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Terrae Antiqvae

Centroamérica tenía bebidas de cacao 1.000 años antes de Cristo

Cacao Precolombino
Gráfico: AFP

Los nativos centroamericanos tomaban bebidas de cacao más de 1.000 años antes de Cristo, 500 antes de lo que se creía hasta ahora, según un estudio divulgado el lunes. Eran probablemente brebajes alcohólicos, o cervezas, elaboradas a partir de la pulpa fermentada de la fruta de cacao.

No era la tradicional bebida espumosa de chocolate elaborada con la semilla del árbol de cacao que tuvo tanta importancia en la posterior cultura mesoamericana. Pero, al preparar esta cerveza primitiva, o chicha, los antiguos mesoamericanos pueden haber tropezado con el secreto de fabricar bebidas con sabor a chocolate, según el estudio.

“Durante el proceso de preparación de la cerveza se descubre que si fermentas las semillas de la planta obtienes este sabor a chocolate”, dijo John Henderson, profesor de antropología de la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York, y principal autor de la investigación.


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El grano fue un tipo de moneda en la sociedad azteca, y la espumosa bebida de chocolate elaborada a partir de granos o semillas fermentados fue central en la vida social y ritual de Mesoamérica. En el siglo XVI, los conquistadores descubrieron la bebida y la llevaron a Europa, lo que llevó al surgimiento de la industria moderna del chocolate.

“Podría ser que las raíces de la industria moderna del chocolate pueden ser rastreadas hasta esta bebida fermentada primitiva”, añadió. El grano de cacao desempeñó un papel importante en la civilización mesoamericana, la civilización nativa en varias partes de México y América Central anterior a la conquista española, en el siglo XVI.

grano de cacao
(Foto: AFP)

La evidencia arqueológica recuperada por Henderson y colegas en un sitio de Puerto Escondido, en la moderna Honduras, sugiere que la cerveza que probablemente precedió a la bebida de chocolate era popular entre los nativos más ricos, al menos hacia 1100 a.C.

Análisis químicos de residuos encontrados en fragmentos de recipientes de cerámica recuperados en el sitio encontraron teobromina, principio activo del cacao y que se encuentra en los árboles de cacao, que en esa época existían sólo en Centroamérica.

Los recipientes fueron hallados en las “casas más grandes y lujosas” del pueblo de Puerto Escondido, en el Valle Ulua, norte de Honduras, indicó Henderson, que sugirió que los miembros de élite de la sociedad habrían consumido la bebida en ocasiones especiales como nacimientos y matrimonios.

Fuente: CHICAGO, EEUU (AFP), 13 de noviembre de 2007
Enlace: http://afp.google.com/article/
ALeqM5jFeOP8PJkh5zTH1hTLF3bit5hIwA

vasija de cacao

Foto: Vasija azteca en la que había restos de cacao. (Foto: PNAS)


“Le dieron su chocolate”

Este dicho popular, que se usa cuando se considera que a alguien le dieron su merecido, tiene como origen un curioso incidente que nos habla de la pasión que existía durante el virreinato por el chocolate. Cuenta el delicioso cronista don Artemio del Valle Arizpe, que en el año 1625, el obispo de Chiapas, don Bernardino de Salazar y Frías, se atrevió a prohibir el abuso que hacían del chocolate las damas de mayor alcurnia de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, a quienes sus sirvientas y esclavas les servían tazones humeantes del aromático brebaje, durante las misas en la mismísima catedral y en las ceremonias más solemnes. La medida causó la indignación de las señoras, que aducían que era para resistir las prolongadas ceremonias que les causaban fatiga, lo que les disminuía la devoción, por lo que les era indispensable. El obispo no cejaba, hasta que un buen día –malo para el prelado– amaneció muerto; había sido envenenado con una taza de la misma bebida. Ni duda cabe –acudiendo a otro dicho– que “le dieron agua de su propio chocolate”.

Junto con el jitomate, seguramente esta suculencia que brinda la planta del cacao han sido de los aportes más importantes de nuestro país a la gastronomía del mundo. Utilizado como alimento, medicamento y moneda en gran parte de Mesoamérica desde tiempos remotos, entre los aztecas poseía enorme valor. Cuentan los cronistas que tan sólo en las bodegas del emperador Moctezuma había almacenadas 40 mil cargas; según fray Juan de Torquemada, Pedro de Alvarado, el despiadado y ambicioso capitán de Hernán Cortés, ordenó su saqueo, lo que no fue fácil, ya que el cacao se encontraba en vasijas de mimbre, “tan grandes como cubas, que seis hombres no las podían abarcar”, dice el fraile.

Igual que ahora se falsifican los billetes, en esa época se hacía lo mismo con el cacao. Menciona el notable fray Bernardino de Sahagún en su magna recopilación Historia de las cosas de la Nueva España: “El que es buen tratante en esa mercadería, las almendras que vende son todas gordas, macizas y escogidas, y vende cada cosa por sí, aparte las gordas y macizas y aparte las que son menudas y como huecas o quebradas. El mal tratante vende las falsas, porque las cuece y aún las tuesta para que parezcan buenas, y a veces echalas en el agua para que aparezcan gordas...”, y continúa enumerando detalladamente todos los trucos de los comerciantes deshonestos.

En México se cultivan siete especies principales del bendito grano, que el famoso botánico sueco Carl Von Linée llamó Theobroma, que en latín significa “comida de los dioses”. Del origen de la palabra “xocoatl” que se va a castellanizar como “chocolate”, hay muchas versiones. Lo cierto es que es originario de Mesoamérica y que en Europa se conoció gracias a que Hernán Cortés lo envió como tributo a España.

Ya hemos comentado en estas páginas que era el broche de las sibaritas comidas de Moctezuma, que concluían con una jícara de cacao espumoso y unas fumadas de tabaco perfumado con liquidámbar. Durante el virreinato se le mezcló con leche, se endulzó con azúcar, se le perfumó con vainilla o canela y se volvió un brebaje indispensable, ya que se tomaba a todas horas del día y muchos lo consideraban una necesidad, como ya vimos en el caso de las damas chiapanecas.

En Europa, además de su uso como bebida, se utilizó en postres y confituras, y también creó sus leyendas, que le atribuyen bondades y maleficios. Durante el reinado de Luis XIII, en la Francia del siglo XVII, madame de Sevigné acusó al chocolate de que las mujeres que abusaban de su uso daban a luz niños negros, y ponía como ejemplo a la marquesa de Coetlogon “que parió un niño negro como el diablo, que murió”.

En los conventos mexicanos su consumo era tan importante que su prohibición se consideraba un castigo severísimo, como fue el caso de la regla que se les impuso a las monjas que fundaron el convento de Corpus Christi para las indias nobles, a las que se creía de alma tierna, por lo que, para probarlas, se les estableció la cruel restricción de no beber chocolate.

Como sucedió con el pulque, al que la cerveza desplazó, en gran medida le sucedió lo mismo al chocolate con el café, aunque todavía lo degustamos con placer, pero en mucho menor cantidad. Un buen sitio para disfrutarlo, sea con leche o con agua, si cuida la dieta, es la terraza de Puro Corazón, situado en Monte de Piedad 11, con la mejor vista del Zócalo y exquiciteces mexicanas para almorzar, como un omelet con huitlacoche, unos huevos motuleños o unos “poché” en salsa verde con nopalitos. Y de pilón, en los pisos bajos puede adquirir el mejor arte popular de todo el país, que incluye un primoroso chocolate artesanal, con un glifo o símbolo prehispánico labrado y su explicación; un dulcísimo regalo.

Fuente: Ángeles González Gamio / La Jornada.unam.mx, 11 de noviembre de 2007
Enlace: http://www.jornada.unam.mx/2007/11/11/
index.php?section=capital&article=040a1cap


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