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Terrae Antiqvae

Escrituras del 3000 a.C. en restos megalíticos de Huelva

Escrituras del 3000 a.C. en restos megalíticos de Huelva Foto: La más lineal, que llamaría HUELVA 1 o tipo San Bartolomé de la Torre, compuesta por 24 signos. Aunque cronológicamente es más moderna que las escrituras del Danubio, su importancia radica en que están todos en el mismo objeto. Veinticuatro signos, de escritura lineal o cuadrada -la más fácil de representar- que se repetían en torno a un 'pulidor de flechas' encontrado en dolmen de San Bartolomé Disertación. Vázquez Hoys, en la Facultad de Filosofía y Letras. Foto de Jorge Garrido.

El descubrimiento de Ana Mª Vázquez Hoys supondría adelantar en dos milenios la aparición de la escritura en España.

Cádiz. La época megalítica protagonizó la segunda de las jornadas del congreso de Magia y Esoterismo organizado por Wicca y la asociación Ubi Sunt?. Y el tema a tratar no fue Stonehenge ni los solsticios, sino la escritura.

Ana María Vázquez Hoys, profesora titular de Historia de la UNED, presentó lo que podría ser un descubrimiento único: la existencia de un sistema de escritura en el sur de España anterior a los fenicios.

Por Pilar Vera, Diario de Cádiz, 15 de abril de 2005

"Todo empezó con las noticias sobre los hallazgos de Vinça, en el Danubio -explica Vázquez Hoys- que cifran signos escritos en el 7.000 a.C. Idéntica fecha es la que manejan los arqueólogos en otro sistema de escritura encontrado en Guiannitsa (Macedonia). Estaríamos hablando de escrituras anteriores a las tablillas mesopotámicas y a los jeroglíficos. Y me dije: tiene que existir algo así también Andalucía".

Existía. Un puñado de letras indescifrables supervivientes a lodos, años, olvidos. Clamando por ser descubiertas cuando ya estaban a la vista de todos, limpias y colocadas en la vitrina del Museo de Huelva. Veinticuatro signos, de escritura lineal o cuadrada -la más fácil de representar- que se repetían en torno a un 'pulidor de flechas' encontrado en dolmen de San Bartolomé, y tres signos más, en el borde de una navecilla de arcilla del megalito de La Zarcita.

"Aunque estaban clasificadas como 'inscripciones megalíticas', nadie las había visto antes porque era inconcebible considerar algo así: ambas datan del III-IV milenio a.C. -señala Vázquez Hoys- Sólo con eso, se adelantaría tres mil años la aparición de la escritura en la Península. Sin embargo, yo estoy segura de que pueden aparecer rastros aún más antiguos".

"¿De qué tipo de escritura hablamos? -explica la profesora- No tenemos ni idea. Yo no soy experta en prehistoria y les tocará a otros determinarlo. Pero el simple hallazgo abre nuevas líneas de investigación, cambiar la clásica Ex Oriente Lux por Ex Occidente Lux': puede que los fenicios no nos enseñaran a escribir, sino que nosotros les enseñáramos a ellos".

No sería descabellado, además, que se encontraran escrituras similares en Cádiz: 'Al fin y al cabo -concluye la historiadora- Tartessos estaba en la desembocadura del Guadalquivir. Sobre todo, sería plausible en restos procedentes de zonas rurales y, siempre, en los fondos de los museos'.

La clave, más allá de los fenicios

'Hablamos constantemente de los fenicios -indica Vázquez Hoys- pero aquí había ya mucho antes de los fenicios: tenemos todos los mitos griegos que recurren a Occidente, los ecos de la Atlántida y, por supuesto, la mítica Tartessos'.

'Dentro de ese conjunto de ensoñaciones -prosigue- se sitúa el texto del historiador Estrabón que nos cuenta que los turdetanos tenían leyes en verso de 6.000 años de antigüedad. Hasta el momento, como con tantas cosas, como con Homero, se pensó que era una licencia poética o un error. Y ahora, a raíz de lo visto en Huelva, no es algo tan descabellado'.

Enlaces recomendados:

Página personal de la Dra. Ana Mª. Vázquez Hoys:
http://www.uned.es/geo-1-historia-antigua-universal/escrituras_paleohispanicas_Huelva%201%20y%202.htm

Ampliación de la noticia en esta revista:
http://blogia.com/terraeantiqvae/index.php?idarticulo=200504033

Fotos detalladas en el Foro de Terrae Antiqvae:
http://es.photos.groups.yahoo.com/group/terraeantiqvae/lst

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TURDETANOS: ORIGEN, TERRITORIO Y DELIMITACION DEL TIEMPO HISTORICO

DIEGO RUIZ MATA, UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

Reib 3, 1998, 153-221. Facultad de Filosofía y Letras UAM, Universidad Autónoma de Madrid.

En Internet: http://www.ffil.uam.es/reib3/diego.htm#top

RESUMEN

Este artículo trata de la cultura turdetana, su época de formación, extensión por Andalucía Occidental, los textos de Estrabón y contrastación con los datos arqueológicos y aspectos de su cultura material. Parto de la base de que los turdetanos son los continuadores de los tartesios, o de los grupos sociales del mundo orientalizante, y no hay razón alguna para ver en ellos un origen en la cultura griega o cartaginesa. El término de turdetano es empleado por los historiadores griegos y romanos a partir del siglo III a.n.e., lo que no supone un pueblo distinto al anterior de época orientalizante, sino una nueva situación tras una momentánea crisis, que principalmente afectó a la región onubense, pero no a la Bahía de Cádiz. No hay razón para verlos como elementos étnicos distintos a los anteriores, sino situaciones políticas y socioeconómicas distintas. Al contrario de lo que puede parecer, según algunos autores, desde finales del siglo VI a.n.e. el Bajo Guadalquivir y la Bahía gaditana vivió un momento de esplendor, como se advierte en el registro arqueológico.

En este trabajo se aborda, mediante diferentes estratigrafías conocidas, entre las que destaca las del Castillo de Doña Blanca, las fechas de sus comienzos y de su disolución e interacción en los siglos de la República romana. Se discute asimismo la tesis de la fundación de Itálica, hacia el 206 a.n.e., y los trabajos estratigráficos efectuados especialmente en el Pajar de Artillo, cuya fecha de comienzo no queda muy clara y puede dudarse de su cronología inicial y secuencia estratigráfica. Sucede lo mismo con otros materiales turdetanos hallados en otras excavaciones en la ciudad romana de Itálica.

Los demás puntos se refieren a ejemplos y sistemas urbanos de ciudades turdetanas, sistemas de fortificaciones, casas de campo, factorías de salazones, aspectos económicos y los tipos cerámicos más característicos que definen esta etapa histórica y sus diferentes fases. Por último, el problema tan debatido de las necrópolis y el hallazgo de las tumbas turdetanas de la ciudad de Mesas de Asta. Se alude escuetamente al problema de los libiofenicios, mencionadas en las fuentes, defendidos por algunos autores como habitantes de la zona, cuyas huellas no se advierten en el Bajo Guadalquivir.

Se pretende, en suma, en este trabajo analizar algunos de los puntos esenciales de esta época tan importante y activa, desde puntos teóricos de sus significados políticos, sociales y económicos, como factores de desarrollo y de transformación de las estructuras de época orientalizante. Los trabajos efectuados en el Castillo de Doña Blanca han sido de gran importancia para delimitar el tiempo y la cultura material turdetana, siendo hasta ahora el poblado más importante para abordar este problema.

Iberos y turdetanos. La Turdetania de Estrabón

http://www.ffil.uam.es/reib3/diego_3.htm

Pero ¿qué significa Iberia para los autores grecorromanos, quiénes son los iberos y qué debe entenderse hoy por iberos? A estas preguntas, que no son nuevas, han contestado numerosos autores, que han analizado las fuentes clásicas. Para M. Tarradell (1980) el nombre de iberos se aplicó a los habitantes desde el sur de Francia hasta Murcia, incluyendo también la provincia de Albacete. Y en ocasiones engloba a los pueblos del sudeste y sur de la Península, hasta la desembocadura del Guadalquivir (Presedo, 1980).

El análisis más completo de debe a A.J. Domínguez Monedero (1983), para quien el nombre de Iberia e ibero se debe a los griegos, según afirma Estrabón (III,4,19), que también tenía sus dudas de la situación geográfica exacta: “Con el nombre de Iberia, por ejemplo, los antiguos (griegos) designaron todo el país, a partir del Rhodanós y del isthmo que comprenden los golfos galáticos; mientras que los de hoy día colocan su límite en el Pyréne, y dicen que las designaciones de Ibería e Hispania son sinónimas. Según otros, el nombre de Ibería no designó más que la región de la parte de acá del Íber, a cuyos habitantes, en un principio, llamaban iglétes y ocupaban una región pequeña, al decir de Asklepiádes el Myrleanós. Los rhomaioi han designado a la región entera indiferentemente con los nombres de Ibería e Hispanía, y a sus partes las han llamado ulterior y citerior, reservándose el modificarla aún si las circunstancias exigiesen una nueva división administrativa” (La traducción se debe a A. García y Bellido, España y los españoles hace dos mil años según la “Geografía” de Estrabón, Madrid 1968).

Según A.J. Domínguez Monedero (1983, 221-223) el término tiene sólo un valor geográfico, no ligado a ningún pueblo concreto, aplicado primero a una zona del litoral durante la segunda mitad del siglo VII a.n.e., y se fue extendiendo más tarde a medida que descubrían el interior. Ibero o ibérico designa a cualquier habitante de Iberia, salvo en el caso donde residían los celtas, a los que se denominó celtíberos. Con la presencia romana, el término se traduce como Hispania, y no conocen ningún pueblo que se denomine específicamente ibero. Lo ibérico viene a ser, pues, un topónimo general con el que los griegos designaron a la mayor parte de la Península, no ligado a ningún pueblo concreto.

L.A. García Moreno (1989) acepta la ecuación Tartessos/Turdetania, como anteriormente lo habían hecho Schulten (ed. 1972) y Tovar (1974), pero con algunas precisiones. La primera es que la forma Turdetania, y sus etnónimos túrdulos y turdetanos, sólo aparece en autores posteriores al siglo III a.n.e., es decir, en escritores posteriores a la presencia y dominación romana en la Península, y la segunda es que el término de Tartessos y tartessios la emplean historiadores y geógrafos griegos más antiguos, anteriores a finales del siglo III a.n.e., que no habían tenido contacto con el mediodía peninsular. No obstante, autores griegos y romanos –Polibio, Apiano, Mela, Plinio, Estrabón y Livio, de época romana– utilizan indistintamente Turdetania/Tartesios. Podría, pues, emplearse el término tartesio/turdetano, en lugar de ibero/turdetano, para los habitantes de la antigua zona tartesia de Andalucía occidental, que corresponde, en mi opinión, al mismo concepto étnico y cultural. De aquí que haya defendido a los turdetanos como los tartesios, en el sentido de la cultura mixta indígena y fenicia, en tiempos posteriores a finales del siglo VI a.n.e. Pues la Turdetania es una realidad cultural distinta a otros pueblos “ibéricos” de la misma época, aunque en muchos casos con raíces comunes provenientes desde la época orientalizante y su expansión hacia el interior y costa peninsulares.

Estrabón, hacia el cambio de Era, es el autor más prolijo en la descripción de la Turdetania y de los turdetanos. Inmerso en un tiempo casi turdetano, sus apreciaciones y descripciones son de indudable interés, dedicando largos y sustanciosos pasajes a una región que nunca visitó, sino que describió a través de fuentes contemporáneas y más antiguas. De ellos voy a destacar los pasajes geográficos, de geografía humana, económicos y de raíz étnica, que constituyen fuentes de primer orden para el análisis del pueblo turdetano.

-Límites de la Turdetania y las ciudades (III,2,1).- Sobre este aspecto, Estrabón escribe que “La Tourdetania, a la cual riega el río Baítis, extiéndese al interior de esta costa por la parte de acá del Anás; al Oriente, por parte de los karpetanoí y algunos oretanoí; hacia el mediodía, por los bastetanoí, que habitan la estrecha faja costera que se extiende de Kálpe a Gádeira y del Mar Exterior hasta el Anas. También pueden adscribirse a ella los bastetanoí, de los cuales dije ya que habitaban en la Tourdetanía, así como las gentes que ocupan el otro lado del Anas y gran parte de sus vecinos. Tanto en su latitud como en su longitud, el tamaño de esta región excede de los dos mil estadios (unos 400 km. en ambas direcciones axiales). Las ciudades son, empero, numerosísimas, pues dicen ser doscientas. Las más importantes por su tráfico comercial son las que se alazan junto a los ríos, los esteros o el mar. Entre ellas destacan Kórdyba, fundación de Markéllos, y por su gloria y poderío, la ciudad de los gaditanoí... La más ilustre después de esta ciudad y la de los gaditanoí, es Híspalis”. En III, 2, 2, se mencionan a Itálika (Italica), Ilipa (Alcalá del Río), Mounda, Atégoua (Ategua), Oúrson (Osuna), Toukkis (Tucci o Itucci, que García y Bellido localiza en Martos), Oulía (Montemayor) y Aígoua. Resulta curioso que al mencionar a los keltikoí sitúe a Konístorgis –según García y Bellido en el Algarve– y sobre todo a Asta –Mesas de Asta, en los esteros de Jerez de la Frontera– en pleno Bajo Guadalquivir. Todas estas ciudades se originan al menos en el Bronce final y poseen estratos orientalizantes, o al menos hasta ellas llegaron los influjos fenicios o tartésicos.

Su límite occidental es el río Guadiana, y a oriente son los carpetanos y oretanos los pueblos que limitan la Turdetania, es decir, la antigua frontera de Tartesos como recientemente han mantenido A. Ruiz y M. Molinos (1995, 239ss). La costa es bastetana, cuyos pobladores habitan en la Turdetania, y podrían ser algunas de las antiguas factorías o colonias fenicias, como Morro de Mezquitilla, que ha proporcionado restos urbanos y cerámicas de esta época.

Pese a estas intromisiones como los celtas y bastetanos en la Turdetania, Estrabón parece tener claro que el núcleo principal se centra en el Guadalquivir, y esta región “se llama Bética, del nombre del río, y Turdetania, del nombre del pueblo que lo habita; a estos habitantes se les llama turdetanos y túrdulos que unos creen que son los mismos; más según otros dos pueblos distintos. Polibio está entre estos últimos, pues dice que los turdetanos tenían como vecinos por el norte a los túrdulos. Hoy día no se aprecia diferencia entre ambos” (III, 1, 6). Hay que tener en cuenta que Polibio estuvo en España en 133 durante la guerra numantina y recorrió la Meseta y otros lugares, conociendo y describiendo a Cartagena. Tenía, pues, un conocimiento más directo que Estrabón. Entre los túrdulos cita Estrabón a la ciudad de Augusta Emerita (Mérida). Lo que no es demasiado extraño, debido a las relaciones intensas que la zona extremeña mantuvo con Tartesos, al menos desde comienzos del siglo VII a.n.e. Mas las contradicciones se advierten en el capítulo III, 2, 5, pues en la región tartésica habitan los túrdulos. El problema no está muy claro, y es probable que turdetanos y túrdulos vinieran a ser una misma etnia y una misma cultura, enraizada desde la época orientalizante tartésica. Según comunicación verbal de los colegas portugueses que trabajan en Mértola, una ciudad fronteriza en el Algarve portugués, a la altura del Andévalo onubense, los hallazgos turdetanos son muy frecuentes y futuras excavaciones mostrarán que se trataba de algún punto de importancia dentro de esta región.

- Fenicios e indígenas: carácter fenicio de la Turdetania (Estrabón, III, 2, 13).- Estrabón tenía muy claro el carácter fenicio de la Península, o al menos de su mitad meridional, aunque no lo dice y los describe genéricamente: “Pero es mejor aún lo que vamos a recordar: la expedición de Heraklés y la de los phoinikes a estos parajes diéronle (a Hómeros), de sus habitantes, la idea de un pueblo rico y de buena condición; así, pues, su sujeción a los phoinikes fue tan completa, que hoy día la mayoría de las ciudades de Turdetanía y de las regiones vecinas están habitadas por aquellos”. Y poco más adelante, “pero las primeras noticias fueron debidas a los phoinikes, que dueños de la mejor parte de Ibería, de la Libyé, desde antes de la época de Hómeros, quedaron en posesión de estas regiones hasta la destrucción de su hegemonía por los rhomaíoi”. Aunque los acontecimientos no fueron de este modo, es significativo el hecho de que Estrabón, en época de Augusto, y movido por autores más antiguos, reconociese la antigüedad de la presencia fenicia en Occidente antes de la época de Homero, el impacto que causaron entre las poblaciones indígenas y su influjo hasta la llegada de los romanos a la bahía gaditana. Reconoce así el carácter fenicio, orientalizante o tartésico de las poblaciones turdetanas, que es el punto al que queríamos llegar. Siendo Estrabón un griego, y mencionando acontecimientos míticos y heroicos griegos, como las hazañas de Heracles en estos parajes, no reconoce el influjo helénico, sino el fenicio en el momento de aludir al carácter cultural de los turdetanos. Es una información de gran valor, pasado ya mucho tiempo desde la presencia fenicia y el tiempo en el que escribe, que aún se rememore a los fenicios como un factor principal de la protohistoria del Bajo Guadalquivir.

Cuestiones económicas (Estrabón III, 2-8).- Aquí le dedica un extenso espacio, que voy a resumir en pocas líneas. Enumera con pormenores sus riquezas agrícolas, ganaderas, pesqueras y mineras como causas del intenso poblamiento de la Turdetania y de la importancia de esta región. Claro es que habla en tiempos romanos, pero los mismos productos podrían aplicarse a la economía tartésica y turdetana. No es necesario entrar en más detalles para extrapolar la producción romana a la turdetana, que sería objeto de un estudio más detallado, y en parte me referiré cuando trate de los aspectos arqueológicos turdetanos.

La arqueología y las hipótesis más recientes

http://www.ffil.uam.es/reib3/diego_2.htm

Aún carece la Baja Andalucía de proyectos de investigación sobre el mundo turdetano, y se poseen más datos de la fase orientalizante precedente. Sin embargo, las excavaciones de estos últimos veinte años han ido exhumando restos de su arquitectura –no tan pobre por cierto como la creía García y Bellido– y sobre todo la expansión de las ciudades turdetanas, mediante estudios territoriales, y los procesos estratigráficos. Lo cual ha proporcionado una visión más real de este período histórico, que también ha tenido distintas interpretaciones de índole muy distinta.

A. Arribas (1965), que utilizó para el capítulo de los turdetanos las excavaciones del pasado siglo de Bonsor (1899) en los Alcores de Carmona, y las más recientes aportaciones de Setefilla (Thouvenot y Bonsor, 1927), y tuvo noticias de los resultados del Carambolo (Carriazo, 1973) y de Carmona (Raddatz y Carriazo, 1961), se quejaba de la falta de información y de las lagunas existentes para comprender el “fenómeno ibérico en sus orígenes y desarrollo” (56-59). Partiendo de los enterramientos tumulares conocidos y de sus ajuares funerarios, valoró el elemento céltico de esta necrópolis, vinculándola con el Valle del Ebro. Celtismo y orientalismo son los factores culturales dominantes, en su opinión, del substrato étnico-cultural ibérico. Los túmulos corresponderían a jefes celtas imbuidos de las modas orientalizantes. Del Carambolo y Carmona dedujo los vínculos existentes de la cerámica de boquique con la céltica meseteña, y la aparición de la cerámica ibérica antes del s. V a.n.e.

Más tarde, en 1977, se celebró el Simposi Internacional. Els Origens del Món Ibéric (Barcelona-Empúries 1977, Revista Ampurias 38-40, 1976-1978) en el que M. Pellicer (1976-78), tras la valoración de las estratigrafías conocidas, concluye que “la iberización en Andalucía Occidental es simplemente una consecuencia de la adaptación por los tartesios del bronce final de unas formas materiales y espirituales importadas fundamentalmente por los fenicios, colonizadores del siglo VIII a. de J.C., con alguna aportación del mundo griego y con ciertas influencias intermitentes del mundo atlántico y de la Meseta. Todo ello configura la cultura turdetana” (ibidem, p. 21). Más tarde estableció tres etapas en su desarrollo, desde el siglo V a comienzos del II a.n.e. (Pellicer, 1979-80, 331-332).

Para L. Abad (1979), la formación de la cultura ibérica se relaciona directamente con las corrientes orientalizantes sobre los pueblos indígenas –debe referirse principalmente a los fenicios– y después con los influjos púnicos o cartagineses, por cuya mediación se introdujo una dosis fuerte de helenización. Lo helénico debía estar presente como un factor de cambio cultural, y si no directamente, por mediación de los cartagineses helenizados.

En 1985 se celebró en Jaén las I Jornadas sobre el Mundo Ibérico –publicadas en 1987– dedicadas sobre todo al poblamiento de las distintas áreas regionales de la Península. Por primera vez se pretendía analizar la extensión de la cultura ibérica mediante estudios territoriales, considerando la intensidad del poblamiento y las distintas etnias. En cuanto a los turdetanos, J.L. Escacena (1987, 273ss.) elaboró un trabajo basado en las secuencias estratigráficas conocidas. Mi aportación consistió en analizar el proceso del Castillo de Doña Blanca y de su elenco cerámico (1987), no considerando ni el influjo cartaginés ni griego para su formación. Y J. Fernández Jurado (1987), trabajando en la misma región, trató del poblamiento onubense, tomando como base los datos de la ciudad de Huelva y el poblado de Tejada la Vieja. Se rompían así los viejos esquemas en el modo de análisis del mundo ibérico, mediante la valoración del poblamiento.

Poco después, J.L. Escacena (1987 y 1989) ha interpretado la formación de la cultura turdetana de modo muy original, con una base tal vez lingüística, apoyándose en los datos arqueológicos y fuentes grecorromanas, que merece la pena transcribir. El período turdetano significa “la recuperación de los viejos esquemas del Bronce Final bajoandaluz, que durante la fase tartésica colonial habían entrado en conflicto con ciertos elementos aportados por los distintos grupos étnicos orientales que hoy se engloban dentro de la expansión fenicia por el Mediterráneo occidental” (1989, 433). Y más adelante, “cuando se observa a los turdetanos desde la superficialidad de su cultura material más desprovista de contenido (...), puede llegarse a la conclusión precipitada de que su cultura no es más que la lógica evolución de los caracteres básicos del período precedente (...). Como puede observarse, todos los elementos que parecen ofrecer continuidad respecto al mundo anterior se refieren siempre a logros técnicos que poco afectan en realidad a las creencias religiosas, a las fronteras lingüísticas o a la propia conciencia del grupo tribal homogénea e independiente que pudieron tener los turdetanos” (1989, 433).

Es decir, entiendo que se recupera y revitaliza el mundo espiritual del Bronce final, de viejas raíces atlánticas e indoeuropeas, mantenido entre las capas sociales más bajas, a la vez que desaparecen las costumbres usuales que en la época orientalizante mantuvieron las élites sociales. Siguieron las creencias religiosas de los dioses indoeuropeos, mantenidas entre las capas sociales más bajas, a la vez que desaparecen las costumbres usuales que en la época que en la época orientalizante mantuvieron las élites sociales. Siguieron creyendo en dioses indoeuropeos, hablando la lengua arcaica del Bronce final y practicando ritos funerarios que no han dejado huellas (Belén, Escacena, Bozzino, 1991; Belén, Escacena, 1991; Escacena, 1989). La época turdetana se origina, si he entendido bien a este autor, con un problema étnico y social no exento de violencias, como se desprende de los estratos de incendios localizados en varios yacimientos. Aunque no se exprese abiertamente, el período turdetano se ha originado tras un conflicto social en el que se impusieron las capas más bajas de la sociedad tartésica, aprovechando, o tal vez provocando la crisis de finales del siglo VI a.n.e., que impusieron de nuevo las ancestrales costumbres indoeuropeas, que no habían estado nunca dormidas, sino bien vivas en el seno de la sociedad tartésica. Lo que a mi entender supone la existencia de un conflicto, o revuelta popular nacionalista, latente al menos durante doscientos años, resuelto a favor de la población indígena, contra los invasores orientales (Ruiz Mata, 1996). No quiero entrar en la discusión con esta hipótesis, que excedería del propósito de este trabajo.

El proceso cronológico en la formación del período turdetano

http://www.ffil.uam.es/reib3/diego_4.htm

De todo lo dicho se deduce que los turdetanos son los fenicios y tartesios de fines del siglo VI a.n.e. a época romana, y que su espacio geográfico viene a coincidir con el de Tartesos. No hay razones arqueológicas que permitan ver a los turdetanos como un pueblo diferente de aquellos, y ni griegos ni cartagineses fueron los causantes de su origen.

Cuando Estrabón (III, 2, 4) se refiere a las ciudades turdetanas, que cifra en
más de doscientas, cita una serie de ellas en las que ha habido excavaciones y nos reflejan el proceso histórico cultural y las cronologías. Eligiré, pues, las que han proporcionado una secuencia más precisa. Entre ellas cita a Córdoba, Cádiz, Sevilla, Carmona, Ategua, Osuna, Asta, Nabrissa, Onoba, y otras más que voy a analizar, aunque no las nombre Estrabón, y poseen fase turdetana.

Cerro Macareno
El Cerro Macareno (Pellicer, Escacena, Bendala, 1983) está situado a pocos kilómetros al norte de Sevilla (fig. 2), y está en parte destruido por los trabajos de extracción de áridos. En principio pudo tener 4 ó 5 Ha., y de ellas queda sólo poco más de 1 Ha. (fig. 3). Pese a las innumerables denuncias que se efectuaron, la Administración hizo caso omiso de ellas, desde 1971 a 1975, en que se incoó el expediente de expropiación. Uno de los casos lamentables que la Administración ha permitido en detrimento del Patrimonio Arqueológico, a pesar de la legislación vigente.

Los trabajos comenzaron en 1974, con actuaciones por parte de la Universidad Autónoma de Madrid y el Museo Arqueológico de Sevilla, cuyos resultados se han publicado en parte (Fernández Gómez y Oliva Alonso, 1979). Pero no fue hasta julio de 1976 cuando M. Pellicer (Pellicer, Escacena y Bendala, 1983), auxiliado por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Sevilla, realizó el corte estratigráfico V-20, de casi 8 metros de potencia y 26 niveles con una duración de unos 600 años o siete fases de ocupación, que ha proporcionado una secuencia completa desde una fase tardía del Bronce final hasta época republicana, que ha servido de paradigma durante mucho tiempo para la obtención del proceso protohistórico del Bajo Guadalquivir

- La más antigua es del Bronce final, de la segunda mitad del VIII, y se la ha denominado “tartesio precolonial reciente”. Los influjos fenicios no se produjeron en este momento, sino un poco más tarde, a lo largo del siglo VII a.n.e., posterior a los asentamientos cercanos del Carambolo o Carmona.

- La segunda fase es orientalizante plena, o “tartesia colonial plena”, y abarca el siglo VII y los inicios del VI.

-A continuación la fase tercera, la denomina “de transición” o “protoibérico”, datándose desde el segundo cuarto del siglo VI hasta mediados del V, “con unos elementos presentes que abogan por una industria local siguiendo las pautas del orientalizante con la introducción de los primeros barnices cerámicos de mala calidad que no son precisamente orientales” (Ibidem, 108).

- La cuarta fase datada entre desde mediados del siglo V hasta el segundo cuarto del IV, se ha denominado “ibérico inicial”. En este momento se advierte una destrucción violenta de las viviendas, “consecuencia quizás de algún episodio bélico relacionado con el mundo cartaginés” (Ibidem, 107). No obstante, en la segunda mitad del siglo V el comercio debió ser de gran intensidad, si se tiene en cuenta “la presencia abundante de ánforas griegas y púnicas”.

- La fase posterior, o quinta, desde el segundo cuarto del IV hasta mediados del III, define la cultura “ibérica plena”, “que tendría aquí menos calidad que en el Sudeste hispano o en el círculo de Andalucía oriental, desde donde el Cerro Macareno percibiría no solamente las ideas sino incluso materiales” (Ibidem, 108). Termina esta etapa posiblemente con los inicios de las guerras púnicas, que supuso también un momento de retroceso económico a juzgar por el número de ánforas.

- “Ibérico final”, que perdura hasta la romanización plena, quizás hasta mediados del siglo II, “según demuestra la creciente presencia de productos romanos” (Ibidem, 108).

- A mediados del siglo II, en plena romanización, se ha situado la fase denominada “iberorromana”, en la que “el sustrato ibérico indígena sigue todavía muy fuerte” (Ibidem,108). Hacia el año 100 la presencia de ánforas cartagineses y romanas sugiere un comercio floreciente, justamente en el momento de abandono del Cerro Macareno.

El suma, los comienzos del iberismo –mejor emplear el término de turdetano– comienza en el CM en el segundo cuarto del siglo VI, y ocupa una serie de fases hasta época romana. Este aspecto es de gran interés, la pervivencia de materiales turdetanos en época republicana, que también se advierte en la zona más baja del Guadalquivir. Lo que no está muy claro es la relación de los estratos de incendio, en un área tan restringida, con el mundo cartaginés en la segunda mitad del siglo V y comienzos del IV.

Sevilla protohistórica
Las condiciones geológicas y medioambientales de Sevilla han variado mucho a lo largo de la Prehistoria reciente. Fue F. Collantes de Terán quien, en 1944, realizó una estratigrafía en la Cuesta del Rosario, de la que obtuvo materiales protohistóricos (Collantes de Terán, 1977). Después de cuarenta años, hasta 1983, no se volvieron a efectuar excavaciones en la Sevilla prerromana. La antigua ciudad se hallaba en un pequeño promontorio al borde del Guadalquivir donde podían acceder las embarcaciones. Este cerro de 450 x 200 metros, debió estar flanqueado al sur y al este por el cauce del arroyo Tagarete, del que distaba 450 m, y por el oeste por un brazo secundario del río (Campos Carrasco y otros, 1988) (fig. 6). Las excavaciones se realizaron en la calle San Isidoro, donde se garantizaba una estratigrafía de 8 m de potencia, que ha proporcionado la siguiente secuencia:

- Fase I (Bronce Final reciente).- Cerámicas exclusivamente a mano, datadas desde el siglo X, aunque son más frecuentes a fines del IX y durante todo el siglo VIII a.n.e.

- Fase II (Orientalizante).- Es la fase de apogeo del yacimiento y cuando se produce el impacto de la presencia fenicia en la zona. Se advierten las primeras huellas de urbanismo. Se ha datado entre el 750 y 550 a.n.e.

- Fase III (Fase protoibérica o de transición).- La mayoría de las cerámicas son ya turdetanas plenamente configuradas. Su datación es desde mediados del VI hasta la primera mitad del V a.n.e.

- Fase IV.A (Ibérico Inicial).- Se fecha en la primera mitad del siglo V a.n.e., donde se advierte la destrucción de una vivienda mediante un incendio, al que siguió una clara recuperación del poblado en la segunda mitad del siglo.

- Fase IV.B (Ibérico Pleno).- Su cronología ocupa todo el siglo IV a.n.e., y muestra todo el elenco característico turdetano.

- Fase IV.C (Ibérico Final).- Abarca todo el siglo III a.n.e., y durante él se observa una secuencia cronológica: construcción de una vivienda en la primera mitad, su destrucción por un incendio en el tercer cuarto del siglo, y la posterior colmatación hasta sus finales.

Además de esta excavación que ha suministrado la secuencia protohistórica de la ciudad de Sevilla, se ha excavado en la Cuesta del Rosario, Argote de Molina y Fabiola. En la Cuesta del Rosario, tras un nivel de finales del siglo VII y comienzos del VI a.n.e., se advierte otro datado durante todo el siglo VI/comienzos del V a.n.e. Otros estratos de época prerromana corresponden al siglo IV –nivel 1– el nivel II alcanza hasta finales del III, y en el nivel III se detectó un gran incendio. En la calle Argote de Molina (Campos, 1986) se realizó un corte estratigráfico de época también prerromana, que alcanzó una potencia de 8.60 m. El nivel más antiguo corresponde al Ibérico Inicial, desde mediados del siglo V hasta principios del IV a.n.e.; otra fase se ha datado entre finales del IV y finales del III, a la que sigue la etapa del Ibérico Final, que se extiende hasta finales del III a.n.e. En la calle Fabiola se alcanzó hasta 9 m. de profundidad, desde los siglos VII-VI hasta la mitad del V a.n.e.

En resumen, el poblamiento más antiguo se ha detectado en San Isidoro, y durante el siglo VII la ciudad se extendió hacia la Cuesta del Rosario y calle Fabiola; a partir de finales del siglo VI en ambas zonas se detecta una crisis, más acusada en la Cuesta del Rosario. A mediados del siglo V a.n.e., en la fase Ibérica Inicial la ciudad se expandió por toda el área señalada (fig. 7), mientras que en el segundo tercio del siglo III a.n.e son perceptibles niveles de incendios que pudieron afectar a toda la ciudad, tal vez causados por la presencia de los bárcidas en una de las campañas a partir del 237 a.n.e. El aumento de población en el siglo V a.n.e. se ha interpretado en relación abandono del Carambolo y el traslado hacia Sevilla, y los estratos de incendios de mediados del III, o poco después, como consecuencia de la actividad cartaginesa.

Carmona
En 1980 se excavaron los cortes CA-80/A y CA-80/B (en ambos extremos de la ciudad (fig. 9), que han presentado la secuencia de la figura 8.

Colina de los Quemados (Córdoba)
La excavación de este corte estratigráfico (Luzón y Ruiz Mata,1973) en la ciudad de Córdoba no supuso otra actuación más, sino la secuencia pionera, junto a la de Carmona (Raddatz y Carriazo, 1964), que proporcionó las bases del proceso protohistórico de Andalucía Occidental. La secuencia es la siguiente:

- La fase más antigua –nivel 18– corresponde a un momento del Bronce pleno, con vasos esféricos, hemiesféricos y carenados, de la segunda mitad o de mediados del II milenio a.n.e.

- El estrato 17, de escasa potencia, contenía un material distinto al anterior, con formas de un Bronce final anterior al mundo rico de las cerámicas bruñidas, o a la “etapa clásica”, datado hacia los siglos X-IX a.n.e.

- Posteriormente, en el estrato 16, comenzó la aparición de las formas típicas del Bronce final, con fragmentos abundantes y nuevas formas: cuencos carenados, vasos bicónicos y de superficies toscas, anterior a las primeras cerámicas a torno orientalizantes.

- El estrato 15 es una serie sucesiva o renovaciones de pavimentos muy finos pintados de cal, con cerámica poco significativa.

- Sobre ellos, un muro de cantos rodados pertenecientes a una habitación de forma circular –estrato 14– con cerámicas del Bronce final y todavía anterior a las cerámicas a torno.

- Sobre la destrucción de esta habitación y su relleno, se dispuso un pavimento de placas de adobes sobre el que había, esparcida, gran cantidad de escorias posiblemente de cobre. Son los estratos 13 y 13x, que aportaron muy poco material para datarlos.

-A partir de aquí, y sobre un estrato de tierra quemada y carbón, de gran potencia –estrato 12– aportó los primeros materiales a torno junto a formas indígenas. El estrato se data en el siglo VII a.n.e.

- En el estrato 11 las cerámicas son ya prácticamente a torno, con decoraciones más descuidadas e industrializadas que en la fase precedente. Sucede igual en el estrato 10. Ambos se han datado en el siglo VI a.n.e., sin precisar demasiado. Es probable que en el estrato 10 pueda hablarse de comienzos de la etapa turdetana.

- El estrato 9, del siglo V a.n.e., representa una fase de transición entre la última fase orientalizante y lo turdetano.

- Los estratos 8 y 7, distinguidos por las coloraciones de las arcillas, poseen prácticamente el mismo material, y pueden fecharse entre los siglos V y IV a.n.e., por la aparición de una asa de kylix griega.

- Por último, los estratos 6, 5 y 4 corresponden en realidad a una misma época, con materiales del siglo III a.n.e., y supone el abandono del poblado en esa zona, sin que se haya concretar bien la cronología, que pudiera ser la de fines del III y comienzos del II.

La secuencia es muy similar a las que se han analizado en el Bajo Guadalquivir, desde la época prefenicia hasta época romana. El corte estratigráfico fue demasiado pequeño para la obtención de una tipología más amplia, que reflejase un numero mayor de atributos.

Huelva
La ciudad de Huelva cuenta con una amplia bibliografía, que recoge los resultados de las actuaciones en la ciudad protohistórica y en la necrópolis de La Joya. Sólo voy a recoger aquí las fases distinguidas en las excavaciones realizadas en el Cabezo de San Pedro (Blázquez, Ruiz Mata y otros, 1979; Ruiz Mata y otros, 1980) y en los cabezos más bajos de la ciudad, que han sido sintetizados por J. Fernández Jurado (1988-1989).

- En el Cabezo de San Pedro, la población más antigua corresponde al Bronce final, en la etapa que he denominado clásica (1994), en torno al finales del siglo IX y primera mitad del siglo VIII a.n.e., seguida de una fase orientalizante de fines del siglo VIII/primeros decenios del VII a.n.e.

J. Fernández Jurado, la efectuado una cronoestratigrafía con las siguientes fases:

- Tartesico Antiguo (Ibidem, 210 ss.), que desde un punto de vista arqueográfico coincide con la Fase I de mi clasificación. Inicio de la metalurgia de la plata.

- Tartesico Medio I.- Continúan las formas parecidas a las del período precedente, y aquí tienen lugar las primeras importaciones fenicias u obras arquitectónicas, como el muro del C.S. Pedro.

- Tartesico Medio II.- Se advierten ciertos cambios en las cerámicas indígenas y un aumento considerable de las cerámicas fenicias. Entre las cerámicas hay que destacar un escifo eubeo, con metopa de pájaro, datado entre el 750 y 700 a.n.e.

- Tartesico Medio III.- Se sitúa durante todo el siglo VII, y genéricamente se le conoce como Período Orientalizante. En relación con los tipos cerámicos se han efectuado tres subdivisiones, que no son necesarias describirlas aquí.

- Tartesico Final.- Según Fernández Jurado (Ibidem, 230), “La denominación de este período indica, obviamente, que nos estamos refiriendo al último período de Tartessos, aunque el mismo ocupe prácticamente cien años. Y lo nombramos así porque al margen de ser una época de indudable desarrollo comercial, con la llegada de los productos griegos que compiten con el tradicional monopolio fenicio, es ésta una etapa que marca el final de una cultura, la tartésica, que estuvo entroncada, desde siglos antes, con el devenir de los acontecimientos del mundo mediterráneo. Cuando a finales del siglo VI a.C. se rompa la unión directa que tartessos tenía con el Mediterráneo, la baja Andalucía en general y el ámbito onubense en particular seguirán otros derroteros que culminarán en la configuración del mundo turdetano”. No entraremos aquí en el problema de las cerámicas griegas, de las que nos ocuparemos en un capítulo más adelante.

En la Tesis Doctoral de Pilar Rufete Tomico defendida en la Universidad de Sevilla en 1995, sobre el mundo ibérico-turdetano onubense, distingue varias fases en distintos puntos onubenses (fig. 10), desde el 560/530 a.n.e., basándose en los cambios de los materiales cerámicos.

- Turdetano I.- Durante esta fase, datada entre 540/30-480 a.n.e., no se advierte un cambio o ruptura brusca, sino continuidad, y se introducen formas nuevas. Las cerámicas a mano disminuyen, pero aún son abundantes los vasos de engobe rojo con ciertos cambios formales y lo mismo sucede con las cerámicas grises. En cuanto a las cerámicas griegas, se reducen notablemente las que proceden de la Grecia del Este y se constata el inicio del comercio masaliota en Huelva. Ha sido de gran ayuda para la cronología el hallazgo de un fragmento de figuras negras, que posiblemente corresponda a un tipo de ánfora –“belly amphora”– característica del Pintor de la “línea roja”, datado entre el 510 y 490 a.n.e., que marca el final de esta fase.

- Turdetano II.- En realidad continúan formas de la fase anterior, y son las producciones de engobe rojo y las importaciones griegas, entre las que sobresalen las copas de “tipo Cástulo”, de mediados o segunda mitad del siglo V a.n.e., y un fragmento de escifo de “rojo coral”, una producción ática fabricada entre el 540 y 460 a.n.e., que alcanza su máximo desarrollo a fines del siglo. En este momento debe fecharse en Huelva. Se ha hallado también el cuenco de un asa –“one-handler”– que perdura desde el 480 hasta finales del siglo. En un segundo momento, que la autora denomina Turdetano II.b, el comercio parece activarse, hallándose numerosas ánforas de distintas procedencias y cerámicas griegas del tipo de Saint Valentin, del tercer cuarto del siglo V, y las copas de la “clase delicada”, de fines de ese siglo/comienzos del IV a.n.e., procedentes del ámbito ampuritano, que en Huelva terminan por esta época –en el Turdetano II.c– y que se ha interpretado como una fase de depresión económica.

- Turdetano III.- Su caracterización principal es la irrupción de nuevas formas y la desaparición de las cerámicas griegas, salvo algunos vasos de figuras rojas del Grupo del Pintor de Viena del segundo cuarto del siglo IV a.n.e., coincidente con una recuperación económica y constructiva. Las formas cerámicas son ya muy similares a las del área del Estrecho.

- Turdetano IV.- El material es similar al anterior, más algunas peculiaridades en las ánforas, y la aparición de las cerámicas rojas de Kuass, tan frecuentes en el Castillo de Doña Blanca, halladas aquí por vez primera junto a cerámicas áticas de figuras rojas.

El desarrollo turdetano en la Bahía de Cádiz a través del Castillo de Doña Blanca

Hasta ahora el único asentamiento bien conocido es el del Castillo de Doña Blanca, que ofrece una secuencia estratigráfica amplia y completa desde los momentos de su fundación fenicia en época arcaica –hacia 780/770 a.n.e.– hasta su abandono, entre el 210-205 a.n.e.(Ruiz Mata y Pérez, 1995). No voy a extenderme demasiado en los estratos fenicios de los siglos VIII y VII a.n.e., de los que se han publicado varios avances (Ruiz Mata y Pérez, 1995, donde se recoge la bibliografía publicada hasta el momento, 135 ss.). Las secuencias, selectivas, recogidas en este estudio proceden de asentamientos indígenas y de sus estratos orientalizantes. El CDB es un asentamiento fenicio, y el paradigma de las secuencias protohistóricas del Bajo Guadalquivir. De aquí voy a recoger sólo ciertos aspectos.

- Durante los siglos VIII y VII a.n.e., los materiales y las características del asentamiento corresponden a un asentamiento fenicio. Junto a ellos, se han recogido formas y decoraciones del Bronce Final indígena como consecuencia de la inclusión en el poblado de una población autóctona, como sucede en la mayoría de los asentamientos fenicios que conviven cerca de otros indígenas. Son los casos por ejemplo de Morro de Mezquitilla, cuyos materiales a mano no se han publicado aún, Adra (Suarez, A. y otros, 1986 y 1989), o la misma Cartago, según nos han confirmado miembros del equipo de investigación.

- Durante el siglo VI a.n.e., y más bien hacia mediados, se percibe la evolución de ciertas formas fenicias y el comienzo de otras nuevas que, con ligeros matices, van a constituir el elenco tipológico turdetano de los siglos V a III a.n.e., que detallaré más adelante.

- Durante los primeros decenios del siglo V a.n.e., el poblado adquiere una nueva estructura urbana y se ciñe de nuevos sistemas defensivos, tras la construcción de la fortificación de época arcaica. Los tipos cerámicos han evolucionado hacia las formas clásicas turdetanas, que en muchos de sus aspectos mantendrán tradiciones orientalizantes.

- En los siglos IV y III se consolidan las formas que caracterizan la cultura turdetana y se hallan en el territorio turdetano que hemos descrito.

En suma, el proceso histórico cultural de los asentamientos analizados, y las caracterizaciones cerámicas, a excepción de pequeñas diferencias locales, ofrecen una secuencia muy similar desde el Bronce Final hasta los inicios de la romanización. En ellos se advierten materiales muy similares y cronologías coincidentes en las fases de formación y desarrollo turdetano. Y son precisamente estas cerámicas y su expansión las que delimitan la región turdetana de otras etnias ibéricas colindantes.

El territorio turdetano. Proyectos de investigación

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Los estudios de territorio deben jugar un papel importante y prioritario en cualquier análisis arqueológico, para determinar los espacios étnicos y políticos, y de geografía humana, como proceso dialéctico hombre/medio. Los estudios de territorio contemplados como proyectos en la Normativa que rige las actividades arqueológicas en Andalucía, tienen planteamientos metodológicos y teóricos explícitos, y constituyen por sí mismos objetivos de estudio a medio y largo plazo y en la mayoría de los casos se integran en las excavaciones sistemáticas. Los objetivos no son la acumulación de puntos arqueológicos en un mapa, sino de un análisis con objetivos históricos.

Se cuenta en la actualidad con bastante información, de muy distinto valor, que en muchos casos requiere una revisión en profundidad, dotándola de enfoques y metodologías más sólidas. Los datos oscilan desde los más elementales de la carta arqueológica hasta el análisis con objetivos históricos definidos.

En lo que atañe a Andalucía occidental, los trabajos se han realizado en la zona prelitoral y litoral onubense, o Tierra Llana y área de Tejada la Veja, entre el Guadiana y el Guadalquivir (Campos, J. y otros, 1990); los Alcores de Carmona (Amores, F., 1982; Amores, F. e I. Rodríguez Temiño, 1984), El Aljarafe (Escacena, J.L., 1987), la Vega del Río Corbones, prospectado por I.R. Temiño y aún sin publicar, y otras zonas como Alcalá de Guadaira (Buero y otros, 1989), Gilena (Romo y otros, 1988), Montellano (Velasco y otros, 1988), Estepa (Juárez, 1988), Osuna (Pérez, Vargas y otros, 1987), Puebla de los Infantes (Ojeda y otros, 1988), Aznalcázar (Rodríguez, Cáceres y otros, 1988), Lebrija (Caro, A., 1991) y Fuentes de Andalucía (Fernández Caro, 1985), además de otros trabajos realizados como tesinas, en la provincia de Sevilla; en la de Cádiz, Arcos de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda (Lavado, M.L., 1987), Barbate (Bernabé, 1987), y en la actualidad se trabaja en varios proyectos sobre el occidente de la provincia gaditana –Trebujena, Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Rota y El Puerto de Santa María– (González, Barrionuevo, Aguilar y Ruiz Mata, 1992), la costa atlántica gaditana (Ramos, J., 1992). Se están desarrollando más programas de estudios de territorio en el tramo medio del Guadalquivir, río Genil y Córdoba.

En líneas generales señalemos que la mayoría de los poblados comienzan a habitarse durante el Bronce final, y en algunos se advierte un estrato más antiguo del Cobre. Muy pocos poseen una secuencia desde el Bronce pleno al final. A juzgar por las estratigrafías excavadas y por los restos arqueológicos recogidos en prospecciones, un porcentaje inferior de asentamientos perviven hasta época turdetana. Durante la época orientalizante se abandonaron o desplazaron un buen número de poblados indígenas hacia núcleos mejor situados para las estrategias productivas y comerciales tartésicas.

Los yacimientos del Bronce final tartésico delimitan su extensión espacial en las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, enclavándose principalmente en la Depresión Bética, y en este ámbito la vía fluvial del Guadalquivir alcanzó un gran relieve con centros de gran importancia. El río Guadalquivir, la vía más importante de penetración hacia la Alta Andalucía, se pobló de numerosos asentamientos, determinando un eje longitudinal a lo largo del eje del río, e igual es el caso del Guadalete hasta la Serranía de Ronda. Pero también se percibe el modelo reticular en la campiña, con importantes asentamientos agropecuarios.

Otros puntos fueron las desembocaduras de los ríos mencionados. En la zona pre y litoral onubense la concentración es menor, y se agrupan en torno a los ríos Tinto y Odiel y Tierra Llana, pero sin la acumulación del Bajo Guadalquivir. La mayoría de las poblaciones del Bronce final, que poseen una fase orientalizante, alargaron sus actividades hasta época turdetana.

Cuando estén más adelantados los trabajos de investigación del territorio, y se publiquen sus resultados, se obtendrá una visión más precisa de la intensidad de la ocupación y de sus modelos, de los que ahora se posee una idea más o menos ajustada a la realidad del poblamiento. Aún con estas deficiencias, se obtienen unas bases orientativas. Hacia los siglos IX y VIII a.n.e. se advierte un aumento de población, con asentamientos diferenciados según rangos políticos y económicos. Con la presencia fenicia, y desde finales del siglo VIII y primera mitad del VII a.n.e., se advierte un cambio en la estructura del territorio y el surgimiento de poblados que imitaron los modelos semitas, abandonándose la mayoría de los pequeños núcleos indígenas, consecuencia de una profunda reestructuración en la diversificación de los recursos económicos y en la producción de excedentes, que condujeron a un sistema comercial nuevo y a cambios sociales y políticos importantes en el seno de la sociedad indígena, con sistemas complejos en la división del trabajo y a sociedades estratificadas, en las que las relaciones de producción transformaron las antiguas estructuras de carácter familiar. La ciudad es ahora el centro político y económico, y el origen de las sociedades turdetanas.

Urbanismo turdetano

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La ciudad en el sentido urbano en que la entendemos se origina en los modelos traídos por los fenicios durante el siglo VIII a.n.e.: sistemas de fortificaciones, distribución en ínsulas de las viviendas, separadas mediante calles, viviendas compartimentadas, técnicas constructivas, zonas industriales y de almacenaje, etc. Lo que implica cambios estructurales socioeconómicos y políticos de gran complejidad. La ciudad fortificada es ahora el centro de producción y político.

El Castillo de Doña Blanca como paradigma de la ciudad turdetana
La ciudad fenicia más antigua de la que poseemos más información es el Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata y Pérez, 1995; Barrionuevo y Ruiz Mata, 1996) (fig. 15). Hasta el momento se ha excavado una zona amplia de viviendas fenicias del siglo VIII a.n.e., con pequeñas viviendas que disponen de tres o cuatro habitaciones y técnicas constructivas a base de mampuestos tramados con arcillas, paredes revocadas y encaladas, decoradas en ocasiones mediante un zócalo rojo; los suelos suelen ser de arcilla roja depurada y compacta, que se renuevan con frecuencia mediante delgadas capas de cal. En su interior suelen instalarse hornos para la cocción del pan y hogares bien construidos de mampuestos y suelos de guijarros o trozos de ánforas (fig. 16).

En el poblado se han excavado dos zonas amplias en el extremo sureste, que corresponden a viviendas fenicias del siglo VIII y a los siglos IV-III a.n.e. (figs. 17 y 18). En Las Cumbres se ha investigado gran parte de una ínsula en 1.600 metros cuadrados, del siglo III a.n.e. Me referiré a estas dos últimas que se sitúan en un momento pleno turdetano.

Por los restos de urbanismo exhumados, la ciudad turdetana se hallaba articulada en ínsulas y zonas abiertas o plazas. Una calle del CDB posee una anchura de 4 m. y el piso se construyó mediante arcillas entremezcladas con fragmentos de cerámicas y piedrecillas para proporcionar más consistencia. En un corte practicado en la calle se han detectado hasta cinco renovaciones sucesivas en un corto espacio de tiempo, tal vez en poco menos de cien años. Los suelos de la calle de Las Cumbres son simplemente de tierra, reforzados a trechos con fragmentos cerámicos, por lo general fragmentos de ánforas. En otro tramo del CDB, en momentos previos a su abandono, se emplearon grandes losas apoyadas en la tierra.

Las habitaciones constan seguramente de tres o cuatro habitaciones rectangulares y en algún caso cuadradas. En cuanto a las técnicas constructivas, las paredes son todas de mampuestos de pequeño tamaño, con las esquinas en ocasiones reforzadas mediante sillares, y los muros maestros poseen en torno a 55 cm. y los medianeros 35 cm. Son escasos los muros de tapial o de ladrillos de adobes, y cuando se construyen son siempre muros medianeros. Hay que destacar la existencia de un muro de adobes rectangulares, como grandes ladrillos, trabados con una espesa de cal y arena. Las paredes poseen un zócalo de mampostería, que ofrecen variaciones en cuanto a su sistema constructivo, que soportan una superestructura de tapial, con suelos espesos de arcilla roja y capas delgadas de cal, como en las habitaciones fenicias arcaicas. Las puertas se abren en las esquinas o en el centro, y en varios casos una losa plana sirve como umbral. En un caso se advierte que una jamba posee un pequeño rehundimiento en su cara interior, a unos 20 cm. sobre el umbral, que podría haberse empleado para sujetar la traba de la puerta. No poseemos datos de cómo serían las techumbres, pero en el caso de una casa incenciada se halló entre el derrumbe y el suelo restos de madera, de lo que se infiere que se cubrían de una estructura de madera y materia vegetal.


Otros elementos constructivos son basas de piedra calcarenita para el apoyo de pilares de madera que sostendrían la techumbre. E incluso en una ocasión, en Las Cumbres, una basa de piedra calcarenita con una gran laja de piedra casi circular que podría haberse utilizado como zapata en el extremo de un pilar de madera. También son frecuentes el empleo de círculos o semicírculos en las esquinas interiores de las entradas, para albergar ánforas o grandes vasos que contendrían agua.

En Las Cumbres, como se dijo, se ha excavado una ínsula casi completa, flanqueada al norte por una calle y al sur un gran espacio abierto con restos de actividades industriales. Las estructuras excavadas en la ínsula denotan un carácter industrial, con espacios alargados para almacenaje –en uno de ellos se hallaron ánforas apoyadas contra la pared– lagares y otros espacios destinados a la producción de vino. En la plaza abierta se han exhumado dos estructuras circulares, limitadas por el arranque de un estrecho muro de tapial, que se relacionan tal vez con el proceso del cocimiento del mosto; en otros casos, se trata de hornos de pan, y para esta actividad son frecuentes los molinos barquiformes, en ocasiones de gran tamaño.

Las viviendas, según los muros medianeros, de grosores fijos en torno a 55 cm., ocupan un espacio de 50/60 metros cuadrados, y son de planta más o menos cuadrangular, subdivididas en cuatro habitaciones.

Son tantos los detalles y características constructivas que no es posible describirlas en este trabajo, y sería preciso excavar mayores extensiones para obtener ideas más concretas de la distribución espacial del poblado, sus espacios funcionales y jerarquizados, que proporcionase una lectura de estas complejas ciudades turdetanas, cuyas raíces y técnicas constructivas se hallan en las más antiguas fenicias.

Tejada la Vieja, orientalizante y turdetana
El poblado protohistórico, en el término municipal de Escacena del Campo (Huelva), ocupa una pequeña elevación de terreno y se extiende escalonadamente sobre tres terrazas, que suman 6,4 Ha. (Fernández Jurado, 1987), y se ciñe de una muralla de mampuestos a lo largo de 1.475 m. (figs. 19 y 20).

Según sus excavadores, se distinguen tres fases en el poblado: a) su ocupación se inició la fines del siglo VIII a.n.e., perdurando este momento hasta fines del VII, sin huellas perceptibles de urbanismo, salvo la muralla; b) en la segunda fase, datada desde fines del siglo VII a mediados del VI a.n.e., es cuando se constatan los primeros elementos arquitectónicos de habitación, muy escasos; c) la Fase III se ha subdividido en dos momentos a y b; en la a, de mediados del VI a mediados del V a.n.e., se definen las manzanas de edificios y la red viaria, y durante la b, de mediados del siglo V a mediados del IV a.n.e., en que se abandonó el poblado, se construyeron unos cuantos edificios y otros se remodelaron. La planta (fig. 19) muestra el resultado del urbanismo en los trabajos efectuados hasta 1987. En ella se advierten ínsulas más o menos regulares con zonas abiertas y calles y lugares de paso. Los edificios señalados en oscuro corresponden a las excavacio­ nes de A. Blanco (1982), y se interpretaron como almacenes datados en el siglo V a.n.e.

La planta es ilustrativa de un poblado de época turdetana de los siglos V-IV a.n.e., pero aún falta un estudio pormenorizado de sus características funcionales y técnicas constructivas, que no se detallan en la Memoria publicada.

El poblado turdetano de Alhonoz, en el valle medio del río Genil
Durante la década de los setenta se ha venido excavando un poblado protohistórico, en el término municipal de Herrera (Sevilla), habitado desde el Bronce final (López Palomo, 1981) hasta época turdetana, y con restos importantes romanos e islámicos. Se trata de uno de los muchos poblados de Andalucía occidental que se habitaron desde el Bronce final hasta épocas ibérica o romana. La amplitud de la excavación y de sus estructuras urbanas, además de su enclave en el río Genil cercano al término cordobés, es el motivo de que aludamos a él como modelo en un punto ya distante del Bajo Guadalquivir (fig. 21). Los edificios se han datado a finales de la época ibérica, a fines del siglo III a.n.e., pero sin gran certeza, debido a las remociones y deposiciones de las capas superficiales.

Señalemos algunas de sus características. La tendencia habitual de las habitaciones es rectangular, y el número de dependencias de las viviendas oscila entre una –casa 4– y cuatro –casa 2– que puede corresponder a un personaje de rango. La calle sur, taponada en su extremo, es bastante amplia, y en su flanco norte se han hallado los restos de un estrecho muro donde a trechos se intercalan grandes piedras y ciertas evidencias de haber tenido empotrados rollizos de madera para el apoyo de soportales. De ser cierta esta interpretación, sería la primera vez que se documentan en los poblados excavados turdetanos. A partir de esta calle, que posee una pequeña entrada hacia el Este se penetra en las viviendas. Sus suelos, salvo la habitación interior de la vivienda 2, son simplemente de arcilla apisonada. Además de estas características generales, se han hallado dos aljibes.

En cuanto a las técnicas constructivas, los muros se construyeron de mampuestos irregulares, con la cara exterior aplanada, y trabados con arcillas, que le proporcionan cierta uniformidad al paramento. No se menciona nada de paredes revocadas ni del uso de la cal, como en las habitaciones del CDB, ni tampoco del sistema de cimentaciones, y parece que los puntos de apoyo se hallan en algunos casos sobre restos de edificios más antiguos, de los que se han hallado dos fases previas a la descrita. La evolución del poblado y sus cronologías, según su excavador, se exponen en la figura 21. Son etapas muy ambiguas, en las que hay poca precisión cronológica, como por ejemplo la Fase III, datada entre los siglos VII y V a.n.e., y definida como “Etapa de colonización de ambiente púnico. Arranque de la cultura ibérica”, que significa bien poco para la precisión cronológica que actualmente el investigador requiere.

Sistemas de fortificaciones

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Después de los poblados fortificados de la Edad del Cobre y Bronce Pleno, en los últimos siglos del segundo milenio a.n.e. los asentamientos del Bronce final carecen por lo general de sistemas de fortificación en el Bajo Guadalquivir. Son hábitats abiertos, que por lo general no se rodean de murallas en lo que se ha podido analizar en esta zona.

La primera referencia histórica que poseemos de recinto fortificado es la ciudad fenicia de Gadir, un topónimo que precisamente viene a significar ciudad rodeada de muralla. Las excavaciones realizadas en la ciudad de Cádiz/Gadir no han proporcionado restos de época arcaica, ni de su urbanismo, ni de la muralla a la que alude su nombre. El ejemplo de recinto amurallado fenicio más antiguo se ha excavado en el Castillo de Doña Blanca que ofrece características paradigmáticas para los ejemplos posteriores de ciudades indígenas y orientalizantes. En este trabajo aludiremos a las fortificaciones de tres ciudades que pueden ilustrar las características de los tipos de murallas orientalizantes y turdetanas.

Castillo de Doña Blanca
Desde el siglo VIII a.n.e., hacia el 730-720 a.n.e., según dataciones de termoluminiscencia, la ciudad se fortificó mediante una recia muralla, provista de amplios bastiones de tendencia semicircular (Ruiz Mata y Pérez, 1995). Se construyó sobre un suelo compacto realzado de arcilla rojiza y piedras en el que apoya un zócalo de mampostería, y sobre él se alza el paramento, también de mampuestos irregulares trabados con arcilla, ataludado en su parte superior, y por delante se abrieron dos fosos excavados en el suelo de calcarenita. La pared posee vestigios de haber estado recubierta de arcilla, como revoco, de modo que quedaba oculta la estructura de mampuestos. Se ha excavado muy poco de su recorrido, debido a la potencia de tierra que la ocultaba por el exterior. Los elementos son, por tanto, suelo realzado y muy compacto, zócalo, paramento sobre el zócalo, que conserva casi 5 m. de altura, parte superior en talud, con reposiciones de los siglos VII-VI con sillares, mampuestos como elementos constructivos, revocados de arcilla muy depurada, y amplios bastiones. Es el modelo de muralla fenicia más antigua que se conoce hasta el momento (fig. 26).

Entre los siglos V y IV a.n.e., y en parte utilizando como sustentación la zona superior de la muralla fenicia o bien sobre viviendas anteriores, se construyó una muralla ya turdetana, de la que sabemos que tenía estructura de casernas y una fábrica más elaborada. Hay indicios en el poblado de casernas anteriores, en el extremo sudeste de la ciudad, de época fenicia arcaica. Comienza la época turdetana con un nuevo estilo de fortificación, donde la caserna o casamata es el elemento más relevante.

La muralla mejor documentada, que anuló a la anterior, se data en el siglo III a.n.e., o fines del IV. Es lógicamente la más superficial, lo que ha contribuido a que se haya excavado a lo largo de casi 240 m., ofreciendo una parte importante de su planta que permite su reconstrucción (fig.26). Aquí presentamos sólo un tramo a mayor escala que permite definir sus características planimétricas (fig. 15). La muralla ex novo que destruyó gran parte de las estructuras urbanas, para una cimentación muy consistente a base de arcilla rojiza y piedras y una profundidad de más de 1 m., con zócalo y paramento de sillarejos de 1,20 m. de anchura el muro exterior y de 0,90 m. el interior, que unido a los 3,5 m. de separación entre ambas caras proporciona un ancho total de 5,5 m. Está constituida por dos muros paralelos, separados entre sí por una distancia de 3,5 m. y otros perpendicu­ lares, siempre a la misma distancia, que despejan espacios cuadrados. En el espacio excavado se advierten cinco tramos separados mediante torres cuadrangulares, adelantadas como avanzadillas. A partir de la torre se produce un quiebro en el tramo de las casamatas, que origina una traza zigzagueante. El tramo mejor conocido entre dos torres posee una alineación de once casernas, que debe ser la distancia y estructura rítmica de la muralla. Las torres son por lo general de 10 x 9 metros cuadrados, siendo el lado más largo el perpendicular a las casamatas, y a veces se subdividen en dos espacios mediante un muro transversal, en ocasiones de sillares, que pueden ser remodelaciones de época bárcida. A ellos atribuyó también habitaciones, en la zona sudeste, para almacenaje y zonas de trabajos, construidas con sillares de diferentes tamaños, engatillados a veces, y en algún caso con almohadillado poco prominente.

Este sistema de casernas, que acaso se remonta a época fenicia arcaica, y se documenta con claridad en los siglos V-IV a.n.e., tendría una doble función: la construcción de una muralla potente de casi 6 m. de anchura, con ahorro de trabajo y de materiales, que en caso de necesidad las casernas podrían rellenarse de piedras y tierra para proporcionar mayor consistencia y dificultad a los zapadores, y de otra parte habilitar sus espacios como talleres o almacenes, e incluso como habitaciones para viviendas. Una solución funcional y técnicamente muy sabia en el perímetro de la ciudad. Este tipo, una obra de ingeniería militar y funcional bien diseñada y compleja, debió servir de modelo para otras murallas turdetanas o de otras áreas ibéricas, más toscas y peor ejecutadas.

La fortificación de Tejada la Vieja
La excavación de la muralla de Tejada la Vieja corresponde al poblado arcaico de finales del siglo VIII/comienzos del VII a.n.e., y con remodelaciones de mayor o menor envergadura debió perdurar hasta la época del abandono del poblado en el siglo IV a.n.e. (Fernández Jurado, 1987) (fig. 27). El sistema constructivo es muy parecido a la muralla fenicia arcaica, de donde deben proceder estos tipos de fortificaciones. Lógicamente, sus constructores fueron menos diestros y poco cuidadosos, tratando sólo de cerrar un espacio habitado mediante una construcción de regular técnica constructiva. Lo que también se percibe en muchas murallas turdetanas y de otros pueblos ibéricos (VV.AA,1991), pues el objetivo no está tanto en la obra cuidada y realizada por arquitectos expertos, sino en su funcionalidad y objetivo prácticos de crear una estructura defensiva.

Se construyó alzando dos lienzos –ataludado en exterior– de grandes bloques de calizas en seco, más o menos paralelos, cuyo espacio interior se rellenó de tierra y cascotes, una técnica frecuente en las construcciones de murallas, como se advierte en el Castillo de Doña Blanca, pero con técnica más esmerada. Su trazado se adapta a los accidentes topográficos del cerro, salvo en determinadas zonas que fueron niveladas con grandes bloques de piedra. La muralla tuvo reparaciones continuas, y en un momento más tardío, tal vez como consecuencia de una técnica constructiva poco cuidada su paramento exterior se revistió de una camisa de bloques de pizarra mejor trabajados, y se añaden dos contrafuertes, rectangular y circular, rellenos también de tierra y cascotes de modo muy desordenado. Es probable que la superestructura se construyera de tapial. La obra se realizó a finales del siglo VI a.n.e., al hallarse embutida en su base un ánfora samia de esta época.

El modelo de muralla de la Plaza de Armas de Puente de Tablas (Jaén)
Se trata de una muralla de mampostería de características similares a la de Tejada la Vieja, datada en la primera mitad del siglo VII a.n.e., hasta ahora la más antigua documentada en esta zona de la campiña, pues las conocidas son del siglo VI a.n.e. (fig. 28) (Ruiz, Molinos, 1992). Como aquélla carece de zanja de cimentación, y en algunos puntos corta los estratos del Bronce final, lo que ha resultado de gran interés para su datación. Esta es la razón de recurrir a su refuerzo mediante un sistema de bastiones cuadrados de diferentes tamaños, de los cuales se han excavado ocho, pero su número puede duplicarse cuando se excave en su totalidad. En cuanto a su técnica constructiva, el alzado exterior es de mampuestos y vertical, y sobre el se añadió una segunda pared en talud, enfoscada de barro y enlucida de cal. Sobre esta base se advierte, como en Tejada, un alzado de adobe. También es similar la estructura entre los dos paramentos. La muralla parece que se reestructuró en el siglo III a.n.e.

Omito en este breve estudio el análisis de otras murallas de época orientalizante y que alcanzan hasta la época turdetana o ibérica, pues vienen a tener un sistema constructivo parecido, cuyos modelos pueden hallarse en la Bahía gaditana.

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8 comentarios

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RE: Victoria Folgueira
La casualida a querido que te encontrara en un articulo de restos arqueologicos en la provincia de Huelva, y casualmente yo soy de Huelva, ahora bien, de temas que ocurrieron hace 5000 años no sé demasiado. Lo que si sé es que me gustaria saludarte y felicitarte por tu magnifico paso por el programa. Te veo todos los dias y me pareces super simpatica y me dejas sorprendido con todo lo que sabes; en fin si algun dia lees esto y quieres poderte en contacto puedes hacerlo a esta direccion: slv_rdrgz@hotmail.com

Rafael -

¿Qué hay sobre posible/s "pirámide/s" en Almería? Quisiera saber algo sobre este tema... Si es verdad o no, y en caso de serlo, dónde están exactamente. Salud-os.

Rafael -

Todo esto me parece un fiasco como un piano. Criptoarqueología y pseudociencia descomunal. Felicidades por la página, que sigo a menudo,pero veo que junto a lo de la pirámide bosnia se meten aquí demasiadas "papas". Saludos

Agustín Grau-Fibla -

1-Según Estrabón, ¿Qué noticias le dieron los fenicios a Homero? ¿Qué relación existió entre este y aquellos?
2-Hago notar la coincidencia entre túrdulos y tursha (Pueblos del Mar)

quiros jose maria -

en las proximas semanas viajo a madrid necesitaría información sobre escrituras mesopotámicas

blanco -

me gustaria,si es posible,encontrar fotos claras donde se vean estos signos nuevos de escritura.tambien me interesan las escrituras a lo largo de la historia.
no soy famoso pero me interesa la vida.

Brigantinus -

No es cuestión de ser escéptico porque sí, pero el hecho de que las jornadas las organicen los de wicca....mmmmmmmmm

Victoria Folgueira -

La verdad es que me parece un poco raro este asunto. Me gustaría ver un esquema de los símbolos que dice haber encontrado la señora Vázquez y saber en qué se basa para descartar que se trate de decoración geométrica. No me parece muy científica la hipótesis de partida de su investigación:

"Todo empezó con las noticias sobre los hallazgos de Vinça, en el Danubio -explica Vázquez Hoys- que cifran signos escritos en el 7.000 a.C. Idéntica fecha es la que manejan los arqueólogos en otro sistema de escritura encontrado en Guiannitsa (Macedonia). Estaríamos hablando de escrituras anteriores a las tablillas mesopotámicas y a los jeroglíficos. Y me dije: tiene que existir algo así también Andalucía".

¿Por qué tiene que existir? ¿En qué se basa?
El hecho de que el descubrimiento fuera presentado en un congreso de magia y esoterismo no contribuye, precisamente, a tranquilizarme sobre su seriedad.