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Terrae Antiqvae

Noción del cuerpo para los antiguos egipcios

Nocion cuerpo egipcios Terrae Antiqvae

La noción del cuerpo de los egipcios, es mucho más borrosa que para nosotros e infinitamente más extensa. Esta extensión explica, por ejemplo, el castigo que podía representar el privar a un enemigo de sepultura, el aniquilar su cuerpo, el destruir sus imágenes, Sin esta base material fundamental, el complejo de principios más o menos espiritualizados, cuya unión hacía el hombre, quedaba privado de realidad esencial.

Los principios inmateriales

Hay que conservar las palabras egipcias que designan estos principios, pues no se les puede encontrar ninguna correspondencia en las lenguas modernas. Eran sobre todo cinco:

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1.- El Kha (cuerpo) y el Ka (doble)

El Kha era el cuerpo material del hombre, El Ka su doble, y pertenecía lo mismo a los dioses que a los hombres. Pero los dioses y el rey, que poseía por naturaleza los privilegios divinos, tenían varios kas; catorce Ra y otros tanto el rey, al menos en la Baja Época. Fundamentalmente, el ka parece vinculado al conjunto de la vida, y constantemente los sacerdotes juegan con la identidad de consonantismo existente entre las palabras “provisiones” y ka.

Pero constituye un aspecto diferenciado de la vida global que parece que viene al mundo con cada hombre. He aquí por qué ha sido imaginado como un “genio” personal. Maspero lo llamaba el “doble” porque se le veía doblando las más de las veces al rey en los bajorrelieves.

Poseía un aspecto individual muy marcado. En demótico, la palabra KA desaparece, siendo reemplazada por PSAI, que equivale poco más o menos a nuestra palabra “destino”. En copto, se ha desvanecido toda huella de este vocablo tan típicamente egipcio, y ya, en representaciones tardías de los mammisis, se ve que no figura en todas las escenas en que se le solía encontrar en épocas antiguas. En la escritura, el signo que lo representa equivale a la palabra RAM, que significa “el nombre”. Y esta equivalencia permite captar el pensamiento de los últimos paganos de Egipto. Para ellos, el nombre seguía siendo lo que daba su esencia a las cosas, lo que las diferenciaba del resto.

libro de los muertos

El ka quizá tenía una relación especial con las entrañas del hombre a cuya vera habría reposado más gustoso después de su muerte. De todos modos, precedía al hombre en la eternidad, y, para evitar el verbo morir, se prefería utilizar el eufemismo “pasar a su ka”

Se conoce el ademán con el cual los sacerdotes volvían el ka de los dioses a sus estatuas de culto: lo abrazaban, es decir, que ejecutaban alrededor de la efigie el mismo gesto que indica el signo jeroglífico del ka. Aún cuando hay que concebirlo como material, era de naturaleza impalpable, podía franquear todos los obstáculos del mundo sensible, y se contestaba con simulacros y apariencias para dar actos acostumbrados de la vida terrestre que había llevado a cabo su poseedor. Los objetos que se ponen a su disposición, modelos de casas o construcciones ficticias de la tumba de Djeser (Zoser) en Saqqara, se conciben como representaciones que le bastan. Su forma era la del cuerpo, al que estaba vinculado, en el apogeo de sus facultades físicas e intelectuales, con el signo de su nombre en la cabeza y una barba divina. Fue así por lo menos como se representó el ka del rey Hor al principio del Imperio Medio, en una bellísima talla en madera.

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2.- El Akh (espíritu) y la “sombra”

Muy probablemente, fue la mera homonimia lo que hizo escribir otro principio espiritual, el AKH, con el ibis comata. Su propio nombre entronca con el de la claridad, lo que para los antiguos, significaba una identidad fundamental. El akh, a lo que parece, reside con frecuencia en el cielo, donde se diría que se siente particularmente a gusto después de la muerte. Se tiene la impresión de que el hombre solamente posee de verdad su akh tras haber dado ese paso.

papiro Akh

En cuanto a la “sombra”, los antiguos ponían en la palabra mucho más de lo que ponemos nosotros en la nuestra, reducida a designar la imagen vana que proyecta un objeto iluminado. Esta parte extraña del hombre no lo abandona jamás: tenía la misma forma, y el color negro que invariablemente presenta había impresionado a los pensadores.

papiro sombra y bai

¿No era el de la tierra que hace germinar la semilla? ¿no era el de la noche, la cual, en las tinieblas, sabe producir la gestación de un sol que va a renacer rejuvenecido? Pintaban de negro a Osiris, dios del segundo nacimiento. ¿Hay que atribuirle la potencia sexual? No es seguro, pero las consideraciones que anteceden hacen la cosa posible. Únicamente la palabra sombra evocaba para el egipcio, en un país abrasado por el sol, la idea del bienestar, de la calma y del reposo. De modo que se concibe a veces la “sombra” residiendo en la quietud del más allá.

Sea cual fuere el contenido exacto de estas nociones, parece que los egipcios concebían la vida como la unión armónica de todos estos principios vitales y el cuerpo. La muerte, en cambio, será su separación. Acaso cada uno de ellos no pueda posarse entonces sino separadamente sobre el soporte que le está destinado. Es lo que distinguiría la vida presente de la vida de ultratumba.

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3.- El Baí o Ba (alma)

De las otras partes del hombre la que más se asemeja al ka era el BAÍ. La ortografía tardía de la palabra viene atestiguada del copto, el cual la ha conservado en algunas expresiones de los libros mágicos. Se traduce a veces por “alma” en las lenguas europeas modernas. Pero se expone uno en inducir en ilusión así. Cuando los cristianos tradujeron el Nuevo Testamento al copto, renunciaron completamente a esta palabra, y transcribieron sencillamente el griego “psyche”, por la mucha coincidencia que tenía de que las antiguas nociones, envueltas en los términos vernáculos, no correspondían en absoluto a la concepción cristiana que tenía el griego por vehículo. No intentaremos hacer nosotros lo que creyeron ellos que no debían hacer, y conservaremos este baí, el cual sugiere perfectamente el estado de extrañeza mental que es necesario crear para comprender.

papiro bai

Indiscutiblemente, su carácter es más intelectual que el del ka. Para dar su equivalente griego, Horapolo lo tradujo justamente por “psyque”. En el Imperio Medio, en una obra literaria del mayor interés, un hombre que desespera de la vida dialoga con su baí, concebido aquí como una especie de interlocutor interior. ¿Llegaron los egipcios a identificarlo con ese “dios que está en el hombre” y que les sirvió para expresar lo que nosotros llamamos la conciencia?

papiro ba tumba

Paulatinamente se fue sustituyendo el jabirú, ave zancuda cuyo nombre, homófono del suyo, servía para escribirlo, por un pájaro con cabeza humana que lo designa especialmente. Está estrechamente relacionado con la luz del sol e incluso con la propia materia de este astro, el oro. El baí cae con los rayos luminosos sobre las estatuas divinas en las ceremonias del año nuevo. El plural de la palabra designa los poderes, las potencias constituidas por el conjunto de los baís. Los dioses lo poseían también, lo mismo que el Ka, y, para conferir la presencia divina total a una estatua, luego de haberle dado su ka mediante el abrazo ritual, convenía juntarle su baí presentándola, en ciertas condiciones, a la luz solar.

(Sg. Daumas, 2000, p. 204-206)

Bibliografía:

Vázquez Hoys, Ana Mª. Historia del mundo antiguo. Próximo Oriente y Egipto. Ed. Sanz y Torres, Madrid, 2007


LA NATURALEZA DEL HOMBRE

Por: W.M. Flinders Petrie

Antes de poder entender cómo eran las relaciones entre el hombre y los dioses debemos observar las concepciones de la naturaleza del hombre. En los tiempos prehistóricos de Egipto la posición y la dirección del cuerpo eran siempre las mismas en todos los entierros, y las ofrendas de alimentos y bebidas las colocaban al lado del ataúd, así como las figuras de los sirvientes y los muebles, incluso los juegos, se incluían en la tumba. Por consiguiente, hay que llegar a la conclusión de que existía la creencia en la inmortalidad, lo que dio como resultado un ritual sumamente detallado de la muerte, a pesar de no poseer evidencia escrita de ello.

Tan pronto como se ha llegado a la era de la documentación, hallamos en las losas funerarias que la persona se significaba por el khu entre los brazos del ka. Por los últimos escritos se ha visto que el khu se aplicaba al espíritu del hombre, en tanto que el ka no era el cuerpo sino las actividades de la sensación y la percepción. Así, en la primitiva época documentada creían que dos entidades vitalizaban el cuerpo.

Se nombraba con mayor frecuencia al ka que a cualquier otra parte, como si todas las ofrendas funerarias se hubieran hecho por el ka. Se aseguraba que si en vida no se aprovechaban todas las oportunidades de satisfacción, ello era muy perjudicial para el ka, y que no había que enojarle sin necesidad; por tanto era más que percepción e incluía todo lo que nosotros llamamos conciencia. Tal vez lo comprendamos mejor si lo llamamos el «Yo», con la misma variedad de significado que tenemos en nuestro mundo. Al ka se lo representaba como a un ser humano sucesor del hombre; había nacido al mismo tiempo que el hombre, pero persistía después de la muerte y vivía en tomo a la tumba. Podía actuar y visitar a los otros ka después de la muerte, pero no podía soportar el último toque de la fuerza física. Siempre se lo representaba con dos brazos levantados, o sea las partes actuantes de la persona. Aparte del ka de hombre, todos los objetos tenían su ka, comparable al humano, y entre éstos vivía el ka. Este punto de vista conducía estrechamente al mundo de las ideas que se filtran en el mundo material de acuerdo con la filosofía.

El khu se representaba como un pájaro con cresta, lo que tenía el significado de «glorioso» o «brillante», en el uso ordinario. Se refería a un concepto menos material que el ka, y podría denominarse la inteligencia o el espíritu.

El khat era el cuerpo material del hombre, que era el vehículo visible del ka, habitado por el khu.

El ba pertenecía a una neumatología diferente de la que acabamos de observar. Era el alma separada del cuerpo, representada como un ave con cabeza humana. Este concepto probablemente surgió de los mochuelos blancos, con cabezas redondeadas y expresión casi humana, que frecuentaban las tumbas volando silenciosamente en sus idas y venidas. El ba solicitaba comida y bebida, todo lo cual lo aportaba la diosa del cementerio. De este modo se superponía al objetivo del ka y probablemente pertenecía a una raza distinta de la que definía el ka.

El sahu o momia se asociaba especialmente con el ba, y el pájaro ba se mostraba a menudo descansando sobre una momia o tratando de volver a entrar en ella.

El khaybet era la sombra de un hombre; se conoce bien la importancia de la sombra en las ideas primitivas.

El sekhem era la fuerza o poder rector del hombre, aunque se mencione raras veces.

El ab era la voluntad y las intenciones, simbolizadas por el corazón; usado en frases a menudo como un ser humano «en el corazón de su señor», «la amplitud del corazón» para satisfacción; el «lavado del corazón» para dar salida al carácter.

El hati es el corazón físico, el órgano «principal» del cuerpo, también utilizado metafóricamente.

Ran era el nombre esencial para el hombre, y asimismo a los objetos inanimados. Sin un nombre nada existiría realmente. El conocimiento del nombre daba poder sobre su dueño; un gran mito gira en torno a Isis, que obtuvo el nombre de Ra mediante una estratagema, logrando así los dos ojos de Ra —el sol y la luna—, para su hijo Horus.

Tanto en las razas antiguas y modernas, el conocimiento del nombre verdadero de un hombre se guarda cuidadosamente, y a menudo se usan los nombres secundarios con propósitos seculares. Era usual que los egipcios tuvieran un «gran nombre» y un «pequeño nombre», y el primero solía estar compuesto con el de un dios o un rey, y probablemente eran reservados para objetivos religiosos, como solamente se halla en los monumentos religiosos y funerarios.

No debemos suponer en absoluto que todas esas partes de una persona tuviesen la misma importancia, o fuesen creídas simultáneamente. El ka, khu y khat parecen haber formado un grupo; ba y sahu pertenecen a otro; ab, hati y sekhem son apenas algo más que metáforas, como las que solemos usar normalmente; khaybet fue una idea posterior que probablemente pertenecía al sistema del animismo y la brujería, donde la sombra daba sostén al hombre. El ran, nombre, pertenece parcialmente al mismo sistema, pero también era el germen de la posterior filosofía de la idea.

El objetivo de la religión egipcia era asegurarse el favor del dios. Apenas hay rastros de plegarias negativas para eludir el mal o alejar las influencias malvadas, y sí los hay de plegarias positivas para obtener favores concretos. De la parte de los reyes, esto es usualmente del tipo Jacob, ofreciéndole al dios la construcción de templos y servicios a cambio de la prosperidad material. El egipcio se hallaba esencialmente autosatisfecho, no tenía la confesión para el pecado o el error, ni pensaba en el perdón. En el juicio, afirmaba atrevidamente que estaba libre de los cuarenta y dos pecados que podrían impedir su entrada en el reino de Osiris. Si no conseguía establecer su inocencia al pesar su corazón, no había otra súplica puesto que quedaba consumido por el fuego y por un hipopótamo, por lo que no le quedaba la menor esperanza.

Fuente:
Flinders Petrie, W.M. La Religión de los antiguos egipcios. Cap. II, Ed. Abraxas, Barcelona, 1988

3 comentarios

rosa -

esto es pura verdad y mentira si o no

ALBERT -

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Un artículo muy interesante, me ha gustado mucho. Camo el resto de tu blog. Felicidades

Un saludo, Mdss