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Terrae Antiqvae

La explosión de una estrella supernova ocurrida en el año 1054 quedó registrada en la inscripción prehispánica de Tuitán en Durango, México

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Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México identificaron que una civilización prehispánica de Durango dejó un registro de la explosión de una estrella supernova ocurrida en el año 1054.

El hallazgo de los especialistas Daniel Flores Gutiérrez y Marie Areti Hers, de los institutos de Astronomía y de Investigaciones Estéticas de la UNAM, fue producto de un estudio llamado “Hervideros” realizado en la región duranguense de Tuitán.

Flores Gutiérrez explicó que la cultura Chalchihuiteña, la cual se desarrolló en ese sitio y que tuvo influencia teotihuacana, dejó un marcador astronómico grabado en piedra volcánica bien determinado en cuanto a una posición angular y orientación cardenal.

Especificó que el estallido de la supernova, localizada en la Constelación del Toro, fue consignada a la inscripción de Tuitán y la dirección en la que se oculta el lugar donde ocurrió el fenómeno que formó la Nebulosa del Cangrejo.

Detalló que el descubrimiento, el cual confirma el gran adelanto de los pueblos mesoamericanos en astronomía, es un mapa de horizonte o una gráfica tal como se hace hoy en papel.

El académico indicó que los marcadores astronómicos, de los cuales también se han encontrado en sitios desde Guatemala hasta el norte de México, son circunferencias o rectángulos concéntricos formados por puntos.

Refirió que esos instrumentos arqueológicos se identifican en la tradición teotihuacana, civilización que utilizaba el sistema de registro del movimiento de los astros.

Agregó que estas culturas además de consignar los fenómenos astronómicos y sustentarlos mediante el desarrollo de la geometría, usaban esas figuras talladas en piedra para contar el tiempo a través de intervalos de 260 días y los 105 días para completar la cuenta de los años trópico.

CIVILIZACIÓN AZTECA

La civilización Azteca surge después de la caída de la Tolteca, a partir del siglo X d.C.

Su máximo esplendor lo obtuvo entre los siglos XIV al XVI. La representación del cielo (masculino) y Tierra (femenino) estaban determinados por Ometecuhtli y Omecíhuatl, respectivamente.

Eras aztecas. Las eras en la cosmología azteca están definidas por soles, cuyo final estaba signado por descomunales cataclismos.

El primer Sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por gigantes que tuvo una duración de 156 años (tres veces 52 años).

Fue destruido por jaguares. El segundo Sol, Nahui-Ehécati (Viento) duró 364 años (7 veces 52 años) y fue destruido por un huracán.

El tercer Sol, Nahuiquiahuitl, duró 312 años (6 veces 52 años) y fue destruida por una lluvia de fuego.

El cuarto Sol, Nahui-Ati (agua) duró 156 años (3 veces 52 años) y fue destruida por un diluvio.

El Sol actual, Nahui-Ollin (movimiento) está destinado a desaparecer por movimientos telúricos.

El calendario azteca. El calendario azteca o piedra del Sol es el monolito más antiguo que se conserva de la cultura prehispánica.

Se estima su fecha de construcción en el año 1479. La Piedra del Sol, como se le conoce, es un monolito circular con cuatro círculos concéntricos.

En el centro se distingue el rostro de Tonatiuh (Dios Sol) tocado con adornos de Jade y sosteniendo un cuchillo en la boca.

Los cuatro soles o eras anteriores, se encuentran representados por figuras de forma cuadrada que flanquean al quinto sol, en el centro.

El círculo más exterior está constituido por 20 áreas que representan los días de cada uno de los 18 meses que constaba el calendario azteca.

Para completar los 365 días del año solar, los aztecas incorporaban 5 días aciagos o nemontemi.

La cosmología azteca. Para los aztecas, la simple sucesión del día y la noche se encontraba enmarcada en constantes pugnas entre los astros principales.

La circunstancia de que a plena luz del día fuese muy difícil observar a la Luna e imposible a las estrellas, era representado con el mito que el sol naciente (Huitzilopochtli) mataba a la Luna (Coyolxauhqui) y a las estrellas.

Para los aztecas, la astronomía era tan importante, que construyó observatorios que les permitió realizar observaciones muy precisas, hasta el punto que midieron con gran exactitud las revoluciones sinódicas del Sol, la Luna y los planetas Venus y Marte.

Al igual que casi todos los pueblos antiguos, los aztecas agruparon las estrellas brillantes en asociaciones aparentes (constelaciones).

Los cometas fueron denominados por ellos “las estrellas que humean”. Los aztecas no solo desarrollaron la astronomía y el calendario, sino que estudiaron y desarrollaron la meteorología, como una consecuencia lógica de la aplicación de sus conocimientos para facilitar sus labores agrícolas.

CIVILIZACIÓN MAYA

Desde el año 2.400 a.C se inicia la concentración de conglomerados humanos que llevan al desarrollo de la cultura Olmeca, la primera de las civilizaciones mesoamericanas, que tuvo su máximo esplendor hacia el 1.200 a.C.

De ese tronco surge, algunos siglos antes de Cristo, lo que llegó a constituirse en una de las más admirables y brillantes civilizaciones antiguas de América: los Mayas.

Sus ciudades más importantes fueron Uxmal, Palenque y Chichén-Itzá en Yucatán y Copán en Honduras.

Casi todos sus templos poseen alineaciones de carácter astronómico. En Chichén Itzá, las pirámides y templos se encuentran alineados con las posiciones que asume el Sol el 21 de marzo (Equinoccio Vernal).

Un templo en especial, dedicado a Kukulcán (la serpiente) produce un efecto visual los días de Equinoccio.

En el instante del ocaso del Sol, sobre la escalinata principal se produce un juego de luz y sombra que asemejan a una serpiente descendiendo escaleras abajo, en clara alusión al descenso a la Tierra de la gigantesca serpiente.

Las latitudes terrestres a la que se desarrolló la civilización Maya, permitió que el Sol, en su recorrido anual por los cielos pasara en dos ocasiones por el Cenit.

Esta situación permitió que se desarrollasen observaciones muy exactas del movimiento solar, que quedaron registradas en las orientaciones de sus edificios más importantes.

El complemento para su calendario lo constituyó la Luna. Sus observaciones les permitió establecer el período sinódico de la Luna de 29,5 días, situación que resolvieron alternando en su calendario lunaciones de 29 y 30 días.

El conocimiento de las posiciones de la Luna y el Sol fueron tan impresionantes que desarrollaron un calendario de eclipses, caso único en los pueblos indígenas.

El planetas Venus Merece especial atención el planeta Venus, que para los Mayas constituyó un objeto astronómico de gran interés.

Determinaron cuidadosamente el Levantamiento Helíaco (salida del astro) por las mañanas y le ofrendaron sacrificios humanos.

Observaciones meticulosas determinaron dos ciclos en las disposiciones planetarias que tienen que ver con el planeta Venus.

El primer ciclo es el de 584 días, que es lo que duran la Tierra, Venus y el Sol para producir una alineación.

Venus se observa 260 días durante las madrugadas y 260 días en el atardecer, con 64 días que no se puede observar ya que pasa o por delante o detrás del Sol.

El segundo ciclo es de 2.922 días (aproximadamente 8 años solares o 5 ciclos de Venus) que es el tiempo que demoran la Tierra, Venus, el Sol las estrellas para alinearse.

Las observaciones de Venus surtieron un efecto psicológico tan influyente en la civilización Maya, que lograron realizar observaciones diurnas del mismo.

La Eclíptica y la Vía Láctea. Para los Mayas, la Eclíptica fue representada como la serpiente de dos cabezas.

Casi toda la cosmología maya se encuentra perdida, pero se han encontrado evidencias de algunas denominaciones dadas a algunas constelaciones situadas en la Eclíptica, que curiosamente también se corresponden con animales, tal como nuestras constelaciones del Zoodiaco.

En este sentido encontramos al Escorpión (única constelación que los pueblos antiguos identificaron igual, dado su inconfundible aspecto), el Saíno (cerdo nocturno americano), la Tortuga, el Tiburón, el Jaguar, la Serpiente.

Hasta ahora se ha identificado que la constelación del Saíno, es Géminis y las Pléyades eran el crótalo o cola de la serpiente de cascabel.

La Vía Láctea recibió dos denominaciones dependiendo de la fecha en que fuese visible.

La Vía Láctea hacia el centro (constelación de Sagitario) era visible en el periodo de lluvias y florecimiento de los árboles; de aquí que haya sido llamada el Árbol del Mundo (Wakah Chan): la Ceiba majestuosa de donde provino la vida. Para los meses de Verano, recibía el nombre de Serpiente blanca deshuesada (Kawak).

Fuente: El Porvenir.com.mx, 28 de enero de 2008


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(2) Un astrónomo mexicano y una arqueóloga belga encontraron en un asentamiento prehispánico del estado de Durango un petroglifo que identificaron como el registro de la explosión de la supernova de 1054, quizá la más famosa de todas, que se ubicaba en la constelación del Toro y constituye hoy la nebulosa del Cangrejo.

Daniel Flores Gutiérrez, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, trabajó en colaboración con Marie Areti Hers, del Instituto de Investigaciones Estéticas (UNAM-IIE), en el estudio interdisciplinario llamado Hervideros, y localizó la marca de aquel evento cataclísmico en la lava de la región de Tuitán.

El descubrimiento no sólo ratifica que los pueblos mesoamericanos estaban muy adelantados en materia de observaciones astronómicas, sino que aportó más información sobre el modo en que vivían y organizaban el tiempo los antiguos moradores de la región.

De hecho, según comunicado de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la región se han detectado registros de diversos fenómenos astronómicos asociados con la constelación de Escorpión, la Vía Láctea y otros eventos celestes.

Hoy sólo queda un mar de laca petrificada en la zona llamada Tuitán. Pero en la época prehispánica floreció en la región la cultura llamada chalchihuiteña —ampliamente estudiada por Areti Hers—, que tuvo gran influencia teotihuacana, de tal modo que ambas usaban el mismo sistema para registrar los movimientos de los astros.

Desde hace años, científicos de varias disciplinas trabajan en el noroeste de Durango como parte del estudio Hervideros, y su labor derivó en un cúmulo de descubrimientos, de los cuales el más importante es el marcador astronómico de Tuitán.

El análisis de las marcas grabadas en la lava llevó a los expertos a un fenómeno celeste ocurrido en 1054 que aparece registrado en viejos textos chinos y también en ruinas ubicadas en Chaco, en el sur de Estados Unidos.

“El marcador de Tuitán, a diferencia de otras inscripciones, está bien determinado en cuanto a una posición angular y su orientación cardinal”, dice el comunicado. “La piedra encontrada es un mapa de horizonte o una gráfica tal y como se hace hoy en papel, que ellos grabaron en piedra volcánica”, señaló Flores Gutiérrez.

El astrónomo explicó que los marcadores astronómicos en Mesoamérica se presentan en forma de circunferencias o rectángulos concéntricos formados por puntos. En México estos objetos arqueológicos se identifican dentro de la tradición teotihuacana, ya que los primeros se localizaron en este centro ceremonial, aunque también se han hallado en otros sitios, desde Uaxactún, en Guatemala, hasta varios sitios en México: Guerrero, Michoacán, Durango y hasta Chihuahua.

Lo que registró la inscripción de Tuitán es la explosión de una estrella supernova localizada en la constelación del Toro. El evento fue visible en la Tierra en el año 1054, y la dirección donde se oculta el lugar donde aconteció ese fenómeno, que formó la actual Nebulosa del Cangrejo, confirma la exactitud de la marca, afirmó Flores Gutiérrez.

“Este gran suceso luminoso en la bóveda celeste debió haber sido un evento impresionante para los antepasados, quienes lo grabaron con especial atención”, dijo.

En otros marcadores astronómicos se puede identificar el registro de otros fenómenos celestes, lo cual indica que los pueblos mesoamericanos sustentaban la observación de fenómenos astronómicos mediante el desarrollo de su propia geometría, apuntó.

El uso que se le daba a estos instrumentos, además de consignar los fenómenos astronómicos, también es una evidencia de ese posicionamiento de diferentes ciudades como bancos topográficos o geodésicos, expuso.

Según el experto, estas figuras talladas en piedra también funcionaban para contar el tiempo a través de intervalos de 260 días y los de 105 días para completar la cuenta de los años trópico.

Quiénes fueron los autores

En el primer milenio de nuestra era, diversos grupos mesoamericanos emigraron desde el sur hasta una región que abarca los actuales estados de Zacatecas, Durango y Jalisco, para formar la cultura chalchihuites.

Los chalchihuiteños han sido identificados por los expertos como los toltecas-chichimecas de la tradición. Eran agricultores, pero también, por vivir en zona de frontera, eran guerreros temibles que se asentaron en sitios de fácil defensa.

Después del siglo noveno, algunos grupos volvieron al sur, a las tierras de sus ancestros, saliendo de Chicomóztoc, lugar de las Siete Cuevas, y los de habla náhuatl fundaron la poderosa y cosmopolita ciudad de Tula.

Marie Areti Hers, arqueóloga belga que trabaja en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, ha manifestado la relevancia de esta cultura con un aserto simple: “la cultura huistleña (parte de la chalchihuites) fue predecesora de la cultura maya, azteca, tolteca y olmeca”.

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marcador solar Quiringüicharo

Fotos: Foto 1: Mediciones azimutales durante el equinoccio de primavera en el "marcador" de Quiringüicharo. Foto A.Nicolau / Foto 2: Vista del amanecer en el equinoccio de primavera (21-03-1998), obsérvese que los primeros rayos solares reflejan (flare) exactamente un haz de luz paralelo (90°) al eje de puntos del marcador. Foto A. Nicolau. / Lám. 1: Gráfica obtenido del calco aplicado en el "marcador" de Quiringüicharo, Mich. Se detallan el número de puntos y las partes erosionadas. Dimensiones: 122 cm (n-s) 137 (e-w). Calco:A.Nicolau y M.Rétiz.

Más información:

Un "Marcador solar" en Quiringüicharo, Michoacán.

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