La guerra de Troya en la Ilíada de Homero
Pues bien detén a los demás troyanos y a los aqueos todos, y dejadnos en medio a Menelao y a mí para que nos enfrentemos. Helena y sus riquezas serán el premio del combate: el que venza, demostrando ser el más fuerte, lleva a su casa, como es de justicia, a la mujer con todas sus riquezas. (Canto Tercer/ Ilíada/ Homero)
La guerra de Troya y su continuación constituye uno de los núcleos más importantes de las denominadas leyendas heroicas, en las que según la tradición se inspiró Homero, el más antiguo poeta griego conocido ( s. VIII a. C.), para componer los dos grandes poemas épicos: la Ilíada y la Odisea, gracias a los cuales, y a las fuentes de aquel acontecimiento que nos han llegado podremos reconstruir paso a paso aquella importante lucha. La Guerra de Troya , relato épico, no es exactamente ni mítico ni histórico: se sitúa en la encrucijada del mito y de la historia, y participa, simultáneamente, de las características de ambos. Por tanto, es posible pasar del mito a la leyenda, y de la leyenda a la historia.
Helena se casa con Menelao, rey de Esparta.
Una vez que los Dióscuros salvaron a Helena, y ésta regresó a Lacedemonia, su padre Tindáreo consideró que había llegado el momento de entregarla en matrimonio. Convocó a los pretendientes a una asamblea, acudiendo un número muy importante de ellos. Para que no quedaran descontentos los no elegidos, y siguiendo el consejo de Odiseo, propuso que fuera la propia Helena la que eligiera y que, si alguien intentaba alguna acción contra la bella Helena, todos debían unirse para castigar al usurpador. Helena eligió a Menelao, el rey más opulento de los griegos.
El Juicio de Paris, y el rapto de Helena.
Se celebraban las bodas de Peleo, rey de Ptía en la región de Tesalia, con la nereida Tetis, y a la ceremonia fueron invitadas todas las divinidades, a excepción de Eris ( la Discordia). Durante el banquete apareció Eris y, dirigiéndose al cortejo de diosas allí presente, les arrojó con desprecio una manzana de oro en la que podía leerse: regalo para la diosa más hermosa. Tras una serie de exclusiones, la elección quedaría reducida a: Hera, Atenea y Afrodita. Éstas solicitaron de Zeus que actuara de árbitro en la concesión del preciado premio, pero éste, sugirió que fueran a buscar a Paris, (hijo de Príamo, rey de Troya) experto en estas lides, que apacentaba en el monte Ida los rebaños reales de la ciudad.
Un oráculo había predicho a Príamo que su hijo causaría la ruina de su familia y de su ciudad, y por eso el rey resolvió alejarlo, obligándole a realizar un oficio de pastor, no acorde con su condición de príncipe. Paris compartía su vida sentimental con la ninfa Enone, y su padre Príamo hacía tiempo que no sabía de él.
Cierto día Paris ve aparecer ante él las bellísimas figuras de las tres grandes diosas, que le expusieron el objeto de su visita. Una a una le intentaron sobornar con promesas muy sugerentes: Hera le prometió el poder sin límites, Atenea, la sabiduría y, por último, Afrodita, el amor de la mujer más bella de aquel entonces. Paris que tenía ya fama de ser un mujeriego, no dudó un instante y concedió la manzana a la diosa del amor. Así fue el famoso Juicio de Paris, inmortalizado por las artes, y cuya decisión sería el origen y causa de la Guerra de Troya.
La mujer más bella era Helena, pero existía un problema: estaba casada con Menelao, rey de Esparta, por muerte de su suegro Tindáreo. Sin embargo, Afrodita condujo a Paris a Esparta, donde Menelao y Helena atendieron maravillosamente al huésped ( las leyes de hospitalidad en aquella época eran sagradas), sin sospechar nada. Menelao tuvo que ausentarse a Creta para estar presente en las exequias del rey cretense Catreo, y Helena tuvo que reemplazar a su esposo en las funciones de anfitrión. Afrodita hizo el resto : Helena se entrega irremisiblemente a los encantos del huésped.
Cuando Menelao regresó se encontró con la desagradable nueva de que se habían marchado los enamorados hacia Troya. Sus lamentos estremecieron no sólo al Peloponeso, sino a toda Grecia. La afrenta fue mayor, pues Paris se había aprovechado de las leyes de hospitalidad para conseguir su objetivo. Entonces Menelao, apela al juramento realizado por los príncipes griegos cuando Helena le había escogido, les convocó a todos ellos para hacerse a la mar y reducir a cenizas a la ciudadela de Troya.
Sin embargo, no fue sólo el rapto de Helena el motivo del conflicto bélico, sino que en primera instancia por el odio que Hera y Atenea sintieron contra Paris al verse postergadas, jurando venganza sobre él y el pueblo troyano, por extensión.
Preparativos para la guerra.
Según algunas versiones, durante el viaje de regreso a Troya, Paris y Helena sufrieron las iras de Hera, que desvió la nave en la que viajaban hacia la ciudad fenicia de Sidón ( actual Libano). La Ilíada alude a este episodio. Parece ser que algún hermano de Paris le instó a que devolviera a Helena a su esposo, por los grandes males que su rapto acarrearía. Pero Príamo que, ya anciano, por fin recuperaba a su hijo Paris, tras su largo ostracismo por culpa del oráculo, decide que se queden, y poco después se celebró la boda.
Agamenón, hermano del ultrajado Menelao, fue nombrado jefe supremo de la expedición contra Troya. Primero, intentaron con embajadores exigir la inmediata devolución de Helena. Pero Príamo aprobó la conducta de su hijo, y les recordó que los mismos griegos en otro tiempo habían raptado a diversas princesas, e incluso a Hesíone, su propia hermana. Regresan los embajadores con la negativa de Príamo. Entonces se inician los preparativos para la guerra. Agamenón reúne una extraordinaria flota , con los más importantes príncipes de toda Grecia, incluso los dos más reticentes al principio: Odiseo y Aquiles. En efecto, Odiseo, casado con Penélope y con un hijo, Telémaco, al saber que lo andaban buscando, simuló haber perdido la razón y con ropa de campesino fingió sembrar sal en sus campos en lugar de trigo. Pero el emisario utilizó otra estratagema: colocó a su hijo Telémaco delante de la reja del arado de su padre, con lo que Odiseo no tuvo más remedio que girar la reja del arado, salvando así a su hijo de una muerte segura, pero a la vez demostrando que estaba cuerdo. Como el juramento era sagrado, Odiseo, a regañadientes, siguió al mensajero.
Aquiles, por su parte, era hijo de Peleo, y de la nereida Tetis. Cuando nació Aquiles, su madre lo sumergió en la laguna Estigia, haciéndolo invulnerable, salvo por la parte por donde lo había sujetado. ( otra versión nos cuenta que queriendo hacer inmortales a los hijos que va teniendo, Tetis los arroja recién nacidos al fuego, a escondidas de Peleo. Así perecieron seis hijos. El séptimo sería Aquiles. Tetis se dispone a hacer lo mismo, pero Peleo, se lo arrebata. Tetis confía luego su hijo al centauro Quirón para que se encargue de su educación)
La nereida sabía que si su hijo iba a la guerra perecería. Por ello lo disfrazó de mujer y lo envió a la corte del rey Licomedes. Agamenón encargó a Odiseo que averiguara dónde se hallaba escondido Aquiles. Odiseo se disfrazó de mercader ambulante y se presento en el palacio de Licomedes. Todas las mujeres y muchachas quisieron comprar al improvisado vendedor muñecas, cosméticos y abalorios femeninos, excepto Aquiles que, despreocupado, se fijó en unas espadas y puñales que el astuto Odiseo había ocultado entre las otras prendas femeninas. Y así descubrió el engaño, y le instó a que se incorporara a la flota hacia Troya.
Homero refiere que la flota griega se componía de 1070 naves. Según el historiador Tucídides, el ejército lo componían 75.000 combatientes. Agamenón, rey de Micenas, sería el caudillo supremo.
En la Ilíada se nos indica un largo catálogo de los pueblos helénicos que participaron en la guerra, entre otros: arcadios, atenienses, espartanos, beocios, cretenses, eubeos, itacenses, mirmidones, tesalios, etc.
Por lo que se refiere a los troyanos, tuvieron como aliados a los siguientes- algunos mítico-legendarios- : amazonas, ciconios, dardanios, frigios, pelasgos, persas, etíopes, etc. Los propios dioses se dividieron en dos bandos:
a) Poseidón, Hera y Atenea: ayudarán a los griegos.
b) Afrodita y, ocasionalmente, Ares y Apolo a los troyanos.
Zeus prefirió mantenerse neutral, aunque al principio manifestó predilección por Héctor, hijo de Príamo y hermano del raptor Paris, el más valiente de los jefes troyanos.
Sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón.
La flota griega se reunió en el puerto de Áulide, aguardando los vientos favorables para atravesar el Helesponto. Pero los dioses no se mostraron favorables con sus deseos. Los soldados griegos comienzan a impacientarse, y cunde el desánimo en las tropas. Consultado el adivino Calcante, éste,tras hacerlo al oráculo, manifestó que la diosa Ártemis se hallaba ofendida con el rey Agamenón por haberla querido emular en la caza matando a una liebre consagrada a ella y no haberla ofrecido sacrificios. Debería apaciguar a la diosa con el sacrificio de su propia hija Ifigenia.
Agamenón rechazó rotundamente la idea. Sin embargo, terminó por acceder, a instancias sobre todo de su hermano Menelao y al comprender, tanto él como los demás príncipes que se debía acatar el oráculo. Ifigenia, engañada, llega al altar para ser sacrificada. En el instante supremo del cruel martirio, Ártemis, compadecida, sustituyó a la doncella por una cervatilla ( ¿ sacrificio de Isaac en versión mitológica?). Ifigenia fue llevada a Táuride ( actual península de Crimea), en donde la diosa la convirtió en su sacerdotisa.
El viento se hace favorable y la flota puede zarpar hacia Troya.
La cólera de Aquiles.
Al cumplirse el 10þ año de la guerra, Troya se hubiera rendido ya por falta de agua y provisiones, y de ayuda exterior. Pero, entonces en el campo griego estalló la discordia, una vez más con una mujer como causa. Sucedió que los griegos habían hecho prisionera a la bella Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Agamenón, lleno de soberbia, esgrimió el derecho que le daba el hecho de ser caudillo supremo y se quedó con la joven como botín. El anciano sacerdote se presenta ante el campamento griego, y solicita la devolución de su hija, como único sostén de su vejez. Agamenón lo rechazó bruscamente. Críses entonces suplica a Apolo. Éste atendió las súplicas de su ministro y desde lo alto empezó a disparar sus ardientes fleches ( la peste), que diezmaron el ejército griego. Se extendió la peste por el campamento griego y las piras ardían sin descanso.
Por consejo de Aquiles se reunieron los jefes griegos en asamblea. Convocaron al adivino Calcante y le interrogaron sobre el origen de la cólera de Aquiles. El sacerdote expuso su temor en confesarla, a menos que Aquiles no garantizara su seguridad. Finalmente Calcante afirmó que el mal sólo desaparecería si Criseida era devuelta a su padre Crises. Agamenón se vio obligado a ceder a regañadientes. Devuelve a Criseida, pero encarga a dos hombres que se dirijan a la tienda de Aquiles y se lleven a su esclava Briseida, de quien el propio Aquiles estaba enamorado. Éste les tranquilizó a estos emisarios, pero les advirtió que Agamenón pagaría caro su atrevimiento. Desde ese momento Aquiles se negó a participar en la lucha, encerrándose en su tienda. Su propia madre Tetis le espoleó en su decisión, con el fin de salvar también el hado que pendía sobre su hijo.. A requerimiento de éste se presentó ante Zeus para que protegiera a los troyanos. Zeus consintió , aunque temía la cólera de su esposa Hera, dedicada a favorecer al bando griego, y aparentaba mostrarse neutral.
Durante los meses que duró la ausencia de Aquiles, los combates entre griegos y troyanos se sucedieron, llevando los griegos su peor parte. De pronto los dos bandos deciden parar y resolver que la contienda se decida entre el ofendido, Menelao, y el ofensor, Paris, en un combate singular. Éste, espoleado por su hermano Héctor, sale a combatir de la mejor manera que sabe: arrojó una lanza a Menelao que detuvo con su escudo. Cuando estaba a punto de sucumbir a manos de Menelao, Afrodita, su benefactora, se lo lleva del combate escondido en una nube, y regresa al lecho conyugal. Ambos ejércitos convinieron que, por la huida de Paris, Menelao era el justo vencedor; y los troyanos hubieran devuelto a Helena, si Hera y Atenea no hubieran instigado a los troyanos. Así, un soldado de los troyanos no aguantó más y disparó una flecha sobre Menelao. La improvisada tregua se rompió, y continuó la guerra.
Muerte de Patroclo, y venganza de su amigo Aquiles.
Afrodita acude en ayuda de su hijo Eneas, cuando éste el más valiente de los troyanos después de Héctor- estuvo a punto de perecer ante la acometida de Diomedes, quien llegó a herir a la diosa. Ésta abandonó a su hijo. Refugiandose junto a su padre Zeus en el Olimpo. Apolo sustituyó a Afrodita, salvando a Eneas y llevándoselo envuelto en una nube a la ciudad de Pérgamo, en donde su hermana Ártemis le curó la herida . Eneas no podía morir, pues el destino le había reservado que de su estirpe nacerían Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Diomedes se creció y, animado por Hera, hirió por segunda vez al mismísimo dios de la guerra Ares. Atenea guió la lanza del héroe. El dios de la guerra tuvo que abandonar el campo de batalla. Zeus recordando la promesa hecha a Tetis, inclinó la balanza a favor de los troyanos. Héctor, gracias a esta ayuda divina, consiguió que los griegos se refugiaran junto a sus naves. Los griegos, reunidos en asamblea, deciden con Agamenón a la cabeza regresar a Grecia. Pero Odiseo le instó que debía de una vez por todas devolver a Briseida a Aquiles, para poder deponer su cólera. Agamenón prometió que así lo haría, pero Aquiles no se fió de tal promesa y también se preparaba para el regreso. Hera, entre tanto, roba el cinturón de Afrodita, y distrae a Zeus de la lucha. Acusa a Poseidón de haber sido artífice de la victoria momentánea de los griegos. Zeus ordenó a Iris que le comunicara a Poseidón que se retirara del lugar para que así se cumplieran sus deseos. Patroclo corrió hacia la tienda de su amigo Aquiles y le solicitó que depusiera su cólera y saliera a defender el campamento griego. Ante la negativa de éste , porque deseaba preservar su honor mancillado, Patroclo le pidió por lo menos que le dejara vestir su armadura. Con ella consiguió que los troyanos le tomaran por el mismísimo Aquiles. Pero de pronto se encontró con su destino, y con Héctor, que con ayuda de un mortal, Euforbio, un dios, Apolo, y él mismo consiguen arrebatar la vida de Patroclo. Éste previamente había matado a un hijo de Zeus, el troyano Sarpedón.
Cuando le comunicaron a Aquiles la muerte de Patroclo su dolor no tuvo límites. Su primera intención fue quitarse la vida, pero su madre, presurosa, acudió a ayudarle. Decidió entonces vengar la muerte de su amigo. De este modo la cólera de Aquiles llegó a su fin, transformándose en ira exacerbada hacia Héctor. Tetis, muy a su pesar, trajo a su hijo nuevas armas fabricadas por el propio Hefesto. La aparición de Aquiles en combate cambió el signo de la batalla: eran los troyanos los que retrocederían hacia la fortaleza de Troya. Héctor decidió retar a Aquiles a un combate singular, sabiendo que ese sería el último combate de su vida. La última despedida de su esposa Andrómaca y de su hijo, Astianacte, conmovedoras, no consiguen que el héroe deponga su actitud.
El Destino había dispuesto para Héctor su muerte a manos de Aquiles. Los dioses reunidos en asamblea, y Zeus , extendiendo una balanza de oro, puso en los platillos dos pesas, observando que el platillo de Héctor descendía hacia el Hades.
Apolo, muy a pesar suyo, tuvo que abandonar a su protegido. Héctor en el combate comprendió que los dioses le habían dejado solo. Aquiles con la inestimable colaboración de Atenea consigue atravesar la garganta con la lanza a su enemigo Héctor. Aquiles, ensoberbecido, anuncia que entregaría el cadáver de Héctor a los perros. Héctor, agonizante, le suplicó que fuera devuelto a su ciudad para que se le rindieran honores fúnebres. Pero su alma se marchó al Hades, lamentando hasta los dioses su destino.
Funerales de Patroclo y de Héctor.
Aquiles, vencedor, despojó a Héctor de su armadura, ató sus pies con cordones de cuero que unció a su carro y se dirigió hacia las murallas de Troya, alrededor de la que dio tres vueltas, arrastrando el cadáver de Héctor. Además ordenó que el cadáver del héroe troyano fuera privado de los honores de sepultura y entregado a los buitres. Los gritos de dolor de Príamo y Hécuba ante la muerte de su hijo, y de todos los troyanos resonaron en la ciudadela.
En el Olimpo, el maltrato infligido a los restos de Héctor era del desagrado de la mayoría de los Inmortales y, especialmente, de Zeus. Éste envía a Iris a Troya para que recomiende a Príamo que se presente ante Aquiles con un carro repleto de magníficos tesoros y le solicite con humildad el cuerpo de su hijo. Así lo hace. Aquiles, en un principio impasible preparaba la pira que había de consumir el cadáver de su amigo Patroclo, organizando unos solemnes funerales para éste , y los juegos que debían conmemorar su muerte- consiguieron finalmente ablandar el corazón del Pelida que, abrazando al anciano padre de su encarnizado enemigo, le entrega a su hijo para que se le tributen los honores debidos. Griegos y troyanos convienen una tregua para que se celebren sendos funerales: el de Patroclo ( los griegos) y el de Héctor ( los troyanos).
El cadáver de Héctor regresó a Troya y hubo lamentaciones durante nueve días, finalmente fue incinerado, recogiendo sus calcinados huesos y depositándolos en un sudario púrpura dentro de una urna de oro, que enterraron en una magnífica tumba. Así concluye la Ilíada, de Homero, pero la guerra continuó.
Muerte de Aquiles y de Áyax Telamón.
Lo que sucedió tras la muerte de Héctor hay que reconstruirlo a través de las leyendas heroicas posteriores, las llamadas post homéricas (algunas de ellas, más o menos fragmentadas): la Odisea, en tragedias de Sófocles y Eurípides, en la Eneida de Virgilio-. En ellos se cuenta, por ejemplo la muerte a manos de Aquíles de la amazona Pentesilea, nada menos que la hija de Ares que juraría no descansar hasta dar muerte a Aquíles.
Los troyanos quedaron tan desmoralizados que pensaron evacuar la ciudad. El Destino quiso que cuando Aquíles perseguía a los troyanos hasta las mismas puertas de la ciudad, una flecha disparada por Paris y guiada por Apolo, su tenaz enemigo, le alcanzara en el talón, su único punto vulnerable. Áyax Telamón retiró su cadáver del campo de batalla y Odiseo rechazó a los troyanos.
Los griegos celebraron solemnes honras fúnebres en honor de su mejor héroe y su madre, al oír los lamentos, acudió, formando con sus lágrimas un verdadero río. Se cuenta que después de incinerado sus cenizas se mezclaron en la urna con las de su amigo Patroclo. Tras la desaparición de su hijo, Tetis ofreció sus invulnerables armas al héroe griego más valeroso de los que quedaban vivos. (En la Pequeña Ilíada se narra el famoso Juicio de las armas) Áyax Telamón y Odiseo se disputaron la herencia, hasta que una asamblea que fuera Odiseo el vencedor con un voto de diferencia.
Áyax, sintiéndose ultrajado, se volvió loco, corriendo por el campo de batalla matando a carneros y cabras, pensando que estaba matando a Agamenón, Menelao, y el propio Odiseo. Vuelto a su sano juicio, y calibrando la burla que recibiría de sus compañeros , se arrojó sobre su espada ( regalo del propio Héctor por su valentía) Agamenón, al conocer el desgraciado fin, no quiso que un suicida recibiera honras fúnebres. Pero Odiseo, que mientras vivía había sido un noble rival, condescendió, con lo que su pira fue tan grande como la del propio Aquíles.
Introducción en Troya del Caballo de Madera: destrucción de la ciudadela. Según un oráculo, Troya sería inexpugnable mientras los griegos no consiguieran las armas de Heracles en poder de Filoctetes, y el Paladio, una estatua de Atenea, que se guardaba en la ciudadela de Troya. Odiseo, junto con Diomedes, disfrazados, consiguieron robar la estatua. Odiseo, con engaño, consiguió las flechas, el arco y el carcaj maravillosos de Filoctetes. Sintiendo lástima de éste, se lo llevó con él a Troya, en donde su primera acción en combate, fue herir mortalmente a Paris. A éste se lo llevaron ante la ninfa Enone, despreciada por Paris, que no le brindó su ayuda, contemplando su agonía, y suicidándose después.
Pero la idea más brillante de Odiseo fue la construcción de un enorme caballo de madera con la ayuda de Atenea. Este decisivo episodio en la historia de la guerra fue narrado magistralmente por el poeta romano Virgilio, en su obra La Eneida. En su interior ocultaron la flor y nata del ejército griego ( Odiseo, Diomedes, Áyax el Menor, ) y lo abandonaron en la playa se ocultaron en la isla de Ténedos, muy cerca de las costas troyanas-, mientras simulaban los demás griegos una retirada y el fin del asedio a Troya.
A pesar de las advertencias de algunos adivinos como Laocoonte ( sumo sacerdote de Poseidón) o de Casandra, hija de Príamo- no creída por el castigo infligido por Apolo a que profetizara el futuro sin que nadie la creyera-, los troyanos engañados por un espía griego, Sinón, deciden introducir el caballo en la ciudad. Completamente desprevenidos los troyanos pelearon su última batalla. La mayor parte de ellos fueron pasados a cuchillo, especialmente hombres, niños y viejos; las mujeres, como era costumbre, fueron respetadas, salvo las pobres y viejas. Las demás, como Hécuba y Andrómaca, sirvieron como esclavas para el vencedor.
Los griegos abusaron de la victoria, y se hicieron odiosos a los mismos dioses. La profetisa Casandra estuvo a punto de ser violada por Áyax el Menor, la irritada Atenea castigó tal osadía sumergiendo la nave de Áyax cuando regresaba a su patria. También tuvieron suerte dispar otros griegos al regreso del asedio: Agamenón, asesinado por su esposa y el amante de ésta; Menelao y su esposa Helena; Odiseo, etc. De entre los troyanos un caudillo, Eneas, logró salvarse con su familia salvo su esposa Creusa- Cuando los griegos se marcharon, Eneas y los suyos embarcaron rumbo a las costas de Italia con el fin de fundar una nueva Troya, y con el unánime beneplácito de los dioses.
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Helena
En noche de traición y de misterio
cayó en los brazos del recién venido,
y huyeron ambos, sobre el mar dormido,
sacudiendo las bases del imperio.
Fue trágico y fatal el adulterio,
pues la víctima fue, no ya el marido,
sino el flujo de muerte inextinguido
que hizo de Troya un vasto cementerio.
Los ancianos del reino protestaron
la situación extrema y tan aguda
por sólo una mujer que nunca vieron.
Cuando ella apareció, tal la admiraron
que se desvaneció al punto la duda,
y aceptaron la guerra que opusieron.
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Arqueología de Troya
Troya VIIa
Este asentamiento, fechado entre el 1275 y el 1240 a.C. por Blegen, puede de hecho haber comenzado tan temprano como en el 1325 a.C. (en los inicios del periodo LH IIIB, a juzgar desde el Micénico último, importaciones en las ruinas de Troya VI) y durado hasta el año 1190 a.C. (en los inicios del período LH IIIC, en base del Micénico último esparcido en sus ruinas), a pesar de el hecho que tradicionalmente se ha argumentado haber sido un corto, pero vivo asentamiento sobre los terrenos que en ningún otro substrato se han detectado.
La fecha de su destrucción ha sido un tema acaloradamente discutido. Blegen comenzó por argumentar la fecha del 1240 a.C., pero luego la llevo al 1270 a.C. Nylander ha argumentado una fecha de destrucción entre los años 1200 y 1190 a.C. en base del Micénico último, los cuales y más recientemente Mee incluye a Troya VIIa en el LH IIIC. Podzuweit ha abogado una fecha aun anterior. Si nosotros acordamos con Blegen, Dorpfeld, Schliemann, y muchos otros ese Hissarlik es el sitio de la Troya Homérica (pero vea más adelante para argumentos de Carpintero contra esta posibilidad) y si nosotros consideramos la Troya de Guerra del mito Griego como un suceso histórico, entonces Troya VIIa es la candidata más probable para la ciudad de Priamo.
Luego Griegos fecharon la Troya de Guerra como se indica a continuación: 1184 a.C. (Eratostenes), 1209/8 a.C. (el Parian de Mármol), 1250 a.C. (Heródoto), y 1334/3 a.C. (Douris). Troya VIIa sucumbió en una conflagración general que destruyó ambos edificios, los de adentro de la ciudadela y los de afuera.
Las Fortificaciones
Las fortificaciones derrumbadas de Troya VI se reconstruyeron. En el área de la puerta oriental (VI S) entre las Secciones 2 y 3, una extensión sur agregada a la Sección 2 hizo el enfoque a esta puerta más difícil para los atacantes. La albañilería de esta adición, mucho menos regular que la característica de las fortificaciones de Troya VI, se utilizaron muchos de los bloques caídos desde las paredes de Troya VI. Se reparó la puerta sur principal (VI T) y el pavimento intrincado al pasaje de entrada además de la instalación de un desagüe debajo del pavimento. También se emprendieron las reparaciones extensivas a la porción sudeste y sur de la pared (las Secciones 3-4).
La Arquitectura Doméstica
Como en el caso de Troya VI, la única arquitectura conservada dentro de las paredes se encontró sobre los dos terraplenes bajos de los anillos de terraplenes concéntricos que caracteriza la Edad de Bronce Alta y Media en la ciudadela de Troya. Algunas de las moradas grandes de Troya VI se reconstruyeron y rehusaron, pero muchas habían sido demasiado dañadas por el sismo que demolió Troya VI y se construyeron simplemente encima.
Dentro de la ciudadela de Troya VIIa se construyeron mayor cantidad de casas, comparando con las moradas de Troya VI. Ellas tienden a poseer de una a tres habitaciones, estructuradas de tal manera que comparten sus paredes y son irregulares en el plano. Las casas sobre el terraplén bajo se construyeron contra la cara interna de la pared de fortificación, violando así un principio defensivo que se mantuvo en Troya VI.
Las casas de Troya VIIa son bastantes robustas y de ninguna manera pueden ser consideradas "cabañas débiles" , aunque no existe material no natural incorporado a lo derrumbado del edificio de Troya VI. Los pisos de muchas de estas casas están agujereados por fosos excavados para el almacenaje de grandes pithoi en un nivel más bajo del terreno. Estas pithoi se sellaron en la cima por porciones de piedra, pero la presencia de los fosos ocasionalmente debilitó el piso, ya que en algunos casos el piso aparece derrumbado. El nuevo piso ocasionado por este desplome se ubica solo en la casa de Troya VIIa que ha conservado evidencia de tres pisos distintos, un hecho que, junto con la rareza relativa de edificios con dos niveles separados de piso, se ha considerado un argumento en favor de una vida corta para el arreglo como una totalidad. El abastecimiento de agua dentro de el área encerrada por las paredes consiste de un buen adoquinado, canal aparentemente público justo al este de los sobreconstruidos cimientos de Casa VIF y del aljibe grande o bien de la Torre VI g, reconstruido después de el sismo que destruyó Troya VI. Los restos de varias casas afuera de las paredes (Casas 740-741 al sur de la Casa y puerta oriental 749 en el sudeste) indican que un pueblo más inferior se extendió más allá de las paredes de la ciudadela en Troya VIIa como en Troya VI.
Restos de esqueletos
Los fragmentos de una calavera humana encontrados dentro de la Casa 700 justo dentro de la puerta sur (VI T) puede pertenecer al mismo individuo del que los huesos humanos fueron descubiertos fuera de la misma casa. Una quijada más pequeña, probablemente de un varón adulto, fue encontrada en los escombros del piso de la Casa 741, afuera de la ciudadela al este. Un esqueleto completo, aunque claramente no sepultado, se descubrió en lo alto de un estrato que contiene la alfarería del tipo de Troya VI y VIIa afuera de las fortificaciones, al oeste. Estos huesos humanos, aunque no los representativos de un número grande de individuos, presumiblemente pertenezca a casualidades de la destrucción de Troya VIIa. Es notable en que no existen restos de esqueletos humanos en los escombros de la destrucción de los niveles más tempranos de Troya (especialmente los de Troya IIg y Troya VI) y son indicadores del fracaso de los supervivientes de la catástrofe final que sucedió a Troya VIIa para recuperar y sepultar todas sus víctimas.
Alfarería y hallazgos diversos
La alfarería de Troya VIIa es apenas distinguible de la de Troya VI. Los pocos aspectos nuevos incluyen la presencia de un sombrío desliz en la alfarería, un jarrón con nueva forma (A 52), y una cantidad significativamente menor de alfarería Micénica importada, tales importaciones siguen luego de la fecha en Troya VI. Los hallazgos diversos encontrados en Troya VIIa son enteramente indistinguibles de los de Troya VI.
Las Conclusiones
La cultura material de Troya VIIa es esencialmente idéntica al del arreglo precedente, y los residentes de Troya VIIa eran por lo tanto presumiblemente los supervivientes del sismo que nivelaron Troya VI y sus descendientes inmediatos. La diferencia principal entre las ciudadelas de Troya VI y Troya VIIa yace en el uso del espacio dentro de las fortificaciones. Los excavadores argumentan que la población aumento mucho y buscó protección dentro los muros de Troya VIIa, presumiblemente como resultado de alguna amenaza externa. La preocupación de esta población por el espacio de almacenaje subterráneo de los pithoi ha sido adicionalmente interpretada para reflejar un estado de sitio al final de Troya VIIa.
La destrucción violenta de Troya VIIa se ha interpretado como evidencia del fracaso de los habitantes de la misma para resistir el asedio contra el que ellos se habían preparado; aparentemente por sí mismos. La destrucción en sí misma se ha interpretado invariablemente como el producto de agentes humanos. Las diferencias arquitectónicas entre la Troya de las ciudadelas de fases VI y VIIa puede, sin embargo, ser interpretada de otras maneras. Así, por ejemplo, Troya VI puede inspeccionarse como una ciudadela dentro de la cual vivían solo los gobernantes principales, siendo de posterior data los ocupantes de las moradas grandes sobre los terraplenes más inferiores. La masa de la ciudadanía habría vivido fuera de las paredes, en el pueblo recientemente descubierto (más inferior en este período) y/o en aldeas agrícolas pequeñas, alrededor de la llanura Troyana.
En Troya VIIa, un buen negocio para esta ciudadanía la había movido aparentemente dentro de los muros, pero este cambio no necesariamente refleja un período de asedio y podría representar simplemente un cambio importante en el orden de la sociedad Troyana. Quizás Troya VIIa era mandada nomás por un monarca, mientras la clase aristocrática que había ocupado las moradas de Troya VI, se habría eliminado a sí misma. Después de todo, la evidencia de cambios sociales similares puede citarse desde el territorio continental Griego, donde los palacios desaparecen como entidades de funcionamiento, al final de el periodo LH IIIB. Si el asedio había sido un interés importante de los ocupantes de la ciudadela de Troya VIIa, uno se pregunta por qué cualquier edificio de este período se construyó fuera de los muros en pequeñas pero no obstante perceptibles "aldeas inferiores".
La declinación en la cantidad de alfarería Micénica importada en Troya VIIa se ha inspeccionado como confirmando una noción preconcebida de identidad de los atacantes. Que es, si los atacantes habían sido Micénicos, apenas sería sorprendente que la cantidad de alfarería Micénica importada en Troya debería haber declinado. Sin embargo, es un hecho la cantidad de alfarería Micénica importada desde el territorio continental Griego durante el periodo LH IIIB, reducciones características en otras áreas (p. ej. Chipre, el levante) así como también en Troya. Puede por lo tanto ser argumento que el comercio extranjero Micénico estuvo en una caída general durante este período, y que esta caída es tan probable como un asedio hipotético a Troya por Micénicos, como una explicación para la muerte de la alfarería o cerámica Micénica importada en Troya VIIa.
Es también cierto que esa alfarería identificable sobre terrenos estilísticos como "Micénicas" se produjo sobre un área grande del Egeo durante el período en cuestión, no simplemente a lo largo de el territorio continental Griego sur, sino también sobre el Egeo central y el oriental en islas y en sitios Asia menor sur occidental tal como Mileto. Permanece para establecerse cuánta alfarería Micénica importada en Troya VIIa viene desde el Peloponeso, cuánto desde las islas Egeas, y cuánto desde otros sitios Micénicos sobre la costa de Asia Menor.
La fecha de la destrucción de Troya VIIa probablemente yace dentro de la mitad de siglo, entre 1230-1180 a.C., aunque Blegen finalmente la exprese una generación, o mas, antes y Podzuweit ha sugerido recientemente que se debe colocar un poco después. Basándose en La Ilíada y La Odisea específicamente, y en el folklore Griego en general, los destructores de Troya VIIa tradicionalmente se han identificado como Micénicos Griegos, llegados desde el territorio continental Griego central y sur. Sin embargo, no hay nada en la evidencia arqueológica para identificar cabalmente quienes eran los atacantes. Desde luego, hay por lo menos alguna evidencia arqueológica que sugiere que los atacantes no eran Micénicos. ¿ Por ejemplo, los Griegos de territorio continental para que irían a destruir Troya al mismo tiempo que sus propios centros en el Peloponeso estaban siendo destruidos? Es posible contestar esta pregunta en el afirmativo si las destrucciones del Peloponeso eran debido a desastres naturales (p. ej. sismos, más recientemente argumentados en los casos de Tirinto y Micenas) o si ellos eran un resultado directo de la ausencia de grandes números de defensores potenciales quienes lejos sitiaban Troya,aunque ambos escenarios parezcan estar en coincidencia a sus límites.
Quizás más importante es el hecho que la "alfarería burda" de Troya VIIb1, una clase de alfarería que hace su aspecto primero en Troya inmediatamente después de la destrucción de Troya VIIa, es muy estrechamente relativo a la alfarería bruñida y hecha a mano que aparece en más o menos contextos contemporáneos del inicio del periodo LH IIIC en un número de sitios sobre el territorio continental Griego así como también en la Italia sur y Sicilia. En ninguna de estas áreas la fabricación de esta alfarería tiene antecedentes locales, y ha sido argumentado por Deger-Jalkotzy que la tal alfarería es derivada finalmente desde tradiciones cerámicas en el hogar en el área media del Danubio de Europa central. La "alfarería burda" de Troya VIIb1 puede interpretarse como identificando la artillería de Troya VIIa, una población del grupo que cruzó el Hellesponto al final de su viaje desde el Medio Danubio mediante Rumania a la Tracia Turca. Los grupos similares pueden haber sido interceptados con la artillería de Micenas numerosamente importante en sitios en el Peloponeso al final de el periodo LH IIIB.
Uno de los varios abatimientos de tal reconstrucción de sucesos, debe confesarse, es el hecho que las cantidades de "alfarería burda" en Troya VIIb1, como los de la alfarería conexa hecha a mano y bruñida en el territorio continental Griego, sitios en el principio del periodo LH IIIC, son relativamente pequeñas. ¿Jugaron los fabricantes de tal alfarería un papel tan importante en la historia militar y política, en el fin de la edad de bronce del Egeo, como algunas autoridades lo imputan?
Troya VIIb1 (1230 / 1180-1150 a.C.)
Las casas reconstruidas de Troya VIIb1 tienden a ser construidas sobre las paredes de Troya VIIa y así se tienen planos parecidos a los de la fase inmediatamente anterior. Las fortificaciones, se ha dicho, tienen que haber sido "evidentemente.... reparadas" desde las casas de Troya VIIa. La puerta oriental (VI S) de la fortaleza puede haber cerrado en este momento, pero la puerta principal en el sur (VI T) se renovó, el camino que conduce hacia arriba fue repavimentado en un nivel más alto que el de Troya VIIa.
Aunque que las diferencias en la cultura material entre Troya VIIa y VIIb1 sean afirmadas por la expedición de excavadores de Cincinnati como inexistentes, el hecho es que la "alfarería burda" de Troya VIIb1 es una novedad en este momento. Es cierto no obstante, que el remanente de la cultura Troyana aparece para tener continuidad sin ningún tipo de cambios sensibles, la alfarería importada Micénica, ahora siendo de algo después del LH IIIC de tipos. La causa del "fin" de Troya VIIb1 se llama "el misterio sin resolver ", no existe señal de ninguna destrucción general que preceda a niveles de la fase conocida como Troya VIIb2. La duración de Troya VIIb1 se estima comúnmente en cincuenta años, una vez más, principalmente en base de las importaciones Micénicas.
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El descubridor de Troya
Heinrich Schliemann sólo contaba ocho años de edad cuando su padre le hizo un regalo en Navidad que decidiría su vocación y abriría un importante capítulo en la historia de la arqueología. El regalo consistió en un libro ilustrado que ofrecía un grabado de Troya en llamas, tomada por los ejércitos de la antigua Grecia.
A partir de aquel momento, sólo una idea obsesionante ocupó la joven mente de Heinrich: descubrir los restos de Troya y demostrar a un mundo escéptico que el relato de Homero acerca del sitio no era una pura ficción poética. Pero Heinrich Schliemann sólo era entonces mozo de un modestísimo tendero y su objetivo resultaba prácticamente inalcanzable.
No obstante, con el fin de prepararse para la tarea comenzó a estudiar griego para leer a Homero en su idioma original. También necesitaba una fortuna, y en poco tiempo levantó un próspero negocio, del que pudo retirarse a los cuarenta años. Su constancia y tenacidad le habían abierto el camino para realizar su propósito.
Entonces, tan soñador como siempre, pidió al arzobispo de Atenas que le buscara la esposa ideal, una joven griega que cumpliera perfectamente cuatro condiciones: debería ser pobre, debería ser bella, debería poseer un carácter amable y debería conocer las obras de Homero. Por sorprendente que pueda parecer, encontró lo que buscaba: Sofía Engastromenos, una colegiala ateniense de16 años.
Con las hazañas de Aquiles, Héctor y Ajax muy presentes, Schliemann, acompañado de su esposa, partió en 1871 hacia los Dardanelos, en busca de la «ventosa llanura de Troya».
Acometió la búsqueda con la energía que le era característica y reunió a 80 trabajadores.
Schliemann dio crédito a una tradición local que se ajustaba a sus conocimientos de Homero y afirmaba que Troya se hallaba en Hissarlick, una montaña situada frente a la península de Gallípoli. Por entonces la arqueología no disponía de los medios actuales, y Schliemann no había excavado anteriormente. Sin embargo, el denodado entusiasta de Homero no se detenía ante las dificultades.
Sus hombres no hicieron más que abrir una profunda sima en la ladera norte del Hissarlick para inspeccionar el interior. En un momento, Schliemann tuvo ante sí una confusa masa de ruinas, que más tarde serían identificadas como los restos de 57 ciudades antiguas, una encima de otra.
Schliemann prosiguió sus excavaciones hasta descubrir lo que aseguró que eran los baluartes de seis metros de la ciudad perdida: las mismas murallas desde las que el príncipe Paris vio avanzar a las tropas griegas que vengaban el rapto de Helena.
El 14 de junio de 1873, al cabo de dos años de trabajo, un fabuloso tesoro se ofrecía ante él: un enorme acervo de 8.700 objetos de oro, copas, jarrones, pulseras, y la mayor maravilla: una diadema elaborada con 16.000 piezas de oro macizo.
Con lágrimas de emoción en los ojos coronó a su bella esposa con la diadema, la abrazó y gritó: «Cariño, este es el momento más bello de nuestras vidas. Luces la corona de Helena de Troya». La romántica escena culminaba una de las mayores apoteosis de la arqueología. Pero Schliemann estaba en un error. Aquella ciudad no era Troya, sino otra aún más antigua. Y la diadema, que pertenecía aproximadamente al año 2300 antes de J.C., correspondía a otra princesa que vivió más de 1.000 años antes del nacimiento de Helena.
Hoy se sabe que la Troya de Humero fue destruida hacia el año 1250 antes de J.C. y que Schliemann había pasado sobre sus cenizas al excavar las 57 capas.
El tesoro que había encontrado pertenecía a otra ciudad, sepultada en el fondo del gran monte estratificado conocido con el nombre de Hissarlik. Antes de morir, Schliemann tuvo noticia de su error.
Sin embargo, los arqueólogos posteriores le reconocen la gloria de haber hallado el emplazamiento de la famosa ciudad y de haber demostrado, ante un mundo escéptico, que fue centro de una esplendorosa civilización. La singular hazaña se debió al mozo de un pobre tendero, que dedicó su vida a perseguir una estrella... y casi la alcanzó.
Schliemann, el hombre que creyó en Homero
Azorín planteaba una vez que, dentro de algunos siglos, un consejo de críticos y eruditos se reuniría para decidir que Martín Fierro es un poema colectivo, de diversos autores anónimos, que una tradición de fines del siglo XX atribuyó a José Hernández, autor que en realidad no existió nunca. El problema azorinesco tenía una base real: en el siglo pasado el historiador George Grote, máxima autoridad en la materia, afirmaba en su Historia de Grecia (1846): "si se nos preguntara si realmente hubo una guerra troyana, tendríamos que contestar que, así como no puede negarse esta posibilidad, tampoco puede afirmarse su realidad. No poseemos más que el propio poema épico, sin ninguna evidencia adicional". Así en el mundo académico se planteaba la tesis de la improbabilidad de la existencia de Troya, del mundo descrito por Homero, y por ende, del mismo Homero. Pero nadie podía imaginarse que un ínfimo empleado de una empresa naviera iba a dejar sin validez las afirmaciones de los académicos, gracias solamente a su fe en la poesía. Aunque asaz conocida, creemos que será siempre conveniente rememorar la historia que empieza cuando un niño de siete años, en Ankershagen, Meklenburgo (clásico lugar de "comedores de patatas", como los llamara Rimbaud), después que su padre le lee La Iliada, se hace la promesa de ir al lugar de Troya, para sacar a la luz las ruinas cantadas por Homero, yendo, por supuesto, contra la lógica de sus mayores, para los cuales el mundo homérico era un mero mundo de ficción.
Así, pues, vemos la historia de Schliemann como la de un hombre que cree en la poesía que se le revelara en su infancia y luego como la persistencia en mantener su creencia en ella y en sus sueños será la clave de su éxito. Esta obstinación premiada nos recuerda el caso de un coetáneo de Schliemann; el cartero Ferdinand Cheval, el que después de ver en una revista ilustrada la imagen de un palacio hindú, se dedica día tras día, durante más de treinta años, a construir solo su propio "palacio ideal" reproducción fiel del palacio hindú que ahora se alza, como mudo testimonio de los sueños realizados, en la aldea de Hauteville, al sur de Francia.
"Tres rasgos fundamentales caracterizaban a Schliemann, señala Emil Ludwig: obsesión romántica por el pasado, determinación inflexible y tendencia a interpretarlo todo literalmente". El sentido práctico aliado a la ensoñación, la aventura aliada al orden. El joven Schliemann concibe una determinación inflexible: hacerse rico. Pero no creemos que por mero "amor al oro", como asegura Ludwig. Pues el oro era sólo el medio (como lo prueba más tarde) de cumplir el propósito clave de su vida, que va como ovillo de Ariadna, de la infancia a la madurez: desenterrar las ruinas de la antigüedad clásica.
Schliemann empieza su tarea primigenia con un fracaso: se embarca para Estados Unidos, pero naufraga frente a las costas holandesas. Náufrago, desvalido, sale del hospital y se procura un puesto de dependiente en la casa Schroeder, empresa naviera de Amsterdam. De su escueto salario, aparta la mitad para comprar libros y pagar clases de idiomas, para los cuales estaba especialmente dotado, tanto como llegar a leer y escribir catorce, uno de ellos el turco, que aprendió en dos semanas, cuando le fue necesario tratar con los funcionarios del Sultán en su primera gran empresa arqueológica. Un empleado de tal índole progresa rápidamente. Schliemann llega a ser el hombre de confianza de la casa Schroeder, y comisionado por ella recorre toda Europa y Estados Unidos, para luego independizarse. No está de más indicar que el nitrato chileno constituyó uno de los rubros principales del comercio de Schliemann, de esta manera nuestro suelo contribuyó en algo para proporcionarle los medios de su empresa grandiosa (como más tarde a Nóbel).
De pronto, Schliemann el comerciante afortunado que en sus viajes arrienda pisos enteros de los mejores hoteles, se transforma en Schliemann el arqueólogo, dispuesto a todas las privaciones. Pero antes de iniciar su tarea de resucitar Troya (y por ende, de resucitar su infancia), da una nueva muestra de su carácter sorprendente. Pues este austero comerciante, casi sexagenario, decide desposarse con una griega, que le sirva de digna compañera a su aventura. La encuentra por medio de un sacerdote ortodoxo. Ella se llama Sofía, tiene dieciséis años, y responde perfectamente las preguntas que Schliemann le hace sobre los poemas homéricos (requisito que el sabio exigía cumplir para contraer matrimonio).
En septiembre de 1871 se inicia el más monumental trabajo de arqueología de campo a esa fecha. Ochenta trabajadores empiezan a excavar, buscando las ruinas de Troya en el lugar de Hissarlik, pues Schliemann había descartado la teoría antigua que señalaba a Bournabaschi como emplazamiento primitivo. Para ello se apoyó literalmente en Homero, pues la hazaña de Aquiles de perseguir dando tres vueltas alrededor de los muros troyanos a Héctor hubiese sido irrealizable de haber estado situada la ciudad a orillas del escarpado Bali Dagh. La confianza en la palabra poética fue favorable al arqueólogo, pues tras desenterrar restos de varias ciudades, aparece una rodeada de muros calcinados, y luego, el llamado tesoro de Príamo, el 14 de julio de 1873.
Investigaciones posteriores establecieron que no era la ciudad indicada por Schliemann (la séptima) la verdadera Troya homérica, situada en un estamento anterior. Pero de todos modos la fecha del descubrimiento de Schliemann es la fecha de la apertura de una nueva ciencia: la arqueología moderna. El ejemplo del afortunado meklemburgués conmovería a miles de estudiosos y jóvenes que seguirían su camino. Uno de ellos, Arthur Evans, futuro descubridor de los restos de la cultura minoica, escribió: "Por grandes que hayan sido las hazañas e influencias políticas de Napoleón, Bismarck y Guillermo II, no pueden reclamar como Heinrich Schliemann, el haber procurado nuevas bases para las más hermosas tradiciones de la humanidad. Su profunda fe convirtió en ciertos los hechos históricos de la Troya de los dioses, los tesoros y tragedias de Agamenón, que yacían entre las ruinas y que para muchos eran sólo ficciones poéticas".
Schliemann, por cierto, no ocultó su descubrimiento. Eludió la vigilancia del Gobierno de Turquía, llevando los tesoros de Príamo a Grecia, y luego se dedicó a publicar y difundir la relación y el resultado de sus hallazgos. Para él fue desilusionante la acogida encontrada en Alemania, en los medios oficiales: "La falta de preparación arqueológica de Schliemann era para los alemanes un motivo de indignación. Por el contrario, en Inglaterra su fe ciega en la poesía de Homero encontró un gran eco", dice Arthur Evans. Así fue cómo en Albión más de treinta sociedades científicas se disputaron el honor de tenerlo entre sus miembros, y el Primer Ministro, Gladstone, se mostraba orgulloso de prologar un libro del sabio. Incansable y optimista, Schliemann reinicia, luego de una gira por Inglaterra, sus investigaciones. Ahora se dirige a la "áurea Micenas", el terreno clásico de la Tragedia, de nuevo en compañía de su esposa Sofía. Tras largas y penosas faenas, matizadas con constantes luchas con las autoridades griegas, realiza quizás el más importante de sus descubrimientos: la tumba de Agamenón, que provoca lo que se llama una tempestad polémica. Y de esas excavaciones surgen los testimonios de los enigmáticos "keftiu" (como los egipcios llamaban a los egeos), que permiten a Evans tomar el hilo que le permitió llegar a Cnossos a reconstituir los esplendores de los Minos. Después de las búsquedas en Micenas, a las que le llevó la lectura de Homero, los Trágicos, y Pausanias, Schliemann se dirige, en 1884, a Tirinto, "la de las grandes murallas", ahora en compañía de un joven ayudante, el sagaz arqueólogo Dörpfel, "uno de sus mayores descubrimientos", según acota Leonard Cottrell en su bello libro El Toro de Minos. Nuevas excavaciones y nuevos hallazgos. Después, otro rumbo: hacia Creta, donde están la gruta en que nació Zeus, el Laberinto, el palacio de Minos, Cnossos. Pero esta vez, el espíritu práctico del comerciante triunfa sobre el arqueólogo. Schliemann se niega a comprar un predio en que está situado Cnossos, pues el dueño ha tratado de engañarlo con un precio excesivo. Schliemann lo sorprende y no hace el trato. Queda así sin efectuar una tarea que emprendería años más tarde Sir Arthur Evans.
Pero la imaginación de Schliemann no envejecía. Esta vez confía en las palabras de Platón como antes en Homero, Pausanias o Sófocles y piensa dirigirse a México, en donde supone estuvo situada la Atlántida. La muerte lo detiene. Es cuando, contra todos los consejos médicos, viajaba en Navidad a reunirse con su familia desde Italia hasta Alemania.
Para hacer una frase retórica: Schliemann muere, pero su ejemplo sigue vivo: el de cómo un hombre que se deja guiar por la poesía y por los sueños de la infancia, o sea, alguien considerado habitualmente insensato por los círculos oficiales (como fueron considerados Stephenson, Edison, Fulton) puede conseguir transformaciones que no logran aquellos que sólo poseen erudición muerta. El hombre de imaginación, aún sin títulos oficiales, debe ser siempre considerado por las instituciones, a las que a veces un peligroso respeto supersticioso por los títulos y grados puede llevar a dañinos estancamientos. Tal podría ser la lección de la vida de Schliemann.
La guerra de Troya y su continuación constituye uno de los núcleos más importantes de las denominadas leyendas heroicas, en las que según la tradición se inspiró Homero, el más antiguo poeta griego conocido ( s. VIII a. C.), para componer los dos grandes poemas épicos: la Ilíada y la Odisea, gracias a los cuales, y a las fuentes de aquel acontecimiento que nos han llegado podremos reconstruir paso a paso aquella importante lucha. La Guerra de Troya , relato épico, no es exactamente ni mítico ni histórico: se sitúa en la encrucijada del mito y de la historia, y participa, simultáneamente, de las características de ambos. Por tanto, es posible pasar del mito a la leyenda, y de la leyenda a la historia.
Helena se casa con Menelao, rey de Esparta.
Una vez que los Dióscuros salvaron a Helena, y ésta regresó a Lacedemonia, su padre Tindáreo consideró que había llegado el momento de entregarla en matrimonio. Convocó a los pretendientes a una asamblea, acudiendo un número muy importante de ellos. Para que no quedaran descontentos los no elegidos, y siguiendo el consejo de Odiseo, propuso que fuera la propia Helena la que eligiera y que, si alguien intentaba alguna acción contra la bella Helena, todos debían unirse para castigar al usurpador. Helena eligió a Menelao, el rey más opulento de los griegos.
El Juicio de Paris, y el rapto de Helena.
Se celebraban las bodas de Peleo, rey de Ptía en la región de Tesalia, con la nereida Tetis, y a la ceremonia fueron invitadas todas las divinidades, a excepción de Eris ( la Discordia). Durante el banquete apareció Eris y, dirigiéndose al cortejo de diosas allí presente, les arrojó con desprecio una manzana de oro en la que podía leerse: regalo para la diosa más hermosa. Tras una serie de exclusiones, la elección quedaría reducida a: Hera, Atenea y Afrodita. Éstas solicitaron de Zeus que actuara de árbitro en la concesión del preciado premio, pero éste, sugirió que fueran a buscar a Paris, (hijo de Príamo, rey de Troya) experto en estas lides, que apacentaba en el monte Ida los rebaños reales de la ciudad.
Un oráculo había predicho a Príamo que su hijo causaría la ruina de su familia y de su ciudad, y por eso el rey resolvió alejarlo, obligándole a realizar un oficio de pastor, no acorde con su condición de príncipe. Paris compartía su vida sentimental con la ninfa Enone, y su padre Príamo hacía tiempo que no sabía de él.
Cierto día Paris ve aparecer ante él las bellísimas figuras de las tres grandes diosas, que le expusieron el objeto de su visita. Una a una le intentaron sobornar con promesas muy sugerentes: Hera le prometió el poder sin límites, Atenea, la sabiduría y, por último, Afrodita, el amor de la mujer más bella de aquel entonces. Paris que tenía ya fama de ser un mujeriego, no dudó un instante y concedió la manzana a la diosa del amor. Así fue el famoso Juicio de Paris, inmortalizado por las artes, y cuya decisión sería el origen y causa de la Guerra de Troya.
La mujer más bella era Helena, pero existía un problema: estaba casada con Menelao, rey de Esparta, por muerte de su suegro Tindáreo. Sin embargo, Afrodita condujo a Paris a Esparta, donde Menelao y Helena atendieron maravillosamente al huésped ( las leyes de hospitalidad en aquella época eran sagradas), sin sospechar nada. Menelao tuvo que ausentarse a Creta para estar presente en las exequias del rey cretense Catreo, y Helena tuvo que reemplazar a su esposo en las funciones de anfitrión. Afrodita hizo el resto : Helena se entrega irremisiblemente a los encantos del huésped.
Cuando Menelao regresó se encontró con la desagradable nueva de que se habían marchado los enamorados hacia Troya. Sus lamentos estremecieron no sólo al Peloponeso, sino a toda Grecia. La afrenta fue mayor, pues Paris se había aprovechado de las leyes de hospitalidad para conseguir su objetivo. Entonces Menelao, apela al juramento realizado por los príncipes griegos cuando Helena le había escogido, les convocó a todos ellos para hacerse a la mar y reducir a cenizas a la ciudadela de Troya.
Sin embargo, no fue sólo el rapto de Helena el motivo del conflicto bélico, sino que en primera instancia por el odio que Hera y Atenea sintieron contra Paris al verse postergadas, jurando venganza sobre él y el pueblo troyano, por extensión.
Preparativos para la guerra.
Según algunas versiones, durante el viaje de regreso a Troya, Paris y Helena sufrieron las iras de Hera, que desvió la nave en la que viajaban hacia la ciudad fenicia de Sidón ( actual Libano). La Ilíada alude a este episodio. Parece ser que algún hermano de Paris le instó a que devolviera a Helena a su esposo, por los grandes males que su rapto acarrearía. Pero Príamo que, ya anciano, por fin recuperaba a su hijo Paris, tras su largo ostracismo por culpa del oráculo, decide que se queden, y poco después se celebró la boda.
Agamenón, hermano del ultrajado Menelao, fue nombrado jefe supremo de la expedición contra Troya. Primero, intentaron con embajadores exigir la inmediata devolución de Helena. Pero Príamo aprobó la conducta de su hijo, y les recordó que los mismos griegos en otro tiempo habían raptado a diversas princesas, e incluso a Hesíone, su propia hermana. Regresan los embajadores con la negativa de Príamo. Entonces se inician los preparativos para la guerra. Agamenón reúne una extraordinaria flota , con los más importantes príncipes de toda Grecia, incluso los dos más reticentes al principio: Odiseo y Aquiles. En efecto, Odiseo, casado con Penélope y con un hijo, Telémaco, al saber que lo andaban buscando, simuló haber perdido la razón y con ropa de campesino fingió sembrar sal en sus campos en lugar de trigo. Pero el emisario utilizó otra estratagema: colocó a su hijo Telémaco delante de la reja del arado de su padre, con lo que Odiseo no tuvo más remedio que girar la reja del arado, salvando así a su hijo de una muerte segura, pero a la vez demostrando que estaba cuerdo. Como el juramento era sagrado, Odiseo, a regañadientes, siguió al mensajero.
Aquiles, por su parte, era hijo de Peleo, y de la nereida Tetis. Cuando nació Aquiles, su madre lo sumergió en la laguna Estigia, haciéndolo invulnerable, salvo por la parte por donde lo había sujetado. ( otra versión nos cuenta que queriendo hacer inmortales a los hijos que va teniendo, Tetis los arroja recién nacidos al fuego, a escondidas de Peleo. Así perecieron seis hijos. El séptimo sería Aquiles. Tetis se dispone a hacer lo mismo, pero Peleo, se lo arrebata. Tetis confía luego su hijo al centauro Quirón para que se encargue de su educación)
La nereida sabía que si su hijo iba a la guerra perecería. Por ello lo disfrazó de mujer y lo envió a la corte del rey Licomedes. Agamenón encargó a Odiseo que averiguara dónde se hallaba escondido Aquiles. Odiseo se disfrazó de mercader ambulante y se presento en el palacio de Licomedes. Todas las mujeres y muchachas quisieron comprar al improvisado vendedor muñecas, cosméticos y abalorios femeninos, excepto Aquiles que, despreocupado, se fijó en unas espadas y puñales que el astuto Odiseo había ocultado entre las otras prendas femeninas. Y así descubrió el engaño, y le instó a que se incorporara a la flota hacia Troya.
Homero refiere que la flota griega se componía de 1070 naves. Según el historiador Tucídides, el ejército lo componían 75.000 combatientes. Agamenón, rey de Micenas, sería el caudillo supremo.
En la Ilíada se nos indica un largo catálogo de los pueblos helénicos que participaron en la guerra, entre otros: arcadios, atenienses, espartanos, beocios, cretenses, eubeos, itacenses, mirmidones, tesalios, etc.
Por lo que se refiere a los troyanos, tuvieron como aliados a los siguientes- algunos mítico-legendarios- : amazonas, ciconios, dardanios, frigios, pelasgos, persas, etíopes, etc. Los propios dioses se dividieron en dos bandos:
a) Poseidón, Hera y Atenea: ayudarán a los griegos.
b) Afrodita y, ocasionalmente, Ares y Apolo a los troyanos.
Zeus prefirió mantenerse neutral, aunque al principio manifestó predilección por Héctor, hijo de Príamo y hermano del raptor Paris, el más valiente de los jefes troyanos.
Sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón.
La flota griega se reunió en el puerto de Áulide, aguardando los vientos favorables para atravesar el Helesponto. Pero los dioses no se mostraron favorables con sus deseos. Los soldados griegos comienzan a impacientarse, y cunde el desánimo en las tropas. Consultado el adivino Calcante, éste,tras hacerlo al oráculo, manifestó que la diosa Ártemis se hallaba ofendida con el rey Agamenón por haberla querido emular en la caza matando a una liebre consagrada a ella y no haberla ofrecido sacrificios. Debería apaciguar a la diosa con el sacrificio de su propia hija Ifigenia.
Agamenón rechazó rotundamente la idea. Sin embargo, terminó por acceder, a instancias sobre todo de su hermano Menelao y al comprender, tanto él como los demás príncipes que se debía acatar el oráculo. Ifigenia, engañada, llega al altar para ser sacrificada. En el instante supremo del cruel martirio, Ártemis, compadecida, sustituyó a la doncella por una cervatilla ( ¿ sacrificio de Isaac en versión mitológica?). Ifigenia fue llevada a Táuride ( actual península de Crimea), en donde la diosa la convirtió en su sacerdotisa.
El viento se hace favorable y la flota puede zarpar hacia Troya.
La cólera de Aquiles.
Al cumplirse el 10þ año de la guerra, Troya se hubiera rendido ya por falta de agua y provisiones, y de ayuda exterior. Pero, entonces en el campo griego estalló la discordia, una vez más con una mujer como causa. Sucedió que los griegos habían hecho prisionera a la bella Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Agamenón, lleno de soberbia, esgrimió el derecho que le daba el hecho de ser caudillo supremo y se quedó con la joven como botín. El anciano sacerdote se presenta ante el campamento griego, y solicita la devolución de su hija, como único sostén de su vejez. Agamenón lo rechazó bruscamente. Críses entonces suplica a Apolo. Éste atendió las súplicas de su ministro y desde lo alto empezó a disparar sus ardientes fleches ( la peste), que diezmaron el ejército griego. Se extendió la peste por el campamento griego y las piras ardían sin descanso.
Por consejo de Aquiles se reunieron los jefes griegos en asamblea. Convocaron al adivino Calcante y le interrogaron sobre el origen de la cólera de Aquiles. El sacerdote expuso su temor en confesarla, a menos que Aquiles no garantizara su seguridad. Finalmente Calcante afirmó que el mal sólo desaparecería si Criseida era devuelta a su padre Crises. Agamenón se vio obligado a ceder a regañadientes. Devuelve a Criseida, pero encarga a dos hombres que se dirijan a la tienda de Aquiles y se lleven a su esclava Briseida, de quien el propio Aquiles estaba enamorado. Éste les tranquilizó a estos emisarios, pero les advirtió que Agamenón pagaría caro su atrevimiento. Desde ese momento Aquiles se negó a participar en la lucha, encerrándose en su tienda. Su propia madre Tetis le espoleó en su decisión, con el fin de salvar también el hado que pendía sobre su hijo.. A requerimiento de éste se presentó ante Zeus para que protegiera a los troyanos. Zeus consintió , aunque temía la cólera de su esposa Hera, dedicada a favorecer al bando griego, y aparentaba mostrarse neutral.
Durante los meses que duró la ausencia de Aquiles, los combates entre griegos y troyanos se sucedieron, llevando los griegos su peor parte. De pronto los dos bandos deciden parar y resolver que la contienda se decida entre el ofendido, Menelao, y el ofensor, Paris, en un combate singular. Éste, espoleado por su hermano Héctor, sale a combatir de la mejor manera que sabe: arrojó una lanza a Menelao que detuvo con su escudo. Cuando estaba a punto de sucumbir a manos de Menelao, Afrodita, su benefactora, se lo lleva del combate escondido en una nube, y regresa al lecho conyugal. Ambos ejércitos convinieron que, por la huida de Paris, Menelao era el justo vencedor; y los troyanos hubieran devuelto a Helena, si Hera y Atenea no hubieran instigado a los troyanos. Así, un soldado de los troyanos no aguantó más y disparó una flecha sobre Menelao. La improvisada tregua se rompió, y continuó la guerra.
Muerte de Patroclo, y venganza de su amigo Aquiles.
Afrodita acude en ayuda de su hijo Eneas, cuando éste el más valiente de los troyanos después de Héctor- estuvo a punto de perecer ante la acometida de Diomedes, quien llegó a herir a la diosa. Ésta abandonó a su hijo. Refugiandose junto a su padre Zeus en el Olimpo. Apolo sustituyó a Afrodita, salvando a Eneas y llevándoselo envuelto en una nube a la ciudad de Pérgamo, en donde su hermana Ártemis le curó la herida . Eneas no podía morir, pues el destino le había reservado que de su estirpe nacerían Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Diomedes se creció y, animado por Hera, hirió por segunda vez al mismísimo dios de la guerra Ares. Atenea guió la lanza del héroe. El dios de la guerra tuvo que abandonar el campo de batalla. Zeus recordando la promesa hecha a Tetis, inclinó la balanza a favor de los troyanos. Héctor, gracias a esta ayuda divina, consiguió que los griegos se refugiaran junto a sus naves. Los griegos, reunidos en asamblea, deciden con Agamenón a la cabeza regresar a Grecia. Pero Odiseo le instó que debía de una vez por todas devolver a Briseida a Aquiles, para poder deponer su cólera. Agamenón prometió que así lo haría, pero Aquiles no se fió de tal promesa y también se preparaba para el regreso. Hera, entre tanto, roba el cinturón de Afrodita, y distrae a Zeus de la lucha. Acusa a Poseidón de haber sido artífice de la victoria momentánea de los griegos. Zeus ordenó a Iris que le comunicara a Poseidón que se retirara del lugar para que así se cumplieran sus deseos. Patroclo corrió hacia la tienda de su amigo Aquiles y le solicitó que depusiera su cólera y saliera a defender el campamento griego. Ante la negativa de éste , porque deseaba preservar su honor mancillado, Patroclo le pidió por lo menos que le dejara vestir su armadura. Con ella consiguió que los troyanos le tomaran por el mismísimo Aquiles. Pero de pronto se encontró con su destino, y con Héctor, que con ayuda de un mortal, Euforbio, un dios, Apolo, y él mismo consiguen arrebatar la vida de Patroclo. Éste previamente había matado a un hijo de Zeus, el troyano Sarpedón.
Cuando le comunicaron a Aquiles la muerte de Patroclo su dolor no tuvo límites. Su primera intención fue quitarse la vida, pero su madre, presurosa, acudió a ayudarle. Decidió entonces vengar la muerte de su amigo. De este modo la cólera de Aquiles llegó a su fin, transformándose en ira exacerbada hacia Héctor. Tetis, muy a su pesar, trajo a su hijo nuevas armas fabricadas por el propio Hefesto. La aparición de Aquiles en combate cambió el signo de la batalla: eran los troyanos los que retrocederían hacia la fortaleza de Troya. Héctor decidió retar a Aquiles a un combate singular, sabiendo que ese sería el último combate de su vida. La última despedida de su esposa Andrómaca y de su hijo, Astianacte, conmovedoras, no consiguen que el héroe deponga su actitud.
El Destino había dispuesto para Héctor su muerte a manos de Aquiles. Los dioses reunidos en asamblea, y Zeus , extendiendo una balanza de oro, puso en los platillos dos pesas, observando que el platillo de Héctor descendía hacia el Hades.
Apolo, muy a pesar suyo, tuvo que abandonar a su protegido. Héctor en el combate comprendió que los dioses le habían dejado solo. Aquiles con la inestimable colaboración de Atenea consigue atravesar la garganta con la lanza a su enemigo Héctor. Aquiles, ensoberbecido, anuncia que entregaría el cadáver de Héctor a los perros. Héctor, agonizante, le suplicó que fuera devuelto a su ciudad para que se le rindieran honores fúnebres. Pero su alma se marchó al Hades, lamentando hasta los dioses su destino.
Funerales de Patroclo y de Héctor.
Aquiles, vencedor, despojó a Héctor de su armadura, ató sus pies con cordones de cuero que unció a su carro y se dirigió hacia las murallas de Troya, alrededor de la que dio tres vueltas, arrastrando el cadáver de Héctor. Además ordenó que el cadáver del héroe troyano fuera privado de los honores de sepultura y entregado a los buitres. Los gritos de dolor de Príamo y Hécuba ante la muerte de su hijo, y de todos los troyanos resonaron en la ciudadela.
En el Olimpo, el maltrato infligido a los restos de Héctor era del desagrado de la mayoría de los Inmortales y, especialmente, de Zeus. Éste envía a Iris a Troya para que recomiende a Príamo que se presente ante Aquiles con un carro repleto de magníficos tesoros y le solicite con humildad el cuerpo de su hijo. Así lo hace. Aquiles, en un principio impasible preparaba la pira que había de consumir el cadáver de su amigo Patroclo, organizando unos solemnes funerales para éste , y los juegos que debían conmemorar su muerte- consiguieron finalmente ablandar el corazón del Pelida que, abrazando al anciano padre de su encarnizado enemigo, le entrega a su hijo para que se le tributen los honores debidos. Griegos y troyanos convienen una tregua para que se celebren sendos funerales: el de Patroclo ( los griegos) y el de Héctor ( los troyanos).
El cadáver de Héctor regresó a Troya y hubo lamentaciones durante nueve días, finalmente fue incinerado, recogiendo sus calcinados huesos y depositándolos en un sudario púrpura dentro de una urna de oro, que enterraron en una magnífica tumba. Así concluye la Ilíada, de Homero, pero la guerra continuó.
Muerte de Aquiles y de Áyax Telamón.
Lo que sucedió tras la muerte de Héctor hay que reconstruirlo a través de las leyendas heroicas posteriores, las llamadas post homéricas (algunas de ellas, más o menos fragmentadas): la Odisea, en tragedias de Sófocles y Eurípides, en la Eneida de Virgilio-. En ellos se cuenta, por ejemplo la muerte a manos de Aquíles de la amazona Pentesilea, nada menos que la hija de Ares que juraría no descansar hasta dar muerte a Aquíles.
Los troyanos quedaron tan desmoralizados que pensaron evacuar la ciudad. El Destino quiso que cuando Aquíles perseguía a los troyanos hasta las mismas puertas de la ciudad, una flecha disparada por Paris y guiada por Apolo, su tenaz enemigo, le alcanzara en el talón, su único punto vulnerable. Áyax Telamón retiró su cadáver del campo de batalla y Odiseo rechazó a los troyanos.
Los griegos celebraron solemnes honras fúnebres en honor de su mejor héroe y su madre, al oír los lamentos, acudió, formando con sus lágrimas un verdadero río. Se cuenta que después de incinerado sus cenizas se mezclaron en la urna con las de su amigo Patroclo. Tras la desaparición de su hijo, Tetis ofreció sus invulnerables armas al héroe griego más valeroso de los que quedaban vivos. (En la Pequeña Ilíada se narra el famoso Juicio de las armas) Áyax Telamón y Odiseo se disputaron la herencia, hasta que una asamblea que fuera Odiseo el vencedor con un voto de diferencia.
Áyax, sintiéndose ultrajado, se volvió loco, corriendo por el campo de batalla matando a carneros y cabras, pensando que estaba matando a Agamenón, Menelao, y el propio Odiseo. Vuelto a su sano juicio, y calibrando la burla que recibiría de sus compañeros , se arrojó sobre su espada ( regalo del propio Héctor por su valentía) Agamenón, al conocer el desgraciado fin, no quiso que un suicida recibiera honras fúnebres. Pero Odiseo, que mientras vivía había sido un noble rival, condescendió, con lo que su pira fue tan grande como la del propio Aquíles.
Introducción en Troya del Caballo de Madera: destrucción de la ciudadela. Según un oráculo, Troya sería inexpugnable mientras los griegos no consiguieran las armas de Heracles en poder de Filoctetes, y el Paladio, una estatua de Atenea, que se guardaba en la ciudadela de Troya. Odiseo, junto con Diomedes, disfrazados, consiguieron robar la estatua. Odiseo, con engaño, consiguió las flechas, el arco y el carcaj maravillosos de Filoctetes. Sintiendo lástima de éste, se lo llevó con él a Troya, en donde su primera acción en combate, fue herir mortalmente a Paris. A éste se lo llevaron ante la ninfa Enone, despreciada por Paris, que no le brindó su ayuda, contemplando su agonía, y suicidándose después.
Pero la idea más brillante de Odiseo fue la construcción de un enorme caballo de madera con la ayuda de Atenea. Este decisivo episodio en la historia de la guerra fue narrado magistralmente por el poeta romano Virgilio, en su obra La Eneida. En su interior ocultaron la flor y nata del ejército griego ( Odiseo, Diomedes, Áyax el Menor, ) y lo abandonaron en la playa se ocultaron en la isla de Ténedos, muy cerca de las costas troyanas-, mientras simulaban los demás griegos una retirada y el fin del asedio a Troya.
A pesar de las advertencias de algunos adivinos como Laocoonte ( sumo sacerdote de Poseidón) o de Casandra, hija de Príamo- no creída por el castigo infligido por Apolo a que profetizara el futuro sin que nadie la creyera-, los troyanos engañados por un espía griego, Sinón, deciden introducir el caballo en la ciudad. Completamente desprevenidos los troyanos pelearon su última batalla. La mayor parte de ellos fueron pasados a cuchillo, especialmente hombres, niños y viejos; las mujeres, como era costumbre, fueron respetadas, salvo las pobres y viejas. Las demás, como Hécuba y Andrómaca, sirvieron como esclavas para el vencedor.
Los griegos abusaron de la victoria, y se hicieron odiosos a los mismos dioses. La profetisa Casandra estuvo a punto de ser violada por Áyax el Menor, la irritada Atenea castigó tal osadía sumergiendo la nave de Áyax cuando regresaba a su patria. También tuvieron suerte dispar otros griegos al regreso del asedio: Agamenón, asesinado por su esposa y el amante de ésta; Menelao y su esposa Helena; Odiseo, etc. De entre los troyanos un caudillo, Eneas, logró salvarse con su familia salvo su esposa Creusa- Cuando los griegos se marcharon, Eneas y los suyos embarcaron rumbo a las costas de Italia con el fin de fundar una nueva Troya, y con el unánime beneplácito de los dioses.
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Helena
En noche de traición y de misterio
cayó en los brazos del recién venido,
y huyeron ambos, sobre el mar dormido,
sacudiendo las bases del imperio.
Fue trágico y fatal el adulterio,
pues la víctima fue, no ya el marido,
sino el flujo de muerte inextinguido
que hizo de Troya un vasto cementerio.
Los ancianos del reino protestaron
la situación extrema y tan aguda
por sólo una mujer que nunca vieron.
Cuando ella apareció, tal la admiraron
que se desvaneció al punto la duda,
y aceptaron la guerra que opusieron.
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Arqueología de Troya
Troya VIIa
Este asentamiento, fechado entre el 1275 y el 1240 a.C. por Blegen, puede de hecho haber comenzado tan temprano como en el 1325 a.C. (en los inicios del periodo LH IIIB, a juzgar desde el Micénico último, importaciones en las ruinas de Troya VI) y durado hasta el año 1190 a.C. (en los inicios del período LH IIIC, en base del Micénico último esparcido en sus ruinas), a pesar de el hecho que tradicionalmente se ha argumentado haber sido un corto, pero vivo asentamiento sobre los terrenos que en ningún otro substrato se han detectado.
La fecha de su destrucción ha sido un tema acaloradamente discutido. Blegen comenzó por argumentar la fecha del 1240 a.C., pero luego la llevo al 1270 a.C. Nylander ha argumentado una fecha de destrucción entre los años 1200 y 1190 a.C. en base del Micénico último, los cuales y más recientemente Mee incluye a Troya VIIa en el LH IIIC. Podzuweit ha abogado una fecha aun anterior. Si nosotros acordamos con Blegen, Dorpfeld, Schliemann, y muchos otros ese Hissarlik es el sitio de la Troya Homérica (pero vea más adelante para argumentos de Carpintero contra esta posibilidad) y si nosotros consideramos la Troya de Guerra del mito Griego como un suceso histórico, entonces Troya VIIa es la candidata más probable para la ciudad de Priamo.
Luego Griegos fecharon la Troya de Guerra como se indica a continuación: 1184 a.C. (Eratostenes), 1209/8 a.C. (el Parian de Mármol), 1250 a.C. (Heródoto), y 1334/3 a.C. (Douris). Troya VIIa sucumbió en una conflagración general que destruyó ambos edificios, los de adentro de la ciudadela y los de afuera.
Las Fortificaciones
Las fortificaciones derrumbadas de Troya VI se reconstruyeron. En el área de la puerta oriental (VI S) entre las Secciones 2 y 3, una extensión sur agregada a la Sección 2 hizo el enfoque a esta puerta más difícil para los atacantes. La albañilería de esta adición, mucho menos regular que la característica de las fortificaciones de Troya VI, se utilizaron muchos de los bloques caídos desde las paredes de Troya VI. Se reparó la puerta sur principal (VI T) y el pavimento intrincado al pasaje de entrada además de la instalación de un desagüe debajo del pavimento. También se emprendieron las reparaciones extensivas a la porción sudeste y sur de la pared (las Secciones 3-4).
La Arquitectura Doméstica
Como en el caso de Troya VI, la única arquitectura conservada dentro de las paredes se encontró sobre los dos terraplenes bajos de los anillos de terraplenes concéntricos que caracteriza la Edad de Bronce Alta y Media en la ciudadela de Troya. Algunas de las moradas grandes de Troya VI se reconstruyeron y rehusaron, pero muchas habían sido demasiado dañadas por el sismo que demolió Troya VI y se construyeron simplemente encima.
Dentro de la ciudadela de Troya VIIa se construyeron mayor cantidad de casas, comparando con las moradas de Troya VI. Ellas tienden a poseer de una a tres habitaciones, estructuradas de tal manera que comparten sus paredes y son irregulares en el plano. Las casas sobre el terraplén bajo se construyeron contra la cara interna de la pared de fortificación, violando así un principio defensivo que se mantuvo en Troya VI.
Las casas de Troya VIIa son bastantes robustas y de ninguna manera pueden ser consideradas "cabañas débiles" , aunque no existe material no natural incorporado a lo derrumbado del edificio de Troya VI. Los pisos de muchas de estas casas están agujereados por fosos excavados para el almacenaje de grandes pithoi en un nivel más bajo del terreno. Estas pithoi se sellaron en la cima por porciones de piedra, pero la presencia de los fosos ocasionalmente debilitó el piso, ya que en algunos casos el piso aparece derrumbado. El nuevo piso ocasionado por este desplome se ubica solo en la casa de Troya VIIa que ha conservado evidencia de tres pisos distintos, un hecho que, junto con la rareza relativa de edificios con dos niveles separados de piso, se ha considerado un argumento en favor de una vida corta para el arreglo como una totalidad. El abastecimiento de agua dentro de el área encerrada por las paredes consiste de un buen adoquinado, canal aparentemente público justo al este de los sobreconstruidos cimientos de Casa VIF y del aljibe grande o bien de la Torre VI g, reconstruido después de el sismo que destruyó Troya VI. Los restos de varias casas afuera de las paredes (Casas 740-741 al sur de la Casa y puerta oriental 749 en el sudeste) indican que un pueblo más inferior se extendió más allá de las paredes de la ciudadela en Troya VIIa como en Troya VI.
Restos de esqueletos
Los fragmentos de una calavera humana encontrados dentro de la Casa 700 justo dentro de la puerta sur (VI T) puede pertenecer al mismo individuo del que los huesos humanos fueron descubiertos fuera de la misma casa. Una quijada más pequeña, probablemente de un varón adulto, fue encontrada en los escombros del piso de la Casa 741, afuera de la ciudadela al este. Un esqueleto completo, aunque claramente no sepultado, se descubrió en lo alto de un estrato que contiene la alfarería del tipo de Troya VI y VIIa afuera de las fortificaciones, al oeste. Estos huesos humanos, aunque no los representativos de un número grande de individuos, presumiblemente pertenezca a casualidades de la destrucción de Troya VIIa. Es notable en que no existen restos de esqueletos humanos en los escombros de la destrucción de los niveles más tempranos de Troya (especialmente los de Troya IIg y Troya VI) y son indicadores del fracaso de los supervivientes de la catástrofe final que sucedió a Troya VIIa para recuperar y sepultar todas sus víctimas.
Alfarería y hallazgos diversos
La alfarería de Troya VIIa es apenas distinguible de la de Troya VI. Los pocos aspectos nuevos incluyen la presencia de un sombrío desliz en la alfarería, un jarrón con nueva forma (A 52), y una cantidad significativamente menor de alfarería Micénica importada, tales importaciones siguen luego de la fecha en Troya VI. Los hallazgos diversos encontrados en Troya VIIa son enteramente indistinguibles de los de Troya VI.
Las Conclusiones
La cultura material de Troya VIIa es esencialmente idéntica al del arreglo precedente, y los residentes de Troya VIIa eran por lo tanto presumiblemente los supervivientes del sismo que nivelaron Troya VI y sus descendientes inmediatos. La diferencia principal entre las ciudadelas de Troya VI y Troya VIIa yace en el uso del espacio dentro de las fortificaciones. Los excavadores argumentan que la población aumento mucho y buscó protección dentro los muros de Troya VIIa, presumiblemente como resultado de alguna amenaza externa. La preocupación de esta población por el espacio de almacenaje subterráneo de los pithoi ha sido adicionalmente interpretada para reflejar un estado de sitio al final de Troya VIIa.
La destrucción violenta de Troya VIIa se ha interpretado como evidencia del fracaso de los habitantes de la misma para resistir el asedio contra el que ellos se habían preparado; aparentemente por sí mismos. La destrucción en sí misma se ha interpretado invariablemente como el producto de agentes humanos. Las diferencias arquitectónicas entre la Troya de las ciudadelas de fases VI y VIIa puede, sin embargo, ser interpretada de otras maneras. Así, por ejemplo, Troya VI puede inspeccionarse como una ciudadela dentro de la cual vivían solo los gobernantes principales, siendo de posterior data los ocupantes de las moradas grandes sobre los terraplenes más inferiores. La masa de la ciudadanía habría vivido fuera de las paredes, en el pueblo recientemente descubierto (más inferior en este período) y/o en aldeas agrícolas pequeñas, alrededor de la llanura Troyana.
En Troya VIIa, un buen negocio para esta ciudadanía la había movido aparentemente dentro de los muros, pero este cambio no necesariamente refleja un período de asedio y podría representar simplemente un cambio importante en el orden de la sociedad Troyana. Quizás Troya VIIa era mandada nomás por un monarca, mientras la clase aristocrática que había ocupado las moradas de Troya VI, se habría eliminado a sí misma. Después de todo, la evidencia de cambios sociales similares puede citarse desde el territorio continental Griego, donde los palacios desaparecen como entidades de funcionamiento, al final de el periodo LH IIIB. Si el asedio había sido un interés importante de los ocupantes de la ciudadela de Troya VIIa, uno se pregunta por qué cualquier edificio de este período se construyó fuera de los muros en pequeñas pero no obstante perceptibles "aldeas inferiores".
La declinación en la cantidad de alfarería Micénica importada en Troya VIIa se ha inspeccionado como confirmando una noción preconcebida de identidad de los atacantes. Que es, si los atacantes habían sido Micénicos, apenas sería sorprendente que la cantidad de alfarería Micénica importada en Troya debería haber declinado. Sin embargo, es un hecho la cantidad de alfarería Micénica importada desde el territorio continental Griego durante el periodo LH IIIB, reducciones características en otras áreas (p. ej. Chipre, el levante) así como también en Troya. Puede por lo tanto ser argumento que el comercio extranjero Micénico estuvo en una caída general durante este período, y que esta caída es tan probable como un asedio hipotético a Troya por Micénicos, como una explicación para la muerte de la alfarería o cerámica Micénica importada en Troya VIIa.
Es también cierto que esa alfarería identificable sobre terrenos estilísticos como "Micénicas" se produjo sobre un área grande del Egeo durante el período en cuestión, no simplemente a lo largo de el territorio continental Griego sur, sino también sobre el Egeo central y el oriental en islas y en sitios Asia menor sur occidental tal como Mileto. Permanece para establecerse cuánta alfarería Micénica importada en Troya VIIa viene desde el Peloponeso, cuánto desde las islas Egeas, y cuánto desde otros sitios Micénicos sobre la costa de Asia Menor.
La fecha de la destrucción de Troya VIIa probablemente yace dentro de la mitad de siglo, entre 1230-1180 a.C., aunque Blegen finalmente la exprese una generación, o mas, antes y Podzuweit ha sugerido recientemente que se debe colocar un poco después. Basándose en La Ilíada y La Odisea específicamente, y en el folklore Griego en general, los destructores de Troya VIIa tradicionalmente se han identificado como Micénicos Griegos, llegados desde el territorio continental Griego central y sur. Sin embargo, no hay nada en la evidencia arqueológica para identificar cabalmente quienes eran los atacantes. Desde luego, hay por lo menos alguna evidencia arqueológica que sugiere que los atacantes no eran Micénicos. ¿ Por ejemplo, los Griegos de territorio continental para que irían a destruir Troya al mismo tiempo que sus propios centros en el Peloponeso estaban siendo destruidos? Es posible contestar esta pregunta en el afirmativo si las destrucciones del Peloponeso eran debido a desastres naturales (p. ej. sismos, más recientemente argumentados en los casos de Tirinto y Micenas) o si ellos eran un resultado directo de la ausencia de grandes números de defensores potenciales quienes lejos sitiaban Troya,aunque ambos escenarios parezcan estar en coincidencia a sus límites.
Quizás más importante es el hecho que la "alfarería burda" de Troya VIIb1, una clase de alfarería que hace su aspecto primero en Troya inmediatamente después de la destrucción de Troya VIIa, es muy estrechamente relativo a la alfarería bruñida y hecha a mano que aparece en más o menos contextos contemporáneos del inicio del periodo LH IIIC en un número de sitios sobre el territorio continental Griego así como también en la Italia sur y Sicilia. En ninguna de estas áreas la fabricación de esta alfarería tiene antecedentes locales, y ha sido argumentado por Deger-Jalkotzy que la tal alfarería es derivada finalmente desde tradiciones cerámicas en el hogar en el área media del Danubio de Europa central. La "alfarería burda" de Troya VIIb1 puede interpretarse como identificando la artillería de Troya VIIa, una población del grupo que cruzó el Hellesponto al final de su viaje desde el Medio Danubio mediante Rumania a la Tracia Turca. Los grupos similares pueden haber sido interceptados con la artillería de Micenas numerosamente importante en sitios en el Peloponeso al final de el periodo LH IIIB.
Uno de los varios abatimientos de tal reconstrucción de sucesos, debe confesarse, es el hecho que las cantidades de "alfarería burda" en Troya VIIb1, como los de la alfarería conexa hecha a mano y bruñida en el territorio continental Griego, sitios en el principio del periodo LH IIIC, son relativamente pequeñas. ¿Jugaron los fabricantes de tal alfarería un papel tan importante en la historia militar y política, en el fin de la edad de bronce del Egeo, como algunas autoridades lo imputan?
Troya VIIb1 (1230 / 1180-1150 a.C.)
Las casas reconstruidas de Troya VIIb1 tienden a ser construidas sobre las paredes de Troya VIIa y así se tienen planos parecidos a los de la fase inmediatamente anterior. Las fortificaciones, se ha dicho, tienen que haber sido "evidentemente.... reparadas" desde las casas de Troya VIIa. La puerta oriental (VI S) de la fortaleza puede haber cerrado en este momento, pero la puerta principal en el sur (VI T) se renovó, el camino que conduce hacia arriba fue repavimentado en un nivel más alto que el de Troya VIIa.
Aunque que las diferencias en la cultura material entre Troya VIIa y VIIb1 sean afirmadas por la expedición de excavadores de Cincinnati como inexistentes, el hecho es que la "alfarería burda" de Troya VIIb1 es una novedad en este momento. Es cierto no obstante, que el remanente de la cultura Troyana aparece para tener continuidad sin ningún tipo de cambios sensibles, la alfarería importada Micénica, ahora siendo de algo después del LH IIIC de tipos. La causa del "fin" de Troya VIIb1 se llama "el misterio sin resolver ", no existe señal de ninguna destrucción general que preceda a niveles de la fase conocida como Troya VIIb2. La duración de Troya VIIb1 se estima comúnmente en cincuenta años, una vez más, principalmente en base de las importaciones Micénicas.
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El descubridor de Troya
Heinrich Schliemann sólo contaba ocho años de edad cuando su padre le hizo un regalo en Navidad que decidiría su vocación y abriría un importante capítulo en la historia de la arqueología. El regalo consistió en un libro ilustrado que ofrecía un grabado de Troya en llamas, tomada por los ejércitos de la antigua Grecia.
A partir de aquel momento, sólo una idea obsesionante ocupó la joven mente de Heinrich: descubrir los restos de Troya y demostrar a un mundo escéptico que el relato de Homero acerca del sitio no era una pura ficción poética. Pero Heinrich Schliemann sólo era entonces mozo de un modestísimo tendero y su objetivo resultaba prácticamente inalcanzable.
No obstante, con el fin de prepararse para la tarea comenzó a estudiar griego para leer a Homero en su idioma original. También necesitaba una fortuna, y en poco tiempo levantó un próspero negocio, del que pudo retirarse a los cuarenta años. Su constancia y tenacidad le habían abierto el camino para realizar su propósito.
Entonces, tan soñador como siempre, pidió al arzobispo de Atenas que le buscara la esposa ideal, una joven griega que cumpliera perfectamente cuatro condiciones: debería ser pobre, debería ser bella, debería poseer un carácter amable y debería conocer las obras de Homero. Por sorprendente que pueda parecer, encontró lo que buscaba: Sofía Engastromenos, una colegiala ateniense de16 años.
Con las hazañas de Aquiles, Héctor y Ajax muy presentes, Schliemann, acompañado de su esposa, partió en 1871 hacia los Dardanelos, en busca de la «ventosa llanura de Troya».
Acometió la búsqueda con la energía que le era característica y reunió a 80 trabajadores.
Schliemann dio crédito a una tradición local que se ajustaba a sus conocimientos de Homero y afirmaba que Troya se hallaba en Hissarlick, una montaña situada frente a la península de Gallípoli. Por entonces la arqueología no disponía de los medios actuales, y Schliemann no había excavado anteriormente. Sin embargo, el denodado entusiasta de Homero no se detenía ante las dificultades.
Sus hombres no hicieron más que abrir una profunda sima en la ladera norte del Hissarlick para inspeccionar el interior. En un momento, Schliemann tuvo ante sí una confusa masa de ruinas, que más tarde serían identificadas como los restos de 57 ciudades antiguas, una encima de otra.
Schliemann prosiguió sus excavaciones hasta descubrir lo que aseguró que eran los baluartes de seis metros de la ciudad perdida: las mismas murallas desde las que el príncipe Paris vio avanzar a las tropas griegas que vengaban el rapto de Helena.
El 14 de junio de 1873, al cabo de dos años de trabajo, un fabuloso tesoro se ofrecía ante él: un enorme acervo de 8.700 objetos de oro, copas, jarrones, pulseras, y la mayor maravilla: una diadema elaborada con 16.000 piezas de oro macizo.
Con lágrimas de emoción en los ojos coronó a su bella esposa con la diadema, la abrazó y gritó: «Cariño, este es el momento más bello de nuestras vidas. Luces la corona de Helena de Troya». La romántica escena culminaba una de las mayores apoteosis de la arqueología. Pero Schliemann estaba en un error. Aquella ciudad no era Troya, sino otra aún más antigua. Y la diadema, que pertenecía aproximadamente al año 2300 antes de J.C., correspondía a otra princesa que vivió más de 1.000 años antes del nacimiento de Helena.
Hoy se sabe que la Troya de Humero fue destruida hacia el año 1250 antes de J.C. y que Schliemann había pasado sobre sus cenizas al excavar las 57 capas.
El tesoro que había encontrado pertenecía a otra ciudad, sepultada en el fondo del gran monte estratificado conocido con el nombre de Hissarlik. Antes de morir, Schliemann tuvo noticia de su error.
Sin embargo, los arqueólogos posteriores le reconocen la gloria de haber hallado el emplazamiento de la famosa ciudad y de haber demostrado, ante un mundo escéptico, que fue centro de una esplendorosa civilización. La singular hazaña se debió al mozo de un pobre tendero, que dedicó su vida a perseguir una estrella... y casi la alcanzó.
Schliemann, el hombre que creyó en Homero
Azorín planteaba una vez que, dentro de algunos siglos, un consejo de críticos y eruditos se reuniría para decidir que Martín Fierro es un poema colectivo, de diversos autores anónimos, que una tradición de fines del siglo XX atribuyó a José Hernández, autor que en realidad no existió nunca. El problema azorinesco tenía una base real: en el siglo pasado el historiador George Grote, máxima autoridad en la materia, afirmaba en su Historia de Grecia (1846): "si se nos preguntara si realmente hubo una guerra troyana, tendríamos que contestar que, así como no puede negarse esta posibilidad, tampoco puede afirmarse su realidad. No poseemos más que el propio poema épico, sin ninguna evidencia adicional". Así en el mundo académico se planteaba la tesis de la improbabilidad de la existencia de Troya, del mundo descrito por Homero, y por ende, del mismo Homero. Pero nadie podía imaginarse que un ínfimo empleado de una empresa naviera iba a dejar sin validez las afirmaciones de los académicos, gracias solamente a su fe en la poesía. Aunque asaz conocida, creemos que será siempre conveniente rememorar la historia que empieza cuando un niño de siete años, en Ankershagen, Meklenburgo (clásico lugar de "comedores de patatas", como los llamara Rimbaud), después que su padre le lee La Iliada, se hace la promesa de ir al lugar de Troya, para sacar a la luz las ruinas cantadas por Homero, yendo, por supuesto, contra la lógica de sus mayores, para los cuales el mundo homérico era un mero mundo de ficción.
Así, pues, vemos la historia de Schliemann como la de un hombre que cree en la poesía que se le revelara en su infancia y luego como la persistencia en mantener su creencia en ella y en sus sueños será la clave de su éxito. Esta obstinación premiada nos recuerda el caso de un coetáneo de Schliemann; el cartero Ferdinand Cheval, el que después de ver en una revista ilustrada la imagen de un palacio hindú, se dedica día tras día, durante más de treinta años, a construir solo su propio "palacio ideal" reproducción fiel del palacio hindú que ahora se alza, como mudo testimonio de los sueños realizados, en la aldea de Hauteville, al sur de Francia.
"Tres rasgos fundamentales caracterizaban a Schliemann, señala Emil Ludwig: obsesión romántica por el pasado, determinación inflexible y tendencia a interpretarlo todo literalmente". El sentido práctico aliado a la ensoñación, la aventura aliada al orden. El joven Schliemann concibe una determinación inflexible: hacerse rico. Pero no creemos que por mero "amor al oro", como asegura Ludwig. Pues el oro era sólo el medio (como lo prueba más tarde) de cumplir el propósito clave de su vida, que va como ovillo de Ariadna, de la infancia a la madurez: desenterrar las ruinas de la antigüedad clásica.
Schliemann empieza su tarea primigenia con un fracaso: se embarca para Estados Unidos, pero naufraga frente a las costas holandesas. Náufrago, desvalido, sale del hospital y se procura un puesto de dependiente en la casa Schroeder, empresa naviera de Amsterdam. De su escueto salario, aparta la mitad para comprar libros y pagar clases de idiomas, para los cuales estaba especialmente dotado, tanto como llegar a leer y escribir catorce, uno de ellos el turco, que aprendió en dos semanas, cuando le fue necesario tratar con los funcionarios del Sultán en su primera gran empresa arqueológica. Un empleado de tal índole progresa rápidamente. Schliemann llega a ser el hombre de confianza de la casa Schroeder, y comisionado por ella recorre toda Europa y Estados Unidos, para luego independizarse. No está de más indicar que el nitrato chileno constituyó uno de los rubros principales del comercio de Schliemann, de esta manera nuestro suelo contribuyó en algo para proporcionarle los medios de su empresa grandiosa (como más tarde a Nóbel).
De pronto, Schliemann el comerciante afortunado que en sus viajes arrienda pisos enteros de los mejores hoteles, se transforma en Schliemann el arqueólogo, dispuesto a todas las privaciones. Pero antes de iniciar su tarea de resucitar Troya (y por ende, de resucitar su infancia), da una nueva muestra de su carácter sorprendente. Pues este austero comerciante, casi sexagenario, decide desposarse con una griega, que le sirva de digna compañera a su aventura. La encuentra por medio de un sacerdote ortodoxo. Ella se llama Sofía, tiene dieciséis años, y responde perfectamente las preguntas que Schliemann le hace sobre los poemas homéricos (requisito que el sabio exigía cumplir para contraer matrimonio).
En septiembre de 1871 se inicia el más monumental trabajo de arqueología de campo a esa fecha. Ochenta trabajadores empiezan a excavar, buscando las ruinas de Troya en el lugar de Hissarlik, pues Schliemann había descartado la teoría antigua que señalaba a Bournabaschi como emplazamiento primitivo. Para ello se apoyó literalmente en Homero, pues la hazaña de Aquiles de perseguir dando tres vueltas alrededor de los muros troyanos a Héctor hubiese sido irrealizable de haber estado situada la ciudad a orillas del escarpado Bali Dagh. La confianza en la palabra poética fue favorable al arqueólogo, pues tras desenterrar restos de varias ciudades, aparece una rodeada de muros calcinados, y luego, el llamado tesoro de Príamo, el 14 de julio de 1873.
Investigaciones posteriores establecieron que no era la ciudad indicada por Schliemann (la séptima) la verdadera Troya homérica, situada en un estamento anterior. Pero de todos modos la fecha del descubrimiento de Schliemann es la fecha de la apertura de una nueva ciencia: la arqueología moderna. El ejemplo del afortunado meklemburgués conmovería a miles de estudiosos y jóvenes que seguirían su camino. Uno de ellos, Arthur Evans, futuro descubridor de los restos de la cultura minoica, escribió: "Por grandes que hayan sido las hazañas e influencias políticas de Napoleón, Bismarck y Guillermo II, no pueden reclamar como Heinrich Schliemann, el haber procurado nuevas bases para las más hermosas tradiciones de la humanidad. Su profunda fe convirtió en ciertos los hechos históricos de la Troya de los dioses, los tesoros y tragedias de Agamenón, que yacían entre las ruinas y que para muchos eran sólo ficciones poéticas".
Schliemann, por cierto, no ocultó su descubrimiento. Eludió la vigilancia del Gobierno de Turquía, llevando los tesoros de Príamo a Grecia, y luego se dedicó a publicar y difundir la relación y el resultado de sus hallazgos. Para él fue desilusionante la acogida encontrada en Alemania, en los medios oficiales: "La falta de preparación arqueológica de Schliemann era para los alemanes un motivo de indignación. Por el contrario, en Inglaterra su fe ciega en la poesía de Homero encontró un gran eco", dice Arthur Evans. Así fue cómo en Albión más de treinta sociedades científicas se disputaron el honor de tenerlo entre sus miembros, y el Primer Ministro, Gladstone, se mostraba orgulloso de prologar un libro del sabio. Incansable y optimista, Schliemann reinicia, luego de una gira por Inglaterra, sus investigaciones. Ahora se dirige a la "áurea Micenas", el terreno clásico de la Tragedia, de nuevo en compañía de su esposa Sofía. Tras largas y penosas faenas, matizadas con constantes luchas con las autoridades griegas, realiza quizás el más importante de sus descubrimientos: la tumba de Agamenón, que provoca lo que se llama una tempestad polémica. Y de esas excavaciones surgen los testimonios de los enigmáticos "keftiu" (como los egipcios llamaban a los egeos), que permiten a Evans tomar el hilo que le permitió llegar a Cnossos a reconstituir los esplendores de los Minos. Después de las búsquedas en Micenas, a las que le llevó la lectura de Homero, los Trágicos, y Pausanias, Schliemann se dirige, en 1884, a Tirinto, "la de las grandes murallas", ahora en compañía de un joven ayudante, el sagaz arqueólogo Dörpfel, "uno de sus mayores descubrimientos", según acota Leonard Cottrell en su bello libro El Toro de Minos. Nuevas excavaciones y nuevos hallazgos. Después, otro rumbo: hacia Creta, donde están la gruta en que nació Zeus, el Laberinto, el palacio de Minos, Cnossos. Pero esta vez, el espíritu práctico del comerciante triunfa sobre el arqueólogo. Schliemann se niega a comprar un predio en que está situado Cnossos, pues el dueño ha tratado de engañarlo con un precio excesivo. Schliemann lo sorprende y no hace el trato. Queda así sin efectuar una tarea que emprendería años más tarde Sir Arthur Evans.
Pero la imaginación de Schliemann no envejecía. Esta vez confía en las palabras de Platón como antes en Homero, Pausanias o Sófocles y piensa dirigirse a México, en donde supone estuvo situada la Atlántida. La muerte lo detiene. Es cuando, contra todos los consejos médicos, viajaba en Navidad a reunirse con su familia desde Italia hasta Alemania.
Para hacer una frase retórica: Schliemann muere, pero su ejemplo sigue vivo: el de cómo un hombre que se deja guiar por la poesía y por los sueños de la infancia, o sea, alguien considerado habitualmente insensato por los círculos oficiales (como fueron considerados Stephenson, Edison, Fulton) puede conseguir transformaciones que no logran aquellos que sólo poseen erudición muerta. El hombre de imaginación, aún sin títulos oficiales, debe ser siempre considerado por las instituciones, a las que a veces un peligroso respeto supersticioso por los títulos y grados puede llevar a dañinos estancamientos. Tal podría ser la lección de la vida de Schliemann.
28 comentarios
seba -
David -
Bueno, solo unos breves comentarios con los que me gustaría contribuir si se estima conveniente:
- Schliemann no descubrió la Troya histórica. Él excavó donde pensaba que debería estar ubicada Troya, y los restos que encontró, que corresponden a múltiples periodos de ocupación del lugar, los identificó con la mítica ciudad. Sería recomendable no caer en las teorías viejas y totalmente superadas por años y años de estudios micénicos que han demostrado sobradamente que no se ha identificado la ciudad de Troya ( me remito a ilustres micenólogos como el Dr. Adrados o el Dr. Aura, entre otros, que sobradamente pueden iluminarnos con sus conocimientos del mundo micénico en muchos de sus aspectos).
- Y por favor, no mezclemos la epopeya griega que es la historia literaria conocida más antigua de Occidente con el poema "La Eneida" de Virgilio, que es un acto propagandista de los romanos. Mezclar la Iliada, Odisea y las obras trágicas sentidas por los griegos como narraciones que formaban parte y esencia de su cultura con una historieta panegirista de un romano me parece un error lamentable y una desgracia que Hollywood ha ayudado a engrandecer. Parece que igual que está erróneamente extendido que Moisés vivió en la época de Seti I y Ramsés II ( ni más ni menos )va a quedar grabado a fuego que Eneas fue el antepasado ilustre de los romanos.
Bueno, con esto acabo. No quiero decir que lo escrito aquí esté mal. Hay muchos datos que son correctos, y colgar todos estos datos en la red son un trabajo encomiable digno de respeto, pero creo que si afinamos los datos aportados todos ganaremos : ya que conocemos algo, creo que lo idóneo es intentar ser lo más exacto posible e introducir el aspecto crítico a los datos que aportamos.
jertrudis -
Elisabeth -
Lástima que solo hay una imagen. Podéis ayudarme a encontrar más?
carla -
carla -
roberto carlos barrios muralles -
Daniela Carias -
Alejandro -
clara -
grasias a ustedes me sake un 10
graxis espero q sigan dando mitos como este
son lo mas
solo me queda decir grasias, grasias
yolimar -
alexi -
J.L.R. -
pupi -
muchas gracias
quique jourdan -
Y LA Q MAS ME GUSTA DE TODAS LAS GUERRAS ES LA DE TROYA
James -
Que les parecio mi pregunta ???????
Pienso que :"...Si Troya hubiera ganado la guerra, quizas los que huyeron de la derrotada ciudad y que fueron a emigrar a la peninsula italica no hubieran estado y ayudado a fundar Roma, y entonces Cartago hubiera tenido la preeminencia..... quizas la esfera de poder no hubiera estado en Europa y si en Africa..... que distinto hubiera sido todo!!!!
James -
lila -
nunii -
weno...grax...
bye!!...rbd x100pre!
belen -
dolly romero -
Ayax -
Paolo Letona -
a ti q t importa -
eh???????????
ingrid -
te lo aseguroq ue les va encantar a otras personas
luis alberto carrera -
felix cordova -
lima, febrero 2005.
Fabian -