquitectónicas de la ciudad.
Como parte del material usado para el enterramiento, recogimos pequeños adobes hechos a mano, algunos en forma plano-convexa, fragmentos de revoque y de arcilla mezclados con cañas y fibras, procedentes de antiguas construcciones destruidas.
Los materiales asociados a todas las remodelaciones identificadas consisten en restos de alimentos, vegetales y marinos, textiles entrelazados, fragmentos de mates, cestas, figuras de arcilla no cocida, lascas cortantes, pedazos de cuarzo, chancadores, moledores y piedras quemadas. No hubo ningún fragmento de cerámica o de textiles a telar, aunque si varios trozos de arcilla quemada, desprendidos de los fogones y de los pisos circundantes.
LAS CONSTRUCCIONES DE HUARANGO Y DE QUINCHA
Debido a las excelentes condiciones de conservación y al patrón constructivo y destructivo secuencial, hemos podido registrar las técnicas de edificación utilizadas a través de los varios períodos de ocupación en este sector del centro urbano. Una de ellas, las más extendida, lleva el armazón de palos de huarango cruzados con carricillos. Uno de los ambientes tuvo decoración mural modelada, que fue destruida al serenterrada. Para ello, hicieron un cerco tosco de pirca, paralelo al muro, que contuviese al material de relleno, pero previo al depósito de éste excavaron unos pozos en el suelo, al pie del muro, donde depositaron ofrendas. En la pared de este recinto, opuesta a los relieves, se encuentra una pequeña plataforma de piedra y barro, a modo de un asiento. Este ambiente tuvo algunas remodelaciones y fue reutilizado durante varias épocas.
Debajo de él subyace enterrada otra estructura arquitectónica de piso blanco y pulido.
A una época posterior pertenecen unos ambientes con armazón de «quincha», a base de algunos palos de huarango equidistantes y carricillos, colocados por pares, tanto en dirección vertical como horizontal, amarrados con junco, los cuales parecen formar un diseño reticulado. Los atravesados en forma horizontal van por detrás.
Además, aplicaron por ambos lados, tanto a las habitaciones de huarango como a las de quincha, que tienen esquinas curvadas, un grueso revoque de arcilla, un enlucido de barro, muy alisado, y pintura amarilla o blanca.
Los pisos fueron igualmente alisados y pintados.
DEPÓSITO ESPECIAL DE OFRENDAS
En uno de los recintos más tardíos del sector A se construyó un depósito de ofrendas, de 1.30 m. por 60 cm., como parte del enterramiento ritual. Este consistió en una caja rectangular con paredes de piedra cortada y cantos rodados, enlucidas con barro sólo en la cara interna y pintadas de color blanco. No hubo cara externa, porque era parte del relleno, consistente en piedras angulosas y cantos rodados de tamaño mediano (Técnica que también hemos encontrado en algunos muros tardíos de los otros complejos excavados).
En esta caja se depositaron capas de ofrendas, siguiendo un ordenamiento ritual estricto. Debajo de una cubierta de carricillos y de una esterilla fina había una especie de «tamal» carbonizado y otros alimentos dentro de valvas de moluscos, cubiertas con haces de hojas, colocadas unas hacia abajo y otras hacia arriba, asociados a una tabletilla de madera alisada.
En las esquinas habían huesos de pescado, conchas, hojas y unos panecillos de barro de forma redondeada.
Las ofrendas más destacadas, dejadas en la parte central, consistían en algunas figuirillas de barro no cocido, dos casi enteras, colocadas boca abajo, otras fragmentadas en pedacitos de cuarzo transparente y una piedra.
En una de las esquinas de la caja había un instrumento musical, una flauta, una cesta y abundantes haces de hojas.
Por todo el espacio se hallaron restos de pescado seco, moluscos, huesos de roedores y fragmentos de coprolitos humanos. Además, el piso es amarillo (por la complejidad de este depósito de ofrendas dejamos su descripción detallada para un artículo específico).
«LETRINA»
Otro de los hallazgos importantes del sector residencial A consiste en un espacio lleno de grandes heces humanas, el que fue cubierto con una capa de ripio fino.
Cuando podamos avanzar con las excavaciones de la «letrina», el material dará importante información sobre la dieta alimenticia, el nivel nutricional y las enfermedades de los ocupantes de esta parte de la ciudad. Se podrá conocer, asimismo, la naturaleza del ambiente donde se depositaron las heces y verificar, como sugiere el contexto, si se
trata de un recinto especial dentro de¡ ordenamiento habitacional. Servirá también para la reconstrucci0n de la flora existente en esa época, del clima y de las actividades económicas practicadas por los pobladores.
Llama la atención el repetido hallazgo de heces humanas asociadas a las diversas ofrendas. Se podría interpretar que esta clase de muestras estuvo considerada como sagrada.
LA PLATAFORMA ESCALONADA, «USNU»
Esta pequeña unidad arquitectónica escalonada, con frente al noreste, estuvo adosada al muro de lajas perimetral del sector A .
Se encontró semidestruida por las excavaciones extensas que se hicieron en esta ciudad hace unas décadas. Un forado había alcanzado al relleno de «shicra», donde se dejó una bolsa de galletas y un fragmento de periódico. Sólo quedaba un peldaño completo y parte del siguiente, el tercero, estaba destruido.
Mide 1.71 m, x 2,64 m. y habría tenido tres escalones; el paso que se conserva 28 cm. x 31 cm. de conserva mide 2 altura.
Las paredes son de piedras cortadas v cantos rodados con estuco, enlucido y pintura crema y blanca sólo en la cara interna. Habría tenido tres escalones.
El interior de esta plataforma contenía un relleno de 43 cm., compuesto por cantos rodados pequeños, cascajo, trozos de revoque y tierra, el cual cubría a un conjunto de 7 canastas de shicra, superpuestas entre rellenos de piedra y algunos grandes bloques cortados.
Las shicras son de junco, confeccionadas con fibras dobles torcidas de aproximadamente 1.5 cm de ancho, a modo de una red, con cuadros de 7 por 7 cm., un diámetro de boca de 30 cm. y 18 cm. de altura. El contenido varía unas llevaban piedras de tamaño mediano, otras sólo unas cuantas grandes. Pesaron entre 10 y 15 kilos. Junto con las piedras habían carboncillos. mesodesmas amarillas pequeñas. fragmentos de choros y restos de cangrejos, En un caso la shicra era doble, es decir. una sobrepuesta en otra.
Debajo de las shicras hubo dos capas, divididas en sectores por fibras, de 7 y 5 cm., con ceniza, abundante pescado, cangrejos, vegetales, choros, mesodesmas, heces y «gomas de mascar».
Este contenido orgánico fue depositado sobre el piso, mayormente roto, correspondiente al Muro de piedra al que se adosó esta estructura.
SACRIFICIOS HUMANOS
En el sector residencial cercano a la «Pirámide C», se halló el entierro de un infante menor de un año, depositado como ofrenda antes de la construcción de una pared con grandes bloques líticos.
La pirámide C es una de las más elevadas, de 21.56 m. Al este de ésta, pero en directa asociación, se encuentra el sector residencial, con un cerco el lado norte, compuesto de grandes bloques de piedra cortada.
Excavamos en este sector tres cortes de prueba, uno de los cuales permitió identificar el entierro humano, que a continuación describimos.
El cadáver fue depositado en una fosa excavada en el terreno estéril, Posteriormente sellada por un piso morado. La fosa, deforma ovoide, tiene 68 X 28 cm. en la boca y una profundidad de 1.42 m. El paquete funerario mide en la base 89 X 28 cm, Esta fosa se halla debajo del muro de piedra, lo que hizo muy difícil la excavación.
Sobre el piso morado había un relleno muy similar al material de la capa estéril, el cual servía de base al piso gris, que está asociado al muro de grandes bloques de piedra.
El relleno que cubría al entierro presentaba una secuencia de capas compuesta por carboncillos, de cantos rodados, y arena.
El infante se encontraba en dirección E-W, decúbito dorsal y con la cabeza al este, mirando a la pirámide. Fue envuelto en una estera de fibra de junco y tenía, hacia los pies, una cesta de fibra entrelazada de 10 cm. de diámetro; una redecilla de algodón con similar técnica se hallaba adherida a la cabeza y sobre ella otra cesta similar a la anterior El cuerpo estaba cubierto con un textil de algodón, en el lado norte de la cabeza había una valva de Choromytilus chorus,- otro choro a la altura del hombro derecho. En el lado izquierdo del hombro se recuperó una aguja de hueso y ala altura del estómago un cordel de algodón. En el cernido de los residuos del entierro aparecieron semillas de algodón, un fragmento de cuarzo transparente, una cuenta de hueso y una cuenta de piedra.
En otros sectores de la ciudad se han ubicado algunos entierros humanos, asociados con estructuras arquitectónicas, todavía pendientes de excavación.
EL TEMPLO MAYOR
(PIRÁMIDE E)
Es una de las construcciones piramidales más destacadas de la ciudad; se encuentra hacia el este, al borde de la terraza que linda con el valle, desde donde se la puede apreciar, imponente en toda su magnitud.
La componen una pequeña plaza circular hundida, ubicada en el frontis de la pirámide, de 19.0 m. de diámetro interno y una profundidad de 1.98 m. Esta plaza presenta dos escalinatas, una de ingreso, con 8 pasos, y otra de conexión con la estructura piramidal. En la parte externa se aprecian dos muros circulares a diferente nivel, que a modo de dos anillos o terrazas definen el perímetro circular. Aunque de menor dimensión, esta unidad es parecida al anfiteatro. La construcción es de piedras cortadas, unidas con argamasa de barro, gravilla y cantos rodados.
Se observa el desfase de unos 6 grados en el eje de ubicación, entre el acceso a la plaza y la entrada a la pirámide, que podría indicar una diferencia diacrónica entre fases constructivas, donde la plaza circular fuese integrante de un complejo más antiguo, cubierto por las sucesivas remodelaciones y ampliaciones efectuadas en la pirámide.
La estructura piramidal central tiene dos alas laterales, cada una con tres grandes plataformas. El ascenso de una plataforma a la siguiente se efectúa a través de una imponente escalinata, aún semienterrada. El gran atrio, ubicado en la parte superior, muestra un enorme bloque de piedra, «huanca», caído, en la forma de un lanzón, de 1.70 m x 45 cm., que recuerda al que se halló en el atrio del Templo del Anfiteatro.
En la segunda plataforma, al oeste, se ubicaron dos grandes bloques de piedras caídas, uno con tres hoyos tallados y el otro totalmente pulido.
Las escalinatas de la parte posterior, que dan al valle, indican 24 niveles de acceso a estructuras todavía no identificadas.
En el contorno de la pirámide se hallan enormes bloques de piedra, que a modo de cerco delimita el espacio correspondiente a la edificación.
Las excavaciones en este monumento han tenido carácter preliminar debido a su gran volumen, que requiere una fuerte inversión de mano de obra. No obstante, hemos podido observar que la técnica constructiva para elevar la pirámide consistió en grandes rellenos con bloques de piedras cortadas, cantos rodados, grumos de arcilla y barro, provenientes de edificios antiguos, depositados juntamente con canastas de fibra, «shicra», llenas de piedras, ramas, hojas y ceniza, en un contexto ritual muy similar al de los otros conjuntos excavados.
Los pisos de los recintos y de la plaza circular hundida estuvieron enlucidos con capas de arcilla, pintadas de blanco y amarillo.
LA ESTRUCTURA AUXILIAR DE LA PIRÁMIDE CUADRANGULAR (I)
La pirámide denominada 1 conforma un espacio aparte, junto con otra, ambas de notoria forma cuadrangular, dispuestas en tomo a un espacio abierto y con un gran bloque, de piedra hincado o «huanca».
En el lado sur de la pirámide 1 se excavó una estructura «auxiliar», compuesta por recintos de piedra y patios delimitados por un muro perimetral. Los ambientes son pequeños y con una serie de fogones centrales y banquetas, que sugieren un conjunto de depósitos, ordenado en torno a espacios de mayores dimensiones. Las paredes están cubiertas de cuidadoso enlucido y de pintura crema, amarilla y roja.
Destaca en este conjunto un espacio abierto, frente a la pirámide I, que tiene adosado en la esquina sureste una plataforma escalonada, a modo de un altar o lugar prominente. Este ambiente y otros de la estructura contienen sobre el piso una capa de materiales carbonizados.
Al igual que las otras construcciones de la ciudad, ésta muestra sucesivas remodelaciones y recintos en varios niveles estratigráficos. Al parecer, la función de esta estructura habría cambiado con el tiempo. Hemos observado, por lo menos, cuatro edificaciones superpuestas. Los ambientes que subyacen a los pequeños recintos son de mayores dimensiones. Una de las habitaciones, con un pequeño altar, fue cubierta totalmente con numerosas bolsas de shicra, relleno inusual que podría indicar su carácter sagrado; en la mayoría de casos, la shicra está aislada como una ofrenda y colocada en medio del relleno.
Algunos entierros intrusivos, del período de Los Desarrollos Regionales (200 a.C-100 d.C.) han alterado la composición de los recintos que linda con la pirámide I.
En este conjunto, más que en otros de la ciudad, nos llamó la atención el tamaño reducido de los recintos de la última fase constructiva. Pero, al igual que en todos, es notable su carácter ritual.
CAPÍTULO III
LA SOCIEDAD DE CARAL - SUPE: INFERENCIAS PRELIMINARES SOBRE LA ANTIGÜEDAD:
En base a la información recuperada, se puede asignar la ciudad sagrada de Caral al período Arcaico Tardío (3000-1500 años a.C.).
La ocupación de Caral habría empezado hacia el tercer milenio antes de Cristo (unos cinco mil años al presente) y continuó durante varios siglos, como puede inferirse de la estratigrafía y de las construcciones superpuestas. Se ha observado cambios a través del tiempo en el diseño y concepción de la ciudad, asimismo en la tecnología constructiva y en el volumen de mano de obra invertida.
Al parecer, en esa época, la población que habitaba Supe estaba distribuida en la zona del litoral y en el valle bajo y medio, conformando comunidades sedentarías, autosuficientes y concierta autonomía en su organización, pero participaba de una entidad mayor, como se infiere de los numerosos rasgos culturales compartidos y de las dimensiones monumentales de algunos sitios, que implican una inversión de mano de obra mayor que la proveniente de su ámbito directo, con la correspondiente organización, supracomunitaria.
Si bien en el litoral se edificó un sitio monumental, como Aspero, y en el valle bajo destacó el complejo de Piedra Parada, el sector medio del valle tuvo la mayor concentración de establecimientos, además de la más grande extensión y volumen, entre los que resalta Caral. Al lado de esta ciudad se edificaron los extensos complejos, denominados Chupacigarro Este, Chupacigarro Centro, y Chupacigarro Oeste, y frente a ellos, en la otra margen del valle, Pueblo Nuevo y Alipacoto. Son, asimismo, notables los complejos de Huacache y Peñico. Puede considerarse a la población supana de entonces entre las primeras sociedades que alcanzaron un temprano y complejo desarrollo, y que organizaron sus actividades económicas, sociales y político-religiosas dentro del marco de los asentamientos urbanos.
LA SACRALIDAD DE LA CIUDAD
La religión tuvo un rol predominante en la vida de los pobladores y en su organización social, los templos destacaron en los centros urbanos y en torno a ellos se desenvolvieron las actividades cotidianas de diverso orden. Cada asentamiento tuvo así un carácter sagrado y los templos fueron el foco de la dinámica socioeconómica y política.
Estos templos sirvieron como fundamento de la cohesión social y recibieron una periódica remodelación, posiblemente en relación con observaciones astronómicas, una de las actividades efectuadas por los gestores de estas ciudades, encargados de la medición del tiempo y de la elaboración del calendario agrícola. Las varias piedras paradas o «huancas», identificadas en las plazas y atrios, habrían servido para esta función. El trabajo permanente de construcción-destrucción y reconstrucción de las estructuras en medio de rituales, ofrendase incineraciones, era también un modo de mantener las obligaciones de la población con la religión y de utilizar a ésta como medio de cohesión.
Los gestores o conductores de la ciudad de Caral reforzaron su poder con estas prácticas ceremoniales y rituales, Todas las actividades efectuadas en la ciudad estuvieron teñidas de religiosidad, cada ambiente tuvo su fogón central donde se incineraban alimentos y otras ofrendas.
Antes de la remodelación de un ambiente se quemaban bienes y se esparcían los carbones y las cenizas por el piso del recinto, que luego era enterrado. En algunos casos, se colocaba en hoyos, tapados por alimentos quemados y cenizas, una especie de «tamales», alimentos preparados, envueltos en hojas. En un período tardío se puso unas canastas llenas de piedras y alimentos quemados en medio de¡ relleno de la habitación que estaba siendo enterrada.
ASPECTOS DE LA ECONOMÍA
La sociedad que edificó el centro urbano de Caral se sustentaba de una economía mixta, basada en actividades agrícolas complementadas con la pesca en el mar y el río, con la recolecta de moluscos y con el aprovechamiento de los recursos vegetales y animales del abundante monte ribereño y de las lomas.
Los feligreses de Caral se desplazaban por el valle, cultivaban en las estrechas márgenes del río Supe, de tierras muy fértiles, irrigables con facilidad mediante cortos canales que tomaban agua del río o de los abundantes «puquiales», por donde afloraba la mapa freática. Este medio debió nutrir a una abundante flora y fauna.
De la misma forma se aprovechó de los recursos del mar, ya sea por el valle de Supe o, más directamente, por una vía natural entre los cerros, que sale al valle de Huaura, a la altura del actual pueblo de pescadores de Végueta. Extrajeron, de preferencia, anchovetas, choros, mesodesmas y algas.
Aparte de sus propios recursos naturales, el sector medio del valle, donde se encuentra Caral, posee las mejores rutas de comunicación con los valles vecinos, cuya población habría estado bajo el control ideológico de los conductores de los templos de Caral. Así parece sugerirlo la amplia distribución que alcanzó en el área el patrón arquitectónico de plataformaplaza circular hundida, peculiar de los asentamientos de Supe.
LOS FELIGRESES DE CARAL
Los constructores de Caral tuvieron conocimientos de arquitectura, geometría y astronomía. Supieron combinar formas y pianos, ordenar los edificios en el espacio, de acuerdo a un plan preconcebido, en un contexto artístico de intenso carácter religioso.
El ordenamiento espacial previo, la extensión del espacio construido y la diversidad de estructuras sugieren un patrón definidamente urbano.
Si comparamos la arquitectura de Caral con la del sitio de Aspero, ubicado en el litoral de Supe, observamos una fuerte identidad en el patrón constructivo, en la tecnología, en los materiales utilizados y en los procedimientos; esto hace pensar en la existencia de un grupo de especialistas que prestó servicios en ambos sitios o de una intensa comunicación entre las autoridades de estos centros urbanos, del litoral y del valle medio. Es también similar la forma como se ha expresado el patrón cultural de permanente construccióndestrucción, enterramiento y reconstrucción de los edificios.
A diferencia de los centros ceremoniales del período siguiente, «Formativo», Caral muestra una gran extensión y, sobre todo, una mayor diversidad constructiva, que se espera de un lugar habitado por una población permanente. Por otro lado, la mayoría de los ambientes religiosos en las áreas excavadas son pequeños e íntimos, especiales para un número reducido de participantes, que quizás agrupaba a los representantes de las familias.
Se hace evidente que la sociedad tuvo una organización jerarquizada, con estamentos sociales bien definidos: campesinos pescadores y los especialistas, que eran autoridades religiosas o gestores. En algunos casos, los edificios estuvieron cercados por murallas que separaban al personal que los ocupaban del resto de la comunidad, Asimismo, en los complejos excavados existen ambientes que contienen estructuras escalonadas, que recuerdan al «usnu» incaico, símbolo del poder o importancia de la autoridad social.
Los trabajadores, además de realizar las actividades económicas de subsistencia, agricultura, pesca, recolecta de mariscos y de aprovechar de los recursos naturales del monte ribereño, de los pantanos y de las lomas, estaban obligados a prestar servicios permanentes en las obras públicas: explotación de canteras, traslado de los bloques de piedra, algunos de grandes dimensiones, para la construcción y remodelación permanente de las edificaciones. Ellos también tuvieron a su cargo el acarreo de piedras y tierra en grandes volúmenes, para el enterramiento ritual de las construcciones, actividad realizada periódicamente,
El número de centros urbanos (17), identificado en el valle de Supe, y su magnitud, requirieron de una gran cantidad de mano de obra y de los excedentes, para su edificación, mantenimiento, remodelación y enterramiento. Si consideramos exclusivamente la capacidad productiva de este pequeño valle, esa inversión no habría podido ser realizada sin la participación de las comunidades de los valles vecinos. Por motivos que todavía desconocemos, la ideología de los pobladores de Supe alcanzó prestigio regional en la época, convirtiéndolo en un valle sagrado. Las comunidades ubicadas en las rutas de comunicación, como Caral, atrajeron la atención de sus vecinos, lograron captar la fuerza de trabajo y los excedentes producidos por los pobladores de los valles costeños de Huaura, Pativilca y Fortaleza, con los cuales se comunicaba Supe a través de varias quebradas laterales, especialmente desde el valle medio.
Nos preguntamos si el mismo nombre que ha quedado en el valle, Supe (de Supay, demonio, diablo), podría ser el recuerdo nominal del temor y respeto que las sociedades de aquella época le tuvieron al lugar donde residían los dioses y estaba el poder de los gestores y conductores de su vida económica, social y religiosa.
RELACIÓN DE OTRAS POBLACIONES COETÁNEAS
Asimismo, cabe señalar las amplias redes de comunicación que se tendieron en el Arcaico Tardío, entre los 3000 y 1500 años antes de Cristo, en el área norcentral del Perú, espacio que estuvo articulado en el eje de norte-sur, entre los valles de El Chillón y Chao, y en el eje oeste-este, a lo largo de los varios pisos ecológicos de la cordillera, desde el mar hasta el Huallaga y el Marañón.
Esta fue el área que tuvo el mayor avance sociocultural del Perú durante el Arcaico Tardío. Las poblaciones vecinas del área norte y sur presentaban un menor nivel de integración social.
Se ha denominado «tradición cultura¡ religiosa Kotosh» al patrón religioso observado en los varios centros monumentales estudiados en el área norcentral. La sociedad de Caral compartió una serie de rasgos culturales de esta tradición con otros centros de la época, ubicados en el valle de Chuquicara (La Galgada), en el Callejón de Huaylas (Huaricoto), el valle del Huallaga (Kotosh) y el Marañón (Piruro). Entre los rasgos más comunes se encuentran: construcciorres arquitectónicas con recintos pequeños, fogones centrales, ofrendas incineradas, nichos, banquetas y un contexto material precerámico. En el área se generó una importante esfera de interacción, que impulsó el desarrollo cultural. Esta situación explica mejor el posterior desenvolvimiento y el nivel monumental de los centros ceremoniales del Formativo Temprano en la costa, en Casma, Rímac o Lurín y la edificación de Chavín de Huantar, un milenio y medio después que se iniciara la construcción de los establecimientos del Arcaico Tardío.
SIGNIFICACIÓN DE CARAL EN EL PROCESO CULTURAL PERUANO Y EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL
Los numerosos centros urbanos que contiene el valle de Supe, de gran complejidad y de temprana datación, realidad arqueológica no informada en otro lugar de¡ territorio nacional, convierten a este valle en una zona privilegiada para las investigaciones sobre el proceso civilizatorio en el país, situación que justifica el calificativo que le estamos dando: «Supe, El Valle Sagrado en los Albores de la Civilización en el Perú».
En base a la información disponible, se puede afirmar que Caral es uno de los centros urbanos más extensos y complejos del Arcaico Tardío.
Su complejidad arquitectónica, su ordenamiento espacial y de extensión, y los testimonios de su cultura material permiten inferir, a falta de nuestro conocimiento sobre su escritura, la existencia de especialistas que lograron desarrollar ciencias aplicadas como la geometría, aritmética y astronomía, dentro del contexto religioso que se extendió en todas las actividades. Estos conocimientos fueron plasmados en la construcción de la ciudad y, posiblemente, en la confección del calendario. El instrumento ideológico les permitió el manejo de la población y de sus excedentes de producción.
En cuanto al continente americano, el Perú se presenta como el foco civilizatorio más antiguo, con arquitectura monumental y organizaciones sociales complejas, que anteceden en, por lo menos. mil años a las sociedades de similar nivel en Mesoamérica.
El Perú ha sido considerado como uno de los seis focos civilizatorios a nivel mundial, al lado de Egipto, Mesopotamia, China, India y Mesoamérica (Service 1968). Sin embargo, las investigaciones arqueológicas, en el caso peruano, no son todavía suficientes para conocer las características, condiciones y factores que intervinieron para configurar ese alto nivel de desarrollo.
En el plano mundial, podemos señalar que, cuando se construía en Egipto las pirámides de Keops y florecían las ciudades sumerias de Mesopotamia, hacia los 2550 años antes de Cristo, en Supe, Perú, se edificaba el centro urbano monumental de Caral.
También podríamos decir que, si los filósofos presocráticos de Grecia discutían sobre el origen de la vida hacia los 600 años antes de Cristo, en el centro urbano de Caral por lo menos 2000 años antes, anónimos filósofos explicaban a su pueblo diversos aspectos relacionados con la existencia de los hombres, los recursos naturales, el origen de la vida y de las cosas.
EL ABANDONO DE LA CIUDAD SAGRADA
Finalmente, después de varios siglos de ocupación, los habitantes de la ciudad sagrada decidieron abandonarla, no sin antes enterrar todas las construcciones con densas capas de guijarros, piedras cortadas y cantos rodados, cumpliendo con determinadas ofrendas a la usanza tradicional. Nada se dejó al descubierto. El clima, a través de los cuatro milenios siguientes, se encargó de acumular arena y contribuir en esta obra de enterramiento cultural.
En los tres primeros siglos de nuestra era, algunos grupos enterraron a sus muertos en ciertos sectores de la antigua ciudad, sin conocer ya su historia.
Sólo las excavaciones arqueológicas irán desenterrando las calles y barrios de este primigenio centro urbano y se podrá mostrar al mundo las obras realizadas por esta sociedad que logró el mayor esplendor de toda la historia del poblamiento del valle de Supe. No hubo allí otra época de similar importancia. Caral nunca volvió a ser habitada y eso ha permitido que lleguen hasta nosotros, sin alteraciones, los testimonios culturales de un pueblo en los albores de la civilización.
*********** REPORTAJES FOTOGRÁFICOS ***********
Caral, Perú. El lugar de nacimiento de la cultura americana
Caral, Perú. Imágenes del yacimiento y reconstrucciones virtuales
Artículos relacionados en la revista:
08/01/2005 - Perú. La Ciudad Sagrada de Caral. Orígenes de la Civilización Andina
23/12/2004 - Descubren en los Andes peruanos la civilización más antigua de América
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Es el descubrimiento arqueológico más notable de los últimos tiempos. La antigüedad de Caral se detectó a través de 18 fechados radio carbónicos realizados en USA. Su hallazgo cambia los esquemas que hasta ahora se tenían sobre el desarrollo de la civilización en el Perú. Hasta hace poco se consideraba a Chavín de Huántar como el foco cultural de más vieja data en el país. Ya no es así. Como centro urbano, Caral también trastoca el orden de antigüedad de las ciudades en el mundo. Los trabajos están a cargo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que, conmemorando sus 450 años de fundación lanza al mundo este sensacional hallazgo.
Por Domingo Tamariz L.
A la altura del kilómetro 158 de la Panamericana Norte, doblando a la derecha, se abre una vía polvorienta -en algunos tramos afirmada- que conduce, tras 23 kilómetros, a la ciudad sagrada de Caral, el centro urbano más antiguo del continente.
Llegar a Caral -cuyo nombre comienza ya a sonar en el mundo científico- no es fácil. Temerosos de perdernos y de volar una llanta, enfilamos para allá en una excursión que más parecía una aventura. Caminos que se cruzan o bifurcan en medio de una soledad espantosa ponen a prueba nuestro sentido de orientación. Uno que otro asentamiento humano, riachuelos, algunas granjas de nombres japoneses y, de pronto, el perfil de un vecino a la vera del camino, que a medida que se acerca abordamos para indagar por Caral sin hallar una respuesta convincente Por momentos, nos asalta la duda. Una veintena de kilómetros, que deben cubrirse en 45 minutos, se convierte así en un viaje interminable. Revoloteando y empapados de sudor, llegamos finalmente a Caral, la tierra donde hace 5.000 años floreció una ciudad que albergó a alrededor de 3.000 habitantes.
Al percatarse de nuestra presencia se acerca un joven con un sombrero de ala ancha. Es Marco Machacuay, uno de los siete arqueólogos sanmarquinos que, desde hace dos años, residen en la zona para arrancarle sus secretos a esta tierra seca, desértica, que en un tiempo fue un canto a la vida.
Hasta hace cinco años nadie imaginó que en el Perú había existido un centro urbano con arquitectura monumental. Se sabía, desde la década del 40, por fotografías aéreas, que había restos monumentales en el valle de Supe, pero como no se habían hecho excavaciones nadie imaginó que Caral era precerámico, es decir, del período que comprende los 3000 años y 1600 antes de Cristo. Nadie pensaba que en el precerámico podían haberse construido centros urbanos con arquitectura monumental. Lo que se conocía en el resto del Perú eran asentamientos máxime de 10 a 3 hectáreas. Caral tiene 65 hectáreas, es un poco más pequeño que Pachacámac, pero igualmente impresionante. El día que el Perú invierta en ponerlo en valor, el país va a tener, igual que Egipto, pirámides que atraerán cientos de miles de turistas.
Bajo un sol achicharrante empezamos a recorrer la ciudad cuyos primeros vestigios ya saltan a la vista: un coliseo circular que acaso albergó 300 personas; viviendas que se recortan con sus paredes de más de un metro de alto; grandes templos y nichos en los que enterraban a sus muertos sacándoles previamente la cabellera. Tumbas en las que se han hallado cadáveres dispersos delatan que la zona fue antes saqueada, aunque no tanto debido a que cuando los huaqueros comenzaron a trabajar se dieron cuenta que no encontraban sino arquitectura.
El arqueólogo que nos acompañó, nos sugiere ascender a la pirámide más grande, que ha sido en parte ya desenterrada. A su entrada había dos grandes monolitos, que ahora yacen a un costado. Son tan enormes que para levantar una de ellas se necesitaría el concurso de 12 hombres. Subimos sus gradas de piedra: uno, dos, tres, cuatro, cinco, sorteando montículos de tierra, hasta llegar a su máxima altura, 18 metros, desde la que divisamos la explanada donde se asentó la vieja ciudad y sus seis colinas que guardan otras tantas pirámides.
De regreso a Lima fuimos a ver a la doctora Ruth Shady, directora del Museo de Antropología y Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y principal impulsora de los trabajos que, desde hace seis años, se vienen haciendo en Caral. En su oficina de la vieja casona del Parque Universitario, haciendo un alto en los preparativos de la exposición que mostrará la cultura de Caral, próximamente, en el Museo de la Nación, nos dice:
-Nosotros hemos estado trabajando de manera silenciosa, porque cuando informamos a nuestros colegas peruanos, recibieron la noticia con mucho escepticismo, dado que cambia todos los esquemas que hasta ahora se tenían del desarrollo de la civilización. Entonces estaban muy reacios a aceptar que Caral pudiese ser precerámico.
Cuando los arqueólogos de UNMSM llegaron a Caral, ya la zona había sido saqueada. Pero no tanto, porque como Caral no tiene cerámica, sino arquitectura, sólo depredaron las tumbas. Ahí encontraron dos cadáveres; de un niño que había sido ofrendado antes de una construcción, y de un adulto que había sido saqueado. "Le habían dado vuelta -dice la doctora Shady- para encontrar objetos asociados al individuo".
-Lo más interesante de Caral, creo yo -agrega la doctora- es podernos explicar y comparar con otros lugares del mundo, cuáles han sido las motivaciones que llevaron a la formación de un estado prístino, porque es el primer estado que se forma en el Perú. Me parece interesante explicar qué mecanismos, qué factores intervinieron para que esta ciudad se hiciera compleja y surgiera un gobierno central; cómo un grupo de personas dejan de hacer tareas cotidianas como los demás y empiezan a realizar actividades de gobierno y de administración.
La ciudad de Caral es, por lo menos, 1500 años más antigua que Chavín de Huántar, que es considerado el foco cultural de más vieja data del Perú. Por las excavaciones se sabe que Chavín empieza tardíamente, cuando ya en varios valles costeños había habido desarrollos civilizatorios previos. Pero Caral-Supe hace ver que ha sido mucho más antiguo el origen de la civilización en la costa. "Pero eso no quiere decir que no haya habido poblaciones en la sierra y en la selva en la época de Caral -señala la arqueóloga. Lo que ocurre es que su desarrollo ha sido menos complejo".
Los fechados radio carbónicos (18) indican que Caral comenzó a ser ocupada hacia los 3000 años antes de Cristo y dio fe de vida hasta cerca de los 800 ó 1000 años.
-¿Por qué la llaman ciudad sagrada?
-Porque es una época en que por primera vez las sociedades están teniendo un gobierno central, como le decía, se establece el estado y utiliza la religión como medio de afirmación. Todo lo que cavamos en la ciudad está impregnado de religiosidad. Hay muchos fogones construidos para ofrendas. Hay rituales en cada parte. No solamente en los lugares públicos o en los templos sino que hasta en las casas. Nosotros pensamos que Caral ha tenido un halo de religiosidad.
Entre las cosas que se han hallado en Caral, aparte de su sorprendente arquitectura, hay artefactos de diversos materiales: de hueso, madera, piedra, boleadoras y quenas -hechas con huesos de pelícano y cóndor-; adornos para la gente importante o para los dioses que adoraban.
En América, las principales pirámides son las de Yucatán, que se elevan a 20 ó 30 metros de altura. Pero fueron hechas en la época de Chavín de Huántar, unos 3000 años atrás, es decir, en el período formativo. En cambio las de Egipto son de la época de Caral, o sea de hace 5000 años.
-Cuando en Egipto se estaban construyendo las pirámides de Keops, en Caral se erigían las pirámides que usted ha visto dice, finalmente, con inocultable orgullo, la doctora Ruth Shady, quien todos los fines de semana viaja a Caral para continuar un trabajo que pone al Perú, una vez más, entre los países de mayor riqueza arqueológica en el mundo.
Enlaces recomendados:
http://www.caralperu.gob.pe/principal.htm
http://www.geocities.com/proyectonasca/
http://museoarqueologiasanmarcos.perucultural.org.pe/index.htm
Bibliografía y Hemerografía sobre la Ciudad Sagrada de Caral Supe
Bibliografía:
SHADY SOLIS, Ruth
1997 La Ciudad Sagrada de Caral-Supe en los albores de la civilización en el Perú. Lima: UNMSM
SHADY SOLIS, Ruth
2001 "Caral-Supe y la Costa Norcentral del Perú: La Cuna de la Civilización y Formación del Estado prístino". En Historia de la Cultura Peruana, Tomo I, pp 45-87. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001
SHADY SOLIS, Ruth
2001 La Ciudad Sagrada de Caral y los Orígenes de la Civilización Andina. Folleto. Lima: Museo de Arqueología, UNMSM
Hemerografía:
SHADY SOLÍS, Ruth y Sonia LÓPEZ
"Ritual de Enterramiento de un Recinto en el Sector Residencial A en Caral- Supe". En Boletín de Arqueología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Nº 3, Lima, 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth, Camilo DOLORIER, Fanny MONTESINOS y Lyda CASAS "Los Orígenes de la Civilización en el Perú: el Área Norcentral y el Valle de Supe durante el Arcaico Tardío". En Arqueología y Sociedad Nº 13 (2000), Revista del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, pp. 13-48.
SHADY SOLÍS, Ruth
"Sustento Socioeconómico del Estado Prístino de Supe-Perú: Las Evidencias de Caral-Supe". En Arqueología y Sociedad Nº 13 (2000), Revista del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, pp. 49-66.
BÉAREZ, Phillipe y Luis MIRANDA MUÑOZ
"Análisis Arqueo-Ictiológico del Sector Residencial del Sitio Arqueológico de Caral-Supe, Costa Central del Perú." En Arqueología y Sociedad Nº 13 (2000), Revista del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, pp. 67-78
CHU, Alejandro
"El Período Formativo en Caral-Supe. Alcances Preliminares". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 1, Nº 6, junio 1998.
SHADY SOLÍS, Ruth
"La Religión como una Forma de Cohesión Social y Manejo Político en los Albores de la Civilización en el Perú". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 9, setiembre 1999 .
GÁLVEZ, Isabel
"Evidencias Quechuas en el Léxico de "Cultivo" de Caral-Supe". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos año 2, Nº 9, setiembre 1999 .
SHADY SOLÍS, Ruth
"Flautas de Caral: el conjunto musical más antiguo de América". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 10, octubre 1999.
LEYVA ARROYO, Carlos
"Apreciaciones Musicológicas Preliminares de las Flautas de Caral". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 10, octubre 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth
"El Sustento Económico del Surgimiento de la Civilización en el Perú". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 11, noviembre 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth
"Los orígenes de la civilización y la formación del Estado en el Perú: las evidencias arqueológicas de Caral- Supe" (Primera parte). En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 2, Nº 12, diciembre 1999.
SHADY SOLÍS, Ruth, Marco MACHACUAY y Rocío ARAMBURÚ
"Un Geoglifo de Estilo Sechín en el Valle de Supe". En Boletín del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, año 3, Nº 1, enero 2000.
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La ciudad sagrada de Caral-Supe. En los árboles de la civilización en el Perú.
Por Dr. Oswaldo Salaverry García
CAPÍTULO I
CONTEXTO GEOGRÁFICO E HISTÓRICO
LA UBICACIÓN DE CARAL
La primigenia ciudad de Caral se encuentra en la margen izquierda del río Supe, en la costa norcentral del Perú, cerca del poblado actual de Caral.
Desde la ciudad de Lima, se llega al sitio siguiendo la carretera Panamericana hasta el kilómetro 182, donde se encuentra el desvío que conduce al pueblo de Ambar.
CONDICIONES NATURALES DEL VALLE DE SUPE
La actual falta de agua en el río Supe durante la mayor parte del año y las escasas tierras de cultivo sugieren interesantes preguntas sobre el sustento de los 17 grandes centros cívicos ceremoniales, de Desde allí se continúa por una carretera afirmada, unos 22 km. hacia el interior
del valle.
La ciudad se halla a unos 350 msnm, sobre una terraza aluvial, por encima del valle que, en este sector medio, es estrecho, abrigado y de clima caluroso, muy favorable para la vida humana.
CONDICIONES NATURALES DEL VALLE DE SUPE
La falta de agua en río de Supe durante la mayor parte del año y las escasas tierras de cultivo sugieren interesantes preguntas sobre el sustento de 17 grandes centros cívicos ceremoniales temprana datación, identificados en el lugar.
Se hace evidente que las condiciones geográficas, aparentemente desfavorables en la actualidad no lo habrían sido entonces, en los albores de la civilización. Al ser Supe un valle pequeño, sin mucha gradiente, se puede aprovecharlas aguas del río mediante pequeños canales de riego, que no requieren de conocimientos técnicos sofisticados ni de numerosa inversión en mano de obra. Además, la mapa freática está muy cerca de la superficie, y aún hoy, se forman lagunas y charcos en algunas depresiones, cubiertos de vegetación. En la temporada de sequía, los cultivos se riegan mediante canales alimentados por los pozos de captación de esta fuente hídrica del subsuelo.
Los recursos naturales son muy ricos v variados:
El valle da vida a una densa vegetación natural, todavía persistente en algunos relictos, es denominada «monte ribereño», que constituye un verdadero bosque enmarañado de plantas arbóreas y herbáceas, como huarango (Prosopis juliflora), pájaro bobo, caña brava, achiote, guayabo (Psidium guajava), pacay (Inga feuiller), etc. Flora típicamente costeña, la cual albergaba a una variedad de aves, vizcachas y venados, que cubría al valle en grandes extensiones hasta hace unos pocos años.
Por otro lado, los cerros de la cadena andina, que limitan ambas márgenes del valle, se convierten en lomas durante la temporada de invierno y aún son aprovechadas por los pobladores que incursionan en busca de venados y vizcachas. Es posible que en el pasado cubriesen una mayor extensión y proporcionaran recursos vegetales y animales, al igual que los extensos pantanos, aún vigentes.
Hacia el litoral, el mar de la costa central ha sido fuente inagotable de peces, algas y moluscos, utilizados intensamente en la alimentación de la población y como bienes de comercialización con los agricultores cercanos y distantes.
El río mismo, en la época de verano nutre peces y crustáceos, que son consumidos por los pobladores.
Aparte de los recursos naturales propios, el sector medio del valle posee las mejores rutas de comunicación con otros valles vecinos y alejados. Caral, en particular, se conecta con el valle sureño de Huaura, cuya población habría estado bajo el control ideológico de los templos y el sacerdocio de esta ciudad. Otras vías lo vinculan a los valles costeños de Pativilca y Fortaleza. Las rutas más distantes conectan al valle de Sur De con el Callejón de Huaylas, el Callejón de Conchucos y la cuenca del Marañon.
Los GRUPOS QUE ANTECEDIERON A LOS HABITANTES DE CARAL
Para comprender la temprana aparición de la civilización en los Andes Centrales del Perú, se debe conocer el proceso de neolitización y las características que éste presentó. El Neolítico se inició, como en otras partes del mundo, con el Holoceno y la extinción o reducción de los recursos de cazacolecta, que caracterizaban el ambiente del paleoindio: desaparición de la megafauna, en los que basaban su subsistencia los hombres.
Esta etapa del desarrollo, denominada Arcaico, casi coincide con el poblamiento del territorio en algunas partes de los Andes Centrales, alrededor de los 8000 años antes de Cristo, e implicó el cambio de un modo de vida basado en la apropiación de los recursos naturales, hacia uno que tomaba ventajas de las condiciones locales y había incorporado el manejo de la reproducción de algunas especies donde ya se daba un cierto grado de nucleación y sedentarismo,
El cambio no fue súbito, porque se produjo en forma simultánea en todos los lugares, ni tuvo las mismas manifestaciones culturales, abarcó un largo período, por lo menos unos seis milenios, a través de los cuales los grupos humanos se distribuyeron por las diferentes regiones y zonas ecológicas e iniciaron una relación de culturo-ambiental, expresada en diversos procesos adaptativos o de neolitización, No hubo un solo foco o centro de distribución de un patrón de vida neolítico; porque cada centro se desarrolló de acuerdo con las características del habitat y la tradición cultural de los grupos allí asentados. Estos procesos se desenvolvieron en cierto aislamiento durante el Arcaico Temprano (8000-6000 a.C.), y en menor grado en el Medio (6000-3000 a.C.), ya sea en los valles de la costa, separados por extensos desiertos, en la sierra, por su topografía accidentada y ríos torrentosos, o en la más distante montaña y la llanura amazónica, igualmente con peculiares características.
Pero, no obstante que las sociedades siguieron portrayectorías diferentes, con estrategias de subsistencia distintas, algunas de ellas ubicadas en el área norcentral, tanto en la costa, con una economía orientada a la explotación de los recursos marinos y de lomas, como en los valles interandinos de la sierra adyacente y de las vertientes orientales, dirigidas al aprovechamiento de los recursos de varios pisos ecológicos y de cultivo, simultáneamente se tendieron redes de contactos interregionales y desarrollaron organizaciones complejas hacia los 3000-2500 a.C. La mayor productividad económica de estos grupos y la necesidad de coordinación de actividades de subsistencia diversas, en un contexto de alto riesgo, permitieron la aparición de «gestores» y de una creciente desigualdad social (Shady, 1995). En la costa norcentral del Perú, el período Arcaico comienza con los primeros asentamientos aglutinados de organizaciones sociales igualitarias y concluye, en el Arcaico Tardío o Precerámico, con el establecimiento de sociedades complejas, que erigieron construcciones monumentales, y la aparición de la civilización y la formación del estado. Caral se ubica en este período (Bonavía, 1982; Engel, 1963; Feldman, 1980, 1985; Pozorski y Pozorski, 1979; Quilter, 1985, 1989, 1991).
OTROS ESTABLECIMIENTOS CONTEMPORÁNEOS A CARAL
El avance de las investigaciones en los últimos años dio a conocer importantes sitios arqueológicos pertenecientes al Arcaico Tardío, ubicados en el área norcentral del Perú, como: Áspero, en el litoral del valle de Supe (Feldman 1980, 1985); La Galgada, en la cuenca del Chuquicara, un tributario del río Santa (Grieder y Bueno 11981-, 1985), Piruro, en Tantamayo, Huánuco (Bonnier 1987, Bonnier y Rozenberg 1988), Kotosh, en Huánuco (lzumi y Terada 1972); Huaricoto, en el Callejón de Huaylas (Burger y Salazar 1985); y el Paraíso, en el valle bajo del río Chillón (Quilter 1985; Quilter, Wing
y Ojeda 1991). Cabe destacar que estos sitios se encuentran en diferentes regiones: costa, sierra y selva alta, zonas ecológicas distintivas con recursos singulares, pero todos se hallan en el área norcentral del Perú. Área en que se habría desenvuelto una intensa interacción cultural durante el Arcaico Tardío, que impulsó el desarrollado social.
Estos sitios revelaron una complejidad arquitectónica mucho mayor que la inicialmente supuesta para el período
Arcaico Tardío. En la actualidad, se está evaluando la hipótesis referente a extender un milenio atrás la etapa Formativa para incluir las manifestaciones del Arcaico Tardío, dando as¡ una nueva interpretación al proceso cultural peruano.
Caral forma parte de ese conjunto, siendo uno de los más destacados por su extensión y monumentalidad.
EL DESCUBRIMIENTO DE CARAL
Desde hace varias décadas algunos investigadores habían llamado la atención sobre la existencia, en el valle de Supe, de una serie de complejos arquitectónicos monumentales (a cuatro de ellos se les denominó Chupacigarro) pero ninguno llegó a emprender excavaciones arqueológicas sistemáticas o dío a conocer sus resultados (1).
Atraídos por esta información, que hacía alusión a los imponentes sitios monumentales del valle, en contraste con nuestra experiencia sobre las condiciones geográficas de éste, y el conocimiento existente sobre la problemática del área, decidimos iniciar investigaciones arqueológicas. Para esto fue de gran utilidad el catastro de sitios arqueológicos del valle de Supe, efectuado por Carios Williams y Manuel Merino (1979), así como los valiosos estudios de Williams sobre la arquitectura temprana, entre los que se mencionaba a Caral.
En 1996, después de haber efectuado una detallada prospección arqueológica en el valle de Supe, con un equipo de 5 arqueólogos empezamos a trabajar en Caral uno de los cuatro establecimientos conocidos como «Chupacigarro». Este sitio fue elegido por el buen estado de conservación y porque reunía los rasgos culturales representativos del conjunto.
Para los pobladores actuales, mayormente inmigrantes de la sierra vecina, Caral ya no tenía ninguna significación; era un sitio eriazo por donde pasaba, en la época de las haciendas, la antigua carretera a Huacho, hoy cerrada por una duna. Consideraban a los volúmenes piramidales como cerros rocosos naturales. Los varios milenios y vicisitudes transcurridos habían pasado al olvido desterrando la historia y la noción de la sacralidad e importancia que tuvo la ciudad
(1). Sin embargo, en diferentes sectores de la Ciudad de Caral, hemos encontrado evidencias de intensivas excavaciones con restos de alimentos modernos. Muchas de éstas fueron hechas sin ningún rigor arqueológico y han destruido importantes estructuras arquitectónicas. Los campesinos del lugar recuerdan que hace algunas décadas llegaron unos extranjeros en dos Jeeps y excavaron en varios complejos monumentales del valle, entre ellos en Caral. De nuestra parte, tenemos información que Engel (1987) efectuó excavaciones en éste y en los otros tres sitios conocidos entonces como Chupacigarro.
El mismo nombre de Caral, tomado por nosotros del poblado más cercano al sitio arqueológico, carece de algún significado para sus habitantes. Posiblemente debió corresponder a una lengua regional desaparecida, pues los morfemas se repiten en la toponimia del área.
CAPITULO II
LA CIUDAD SAGRADA DE CARAL
«La Ciudad de las Pirámides», como también la han denominado algunos visitantes, por los 6 grandes volúmenes piramidales que se observan desde el fondo del valle, se encuentra sobre una terraza aluvial, en un paisaje grisáseo y árido, rodeada por las vistosas cumbres rocosas de las estribaciones costeñas de la cordillera de los Andes, Es un medio desértico, con dunas que contrastan con el colorido verdoso del valle, del cual se separa por una serie de terrazas aluviales, formadas sucesivamente a través de tiempos geológicos,
El ambiente natural del área contribuyó a darle a Caral el carácter sagrado que tuvo; así la ciudad quedó aislada, elevada sobre el valle y alejada de la vida de éste, en una planicie, entre el cielo y los cerros.
La ciudad sagrada, que cubre un área aproximada de 50 ha., está conformada por más de 32 conjuntos arquitectónicos de diversa magnitud y función, de los cuales, hasta el presente, se han podido identificar seis edificaciones piramidales y una serie de construcciones medianas y pequeñas, entre templos, sectores residenciales, plazas públicas, anfiteatro, almacenes, altares, calles, etc. La mayoría se halla todavía cubierta con los escombros de las paredes, derribadas por el paso de] tiempo, y los materiales de¡ enterramiento ritual de las edificaciones, que hacían periódicamente los habitantes de la ciudad de Caral.
Las estructuras arquitectónicas fueron erigidas siguiendo un ordenamiento espacial, en torno a grandes plazas o a espacios abiertos. En el centro de uno de éstos se yergue un gran bloque de piedra parada o «huanca», de 2.15 m. de alto por 80 cm. de ancho, en armonioso diseño con unos volúmenes piramidales, entre los que destacan dos, por su forma cuadrangular. Es frecuente el hallazgo de Ros de taila tosca, de diferente tamaño, hincados verticalmente en algunos de los ambientes de la ciudad.
EL TRABAJO DE CAMPO
Las investigaciones en Cara¡ fueron iniciadas en julio de 1996; conducidas por la suscrita, con la asistencia del Dr. Arturo Ruiz Estrada, la participación del arqueólogo Manuel Aguírre Morales y los estudiantes de arqueología de la Universidad de San Marcos, Pedro Espinoza y Cristian Mesía, y con el financiamiento de la «National Geographic Society».
Posteriormente, las Municipalidades de Supe y Barranca decidieron apoyar económicamente el mantenimiento de algunos trabajos y la gestión para obtener el financiamiento adecuado, que hicieran posible la puesta en valor de Caral Así, Pedro Espinoza pudo continuar excavando hasta diciembre en el sector administrativo, adyacente a la pirámide I. Gracias a ese apoyo municipal, a partir de enero dé este año, Martín García Godos y Elizabeth Enriquez se unieron a los trabajos en la zona, siempre apoyados por los campesinos Julián Solís y Gaudencio Sánchez.
Desde agosto de este año, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos tomó la decisión de contribuir activamente con el programa de investigaciones en la ciudad de Caral. Asimismo, el Instituto de Investigaciones Lingüísticas (INVEL) asumió, con gran interés, investigaciones para la recuperación de lenguas antiguas en el valle de Supe.
A la fecha se han realizado excavaciones en área en cinco complejos arquitectónicas. de los 32 identificados, seleccionados a partir del levantamiento planimétrico, efectuado en base a fotos aéreas.
«EL TEMPLO DEL ANFITEATRO»
Es un conjunto arquitectónico de 150 m. por 90 m, en el que destaca una gran plaza circular hundida, «anfiteatro», asociada a una estructura alargada y escalonada, que se eleva sucesivamente, a modo de un ziggurat. Los varios componentes del conjunto están alineados en el mismo eje, aunque a diferentes alturas. El complejo se halla separado del resto de la ciudad por una muralla perimetral. Las construcciones levantadas en el interior de este cerco han cumplido diversas funciones y recibieron un tratamiento especial.
La fachada principal, orientada al NE, como toda la estructura, se halla precedida por una plataforma (1), que contiene en el lado oeste una serie de depósitos alineados, uno al lado del otro, ubicados en dirección horizontal y también vertical. Casi la mitad de este componente fue destruido por un aluvión, causado por inusitadas lluvias, como efecto de algún meganiño, fenómeno ocurrido después del abandono
de la ciudad.
Desde la plataforma (1) se ingresa por medio de una amplia escalinata a la plaza circular hundida (2), presentada como un gran anfiteatro, de 29 m. de diámetro en el interior. Esta tiene tres niveles de graderías en la mitad superior, ubicada al sur, donde además se adicionó una plataforma semicircular (3), a modo de una imponente banqueta. El exterior de este anfiteatro muestra tres terrazas escalonadas con sus respectivos muros de piedra. Las paredes y pisos tuvieron revoque de arcilla y pintura blanca o amarilla. Hay indicios de por lo menos dos remodelaciones en la construcción del anfiteatro.
Del anfiteatro se asciende por otra escalinata, ubicada en el lado opuesto a la de ingreso, hacia la parte superior de la plataforma semícircular (3), que a su vez da ingreso al templo. Este se halla protegido por una muralla, que en el frontis se quiebra en ángulos rectos, formando dos grecas o salientes, una a cada lado. El templo tiene, a su vez, una banqueta adosada al exterior del frontis.
El vano de acceso al templo sigue el mismo eje de las escaleras de la plaza circular. Por éste se ingresa a un recinto central de forma rectangular-horizontal (4), separado por paredes de otros dos recintos laterales. Estos no han sido todavía excavados.
Del recinto (4), siguiendo el eje central, se pasa a un ambiente muy importante (7), porque estuvo resguardado, como se observa en la entrada, por tres paredes anchas, adosadas sucesivamente. La última tiene una saliente en forma de greca. En el contorno de¡ interior de esta habitación hay tres terrazas laterales a modo de graderías y, en el centro, un fogón ceremonial, cerca de¡ cual se hallaba una piedra o «Huanca» que posiblemente estuvo hincada. Al excavar el fogón recuperamos ofrendas carbonizadas. Éste, de forma redondeada, mide 46 cm. por 45 cm. y 41 cm. de profundidad, presenta las paredes enlucidas con sucesivas capas de arcilla, resultantes de las remodelaciones. En una antigua excavación, ya limpiada, pudimos notar que el diseño de este ambiente fue modificado por lo menos 5 veces a través del tiempo. Estos antiguos ambientes yacen debajo de la superficie actual y fueron enterrados sucesivamente. Algunas paredes muestran enlucidos negros.
Desde el recinto 7 se accede por una escalinata, ubicada en el mismo eje central, a otra plataforma elevada con dos habitaciones rectangulares, una a cada lado (8 y 9), excavadas en parte, y donde se aprecia una antigua pared enterrada, muy maltratada que llevaba decoración en relieve. Por el centro continúa una escalera pintada hacia la cima de la terraza, cuyos recintos tampoco han sido definidos (10). En este nivel, por su ubicación más alta, destacada y de limitado acceso, debió estar la divinidad principal del templo y allí se habrían realizado las actividades ceremoniales más relevantes del grupo social que tuvo bajo su control este templo en la urbe.
En la parte posterior del templo se desciende del espacio (10) hacia un recinto cuadrangular (12), pintado de amarillo y rojo. De allí baja a otras dos plataformas hasta llegar al patio (15), que está encerrado por la muralla que circunda a toda la estructura.
El conjunto descrito fue construido con piedras cortadas, unidas con una mezcla de arcilla, y delimitado por la muralla que encierra un amplio espacio rectangular, donde, en otro lado del templo, se construyeron otras unidades arquitectónicas menores, como las estructuras 13 y 14, dedicadas alas actividades auxiliares de los que manejaron el anfiteatro y el templo central. Las estructuras más antiguas subyacen debajo de enormes capas de piedra y muestran variaciones en la tecnología constructiva.
Las paredes externas de este conjunto arquitectónico tuvieron un grueso revoque de arcilla pintado de blanco-crema, color que debió reluciren el paisaje desértico grisáceo. Los ambientes del interior llevaron pintura amarilla, roja y negra.
La excavación de una de las construcciones arquitectónicas auxiliares, ubicada al Este del templo (14), dentro del perímetro amurallado, permitió conocer el funcionamiento de la estructura que estamos denominando: «El Altar del Fuego Sagrado» (14)
EL ALTAR DEL FUEGO SAGRADO
En un espacio rectangular y cercado, de piedra cortada, está encerrado un edificio circular pequeño. El ingreso no es directo, sino a un costado del muro norte (1), ubicado en forma discreta; se pasa por un vano semicerrado y se continúa rodeando al edificio circular por el lado sur hasta encontrar el ingreso en el lado oeste. Se sube por un peldaño trapezoidal (2) a un vano estrecho, el cual conduce a un fogón ceremonial central (3), que es todo lo que contiene esta construcción circular. El fogón es muy especial, de forma oval (22 por 29 cm.); tiene doble nivel y dos ductos subterráneos de ventilación, que cruzan el edificio, ubicados en la dirección de los vientos norte-sur (4 y 5). El ducto norte sale por un orificio desde la pared hacia una canaleta de 18 cm. de ancho por 1.40 de largo.
Las paredes y pisos llevaron revoque y pintura crema, amarilla y ploma, según las sucesivas refácciones realizadas.
El interior del recinto circular (6) muestra, además del fogón, una capa roja y calcinada entre las varias que cubrieron las paredes y el piso, como si hubiera ocurrido, en algún momento, un fuerte incendio. Hemos observado la siguiente sucesión de capas: una de barro marrón sobre la pared de piedra, seguida por una amarilla, una blanca y el rojo calcinado, además de otras 21 capas de mayor o menor espesor.
Por los rasgos que presenta, esta unidad puede ser ubicada dentro de la denominada «tradición religiosa Kotosh», caracterizada por la construcción de pequeños recintos ceremoniales con fogones centrales para la incineración de ofrendas. Tradición que estuvo distribuida en el área norcentral del Perú durante el Arcaico Tardío y el Formativo. Esta edificación de Cara¡ muestra, sin embargo, una modalidad netamente costeña, que fue reproducida en los valles de Casma y Jequetepeque, al parecer, durante el Formativo Temprano (Pozorski y Pozorski 1996: 349)? entre los 1500-1000 años antes de cristo.
Por las evidencias disponibles, se puede interpretar que durante el Arcaico Tardío la sociedad del valle de Supe habría alcanzado un gran prestigio en el área norcentral, el cual le permitió ejercer influencia ideológica en las poblaciones de los valles costeños vecinos como Huaura, Pativilca, Fortaleza, Huarmey y Casma. Del mismo modo, habría establecido comunicación con las del Callejón de Huaylas, donde se encuentran los complejos La Galgada y Huaricoto; y las del Huallaga y Marañón, asientos de Kotosh y Piruiro respectivamente.
Se ha planteado la hipótesis que los exponentes arquitectónicos de la sierra, pertenecientes a la tradición Kotosh, serían más tempranos que los costeños y que este tipo de estructuras se habría originado en la sierra, para desde allí difundirse hacia la costa (Pozorski y Pozorski, ob. cit.: 350). Si la datación radiocarbónica confirmase el contexto estratigráfico, que ubica a Caral en el Arcaico Tardío, estaríamos ante una manifestación cultural común a la arquitectura ceremonial de sociedades serranas y costeñas. La edificación circular, en cambio, habría sido una expresión singular de la arquitectura costeña hasta ahora, al parecer con la evidencia más temprana de Caral, en base a la cronología relativa. Cabe recordar, al respecto, que fueron distintivos y peculiares los procesos adaptativos en otros aspectos de la vida social en las diferentes regiones y áreas (Shady 1993 y 1995: 55-58). Sin embargo, es cierto también, que las sociedades del área norcentral compartieron una serie de rasgos debido a la interacción y al intercambio de bienes.
EL PEQUEÑO TEMPLO DE LA BANQUETA
Es otra estructura arquitectónica, de menor tamaño, ubicada a unos 150 m. al oeste del «Templo del Anfiteatro».
Presenta una terraza central elevada entre un patio anterior y otro posterior. El paramento de esta terraza (1) muestra las diferentes fases de remodelación a las que fue sometida la construcción, las que se confirman con los análisis de la tecnología empleada, las varias capas de pintura y la estratigrafía. Hemos determinado la superposición de, por lo menos, cinco estructuras cuadrangulares, con su respectivo fogón central. Cada una de ellas fue objeto de un enterramiento ritual, con la acostumbrada incineración de ofrendas, antes de la construcción de la siguiente estructura.
Las construcciones de períodos sucesivos muestran diferencias leves en cuanto a las orientaciones de las paredes, y creemos que el alineamiento de éstas varió en relación con determinadas mediciones astronómicas, efectuadas periódicamente. El conocimiento astronómico, necesario para la elaboración de los calendarios agrícolas, debió ser una de las actividades importantes a cargo de los sacerdotes de la ciudad.
El edificio cuadrangular mejor conservado consiste en un espacio encerrado por muros de piedra y una banqueta (3) de 42 cm de altura por 83 cm. de ancho, adosada al paramento de la terraza y a la parte media superior de los lados. Se ingresa a este ambiente por un vano ubicado al NE, de 1.50 m. (4). En el espacio central destaca un fogón ceremonial (5), donde se realizaron quemas rituales.
El paramento de la terraza principal (1) muestra cuatro de las cinco sucesivas remodelaciones, que hemos identificado, con accesos que fueron tapiados. El más antiguo tuvo un ingreso amplio, con un peldaño sin banqueta, que luego fue reducido dos veces hasta quedar definitivamente sellado cuando se construyó la banqueta. Finalmente, ésta fue enterrada; se levantó un nuevo paramento, paralelo al anterior, que dejó más pequeño el ambiente interno, al que se le hizo un fogón acorde con las nuevas dimensiones.
Los pisos presentan una serie de hoyos de los postes de madera que soportaron el techo, compuesto de material orgánico, enlucido con barro.
En las sucesivas remodelaciones se cambió, igualmente, el color de las paredes, que conservan capas superpuestas de pigmentos: blanco crema, amarillo, gris, anaranjado y azul.
Por sus rasgos arquitectónicos, estaedificación puede ser comparada con otras construidas en la sierra, pertenecientes a la tradición religiosa Kotosh, y es una buena exponente de la interacción entre las sociedades que habitaron las
diferentes regiones del área norcentral.
En el lado este del «Pequeño Templo», fue éxcavado un edificio lateral que debió estar vinculado con aquél. El edificio contiene un re cinto de un sólo componente estratigráfico, destinado a actividades domésticas, dada la abundancia de res tos de alimentos recuperados, predominantemente de origen marino.
SECTORES RESIDENCIALES
Hemos identificado tres sectores residenciales, relacionados con las otras estructuras: uno frente al Pequeño Templo; otro mayor, relacionado con el Templo del Anfíteatro; y uno al pie de la pirámide C. Se caracterizan por no mostrar sobre la superficie una volumetría elevada, sino mas bien una serie de depresiones que, al inicio de las excavaciones, interpretamos como hoyos de tumbas, y porque las edificaciones, con excepción de aquellas de las últimas fases, a diferencia de los otros sectores excavados, tienen distinto diseño, y fueron construidas de material orgánico.
No descartamos que puedan haber en la ciudad otros sectores disimulados por el enterramiento ritual que hicieron sus ocupantes antes de abandonarla.
Excavamos en alguna extensión en el sector residencial A ubicado en la explanada, encima de la terraza aluvial derecha de la quebrada por donde pasó el aluvión, al este del Templo del Anfiteatro. A su vez, este sector tiene al frente el espacio abierto más extenso de la ciudad, en cuyo contorno se erigieron las enormes estructuras piramidales.
Ocupa un área de forma rectangular, con terrazas y muros de contención, levantados con bloques de piedra, En el interior se distinguen plazas y subdivisiones, aun no excavadas.
En este conjunto de recintos hemos identificado varios componentes arquitectónicos que muestran estilos y técnicas diferentes, todos pertenecientes a períodos distintos. Al igual que los otros complejos de la ciudad, éste fue también objeto de un enterramiento ritual progresivo y de la incineración de ofrendas. Hemos identificado hasta 10 capas estratigráficas, las cuales sugieren una larga ocupación en este espacio de la ciudad.
Los ambientes aterrazados con paredes de piedra, ubicados frente al gran espacio abierto y presididas por una pequeña estructura escalonada, adherida en la parte central del muro frontal, corresponden a una de las últimas fases constructivas. Esta estructura recuerda al «usnu» incaico.
Otra fase constructiva más antigua presenta paredes con armazón de palos de huarango cruzados por carricillos. Esta fue seguida por otra con estructuras de «quincha», compuestas de un armazón principalmente de carricillos.
Algunos ambientes, no bien ubicados cronológicamente, tienen paredes de piedra cortada y de cantos rodados. Asimismo, se recuperó pequeños adobes en los rellenos, quizás pertenecientes a un edificio muy antiguo.
A la fecha se ha excavado un conjunto de recintos con paredes de huarango y fino revoque, pintadas de crema, amarillo o anaranjado, con pisos igualmente enlucidos y pintados, de alisado uniforme.
En este sector, como en otras partes de la ciudad, las edificaciones muestran sucesivos enterramientos y remodelaciones. Al parecer, una de las actividades más importantes de los habitantes estuvo centrada en el cambio permanente del diseño arquitectónico; tapaban unos ambientes en tanto usaban otros y remodelaban los antiguos. Una de las últimas acciones en este lugar consistió en destruir, como era costumbre, una parte de las construcciones y enterrar completamente todos los recintos con grandes acumulaciones de piedras. Estos enterramientos fueron efectuados en medio de rituales, con grandes incineraciones de alimentos, esparciendo el carbón y la ceniza, depositando ofrendas en hoyos o al lado de las paredes. En la fase tardía, estas ofrendas incluyeron canastas, fabricadas con fibra vegetal, «shicras», llenas con bloques de piedras cortadas y cantos rodados, junto con alimentos quemados, vegetales, moluscos y pescados.
En el centro de los recintos del sector se han encontrado los fogones rituales donde se quemaron alimentos en un acto previo a la nueva remodelación; con ellos se cubrió toda el área antes de hacer el nuevo piso, patrón que ha sido observado también en las otras unidades arquitectónicas de la ciudad.
Como parte del material usado para el enterramiento, recogimos pequeños adobes hechos a mano, algunos en forma plano-convexa, fragmentos de revoque y de arcilla mezclados con cañas y fibras, procedentes de antiguas construcciones destruidas.
Los materiales asociados a todas las remodelaciones identificadas consisten en restos de alimentos, vegetales y marinos, textiles entrelazados, fragmentos de mates, cestas, figuras de arcilla no cocida, lascas cortantes, pedazos de cuarzo, chancadores, moledores y piedras quemadas. No hubo ningún fragmento de cerámica o de textiles a telar, aunque si varios trozos de arcilla quemada, desprendidos de los fogones y de los pisos circundantes.
LAS CONSTRUCCIONES DE HUARANGO Y DE QUINCHA
Debido a las excelentes condiciones de conservación y al patrón constructivo y destructivo secuencial, hemos podido registrar las técnicas de edificación utilizadas a través de los varios períodos de ocupación en este sector del centro urbano. Una de ellas, las más extendida, lleva el armazón de palos de huarango cruzados con carricillos. Uno de los ambientes tuvo decoración mural modelada, que fue destruida al serenterrada. Para ello, hicieron un cerco tosco de pirca, paralelo al muro, que contuviese al material de relleno, pero previo al depósito de éste excavaron unos pozos en el suelo, al pie del muro, donde depositaron ofrendas. En la pared de este recinto, opuesta a los relieves, se encuentra una pequeña plataforma de piedra y barro, a modo de un asiento. Este ambiente tuvo algunas remodelaciones y fue reutilizado durante varias épocas.
Debajo de él subyace enterrada otra estructura arquitectónica de piso blanco y pulido.
A una época posterior pertenecen unos ambientes con armazón de «quincha», a base de algunos palos de huarango equidistantes y carricillos, colocados por pares, tanto en dirección vertical como horizontal, amarrados con junco, los cuales parecen formar un diseño reticulado. Los atravesados en forma horizontal van por detrás.
Además, aplicaron por ambos lados, tanto a las habitaciones de huarango como a las de quincha, que tienen esquinas curvadas, un grueso revoque de arcilla, un enlucido de barro, muy alisado, y pintura amarilla o blanca.
Los pisos fueron igualmente alisados y pintados.
DEPÓSITO ESPECIAL DE OFRENDAS
En uno de los recintos más tardíos del sector A se construyó un depósito de ofrendas, de 1.30 m. por 60 cm., como parte del enterramiento ritual. Este consistió en una caja rectangular con paredes de piedra cortada y cantos rodados, enlucidas con barro sólo en la cara interna y pintadas de color blanco. No hubo cara externa, porque era parte del relleno, consistente en piedras angulosas y cantos rodados de tamaño mediano (Técnica que también hemos encontrado en algunos muros tardíos de los otros complejos excavados).
En esta caja se depositaron capas de ofrendas, siguiendo un ordenamiento ritual estricto. Debajo de una cubierta de carricillos y de una esterilla fina había una especie de «tamal» carbonizado y otros alimentos dentro de valvas de moluscos, cubiertas con haces de hojas, colocadas unas hacia abajo y otras hacia arriba, asociados a una tabletilla de madera alisada.
En las esquinas habían huesos de pescado, conchas, hojas y unos panecillos de barro de forma redondeada.
Las ofrendas más destacadas, dejadas en la parte central, consistían en algunas figuirillas de barro no cocido, dos casi enteras, colocadas boca abajo, otras fragmentadas en pedacitos de cuarzo transparente y una piedra.
En una de las esquinas de la caja había un instrumento musical, una flauta, una cesta y abundantes haces de hojas.
Por todo el espacio se hallaron restos de pescado seco, moluscos, huesos de roedores y fragmentos de coprolitos humanos. Además, el piso es amarillo (por la complejidad de este depósito de ofrendas dejamos su descripción detallada para un artículo específico).
«LETRINA»
Otro de los hallazgos importantes del sector residencial A consiste en un espacio lleno de grandes heces humanas, el que fue cubierto con una capa de ripio fino.
Cuando podamos avanzar con las excavaciones de la «letrina», el material dará importante información sobre la dieta alimenticia, el nivel nutricional y las enfermedades de los ocupantes de esta parte de la ciudad. Se podrá conocer, asimismo, la naturaleza del ambiente donde se depositaron las heces y verificar, como sugiere el contexto, si se
trata de un recinto especial dentro de¡ ordenamiento habitacional. Servirá también para la reconstrucci0n de la flora existente en esa época, del clima y de las actividades económicas practicadas por los pobladores.
Llama la atención el repetido hallazgo de heces humanas asociadas a las diversas ofrendas. Se podría interpretar que esta clase de muestras estuvo considerada como sagrada.
LA PLATAFORMA ESCALONADA, «USNU»
Esta pequeña unidad arquitectónica escalonada, con frente al noreste, estuvo adosada al muro de lajas perimetral del sector A .
Se encontró semidestruida por las excavaciones extensas que se hicieron en esta ciudad hace unas décadas. Un forado había alcanzado al relleno de «shicra», donde se dejó una bolsa de galletas y un fragmento de periódico. Sólo quedaba un peldaño completo y parte del siguiente, el tercero, estaba destruido.
Mide 1.71 m, x 2,64 m. y habría tenido tres escalones; el paso que se conserva 28 cm. x 31 cm. de conserva mide 2 altura.
Las paredes son de piedras cortadas v cantos rodados con estuco, enlucido y pintura crema y blanca sólo en la cara interna. Habría tenido tres escalones.
El interior de esta plataforma contenía un relleno de 43 cm., compuesto por cantos rodados pequeños, cascajo, trozos de revoque y tierra, el cual cubría a un conjunto de 7 canastas de shicra, superpuestas entre rellenos de piedra y algunos grandes bloques cortados.
Las shicras son de junco, confeccionadas con fibras dobles torcidas de aproximadamente 1.5 cm de ancho, a modo de una red, con cuadros de 7 por 7 cm., un diámetro de boca de 30 cm. y 18 cm. de altura. El contenido varía unas llevaban piedras de tamaño mediano, otras sólo unas cuantas grandes. Pesaron entre 10 y 15 kilos. Junto con las piedras habían carboncillos. mesodesmas amarillas pequeñas. fragmentos de choros y restos de cangrejos, En un caso la shicra era doble, es decir. una sobrepuesta en otra.
Debajo de las shicras hubo dos capas, divididas en sectores por fibras, de 7 y 5 cm., con ceniza, abundante pescado, cangrejos, vegetales, choros, mesodesmas, heces y «gomas de mascar».
Este contenido orgánico fue depositado sobre el piso, mayormente roto, correspondiente al Muro de piedra al que se adosó esta estructura.
SACRIFICIOS HUMANOS
En el sector residencial cercano a la «Pirámide C», se halló el entierro de un infante menor de un año, depositado como ofrenda antes de la construcción de una pared con grandes bloques líticos.
La pirámide C es una de las más elevadas, de 21.56 m. Al este de ésta, pero en directa asociación, se encuentra el sector residencial, con un cerco el lado norte, compuesto de grandes bloques de piedra cortada.
Excavamos en este sector tres cortes de prueba, uno de los cuales permitió identificar el entierro humano, que a continuación describimos.
El cadáver fue depositado en una fosa excavada en el terreno estéril, Posteriormente sellada por un piso morado. La fosa, deforma ovoide, tiene 68 X 28 cm. en la boca y una profundidad de 1.42 m. El paquete funerario mide en la base 89 X 28 cm, Esta fosa se halla debajo del muro de piedra, lo que hizo muy difícil la excavación.
Sobre el piso morado había un relleno muy similar al material de la capa estéril, el cual servía de base al piso gris, que está asociado al muro de grandes bloques de piedra.
El relleno que cubría al entierro presentaba una secuencia de capas compuesta por carboncillos, de cantos rodados, y arena.
El infante se encontraba en dirección E-W, decúbito dorsal y con la cabeza al este, mirando a la pirámide. Fue envuelto en una estera de fibra de junco y tenía, hacia los pies, una cesta de fibra entrelazada de 10 cm. de diámetro; una redecilla de algodón con similar técnica se hallaba adherida a la cabeza y sobre ella otra cesta similar a la anterior El cuerpo estaba cubierto con un textil de algodón, en el lado norte de la cabeza había una valva de Choromytilus chorus,- otro choro a la altura del hombro derecho. En el lado izquierdo del hombro se recuperó una aguja de hueso y ala altura del estómago un cordel de algodón. En el cernido de los residuos del entierro aparecieron semillas de algodón, un fragmento de cuarzo transparente, una cuenta de hueso y una cuenta de piedra.
En otros sectores de la ciudad se han ubicado algunos entierros humanos, asociados con estructuras arquitectónicas, todavía pendientes de excavación.
EL TEMPLO MAYOR
(PIRÁMIDE E)
Es una de las construcciones piramidales más destacadas de la ciudad; se encuentra hacia el este, al borde de la terraza que linda con el valle, desde donde se la puede apreciar, imponente en toda su magnitud.
La componen una pequeña plaza circular hundida, ubicada en el frontis de la pirámide, de 19.0 m. de diámetro interno y una profundidad de 1.98 m. Esta plaza presenta dos escalinatas, una de ingreso, con 8 pasos, y otra de conexión con la estructura piramidal. En la parte externa se aprecian dos muros circulares a diferente nivel, que a modo de dos anillos o terrazas definen el perímetro circular. Aunque de menor dimensión, esta unidad es parecida al anfiteatro. La construcción es de piedras cortadas, unidas con argamasa de barro, gravilla y cantos rodados.
Se observa el desfase de unos 6 grados en el eje de ubicación, entre el acceso a la plaza y la entrada a la pirámide, que podría indicar una diferencia diacrónica entre fases constructivas, donde la plaza circular fuese integrante de un complejo más antiguo, cubierto por las sucesivas remodelaciones y ampliaciones efectuadas en la pirámide.
La estructura piramidal central tiene dos alas laterales, cada una con tres grandes plataformas. El ascenso de una plataforma a la siguiente se efectúa a través de una imponente escalinata, aún semienterrada. El gran atrio, ubicado en la parte superior, muestra un enorme bloque de piedra, «huanca», caído, en la forma de un lanzón, de 1.70 m x 45 cm., que recuerda al que se halló en el atrio del Templo del Anfiteatro.
En la segunda plataforma, al oeste, se ubicaron dos grandes bloques de piedras caídas, uno con tres hoyos tallados y el otro totalmente pulido.
Las escalinatas de la parte posterior, que dan al valle, indican 24 niveles de acceso a estructuras todavía no identificadas.
En el contorno de la pirámide se hallan enormes bloques de piedra, que a modo de cerco delimita el espacio correspondiente a la edificación.
Las excavaciones en este monumento han tenido carácter preliminar debido a su gran volumen, que requiere una fuerte inversión de mano de obra. No obstante, hemos podido observar que la técnica constructiva para elevar la pirámide consistió en grandes rellenos con bloques de piedras cortadas, cantos rodados, grumos de arcilla y barro, provenientes de edificios antiguos, depositados juntamente con canastas de fibra, «shicra», llenas de piedras, ramas, hojas y ceniza, en un contexto ritual muy similar al de los otros conjuntos excavados.
Los pisos de los recintos y de la plaza circular hundida estuvieron enlucidos con capas de arcilla, pintadas de blanco y amarillo.
LA ESTRUCTURA AUXILIAR DE LA PIRÁMIDE CUADRANGULAR (I)
La pirámide denominada 1 conforma un espacio aparte, junto con otra, ambas de notoria forma cuadrangular, dispuestas en tomo a un espacio abierto y con un gran bloque, de piedra hincado o «huanca».
En el lado sur de la pirámide 1 se excavó una estructura «auxiliar», compuesta por recintos de piedra y patios delimitados por un muro perimetral. Los ambientes son pequeños y con una serie de fogones centrales y banquetas, que sugieren un conjunto de depósitos, ordenado en torno a espacios de mayores dimensiones. Las paredes están cubiertas de cuidadoso enlucido y de pintura crema, amarilla y roja.
Destaca en este conjunto un espacio abierto, frente a la pirámide I, que tiene adosado en la esquina sureste una plataforma escalonada, a modo de un altar o lugar prominente. Este ambiente y otros de la estructura contienen sobre el piso una capa de materiales carbonizados.
Al igual que las otras construcciones de la ciudad, ésta muestra sucesivas remodelaciones y recintos en varios niveles estratigráficos. Al parecer, la función de esta estructura habría cambiado con el tiempo. Hemos observado, por lo menos, cuatro edificaciones superpuestas. Los ambientes que subyacen a los pequeños recintos son de mayores dimensiones. Una de las habitaciones, con un pequeño altar, fue cubierta totalmente con numerosas bolsas de shicra, relleno inusual que podría indicar su carácter sagrado; en la mayoría de casos, la shicra está aislada como una ofrenda y colocada en medio del relleno.
Algunos entierros intrusivos, del período de Los Desarrollos Regionales (200 a.C-100 d.C.) han alterado la composición de los recintos que linda con la pirámide I.
En este conjunto, más que en otros de la ciudad, nos llamó la atención el tamaño reducido de los recintos de la última fase constructiva. Pero, al igual que en todos, es notable su carácter ritual.
CAPÍTULO III
LA SOCIEDAD DE CARAL - SUPE: INFERENCIAS PRELIMINARES SOBRE LA ANTIGÜEDAD:
En base a la información recuperada, se puede asignar la ciudad sagrada de Caral al período Arcaico Tardío (3000-1500 años a.C.).
La ocupación de Caral habría empezado hacia el tercer milenio antes de Cristo (unos cinco mil años al presente) y continuó durante varios siglos, como puede inferirse de la estratigrafía y de las construcciones superpuestas. Se ha observado cambios a través del tiempo en el diseño y concepción de la ciudad, asimismo en la tecnología constructiva y en el volumen de mano de obra invertida.
Al parecer, en esa época, la población que habitaba Supe estaba distribuida en la zona del litoral y en el valle bajo y medio, conformando comunidades sedentarías, autosuficientes y concierta autonomía en su organización, pero participaba de una entidad mayor, como se infiere de los numerosos rasgos culturales compartidos y de las dimensiones monumentales de algunos sitios, que implican una inversión de mano de obra mayor que la proveniente de su ámbito directo, con la correspondiente organización, supracomunitaria.
Si bien en el litoral se edificó un sitio monumental, como Aspero, y en el valle bajo destacó el complejo de Piedra Parada, el sector medio del valle tuvo la mayor concentración de establecimientos, además de la más grande extensión y volumen, entre los que resalta Caral. Al lado de esta ciudad se edificaron los extensos complejos, denominados Chupacigarro Este, Chupacigarro Centro, y Chupacigarro Oeste, y frente a ellos, en la otra margen del valle, Pueblo Nuevo y Alipacoto. Son, asimismo, notables los complejos de Huacache y Peñico. Puede considerarse a la población supana de entonces entre las primeras sociedades que alcanzaron un temprano y complejo desarrollo, y que organizaron sus actividades económicas, sociales y político-religiosas dentro del marco de los asentamientos urbanos.
LA SACRALIDAD DE LA CIUDAD
La religión tuvo un rol predominante en la vida de los pobladores y en su organización social, los templos destacaron en los centros urbanos y en torno a ellos se desenvolvieron las actividades cotidianas de diverso orden. Cada asentamiento tuvo así un carácter sagrado y los templos fueron el foco de la dinámica socioeconómica y política.
Estos templos sirvieron como fundamento de la cohesión social y recibieron una periódica remodelación, posiblemente en relación con observaciones astronómicas, una de las actividades efectuadas por los gestores de estas ciudades, encargados de la medición del tiempo y de la elaboración del calendario agrícola. Las varias piedras paradas o «huancas», identificadas en las plazas y atrios, habrían servido para esta función. El trabajo permanente de construcción-destrucción y reconstrucción de las estructuras en medio de rituales, ofrendase incineraciones, era también un modo de mantener las obligaciones de la población con la religión y de utilizar a ésta como medio de cohesión.
Los gestores o conductores de la ciudad de Caral reforzaron su poder con estas prácticas ceremoniales y rituales, Todas las actividades efectuadas en la ciudad estuvieron teñidas de religiosidad, cada ambiente tuvo su fogón central donde se incineraban alimentos y otras ofrendas.
Antes de la remodelación de un ambiente se quemaban bienes y se esparcían los carbones y las cenizas por el piso del recinto, que luego era enterrado. En algunos casos, se colocaba en hoyos, tapados por alimentos quemados y cenizas, una especie de «tamales», alimentos preparados, envueltos en hojas. En un período tardío se puso unas canastas llenas de piedras y alimentos quemados en medio de¡ relleno de la habitación que estaba siendo enterrada.
ASPECTOS DE LA ECONOMÍA
La sociedad que edificó el centro urbano de Caral se sustentaba de una economía mixta, basada en actividades agrícolas complementadas con la pesca en el mar y el río, con la recolecta de moluscos y con el aprovechamiento de los recursos vegetales y animales del abundante monte ribereño y de las lomas.
Los feligreses de Caral se desplazaban por el valle, cultivaban en las estrechas márgenes del río Supe, de tierras muy fértiles, irrigables con facilidad mediante cortos canales que tomaban agua del río o de los abundantes «puquiales», por donde afloraba la mapa freática. Este medio debió nutrir a una abundante flora y fauna.
De la misma forma se aprovechó de los recursos del mar, ya sea por el valle de Supe o, más directamente, por una vía natural entre los cerros, que sale al valle de Huaura, a la altura del actual pueblo de pescadores de Végueta. Extrajeron, de preferencia, anchovetas, choros, mesodesmas y algas.
Aparte de sus propios recursos naturales, el sector medio del valle, donde se encuentra Caral, posee las mejores rutas de comunicación con los valles vecinos, cuya población habría estado bajo el control ideológico de los conductores de los templos de Caral. Así parece sugerirlo la amplia distribución que alcanzó en el área el patrón arquitectónico de plataformaplaza circular hundida, peculiar de los asentamientos de Supe.
LOS FELIGRESES DE CARAL
Los constructores de Caral tuvieron conocimientos de arquitectura, geometría y astronomía. Supieron combinar formas y pianos, ordenar los edificios en el espacio, de acuerdo a un plan preconcebido, en un contexto artístico de intenso carácter religioso.
El ordenamiento espacial previo, la extensión del espacio construido y la diversidad de estructuras sugieren un patrón definidamente urbano.
Si comparamos la arquitectura de Caral con la del sitio de Aspero, ubicado en el litoral de Supe, observamos una fuerte identidad en el patrón constructivo, en la tecnología, en los materiales utilizados y en los procedimientos; esto hace pensar en la existencia de un grupo de especialistas que prestó servicios en ambos sitios o de una intensa comunicación entre las autoridades de estos centros urbanos, del litoral y del valle medio. Es también similar la forma como se ha expresado el patrón cultural de permanente construccióndestrucción, enterramiento y reconstrucción de los edificios.
A diferencia de los centros ceremoniales del período siguiente, «Formativo», Caral muestra una gran extensión y, sobre todo, una mayor diversidad constructiva, que se espera de un lugar habitado por una población permanente. Por otro lado, la mayoría de los ambientes religiosos en las áreas excavadas son pequeños e íntimos, especiales para un número reducido de participantes, que quizás agrupaba a los representantes de las familias.
Se hace evidente que la sociedad tuvo una organización jerarquizada, con estamentos sociales bien definidos: campesinos pescadores y los especialistas, que eran autoridades religiosas o gestores. En algunos casos, los edificios estuvieron cercados por murallas que separaban al personal que los ocupaban del resto de la comunidad, Asimismo, en los complejos excavados existen ambientes que contienen estructuras escalonadas, que recuerdan al «usnu» incaico, símbolo del poder o importancia de la autoridad social.
Los trabajadores, además de realizar las actividades económicas de subsistencia, agricultura, pesca, recolecta de mariscos y de aprovechar de los recursos naturales del monte ribereño, de los pantanos y de las lomas, estaban obligados a prestar servicios permanentes en las obras públicas: explotación de canteras, traslado de los bloques de piedra, algunos de grandes dimensiones, para la construcción y remodelación permanente de las edificaciones. Ellos también tuvieron a su cargo el acarreo de piedras y tierra en grandes volúmenes, para el enterramiento ritual de las construcciones, actividad realizada periódicamente,
El número de centros urbanos (17), identificado en el valle de Supe, y su magnitud, requirieron de una gran cantidad de mano de obra y de los excedentes, para su edificación, mantenimiento, remodelación y enterramiento. Si consideramos exclusivamente la capacidad productiva de este pequeño valle, esa inversión no habría podido ser realizada sin la participación de las comunidades de los valles vecinos. Por motivos que todavía desconocemos, la ideología de los pobladores de Supe alcanzó prestigio regional en la época, convirtiéndolo en un valle sagrado. Las comunidades ubicadas en las rutas de comunicación, como Caral, atrajeron la atención de sus vecinos, lograron captar la fuerza de trabajo y los excedentes producidos por los pobladores de los valles costeños de Huaura, Pativilca y Fortaleza, con los cuales se comunicaba Supe a través de varias quebradas laterales, especialmente desde el valle medio.
Nos preguntamos si el mismo nombre que ha quedado en el valle, Supe (de Supay, demonio, diablo), podría ser el recuerdo nominal del temor y respeto que las sociedades de aquella época le tuvieron al lugar donde residían los dioses y estaba el poder de los gestores y conductores de su vida económica, social y religiosa.
RELACIÓN DE OTRAS POBLACIONES COETÁNEAS
Asimismo, cabe señalar las amplias redes de comunicación que se tendieron en el Arcaico Tardío, entre los 3000 y 1500 años antes de Cristo, en el área norcentral del Perú, espacio que estuvo articulado en el eje de norte-sur, entre los valles de El Chillón y Chao, y en el eje oeste-este, a lo largo de los varios pisos ecológicos de la cordillera, desde el mar hasta el Huallaga y el Marañón.
Esta fue el área que tuvo el mayor avance sociocultural del Perú durante el Arcaico Tardío. Las poblaciones vecinas del área norte y sur presentaban un menor nivel de integración social.
Se ha denominado «tradición cultura¡ religiosa Kotosh» al patrón religioso observado en los varios centros monumentales estudiados en el área norcentral. La sociedad de Caral compartió una serie de rasgos culturales de esta tradición con otros centros de la época, ubicados en el valle de Chuquicara (La Galgada), en el Callejón de Huaylas (Huaricoto), el valle del Huallaga (Kotosh) y el Marañón (Piruro). Entre los rasgos más comunes se encuentran: construcciorres arquitectónicas con recintos pequeños, fogones centrales, ofrendas incineradas, nichos, banquetas y un contexto material precerámico. En el área se generó una importante esfera de interacción, que impulsó el desarrollo cultural. Esta situación explica mejor el posterior desenvolvimiento y el nivel monumental de los centros ceremoniales del Formativo Temprano en la costa, en Casma, Rímac o Lurín y la edificación de Chavín de Huantar, un milenio y medio después que se iniciara la construcción de los establecimientos del Arcaico Tardío.
SIGNIFICACIÓN DE CARAL EN EL PROCESO CULTURAL PERUANO Y EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL
Los numerosos centros urbanos que contiene el valle de Supe, de gran complejidad y de temprana datación, realidad arqueológica no informada en otro lugar de¡ territorio nacional, convierten a este valle en una zona privilegiada para las investigaciones sobre el proceso civilizatorio en el país, situación que justifica el calificativo que le estamos dando: «Supe, El Valle Sagrado en los Albores de la Civilización en el Perú».
En base a la información disponible, se puede afirmar que Caral es uno de los centros urbanos más extensos y complejos del Arcaico Tardío.
Su complejidad arquitectónica, su ordenamiento espacial y de extensión, y los testimonios de su cultura material permiten inferir, a falta de nuestro conocimiento sobre su escritura, la existencia de especialistas que lograron desarrollar ciencias aplicadas como la geometría, aritmética y astronomía, dentro del contexto religioso que se extendió en todas las actividades. Estos conocimientos fueron plasmados en la construcción de la ciudad y, posiblemente, en la confección del calendario. El instrumento ideológico les permitió el manejo de la población y de sus excedentes de producción.
En cuanto al continente americano, el Perú se presenta como el foco civilizatorio más antiguo, con arquitectura monumental y organizaciones sociales complejas, que anteceden en, por lo menos. mil años a las sociedades de similar nivel en Mesoamérica.
El Perú ha sido considerado como uno de los seis focos civilizatorios a nivel mundial, al lado de Egipto, Mesopotamia, China, India y Mesoamérica (Service 1968). Sin embargo, las investigaciones arqueológicas, en el caso peruano, no son todavía suficientes para conocer las características, condiciones y factores que intervinieron para configurar ese alto nivel de desarrollo.
En el plano mundial, podemos señalar que, cuando se construía en Egipto las pirámides de Keops y florecían las ciudades sumerias de Mesopotamia, hacia los 2550 años antes de Cristo, en Supe, Perú, se edificaba el centro urbano monumental de Caral.
También podríamos decir que, si los filósofos presocráticos de Grecia discutían sobre el origen de la vida hacia los 600 años antes de Cristo, en el centro urbano de Caral por lo menos 2000 años antes, anónimos filósofos explicaban a su pueblo diversos aspectos relacionados con la existencia de los hombres, los recursos naturales, el origen de la vida y de las cosas.
EL ABANDONO DE LA CIUDAD SAGRADA
Finalmente, después de varios siglos de ocupación, los habitantes de la ciudad sagrada decidieron abandonarla, no sin antes enterrar todas las construcciones con densas capas de guijarros, piedras cortadas y cantos rodados, cumpliendo con determinadas ofrendas a la usanza tradicional. Nada se dejó al descubierto. El clima, a través de los cuatro milenios siguientes, se encargó de acumular arena y contribuir en esta obra de enterramiento cultural.
En los tres primeros siglos de nuestra era, algunos grupos enterraron a sus muertos en ciertos sectores de la antigua ciudad, sin conocer ya su historia.
Sólo las excavaciones arqueológicas irán desenterrando las calles y barrios de este primigenio centro urbano y se podrá mostrar al mundo las obras realizadas por esta sociedad que logró el mayor esplendor de toda la historia del poblamiento del valle de Supe. No hubo allí otra época de similar importancia. Caral nunca volvió a ser habitada y eso ha permitido que lleguen hasta nosotros, sin alteraciones, los testimonios culturales de un pueblo en los albores de la civilización.
*********** REPORTAJES FOTOGRÁFICOS ***********
Caral, Perú. El lugar de nacimiento de la cultura americana
Caral, Perú. Imágenes del yacimiento y reconstrucciones virtuales
Artículos relacionados en la revista:
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23/12/2004 - Descubren en los Andes peruanos la civilización más antigua de América
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26 comentarios
sheyla -
vii -
lizzet -
diego silva silva -
Ambrogio -
DoRcaS veLa RiOS-- -
*** la charapitaa ****
BeAtRIzz... -
Evelyn -
sayuri falvy -
Angel -
Creo tambien, que en un tiempo no muy lejano será el rival(por derecho propio) del imperio Inca, ya que es como ver el inicio y el fin de el dominio del hombre Americano origial.
Yo me siento orgulloso, y con unas ganas inmensas de conocer este lugar tan importante, porque no solo es una ciudad mas, sino que es "EL COMIENZO" de todo, desde una pirámide, hasta sacsahuman, es como ver la evolución, desde una monumental pirámide, hasta una obra titánica y única en el planeta como es sacsahuman.
Saludos.
Dámel Vargas Inga -
Joaquin -
johanna -
sofia -
1. Caral alta y la otra es
2. Caral baja y yo quisiera que saque fotografias de las piramides que fueron encontradas
victor -
rosa -
anonimo -
juan -
Denisse Paredes -
Muchas Gracias
yuri alexander -
liliana -
Elsa María Almenara -
Gracias
kerubin -
kerubin -
leslie -
Anónimo -